Mostrando entradas con la etiqueta lácteos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta lácteos. Mostrar todas las entradas

lunes, 28 de octubre de 2024

Bizcocho de pistacho y limón

Si hay algo que me guste son los postres con frutos secos (con permiso del chocolate), de preferencia en formato bizcocho, pero que tampoco lo hago ascos a otras presentaciones que conste. Ese punto húmedo que los frutos secos aportan a las masas de los bizcochos es para mí adictivo, nunca tengo suficiente con una porción, siempre vuelvo a por una segunda, así que las corto finas para que la suma de ambas no resulte excesiva, que de calorías ya van bien cargados esta clase de bizcochos y precisamente falta no me hacen. Pero un día es un día...

Este es un bizcocho poco dulce y ligeramente húmedo, con el suave aroma de los pistachos y la frescura del limón. El contraste con el glaseado dulce y ácido a la vez es delicioso. No tenéis que agradecerme a mí esta delicia, la receta no es mía, la adapté de una que vi en internet y contrariamente a mi costumbre, no anoté el sitio, así que pido disculpas a su autor/a por el lapsus.

No os limitéis a imaginar su sabor. Hacedlo y disfrutad.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para el bizcocho:

170 gr. de harina de trigo

75 gr. de pistachos tostados sin sal (pesados sin cáscara), picados

150 gr. de azúcar blanquilla

1 tsp de impulsor químico

1/2 tsp de bicarbonato de sodio

1/4 tsp de sal rosa del Himalaya

3 huevos tamaño L a temperatura ambiente

100 ml. de aceite de girasol

200 ml. de nata con un 18% de materia grasa

15 gr. de azúcar vainillada

10 gr. de ralladura de limón

*Para el glaseado:

75 gr. de azúcar glas

15 ml. de zumo de limón, recién exprimido y filtrado

pistachos tostados sin sal ni cáscara y picados, para decorar

*Y además:

un molde de 21 cm. de largo por 11 cm. de ancho (medidas base) y 7 cm. de alto o 1,650 ml. de capacidad

margarina y harina o papel sulfurizado, para el molde

ELABORACIÓN:

Enmantequillar y enharinar el molde o bien forrar con papel sulfurizado. Dejar a un lado.

Precalentar el horno a 200º C, con calor arriba y abajo.

*Del bizcocho:

Mezclar los dos azúcares y la ralladura de limón. Frotar con los dedos para que los azúcares se impregnen de los aceites de la ralladura y reservar.

Tamizar juntos la harina, la sal, el impulsor y el bicarbonato. Añadir la mezcla de azúcar y ralladura, así como los pistachos picados y mezclar. Reservar.

Batir los huevos con un tenedor, añadir el aceite y la nata e integrar. Verter sobre la mezcla de ingredientes secos y mezclar justo hasta que éstos se vean completamente impregnados de los ingredientes húmedos, cuidando de no batir en exceso.

Volcar la mezcla en el molde preparado. Dar unos golpecitos sobre la encimera para eliminar las posibles burbujas de aire, nivelar la superficie e introducir en el horno, colocando la rejilla en la segunda posición (contada desde abajo).

Hornear a 180º C con calor sólo por abajo durante 40 minutos. Comprobar el punto de cocción pinchando el bizcocho con una brocheta, estará listo cuando salga seca.

Sacar el molde a una rejilla y desmoldar a los diez minutos. Dejar enfriar completamente sobre la rejilla antes de bañar con el glaseado.

*Del glaseado:

Mezclar en una taza el azúcar glas y el zumo de limón hasta que el glaseado quede liso. Rociar inmediatamente sobre el bizcocho y espolvorear enseguida con pistachos picados.

Dejar que el glaseado se seque y servir.

A comer.

lunes, 5 de agosto de 2024

Tosta de pollo y albaricoque con salsa de yogur y limón

Cinco de agosto... No sé si habrá alguien por ahí asomándose a mi cocina, creo que no, porque me parece sentir mucho eco... Si estáis a remojo en la playa, la piscina o el embalse o haciendo el cabra por el monte o disfrutado de nuestro rico patrimonio cultural o del de más allá de nuestras fronteras o simplemente estáis disfrutando de vuestro descanso vacacional tranquilamente en casa, me alegro mucho y si no es el caso, disfrutad igualmente del tiempo libre que os dejen vuestras obligaciones.

Confieso que pensaba hacer novillos esta semana pero ayer preparé esta tosta que quedó tan buena, que no he podido por menos que venir a enseñárosla. La receta no es mía sino de Concha, del blog De Buena Mesa y la verdad, os recomiendo encarecidamente que la hagáis antes de que desaparezcan del mercado los últimos albaricoques, que si la dejáis para el año que viene ya sabemos lo que pasa, que queda en el olvido junto con todas esas recetas que nos gustaría hacer si tuviéramos tantas vidas como los gatos...

He hecho alguna pequeñísima variación, como cambiar los brotes de lechuga por una mezcla de canónigos y rúcula y hacer la salsa a mi modo, básicamente porque no me gusta el yogur de limón, me sabe a medicina y porque me dio pereza tostar las semillas de sésamo. En su lugar, he utilizado 60 gr. de yogur griego sin azúcar, 5 ml. de aceite de sésamo tostado, 5 ml. de zumo de limón recién exprimido y bastante pimienta negra recién molida, suficiente salsa para dos tostas como la que os enseño. Está mal que yo lo diga, pero la salsa está brutal. Tal vez la vuelva a hacer y la publique, porque en verdad lo merece.

Finalicé la tosta espolvoreándole por encima ralladura de limón y unos granos de pimienta rosa machacados. También he cambiado la presentación, como podéis observar si os pasáis por el blog de Concha, lo que os conmino a que hagáis para ver cómo se hace esta delicia, no sólo porque la receta es suya, sino también porque explica muy bien cómo se hace y porque me da mucha flojera escribirla yo, que es que os lo tengo que contar todo...

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

lunes, 29 de julio de 2024

Crema fría de pepino y manzana

Si la vida te da limones, haz limonada”. Y si te da fresas, calabacines, pimientos, pepinos y otros productos de huerta, vuélvete tarumba ideando recetas en las que utilizar el exceso porque aquí no se tira nada. De esta necesidad a veces salen elaboraciones maravillosas, como la mermelada que tenia pensado publicar hoy pero que ha sido desplazada por esta crema que no puse en el blog el día que la hice por no salirme de mi rutina de publicar los lunes y que está... de vicio total, si os gusta el pepino, claro, aunque al llevar la manzana y sobre todo, mucho limón, el sabor de aquél no es muy pronunciado.

Es una crema para tomar con cuchara que queda con una textura muy ligera. Se puede degustar sola, pero el queso fresco batido, sólo ligeramente mezclado, le aporta una cremosidad muy agradable y el sésamo algo de crujiente.

Otra opción es añadirle agua hasta que quede con textura bebible, prescindiendo en este caso del queso y del sésamo y también está riquísima, os lo garantizo, porque es lo que hice con la última ración para que me cundiera más.

Con cuchara o bebida, es tremendamente refrescante, lo que es de agradecer ahora que ya el verano ha irrumpido apoteósicamente con temperaturas diurnas de 36/38 grados y nocturnas (que es lo peor) de 18/20 y que como es costumbre por aquí, lo ha hecho de golpe, pillando al personal con el pie cambiado y el cuerpo desacostumbrado. Menos mal que durará pocas semanas, pues de mediados de agosto en adelante las temperaturas ya se suavizan mucho. Eso si tenemos un verano “normal”, se entiende, porque este año no lo está siendo mucho. Luego nos quejaremos de lo poco que ha durado el buen tiempo...

Entramos en la recta final del curso bloguero y ya sois muchas las cocinas que habéis cerrado o lo haréis estos días. La mía la mantendré abierta, tal vez publique menos, no sé, ya veremos. En cualquier caso, feliz verano.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

Para 800 ml., aproximadamente

500 gr. de pepino (*)

300 gr. de manzana granny smith, pelada y sin semillas

45 gr. de zumo de limón recién exprimido

1/4 tsp de sal rosa

queso fresco batido 0% materia grasa (tipo quark) y semillas de sésamo, para servir

ELABORACIÓN:

(*) Después de lavar el pepino, pelarlo del todo si no gusta la piel. En caso contrario, dejar la mitad, aproximadamente, pues se dice que ésta ayuda a que sea más digestivo. Abrirlo a lo largo y eliminar las semillas sólo si son grandes y duras. Trocear groseramente y pesar hasta obtener los 500 gr. que precisa la receta.

Introducir en un procesador de alimentos potente la manzana, 35 gr. de zumo de limón, la sal y todo o parte del pepino, según la capacidad del procesador. Yo he utilizado el Monsieur Cuisine Plus (MC+) y sólo añadí una cuarta parte del pepino.

Triturar a máxima potencia (con el MC+, función turbo sin tiempo ni temperatura) hasta conseguir una mezcla fina y homogénea. Añadir el resto del pepino si no se puso todo desde el principio y volver a triturar.

Rectificar de sal (no he añadido más) y de limón (yo he puesto todo el que se indica en la lista de ingredientes). Debe quedar ligeramente ácida.

Servir muy fría con un poco de queso fresco batido y semillas de sésamo.

A comer.

lunes, 18 de septiembre de 2023

Bizcocho de arroz y almendras

Esta no es la receta que tenía pensado publicar hoy, mi intención era colgar una receta salada, pero a veces las circunstancias “obligan”... Os cuento. Sigo desde hace un tiempo esta página (que por cierto, han modificado no hace mucho y se queda un poquito colgada cargando entradas). Publican receta casi todos los días, así que entre tantas siempre se encuentra algo rico que cocinar, como el bizcocho que hoy os muestro y cuya receta original podéis consultar aquí. Me gustó desde que se publicó hace ya cuatro meses y quería haberla hecho antes pero entre unas cosas y otras, lo fui retrasando.

El caso es que ayer domingo (ésta no es una entrada programada, la estoy redactando a las 19'45 del 18/09/23, lo que significa que después de cenar me tocará terminar de pulirla, editar las fotos que aún no tengo descargadas y colgarla en el blog, todo aprisa y corriendo si quiero que salga publicada hoy) estaba buscando una receta en los archivos del blog y vi que mi último bizcocho publicado fue hace un año y me dije que tenía que ponerle remedio de inmediato, a ver si así de paso me sacudo de encima la pereza reposteril de la que os hablaba no me acuerdo cuándo, porque en el año que ha mediado entre mi anterior bizcocho publicado y éste, sólo he hecho un humilde bizcocho de yogur. ¡Con razón se me queja el costillo de que últimamente no hago nada bolloso! Un apunte, la palabra bolloso tiene el mismo “origen etimológico” que la palabra dulzanga, sólo que mientras ésta hace referencia a dulces en general, la otra lo hace a bizcochos y bollería en particular. Pues eso, que aprovechando que hoy no trabajaba, esta mañana me metí en faena y lo hice.

La receta original utiliza ralladura de limón y esencia de vainilla. Limón no tenía y vainilla no me apetecía, además tenía unas esencias aburridas en la despensa, así que hice el cambio y creo que no me he equivocado. Las esencias que he utilizado son de la marca propia de Lidl y son muy concentradas. Dan muchísimo sabor y lo más importante, natural. El resultado ha sido un bizcocho con un intenso sabor a almendra amarga, suave aroma a ron y mantequilla, dulce, con la típica humedad y jugosidad de las almendras y muy tierno y aunque a primera vista pueda parecer denso, no lo es. Queda bajito, no sé qué molde utilizaron en la receta o tal vez sea una cuestión de perspectiva, pero el suyo parece más alto. Da igual, está buenísimo. a pesar de que debido a la cantidad de grasas que lleva pensé por un momento que su rico olor me había engañado (olía tan bien que me dieron ganas de publicarlo nada más sacarlo del horno), pero afortunadamente estaba confundida, ya que es más graso en los dedos que en el paladar. De la cadera ni hablamos...

Os animo a que lo hagáis, bien siguiendo mi receta en la que realicé un par de modificaciones sin importancia o bien la original, como queráis.

No puedo deciros cuánto se conserva tierno, como os digo lo he hecho hoy y a la hora de comer aún estaba en el horno, pero está taaaannnn rico, que no le va a dar tiempo a ponerse seco...

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

Actualización: justito nada más publicar la entrada, veo que publiqué un bizcocho en junio pasado. Lo de este desastre de cabeza me lo voy a tener que hacer mirar...

INGREDIENTES:

Todos los ingredientes a temperatura ambiente

125 gr. de harina de arroz

100 gr. de almendra molida

1 tsp de impulsor químico

una pizca de sal

175 gr. de mantequilla

175 gr. de azúcar moreno

4 huevos tamaño L

2 ml. de esencia de almendra amarga Belbake

2 ml. de esencia de ron Belbake

30 ml de nata con un 18% de materia grasa

mantequilla para el molde

* Y además:

un molde rectangular de 21 cm. de largo, 11 cm. de ancho (medidas de la base) y 7 cm. de alto o 1'650 litros de capacidad

papel sulfurizado

una varillas eléctricas

una picadora eléctrica o procesador de alimentos (opcional)

ELABORACIÓN:

En una picadora eléctrica o procesador de alimentos, moler el azúcar moreno hasta que quede lo más fino posible. Eso facilitará su posterior batido con la mantequilla. Este paso es opcional. Reservar.

Untar con mantequilla el molde elegido, forrar por dentro con papel sulfurizado y embadurnar éste con más mantequilla, procurando que quede una capa fina. Dejar a un lado.

Tamizar juntas la harina de arroz, la almendra molida, la sal y el impulsor químico. Si quedaran trocitos de almendra en el tamiz, incorporar a la mezcla. Reservar.

Precalentar el horno a 200º C, con calor arriba y abajo.

Disponer la mantequilla en un cuenco, preferiblemente alto y estrecho y batir con las varillas durante 20 segundos. Agregar el azúcar y batir de 7 a 9 minutos, empezando en la velocidad más baja hasta que el azúcar se incorpore y continuando con la más alta, raspando ocasionalmente con una espátula o similar las paredes y el fondo del cuenco. La mezcla estará lista cuando su color se vuelva algo pálido, aumente de volumen y tenga un aspecto sedoso.

Cascar un huevo en una taza, batir ligeramente con un tenedor y agregar al cuenco de la mezcla de mantequilla y azúcar. Batir a velocidad media hasta integrar. Proceder igual con el resto de los huevos, siempre de uno en uno y no añadiendo el siguiente hasta que el anterior no esté perfectamente integrado. Antes de incorporar el tercer huevo, raspar el fondo y las paredes del cuenco.

Añadir la nata y las dos esencias y batir con las varillas hasta integrar.

Incorporar con una espátula o similar y en tres veces la mezcla de ingredientes secos. Resultará un mezcla densa pero fluida.

Verter la mezcla en el molde. Alisar la superficie e introducir en el horno, colocando la rejilla a media altura. Hornear a 180º C con calor sólo abajo y durante 42 minutos. Comprobar el punto de cocción pinchando el centro del bizcocho con una brocheta; estará listo cuando ésta salga seca.

Sacar el bizcocho del horno y dejar enfriar encima de una rejilla durante 10 minutos.

Desmoldar, eliminar el papel y dejar enfriar completamente el bizcocho encima de una rejilla.

A comer.

lunes, 11 de septiembre de 2023

Carrilleras ibéricas al roquefort, en olla WMF

Hay veces que tengo fotos en borradores y ninguna tontería que contaros. Otras, por el contrario, se me ocurren temas para las entradas, pero no tengo fotografiada ninguna receta. En estos casos, me he planteado alguna vez dejar hilvanada alguna entrada y completarla luego con una receta, es más, lo he hecho en un par de ocasiones pero no sé, luego cuando he recuperado los archivos para redactar la entrada de turno, encuentro que han perdido frescura y que además no le van a la receta. Y es que aunque nada tengan que ver con ésta, el caso es que es la receta la que me inspira casi siempre lo que luego acabo escribiendo... Quien me entienda, que me compre.

La cuestión es que hoy me encuentro en el primer caso, receta rica-rica e inspiración cero. Así que no me voy a andar con más preámbulos y os voy a dejar la receta sin más. A mayor abundamiento, la blogosfera anda un poco perezosa, por lo que no os voy a torturar con mis tonterías.

Las carrilleras que os traigo hoy son firmes candidatas a formar parte del menú navideño, eso si logro vencer la reticencia de mi madre al queso en general y a los azules en particular. Y es que quedaron deliciosas, con un sabor festivo, por decirlo de alguna manera, diferente y sabroso. La cantidad de queso que he usado es muy pequeña, pero es que el roquefort en un queso de sabor tremendamente potente y es preferible quedarse corto que poner demasiado, pues eso arruinaría el plato. No creáis que por eso no se nota su sabor, al contrario, pero en mi opinión es muy equilibrado, se percibe perfectamente pero no anula el de la carne, sino que lo envuelve en un abrazo que enamora al paladar. Uf, creo que me he pasado con la figura poética, jajaja...

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

8 carrilleras de cerdo ibérico

125 gr. de cebolla

45 gr. de mantequilla

15 ml. de AOVE

1 pastilla de caldo concentrado de verduras

50 ml. de vino blanco verdejo D.O. Rueda

230 ml. de agua

20 gr. de queso roquefort u otro queso azul de sabor fuerte

12 gr. de almidón de maíz

sal

ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos de cocción que se indican lo son para una placa vitrocerámica de inducción. En el caso de utilizar otra fuente de calor (eléctrico, gas, halógeno), los tiempos variarán, debiendo ser adaptados. Lo mismo ocurre en caso de utilizar otra olla a presión o una cazuela convencional.

Limpiar las carrilleras de grasas e impurezas. Reservar.

Cortar la cebolla en plumas finas. Reservar.

Poner 25 gr. de mantequilla y 10 ml. de aceite de oliva virgen extra en la olla rápida WMF. Calentar a fuego medio y cuando alcance temperatura, introducir la cebolla y una pizca de sal. Cocinar hasta que se ponga blanda pero sin que tome color. Sacar a un plato, escurriéndola y reservar.

Añadir a la olla 20 gr. de mantequilla y 5 ml. de aceite de oliva virgen extra y rehogar a fuego medio cuatro carrilleras, justo hasta que cambien de color por todos los lados pero sin dorarlas. Sacar a un plato cuando estén rehogadas y proceder del mismo modo con las otras cuatro. Reservar todas las carrilleras juntas.

Añadir el vino verdejo a la olla y evaporar el alcohol 30 segundos. Agregar 200 ml. de agua y la pastilla de caldo desmenuzada. Hervir hasta que la pastilla se disuelva y añadir las carrilleras con sus jugos, colocándolas en círculo y ligeramente acaballadas. Repartir por encima la cebolla, levantar el hervor, colocar la tapadera de la olla y cocer 10 minutos contados desde que la válvula suba completamente.

Transcurrido el tiempo, apartar la olla del fuego y despresurizar lentamente y con mucho cuidado. Una vez haya liberado toda la presión, abrirla, dar la vuelta a las carrilleras, devolver al fuego, levantar nuevamente el hervor, tapar y cocer 8 minutos contados desde que la válvula suba por completo.

Apartar la olla del fuego y dejar que pierda toda la presión antes de abrirla. Sacar la carne a un plato y triturar la salsa con la batidora de brazo. Poner la olla al fuego y reducir 3 minutos a fuego medio-alto. Añadir el queso roquefort desmenuzado y volver a triturar. Agregar el almidón de maíz disuelto en los 30 ml. de agua restante y remover. Reintegrar las carrilleras a la olla y hervir a fuego suave 5 minutos o hasta que la salsa espese ligeramente.

Rectificar de sal, si procede (no le he puesto) y dejar que repose hasta el día siguiente.

Calentar a fuego suave y servir.

A comer.

lunes, 7 de agosto de 2023

Vasitos de queso, fresas y melocotón

Agosto=estampida general. Tiendas y bares cerrados, bancos y oficinas a medio gas, cuatro gatos en la blogosfera... Cada vez me gusta menos. Si me voy de vacaciones, calor y gente por todos lados. Si me quedo trabajando, calor, poco trabajo, pocos compañeros, mañanas tediosas y eternas y para colmo, sin café matutino porque mi bar habitual está cerrado y no puedo quitarme el mal humor de haber estado diez minutos dando vueltas hasta encontrar aparcamiento con un buen expreso y un saludo amable. Y es que soy muy especialita para el café, si encuentro una “rara avis” donde lo pongan bueno, no cambio de sitio y si además el trato también es bueno, ya me tienen de cliente fija. Pero como todos tenemos derecho a vacaciones, han echado el cierre hasta mediados de mes y eso que en agosto Zamora se llena de gente, entre los emigrados que retornan a su tierra para pasar unos días y los turistas, hay un bullicio y una animación en la ciudad fuera de lo habitual, excepción hecha de las otras dos grandes citas vacacionales, léanse navidades y sobre todo y por excelencia, semana santa, que como ya he comentado en más ocasiones, no cabe un alfiler. El caso es que la ciudad está llena de gente y eso se nota mucho también a la hora de aparcar, que aunque seamos pequeños padecemos del mismo problema que el resto de ciudades, la falta de aparcamiento, pero ese tema lo dejo para otro día, que no me “pega” discutirlo en agosto, mes que si pudiera me lo pasaría metida en casita, con calor (también), pero con la libertad de andar todo el día en chanclas, con unos pantalones viejos cortados, una camiseta cualquiera y el pelo recogido en un moño para aliviar el calor de la nuca y por supuesto, el ventilador casi a todas horas. Con pintas, sí, pero cómoda y a mi aire, que es como sobrellevo mejor el calor estival.

Y para sobrellevar los calores, nada mejor que platos frescos y postres ligeros, como el que hoy os traigo, suave, refrescante, poco dulce y de complicación menos que cero. Que se tarda más en redactarlo que en hacerlo. Sólo son dos raciones y es que surgió por la necesidad de utilizar un pequeño resto de melocotón en almíbar que me sobró de la receta anterior, así que es mi aportación del mes de agosto al proyecto 1+/-100, desperdicio 0

que Marisa, desde su blog Thermofan, promueve para evitar el desperdicio de alimentos y fomentar el reciclaje en general.

Es muy poco dulce, pues el dulzor del postre se confía al de la fruta y al del almíbar con el que se endulza el queso. No he querido que éste quedara dulzón para que no le restara protagonismo a la fruta y he aprovechado el almíbar de la conserva de melocotón, que muchas veces no se utiliza en los postres que llevan melocotón en almíbar, aunque yo sí lo uso siempre que puedo.

No machaquéis las galletas hasta reducirlas a polvo, dejad trocitos de distintos tamaños, ésto aportará textura y un ligero toque crujiente.

Espero que mi propuesta os guste y os animéis a prepararla, no os llevará mucho tiempo y os gustará. Sólo tened en cuenta que debe reposar y enfriarse media hora en el frigorífico, no más sobre todo si las fresas están muy maduras como estaban las mías, porque si lo dejáis más tiempo empezarán a soltar a soltar jugo, como me pasó a mí y aunque al postre no le afecta, sí un poco a la apariencia y es que, aunque sea para los de casa, las comidas bien presentadas, tanto dulces como saladas, gustan más a todo el mundo.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

25 gr. de galletas (he utilizado “Relieve”, de Hacendado)

80 gr. de fresas frescas maduras, sin pedúnculos

40 gr. de melocotón en almíbar (en conserva), escurrido

25 ml. de almíbar, del de conservación del melocotón

100 gr. de queso fresco bajo en grasa, tipo Philadelphia, a temperatura ambiente

unas hojitas de hierbabuena, para decorar

* Y además:

2 vasitos de 135 ml. de capacidad, aproximadamente

manga pastelera (optativa)

ELABORACIÓN:

Lavar y secar las fresas con papel absorbente de cocina. Cortar en dados pequeños.

Escurrir el melocotón y picar en trozos de tamaño similar al de las fresas.

Mezclar en un bol el queso y el almíbar hasta que éste se integre y el queso quede sedoso. Introducir la mezcla en una manga pastelera, si se usa.

Machacar groseramente las galletas en el mortero, de tal forma que resulte una mezcla de migas y trocitos más grandes del tamaño de una lenteja, más o menos.

Repartir las migas de galletas en los vasitos. Nivelar sin apretar y poner una capa de queso en cada vaso, aproximadamente la cuarta parte de la mezcla, utilizando para ello una manga pastelera o dos cucharillas y con cuidado de no remover las migas. Repartir a continuación las fresas, poner otra capa de queso en cada vaso hasta acabarlo y terminar distribuyendo el melocotón entre los dos vasos.

Refrigerar 30 minutos antes de consumir para que el queso coja cuerpo. Decorar con hojitas de hierbabuena y servir.

A comer.

lunes, 24 de julio de 2023

Melocotones rellenos de atún, tomate y pepinillos

Sin darme cuenta ya llevamos un mes de verano, lo que significa, por aquí, la mitad del verano, una estación que este año está siendo más benévola que el año pasado, que fue horrorosa y salvo algunos días en los que sí, ha hecho un calor diurno de tres pares y un calor nocturno fuera de lo normal, está siendo como tiene que ser, ni más ni menos, porque por mucho que diga el hombre del tiempo, aquí no estamos teniendo olas de calor, afortunadamente. Eso no significa que no esté haciendo calor, ya quisiera yo, ni que me apetezca mucho liarme en la cocina. De hecho me estoy limitando a comidas muy sencillas, mucha plancha, mucho horno y muchos platos fríos, recetas casi todas ya publicadas, pues tampoco tengo ganas de experimentos y ni de romperme la cabeza, lo que en la práctica supone que no tengo mucho material para el blog, así que, aunque no tengo idea de cerrar este año, sí publicaré algo menos (el lunes pasado ya hice “pellas”) pero seguiré por aquí, colgando alguna receta y visitando las pocas cocinas que resistáis como jabatas la calorina estival.

Los melocotones rellenos se pusieron de moda hace algunos años. Casi no había sitio de cocina que se preciase que no tuviera su propia versión. Se siguen publicando recetas pero ya no es el furor de antaño, las modas pasan y ésta también. La verdad que es una preparación muy resultona, sobre todo si gusta el contraste dulce/salado, además de tremendamente sencilla y versionable. Y si tenéis peques pululando por la casa a los que ya no sabéis cómo entretener, me parece una receta perfecta para hacer con ellos, salvo la parte en la que hay que usar cuchillo, que esa mejor dejársela a un adulto, pero el resto, que es desmenuzar, mezclar y rellenar, lo pueden hacer perfectamente, aunque no les guste eso de tener que esperar hasta el día siguiente para comer lo que han ayudado a cocinar, pues aunque para un adulto ese lapso de tiempo es un suspiro, para un niño es una eternidad. Ya se sabe, la relatividad de la percepción del tiempo.

Es importante dejar que la farsa repose para que se asienten y mezclen los sabores. Este tipo de rellenos me gusta hacerlos de un día para otro, pero si no se dispone de tanto tiempo, al menos dejadla reposar cuatro horas. Y no rellenéis los melocotones hasta poco antes de servir, pues por mucho que los escurráis y los sequéis, siempre soltarán almíbar.

La cantidad de melocotones que indico es aproximada, pues dependerá del tamaño de los mismos y de la cantidad de relleno que se le ponga. Yo he usado unos pequeños que eran poco más grandes que dos bocados porque los puse como entrante y tampoco los rellené mucho. Tenedlo en cuenta.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

18 mitades de melocotones en almíbar (pequeños)

100 gr. de atún en aceite, peso escurrido

50 gr. de atún en escabeche, peso escurrido

50 gr. de tomates cherry, peso sin pepitas

50 gr. de pepinillos en vinagre, escurridos

120 gr. de queso de untar bajo en grasa (tipo Philadelphia), a temperatura ambiente

30 gr. de mayonesa

ELABORACIÓN:

Desmenuzar con un tenedor las dos clases de atún.

Picar los pepinillos y los tomates cherry en trozos menuditos de tamaño similar y añadir al pescado.

Mezclar el queso y la mayonesa hasta homogeneizar y añadir a lo anterior. Mezclar el conjunto, tapar y reservar en el frigorífico hasta el día siguiente para integrar sabores.

Escurrir los melocotones del almíbar de conservación. Secar ligeramente con papel absorbente de cocina y rellenar al gusto con la farsa de atún.

Servir frescos.

A comer.

lunes, 3 de julio de 2023

Pudding de espárragos verdes y emmental, con salsa de yogur

Actualmente hay espárragos verdes todo el año pero en las huertas su temporada ya ha finalizado y si aún nace alguno, es muy finito y apenas aprovechable, salvo para preparaciones como la que hoy os traigo, estos ricos puddings individuales de espárragos verdes y queso emmental, hechos con los últimos espárragos que produjo mi huerta, que este año fueron muchos y que me daba pena tirar, pues siempre se puede cocinar algo con ellos. Llevaba semanas con la idea en la cabeza pero pasaban los días y otras recetas se ponían por delante, de tal forma que a punto estuvo de no ver la luz. Pero la buena temporada de espárragos propició que, aunque fue precisamente la última receta que hice con ellos, aún me dio tiempo a prepararla dos veces, tanto nos gustó la primera vez y tantos espárragos siguió dando la tierra, muy delgados, pero válidos para estos puddings y para algún revuelto que también cayó.

Es una receta muy sencilla, llena del sabor fresco y verde de los espárragos y del ligeramente dulzón del queso emmental, perfecta para preparar con antelación pues como más ricos están es frescos, que no fríos. Aunque los puddings están más ricos el mismo día que se cocinan, aguantan bastante bien 24 horas, por lo que se pueden preparar de un día para otro. Yo los he servido con una salsa de yogur, mayonesa y perejil fresco, pero también están ricos con una mayonesa simple o sin nada de salsa.

Para que la receta sea un éxito, hay dos cosas muy importantes a tener en cuenta. La primera, es primordial eliminar la mayor cantidad de agua de los espárragos una vez cocidos, pues de lo contrario aguarán el pudding, ya que seguirán soltando agua una vez horneado. Y la segunda, evitar cocerlos en exceso, siendo preferible un interior ligeramente húmedo que dará como resultado un pudding jugoso, que un interior seco, ya que con éste sólo conseguiremos un ladrillo que ni toda la salsa del mundo logrará mejorar.

Como he aprovechado los espárragos, es mi propuesta de este mes para el proyecto 1+/-100, desperdicio 0

que Marisa, desde su blog Thermofan, promueve para evitar el desperdicio de alimentos y fomentar el reciclaje en general.

Animaos a prepararlos, aprovechando que siempre hay espárragos verdes en el mercado. Los que compréis no serán tan finos como los que usé yo, por lo que tendréis que cocerlos más tiempo y también escurrirlos algún tiempo más, pero no dejéis de hacer estos puddings, están muy ricos y con el calor son muy agradecidos de comer, por no hablar de lo cómodo que es llegar de la playa o piscina y tener la cena preparada. Por cierto, llenan.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

150 gr. de espárragos verdes muy finos (peso en limpio)

4 huevos tamaño L a temperatura ambiente

40 ml. de leche desnatada a temperatura ambiente

1/4 tsp de tomillo seco

1 tbs de cebollino fresco picado

75 gr. de queso emmental rallado

20 gr. de pan rallado

sal

*Para la salsa

75 gr. de yogur natural desnatado, sin azúcar

25 gr. de mayonesa

perejil fresco picado (sólo las hojas)

*Y además:

2 moldes rectangulares de 12'5 cm de largo, 5'5 cm. de ancho y 5 cm. de alto o 340 ml. de capacidad

margarina y pan rallado para los moldes

ELABORACIÓN:

Poner en el fuego una cazuela con agua salada y llevar a ebullición. Cuando hierva, introducir los espárragos y cocer hasta que estén tiernos pero firmes. Los míos eran muy finos y estuvieron listos en siete minutos, contados desde que el agua recuperó el hervor.

Sacar los espárragos a un recipiente con agua muy fría para cortar el hervor y dejar enfriar completamente. Sacar del agua y extender en una bandeja provista con varias capas de papel absorbente de cocina. Cubrir con más papel y dejar escurrir al menos cuatro horas. Es muy importante eliminar la mayor cantidad de agua de los espárragos para conseguir una buena textura final del pudding.

Precalentar el horno a 200º C (392º F).

Embadurnar con margarina los moldes, espolvorear con pan rallado, sacudiendo el exceso y dejar a un lado.

Cortar los espárragos en trozos de 3 cm. Reservar.

Batir los huevos junto con el tomillo, la leche y una pizca de sal. Incorporar el cebollino y el queso emmental y mezclar. Añadir el pan rallado y los espárragos y mezclar delicadamente.

Distribuir la mezcla entre los dos moldes e introducir en el horno, colocando la rejilla a media altura. Hornear a 200º C (392º F) durante 23 minutos. Comprobar el punto de cocción pinchando el centro de uno de los puddings con una brocheta: debe salir un poquito húmeda, incluso con algún trocito de masa. Hay que tener en cuenta que el calor residual seguirá cuajando el pudding y si la brocheta sale seca, al enfriarse puede que el pudding quede un poco mazacote.

Dejar enfriar completamente sobre una rejilla antes de desmoldar. Una vez desmodados, tapar con papel film y llevar al frigorífico 30 minutos antes de degustar.

Preparar la salsa mezclando el yogur, la mayonesa y el perejil. Conservar en frío hasta el momento de consumir.

Servir los puddings ligeramente frescos y con la salsa aparte.

A comer.

lunes, 26 de junio de 2023

Hojaldre de champiñones, cebolla y queso azul

Ya han empezado las vacaciones escolares y de aquí a nada lo harán las de los adultos. Las de casi todos los adultos, porque este año a algun@s nos toca trabajar todo el verano. Y no me quejo, que al fin y al cabo ya me fui de vacaciones a primeros de junio y teniendo en cuenta que en casa no tengo aire acondicionado, donde mejor paso el verano es en la oficina y aunque el calor de las tardes no me lo quita nadie, al menos en las mañanas estoy fresquita. A ver, con el corazón en la mano, que preferiría estar de vacaciones aunque pasara calor pero como mi trabajo no cierra, alguien tiene que currar. Si podemos haremos alguna escapada de fin de semana y si no, habrá que esperar a finales de septiembre, cuando ya estén de vuelta todos los compañeros y pueda disfrutar yo el resto de las que me quedan, probablemente en casa, porque como os dije, este año ya nos hemos ido de viaje.

Así que, contadme, dónde tenéis planeado ir de vacaciones o “de veraneo” como dirían mis abuelas. Si es en terreno patrio, a lo mejor me dais alguna idea para mis próximas vacaciones, pues nos lo tenemos casi todo pateado y no se nos ocurre dónde ir. Y si es al extranjero me pondréis los dientes largos porque apenas hemos ido más allá de nuestras fronteras un par de veces y la verdad que ganas sí tenemos, pero el trabajo de mi pareja lo hace un poco complicado. Aún así, contadme, me servirá para distraerme mientras me aso en mi cocina, pues mi horno no descansa en todo el año, ni siquiera en verano, diría más, creo que en verano es cuando más lo uso, ya que la mayoría de las cosas que se hornean no requieren mucho trabajo previo ni estar muy pendiente del horno, de tal manera que una vez se introduce en él el alimento en cuestión, podemos irnos a otra parte de la casa más fresca y dejar que el horno haga todo el trabajo. ¿O no?.

Y como muestra de ello, este hojaldre de champiñones, cebolla y queso azul. Es muy fácil de hacer, apenas lleva elaboración previa más allá de un breve salteado de los champiñones para eliminar parte de su agua y así evitar que humedezcan en exceso la masa. La cebolla va cruda, con lo que aún se mantiene ligeramente crujiente una vez horneado el hojaldre, aportando así textura. La nata aporta humedad y suavidad y el curry aromatiza de forma tal sutil y se integra tan bien con el resto de sabores que apenas se nota su presencia, pero sí se notaría su ausencia. Que no os parezca poco queso azul; podéis aumentar su cantidad pero no os lo aconsejo, se trata de que aporte su sabor en algunos de los bocados, no de que se apodere de todo el hojaldre. No prescindáis del tomillo, le va genial a los champiñones y si podéis, utilizadlo fresco, su sabor en poco se parece al seco, pero ni no tenéis, éste también puede funcionar.

Es un hojaldre muy ligero y muy rico. Os quedaréis con ganas de repetir. Seguro.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 lámina de hojaldre refrigerado, de 30x32 cm., aproximadamente

250 gr. de champiñones frescos

85 gr. de cebolla morada

25 gr. de queso azul

50 ml. de nata con un 5% de materia grasa

1/4 tsp (un poco escasa) de curry en polvo

1/8 tsp de pimienta negra molida

1/4 tsp de hojas de tomillo, frescas

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos, temperaturas, fuentes de calor y posición de la bandeja en el horno que se indican, son los que funcionan en mi horno. Como no hay dos hornos iguales (ni siquiera siendo de la misma marca y modelo), cada cual deberá adaptar la forma de cocción a su horno, aunque probablemente las correcciones habrán de ser mínimas.

Sacar el hojaldre del frigorífico con diez minutos de antelación para que se atempere y sea más fácil de manejar. Una vez atemperado, sacar de su envase, desenrollar o desdoblar y poner en la bandeja del horno provista de una hoja de papel de hornear o bien utilizar el papel de soporte que suele traer el hojaldre. Pinchar toda la masa con un tenedor, hasta 1'5 cm. de los bordes. Tapar con paño limpio y llevar al frigorífico.

Precalentar el horno a 220º C (428º F) con calor arriba y abajo.

Cortar la cebolla en plumas finas y reservar tapada.

Picar el queso azul en trocitos pequeños. Dejar a un lado.

Limpiar los champiñones con papel de cocina para eliminar los restos de tierra. Una vez limpios, cortar en láminas de 4-5 milímetros.

Poner una pizca de aceite de oliva virgen extra en una sartén amplia, calentar y agregar los champiñones. Sin dejar de remover, dorarlos a fuego muy fuerte durante dos minutos, añadir la pimienta negra y las hojas de tomillo y dorar otro minuto. Apartar del fuego, salar ligeramente y enfriar.

Mezclar en una taza la nata y el curry.

Sacar el hojaldre del frigorífico. Pincelar con la mezcla de nata y curry sin llegar a los bordes, distribuir por encima la cebolla de forma homogénea, esparcir los champiñones enfriados y repartir el queso azul.

Introducir la bandeja en el horno colocándola en la segunda posición empezando por abajo. Hornear a 220º C (428º F) con calor arriba y abajo durante 18 minutos.

Sacar el horno y servir templado.

A comer.

lunes, 19 de junio de 2023

Bizcocho con chocolate blanco y arándanos rojos

Por fin he desempolvado los moldes de repostería o mi pereza para hacer dulces, no sé si ésto es más correcto que lo primero, porque mis moldes están casi todos metiditos en bolsas de plástico y polvo no tienen, pero mi pereza sí lo tiene, aunque sea metafórico y es que llevo mucho tiempo pensando en hacer alguna dulzanga pero no paso del pensamiento a la acción, ya os he comentado (creo) que no estoy nada motivada y como cocinar galgadas es algo, llamémoslo, supérfluo, ni abro el armario de los utensilios de repostería, si tengo ganas de algo dulce lo compro y asunto arreglado. Cocinar para el día a día lo sigo haciendo, porque así como no le hago remilgos a los dulces industriales, sí a muchas de las comidas preparadas y aunque guisar-guisar, lo que se dice guisar, guiso poco (¡vivan la plancha y el horno!), en casa se sigue comiendo lo que sale de mis manitas, nada del otro mundo, por cierto, lo que algunos días me estresa un poco porque hay que darle de comer al blog y no es plan publicar un filete a la plancha, pero al paso que voy o espabilo o hago un paréntesis blogueril por falta de material para publicar.

Como os decía, me decidí por fin a coger la escalera y bajar uno de los moldes (como podéis observar, a mano no están, señal inequívoca de lo poco o nada que los uso) y hacer un sencillo bizcocho de yogur con chocolate blanco, uno de mis bizcochos estrella en la época en que horneaba todas las semanas. Me apetecía ponerle arándanos deshidratados aunque me da mucha rabia que siempre se me vayan al fondo, de nada me sirve enharinarlos, invariablemente acaban en el fondo. Esto tiene dos problemas: que el azúcar que contienen los arándanos se carameliza haciendo que la base del bizcocho se tueste mucho y que queden todos apelotonados en la parte de abajo en vez de armoniosamente repartidos por toda la masa, razones por las que tampoco pongo muchos, porque total, pa qué. Si alguien conoce algún truco para que no se hundan (y que no sea aumentar la cantidad de harina para que una masa más densa impida su hundimiento), que me lo diga, que estoy deseando hacer un bizcocho que resulte con un corte tan bonito como esos que se ven en muchos blogs.

¿Sabe a chocolate blanco? Eso depende mucho de la marca que se use, si tiene un sabor muy suave, simplemente aportará sus matices a vainilla y su característico dulzor, sin más. Así que tenedlo en cuenta. También que resulta imprescindible utilizar papel sulfurizado si no queréis que desmoldar el bizcocho sea tarea imposible, pues irremediablemente el azúcar de los arándanos hará que se pegue al molde. Ya aviso.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

3 huevos tamaño L a temperatura ambiente

150 gr. de azúcar blanquilla

100 gr. de aceite de girasol

1 yogur natural desnatado sin azúcar

165 gr. de harina

16 gr. de impulsor químico

una pizca de sal

100 gr. de chocolate blanco

75 gr. de arándanos rojos deshidratados

*Y además

batidora de brazo o varillas eléctricas o manuales

un molde alargado de 27 cm de largo, 9 cm. de ancho y 8 cm. de largo o 1.700 ml. de capacidad (mínimo)

papel sulfurizado para el molde

ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos, temperaturas, fuentes de calor y posición de la bandeja en el horno que se indican, son los que funcionan en mi horno. Como no hay dos hornos iguales (ni siquiera siendo de la misma marca y modelo), cada cual deberá adaptar la forma de cocción a su horno, aunque probablemente las correcciones habrán de ser mínimas.

Humedecer el molde con agua y forrar el interior con papel sulfurizado dejando que sobresalga por todos los lados. Humedecer también éste, una vez colocado, para que resulte más fácil acomodarlo al molde. Reservar.

Precalentar el horno a 200º C, con calor arriba y abajo.

Hidratar los arándanos durante 10 minutos en agua templada. Escurrir, secar con papel de cocina, enharinar con una cucharada de los 165 gramos de la harina del bizcocho y sacudirlos a fin de retirar la sobrante. Reservar los arándanos y juntar la harina sobrante con la preparada para el bizcocho.

Picar groseramente el chocolate blanco y reservar.

Tamizar juntos la harina, el impulsor y la pizca de sal. Dejar de lado.

Cascar los huevos en un cuenco amplio y añadir el azúcar, el aceite y el yogur. Batir con la batidora de brazo hasta que no se noten los granos de azúcar. Añadir en dos veces la mezcla de harina tamizada, batiendo hasta que no queden grumos. Agregar el chocolate picado y la mitad de los arándanos e integrar con una espátula.

Verter la masa en el molde, distribuir por encima el resto de los arándanos y hundirlos muy ligeramente.

Bajar la temperatura del horno a 180º C y poner el calor sólo por abajo, colocar la rejilla en la segunda posición empezando por abajo e introducir el molde en el horno.

Hornear 22 minutos, subir la rejilla una posición y hornear otros 22 minutos. Comprobar el punto de cocción pinchando el centro del bizcocho con una brocheta: debe salir seca. Si no fuera así, prologar la cocción otros dos minutos y volver a comprobar antes de finalizar el horneado.

Sacar el molde del horno y colocar en una rejilla. Desmoldar el bizcocho pasados diez minutos y ponerlo nuevamente en la rejilla. Transcurridos otros 10 minutos, quitar el papel sulfurizado delicadamente y dejar que se enfríe completamente encima de la rejilla,

A comer.

lunes, 29 de mayo de 2023

Gratinado de patatas, setas y beicon

No sé si será porque cocino con poca sal que muy de tarde en tarde el cuerpo me pide algo salado, De hecho, mientras redacto esta entrada me estoy tomando un refresco y unas galletitas saladas. ¿Saladas? Bueno, eso dice la etiqueta pero en verdad que no lo parecen y lo dice una que tiende a cocinar “soso”. Tal vez sea una percepción personal equivocada pero a mí me parece que muchos alimentos industriales no saben como lo hacían cuando yo era pequeña. Vale, tendemos a idealizar los recuerdos y seguramente si ahora probara una Quesina (unas galletitas con sabor a queso que creo que ya no se fabrican), no me sabría tan rica como el recuerdo que tengo de ella, pero eso es muy distinto a que una cosa esté sosa o salada y las galletas que estoy comiendo están... sosas. Se ha demonizado tanto la sal, que los fabricantes han reducido su empleo en muchos casos hasta la mínima expresión, algo que tampoco me parece mal (no se me malinterprete). Bien es cierto que hasta hace unos años abusaban de ella, pero si un producto se vende como salado, tiene que serlo, en el consumidor está moderar su ingesta, según sus gustos y circunstancias personales.

Así que, lo dicho, que hoy me lo pide el cuerpo y yo quiero unas galletas SALADAS de verdad, que para la cantidad que como (las últimas del envase casi siempre se quedan revenidas) mucho mal no pueden hacerme, ya lo compensaré por otro lado, como en este gratinado, que a la mayoría de las personas seguramente les sabría soso con la sal que utilicé, pero que para mí fue suficiente habida cuenta que el beicon y los quesos ya llevan.

Gratinados de este tipo hay a montones en la red y no me extraña, son muy ricos, saciantes, fáciles de hacer y no excesivamente caros (¿queda algo barato hoy en día?). Aunque está más rico recién hecho, las sobras siguen estado buenas al día siguiente, por lo que es un plato apto para preparar con antelación. Y además cunde bastante.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

750 gr. de patatas, peladas

500 gr. de setas de ostra cultivadas

120 gr. de beicon ahumado, en un trozo

60 gr. de cebolla, pelada

60 gr. de puerro, de la parte blanca, pelado

50 ml. de brandy

100 gr. de queso mozzarella, rallado

100 gr. de queso gouda, rallado

pimienta negra molida

aceite de oliva suave o girasol

sal

*Y además

una fuente honda apta para horno de 23x23 cm.

ELABORACIÓN:

Cortar las patatas en rodajas de 4-5 milímetros de grosor.

Limpiar las setas con un paño húmedo para eliminar la suciedad y cortar en tiras a lo largo de 4-5 milímetros de grosor.

Picar el beicon en dados de 3-4 milímetros de lado.

Cortar la cebolla en plumas finas y el puerro en aros también finos.

Mezclar los dos quesos.

Freír las patatas a fuego medio en abundante aceite, por tandas y sin amontonar. Deben quedar blandas, enteras y sin dorar. Sacar a un plato provisto con papel absorbente de cocina para eliminar el exceso de aceite. Sazonar moderadamente con sal (los quesos y el beicon ya llevan) y con generosa pimienta negra molida.

En una sartén amplia y honda provista de un fondo de aceite, rehogar a fuego bajo la cebolla, el puerro y el beicon. Cuando las hortalizas estén blandas, agregar las setas y el brandy, mezclar, tapar y cocinar a fuego medio-alto hasta que las setas estén hechas, removiendo de vez en cuando. Destapar los últimos minutos para consumir todo el líquido.

Aceitar muy ligeramente la fuente elegida e introducir la mezcla de setas y beicon. Alisar y distribuir por encima las patatas formando capas. Por último, espolvorear la mezcla de quesos uniformemente.

Introducir en el horno y gratinar hasta que los quesos se derritan y doren. Servir enseguida.

A comer.

lunes, 22 de mayo de 2023

Ensaladilla de salmón ahumado

El tiempo está frío, tanto que he vuelto a poner la calefacción, pero aún así el cuerpo tiene ganas de verano, ropa ligera y platos frescos. Hablando de ropa ligera y ahora que no nos oye nadie, más de una mañana me he quedado helada de frío en el pequeño trayecto que media entre la calle donde dejo el coche y la oficina y es que volvemos a tener 8-10 grados de temperatura a primera hora de la mañana y para ir a cuerpo gentil como voy yo pues como que no, pero es que volver a sacar la chaqueta de invierno tampoco y eso que este año lo de “hasta el 40 de mayo no te quites el sayo” me parece a mí que se va a cumplir a rajatabla, pero estoy en plan rebelde y me niego a abrigarme en las mañanas y a llevar la chaqueta de la mano al medio día, así que seguiré pasando frío hasta que cambie el tiempo, pero eso sí, con cara de “qué temperatura tan buena hay” y más chula que un ocho. Genio y figura...

Pues eso, que igual que he guardado la chaqueta he desterrado los platos de cuchara y he empezado a preparar platos fresquitos como esta ensaladilla de salmón que ya me llevaba un tiempo rondando por la cabeza y que tenía muchas ganas de preparar. No tiene mucho misterio, lo más “complicado” es encontrarle el punto de cocción a la patata, pero que nadie se asuste que es muy facilona. Ojo a la sal, que la patata toma algo de ella al cocer, la mayonesa ya lleva y el salmón no digamos, yo no le he añadido nada, para mi gusto no le hace falta pero en cualquier caso, como cada paladar es distinto, comprobad la sazón justo antes de servir, pues el reposo acentúa el sabor del salmón y por ende el punto de sal de la ensaladilla. Por ese mismo motivo, si se va a preparar con mucha antelación, no añadáis el salmón hasta 30 minutos antes de servir.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

* Todos los pesos en limpio

100 gr. de salmón ahumado

300 gr. de patata

50 gr. de cebolla roja

100 gr. de maíz dulce en conserva (escurrido)

100 gr. de zanahoria

1 tbs de eneldo fresco picado

100 gr. de yogur natural tipo griego sin azúcar

75 gr. de mayonesa

1/8 tsp de pimienta blanca molida

sal

ELABORACIÓN:

Pelar la patata, cortarla en dados de 1-1'5 cm. de lado y cocerla en abundante agua con sal y a fuego suave para que no se rompa, durante 8 minutos. El tiempo puede variar en función de la clase de patata utilizada; comprobar el punto de cocción a los seis minutos y después cada minuto hasta que esté cocida. Debe quedar hecha, firme y entera.

Apartar del fuego, volcar delicadamente en un escurridor ancho y rociar con agua fría para cortar la cocción. Dejar que escurra y se enfríe.

Cortar la cebolla en dados de medio centímetro de lado y sumergirla 10 minutos en agua fría para suavizarla. Escurrir y secar con papel de cocina.

Mezclar en un bol la mayonesa, el yogur y la pimienta blanca.

Rallar la zanahoria cruda con un rallador fino y agregar inmediatamente a la mezcla de mayonesa para que no se ennegrezca.

Picar el salmón ahumado en trozos pequeños.

Disponer en una fuente el salmón, la patata cocida (*), la cebolla, el maíz, el eneldo picado y la mezcla de mayonesa y zanahoria. Mezclar delicadamente, tapar y dejar reposar en el frigorífico durante 30 minutos antes de consumir.

Rectificar de sal (no le he puesto) si procede y servir fresca con unos picos de pan.

(*) Si al momento de montar la ensaladilla la patata aún tuviera mucha humedad, extender sobre papel absorbente de cocina durante 5-10 minutos.

A comer.

lunes, 1 de mayo de 2023

Crema tibia de champiñones, patatas y espárragos verdes, en Monsieur Cuisine Plus

Las temperaturas primaverales van relegando de nuestro menú diario los platos más contundentes y calientes, pero aunque por estos lares son más cálidas de lo habitual, no llegan a las extremas que ya padecen en algunos lugares de España, por lo que aún salen a la mesa platos, cómo llamarlos, de entretiempo, como la crema tibia que traigo hoy, que además es una receta de aprovechamiento, pues compré unos champiñones que estaban en oferta porque ya perdían su lozanía y que pasaron unos días en el frigo hasta que les tocó su turno, por lo que cuando los fui a coger estaban bastante lacios aunque sanos y para hacerlos guisados ya no me gustaban. Como la mejor forma de aprovechar verduras y hortalizas mustias es convertirlas en cremas y purés, la solución era fácil.

Creo que ya os he contado que tenemos unos pocos espárragos sembrados en la huerta. Las plantas son jóvenes por lo que dan frutos bastante finos que tienen poco aprovechamiento más allá de hacerlos en revuelto y poco más, para lo que suelo utilizar la parte más tierna y dejo los tallos duros para otras elaboraciones, principalmente cremas y purés. Tenía unos pocos tallos y decidí añadirlos, no aportarían mucho sabor pero sí toda su fibra, tan importante y necesaria en nuestra alimentación. Tenía, además, caldo de haber cocido las puntas de los espárragos, aproximadamente medio litro, que también usé para hacer la crema y que completé con agua hasta que conseguí la textura que buscaba. Como el agua de cocción de los espárragos ya tenía sal, no me hizo falta añadir más a la crema, pero hay que tener en cuenta que generalmente cocino con poca sal y sobre todo si el plato es sólo para mí, como era el caso y aunque para mi gusto quedó estupenda de sazón, posiblemente para los demás no, pero eso es algo que tiene fácil solución.

El toque crujiente y fresco del cebollino favorece mucho esta crema, así que, sed generos@s.

Como he aprovechado bastantes ingredientes, es mi propuesta de este mes para el proyecto 1+/-100, desperdicio 0

que Marisa, desde su blog Thermofan, promueve para evitar el desperdicio de alimentos y fomentar el reciclaje en general.

Una última cosa: la cantidad de caldo (o agua) es orientativa, pues la densidad de la crema dependerá del gusto personal de cada uno y sobre todo, de lo harinosa que sea la patata.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

350 gr. de champiñones limpios

350 gr. de patatas peladas

100 gr. de tallos de espárragos verdes, pelados

75 gr. de cebolla, sin piel

150 ml. de nata con un 5% de materia grasa

650 ml. de caldo vegetal o agua, aproximadamente

30 ml. de AOVE

una pizca de nuez moscada rallada

sal (no le puse)

cebollino fresco picado, para servir

ELABORACIÓN:

Cortar los champiñones a la mitad, las patatas en láminas, los tallos de espárragos en trozos de dos-tres centímetros y la cebolla en cuatro partes. Reservar todos los ingredientes por separado.

Introducir los champiñones en el vaso del robot Monsieur Cuisine Plus (MC+) y picar cinco segundos a velocidad diez. Sacar a un plato y reservar.

Sin lavar el vaso, picar los espárragos cinco segundos, velocidad 10. Reservar en otro recipiente.

Poner la cebolla en vaso sin lavar del MC+ y dar un golpe de turbo. Añadir las patatas y el aceite de oliva virgen extra, colocar el cubilete y pulsar la tecla rehogar, 7 minutos.

Añadir los espárragos, volver a colocar el cubilete y pulsar nuevamente la tecla rehogar, 7 minutos.

Agregar los champiñones y esta vez sin el cubilete puesto, volver a pulsar rehogar, 10 minutos.

Añadir al vaso 400 ml. de caldo vegetal o agua, ligeramente caliente y una pizca de nuez moscada rallada, colocar el cubilete en su posición y cocinar 20 minutos, 110º C, velocidad 2.

Triturar el contenido del vaso 30 segundos a velocidad 8 o hasta que esté fino y homogéneo. Añadir la nata y mezclar 30 segundos a velocidad 5. Incorporar poco a poco el resto del caldo o agua (ligeramente caliente), hasta conseguir la textura deseada, mezclando a velocidad 5 y sin tiempo.

Rectificar de sal si procede y servir con cebollino picado.

A comer.

lunes, 3 de abril de 2023

Salmón en salsa de vermouth y almendras

Salmón en salsa de vermouth y almendras. ¿Qué? ¿Cómo se os ha quedado el cuerpo? Porque el nombre de la receta es muy atrayente o al menos a mí me lo parece. Y ya ni os cuento del sabor, para levitar. Lo de utilizar vermouth para la salsa ha sido una apuesta un poco arriesgada, pues con el sabor tan particular que tiene no me fiaba mucho del resultado, pero estaba harta de ver rondar por la cocina la botella casi vacía sin que a nadie le apeteciera acabarla y decidí ponerle remedio. Así que puse a pensar a mi cabecita y volvió a ocurrir, en un momento visualicé la receta casi completa y mi dicho con mi hecho, saqué el salmón del congelador y al día siguiente lo preparé. Y fue al siguiente día porque a mí las ideas me vienen de noche, cuando debiera estar durmiendo y en vez de eso estoy dando vueltas por la casa pensando que ya son las tantas, tengo que madrugar para trabajar y no tengo ni pizca de sueño. Que si viviera sola me pondría a cocinar, pero no es plan de no dejar dormir porque yo tenga insomnio, así que sólo me limito a anotar las recetas que cocino en mi cabeza.

Como os digo, la salsa está de muerte... recién hecha. Con el paso de las horas cambia mucho de sabor y no está ni la mitad de buena, algo que por supuesto no me esperaba y me sorprendió pues la mayoría de los guisos mejoran con el reposo, asentándose y fundiéndose los sabores pero en esta ocasión no es el caso. Según la preparaba y probaba para ajustar la sazón, no hacía nada más que pensar lo tremendamente rica que estaba, tanto que continuamente “probaba” la salsa porque no podía evitarlo, que me tuve que reñir y todo porque al paso que iba me comía la mitad. Y el olor que dejó en la cocina... pura delicia, nada de oler a pescado como sería lo normal. Pero al día siguiente las sobras me decepcionaron. Sí, el salmón estaba bueno pero ni comparación con el día anterior. No, definitivamente no es un plato para comer reposado, aunque si sobra no lo vamos a tirar, eh, que #aquínosetiranada, a ver si estoy aprovechando un resto de vermouth y una nata a punto de caducar (sí, lo confieso, me pasa casi siempre con la nata) y voy a desperdiciar las sobras.

Por eso mismo, porque la receta surgió por la necesidad de aprovechar el licor y la nata, es mi propuesta de este mes para el proyecto de Marisa, 1+/-100, desperdicio 0

que desde su blog Thermofan, promueve para evitar el desperdicio de alimentos y fomentar el reciclaje en general.

Antes de dejaros con esta deliciosa y nada fotogénica receta (las fotos son un horror, sorry), unos últimos apuntes: si queréis una salsa más espesa, coced el salmón destapado; si queréis el salmón rosadito, cocedlo tres minutos, por el contrario, si os gusta muy hecho, cocedlo cinco minutos.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

675 gr. de salmón fresco, sin piel ni espinas, en dados de 3-4 cm. de lado, aprox.

50 gr. de almendras crudas repeladas, sin sal

100 gr. de cebolleta, incluido un poco de la parte verde, picada muy menuda

100 ml. de vermouth rojo (he utilizado Martini)

100 ml. de agua

50 ml. de nata con un 5% de materia grasa

pimienta blanca molida

sal

AOVE

ELABORACIÓN:

Sazonar los dados de pescado con sal y pimienta blanca, al gusto.

Disponer un fondo de aceite de oliva virgen extra en una sartén lo suficientemente grande como para que quepa el salmón en una sola capa. Llevar al fuego y dorar el salmón en aceite muy caliente, por todos los lados y en un par de tandas. Sacarlo a un plato y reservar.

Freír las almendras en el aceite sobrante y a fuego medio-alto. Sacarlas a un plato a medida que vayan tomando color. No dejar que se frían demasiado pues amargarán. Cuando su temperatura lo permita, picar groseramente. Reservar.

Añadir un poco más de aceite a la sartén si fuera necesario y pochar a fuego suave la cebolleta junto con una pizca de sal hasta que estén blanda y sin que tome color. Agregar entonces el vermouth y la mitad de las almendras, reservando el resto. Llevar a ebullición a fuego medio y evaporar el alcohol durante dos minutos. Apartar del fuego y dejar templar ligeramente.

Verter el contenido de la sartén en el vaso de la batidora de brazo, así como la nata, el agua y los jugos que haya soltado el salmón. Triturar hasta conseguir una salsa fina y homogénea y devolver a la sartén. Añadir las almendras reservadas y colocar ordenadamente los trozos de salmón. Tapar y cocer a fuego medio durante cuatro minutos, sin remover ni dar la vuelta al pescado. Si pareciera que se agarra, mecer suavemente con movimientos circulares.

Dejar reposar tapado dos minutos antes de servir.

A comer.

lunes, 27 de marzo de 2023

Champiñones en salsa de mostaza a la antigua

Si hace unos años me hubieran dicho que iba a cocinar tantos champiñones, no lo hubiera creído pues aún gustándome mucho las setas, precisamente los champiñones no me iban demasiado, por no decir casi nada. Sí, mi madre los guisaba y yo los comía, pues en su casa no se hacían dos comidas si, pongamos por caso, a alguien no le gustaba un plato en concreto, excepción hecha de algún producto de casquería (morro y oreja, principalmente) y del bacalao, alimentos que mi hermana y yo aborrecíamos tanto como los amaban mis padres y si no me confundo, el día que los cocinaba era el único en el que había dos comidas distintas, pero el resto no, se comía lo que había, tardaras lo que tardaras y si no, ya sabíamos la cena que íbamos a tener, con lo que no había manera de librarse. Así que para no prolongar la tortura lo mejor era comerlo al medio día y rezar para que pasaran muchos días hasta el siguiente mal trago. No, no exagero, mi madre no nos crió melindrosas ni consentidas en la mesa pero aunque mi hermana y yo nacimos con buena boca tampoco nos gustaba todo y como ejemplo, os puedo contar que a mí la berza y el repollo me daban arcadas y los comía con verdadero asco y sufrimiento, pero había que aprender a comer de todo, así que, aunque fuera a base de tragos de agua, me acaba el plato.

Pero el paladar cambia y alimentos que antes no gustaban sí lo pueden hacer más tarde y al revés, algunos que antes no dejábamos pasar la oportunidad de comerlos, ahora no nos llaman. Esto último me ha pasado a mí, por ejemplo, con las gominolas, con lo que me gustaban hasta bien mayorcita y ahora si las dejaran de fabricar no lo lamentaría en absoluto. Y en el lado contrario están los champiñones, no los compro más por no aburrir al personal y eso que varío bastante la forma de prepararlos, casi siempre con pocos ingredientes y raramente como guarnición. Algunas recetas que he preparado no han resultado muy afortunadas pero otras, en cambio, nos han hecho chuparnos los dedos de lo buenas que estaban. Las primeras no os las cuento, porque, ¿cómo os voy a decir que cocinéis algo que a mi, ni fu ni fa?, pero las segundas os las enseño con orgullo, como la de hoy, muy pero que muy fácil y aún más rica. Suave, cremosa, con ese toque ligeramente ácido de la mostaza y la textura crujiente de sus semillas y de los champiñones, que quedan firmes pues tienen un cocinado bastante breve.

Recomiendo comerlos en cuanto su temperatura lo permita y no recalentarlos pues la salsa espesa bastante y necesitará un poco de leche o agua para recuperar la textura, lo que implica que los champiñones continuarán cocinándose perdiendo un poco de firmeza. No es que estén horribles reposados, que los he comido y tampoco es para lamentarlo, pero que están mucho más ricos recientes, es un hecho indiscutible.

Por cierto, el bacalao sigue sin entusiasmarme pero si lo tengo que comer lo como. En cambio, berza y repollo me encantan, tanto que como más me gustan es al vapor, ligeramente templadas y sin nada de sal, ni compostura alguna. “Igualito” que de niña...

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

600 gr. de champiñones blancos de pie cortado

70 gr. de cebolla morada

35 gr. de puerro, de la parte blanca

100 gr. de tomate rallado

1/8 tsp de pimienta blanca molida

1 tsp de mostaza a la antigua

125 ml. de brandy

60 ml. de nata con un 18% de materia grasa, a temperatura ambiente

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

Limpiar los champiñones con papel de cocina para eliminar los restos de tierra. Si estuvieran muy sucios, lavarlos bajo el grifo con un hilo de agua y uno a uno, frotándolos con un cepillito para eliminar la tierra y secándolos inmediatamente con papel de cocina. Una vez limpios, picarlos en 6 u 8 trozos, según tamaño.

Cortar la cebolla y el puerro en trozos muy menudos. Reservar.

Saltear a fuego muy fuerte los champiñones en una sartén provista con un fondo de aceite de oliva virgen extra durante 4-5 minutos. Sacarlos a un plato y reservar.

Añadir más aceite a la sartén si fuera necesario y pochar a fuego suave la cebolla y el puerro más una pizca de sal, tapada y hasta que las hortalizas empiecen a estar blandas. Agregar entonces el tomate, la pimienta y la mostaza y cocinar cinco minutos a fuego suave. Incorporar el brandy, subir el fuego a medio-alto y evaporar el alcohol durante dos minutos. Devolver los champiñones a la sartén junto con el jugo que hayan soltado y cocinar a la misma temperatura hasta que se consuma casi toda la salsa. Bajar el fuego y añadir la nata. Cocinar a fuego muy suave durante cinco minutos. Rectificar de sal y servir.

A comer.