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lunes, 4 de noviembre de 2024

Chutney de melocotón al ron

Con los últimos melocotones de una cosecha que este año ha sido tardía y poco abundante, preparé este chutney que está de muerte lenta, si es que os gustan los chutneys, claro, pero me parece a mí que si no es el caso, con éste cambiaréis de opinión. Y es que no sé qué tienen los chutneys que son adictivos, con esa mezcla de sabores ácidos, dulces y especiados que te hacen volver al tarro una y otra vez buscando en cada bocado los sabores que lo componen. Bueno ese es mi caso cuando lo como sólo con pan tostado o galletas saladas, confieso que me cuesta mucho parar...

Además de solo, podéis servirlo con queso, fiambres o carnes frías. O como acompañamiento gourmet de una carne asada. ¿Os imagináis una mesa con una carne asada al centro, fileteada y rodeada de una serie de guarniciones de verduras salteadas, puré de patatas y este chutney? De estrecha michelín...

Aunque se puede consumir inmediatamente, no lo aconsejo. Recién hecho los sabores son un poco, como diría... "ordinarios". Pero pasadas un par de semanas éstos se afinan y suavizan, dando como resultado un chutney ligeramente dulce con notas ácidas, picantes y aromáticas, todas muy suaves y un divertido e interesante crunchy gracias a las semillas de mostaza. Si después de ésto no os animáis a hacerlo, ya no sé cómo convenceros...

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para 580 gr., aproximadamente:

750 gr. de melocotones maduros y firmes, sin piel ni huesos

150 ml. de ron añejo

75 ml. de vinagre de manzana

3/4 tsp de semillas de mostaza amarilla

1/4 tsp de cúrcuma en polvo

6 clavos de olor, enteros

1/2 tsp de jengibre en polvo

12 granos de pimienta negra

100 gr. de azúcar blanquilla

1 tbs de ralladura de limón

ELABORACIÓN:

Picar groseramente los melocotones en trozos de distintos tamaños y colocar en una cazuela grande y amplia. Añadir el ron, el vinagre, la mostaza, la cúrcuma, los clavos y el jengibre.

Machacar ligeramente en un mortero los granos de pimienta y agregar a la cazuela.

Llevar la cazuela al fuego y cocer a fuego medio hasta que la fruta empiece a soltar líquido. Subir gradualmente el fuego hasta medio-alto y hervir, removiendo y machacando al mismo tiempo la fruta (sólo ligeramente, deben quedar trozos de melocotón), hasta que la mezcla se reduzca a la mitad, aproximadamente 20-25 minutos.

Quitar la cazuela del fuego y añadir el azúcar. Remover y devolver al fuego. Hervir 5 minutos o hasta que desaparezca la espuma que se haya formado en la superficie.

Apagar el fuego, desechar los clavos y dejar templar el chutney durante 10 minutos, removiendo. Incorporar la ralladura de limón y mezclar.

Llenar con el chutney aún caliente, unos frascos pequeños limpios, de 150-200 ml. de capacidad, aproximadamente, dejando un espacio libre de un centímetro hasta el borde. Cerrar e introducir en una olla, cubrir con agua, tapar y cocer a fuego fuerte 10 minutos desde que empiece a hervir con fuerza. Apartar del fuego, destapar y dejar templar el agua. Sacar entonces los tarros y dejar enfriar completamente. Etiquetar y almacenar en un lugar fresco y oscuro. Una vez abierto un frasco, conservar en el frigorífico.

Si el chutney no se va a meter en conserva, deberá mantenerse en el frigorífico y esperar quince días antes de consumir para que desarrolle todo su sabor.

A comer.

lunes, 28 de octubre de 2024

Bizcocho de pistacho y limón

Si hay algo que me guste son los postres con frutos secos (con permiso del chocolate), de preferencia en formato bizcocho, pero que tampoco lo hago ascos a otras presentaciones que conste. Ese punto húmedo que los frutos secos aportan a las masas de los bizcochos es para mí adictivo, nunca tengo suficiente con una porción, siempre vuelvo a por una segunda, así que las corto finas para que la suma de ambas no resulte excesiva, que de calorías ya van bien cargados esta clase de bizcochos y precisamente falta no me hacen. Pero un día es un día...

Este es un bizcocho poco dulce y ligeramente húmedo, con el suave aroma de los pistachos y la frescura del limón. El contraste con el glaseado dulce y ácido a la vez es delicioso. No tenéis que agradecerme a mí esta delicia, la receta no es mía, la adapté de una que vi en internet y contrariamente a mi costumbre, no anoté el sitio, así que pido disculpas a su autor/a por el lapsus.

No os limitéis a imaginar su sabor. Hacedlo y disfrutad.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para el bizcocho:

170 gr. de harina de trigo

75 gr. de pistachos tostados sin sal (pesados sin cáscara), picados

150 gr. de azúcar blanquilla

1 tsp de impulsor químico

1/2 tsp de bicarbonato de sodio

1/4 tsp de sal rosa del Himalaya

3 huevos tamaño L a temperatura ambiente

100 ml. de aceite de girasol

200 ml. de nata con un 18% de materia grasa

15 gr. de azúcar vainillada

10 gr. de ralladura de limón

*Para el glaseado:

75 gr. de azúcar glas

15 ml. de zumo de limón, recién exprimido y filtrado

pistachos tostados sin sal ni cáscara y picados, para decorar

*Y además:

un molde de 21 cm. de largo por 11 cm. de ancho (medidas base) y 7 cm. de alto o 1,650 ml. de capacidad

margarina y harina o papel sulfurizado, para el molde

ELABORACIÓN:

Enmantequillar y enharinar el molde o bien forrar con papel sulfurizado. Dejar a un lado.

Precalentar el horno a 200º C, con calor arriba y abajo.

*Del bizcocho:

Mezclar los dos azúcares y la ralladura de limón. Frotar con los dedos para que los azúcares se impregnen de los aceites de la ralladura y reservar.

Tamizar juntos la harina, la sal, el impulsor y el bicarbonato. Añadir la mezcla de azúcar y ralladura, así como los pistachos picados y mezclar. Reservar.

Batir los huevos con un tenedor, añadir el aceite y la nata e integrar. Verter sobre la mezcla de ingredientes secos y mezclar justo hasta que éstos se vean completamente impregnados de los ingredientes húmedos, cuidando de no batir en exceso.

Volcar la mezcla en el molde preparado. Dar unos golpecitos sobre la encimera para eliminar las posibles burbujas de aire, nivelar la superficie e introducir en el horno, colocando la rejilla en la segunda posición (contada desde abajo).

Hornear a 180º C con calor sólo por abajo durante 40 minutos. Comprobar el punto de cocción pinchando el bizcocho con una brocheta, estará listo cuando salga seca.

Sacar el molde a una rejilla y desmoldar a los diez minutos. Dejar enfriar completamente sobre la rejilla antes de bañar con el glaseado.

*Del glaseado:

Mezclar en una taza el azúcar glas y el zumo de limón hasta que el glaseado quede liso. Rociar inmediatamente sobre el bizcocho y espolvorear enseguida con pistachos picados.

Dejar que el glaseado se seque y servir.

A comer.

lunes, 21 de octubre de 2024

Pollo al limón

”Si la vida te da limones, haz limonada”. Bueno, en mi caso casi ha sido literal, aunque no exactamente la vida, sino un conocido el que me dio un montonazo de ellos, de cultivo ecológico, muy aromáticos y poco ácidos, Y después de repartir generosamente a la familia y ponerle limón a toda carne y pescado que entraba en el horno, más a algún marisco cocido y a la plancha, seguía teniendo limones con los que ya no sabía qué hacer. Así que me di un paseo por la red buscando inspiración.

Y la encontré. En alguna ocasión me ha servido para preparar platos nuevos y en otra, como esta receta de Kwan Homsai, para replicarla con apenas modificaciones, como sustitución de algún ingrediente que no tenía, eliminación del azúcar y ajuste de sazón y acidez.

Como imaginaréis, está riquísimo, si no no os lo traería por aquí. La salsa me recuerda muchísimo a la del primer pollo al limón que comí en un restaurante chino, allá por la prehistoria y que no ha vuelto a encontrar en ningún restaurante. Además es facilísimo de hacer y rápido, pues en lo que se macera el pollo se prepara la salsa y luego no es más que freír, regar con un poco de salsa, espolvorear con ralladura de limón (se me olvidó hacerlo para las fotos) y a la mesa.

Os he dicho que es fácil y es verdad, pero, porque algún “pero” tenía que tener, hay que controlar muy bien la temperatura del aceite, ya que si está demasiado caliente, quemará el almidón de maíz antes de que se cocine la carne, dejando residuos negros en el pollo poco agradables a la vista y de seguro malos para la salud. Ya aviso.

Sigo buscando recetas en las que emplear limones antes de que se me estropeen. Se aceptan sugerencias.

Ahora que caigo, no he hecho limonada...

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para el pollo:

260 gr. de pechuga de pollo, cortada en tiras gruesas

10 ml. de salsa de soja ligera

1 huevo tamaño L

5 gr. de ajo, prensado

1/8 tsp de jengibre en polvo

150 gr. de almidón de maíz (maizena)

aceite para freír

*Para la salsa:

10 ml. de zumo de limón

1 tsp, colmada, de ralladura de limón

1 tsp de miel

8 gr. de almidón de maíz (maizena)

1/4 tsp de salsa de soja ligera

1 pizca de cúrcuma en polvo

agua

sal

*Para servir;

ralladura de limón

ELABORACIÓN:

*De la salsa:

Disolver el almidón de maíz en 100 ml. de agua, añadir el zumo de limón, la ralladura, la miel, la salsa de soja y la cúrcuma. Llevar a ebullición a fuego bajo hasta que espese, removiendo constantemente. Rectificar de sal y ajustar el espesor añadiendo más agua, si fuera necesario. Reservar caliente.

* Del pollo:

Batir el huevo y disponer 27 gr. (la mitad, aproximadamente) en un bol. Reservar el huevo sobrante para otros usos.

Añadir al bol del huevo batido el ajo, el jengibre y la salsa de soja. Mezclar y agregar el pollo. Remover para que se impregne bien la carne y macerar en lugar fresco durante 30 minutos.

Pasado el tiempo de maceración, sacar las tiras de pechuga a un plato, escurriéndolas. Rebozar ligeramente en la maizena y freír a fuego medio-alto hasta que estén doradas y crujientes. Escurrir en papel absorbente de cocina y servir inmediatamente regadas con un poco de salsa caliente, espolvoreadas con ralladura de limón y con más salsa aparte.

A comer.

lunes, 14 de octubre de 2024

Carrillera de ternera en salsa de manzana

Tenían en la carnicería seis carrilleras de terneras hermosas y muy frescas, se iban los ojos detrás de ellas y cual egoísta Gollum las quise todas para mí, pues pocas veces las encuentro como aquéllas y no podía marcharme a casa sin llevarlas. La carnicera tan contenta, supongo, porque además ese día hice una compra bastante importante y es que cuando voy a la carnicería o a la pescadería y el producto es de primera calidad, no puedo resistirme y compro como si fuéramos ocho en casa. Luego cuando saco la compra y veo tooodo lo que tengo que cocinar o preparar para congelar me digo “si es que no cambio, la próxima vez no compro tanto”. Sí, mucho propósito de enmienda y ni caso que me hago, prefiero ir pocas veces a la tienda porque sé lo que pasa y ni os cuento cuando empieza el tendero “mire señora, que acabo de bajarle el precio a tal artículo”, tengo que hacer muchos esfuerzos para no caer en la tentación, salvo que sea algo que no me guste o como el otro día, que cuando quiso atraerme con el nuevo precio que le acababa de poner al bonito, ya había comprado salmón, lubina y trucha e iba bien servida por esa vez.

Total, que me llevé las seis carrilleras y las cociné de varias formas, siendo una de ellas la que hoy os enseño. Como una vez limpia de grasas e impurezas pesó más de medio kilo, fue suficiente para que comiéramos los dos, pues aunque es un tipo de carne que encoge mucho al cocinarse, es densa y llena. Además la acompañé con puré de patatas, con lo que el plato resultó muy completo por no hablar de lo bueno que estaba el puré bien impregnado de la salsa, es más, confieso que me sobró salsa en el plato y en vez de mojarla con pan, la “mojé” con puré. Pero que no entere nadie...

Aprovechando que había sacado la olla lenta de lo alto del armario, cociné la carrillera en ella. Casi siempre la hago en la olla rápida, mi gran aliada en la cocina cuando el tiempo es escaso, lo que suele ser lo habitual y el resultado es muy bueno. Pero a este tipo de corte con tanto colágeno, las cocciones a fuego lento le van muy bien y el resultado en la slow cooker está a otro nivel: tan tierna que no hace falta cuchillo para cortarla pero no deshecha y tremendamente jugosa.

Las fotografías no le hacen justicia, ni la luz acompañaba ni mi inspiración. Pero que no os engañen, está deliciosa.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 carrillera de ternera entera, sin hueso ni grasas (550 gr. aproximadamente)

175 gr. de cebolla, cortada en plumas

175 gr. de manzana granny smith, pelada y cortada en dados grandes

1 diente de ajo (10 gr.), pelado y prensado

1 pastilla (10 gr.) de caldo concentrado de verduras

15 gr. de Bovril u otro concentrado de carne

1/8 tsp de pimienta negra molida

500 ml. de agua

AOVE

sal

puré de patatas (para servir)

ELABORACIÓN:

Salar ligeramente la carrillera y dorar por todos los lados en aceite de oliva virgen extra muy caliente. Reservar.

Dejar que el aceite pierda un poco de temperatura y rehogar la cebolla, la manzana y el ajo a fuego medio hasta que el ajo empiece a dorarse.

Verter el contenido de la sartén en el recipiente de cerámica de la olla lenta. Espolvorear con la pimienta negra y acomodar la carrillera junto con los jugos que haya podido soltar.

Calentar 200 ml. del agua en el microondas y disolver la pastilla de caldo desmenuzada y el Bovril. Añadir a la carrillera, así como los 300 ml. de agua restante.

Colocar la tapa de la slow cooker y cocinar en MEDIUM cuatro horas. Dar la vuelta a la carrillera y cocinar una hora más a la misma temperatura.

Comprobar el punto de cocción de la carrillera pinchándola con una brocheta. Si fuera necesario, continuar con la cocción, comprobando el punto de la carne cada 15 minutos.

Rectificar de sal, si procede (no le puse más), triturar la salsa si se desea (no lo hice) y servir con puré de patata y salsa aparte.

A comer.

lunes, 7 de octubre de 2024

Mermelada de fresas y vino dulce

Aún quedan fresas en la huerta, bastantes a decir verdad, pues aunque este año el verano empezó más tarde de lo habitual por estos lares, lo que supuso que frutas y verduras hayan venido con retraso, la cosecha de algunos productos hay sido muy abundante, no todos, porque la de manzanas, tomates, pimientos, pepinos y calabacines ha sido un completo desastre, pero de lo demás ha habido y hay en abundancia y en el caso de las fresas, podría poner un puesto en la carretera y vender, porque creo que ningún año han sido tan prolíficas.

La primera vez que hice esta mermelada se la di a probar a mi pareja sin decirle qué llevaba. Nada más probarla dijo que estaba riquísima, que no sabía como otras que había hecho y que en adelante la hiciera siempre así. No digo más. La verdad que está buenísima. No penséis que sabe a vino, sabe a fresas... con algo más. Como ha habido muchas fresas he hecho varios lotes y no he variado la receta, ¿para qué si es “casi” perfecta? Y digo lo de “casi” porque todo se puede mejorar, aunque en el caso de esta mermelada, lo veo difícil, jjj...

He utilizado un vino dulce de una bodega de La Seca que tiene despacho en Valladolid y lo vende a granel. De los pocos sitios en los que aún se vende vino de esa forma, el día menos pensado cierra y me tocará volverme mico buscando un vino que se le parezca. Cuando eso ocurra, lo sustituiré por Oporto, pues se parece bastante o Jerez dulce, que creo que también irá bien. Y si no queda otro remedio, un Pedro Ximénez un poco rebajado o una Mistela, seguro que funcionan.

Os conmino encarecidamente a que hagáis esta mermelada, seguro que os enamora. Todavía hay fresas en el mercado, pero si no las encontráis, guardad la receta para el año próximo. Me lo agradeceréis.

Un último consejo: haced lotes pequeños para que así la mermelada se haga antes y la fresa conserve mejor su sabor natural. Si cuece en exceso, sabrá a fruta cocida y no estará tan rica. Haced la prueba y notaréis la diferencia.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

750 gr, de fresas maduras, lavadas, escurridas y sin tallo

115 gr. de vino blanco dulce

225 gr. de azúcar blanquilla

ELABORACIÓN:

Picar la fresas en trozos pequeños e introducir en una cazuela. Añadir el vino blanco dulce, remover y llevar al fuego. Cocer a fuego medio hasta que la fruta empiece a soltar líquido. Subir gradualmente la temperatura hasta media-alta y hervir, removiendo y machacando al mismo tiempo las fresas hasta que la mezcla quede reducida a un tercio, unos 20-25 minutos,

Apartar la cazuela del fuego, agregar el azúcar, mezclar y devolver al fuego. Remover continuamente (cuidado con las quemaduras por salpicaduras) hasta que desaparezca la espuma que se forma al hacer mermeladas, aproximadamente 5 minutos desde que recupere el hervor. En este momento la mermelada ya estará hecha. Para una mermelada muy espesa, prolongar la cocción otros cinco minutos, teniendo en cuenta que espesará aún más al enfriar.

Llenar con la mermelada aún caliente, unos frascos pequeños limpios, de 150-200 ml. de capacidad, aproximadamente, dejando un espacio libre de un centímetro hasta el borde. Cerrar e introducir en una olla, cubrir con agua, tapar y cocer a fuego fuerte 10 minutos desde que empiece a hervir con fuerza. Apartar del fuego, destapar y dejar templar el agua. Sacar entonces los tarros y dejar enfriar completamente. Etiquetar y almacenar en un lugar fresco y oscuro. Una vez abierto un frasco, conservar en el frigorífico.

Si la mermelada no se va a meter en conserva, deberá mantenerse en el frigorífico y esperar 48 horas antes de consumir para que desarrolle todo su sabor.

A comer.

lunes, 5 de agosto de 2024

Tosta de pollo y albaricoque con salsa de yogur y limón

Cinco de agosto... No sé si habrá alguien por ahí asomándose a mi cocina, creo que no, porque me parece sentir mucho eco... Si estáis a remojo en la playa, la piscina o el embalse o haciendo el cabra por el monte o disfrutado de nuestro rico patrimonio cultural o del de más allá de nuestras fronteras o simplemente estáis disfrutando de vuestro descanso vacacional tranquilamente en casa, me alegro mucho y si no es el caso, disfrutad igualmente del tiempo libre que os dejen vuestras obligaciones.

Confieso que pensaba hacer novillos esta semana pero ayer preparé esta tosta que quedó tan buena, que no he podido por menos que venir a enseñárosla. La receta no es mía sino de Concha, del blog De Buena Mesa y la verdad, os recomiendo encarecidamente que la hagáis antes de que desaparezcan del mercado los últimos albaricoques, que si la dejáis para el año que viene ya sabemos lo que pasa, que queda en el olvido junto con todas esas recetas que nos gustaría hacer si tuviéramos tantas vidas como los gatos...

He hecho alguna pequeñísima variación, como cambiar los brotes de lechuga por una mezcla de canónigos y rúcula y hacer la salsa a mi modo, básicamente porque no me gusta el yogur de limón, me sabe a medicina y porque me dio pereza tostar las semillas de sésamo. En su lugar, he utilizado 60 gr. de yogur griego sin azúcar, 5 ml. de aceite de sésamo tostado, 5 ml. de zumo de limón recién exprimido y bastante pimienta negra recién molida, suficiente salsa para dos tostas como la que os enseño. Está mal que yo lo diga, pero la salsa está brutal. Tal vez la vuelva a hacer y la publique, porque en verdad lo merece.

Finalicé la tosta espolvoreándole por encima ralladura de limón y unos granos de pimienta rosa machacados. También he cambiado la presentación, como podéis observar si os pasáis por el blog de Concha, lo que os conmino a que hagáis para ver cómo se hace esta delicia, no sólo porque la receta es suya, sino también porque explica muy bien cómo se hace y porque me da mucha flojera escribirla yo, que es que os lo tengo que contar todo...

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

lunes, 29 de julio de 2024

Crema fría de pepino y manzana

Si la vida te da limones, haz limonada”. Y si te da fresas, calabacines, pimientos, pepinos y otros productos de huerta, vuélvete tarumba ideando recetas en las que utilizar el exceso porque aquí no se tira nada. De esta necesidad a veces salen elaboraciones maravillosas, como la mermelada que tenia pensado publicar hoy pero que ha sido desplazada por esta crema que no puse en el blog el día que la hice por no salirme de mi rutina de publicar los lunes y que está... de vicio total, si os gusta el pepino, claro, aunque al llevar la manzana y sobre todo, mucho limón, el sabor de aquél no es muy pronunciado.

Es una crema para tomar con cuchara que queda con una textura muy ligera. Se puede degustar sola, pero el queso fresco batido, sólo ligeramente mezclado, le aporta una cremosidad muy agradable y el sésamo algo de crujiente.

Otra opción es añadirle agua hasta que quede con textura bebible, prescindiendo en este caso del queso y del sésamo y también está riquísima, os lo garantizo, porque es lo que hice con la última ración para que me cundiera más.

Con cuchara o bebida, es tremendamente refrescante, lo que es de agradecer ahora que ya el verano ha irrumpido apoteósicamente con temperaturas diurnas de 36/38 grados y nocturnas (que es lo peor) de 18/20 y que como es costumbre por aquí, lo ha hecho de golpe, pillando al personal con el pie cambiado y el cuerpo desacostumbrado. Menos mal que durará pocas semanas, pues de mediados de agosto en adelante las temperaturas ya se suavizan mucho. Eso si tenemos un verano “normal”, se entiende, porque este año no lo está siendo mucho. Luego nos quejaremos de lo poco que ha durado el buen tiempo...

Entramos en la recta final del curso bloguero y ya sois muchas las cocinas que habéis cerrado o lo haréis estos días. La mía la mantendré abierta, tal vez publique menos, no sé, ya veremos. En cualquier caso, feliz verano.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

Para 800 ml., aproximadamente

500 gr. de pepino (*)

300 gr. de manzana granny smith, pelada y sin semillas

45 gr. de zumo de limón recién exprimido

1/4 tsp de sal rosa

queso fresco batido 0% materia grasa (tipo quark) y semillas de sésamo, para servir

ELABORACIÓN:

(*) Después de lavar el pepino, pelarlo del todo si no gusta la piel. En caso contrario, dejar la mitad, aproximadamente, pues se dice que ésta ayuda a que sea más digestivo. Abrirlo a lo largo y eliminar las semillas sólo si son grandes y duras. Trocear groseramente y pesar hasta obtener los 500 gr. que precisa la receta.

Introducir en un procesador de alimentos potente la manzana, 35 gr. de zumo de limón, la sal y todo o parte del pepino, según la capacidad del procesador. Yo he utilizado el Monsieur Cuisine Plus (MC+) y sólo añadí una cuarta parte del pepino.

Triturar a máxima potencia (con el MC+, función turbo sin tiempo ni temperatura) hasta conseguir una mezcla fina y homogénea. Añadir el resto del pepino si no se puso todo desde el principio y volver a triturar.

Rectificar de sal (no he añadido más) y de limón (yo he puesto todo el que se indica en la lista de ingredientes). Debe quedar ligeramente ácida.

Servir muy fría con un poco de queso fresco batido y semillas de sésamo.

A comer.

lunes, 15 de julio de 2024

Bavaroise de coco y cereza

Recuerdo que de pequeña el coco era un producto bastante exótico y de precio más bien elevado. Siempre ha sido uno de mis sabores favoritos y no se podía (ni se puede) dejar a mi alcance algo que lo lleve, como unas cocadas, por ejemplo, porque son un visto y no visto. Me gustaba ir a la feria y comer una de esas rodajas de coco que se vendían en algunos puestos y que en verdad se hacían una pasta en la boca, pero que calmaban mis ansias de coco por una temporada.

Las que sí eran económicas por aquél entonces eran las cerezas, una de las frutas que más me gusta, si no la que más. Esperaba con impaciencia que llegara la temporada porque como en casa nos gustaban a todos, nunca faltaban en el frutero hasta que ya no las había en el mercado. Muchos sábados por la mañana acompañaba a mi madre a comprar a la plaza y en la época de cerezas era habitual que las primeras de la mañana que compraba nos las fuéramos comiendo en lo que hacía la compra, de tal forma que muchas eran las veces que antes de regresar a casa tenía que volver a comprar porque nos las habíamos comido todas o casi todas, ya que a ella también le gustan mucho. Siempre dice que cuando más cerezas comió fue cuando estaba embarazada de mí, tantas, que le resulta raro que no llegara a aborrecerlas tanto como le parece normal que a mi me vuelvan loca. Y creo yo que algo de razón tiene...

Combinar ambos sabores puede resultar raro pero era una idea que me rondaba por la cabeza y no quería dejar de probarla antes de que se acabaran las cerezas y tuviera que esperar al próximo año. Así como con los platos salados me arriesgo a probar determinadas combinaciones de ingredientes con resultados, en ocasiones, no muy satisfactorios, todo hay que decirlo, en el tema del dulce no soy tan valiente y pocas veces salgo de mi zona de confort. Pero en esta ocasión tenía muy claro qué tipo de postre quería y con qué ingredientes y la idea se terminó convirtiendo en ese mosquito trompetero que te ronda la oreja en las calurosas noches del verano y que no te deja dormir. Así que una mañana me levanté, me fui a la cocina y decidí sacar el insecticida.

Y ya me alegro, pues el resultado fueron estos mini bavaroises con un profundo sabor a coco llenos del aroma de las cerezas y de textura suave y tierna pero a la vez consistente. Se pueden servir sin nada, pero aconsejo acompañarlos con coco rallado para darle textura y coulis de cerezas para acentuar aún más el sabor de éstas y hacerlos más cremosos en boca. Eso sí, poco de ambas cosas para no robar protagonismo al bavarois.

Aún se encuentren cerezas en el mercado, así que os animo a preparar este delicioso y facilísimo postre antes de que se acaben y haya que esperar al año que viene para hacerlo.

Por cierto, ¿alguien sabe si se siguen vendiendo en las ferias aquéllas rodajas de coco de mi niñez?.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

200 ml. de leche de coco (82% o más de pasta de coco)

400 gr. de cerezas deshuesadas (500 gr. de cerezas con hueso, aprox.)

100 gr. de azúcar blanquilla

50 ml. de Malibú (u otro licor de ron blanco y coco)

3 gr. de agar-agar en polvo

coco rallado y coulis de cerezas, para servir

*Y además:

10 moldes de silicona de 70 ml. de capacidad cada uno

ELABORACIÓN:

Lavar y escurrir las cerezas. Quitar los tallos, si los tuvieren, deshuesar e introducir en el vaso del robot Monsieur Cuisine Plus. Agregar el azúcar, colocar la tapadera con el cubilete puesto y triturar 5 segundos a velocidad turbo. Bajar los restos con la espátula.

Mezclar en una taza el licor Malibú y el agar-agar. Añadir a las cerezas trituradas.

Si se hubiera separado la parte sólida de la líquida de la leche de coco, agitar para homogeneizar y agregar a la mezcla de cerezas.

Programar el robot 15 minutos (tiempo aleatorio), velocidad 1, 100º C, sin cubilete, pero colocando en su lugar un colador del revés para evitar salpicaduras.

Cuando el robot alcance la temperatura de 100º C (lo hará antes de los quince minutos), dejar que hierva dos minutos o el tiempo que indique el fabricante del agar-agar. Pasados los dos minutos, desconectar el robot, quitar la jarra y dejar reposar 5 minutos.

Colocar la jarra nuevamente en la base del robot, poner el cubilete y triturar 2 minutos a velocidad 10,

Remover con una espátula para eliminar burbujas de aire y distribuir en los moldes o molde elegido.

Dejar enfriar a temperatura ambiente y llevar al frigorífico. Cuajar un mínimo de 4 horas para moldes de 70 ml. de capacidad o toda la noche si se utiliza un solo molde grande.

Sacar de la nevera con diez minutos de antelación para que se atemperen. En el caso de utilizar molde/s de otro material que no sea silicona, introducir en agua muy caliente durante 1-2 minutos para facilitar el desmoldado.

Desmoldar y servir con un poco de coco rallado por encima y un cordón de coulis de cerezas.

A comer.

lunes, 8 de julio de 2024

Coulis de cerezas

El coulis es una salsa ligera que sirve para dar sabor y sobre todo color, a platos tanto dulces como salados, ya que se prepara con frutas, carnes y pescados.

El coulis de frutas se puede hacer con fruta cruda o ligeramente cocida. Con la primera es mucho más rápido, pero hay que trabajar muy deprisa para evitar que la oxidación de la fruta cambie el color final de la preparación. No todas las frutas se oxidan a igual velocidad, influyendo también mucho su punto de maduración, pero habida cuenta que se prepara con poco azúcar, es necesario que la fruta esté madura. Cocer la fruta evita que cambie mucho el color, pero también le cambia el sabor y aunque las cerezas se oxidan rápidamente, he preferido utilizarlas crudas para no adulterar su sabor. Igualmente, la cocción previa de la fruta en el almíbar alargará la vida útil del producto.

El almíbar se puede preparar sólo con agua, pero el zumo de limón ayuda a evitar la oxidación y actúa como conservante. El coulis que os muestro se conserva perfectamente al menos cinco días, siempre en un recipiente hermético y refrigerado. Más tiempo no lo sé pues fue lo que duró.

Es una salsa perfecta para emplatar, eso si tenéis arte para ello, por que lo que es la que suscribe es un desastre y mirad que lo intento, que el otro día me estuve un buen rato haciendo pruebas en un plato todas con resultados nefastos. Al final me rendí y me resigné a que la presentación me quedara como un churro y si no me creéis, no os perdáis la próxima publicación y veréis cuánta verdad hay en mis palabras.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para 150 ml., aprox.

150 gr. de cerezas maduras deshuesadas (175 gr. de cerezas con hueso, aprox.)

30 gr. de azúcar blanquilla

25 ml. de agua

10 ml. de zumo de limón, colado

ELABORACIÓN:

Lavar y escurrir las cerezas.

Poner en un cazo el azúcar, el agua y el zumo de limón. Llevar al fuego y hervir a fuego medio durante dos minutos. Apartar y dejar templar.

Mientras se enfría el almíbar, eliminar los tallos de las cerezas, si los tuvieren, deshuesar y triturar con la batidora de brazo hasta conseguir un puré fino. Pasar el puré por un colador de malla fina para que quede más fino. Añadir inmediatamente el almíbar, dar un par de golpes de batidora para mezclar bien y verter rápidamente en un recipiente hermético.

Llevar al frigorífico y conservar en frío hasta su uso.

A comer.

lunes, 27 de noviembre de 2023

Pollo con piña y cinco especias chinas en olla lenta (slow cooker)

Hoy no pensaba publicar. No porque no tuviera ninguna receta preparada, como algunas veces que me pilla el toro y ando después deprisa y corriendo, sino porque no tengo nada que contaros. Me pongo a pensar, redacto dos o tres frases y ahí me quedo estancada, sin saber cómo continuar. Podría quejarme, que ya sabéis que se me da muy bien, pero cómo estaré de poco inspirada que no se me ocurre de qué quejarme y seguro que motivos tengo o me los invento, da igual, el caso es rezongar. Siempre he sido de natural protestón pero de unos años a esta parte refunfuño por todo, soy un claro ejemplo de persona que se vuelve más gruñona con la edad. Podría volverme más sabia, que es otra cosa que también se supone que pasa al ir cumpliendo años pero no, en el reparto de defectos y virtudes me tocó ración doble de renegona. En fin, qué le vamos a hacer, tiene que haber de todo o eso dicen...

Lo que es seguro es que a vosotr@s no os protestarán en casa si les guisáis este pollo. Yo lo he preparado en la olla lenta pero evidentemente se puede hacer en una cazuela a la manera tradicional o en la olla rápida, mi gran aliada en la cocina por la cantidad de tiempo que ahorra. Pero si tenéis tiempo y una slow cooker os recomiendo que hagáis esta receta. La carne de pollo queda tierna y jugosa, sutilmente especiada y ligeramente dulce. Una receta de sabores suaves que pide a gritos un arroz cocido como acompañamiento que tiene que quedar tremendo bien empapado con la salsa. Yo no lo hice porque en casa la única guarnición admitida son las patatas fritas y me niego a servirlo todo con patatas, así que casi siempre sirvo los platos “pelaos”. Pero si en vuestra casa no pasa lo que en la mía, hacedme caso y servidlo con arroz, me lo agradeceréis.

Esta receta es facilona donde las haya. Rápida no, porque la maceración de la carne y el tiempo que tarda en guisarse el pollo, no la hacen una receta para “ya”, pero compensa por el esfuerzo cero que requiere y por supuesto, por lo rebuena que está.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

4 contramuslos de pollo con piel y huesos (800 gr., aprox.)

1/2 tsp de mezcla de cinco especias chinas

15 ml. de aceite de sésamo

1/4 tsp de ajo en polvo

2 tsp de cebolla en polvo

40 ml. de salsa de soja

20 ml. de salsa Worcestershire

140 gr. de rodajas de piña en conserva

80 ml. de zumo de piña (el de la conserva)

1 pastilla (10 gr.) de caldo de pollo concentrado

100 ml. de agua

20 ml. de AOVE

sal (no le he puesto)

ELABORACIÓN:

Mezclar en un cuenco las cinco especias chinas, el aceite de sésamo, el ajo y la cebolla y embadurnar con esta mezcla los contramuslos de pollo. Macerar la carne en el frigorífico dentro de un recipiente hermético entre 12 y 18 horas.

Sacar el pollo del frigorífico al menos con una hora de antelación para que se atempere.

Escurrir la piña del zumo de conservación (reservar) y cortar cada rodaja en ocho trozos. Dejar a un lado.

Verter el aceite de oliva virgen extra en el recipiente de cerámica de la olla lenta. Pintar con el aceite el fondo y las paredes del recipiente cerámico y acomodar los contramuslos de pollo con la piel hacia abajo.

Calentar la mitad del agua en el microondas y disolver la pastilla de caldo desmenuzada. Añadir al pollo, así como las salsas de soja y Worcestershire, el zumo de piña y el resto del agua.

Colocar la tapa de la slow cooker y cocinar en ALTO, una hora y quince minutos.

Dar la vuelta a las tajadas de pollo, añadir la piña reservada y cocinar en ALTO, una hora y quince minutos.

Rectificar de sal, si procede (no le puse) y servir.

A comer.

lunes, 20 de noviembre de 2023

Mermelada de membrillo

A mí los membrillos, como las setas y las castañas, me saben a otoño, estación nostálgica y hermosa que transita entre los calores estivales y los rigurosos fríos del invierno, en la que los colores verdes se van tornando en toda una gama de amarillos, marrones y rojos en un lento pero constante streep tease de la naturaleza que invita a arrebujarse en una manta ligera con la compañía de un buen libro y un mejor café... Che, parece que se me contagió la morriña de la estación pero no es así, al contrario, estoy muy contenta porque este año, por aquí, estamos teniendo un otoño anormalmente largo, con temperaturas frescas e incluso ¡cálidas! que han prolongado tanto la temporada de la huerta que este fin de semana hemos recogido los últimos tomates y pimientos e incluso fresas, sí, habéis leído bien, fresas, no muchas, la verdad y ya con poco sabor, pero que por lo inusual de que aún las plantas den fruto en noviembre, a mí me han sabido a gloria.

También estos días hemos estado recogiendo los membrillos, ya que este año, por fin, hemos tenido una buena cosecha, con permiso de la plaga que se ha instalado en los árboles desde hace cuatro o cinco temporadas, pues los últimos dos años, entre los fríos a destiempo que estropearon las flores y la plaga de la que os hablo, no hubo apenas frutos, los pocos que dieron los árboles se cayeron estando verdes y los escasos que lograron madurar no se pudieron aprovechar pues estaban comiditos por los bichos. La verdad que no pensaba hacer mermelada, fue mi pareja quien me la pidió, así que me puse a ello y he hecho un par de lotes. Para acelerar el proceso, hice lo que hacen mi suegra y mi madre, cocer el membrillo en la olla a presión, sólo que ellas cubren la fruta con agua y yo la he hecho al vapor, así al quedar más seca, luego se hace mucho más rápido.

Como podéis ver, queda con un color muy claro. Ello es debido a que como la cocción en la olla es corta la fruta apena cambia de color, con 7 minutos los trozos de membrillo quedan suficientemente cocidos (si se pasan de cocción se ponen rosados) y después, al añadir el azúcar a la fruta caliente y deshacerse muy rápido, son suficientes 25 minutos para que la mermelada esté en su punto, tiempo en el que la fruta apenas se oscurece, quedando con un color dorado claro muy brillante y bonito. La textura resultante es densa y untuosa, algo más ligera que una crema de avellanas comercial, para que os hagáis una idea.

En cuanto al tiempo que os indico, es el que necesitó mi mermelada para alcanzar la textura que buscaba pero eso va a depender de los membrillos, tanto de la fruta como de su punto de maduración. No todos los membrillos son iguales, aunque pueda parecerlo, variando la cantidad de pectina que tengan según la clase. De igual modo, una fruta más verde tendrá más pectina que otra más madura (ésto vale para todas las frutas). He visto recetas en las que se cuece la fruta junto con la piel y semillas, que es donde se concentra el mayor porcentaje de pectina, para que espese más. Con mis membrillos no hace falta, da igual que estén muy maduros, muy pelados y quitado mucho corazón, tienen muchísima pectina y espesan una barbaridad, lo digo por si alguien hace esta mermelada y después de los 25 minutos no ha alcanzado el espesor deseado. Ojo, hay que tener en cuenta que como todas las mermeladas espesa al enfriar, ésta aún más que otras.

¿Que de qué variedad son mis membrillos? Pues ni idea. Lo que sí sé es que mucha gente los mete en los armarios para aromatizar la ropa. Yo no puedo hacerlo, pues lo míos no huelen a nada. Tienen, además, un punto ácido que siempre perdura de fondo en las mermeladas y en el dulce de membrillo, a pesar de todo el azúcar que lleven.

Recién hecha apenas sabe a membrillo; hay que dejarla reposar al menos 48 horas para que el sabor del membrillo florezca. Después está realmente buena y más rica aún cuantos más días pasan. Y os lo dice una que muy aficionada al membrillo no es, que conste.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 kgr. de membrillo, pelado y sin corazón ni pepitas

400 gr. de azúcar blanquilla

ELABORACIÓN:

Cortar el membrillo en trozos de 15-20 gr. y disponerlos en el cestillo para cocción al vapor de la olla rápida WMF. Trabajar deprisa para evitar que la fruta se ennegrezca por la oxidación. Colocar dentro de la olla el accesorio elevador para cocer al vapor, añadir agua aproximadamente hasta un dedo por debajo del borde superior del citado accesorio, poner encima el cestillo con la fruta y llevar al fuego.

Levantar el hervor, colocar la tapadera de la olla y cerrar. Cocer 7 minutos contados desde que suba la válvula por completo. Apartar la olla del fuego y colocarla encima de una rejilla para acelerar la bajada de temperatura.

Abrir la olla tan pronto pierda toda la presión. Sacar el cestillo y volcar la fruta en una cazuela amplia y alta, desechando el agua. Agregar el azúcar y poner a fuego medio. Mezclar el membrillo con el azúcar, machacando a la vez la fruta con una cuchara de madera. Trabajar deprisa para que el calor del membrillo derrita enseguida el azúcar y no se queme. Cocer durante 25 minutos manteniendo el hervor suave y removiendo cada poco tiempo, más frecuentemente cuando más tiempo lleve cociendo.

Apartar la cazuela del fuego, esperar a que pierda algo de temperatura y triturar con la batidora de brazo hasta conseguir un puré fino, sin trozos de fruta y denso, que continuará espesando cuando se enfríe del todo.

Llenar con la mermelada aún caliente, unos frascos pequeños limpios, de 150-200 ml. de capacidad, aproximadamente, dejando un espacio libre de un centímetro hasta el borde. Cerrar e introducir en una olla, cubrir con agua, tapar y cocer a fuego fuerte 10 minutos desde que empiece a hervir con fuerza. Apartar del fuego, destapar y dejar templar el agua. Sacar entonces los tarros y dejar enfriar completamente. Etiquetar y almacenar en un lugar fresco y oscuro. Una vez abierto un frasco, conservar en el frigorífico.

Si la mermelada no se va a meter en conserva, deberá mantenerse en el frigorífico y esperar 48 horas antes de consumir para que desarrolle todo su sabor.

A comer.

lunes, 9 de octubre de 2023

Huevos rellenos de langostinos y manzana

Recuerdo de cría oír decir a los mayores “el tiempo está loco” cuando el tiempo meteorológico no coincidía con el que correspondía a la fecha del calendario. Y yo añadiría ahora “de atar”, pues hay que ver lo largo y caluroso que está siendo el veranillo de San Miguel, que también me trae loca a mí, que hace cosa de tres semanas andábamos por aquí pelaos de frío, que hasta en casa nos planteamos poner un rato la calefacción porque ya se había quedado helada y aunque hacía fresco en la calle se estaba más calentito fuera que dentro. Que guardé casi toda la ropa y calzado de verano y saqué una mantita para la cama, no digo más. Estaba yo tan contenta (ya os he comentado que prefiero el frío al calor), preparando los primeros platos de cuchara, señal inequívoca en mi casa de la llegada del mal tiempo, lamentando únicamente que por estos lares casi no hay otoño y se pasa muy deprisa al largo invierno, pero sin llevarme mal rato, no vayáis a creer, pues una de las cosas que más me gustan es salir a la calle uno de los muchos y muy luminosos días de invierno, sentir el aire frío en la cara y ver la inmensidad de un cielo intensamente azul y sin nubes. Y es que para mí, los cielos de Castilla son los más hermosos, pues al tener un clima seco suele haber pocas nubes y poseen un color que he visto en pocos sitios, tal vez en los Pirineos, pero ahí, al estar entre montañas, no se ve tanto cielo como en la meseta. Y por supuesto, los cielos invernales sobre los veraniegos, en esta época la luz atenúa bastante su color, mientras que en invierno, la incidencia de los rayos solares da como resultado un cielo profundamente azul. Además, una de las ventajas de vivir en un zona rural poco poblada es que el índice de polución es bajísimo, con lo que disfrutamos de unos cielos muy limpios.

El descalabro climático ha hecho que vuelva a sacar la ropa de verano y las sandalias, que la manta esté recogida todas las noches a los pies de la cama, que me pase casi todo el día abanico en mano diciendo “ay qué calor” y que vuelvan a predominar en mi mesa los platos fríos. Y para muestra, un botón: huevos rellenos de langostinos y manzana, fáciles, rápidos, de sabor suave y llenos de texturas. Creo que no necesitan más presentación, los huevos rellenos son de esos platos en los que la mayor dificultad suele ser que no se estropeen mucho al pelarlos, pero por lo demás y si son una elaboración fría, se hacen en un plis y no hace falta técnica culinaria alguna. Éstos os van a gustar mucho, seguro.

A los que cojáis el puente de El Pilar, que lo disfrutéis mucho, aunque dicen que va a cambiar el tiempo y parece que ahora sí, se va a poner otoñal. Y a los que no, disfrutadlo también en vuestro lugar de residencia, que tampoco hace falta irse al quinto pino para sacarle el jugo a la vida. En el trabajo lo hemos sorteado y he tenido suerte en el sorteo y como afortunadamente mi pareja ha podido organizarse en su trabajo para también poder disfrutarlo, nos iremos fuera. Nos vamos a mojar, lo sé, y además parece ser que mucho, pero con el año de sequía que llevamos, va a ser tan emocionante como una atracción de feria.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

5 huevos tamaño L, a temperatura ambiente

60 gr. de langostinos cocidos, pelados

30 gr. de manzana roja sin piel u otra dulce de textura crujiente

2 tsp de cebollino fresco picado, más un poco para decorar

60 gr. de salsa cocktail (comercial)

salsa Tabasco

sal gruesa

sal fina (optativa, no le he puesto)

ELABORACIÓN:

Poner una olla al fuego con suficiente agua para cubrir los huevos y llevar a ebullición. Cuando rompa el hervor, añadir un puñado de sal gruesa e introducir los huevos con cuidado para que no se rompan. Cocerlos 14 minutos contados desde que el agua recupere el hervor.

Una vez finalizado el tiempo de cocción, sacar los huevos a un bol con agua muy fría, incluso con hielo, para detener la cocción y facilitar después la eliminación de la cáscara. Dejar enfriar completamente.

Pelar los huevos cuando estén fríos. Pasarlos por un chorro de agua para eliminar posibles restos de cáscara, secar con papel de cocina y cortar a lo largo. Reservar claras y yemas por separado, tapadas y en la nevera hasta el momento de usar.

Picar los langostinos en trozos pequeños. Picar la manzana en trozos más pequeños que los langostinos. Dejar a un lado.

Disponer las yemas, reservando una para decorar, en un plato hondo. Machacar con un tenedor y agregar los langostinos y la manzana. Mezclar hasta que se integren correctamente todos los ingredientes.

Poner en un cuenco la salsa cocktail y agregar salsa Tabasco al gusto, la suficiente para que esté ligerísimamente picante para compensar el dulzor de la manzana pero sin que anule el resto de sabores. Añadir el cebollino y mezclar. Verter sobre la farsa de yemas e integrar. Rectificar de sal, si procede (no le he puesto), tapar y reservar 30 minutos en frigorífico para que los sabores se asienten.

Rellenar el hueco de las claras con la farsa. Añadir más relleno por toda la superficie plana de las claras dándole forma abombada como si fuera la otra mitad del huevo y colocarlos en una fuente de servir con el relleno hacia arriba. Rallar la yema reservada y espolvorear por encima de los huevos. Decorar con un poco de cebollino y servir.

A comer.

lunes, 2 de octubre de 2023

Crema untable de manzana especiada en slow cooker u olla lenta

Septiembre para mí es mes de asar pimientos y hacer mermeladas. Este año ha sido malo para los pimientos y he asado muy poquitos. Tampoco fue bueno para todos los frutales, pero aún así he podido hacer alguna mermelada, es más, según escribo ésto se está enfriando un lote de frascos de la mermelada de melocotón que hice esta mañana y que he metido en conserva esta tarde. Siempre hago conserva de todas las mermeladas ya que al no ponerles mucho azúcar no me fío del clásico método de rellenar los frascos en caliente y darles la vuelta para que hagan el vacío, prefiero hervirlos y así evito posibles disgustos.

En esas estaba, haciendo mermelada de melocotón y miel con las frutas que me había tirado el aire y que en su mayoría estaban un poco verdes, motivo por el cual aumenté un poco la cantidad de azúcar que normalmente utilizo. Al probarla la encontré dulcísima, demasiado para mi gusto y más teniendo en cuenta que lo dulce me gusta cada vez menos dulce. Así que decidí pedirle opinión al catador oficial, que al final es quien se come todas las mermeladas que hago y que me protestó la última que hice de ciruelas claudias porque según él “estaba insípida”. Se la dí a probar y me dice tan ufano “qué buena, sabe igual que la comprada”. No supe ni cómo reaccionar, porque siempre pensamos que lo casero no sólo es mejor (y ojo, que hay mermeladas en el mercado de calidad realmente extraordinaria), sino también más rico. Confieso que pasados unos minutos empezó a molestarme el comentario, aunque no le dije nada, pues sé que fue bienintencionado, pero no sé si mi espalda y las quemaduras en la muñeca opinaban lo mismo, así que decidí correr un tupido velo...

Con lo que no pudo hacer comparaciones fue con esta crema untable de manzana especiada. Sí, el nombre es muy largo, pero llamarla “mantequilla de manzana” como así lo hacen en los sitios de recetas estadounidenses, me parece que induce a error y requiere muchas aclaraciones. Curiosamente en los muchos sitios en los que he consultado esta receta, siempre hacen la aclaración de que en puridad no es una mantequilla, pero la denominan así por lo untuosa que es, en un símil con la mantequilla pomada, aunque a juzgar por sus fotos no tiene esa consistencia y si siendo esta receta muy popular en ese país necesitan hacer aclaraciones, como para traducirlo literalmente al español, por eso el nombre que le he dado.

Hacía tiempo que tenía ganas de hacer esta crema. La descubrí hace ya mucho en muchos sitios de recetas de EEUU, donde llegando finales de verano es un auténtico desfile de recetas con calabaza o con manzanas, siendo esta apple butter muy popular. Es también una magnífica receta de aprovechamiento y como ésta es época de recogida de melocotones, peras y manzanas, parte de las cuales hay que cocinar porque es imposible consumirlas todas, resulta una alternativa diferente y deliciosa a las tradicionales mermeladas.

Como ya os comentaba, andaba liada haciendo mermelada de melocotón y miel y hacer la crema en la olla lenta me pareció una magnífica idea, porque se ahorra uno el tener que remover para evitar que se agarre a la cazuela. He adaptado esta receta, reduciendo la cantidad de fruta pues mi slow cooker es pequeña (tengo la de Lidl) y he cambiando las especias, utilizando en lugar de las indicadas, la mezcla de especias para pan de especias cuya receta ya os mostré en esta entrada y cuyo aroma y sabor me vuelve loca y que, dicho sea de paso, ya tenía que gastar. Creo, de verdad, que me ha quedado una crema deliciosa, adictiva, aromática y dulce,

He utilizado las manzanas rojas que se ven en las fotos. No sé de qué clase son, tienen carne amarilla y firme cuando están aún un poco verdes, pero que se vuelve harinosa al madurar, una textura que no me gusta nada. Como sólo las como yo y no me iba a dar tiempo a consumirlas todas antes de que cambiaran de textura, fueron las elegidas para esta receta. Supongo que se podrá utilizar cualquier manzana, con que esté sana es suficiente. El punto de maduración es indiferente, aunque una manzana más madura tendrá más líquido y tal vez haya que prolongar la cocción con la cazuela semi abierta para evaporarlo.

Aunque la receta no es mía, es perfecta como aprovechamiento de fruta que no va a dar tiempo a comer, que se quiere conservar o que está muy madura. Además utilicé las especias para pan de especias que ya había que consumir, aunque conservaba todo su aroma. Por ese motivo y con permiso de Marisa, es mi propuesta de este mes para su proyecto 1+/-100, desperdicio 0

que desde su blog Thermofan, promueve para evitar el desperdicio de alimentos y fomentar el reciclaje en general.

Sin más ya os dejo con la receta. Otros días no tendré nada que contaros, pero hoy os he hecho leer un rato largo...

Por cierto, al costillo le encantó. Y a mí, ni os cuento.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 kgr. de manzanas, peladas y descorazonadas (1'500 kgr. de manzanas pequeñas, aproximadamente)

150 gr. de azúcar moreno de caña integral

1 tsp de mezcla de especias para pan de especias

1 pizca de sal

ELABORACIÓN:

Lavar y escurrir las manzanas. Pelar, eliminar partes dañadas y corazón. Picar en trozos del tamaño de una nuez del país, aproximadamente. Introducir en la olla lenta (la mía es la de Lidl).

Mezclar en un cuenco el azúcar moreno, las especias y la sal. Agregar a la fruta y remover hasta que todos los trozos se impregnen de forma homogénea.

Encender la olla lenta. Colocar el selector de temperatura en posición MEDIUM y cocinar cuatro horas. Pasado ese tiempo, remover las manzanas y cocinar otras cuatro horas a la misma temperatura.

Comprobar el punto de cocción de la fruta, si aún estuviera firme, prolongar la cocción comprobando cada 30 minutos. A mí no me hizo falta.

Desconectar la olla lenta y triturar las manzanas con una batidora de brazo hasta conseguir una crema fina y homogénea. Dejar que la crema se enfríe dentro de la olla lenta, destapada. De esta forma el calor residual espesará un poco más la crema.

Aunque la crema se puede consumir en cuanto se enfría, los sabores se suavizan pasadas 24 horas, mejorando considerablemente.

Si no se va a consumir toda en pocos días, es aconsejable meterla en conserva, dado que lleva poco azúcar. Por esa misma razón y si no se hace conserva, debe mantenerse refrigerada.

Obtuve 860 gr. de crema de manzana, cantidad que variará según la clase y punto de maduración de la fruta.

A comer.

lunes, 7 de agosto de 2023

Vasitos de queso, fresas y melocotón

Agosto=estampida general. Tiendas y bares cerrados, bancos y oficinas a medio gas, cuatro gatos en la blogosfera... Cada vez me gusta menos. Si me voy de vacaciones, calor y gente por todos lados. Si me quedo trabajando, calor, poco trabajo, pocos compañeros, mañanas tediosas y eternas y para colmo, sin café matutino porque mi bar habitual está cerrado y no puedo quitarme el mal humor de haber estado diez minutos dando vueltas hasta encontrar aparcamiento con un buen expreso y un saludo amable. Y es que soy muy especialita para el café, si encuentro una “rara avis” donde lo pongan bueno, no cambio de sitio y si además el trato también es bueno, ya me tienen de cliente fija. Pero como todos tenemos derecho a vacaciones, han echado el cierre hasta mediados de mes y eso que en agosto Zamora se llena de gente, entre los emigrados que retornan a su tierra para pasar unos días y los turistas, hay un bullicio y una animación en la ciudad fuera de lo habitual, excepción hecha de las otras dos grandes citas vacacionales, léanse navidades y sobre todo y por excelencia, semana santa, que como ya he comentado en más ocasiones, no cabe un alfiler. El caso es que la ciudad está llena de gente y eso se nota mucho también a la hora de aparcar, que aunque seamos pequeños padecemos del mismo problema que el resto de ciudades, la falta de aparcamiento, pero ese tema lo dejo para otro día, que no me “pega” discutirlo en agosto, mes que si pudiera me lo pasaría metida en casita, con calor (también), pero con la libertad de andar todo el día en chanclas, con unos pantalones viejos cortados, una camiseta cualquiera y el pelo recogido en un moño para aliviar el calor de la nuca y por supuesto, el ventilador casi a todas horas. Con pintas, sí, pero cómoda y a mi aire, que es como sobrellevo mejor el calor estival.

Y para sobrellevar los calores, nada mejor que platos frescos y postres ligeros, como el que hoy os traigo, suave, refrescante, poco dulce y de complicación menos que cero. Que se tarda más en redactarlo que en hacerlo. Sólo son dos raciones y es que surgió por la necesidad de utilizar un pequeño resto de melocotón en almíbar que me sobró de la receta anterior, así que es mi aportación del mes de agosto al proyecto 1+/-100, desperdicio 0

que Marisa, desde su blog Thermofan, promueve para evitar el desperdicio de alimentos y fomentar el reciclaje en general.

Es muy poco dulce, pues el dulzor del postre se confía al de la fruta y al del almíbar con el que se endulza el queso. No he querido que éste quedara dulzón para que no le restara protagonismo a la fruta y he aprovechado el almíbar de la conserva de melocotón, que muchas veces no se utiliza en los postres que llevan melocotón en almíbar, aunque yo sí lo uso siempre que puedo.

No machaquéis las galletas hasta reducirlas a polvo, dejad trocitos de distintos tamaños, ésto aportará textura y un ligero toque crujiente.

Espero que mi propuesta os guste y os animéis a prepararla, no os llevará mucho tiempo y os gustará. Sólo tened en cuenta que debe reposar y enfriarse media hora en el frigorífico, no más sobre todo si las fresas están muy maduras como estaban las mías, porque si lo dejáis más tiempo empezarán a soltar a soltar jugo, como me pasó a mí y aunque al postre no le afecta, sí un poco a la apariencia y es que, aunque sea para los de casa, las comidas bien presentadas, tanto dulces como saladas, gustan más a todo el mundo.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

25 gr. de galletas (he utilizado “Relieve”, de Hacendado)

80 gr. de fresas frescas maduras, sin pedúnculos

40 gr. de melocotón en almíbar (en conserva), escurrido

25 ml. de almíbar, del de conservación del melocotón

100 gr. de queso fresco bajo en grasa, tipo Philadelphia, a temperatura ambiente

unas hojitas de hierbabuena, para decorar

* Y además:

2 vasitos de 135 ml. de capacidad, aproximadamente

manga pastelera (optativa)

ELABORACIÓN:

Lavar y secar las fresas con papel absorbente de cocina. Cortar en dados pequeños.

Escurrir el melocotón y picar en trozos de tamaño similar al de las fresas.

Mezclar en un bol el queso y el almíbar hasta que éste se integre y el queso quede sedoso. Introducir la mezcla en una manga pastelera, si se usa.

Machacar groseramente las galletas en el mortero, de tal forma que resulte una mezcla de migas y trocitos más grandes del tamaño de una lenteja, más o menos.

Repartir las migas de galletas en los vasitos. Nivelar sin apretar y poner una capa de queso en cada vaso, aproximadamente la cuarta parte de la mezcla, utilizando para ello una manga pastelera o dos cucharillas y con cuidado de no remover las migas. Repartir a continuación las fresas, poner otra capa de queso en cada vaso hasta acabarlo y terminar distribuyendo el melocotón entre los dos vasos.

Refrigerar 30 minutos antes de consumir para que el queso coja cuerpo. Decorar con hojitas de hierbabuena y servir.

A comer.

lunes, 24 de julio de 2023

Melocotones rellenos de atún, tomate y pepinillos

Sin darme cuenta ya llevamos un mes de verano, lo que significa, por aquí, la mitad del verano, una estación que este año está siendo más benévola que el año pasado, que fue horrorosa y salvo algunos días en los que sí, ha hecho un calor diurno de tres pares y un calor nocturno fuera de lo normal, está siendo como tiene que ser, ni más ni menos, porque por mucho que diga el hombre del tiempo, aquí no estamos teniendo olas de calor, afortunadamente. Eso no significa que no esté haciendo calor, ya quisiera yo, ni que me apetezca mucho liarme en la cocina. De hecho me estoy limitando a comidas muy sencillas, mucha plancha, mucho horno y muchos platos fríos, recetas casi todas ya publicadas, pues tampoco tengo ganas de experimentos y ni de romperme la cabeza, lo que en la práctica supone que no tengo mucho material para el blog, así que, aunque no tengo idea de cerrar este año, sí publicaré algo menos (el lunes pasado ya hice “pellas”) pero seguiré por aquí, colgando alguna receta y visitando las pocas cocinas que resistáis como jabatas la calorina estival.

Los melocotones rellenos se pusieron de moda hace algunos años. Casi no había sitio de cocina que se preciase que no tuviera su propia versión. Se siguen publicando recetas pero ya no es el furor de antaño, las modas pasan y ésta también. La verdad que es una preparación muy resultona, sobre todo si gusta el contraste dulce/salado, además de tremendamente sencilla y versionable. Y si tenéis peques pululando por la casa a los que ya no sabéis cómo entretener, me parece una receta perfecta para hacer con ellos, salvo la parte en la que hay que usar cuchillo, que esa mejor dejársela a un adulto, pero el resto, que es desmenuzar, mezclar y rellenar, lo pueden hacer perfectamente, aunque no les guste eso de tener que esperar hasta el día siguiente para comer lo que han ayudado a cocinar, pues aunque para un adulto ese lapso de tiempo es un suspiro, para un niño es una eternidad. Ya se sabe, la relatividad de la percepción del tiempo.

Es importante dejar que la farsa repose para que se asienten y mezclen los sabores. Este tipo de rellenos me gusta hacerlos de un día para otro, pero si no se dispone de tanto tiempo, al menos dejadla reposar cuatro horas. Y no rellenéis los melocotones hasta poco antes de servir, pues por mucho que los escurráis y los sequéis, siempre soltarán almíbar.

La cantidad de melocotones que indico es aproximada, pues dependerá del tamaño de los mismos y de la cantidad de relleno que se le ponga. Yo he usado unos pequeños que eran poco más grandes que dos bocados porque los puse como entrante y tampoco los rellené mucho. Tenedlo en cuenta.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

18 mitades de melocotones en almíbar (pequeños)

100 gr. de atún en aceite, peso escurrido

50 gr. de atún en escabeche, peso escurrido

50 gr. de tomates cherry, peso sin pepitas

50 gr. de pepinillos en vinagre, escurridos

120 gr. de queso de untar bajo en grasa (tipo Philadelphia), a temperatura ambiente

30 gr. de mayonesa

ELABORACIÓN:

Desmenuzar con un tenedor las dos clases de atún.

Picar los pepinillos y los tomates cherry en trozos menuditos de tamaño similar y añadir al pescado.

Mezclar el queso y la mayonesa hasta homogeneizar y añadir a lo anterior. Mezclar el conjunto, tapar y reservar en el frigorífico hasta el día siguiente para integrar sabores.

Escurrir los melocotones del almíbar de conservación. Secar ligeramente con papel absorbente de cocina y rellenar al gusto con la farsa de atún.

Servir frescos.

A comer.

lunes, 19 de junio de 2023

Bizcocho con chocolate blanco y arándanos rojos

Por fin he desempolvado los moldes de repostería o mi pereza para hacer dulces, no sé si ésto es más correcto que lo primero, porque mis moldes están casi todos metiditos en bolsas de plástico y polvo no tienen, pero mi pereza sí lo tiene, aunque sea metafórico y es que llevo mucho tiempo pensando en hacer alguna dulzanga pero no paso del pensamiento a la acción, ya os he comentado (creo) que no estoy nada motivada y como cocinar galgadas es algo, llamémoslo, supérfluo, ni abro el armario de los utensilios de repostería, si tengo ganas de algo dulce lo compro y asunto arreglado. Cocinar para el día a día lo sigo haciendo, porque así como no le hago remilgos a los dulces industriales, sí a muchas de las comidas preparadas y aunque guisar-guisar, lo que se dice guisar, guiso poco (¡vivan la plancha y el horno!), en casa se sigue comiendo lo que sale de mis manitas, nada del otro mundo, por cierto, lo que algunos días me estresa un poco porque hay que darle de comer al blog y no es plan publicar un filete a la plancha, pero al paso que voy o espabilo o hago un paréntesis blogueril por falta de material para publicar.

Como os decía, me decidí por fin a coger la escalera y bajar uno de los moldes (como podéis observar, a mano no están, señal inequívoca de lo poco o nada que los uso) y hacer un sencillo bizcocho de yogur con chocolate blanco, uno de mis bizcochos estrella en la época en que horneaba todas las semanas. Me apetecía ponerle arándanos deshidratados aunque me da mucha rabia que siempre se me vayan al fondo, de nada me sirve enharinarlos, invariablemente acaban en el fondo. Esto tiene dos problemas: que el azúcar que contienen los arándanos se carameliza haciendo que la base del bizcocho se tueste mucho y que queden todos apelotonados en la parte de abajo en vez de armoniosamente repartidos por toda la masa, razones por las que tampoco pongo muchos, porque total, pa qué. Si alguien conoce algún truco para que no se hundan (y que no sea aumentar la cantidad de harina para que una masa más densa impida su hundimiento), que me lo diga, que estoy deseando hacer un bizcocho que resulte con un corte tan bonito como esos que se ven en muchos blogs.

¿Sabe a chocolate blanco? Eso depende mucho de la marca que se use, si tiene un sabor muy suave, simplemente aportará sus matices a vainilla y su característico dulzor, sin más. Así que tenedlo en cuenta. También que resulta imprescindible utilizar papel sulfurizado si no queréis que desmoldar el bizcocho sea tarea imposible, pues irremediablemente el azúcar de los arándanos hará que se pegue al molde. Ya aviso.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

3 huevos tamaño L a temperatura ambiente

150 gr. de azúcar blanquilla

100 gr. de aceite de girasol

1 yogur natural desnatado sin azúcar

165 gr. de harina

16 gr. de impulsor químico

una pizca de sal

100 gr. de chocolate blanco

75 gr. de arándanos rojos deshidratados

*Y además

batidora de brazo o varillas eléctricas o manuales

un molde alargado de 27 cm de largo, 9 cm. de ancho y 8 cm. de largo o 1.700 ml. de capacidad (mínimo)

papel sulfurizado para el molde

ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos, temperaturas, fuentes de calor y posición de la bandeja en el horno que se indican, son los que funcionan en mi horno. Como no hay dos hornos iguales (ni siquiera siendo de la misma marca y modelo), cada cual deberá adaptar la forma de cocción a su horno, aunque probablemente las correcciones habrán de ser mínimas.

Humedecer el molde con agua y forrar el interior con papel sulfurizado dejando que sobresalga por todos los lados. Humedecer también éste, una vez colocado, para que resulte más fácil acomodarlo al molde. Reservar.

Precalentar el horno a 200º C, con calor arriba y abajo.

Hidratar los arándanos durante 10 minutos en agua templada. Escurrir, secar con papel de cocina, enharinar con una cucharada de los 165 gramos de la harina del bizcocho y sacudirlos a fin de retirar la sobrante. Reservar los arándanos y juntar la harina sobrante con la preparada para el bizcocho.

Picar groseramente el chocolate blanco y reservar.

Tamizar juntos la harina, el impulsor y la pizca de sal. Dejar de lado.

Cascar los huevos en un cuenco amplio y añadir el azúcar, el aceite y el yogur. Batir con la batidora de brazo hasta que no se noten los granos de azúcar. Añadir en dos veces la mezcla de harina tamizada, batiendo hasta que no queden grumos. Agregar el chocolate picado y la mitad de los arándanos e integrar con una espátula.

Verter la masa en el molde, distribuir por encima el resto de los arándanos y hundirlos muy ligeramente.

Bajar la temperatura del horno a 180º C y poner el calor sólo por abajo, colocar la rejilla en la segunda posición empezando por abajo e introducir el molde en el horno.

Hornear 22 minutos, subir la rejilla una posición y hornear otros 22 minutos. Comprobar el punto de cocción pinchando el centro del bizcocho con una brocheta: debe salir seca. Si no fuera así, prologar la cocción otros dos minutos y volver a comprobar antes de finalizar el horneado.

Sacar el molde del horno y colocar en una rejilla. Desmoldar el bizcocho pasados diez minutos y ponerlo nuevamente en la rejilla. Transcurridos otros 10 minutos, quitar el papel sulfurizado delicadamente y dejar que se enfríe completamente encima de la rejilla,

A comer.