Nos vinimos sin visitarla, lo que me sirve de excusa para volver, porque, aunque ya la habíamos visto hace unos años, creo que es de esos sitios que por muchas veces que vayas, siempre descubres algo nuevo. Lástima que haya siempre tantísima gente, pues eso te priva de disfrutarla pausadamente, de asomarte a todas sus ventanas, de desgastar con la vista todas sus yeserías, de pasear perezosamente por sus jardines, de tratar de imaginar (tarea imposible), cómo era cuando la entregó Boabdil... Tal vez, la única manera de disfrutar de una forma más íntima de la Alhambra, sea con la visita nocturna, aunque no sé yo cómo son ahora esas visitas, cuando yo la hice, eran grupos muy pequeños, creo recordar que con guía, sólo se visitaba una parte reducida de los Palacios Nazaríes y no sólo era nocturna, si no que también en penumbra, pues apenas había iluminación, pero la existente estaba tan bien planteada que te hacía ver el monumento y su ornamentación de una manera completamente distinta a como se ve de día. Eso, unido al silencio, convertían la experiencia en algo, no sé cómo deciros, íntimo y a la vez invasivo, como asomarse por una ventana al interior de una casa y curiosear sin el permiso de sus dueños, casi daban ganas de pedir disculpas por el atrevimiento a los espíritus de sus antiguos moradores. Pero como os decía, no sé si ahora se podrá tener la misma sensación, pues haciendo un rastreo por la página oficial de venta de entradas, he visto disponibilidad para un mismo día de hasta 144 entradas. Como sea todo el mundo a la vez, adiós la magia. Aún así, os recomiendo, si tenéis oportunidad, que hagáis la visita nocturna, es otra forma de ver la Alhambra.
Visitéis o no la Alhambra, disfrutad de Granada, de sus monumentos, de sus calles, de su gastronomía, de su clima, como hicimos nosotros, que además tuvimos muy buen tiempo, bueno, como lo viene haciendo en todo el país durante todo lo que llevamos de otoño, que no terminan las temperaturas de acomodarse a la época del año, por favor, que venga el frío, que quería cocinar unas lentejas y al final cambié el menú e hice ensalada, que está mal que yo lo diga, pero está tremenda, buena culpa de lo cual lo tiene el dulce de los tomates cherry, el saladillo del queso feta y sobre todo, el frescor de la hierbabuena, alma de la ensalada y que la hace diferente, al menos a lo que yo he cocinado hasta ahora. Está mucho más rica reposada, así que, si podéis, hacedla con bastante antelación, eso sí, sin aceite y sin las hierbas, pues si no, el primero se lo beberá el arroz y las segundas se quedarán lacias.
Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.
50 gr. de arroz de grano largo
150 gr. de tomates cherry (he utilizado normales y cebra)
75 gr. de pepino
25 gr. de aceitunas verdes
45 gr. de queso feta
1 rama pequeña de perejil fresco (sólo las hojas)
1 rama bien grande de hierbabuena fresca (sólo las hojas)
AOVE
sal
pimienta blanca molida
ELABORACIÓN:
Hervir el arroz en abundante agua salada hasta que esté hecho, unos 18 minutos o lo que indique el fabricante. Una vez cocido, refrescar con agua fría y dejar escurrir.
Lavar los cherrys y el pepino. Cortar los tomates a la mitad. en cuartos y en rodajas y disponer en una fuente. Pelar el pepino dejando tiras alternas de piel, cortar en rodajas no muy gruesas y luego cada rodaja en ocho triángulos y agregar a los tomates. Añadir las aceitunas cortadas en rodajitas y el queso feta en dados pequeños. Incorporar el arroz, un par de pizcas de pimienta blanca molida y un poco de sal (yo no le pongo), teniendo en cuenta que el arroz y el queso ya llevan. Mezclar con delicadeza, tapar y dejar reposar al menos una hora en lugar fresco.
Justo antes de servir, lavar las hierbas, secar con papel de cocina y picar las hojas. Distribuir la ensalada en los platos, regar con aceite de oliva virgen extra al gusto y espolvorear con las hierbas picadas. Servir inmediatamente.
A comer.