miércoles, 15 de diciembre de 2021

Conejo de campo en salsa de peras, en olla rápida WMF

Yo para ser feliz necesito sol. Bueno y alguna cosilla más, pero ésas para otro día. Necesito sol, que no calor, no confundamos. No me importa que en la calle haga un frío que pele siempre que luzca un sol sin nubes en un cielo insultantemente azul. Esos días llenos de nubes o peor aún, ¡lluviosos!, me dejan el ánimo por los suelos y así estoy, que no tengo ganas de “ná”, porque llover no llueve, pero llevamos una semana con nieblas cerradas que algunos días ni han levantado y encima, “meonas”, que no sólo no me rizan el pelo, ya que el peso de la humedad hace que se me estire y quede pegado a la cabeza, vamos, que parece que me lo ha lamido una vaca, que no sé para qué gasto el dinero en champús, cremas y demás potingues para definir el rizo (un inciso: o estos productos no son efectivos o mi pelo va a su aire porque no noto diferencia o soy muy torpe y no sé usarlos), si no que además son peligrosísimas para la conducción, porque humedecen los cristales del coche, poco para los limpiaparabrisas y mucho para dificultar la visibilidad, por no hablar de que no ves lo que tienes delante. Así que estoy muy plof, que ni me apetece leer, ni cocinar, ni trabajar, ni hablar, ni salir..., una penita, que lo único que me levantaría el ánimo serían unas risas con las amigas alrededor de un café, pero según se están poniendo las cosas ni nos atrevemos a quedar, que a algunas no las veo desde que empezó la pandemia y a otras en este tiempo las he visto una o dos veces y un ratico. Que no me extraña que mucha gente haya relajado restricciones y medidas, que el ser humano es un ser social y necesita relacionarse con otros, así que, aunque yo siga manteniendo las precauciones, entiendo esa relajación.

Y mientras la apatía me consume, en la oficina se ha cancelado la comida de navidad y en casa nos estamos planteando volver a celebrar las fiestas en soledad, como hay que seguir comiendo, que es lo único de lo que no me faltan las ganas, esperaremos a que cambie el tiempo cocinando este conejo en salsa de peras, que, ahora que no nos oye nadie, está tremendo, con el dulce de las peras y el anisado de las semillas de hinojo, dos sabores que he descubierto que se complementan muy bien. En esta ocasión he utilizado pera conferencia, pero queda igualmente rico con peras ercolini o con cermeños. Lo que interesa es que sean peras de carne firme, no granulada y sin demasiada agua e idealmente en su punto justo de maduración, aunque con la cocción se desharán en su mayor parte. Ya sabéis que suelo utilizar conejo de campo, pero por supuesto que podéis usar conejo de granja, quedará igualmente muy rico y tal vez más la receta de hoy, pues es un guiso de sabores muy suaves. Os gustará mucho, seguro.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 conejo de campo de un kilo, aproximadamente

*Para el adobo:

10 granos de pimienta negra

100 gr. de cebolla cortada en plumas

3 clavos de olor

1 diente de ajo grande

2 hojas de laurel partidas

300 ml. de agua

300 ml. de vino blanco seco

*Para el guiso:

25 gr. de puerro, de la parte blanca

50 gr. de cebolla

50 gr. de tomate

150 gr. de peras conferencia, peladas, descorazonadas y cortadas en octavos a lo largo

1/4 tsp de semillas de hinojo

130 ml. de agua

10 gr. de almidón de maíz

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

Lavar minuciosamente el conejo, escurrir bien, secar con papel de cocina, trocear, disponer dentro de un recipiente con tapa y reservar.

*De la marinada:

Poner el diente de ajo sobre una superficie plana. Colocar la hoja de un cuchillo ancho sobre el diente de ajo y en horizontal y dar un golpe seco sobre la hoja para que el ajo se aplaste ligeramente. Quitar la piel y el germen, si lo tuviere e introducir en un cazo.

Machacar ligeramente en el mortero los granos de pimienta e incorporar al cazo, así como los clavos enteros, las hojas de laurel partidas, la cebolla y el agua. Llevar a ebullición y cocer diez minutos a fuego suave. Apartar, dejar enfriar completamente, añadir el vino blanco, mezclar y verter sobre el conejo. Tapar y llevar al frigorífico 24-36 horas, removiendo los trozos de carne dos o tres veces.

*Del guiso:

NOTA: Los tiempos de cocción que se indican lo son para una placa vitrocerámica de inducción. En el caso de utilizar otra fuente de calor (eléctrico, gas, halógeno), los tiempos variarán, debiendo ser adaptados. Lo mismo ocurre en caso de utilizar otra olla a presión o una cazuela convencional.

Sacar el conejo del frigorífico al menos con dos horas de antelación para que se atempere.

Eliminar las raíces y capa exterior del puerro y de la cebolla. Pelar y despepitar el tomate. Cortar el puerro en cuatro trozos a lo largo y cada trozo en rodajas de medio centímetro aproximadamente. Cortar la cebolla y el tomate en dados de un centímetro de lado. Reservar el tomate separadamente de la cebolla y del puerro.

Escurrir el conejo de la marinada, desechando ésta; secar la carne con papel de cocina y sazonar con sal al gusto.

Disponer un buen fondo de aceite de oliva virgen extra en la olla rápida WMF y llevar al fuego. Una vez el aceite esté bien caliente, freír por tandas los trozos de conejo por todos los lados hasta que se doren. Sacar a un plato y reservar.

Dejar que el aceite pierda un poco de temperatura y añadir la cebolla y el puerro y sofreír a fuego medio, añadiendo más aceite si fuera necesario y raspando a la vez el fondo de la olla para despegar los jugos adheridos. Cuando las verduras empiecen a dorarse, agregar las peras y rehogar durante tres minutos, removiendo delicadamente. Añadir las semillas de hinojo, rehogar brevemente y agregar el tomate. Cocinar el conjunto dos minutos, incorporar el conejo a la olla y añadir el agua, llevar a ebullición, poner la tapadera, cerrar y cocer 22 minutos contados desde que suba la válvula del todo. Apagar el fuego y dejar que la olla pierda toda la presión antes de abrirla.

Abrir la olla WMF, añadir el almidón de maíz disuelto en un poco de agua fría, remover para que se distribuya bien, devolver la olla al fuego y cocer a fuego suave un par de minutos para espesar la salsa.

Dejar reposar cinco minutos para que se asiente el guiso y servir.

Mejora de un día para otro.

A comer.

viernes, 10 de diciembre de 2021

Magdalenas veganas de piña y coco

Cambiamos de tercio y lo hacemos con una receta dulce, antes de que turrones y demás repostería navideña invada todos los rincones de nuestras vidas. Hoy tocan magdalenas, ese, para mí, pecado de media tarde y al que no pienso renunciar aunque los diseñadores de la pirámide nutricional coloquen la bollería en todo lo alto y en color rojo, que parece que desde ahí nos señalan con un dedo acusador (“estás comiendo más de lo que debes”) o prohibitivo (“no comas”) y que no sé porqué en una extraña asociación de ideas de mi cabeza se me asemeja al Tío Sam de los antiguos carteles de reclutamiento del ejército estadounidense, que, fríamente, la similitud no se la veo por ningún lado, salvo en el hecho de que siempre me ha parecido que el famoso cartel más que animar a los jóvenes a alistarse en el ejército, los reñía por no haberlo hecho ya. Pues con la pirámide de marras, me pasa eso, que me riñen y no sólo desde arriba, sino en todas las capas pues, sinceramente, cumplirla a rajatabla es tarea complicada y poco menos que imposible si ya entran en juego alergias e intolerancias alimenticias y gustos personales. Así que yo la pirámide se la dejo a quien quiera cumplirla y en mi casa seguiremos comiendo variado, magdalenas incluidas. Porque yo me pregunto, ¿esa bollería de la pirámide, es la industrial o la casera? Porque la primera se parece a la segunda como un higo a una castaña, la verdad, ya que la una está llena de ingredientes ultraprocesados y/o añadidos para alargar su vida útil y la otra, pues no y mientras que me parece muy bien limitar el consumo de la industrial, no así el de la que yo hago en casa, porque las magdalenas de hoy, ¿qué tienen de malo?. Vale que se podrían hacer más saludables utilizando harina y azúcar integrales, aceite de oliva y zumo natural casero, pero que tampoco son veneno tal y como las hago y una diaria poco daño puede hacer.

Todo esto porque hoy tengo al gusanillo de la conciencia dándome una voces que ya ya, sorda me tiene y es que esta mañana me pesé y la báscula me echó la bronca ¡y a las puertas de las navidades! Así que no hice propósito de enmienda y me he comido una magdalena esta tarde, pues total, como ya no me da tiempo a hacer dieta pre-navideña, de perdidos al río.

La receta está muy modificada de una publicada en una revista del grupo Lecturas, no sé en cual porque lo que tengo es una fotografía de la receta, no la susodicha revista. La versión original no está mal, pero me gusta mucho más mi adaptación, la cual os animo a que preparéis antes de que el turrón se haga omnipresente en nuestras mesas. Además es vegana, perfecta para quienes siguen esta dieta o tienen intolerancia al huevo.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para 12 unidades

125 gr. de azúcar blanquilla

40 ml. de aceite de girasol u oliva suave

250 ml. de zumo de piña y coco a temperatura ambiente

200 gr. de harina de todo uso

16 gr. de impulsor químico

25 gr. de piña desecada

20 gr. de coco rallado

*Y además:

1 bandeja para magdalenas de 12 cavidades de 5 cm. de base

12 cestillos de papel para magdalenas de 5 cm. de base

ELABORACION:

NOTA: Los tiempos, temperaturas, fuentes de calor y posición de la bandeja en el horno que se indican, son los que funcionan en mi horno. Como no hay dos hornos iguales (ni siquiera siendo de la misma marca y modelo), cada cual deberá adaptar la forma de cocción a su horno, aunque probablemente las correcciones habrán de ser mínimas.

Precalentar el horno a 200º C con calor arriba y abajo.

Preparar la bandeja de las magdalenas, poniendo un cestillo de papel en cada cavidad.

Tamizar juntas la harina y el impulsor. Dejar a un lado.

Picar la piña muy menuda y mezclar con 15 gr. de coco rallado, separando los trocitos de piña que hayan podido pegarse entre sí. Reservar.

Disponer en un bol el zumo y el azúcar y batir con la batidora de brazo hasta que éste se disuelva. Agregar el aceite y mezclar. Incorporar la harina y la levadura y batir con la batidora hasta que no queden grumos. Añadir la mezcla de coco y piña e integrar con una espátula.

Repartir la mezcla entre las cavidades del molde y espolvorear por encima con los cinco gramos restantes de coco rallado.

Bajar la temperatura del horno a 180º C y poner el calor sólo por abajo. Colocar la rejilla en la segunda posición empezando por abajo y encima el molde de magdalenas. Cerrar el horno y hornear durante 25 minutos. A los veinte minutos de horneado, comprobar la cocción pinchando el centro de una magdalena con una brocheta: si no sale seca, continuar el horneado otros cinco minutos o hasta que salga seca.

Sacar la bandeja del horno y colocar encima de una rejilla. A los diez minutos sacar las magdalenas de las cavidades y ponerlas en la rejilla hasta que se enfríen completamente.

A comer.

domingo, 5 de diciembre de 2021

Magro en crema agria ligera, en olla WMF

El otro día fui a la carnicería con la idea de comprar ternera para guisar. La verdad que llevaba sin ir y no exagero, desde agosto, pero entre lo que tenía congelado en el arcón, la apertura de la temporada de caza y que cada vez comemos más pescado, no había tenido necesidad, así que me quedé de piedra cuando vi los precios de la ternera. Ya me lo había comentado mi madre pero no imaginé que fuera tanto y eso que quería carne para guisar, que es un corte más barato, que si hubiera querido comprar solomillo me da el telele ¡vaya precio, mon dieu! Ahora ya no me va a extrañar cuando vea esa subida repercutida en la carta del restaurante y es que nunca compro solomillo para casa, soy incapaz de freírlo hasta dejarlo como la suela de un zapato que es así como le gusta a mi pareja, bien pasadita la carne, sí señor, que le den ganas al cocinero de tirarlo a la basura en vez de sacarlo a la mesa, qué destrozo. Para eso yo, que siempre le digo al camarero “el mío, que corra la vaca” o sea, la carne marcada y poco más, tanto que ya me ha pasado alguna vez que no tenían la carne atemperada y el interior estaba helado, pero lo prefiero frío a cocinado, para desgracia de algunas personas a las que les da “cosa” verme comer así el solomillo, pero qué queréis que os diga, es de esta forma como me gusta. Así que si alguna vez en un restaurante, oís decir a la señora de al lado “el mío, que corra la vaca” cuando le pregunten el punto del solomillo, daos la vuelta que ésa soy yo.

La verdad que con lo que están subiendo los piensos, la luz y otros costes de producción, no es de extrañar que todo eso se vea reflejado en la tienda, aunque me gustaría saber si al productor le están pagando más por animal vendido. Estoy por apostar que al pequeño ganadero no, pero hoy no quiero entrar en ese tema, tan delicado y difícil, de los precios que se pagan por sus productos a agricultores y ganaderos y los que finalmente pagan por esos mismos productos los consumidores.

El caso es que al ver el precio de la ternera, se me cerró la cartera de golpe y al final opté por comprar magro de cerdo, una carne mucho más económica y con la que igualmente se pueden preparar recetas muy ricas, como la de hoy, que aunque requiere un poco de previsión por el macerado previo, ya os digo yo que merece la pena, pues deja el magro jugoso y tiernísimo, de verdad que está muy buena, pero claro, qué voy a decir yo. Mejor lo comprobáis de primera mano y hacéis la receta, os va a encantar, por no hablar de lo facilona que es.

Y que no os falte un buen pan porque para desgracia de nuestras caderas, la salsa está requetebuena. Si no os gusta tan espesa como a mí, reducidla menos, seguirá igual de rica.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1.250 gr. de magro de cerdo, cortado en cubos grandes

200 ml. de crema agria ligera

150 gr. de cebolla cortada en plumas

150 gr. de tomate pelado y despepitado, cortado en dados pequeños

1/2 tsp de pimienta negra molida

1 hoja de laurel grande, lavada

1/8 tsp de eneldo seco

1/4 tsp de orégano seco

1/8 tsp de macis molida

1/4 tsp de sal gruesa

100 ml. de agua

25 ml. de vino blanco dulce

15 ml. de AOVE

1 pastilla de caldo de verduras

ELABORACIÓN:

Disponer el magro de cerdo en un recipiente y añadir la crema agria ligera. Remover concienzudamente para que todos los trozos de carne queden bien embadurnados con la crema agria, tapar y llevar al frigorífico al menos tres horas.

Sacar el recipiente de la carne del frigorífico y verter su contenido (magro y crema agria) en la olla rápida. Agregar la pastilla de caldo desmenuzada y el resto de ingredientes: cebolla, tomate, pimienta negra, laurel, eneldo, orégano, macis, sal, agua, vino y aceite de oliva virgen extra y llevar la olla al fuego. Levantar el hervor, poner la tapadera, cerrarla y cocer 20 minutos contados desde que suba la válvula del todo. Apagar el fuego y dejar que la olla pierda toda la presión antes de abrirla.

Abrir la olla WMF y sacar la carne a una fuente. Triturar la salsa (tendrá un aspecto granuloso) con la batidora de brazo y reducir hasta que espese ligeramente. Rectificar de sal, devolver la carne a la olla, llevarla nuevamente al fuego y calentar cinco minutos. Dejar reposar otros cinco minutos para que se asiente el guiso y servir.

Mejora considerablemente de un día para otro.

A comer.

miércoles, 1 de diciembre de 2021

Albóndigas chatas de salmón y mejillones

Ya os he contado más veces que siempre pido en la pescadería que me dejen las cabezas y espinas de los pescados. Siempre se puede sacar algo de ellas, a veces mucho y en otras ocasiones sólo para un caldo, pero siempre-siempre se pueden aprovechar. Clara muestra de ello es la receta de hoy: el salmón está obtenido de la cabeza, de la parte superior de los lomos que pedí los sacaran limpios y de las espinas de uno grande que compré y que con paciencia y un buen cuchillo limpié hasta sacarle toda la carne, tampoco es que me llevara mucho tiempo, no creáis, con un cuchillo bien afilado y la práctica que ya tengo, tardo poquito y el caldo lo había hecho con otras espinas y cabeza de pescado blanco, bacalao creo y que tenía congelado, Normalmente con el caldo suelo preparar sopa, pero también lo congelo cuando así me conviene (hago lo mismo con los huesos del pollo), de tal forma que casi siempre tengo caldo casero en el congelador, sin sal, para que congele mejor y sin grasa, para evitar que se enrancie y dé mal sabor al caldo. Los mejillones también eran otro resto, que por sí solos de poco me servían, salvo para sopa (otra vez), pero que me vinieron muy bien para darle más saborcillo a las albóndigas. Como alegría también les dan las cayenas, pues quedan picantitas, no os lo voy a negar, pero lo mismo que se le pueden poner tres, como hice yo, se puede prescindir de ellas, van a estar igual de ricas.

Y ahora os voy a contar un secreto: mi intención era hacer las albóndigas redondas, pero la masa es tan suave y tierna que apenas mantenían la forma y la primera que hice de prueba, porque ya veía yo que aquéllo iba por mal camino, al salir de la sartén había quedado plana por abajo y abollada por arriba y a ver luego cómo se sostenía al darle la vuelta al cocerlas. Solución: la del viejísimo chiste “mamá, qué hay de comida; albóndigas; yo quería filetes rusos; (plaf) toma, filetes rusos”, las aplané ligeramente y tan monas que quedaron. Mejor así además, porque con esa forma se puede hacer una cocción más corta, evitando así secar en exceso el pescado y obteniendo unas albóndigas muy tiernas y jugosas.

Como os digo, la masa es muy tierna, así que manipuladla lo mínimo. No hace falta que las aplanéis en exceso al formarlas, pues al freírlas se van a achatar otro poquito. Lo mejor es que hagáis una de prueba como yo, que tampoco es obligatorio, que se trata más de una cuestión estética que de otra cosa. Conviene humedecerse la manos para formarlas y mejor aún, si tenéis guantes de nitrilo de uso alimentario, os facilitará tremendamente la tarea, pues la masa apenas se pega a ellos. Si los usáis, recordad que también los tenéis que humedecer ligeramente.

Es primero de mes y toca cita con el proyecto 1+/-100 desperdicio 0, proyecto que mensualmente gestiona Marisa desde su blog Thermofan e ideado para reducir el desperdicio de alimentos y fomentar el reciclaje y reutilización en general.

Como ya os he dicho en más ocasiones, que no os oiga decirle al pescadero que os tire las espinas, que no será porque no os dé ideas para aprovecharlas, que en el blog tenéis más de una y si a lo mejor habéis sido un poco caprichosill@s y se os ha ido la mano con el black friday, lo compensáis con estas albóndigas chatas, que no sólo están muy ricas, sino que además salen tremendamente baratas. Y que seguro les gustan a los más anti-pescado de la casa, porque, como una vez me dijo un invitado a comer, “si el pescado no tiene raspas, sírveme, por favor”.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para 10-12 unidades, según tamaño. Todos los pesos en limpio

260 gr. de salmón fresco

65 gr. de mejillones cocidos

65 gr. de cebolleta

1 huevo tamaño L

1 rama hermosa de perejil fresco, sólo las hojas

25 gr. de pan rallado

2-3 pimientas de cayena, al gusto

1 diente de ajo pequeño

1/4 tsp de cúrcuma en polvo

175 ml. de caldo de pescado

AOVE

sal

harina

* Y además:

el accesorio picador de la batidora de brazo o un robot de cocina

ELABORACIÓN:

Eliminar las semillas y nervaduras interiores de las pimientas de cayena y picar en trozos pequeñitos. Reservar.

Pelar el diente de ajo, eliminar el germen si lo tuviere y laminar. Reservar.

Picar groseramente la cebolleta, el salmón y los mejillones e introducirlo todo en el accesorio picador de la batidora de brazo. Incorporar también las hojas de perejil, el huevo y el pan rallado y salar al gusto. Picarlo hasta conseguir una pasta sin apenas trozos, rectificar de sal si procede y pasarla a un bol. Agregar las cayenas picadas, integrar a mano, tapar y dejar reposar diez minutos para que adquiera algo de consistencia.

Llevar al fuego una sartén con aceite de oliva virgen extra y calentar. Con las manos humedecidas, tomar porciones de la masa, dar forma, pasar por harina, sacudir con delicadeza el exceso y dorar en el aceite bien caliente, lo justo para que se frían un poco por fuera pero queden sin hacer por dentro. Ir pasándolas a una cazuela baja donde quepan formando una sola capa.

Colar el aceite de freír las albóndigas para eliminar la harina y tomar 15 ml. Disponerlos en una sartén limpia y freír a fuego suave el ajo laminado. Apenas empiece a tomar color, sacarlo de la sartén y desecharlo, agregar la cúrcuma, rehogar unos segundos hasta que empiece a desprender olor y añadir el caldo. Levantar el hervor, verter sobre las albóndigas, tapar la cazuela y ponerla al fuego. Hervir dos minutos, dar la vuelta con cuidado a las albóndigas, volver a tapar y cocer otro minuto. Apartar del fuego, dejar reposar tapado cinco minutos para que el calor residual termine de cocinar las albóndigas sin secarlas y servir.

A comer.

martes, 30 de noviembre de 2021

Corazón de cerdo con mostaza a la antigua

¿Habéis comprado muchas cositas el black friday y el cyber monday? Yo, la verdad, absolutamente nada. Ni tenía necesidad ni tenía capricho y como no soy una persona muy consumista, salvo si hablamos de trastos para la cocina o para el blog, que casi agradezco no tener ya donde guardarlos porque en ese tema si soy antojadiza, pero la culpa no es mía, es del blog, que como la nobleza, obliga, jajaja... pues como os decía, no he gastado ni un céntimo. De todas formas he de reconocer que todas estas fechas cien por cien consumistas, como san Valentín, días del padre y de la madre, amigos invisibles y demás pelajes, me repatean, es decir, me llevan los demonios, vamos, lo que viene a ser que me tocan la moral y eso siendo fina, que a lo mejor esto lo lee algún futuro master chef junior y no quiero que aprenda palabrotas, que eso está muy feo y aunque yo ya no tenga remedio, al menos se intenta no inculcar malas costumbres en sus gráciles e inocentes cabecitas... “Pa” verme la cara que se me ha “quedao” después de escribir semejante cursilada, oiga, si a veces los post debieran llevar la imagen incorporada de la persona que los escribe mientras lo hace, aunque casi mejor no, porque entonces me tocaba pintarme el ojo para estar más presentable en vez de sentarme al portátil con los chuchos puestos y la bata de guatiné. Nada, que mejor nos quedamos como estamos, que tanto adelanto tecnológico sería malo para nuestra salud mental aunque releyendo las líneas que preceden no sé como andará la mía o eso, u hoy estoy de muy buen humor y cuando es así me puede dar por decir chorradas y no hay quien me pare. Se nota, creo.

Que a lo que iba, que estos días pensados sólo para vendernos lo que muchas veces no nos hace falta, no me gustan. Me siento manipulada, por no decir bombardeada con tanta publicidad, que estoy deseando que llegue mayo para dejar de ver en la tele tíos buenorros que me hacen mirar al que tengo al lado y pensar “pero a ti te quiero, cari” y tías estupendas que hacen que cuando me mire al espejo piense “cómo se estropean los cuerpos”. Y yo no me dejo influenciar por ofertas agresivas o tentadoras, pero hay muchas personas que sí y luego se encuentran con cosas que no necesitan o en realidad no quieren. Afortunadamente hoy se puede devolver casi todo, algo con lo que ya cuentan las tiendas, que saben que un porcentaje de artículos se devolverá, pero siempre habrá otro porcentaje que no y que tampoco se habría vendido si no fuera por esas campañas de ventas. En el caso de las compras por internet las empresas de transportes siempre salen ganando, por cierto, así hay ahora tantas furgonetas de reparto, que cada poco se ve una de una empresa nueva en la carretera.

Lo que a lo mejor va a resultar un poco complicado de comprar son corazones de cerdo, al menos por aquí no son fáciles de encontrar, aunque supongo que con corazón de ternera también se podría hacer esta receta. No lo sé, nunca lo he cocinado, ni comido, pero supongo que la textura será muy parecida e incluso el sabor. Es una receta facilona y diferente, con ese punto ligeramente crujiente de las semillas de mostaza y un sabor muy equilibrado entre la acidez de aquélla y el dulzor del vino.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

600 gr. de corazón de cerdo (peso en limpio)

100 gr. de cebolla cortada en plumas finas

2 dientes de ajo medianos, pelados, desgerminados y cortados en dos a lo largo

1 hoja de laurel

40 gr. de mostaza a la antigua

100 ml. de vino dulce

75 ml. de agua

1/2 tsp de sal de apio

1/2 tsp de cúrcuma en polvo

8 gr. de almidón de maíz

AOVE

ELABORACIÓN:

Eliminar grasas, impurezas y restos de venas de los corazones y lavarlos. Secar con papel de cocina y cortar a lo largo en tiras de un centímetro de ancho.

Disponer un fondo de aceite de oliva virgen extra en una cazuela y llevar al fuego. Saltear las tiras de corazón en el aceite caliente hasta que cambien de color y sacar a un plato. Hacerlo por tandas para que el aceite no pierda temperatura.

Sofreír la cebolla y el ajo en el aceite sobrante, añadiendo más si fuera necesario. Cuando la cebolla empiece a ablandarse, devolver los corazones a la cazuela, verter el vino y evaporar el alcohol, añadir el laurel, la sal de apio, la cúrcuma, la mostaza y el agua. Tapar y cocer a fuego suave 20-30 minutos, según lo tiernos que sean los corazones.

Disolver el almidón de maíz en un poco de agua fría, añadirlo a la cazuela, remover y continuar el hervor hasta que la salsa espese. Dejar reposar cinco minutos y servir.

Mejora de un día para otro.

A comer.

sábado, 20 de noviembre de 2021

Pan de molde con semillas de lino y de amapola, en panificadora Lidl

Desempolvad la panificadora, aquélla por la que casi llegasteis a las manos en el súper, id a la despensa y buscad esas semillas que comprasteis para hacer aquélla receta (¿cúal era...?), comprobad que no están rancias o apolilladas (uf, importantísimo), mirad la fecha de caducidad de la levadura seca y disponeos a hacer este riquísimo pan, suave y con un puntito dulce, que lo mismo queda rico con queso viejo de oveja (menudo peligro), que con un buen jamón cocido o con jamón de pavo y tomate aderezado con aceite de oliva, sal rosa y pimienta negra. O aunque sólo sea por el placer de aspirar el olor a pan que impregna la cocina cuando se está horneando, que como diría mi abuela materna, eso también alimenta.

Dejad que se enfríe completamente para probarlo, no hagáis como yo que la impaciencia me hizo cortarlo antes de tiempo y es que ahora los panes tardan una eternidad en enfriarse y si nunca me distinguí por mi paciencia, con los años menos. También está muy bueno ligeramente templado, pero si la miga aún no ha perdido toda la humedad, se nota. Queda con una corteza en los lados y en la base muy crujiente, que es una lástima que haya que sacrificar al meterlo en una bolsa para alargar su frescura, aunque si sois tres o cuatro en casa, yo no lo metería en la bolsa ya que os va a durar poquito, aviso.

Es un pan que gana mucho al asentarse. Está mucho más rico el segundo día que el primero y no digamos el tercero. Personalmente me tengo que prohibir acercarme al pan, porque estos panes con semillas me gustan tanto que me los como a palo seco, me saben más ricos que un pastel y mira que soy golosa.

Os dejo, que me voy a dar un paseíto aprovechando los suaves rayos de sol de esta otoñal tarde de sábado, antes de que, según dicen, cambie radicalmente el tiempo y no saque la naricilla a la calle más de lo estrictamente necesario.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

400 gr. de leche desnatada a temperatura ambiente

30 gr. de miel

6 gr. de sal

60 gr. de mantequilla troceada, a temperatura ambiente

600 gr. de harina panificable (10-11% de proteína)

40 gr. de leche en polvo, desnatada

5'5 gr. de levadura de panadería seca activa

50 gr. de semillas de lino dorado

20 gr. de semillas de amapola

harina para espolvorear, tamizada

ELABORACIÓN:

Disponer en un bol la harina y la leche en polvo, mezclar con una cuchara y dejar a un lado.

Poner en un cuenco las semillas de lino y las de amapola y mezclar uniformemente. Reservar.

Sacar la cubeta de la panificadora e introducir los ingredientes por este orden: leche, miel, sal, mantequilla, mezcla de harina y leche en polvo y levadura seca.

Colocar la cubeta en el interior de la panificadora. Cerrar la tapa y conectar el aparato. Seleccionar el programa 2 (esponjoso), peso 1'250 kgr. y tueste medio.

Cuando la máquina emita los tonos de aviso para incorporar ingredientes adicionales a la mitad del segundo amasado, sin sacar la cubeta incorporar la mezcla de semillas, cerrar la panificadora y dejar que continúe con el programa.

Cuando la panificadora emita los tonos de aviso en la segunda fermentación, pulsar la tecla de parada, sacar la cubeta y con las manos húmedas quitar las palas amasadoras e introducir éstas inmediatamente en un bol con agua que las cubra para facilitar su posterior limpieza. Acomodar la masa procurando eliminar las posibles bolsas de aire que se hayan podido formar al sacar las palas, alisar someramente la superficie y espolvorear con un poco de harina. Colocar nuevamente la cubeta en la panificadora, dejar que la máquina se conecte sola nuevamente y continúe con el programa.

Una vez finalizado el programa, desconectar la panificadora, abrir la tapadera, desanclar la cubeta, desmoldar el pan y dejar enfriar por completo sobre una rejilla lejos de corrientes de aire.

Una vez frío, introducirlo en una bolsa de plástico para que se conserve tierno por más tiempo.

A comer.

lunes, 15 de noviembre de 2021

Salsa de champiñones y queso, en robot Monsieur Cuisine Plus (MC+)

Ando yo un poco tarde este año elaborando el menú del día de navidad. Otros años, a estas alturas, ya llevaba más de un mes seleccionando y probando recetas, porque entre intolerancias y alergias alimenticias, gustos personales y la búsqueda de platos un poco más esmerados o especiales de lo habitual, yo, al menos, no organizo el menú en una tarde y si a eso le sumamos que estoy pasando por una época de inspiración cero, incluso para las comidas de diario, apaga y vámonos. De verdad que no sé como lo hacen en esas casas donde se juntan 15, 20 o más comensales esos días; a lo mejor es que me complico mucho o me exijo demasiado porque no me satisface poner “cualquier cosa”, que es lo que te dicen en cuanto pides que te echen una mano con la inspiración o te sugieren unos huevos fritos con patatas, que todos los años siempre hay alguien que lo dice, pero que luego, cuando los ofrezco para cenar ese día, nadie quiere, porque lo único que apetece es cenar una ensalada, una sopita o nada, directamente, que sí gastaremos mucho en las comidas y cenas de los días claves, pero el resto casi ni comemos o muy frugalmente, así que, económicamente, se compensa el dispendio con el ahorro. Y es que ya lo he dicho muchas veces, cada día comemos menos, mucho menos en realidad y en mi familia, que siempre hemos tenidos todos muy buen “saque”, es un claro síntoma de que nos vamos haciendo mayores y el escaso relevo generacional es aún muy joven para que coja el testigo.

Sin embargo, aunque comamos menos cantidad, no por ello deja de haber mucha menos variedad y aunque el plato principal lo tengo medio hilvanado ya que va a ser pescado, sí o sí, los entrantes son los que me traen por la calle de la amargura, que por hacerlo diferente este año, no van a ir emplatados individualmente, sino todos al centro de la mesa y que cada uno se sirva lo que quiera, pero al paso que voy, en el centro de la mesa va a haber bandejas vacías. Se nos va a quedar un tipo...

Lo único que este año voy a repetir, cosa que nunca hago pero se lo prometí a mi sobrina, es el sorbete de mandarina. Mi preciosa lo tomó con siete años y le impresionó de tal manera que a mitad de la comida se sirviera algo frío y ligeramente dulce, que se pasó todo el año diciendo que quería que volviera a ser navidad para venir a mi casa a comer el sorbete. Menudo disgusto se llevó la pobre cuando el año pasado no pudimos celebrar todos juntos ese día, se quedaba sin sorbete y se la notaba tan disgustada que le prometí que la siguiente vez que viniera al pueblo, se lo haría. No cumplí mi promesa porque no vino hasta este verano, que no era época de mandarinas, pero estoy deseando ver su cara cuando saque el sorbete el día de navidad.

Mientras sigo dándole vueltas a la cabeza pensando con qué entrantes me lío para la comida de navidad, os dejo una receta sencillísima y muy rica, una salsita de champiñones y queso que está para ponerle un piso. Va bien con todo, con pasta, con solomillo (cerdo, ternera o pavo, indistintamente), con pechuga de pollo o con pescado blanco, quedan unos platos deliciosos. Con las cantidades que indico, sale una salsa de textura semi espesa perfecta para pasta. Para acompañar carnes o pescados queda mejor más densa; en ese caso, sólo se utilizarían 150-200 ml. de leche, según el gusto personal. También se puede sustituir la leche por caldo de pollo o vegetal y tendréis una riquísima crema de setas. Y es que está tan buena, que se come a cucharadas.

Congela muy bien, por lo que hago bastante cantidad y la congelo en porciones de 200 ml., que es la cantidad perfecta para dos raciones de pasta.

Antes de dejaros con la receta, se admiten sugerencias para el menú de navidad. ¡Que no sean huevos fritos con patatas, por favor!.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para unos 600 ml. de salsa, aproximadamente. Todos los pesos en limpio

140 gr. de champiñones portobello

140 gr. de champiñones blancos

75 gr. de cebolla

15 ml. de salsa Worcestershire (salsa inglesa)

la punta de un cuchillo romo de pimienta blanca molida

la punta de un cuchillo romo de sal rosa del Himalaya

100 gr. de queso fresco de untar (tipo Philadelphia) bajo en grasa, a temperatura ambiente

300 ml. de leche desnatada, a temperatura ambiente

20 ml. de AOVE

ELABORACIÓN:

Eliminar la base terrosa de los champiñones, limpiar con un cepillo suave o con un papel de cocina, cortar en cuartos y reservar.

Pelar la cebolla y cortarla en 2-3 trozos. Introducirlos en vaso del MC+, colocar la tapadera con el orificio tapado y picar 10 segundos, velocidad 6. Bajar los restos, añadir el aceite de oliva virgen extra, tapar y cocinar con el cubilete puesto, 8 minutos a 80º C, velocidad 1.

Añadir al vaso los champiñones picados, la sal rosa, la pimienta blanca y la salsa Worcestershire. Cocinar tapado 15 minutos, velocidad 1, 90º C, marcha atrás.

Incorporar al vaso la leche y el queso, bajar los restos con la espátula y cocinar tapado, 5 minutos, velocidad 1, 90º C, marcha atrás.

Triturar el contenido del vaso durante 30 segundos a velocidad 10. Debe quedar una textura fina y homogénea. Utilizar caliente.

A comer.

miércoles, 10 de noviembre de 2021

Estofado de jabalí en adobo

Empieza la temporada de caza, en el campo y en el blog. Es lo que tiene vivir con un aficionado a la caza, que se te presenta en casa con ésta y no es plan de tirarla, así que vuelven las recetas de jabalí, conejo, liebre y espero que este año haya suerte y caiga alguna perdiz, que hace un siglo que no cocino y está mal que yo lo diga, pero me quedan buenísimas. Aunque no sé yo, estamos a principios de temporada y ya dicen los cazadores que hay pocas piezas, aunque también les pasa como a los agricultores, que nunca es buen año, pero un poco de razón sí van a tener, pues durante la primavera y el verano se vieron muy pocos conejos, liebres, perdices y codornices, que es lo que aquí se caza, principalmente y eso es muy mala señal. Yo lo siento, no porque si no hay caza no puedo cocinarla, sino porque es un síntoma de que el clima va mal, ya que los animales salvajes son un buen barómetro de la salud de nuestros campos: si las temperaturas y las precipitaciones son las normales, el campo prospera y con él los animales que se nutren de lo que la naturaleza da. El cambio climático no sólo lo notamos las personas en los inviernos más suaves y los veranos más secos, si no también los animales, pues los inviernos cálidos favorecen la proliferación de plagas y malas hierbas que perjudican los cultivos y en consecuencia aumenta el uso de pesticidas y herbicidas y la ausencia de lluvias incide en la escasez de plantas de las que se alimentan los animales por lo que sus camadas y polladas se ven reducidas ante la disminución de su alimento. Por no hablar del empobrecimiento de la tierra y la disminución de los acuíferos y es que el agua es vida, pero ese es otro tema.

No sé como hay gente que niega el cambio climático. No voy a entrar a polemizar sobre si la velocidad de dicho cambio es natural o la acción humana la está acelerando, pero que el clima no es ni parecido al de nuestra niñez y no digamos al de la niñez de nuestros padres, es un hecho.

Mientras vemos cómo la naturaleza cambia, seguiremos cocinando caza cuando la haya y haciendo recetas como ésta de jabalí adaptada del blog Cousas de Milia y que está espectacular. Ésta es la segunda vez que la he cocinado y la he modificado para que quedara más suave de sabor, aunque la primera vez que la hice seguí la receta más fielmente y también está muy rica, pero también es cierto que su sabor quedó mucho más fuerte. El adobo previo consigue una carne jugosa y tierna que si no fuera por su color oscuro, no parecería jabalí. Para mantener la forma de la pieza de carne, es conveniente bridarla, aunque reconozco que a mí se me olvidó. Dejad el guiso con mucha salsa, no os arrepentiréis.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 pieza de jabalí de 1.250 gr (cabecero de lomo o maza), peso en limpio

* Para el adobo:

300 gr. de cebolla cortada en plumas gruesas

45 gr. de dientes de ajos pelados

1 rama grande de perejil

2 hojas de laurel

3/4 tsp de orégano seco

3/4 tsp de tomillo seco

1/4 tsp de pimienta negra en grano

3 clavos de olor

1 de rama de romero fresco de unos 12 cm.

2 tbs de sal gorda

300 ml. de AOVE

300 ml. de vinagre de vino blanco

300 ml. de vino blanco seco

200 ml. de agua

* Para el estofado:

la pieza de jabalí adobada

250 gr. de cebolla en trozos grandes

200 gr. de zanahorias peladas y cortadas en trozos de 3-4 cm.

100 gr. de pimiento rojo cortado en trozos de 3-4 cm.

150 gr. de salsa de tomate

1 tsp de tomillo seco

3/4 tsp de pimienta negra molida

12 hojas de apio deshidratadas

15 gr. de sal

300 ml. de vino tinto joven

200 ml. de agua

AOVE

ELABORACIÓN:

* Del adobo:

Poner al fuego una olla alta donde quepa después el jabalí y provista de tapadera. Introducir la mitad del aceite de oliva virgen extra, calentar y agregar la cebolla y los ajos. Sofreír a fuego bajo cinco minutos y añadir el perejil y el romero lavados, el orégano, el tomillo, la pimienta negra, los clavos y las hojas de laurel y continuar sofriendo hasta que la cebolla empiece a ponerse transparente. Añadir entonces la mitad del vinagre, el agua y la sal y hervir a fuego suave durante 20 minutos.

Retirar del fuego y dejar que se enfríe. Una vez frío, incorporar el resto del vinagre y el vino blanco, remover e introducir la pieza de carne. Agregar el resto del aceite de oliva, tapar y llevar al frigorífico. Es preferible que la carne quede cubierta por el adobo, pero no pasa nada si no la cubre del todo.

Mantener el jabalí en el adobo durante cinco días, dándole la vuelta a la carne cada doce horas.

* Del estofado:

Sacar la carne del adobo y tirar éste. Secar el jabalí con papel de cocina, atar con hilo de cocina, tapar y dejar dos horas a temperatura ambiente para que se temple.

Poner un buen fondo de aceite de oliva virgen extra en una cazuela. Calentar y dorar la carne por todas partes. Distribuir por los laterales del jabalí la cebolla, las zanahorias, los pimientos rojos, el tomillo, la pimienta negra molida, las hojas de apio picadas y la sal. Incorporar la salsa de tomate, el vino tinto y el agua. Mecer la cazuela para que se integren los ingredientes, tapar y cocinar a fuego medio-bajo durante dos horas y media, dando la vuelta a la carne cada treinta minutos. Comprobar el punto de cocción del jabalí pinchando la carne en el centro de la pieza con una brocheta, continuando la cocción si no estuviera tierna, comprobando cada 15 minutos el punto de la carne.

Sacar la carne de la cazuela y reservar al calor. Recuperar la mitad de los pimientos y de las zanahorias y pasar por el pasapurés el resto de la salsa, aligerándola con agua si quedara muy espesa.

Eliminar el hilo y cortar el jabalí en rodajas gruesas, acompañar con los pimientos rojos y las zanahorias cortadas en rodajas, salsear y servir.

A comer.

viernes, 5 de noviembre de 2021

Pisto especiado con cous cous

Para compensar las últimas recetas dulces, hoy toca una de hortalizas, que, precisamente ligera no es, debido a la presencia del cous cous, pero éste también hace que sea un plato bastante completo y saciante. Y lo mejor, que está para chuparse los dedos. El plato no, porque la gracia es que el cous cous absorba la toda la salsa del pisto, por eso es preferible que quede con bastante salsa. Pero como todo, eso es cuestión de gustos.

Hablando de gustos, me encanta el pisto. Es de esos platos que hago principalmente en verano, cuando la huerta está a pleno rendimiento, abrumando con su acostumbrada superproducción. Aunque en casa sólo lo como yo, preparo grandes cantidades y lo congelo por raciones para poder así disfrutar de él todo el invierno. Casi me ha costado preparar la receta de hoy, veía las hortalizas cortadas y me parecía poquísimo, acostumbrada como estoy a preparar un cangilón. Aún así, para acompañarlo con cous cous, han salido cinco raciones, que no está mal.

¡Ay, el cous cous! Con lo que me gusta y el tiempo que hacía que no lo comía, pero lo “redescubrí” este verano y ahora casi se lo pongo hasta al café, como decimos en mi casa cuando un alimento o un condimento se lo añadimos a casi todos los guisos. Y eso que tenía un paquete en la despensa desde hace ni sé, pero ahí estaba, cogiendo solera.

Recuerdo perfectamente la primera vez que comí cous cous. Estábamos mi hermana y yo pasando unos días en Fuerteventura, en casa de una amiga suya y un día nos juntamos en su casa a comer un grupo de jóvenes (han pasado veinticinco años, en aquél entonces toooodooos éramos jóvenes), entre los que se encontraba una chica oriunda de un país africano que no recuerdo, la cual volvía a su tierra y para despedirse hizo ella la comida. Preparó una fuente enorme de cous cous con verduras, pollo y pasas que, como es costumbre, colocó en el centro de la mesa, a la vez que nos decía que en su país ese plato se comía con los dedos, aunque a nosotros, europeos remilgados, no nos iba a hacerlo comer de esa manera. Tampoco teníamos el pan plano con el que se suele comer, pero armados de nuestras cucharas dimos buena cuenta de la fuente, que duró un milisegundo, todo hay que decirlo y no porque estuviéramos especialmente hambrientos, sino porque el plato estaba riquísimo. Al ver la velocidad con la que habíamos dado buena cuenta del cous cous, la pobre chica se sintió mal pensando que la comida había sido escasa, pero creo que si hubiera hecho el doble, nos habría durado lo mismo. Estaba realmente delicioso y guardo un grato recuerdo de aquella comida.

No sé si mi subconsciente condicionó con este recuerdo la elaboración de este plato. Había estado cogiendo los casi últimos pimientos y tomates de la huerta y andaba pensando qué hacer con ellos. Recordé que tenía abierto un paquete de cous cous y la receta salió sola: pisto, especias y cous cous. ¿Pero qué especias? Pues hice lo que hago siempre, ir a la despensa, mirar todos los botes de especias y dejar que me inspiren. Cogí los que me pareció que le irían bien a la receta y como de costumbre, fui mezclando, oliendo (ésto es importantísimo) y probando. Casi no tuve que hacer ajustes, porque quería una mezcla suave de especias, que se fundieran con las hortalizas sin abrumarlas. Para mi gusto el pisto quedó perfecto, con una presencia evidente de las especias pero sin que éstas se adueñen del plato y que siguen apreciándose una vez mezcladas con el cous cous, el cual suaviza mucho su sabor.

Aconsejo no pelar el calabacín ni la berenjena, para que así se mantengan más enteros. El tomate no suelo pelarlo pues la variedad que cultivamos tiene una piel finísima que a mí no me estorba. Del mismo modo no le quito las semillas, pues apenas tienen y no me molesta su presencia en el plato. Pero como todo, a gusto del cocinero.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para el pisto (rinde cinco raciones, aprox.):

180 gr. de cebolla

200 gr. de pimiento verde

120 gr. de pimiento rojo

260 gr. de calabacín

225 gr. de berejena

325 gr. de tomate

1/4 tsp de semillas de cilantro

1/2 tsp de ras el hanout

1/8 tsp de jengibre molido

1/8 tsp de macis

AOVE

sal

*Para el cous cous, por ración:

50 gr. de cous cous precocido de grano medio

50 gr. de agua

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

*Del pisto especiado:

Machacar en el mortero las semillas de cilantro. Mezclar con el resto de especias y reservar.

Lavar la berenjena y cortarla en rodajas de 1'5 cm. de grosor. Espolvorear con sal para que pierdan parte del amargor y dejar a un lado mientras se preparan el resto de hortalizas. Si la berenjena es muy tierna, este paso no es necesario.

Eliminar las hojas exteriores y las raíces de la cebolla. Cortar en dados de un centímetro de lado, aproximadamente y reservar.

Lavar los pimientos y el calabacín. Eliminar tallos, semillas y nervaduras interiores de los primeros y despuntar el segundo, dejándolo con piel. Cortar pimientos y calabacín en dados de 1'5 cm. de lado, aproximadamente y reservar por separado.

Lavar y pelar el tomate. Eliminar las semillas y cortar en dados 1'5 cm. de lado, aproximadamente. Reservar.

Lavar las rodajas de berenjena para quitar la sal, secar con papel de cocina, presionando con suavidad para eliminar el máximo de humedad y cortar en dados de 1'5 cm. de lado, aproximadamente. Reservar.

Disponer un buen fondo de aceite de oliva virgen extra en una cazuela amplia y calentar a fuego medio-alto. Introducir la cebolla, agregar un poco de sal y rehogar hasta que empiece a ablandarse. Añadir entonces los pimientos, remover, tapar y cocinar hasta que empiecen a ablandarse ligeramente. Incorporar a la olla el calabacín y en cuanto empiece a cambiar de color introducir la berenjena, remover, tapar y cocinar dos minutos.

Echar a un lado las hortalizas e inclinar la olla en sentido contrario para que escurra el aceite. Añadir a ese aceite la mezcla de especias y rehogar diez segundos. Mezclar las hortalizas con las especias rehogadas, agregar el tomate, remover, tapar la cazuela y continuar cocinando diez minutos. Quitar la tapadera, comprobar el punto de cocción de las hortalizas y cocinar, destapado para que se consuma ligeramente la salsa, de cinco a diez minutos o hasta que las hortalizas estén a nuestro gusto. Rectificar de sal y reservar caliente.

* Del cous cous:

Disponer el cous cous en un cuenco. Llevar el agua a ebullición y en cuando arranque el hervor, verter sobre el cous cous, tapar y dejar reposar cinco minutos. Destapar, añadir sal al gusto y un chorrito de aceite de oliva virgen extra cruda y remover con un tenedor hasta que los granos de cous cous estén completamente sueltos.

*Del emplatado:

Poner el cous-cous en el plato. Practicar una ligera hondonada en el centro y colocar en éste unos 200 gr. de pisto. Servir inmediatamente.

A comer.

lunes, 1 de noviembre de 2021

Bizcocho de helado de leche merengada

Los helados son para el verano, como las bicicletas y aunque el resto del año cae alguno porque siempre hay en el congelador, los consumimos muy esporádicamente, salvo en navidades, que suelo hacer helado de turrón de Jijona y le damos un aire, que ya ya, que después de la comida al personal le apetece más un helado que un polvorón y con eso de que es de turrón y estamos en esas fechas, parece que se “peca” menos. Tiene gracia eso, nos pegamos buenas comilonas o cenas (cada día menos, se notan mucho los años) sin dolernos prendas con las calorías saladas pero nos ponemos dignos con las dulces, “sólo un trocito de turrón, que engorda mucho” (¿y los canapés y el lechazo no?), “yo nada, que no me entra” (bueno, eso lo entiendo) “si hay helado sí, que es digestivo” (ya, como el chupito y como éste, “tampoco engorda”).

Disquisiciones aparte, tenía por el arcón congelador una tarrina con un poco de helado de leche merengada y ya me estaba aburriendo de verla, así que, aprovechando que tocaba limpieza de arcón y lo había sacado todo, decidí que la tarrina no volvía dentro. Como sabía que frío no se iba a comer, dejé que se derritiera y lo reconvertí en este tierno bizcocho, con ese sabor a canela que tanto me gusta. Quedó tan rico, que lo he repetido después con helado de vainilla y está igualmente muy rico, aunque nos gustó más el de leche merengada. Tengo que probar con helado de chocolate, seguro que también está muy bueno.

Al haber utilizado un resto de helado, es mi aportación de noviembre al proyecto 1+/-100, desperdicio 0 que Marisa, desde su blog Thermofan, promueve para evitar el desperdicio de alimentos y el reciclaje en general.

Si tenéis helado en el congelador, animaos a hornear este bizcocho, perfecto para el desayuno o para disfrutar a media tarde con un café o un té calentito, para pecar antes de ir a dormir o hacer más llevadero el insomnio.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

3 huevos L a temperatura ambiente

180 gr. de azúcar blanquilla

215 gr. de harina de trigo de todo uso

100 gr. de margarina vegetal a temperatura ambiente

120 gr. de helado de leche merengada, descongelado y a temperatura ambiente

12 gr. de impulsor químico

1/8 tsp de canela molida

margarina para el molde

harina para el molde

azúcar glas para espolvorear

*Y además:

un molde redondo con chimenea central de 22 cm. de diámetro o de 2'250 litros de capacidad

ELABORACIÓN:

Enmantequillar y enharinar el molde elegido, retirando el exceso de harina poniéndolo boca abajo y dándole unos golpecitos en la base y costados. Dejar a un lado.

Tamizar juntas la harina, la canela y el impulsor químico. Reservar.

Precalentar el horno a 200º C, con calor arriba y abajo.

Poner la margarina en un cuenco, preferiblemente estrecho y profundo y batir durante 20 segundos con las varillas eléctricas. Añadir el azúcar en forma de lluvia en tres veces y batir con las varillas hasta que la mezcla esponje y blanquee ligeramente. Agregar un huevo y batir con las varillas, primero a velocidad baja y cuando esté integrado, a velocidad alta durante unos 20 segundos. Proceder de igual modo con los otros dos huevos, no añadiendo el siguiente hasta que al anterior no esté perfectamente integrado.

Incorporar la mezcla de harina en tres veces y el helado en otras tres veces, alternado y empezando con los ingredientes secos. Integrar manualmente.

Verter la mezcla en el molde, colocar un paño de cocina en la encimera y dar unos golpecitos al molde contra ésta y encima del paño.

Introducir en el horno, colocando la rejilla en la posición central y hornear a 180º C y con calor abajo durante 40-42 minutos. Comprobar el punto de cocción pinchando el bizcocho con una brocheta: debe salir seca.

Sacar el molde del horno y colocarlo sobre una rejilla. Desmoldar a los 10 minutos y poner el bizcocho sobre la rejilla para que termine de enfriarse.

Cuando esté completamente frío, espolvorear con azúcar glas y servir.

A comer.

sábado, 30 de octubre de 2021

Buñuelos de chocolate rellenos de mermelada de albaricoque

La mayoría de las veces ando a las tres menos cuartillo (es decir, en el último momento), con las recetas, pero lo de hoy ya ha sido lo más, con deciros que a las seis de la tarde, de hoy, estaba haciendo las fotos... Y es que, contrariamente a mi costumbre porque no miro mucho el calendario a la hora de publicar, quería publicar una receta acorde con las fechas, con la de Todos los Santos, entiéndase, porque a mí lo de halloween como que no me llama, pero eso a lo mejor lo dejo para otro post, que si no me disperso. El caso es que no sabía qué cocinar, quería algo típico de mi tierra, pero los huesos de santo están, hoy por hoy, fuera de mi alcance culinario, así que la cosa quedaba reducida a los más fáciles buñuelos. Pero claro, no quería hacer los típicos de viento, esos que absolutamente todos los años hacía mi madre por estas fechas, rellenos de crema pastelera o vacíos y de los que, siendo preadolescente, creo porque no lo recuerdo con exactitud, comí tal cantidad que debí empacharme porque durante muchos años era pensar en ellos y revolvérseme el estómago, incapaz de comerlos, casi ni de mirarlos, por favor, qué asco me daban. Sólo los dulces, que a los de bacalao no les hacía ascos, qué ricos le quedaban a mi madre. Ahora que lo pienso, no los tengo en el blog, bueno, pues habrá que ponerle remedio un día de éstos.

Pues de chocolate con mermelada, ale, para que no sean los típicos. Aunque debería decir de cacao, que es lo que llevan. Independientemente de cómo los llame, están para chuparse los dedos y no sólo por la mermelada que pueda escurrir al darles un mordisco. Serios competidores le han salido a los buñuelos de lemon curd, que mira que están ricos, pero ahora no sé cuáles me gustan más. La masa no es dulce, es más, sabe a cacao amargo, lo que se compensa con la mermelada. Les he puesto de albaricoque pero seguro que de cereza o frutos rojos también les va muy bien, pues son sabores que combinan perfectamente con el amargo del cacao.

Salen 22 o 23 buñuelos no muy grandes. La parte difícil de esta receta es que como la masa es muy oscura, no resulta fácil saber cuándo están fritos, aunque os lo va a decir el ojo, es como cuando amasáis, la masa os dice cuándo está amasada. Para que os sirva de orientación, tardo unos 12-15 segundos en dar forma a cada buñuelo y cuando añado el quinto al cazo del aceite, saco el primero, de tal forma que nunca hay más de cuatro friéndose a la vez. Aunque tal vez lo mejor es que partáis el primero para vez cómo está su interior, eso os dirá si necesitan más o menos tiempo.

Normalmente os comento lo que tenéis que hacer al cocinar la receta de turno. Pues hoy os voy a decir lo que no tenéis que hacer y es rellenar los buñuelos en exceso, pues se os reventarán por algún lado. Tampoco os saltéis el paso de triturar la mermelada que con las prisas es lo que hice yo y luego se me obstruía la manga pastelera por los trozos de fruta. Si es que las prisas nunca son buenas para nada.

Os dejo. Me voy a la cocina a comer un buñuelo (o dos, o tres...).

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para 22-23 unidades, según tamaño

160 ml. de agua

60 gr. de margarina vegetal

25 gr. de azúcar blanquilla

una pizca de sal

2 huevos talla L a temperatura ambiente

80 gr. de harina de todo uso, tamizada

20 gr. de cacao desgrasado en polvo

3/4 tsp de impulsor químico

aceite de sabor suave, para freír

140 gr. de mermelada de albaricoque, aproximadamente

azúcar glas, para decorar

*Y además:

una manga pastelera o una bolsa de plástico apto para alimentos

una boquilla para rellenar o una boquilla estrecha (opcional)

ELABORACIÓN:

Tamizar juntos el cacao en polvo y el impulsor químico y reservar.

Poner en un cazo mediano el agua, la sal, el azúcar y la margarina y llevar a ebullición a fuego alto. Cuando rompa el hervor y sin quitar el cazo del fuego, añadir de golpe toda la harina tamizada, bajar el fuego a medio y remover hasta integrar. Continuar removiendo sobre el fuego a fin de secar la masa y hasta que la mezcla se separe de las paredes.

Retirar el cazo del fuego y dejar que la masa de temple ligeramente, removiendo de vez en cuando. Cascar un huevo en una taza, para evitar que caiga algún trozo de cáscara en la masa, añadirlo al cazo y remover hasta que se absorba el huevo. No añadir el siguiente hasta que el primero no esté completamente integrado. Proceder de igual forma con el segundo huevo.

Una vez bien integrados los huevos en la masa, agregar la mezcla de cacao e impulsor y remover para que se distribuya uniformemente.

Filmar la masa a piel y dejar reposar diez minutos a temperatura ambiente.

En un cazo pequeño, poner aceite suficiente como para que los buñuelos floten al freír. Llevar al fuego y calentar a fuego medio-alto. Cuando el aceite esté caliente, pero no en exceso para que los buñuelos no se hagan por fuera pero queden crudos por dentro y que luego se desinflen, incorporar bolitas de masa hechas con la ayuda de dos cucharillas de postre. No conviene poner muchas de cada vez para evitar que baje la temperatura del aceite (si fuera así, los buñuelos absorberán más aceite y se abrirán); además han de quedar holgadas para que la masa pueda darse la vuelta por sí sola a medida que se fríe. Sacar los buñuelos a un plato con papel de cocina para que absorba el exceso de aceite y dejar que se enfríen.

Si la mermelada estuviera muy espesa, templarla ligeramente. Triturarla con la batidora de brazo hasta conseguir una textura fina en la que no haya trozos de fruta. Disponerla en una manga pastelera o bolsa de plástico apto para alimentos, provista de una boquilla para rellenar o una de orificio fino. En su defecto, cortar la punta de la manga o de la bolsa, casi justo en el extremo.

Una vez fríos los buñuelos, practicar en cada uno una pequeña incisión con ayuda de unas tijeras. Introducir en la incisión la manga pastelera y rellenar con un poco de mermelada. Disponer en la fuente de servicio, espolvorear con azúcar glas y servir.

A comer.

lunes, 25 de octubre de 2021

Carrilleras de cerdo ibérico en salsa de vino tinto Utiel-Requena (D.O.P.) en olla rápida WMF

Carrilleras al vino tinto. Todo un clásico. Montones de recetas, al menos una por cada cocinillas y nunca las había hecho. Me empapo de recetas de cocinas de otros países (me acaban de prestar un libro de cocina marroquí que para mi pena, está descatalogado, pues tiene muchísimas recetas tremendamente interesantes y a priori, riquísimas y me encantaría comprarlo, pero va a ser que no), busco en terreno patrio otra forma de cocinar distinta a la mía y dejo de lado mucha veces recetas atemporales como ésta. Pero un día decidí que ya era hora de que abriera la botella de vino de Utiel-Requena que compré para el aniversario de Thermofan y que finalmente no utilicé. Me pareció tan rico, que pensé que le iría muy bien a unas carrilleras de cerdo ibérico que acababa de comprar, así que me puse a ello antes de que nos bebíéramos la botella y no me quedara para guisar y cociné esta delicia. La receta no tiene nada de original y seguro que hay cientos en la red iguales a ella o casi, no lo he mirado, pero no por eso está menos rica. El vino se puede cambiar por otro tinto joven, pero elegid uno que tenga cierta personalidad, nada de esos que venden para cocinar que son peleones a más no poder y que cuando el vino es protagonista de una receta, queda prohibida su utilización, no me vayáis a estropear un buen guiso por un mal vino.

Animaos a hacer esta receta, igual o lo que la imaginación o la despensa, os dicte y luego no me contéis que no habéis cerrado los ojos de placer al probar el primer bocado porque no os voy a creer.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

4 carrilleras de cerdo

100 gr. de cebolla cortada en plumas gruesas

75 gr. de zanahoria en rodajas finas

150 de tomate sin piel ni semillas, picado fino

150 ml. de vino tinto Utiel-Requena (D.O.P.)

1/2 tsp de orégano seco

1 pastilla de caldo de verduras

sal

pimienta blanca molida

AOVE

ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos de cocción que se indican lo son para una placa vitrocerámica de inducción. En el caso de utilizar otra fuente de calor (eléctrico, gas, halógeno), los tiempos variarán, debiendo ser adaptados. Lo mismo ocurre en caso de utilizar otra olla a presión o una cazuela convencional.

Limpiar las carrilleras de grasas e impurezas, sazonar ligeramente con sal y pimienta blanca molida y sellar a fuego fuerte en una sartén honda con un buen fondo de aceite de oliva virgen extra. Introducir la carne en la olla rápida.

Disponer en la sartén la cebolla y la zanahoria y freír a fuego medio-alto hasta que la cebolla esté dorada. Incorporar el tomate, bajar un poco el fuego y cocinar hasta que empiece a ablandarse. Agregar el vino tinto, desglasar los jugos de la sartén, evaporar el alcohol y añadir la pastilla de caldo desmenuzada. Remover para que se disuelva y verter el contenido de la sartén en la olla rápida por encima de las carrilleras.

Espolvorear el orégano por encima de la carne, cerrar la olla y llevarla a ebullición. En cuanto suban las marcas de la válvula, bajar progresivamente el fuego para que cueza despacio durante 18-20 minutos (según tamaño) manteniendo siempre la presión y procurando utilizar una potencia mínima de fuego, evitando de esta manera que se deshagan las carrilleras.

Transcurrido el tiempo, dejar que la olla pierda presión fuera del fuego.

Abrir la olla y comprobar el punto de cocción pinchando la carne con una brocheta o aguja gruesa. Poner a cocer otro par de minutos o el tiempo necesario si no estuvieran tiernas.

Sacar la carne a un plato y pasar la salsa por el pasapurés dejándola con una textura un poco gruesa, rectificar de sazón, si procede, devolver salsa y carrilleras al fuego para que recuperen temperatura, emplatar y servir.

A comer.

viernes, 15 de octubre de 2021

Paté de hígado de pollo al brandy

Comentaba Marisa hace unos días en su Pisto del revés revisitado (por cierto, me encanta el nombre de la receta) que la berenjena no es nada fotogénica pero sí muy rica y eso mismo pensé yo cuando hice este paté, que bueno está un rato, pero la vista... Seguro que si hubiera pasado por las manos de un estilista de alimentos se vería mucho más bonito y apetecible, pero éste es un rincón modesto en el que se muestra la comida tal como es y con el mismo aspecto que tendrá en las manos de cualquiera que se anime a hacer alguna receta, porque es muy frustrante invertir esfuerzo e ilusión en preparar un plato y comprobar que el resultado final, a la vista, en nada se parece a aquél que mostraba la fuente de la receta. Y vale que ya partimos de la base que las recetas de revistas, libros y sitios de internet profesionales tienen mucho trabajo de estilismo y de edición fotográfica, pero de ahí a que se falseen las fotografías, por no hablar de las recetas que clarísimamente no están cocinadas como se explican, hay mucho trecho. Si ya antes miraba atentamente las fotografías, ahora las escudriño con lupa buscando las posibles “trampas”, más fáciles de ver en ediciones impresas que en formato digital y que van más allá de licencias artísticas, lo que viene a colación de que hace un par de días, destripando la fotografía de un guiso de carne, se veía claramente que las cebollitas y las zanahorias no se habían cocinado con el guiso, si no que se habían cocinado aparte y añadido al plato una vez montado, al igual que las ciruelas pasas, que ni siquiera estaban cocinadas. ¡Pero si la carne no estaba guisada, si no frita y salseada! Señores, eso no es serio, eso es engaño.

En cambio este paté no tiene nada de engañoso. Ese color tan oscuro es el suyo, porque el hígado cuando se cocina se pone muy oscuro y como este paté es casi todo hígado, su color predomina y no queda rosado como otros que se ven por ahí. Pero está bueno, muy bueno en realidad. Aunque está más rico a temperatura ambiente, frío también está muy rico y se unta bien. Su sabor es dulzón pero no demasiado, por lo que le van genial unos pepinillos en vinagre, si os gustan los contrastes.

No sobre cocinéis el hígado, porque se volverá más duro, por eso es importante picarlo en trozos pequeños, para que se haga antes sin correr el riesgo de que se ponga más rígido y así conseguir después un paté de textura fina y cremosa, con cuerpo pero muy untable, que apenas endurece una vez hecho.

Tal vez os llame la atención la leche enriquecida con nata (*). En casa tomamos leche desnatada y para esta receta necesitaba que tuviera algo de grasa para que el paté no resultara demasiado magro, con lo que aquélla no me servía y tampoco quería abrir un brick de nata para tan poca cantidad, así que he utilizado monodosis de nata para café (en realidad es leche con nata, según los ingredientes), esas tarrinitas pequeñas de leche que dan en los aviones cuando te sirven el café (o daban, que hace años que no subo a uno). Creo que tienen la cantidad de grasa perfecta para la textura final del paté. Pero llegado el caso ni no queréis comprarlas, funcionará igual de bien sustituir la leche enriquecida por 15 gr. de leche desnatada y 15 gr. de nata con un 18% de materia grasa.

Para evitar que el paté se oxide en exceso, aconsejo, una vez se enfríe completamente, cubrirlo con una fina capa de mantequilla derretida, aunque si os gustan los patés tanto como a nosotros, no le daréis tiempo a que se oxide.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

300 gr. de hígados de pollo, a temperatura ambiente

100 gr. de cebolla

15 gr. de mantequilla

15 ml. de AOVE

30 ml. de brandy

30 gr. de leche enriquecida con nata (10% de materia grasa) (*)

10 gr. de copos de puré de patata

3 gr. de sal rosa del Himalaya

2 gr. de mezcla de cinco pimientas recién molida

ELABORACIÓN:

Limpiar los hígados de grasas, telas e impurezas. Sumergir en agua fría durante quince minutos, escurrir, lavar, secar con papel de cocina, picar en trozos pequeños y reservar.

Disponer en una sartén la mantequilla y el aceite de oliva virgen extra y llevar al fuego. Añadir la cebolla previamente cortada en brunoise y rehogar a fuego medio-alto y removiendo hasta que se ponga blanda y empiece a dorarse. Agregar entonces los hígados reservados, subir un poco el fuego y rehogar, removiendo, hasta que cambien de color; si empezaran a soltar agua, subir el fuego al máximo para que se consuma, sin dejar de remover. Incorporar la sal, las pimientas molidas y el brandy. Evaporar el alcohol y continuar la cocción hasta que la salsa reduzca y espese.

Bajar un poco el fuego y agregar la leche enriquecida. Remover y cuando recupere el hervor, apagar el fuego, apartar los hígados a un lado de la sartén y espolvorear los copos de puré de patata en la zona que tiene sólo salsa. Tapar y dejar en reposo un minuto. Destapar, remover para terminar de hidratar el puré y pasar el contenido de la sartén al vaso de la batidora de brazo.

Triturar inmediatamente la mezcla con la batidora de brazo hasta conseguir una pasta fina y homogénea, densa y untuosa, rectificando de sal, si procede. Aún caliente, pasar el paté al recipiente elegido, procurando que no queden huecos de aire, alisar la superficie y filmar a piel.

Dejar que el paté se enfríe a temperatura ambiente y después llevar al frigorífico hasta el día siguiente para que se asienten los sabores.

Consumir a temperatura ambiente. A comer.

domingo, 10 de octubre de 2021

Pollo con arándanos rojos y manzanas

Leo en la prensa local “el sector hostelero espera llegar al cien por cien de ocupación en el puente de la Hispanidad”. No es que la noticia me llame la atención, era algo de esperar que en cuanto nos dieran “permiso” iba a ser la estampida general pero eso me lleva a pensar que a pesar de mascarillas y distancia social, hemos perdido el miedo o hemos normalizado la situación o estamos más perdidos que un pulpo en un garaje ya que con tanta norma según qué sitios, ya no sabes qué hacer, ¿tengo que guardar una distancia de metro y medio con el resto de consumidores en la cola de la caja del súper en la que estoy cinco minutos y no hablo con nadie y puedo ver un partido de fútbol en el estadio rodeada de gente bien cerquita por los cuatro costados y vociferando como energúmenos, menda incluida, durante 105 minutos? ¿qué pasa, que el virus come pero no es futbolero? ¿en Castilla y León podemos instalarnos toda la panda en la barra del bar para bebernos la destilería de Dyc y en Aragón nos tenemos que sentar bien formalitos y repartidos en las mesas y acercarnos a la barra sólo para pedir? ¿es que la virulencia aumenta cuanto más al norte?. A estas alturas no voy a entrar a debatir en la multitud de incongruencias a la que conlleva veinte gestiones distintas para la misma situación, pero es que algunas cosas claman al cielo. Esperemos que ya quede poco, que me estresa un poquito tener que informarme sobre la normativa local del destino vacacional, que no estudié tanto ni en el colegio y eso que las restricciones están ahora más unificadas.

Así que, para no tener que hacer un máster previo para cuatro días de vacaciones, este puente trabajo. Vaaaleee y porque alguien tenía que quedarse en la oficina. Para que os hagáis una idea de la estampida de la que hablaba, de once personas el lunes sólo trabajamos tres y porque no podemos cerrar, que si no... ¿Y vosotr@s, también habéis hecho las maletas u os habéis quedado a levantar el país, como se decía antes?.

Si no habéis salido, os animo a que cocinéis la receta de hoy. Sabe a otoño, con las manzanas y los arándanos rojos y es rica y sencilla. La receta es de Pan y Rosas y pensaba haberla seguido más fielmente, pero entre lo que cambié porque no tenía, lo que añadí porque me apeteció y lo que no puse porque se me olvidó, se ha distanciado un poco de la receta original, aunque en esencia es la misma.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

4 cuartos traseros de pollo

50 gr. de arándanos rojos deshidratados

2 manzanas

3 pimientas de cayena frescas

1 limón pequeño

4 dientes de ajo

1 pastilla de caldo concentrado de verduras

1 tbs colmada de tomillo seco

100 ml. de brandy

sal

AOVE

* Y además:

una bandeja apta para horno, preferiblemente provista de rejilla

ELABORACIÓN:

Precalentar el horno a 200º C, con calor arriba y abajo.

Disponer la bandeja de hornear, sin la rejilla, si se usa, en la superficie de trabajo.

Introducir en un recipiente el brandy y los arándanos rojos, dejándolos en remojo 30 minutos. Pasado ese tiempo, colar los arándanos, distribuir en la bandeja de hornear y reservar el brandy .

Lavar los cuartos traseros y secar con papel de cocina. Separar los muslos de los contramuslos y reservar.

Pelar los ajos, partir a lo largo y eliminar el germen, si lo tuvieren y añadir a la bandeja de hornear.

Lavar el limón y exprimirlo hasta obtener 20 ml. Eliminar el interior blanco de la piel del limón, reservar el zumo e incorporar la piel a la bandeja de hornear .

Lavar las pimientas de cayena. Perforarlas con un palillo o si se desea que aporten más sabor, picarlas menudas. Añadir a la bandeja de hornear y colocar la rejilla, si se usa.

Poner un buen fondo de aceite de oliva virgen extra en una sartén y llevar al fuego. Sazonar ligeramente las piezas de pollo y freír en el aceite bien caliente hasta que la piel empiece a tostarse. Pasar la carne a la bandeja de hornear a medida que se vaya friendo, colocándola con la piel hacia abajo. Una vez dispuestas todas las piezas, espolvorear con la mitad del tomillo seco.

Lavar y secar las manzanas. Cortarlas en octavos y descorazonarlas, introducir en la sartén y rehogar a fuego fuerte hasta que empiecen a dorarse. Sacar a un plato y reservar.

Dejar que el aceite sobrante pierda un poco de temperatura, añadir el brandy reservado a la sartén y la pastilla de caldo desmenuzada. Llevar a ebullición para evaporar el alcohol y desglasar los jugos.

Incorporar el contenido de la sartén a la bandeja del pollo e introducirla en el horno. Hornear 15 minutos, dar la vuelta a las tajadas, espolvorear por encima el resto del tomillo y hornear 5 minutos, incorporar los gajos de manzana, colocándolos entre el pollo y continuar horneando otros 10 minutos, añadiendo agua al asado si fuera necesario.

Dejar reposar cinco minutos antes de servir.

A comer.