jueves, 30 de abril de 2020

Salsa chraimeh


Esta salsa está tan buena, que merece una entrada para ella sola. En casa la hemos comido para acompañar unos pinchos de magro de cerdo a la brasa y para unas alitas de pollo embadurnadas con ella y después asadas en las brasas y las carnes, de ambas maneras, estaban muy ricas, sobre todo las alitas, así que supongo que también ha de quedar muy bien con churrasco de ternera, con unas costillas fritas o asadas y con una fondue de solomillo de cerdo. Es desde luego, una salsa muy versátil.

La salsa, recién hecha, no es muy picante, pero no caigáis en la tentación de añadir más guindilla, pues el sabor se va intensificando con el paso de las horas y de los días, pues se conserva perfectamente al menos dos semanas, que es el tiempo que hemos tardado en consumirla. Como es una salsa de sabor potente, cunde mucho y con las cantidades que doy, sale bastante. Pero si dobláis cantidades, aconsejo que preparéis la mezcla en un procesador de alimentos, ya que os facilitará mucho la tarea, cuidando siempre que la textura quede un poco gruesa.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.



INGREDIENTES:


3 tbs. de aceite de girasol

3 dientes de ajo medianos

1 tsp. de pimentón dulce

1 tsp. de semillas de alcaravea

1/2 tsp. de semillas de comino

una punta generosa de cuchillo romo de canela en polvo

2 pimientas de cayena verdes frescas o 1 chile verde fresco

75 ml. de agua caliente

tbs. de salsa de tomate espesa

1/2 tsp. de azúcar blanquilla

2 tbs. de zumo de limón

sal y pimienta negra en polvo


ELABORACIÓN:


En una sartén sin aceite, tostar a fuego medio las semillas de alcaravea hasta que empiecen a desprender su aroma y cuidando que no se quemen. Apartar del fuego y dejar enfriar.

Pelar los ajos, eliminar el germen e introducir en un mortero. Añadir las semillas de comino, las de alcaravea frías y las cayenas verdes picadas gruesas o el chile picado igualmente grueso. Machacar hasta formar una pasta. Añadir 2 tbs de aceite y homogeneizar.

Poner a calentar 1 tbs de aceite en una sartén pequeña. Cuando esté bien caliente, añadir la pasta del mortero, remover y sofreír a fuego alto durante medio minuto. Apartar del fuego y añadir un poco del agua caliente para bajar la temperatura del aceite y evitar que salte. Agregar el resto del agua, la salsa de tomate, el pimentón dulce, el azúcar, la canela, el zumo de limón, 1/4 tbs de sal y una pizca de pimienta negra, remover y volver a llevar al fuego. Calentar el conjunto a temperatura suave y hervir durante dos minutos.

Apartar del fuego y consumir templada o a temperatura ambiente.

A comer.

sábado, 25 de abril de 2020

Pastel frío de pan de molde con surimi y atún


Silencio. Una de las cosas que asociaré en el futuro con la situación que estamos viviendo será el silencio. Al menos en la zona que yo vivo. Salvo a primera hora de la mañana y al medio día, cuando la gente va y viene del trabajo en coche, el resto de la jornada, sobre todo por la tarde, está dominada por el silencio. Tanto, que cuando estando en la cocina oigo el motor de un vehículo, indefectiblemente levanto la cabeza para ver, a través de la ventana, quién pasa por la carretera: normalmente camiones de recogida de leche o de transporte de cereal o piensos para animales. Después de eso, silencio otra vez. Salvo cuando a los pájaros les da por amenizar el ambiente con sus trinos. Esos mismos pajarillos que como no los molesta nadie, han llevado su atrevimiento hasta el punto de haberse comido todas las flores de mis cerezos y melocotoneros, que están plantados al lado de la casa. “Gracias” a ellos, este año tendré que comprar cerezas y melocotones, porque no han dejado ni una. Creo que también han arrasado con las de los perales y las de los albaricoqueros, pero no he querido comprobarlo para no disgustarme más. Como alguien me hable de lo bucólico que es el campo, me lo meriendo.

Silencio. Un silencio profundo, hueco, como de vacío. Extraño y hermoso a la vez. No sé si en otros sitios será lo mismo. Imagino que en localidades medianas o grandes no, porque siempre hay más movimiento de personas y vehículos, pero en las pequeñas como la mía, es omnipresente. ¿Y en las vuestras, como es este silencio?.

Receta facilona: picar, mezclar y montar. Versátil, pues admite casi cualquier relleno. Cómoda, ya que se prepara con antelación lo que nos da mucha libertad. Y fresquita, tan de agradecer de cara al buen tiempo.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.



INGREDIENTES:


8-9 rebanadas de pan de molde sin corteza (según tamaño)

100 gr. de salsa mayonesa (casera o industrial)

5 gr. de salsa de mostaza

1 tomate cherry para decorar (opcional)

* Para la capa de surimi:

200 gr. de surimi fresco

60 gr. de lechuga

50 gr. de cebolleta o cebolla tierna, incluyendo un poco de la parte verde

70 gr. de mayonesa (casera o industrial)

* Para la capa de atún:

80 gr. de conserva de atún en aceite (peso escurrido)

2 huevos talla M

55 gr. de salsa de tomate espesa

* Y además:

un molde de plum cake de 9 cm. de ancho por 18 cm. de largo por 8 cm. de alto



ELABORACIÓN:


Poner un cazo al fuego con suficiente agua para cubrir los huevos y llevar a ebullición. Cuando rompa el hervor, añadir un puñado de sal gorda e introducir los huevos (mejor si están a temperatura ambiente) con cuidado para que no se rompan. Cocerlos 15 minutos contados desde que el agua vuelva a hervir.

Una vez finalizado el tiempo de cocción, sacar los huevos a un bol con agua muy fría, incluso con hielo, para detener la cocción y facilitar después la eliminación de la cáscara. Dejar enfriar completamente.

Forrar el molde con film alimentario, dejando que sobresalga lo suficiente para después cubrir la última capa de pan y reservar.

* Para la capa de surimi:

Picar en un procesador de alimentos o a mano, el surimi y la cebolleta, incluyendo un trozo de la parte verde. Picar la lechuga en tiras y luego en cuadraditos de un centímetro y medio de lado. Poner los tres ingredientes en un bol, añadir los 70 gr. de mayonesa y mezclar. Reservar.

* Para la capa de atún:

Eliminar la cáscara de los dos huevos cocidos, reservar la mitad de una de las yemas para la decoración y picar el resto. Mezclar con el atún escurrido y la salsa de tomate. Reservar.

* Montaje:

Poner dos rebanadas de pan de molde en el fondo del molde de plum cake, recortándolas si fuera necesario para acomodarlas y reservar los recortes. Disponer la mitad de la mezcla de surimi y distribuir homogéneamente. Colocar otras dos rebanadas de pan, recortando el sobrante si lo hubiere o rellenando los huecos con los recortes reservados, presionar ligeramente para eliminar posibles bolsas de aire en la capa de surimi y repartir por encima la mezcla de atún. Nivelar y colocar otras dos rebanadas de pan, procediendo con el pan de la misma forma que con la otra capa. Distribuir el resto de la mezcla de surimi, nivelándola y cubrir nuevamente con pan, recortando el sobrante o rellenando los huecos, según proceda. El conjunto debería sobresalir medio centímetro por encima del borde del molde.

Tapar el pan con el film alimentario sobrante, de forma que quede completamente cubierto, colocar unos pesos encima, por ejemplo unos briks de leche y llevar al frigorífico toda la noche.

Al día siguiente, desmoldar el pastel sobre la bandeja de presentación y con la ayuda del film alimentario. Eliminar éste.

Mezclar los 100 gr. de mayonesa con los cinco de mostaza y cubrir el pastel con esta mezcla. Rallar la media yema de huevo reservada y distribuir por encima. Lavar el tomate cherry, cortarlo en rodajas y decorar con él el pastel. Llevarlo al frigorífico para que se enfríe y sacarlo media hora antes de consumir.

A comer.






lunes, 20 de abril de 2020

Pork vindaloo (cerdo vindaloo). Receta de La India


Aunque con mucho menos picante (la receta original pide diez guindillas secas sin semillas), este plato es fiel a la especialidad picante del estado de Goa, en La India, al menos según la revista o el libro del que en su día copié la receta, no pudiendo precisar de dónde la saqué, pues es una de las muchas recetas que tengo apuntadas a mano y metidas en carpetas (nótese el plural), la mayoría desde mucho antes de pensar siquiera en tener un blog, cuando, evidentemente, no se me ocurría apuntar la fuente, como mucho, si la receta era de otro país, apuntaba, por ejemplo en este caso, “especialidad de Goa, La India”. Saber que Goa es un estado que fue colonia portuguesa hasta el año 1961 y que por ello su cocina se encuentra fuertemente influenciada por la de nuestros vecinos (no en balde la colonización portuguesa duró más de cuatrocientos años) ha sido gracias a la información que aparece en la red, donde también leí que “vindaloo” es una corrupción de las palabras portuguesas para vino y ajo que, al parecer, es una forma típicamente lusa de adobar la carne, lo que no puedo confirmar pues desconozco su cocina, más allá de los pastéis de Belem y del bacalhau à brás. En las recetas vindaloo de Goa el vino se sustituye por vinagre, que le da a la carne un toque ácido que junto con el picante y el aroma de las especias, hacen de éste un plato muy interesante, ni excesivamente fuerte ni excesivamente picante (mi versión, claro está), muy diferente de los sabores a los que estamos acostumbrados y la verdad, muy bueno.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.


INGREDIENTES:


1 kgr. de magro de cerdo

250 gr. de cebolla (peso en limpio)

aceite de girasol

100 ml. de agua


* Para la mezcla de especias:


2 pimientas de cayena rojas secas cortadas al medio

10 granos de pimienta negra

15 gr. de dientes de ajo picados en dos o tres trozos (peso en limpio)

10 gr. de jengibre fresco cortado en dos trozos (peso en limpio)

1/2 tsp. de semillas de comino

1/2 tsp. de semillas de mostaza amarilla

1/2 tsp. de cúrcuma en polvo

8 clavos de olor

1 rama de canela de 5 cm. de largo partida en dos trozos

2 tsp. de sal

1 tsp. de azúcar blanquilla

60 ml. de vinagre de manzana

20 ml. de agua



ELABORACIÓN:


Cortar el cerdo en tacos de tamaño bocado y colocar en una fuente. Reservar.

Introducir todos los ingredientes de la mezcla de especias en un procesador de alimentos y triturar. La mezcla deberá quedar picada gruesa y líquida. Añadirla a la fuente de la carne, remover para que todos los trozos se impregnen bien, tapar y llevar al frigorífico. Dejar reposar cuatro horas o mejor toda la noche, removiendo un par de veces.

Sacar la carne del frigorífico una hora antes de cocinarla para que se atempere.

Pelar las cebollas y cortar en plumas finas. Saltearlas a fuego medio-alto en una cazuela con un buen fondo de aceite hasta que se ponga transparente. Añadir el cerdo junto el líquido que quede en la fuente y rehogar a fuego fuerte hasta que la carne cambie de color. Añadir el agua, tapar, bajar el fuego y cocer a fuego suave durante cuarenta minutos o hasta que la carne esté tierna.

Dejar reposar cinco minutos y servir.

A comer.










miércoles, 15 de abril de 2020

Merluza en salsa de calabacín y setas


En casa no comemos mucho pescado y no porque no nos guste sino porque como tengo que cocinar de un día para otro, no todas las elaboraciones con pescado admiten bien el recalentamiento y además, como más nos gusta es horneado y de esa manera hay que consumirlo en el momento. Así que, aprovechando la coyuntura, estoy cocinando mucho pescado o “pesca” como le dicen aquí. Bueno, eso y que tengo mucho congelado, que a cuenta del anisakis apenas lo comemos fresco, lo que es una lástima, pues algunos de ellos pierden mucha calidad con la congelación.

El pescado, sobre todo el blanco, precisa de muy poco tiempo de cocinado, por lo que es conveniente que esté a temperatura ambiente pues al cocinarse tan rápidamente, si está recién sacado de la nevera, el centro seguirá frío o como mucho templado al finalizar la cocción, con el riesgo incluso de que esté un poco crudo, lo que no gusta a todo el mundo. Con cocinados cortos nos aseguramos de que quede siempre jugoso, ya que prolongarlo sólo supone la pérdida de líquido, teniendo como resultado un pescado seco y correoso, defecto del que pecan muchos platos de pescado que he comido fuera de casa, tanto en casas particulares como en restaurantes. Con ese resultado, no me extraña que haya gente a la que no le guste la “pesca”.

La receta de hoy se puede preparar con antelación, bien cocinada de forma completa o mejor aún, con la salsa cocinada a falta de añadir la merluza.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.



INGREDIENTES:


480 gr. de filete de merluza en un solo trozo

120 gr. de calabacín

1 diente de ajo mediano

130 gr. de mezcla de setas congeladas

2 tbs. de salsa de tomate espesa

100 ml. de vino blanco seco

pimienta blanca molida

nuez moscada molida

aceite y sal



ELABORACIÓN:

Sacar la merluza del frigorífico para que se atempere.

Picar el calabacín sin pelar en dados pequeños y laminar el ajo, previamente pelado y sin germen y rehogar ambos ingredientes en una sartén con un fondo de aceite y un poco de sal. Agregar pimienta blanca y nuez moscada al gusto y cocinar hasta que las verduras se ablanden. Añadir el vino blanco y cuando alcance el hervor, apagar el fuego.

Verter el contenido de la sartén en el vaso de la batidora de brazo y triturar hasta conseguir una crema fina. Devolver la mezcla a la sartén y calentar.

Picar groseramente las setas previamente descongeladas en un procesador de alimentos o a mano e incorporarlas a la sartén. Cocinar hasta que se ablanden, agregar la salsa de tomate y continuar la cocción cinco minutos más. Si la salsa hubiera espesado demasiado, añadir un poquito de agua. Rectificar de sal.

Lavar el pescado y secar con papel de cocina. Salar por ambas caras y colocar en una cazuela baja con la piel hacia arriba. Verter por encima la salsa de calabacín y setas caliente, tapar y llevar al fuego. Cocer un minuto, dar la vuelta al pescado, colocar nuevamente la tapadera y cocer otros dos minutos.

Apagar el fuego y dejar reposar tapado cinco minutos antes de servir.

A comer.






viernes, 10 de abril de 2020

Espinacas con calabacín, calabaza y especias za'atar



Otra receta para amantes de las espinacas, de los sabores dulces en platos salados y de las especias. De las primeras, pues son la base del plato y al quedar crujientes, aportan mucho más sabor que si se cocinan hasta que queden blandas, de la combinación dulce-salado por la calabaza, pues aunque la cantidad sea poca, se nota mucho su sabor y de las especias por la mezcla za'atar, una mezcla muy popular en la cocina árabe, muy aromática y con toques cítricos. Su composición varía, como pasa siempre en estas cosas, según el fabricante, pero el ingrediente que nunca falta y que la distingue de otras mezclas, es el zumaque y que es el que proporciona el sabor característico de la mezcla. No os puedo decir que lleva la mía pues la compré a granel y aunque la dependienta me leyó la lista de ingredientes, no me acuerdo de todos. Sí recuerdo que tiene hisopo y en la mezcla se distinguen zumaque, sésamo tostado, orégano, alcaravea, sal y otro par de componentes que no sé qué son. No tiene un olor muy fuerte o marcado, huele a hierbas, un poco ese olor que tienen las tiendas de ultramarinos en las que se venden a granel especias, hierbas y semillas. Si conocéis Valladolid, hay una tienda de semillas cerca de la Plaza España que huele igual, os lo aseguro.

En cuanto al sabor, es ligeramente cítrico y refrescante. De momento sólo lo he probado con las espinacas y para mí ha sido un grato descubrimiento, También se emplea en carnes, ensaladas y pescados, siendo por tanto una mezcla muy versátil. Por cierto, que el za'atar también es una planta, pero prácticamente siempre es la mezcla de especias lo que vais a encontrar en las recetas árabes.


Si acompañáis el plato con una fruta, tendréis una cena muy sana, llena de vitaminas y diferente.


Espero que os guste tanto como a mí, yo ya le he cocinado más de una vez.


Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.


INGREDIENTES:

150 gr. de espinacas baby frescas

65 gr. de calabacín

25 gr. de calabaza

1 tsp. de mezcla de especias za'atar

margarina vegetal

sal



ELABORACIÓN:

Lavar las espinacas y escurrirlas con un centrifugador de verduras para eliminar todo el agua posible. Cortar las hojas en tiras de un centímetro y medio de ancho y los tallos en trozos de unos tres centímetros. Reservar.

Lavar el calabacín y sin pelar, cortar en bastones de dos milímetros de ancho, aproximadamente. Cortar la calabaza de la misma forma, eliminando previamente la piel, si la tuviera. Reservar ambos ingredientes.

Poner un poco de margarina en una sartén amplia, la suficiente para que una vez deshecha cubra todo el fondo y calentar, Rehogar la calabaza junto con el calabacín y un poco de sal . Cuando estén a medio cocinar, añadir la mitad de las especias za'atar y seguir cocinando hasta que se hagan por completo. Agregar en ese momento las espinacas, un poco más de sal y si hiciera falta, un poquito más de margarina. Incorporar también el resto de la mezcla za'atar, remover el conjunto, cocinar a fuego fuerte un minuto, lo justo para cocinar brevemente las espinacas, que deberán quedar crujientes y servir inmediatamente.

A comer.


domingo, 5 de abril de 2020

Bonet (puding de cacao y amaretti). Receta de Italia.


Aprovechando la disponibilidad de horas libres que nos brinda la situación actual, estoy dando un repaso a las recetas que tengo apuntadas en “pendientes” en formato papel y me he dado cuenta de varias cosas: que estoy buscando la receta perfecta de las tortas de anís tipo Inés Rosales y de la coca de llanda, a tenor de la cantidad de recetas que tengo apuntadas de estos dos postres, que soy una golosa empedernida pues las recetas dulces ganan por goleada a las saladas, que casi no tengo ningún plato de cuchara ni con verduras (prácticamente proscritos en mi casa) y que tengo muy pocos de pescado, aunque esto último por una cuestión práctica, pues casi siempre cocino de un día para otro y el pescado “reposado”, pierde mucho. Lo de los platos de cuchara y de verduras no tiene solución, pues salvo algún plato muy concreto, son ingredientes que sólo como yo y si los hago sólo para mí, pues la verdad que no me complico en cuando a su elaboración. Lo del pescado tiene mejor solución, sólo me tengo que acostumbrar a cocinarlo más el fin de semana y en cuanto al dulce... pues qué queréis que os diga, que de vez en cuando hay que darle una alegría al cuerpo aunque, sinceramente, mis caderas están más que contentas, pero a estas alturas, ya me trae al fresco.

Y repasando apuntes encontré esta receta de bonet de Lola en la Cocina. El bonet, un puding hecho con galletas amaretti, es un postre italiano típico de la región del Piamonte. Muy sencillo y rápido en su elaboración, la única dificultad puede ser el encontrar los amaretti, que para quien no lo sepa, son unas galletitas secas (también las hay blandas) elaboradas con almendras, azúcar y clara de huevo y, aquí es lo que las caracteriza, con hueso de albaricoque, es de suponer que no con la parte de la madera (menuda obviedad), sino con la semilla de su interior que es amarga, siendo éste el sabor que caracteriza y distingue a los amaretti de otras galletitas. Por cierto, que si no las habéis probado, os aconsejo que lo hagáis pues están riquísimas, aunque tienen mucho peligro, pues se comen sin sentir de ligeras que son.

Total, que me tropecé con la receta y justo un par de días antes había estado en Lidl con los amaretti de la mano y no los cogí. ¡Vaya, qué casualidad! Pues ya tenía que hacerlos, sí o sí. Y de repente, estado de alarma que te crió, hala, se acabó eso de ir al super hoy a por un paquete de harina y mañana a por uno de azúcar. Además con la locura de los primeros días, como que yo pasaba del tema. En cualquier caso, confiaba en que los siguieran teniendo aunque hubieran pasado varias semanas del especial de Italia, pues aquí hay determinados productos que se venden poco y tardan mucho en retirarlos de las estanterías. Y cual fue mi suerte que la semana pasada, cuando fui a comprar, allí estaban, unos poquitos paquetes que casi parecían estar esperándome, así que cogí un par de ellos y me vine tan contenta para casa.

¿Y qué os digo del bonet? Que está bueno, la verdad. El sabor del ron es muy pronunciado y el de los amaretti bastante sutil. Diferente. He seguido la receta de Lola, aumentando un poco el azúcar y haciendo la mitad de la cantidad que ella indica. Si encontráis amaretti, os recomiendo que la hagáis.

Un consejo: embadurnad bien con caramelo el fondo y las paredes de los moldes. Yo no lo hice y he tenido más de un disgusto al desmoldarlos.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.



INGREDIENTES:


*Para diez flaneras pequeñas de 80 ml. de capacidad. Volumen total de la mezcla: 600 ml., aprox.


100 gr. de azúcar blanquilla

3 huevos tamaño L a temperatura ambiente

1'5 tbs.  de cacao amargo en polvo

300 ml. de leche desnatada templada

50 gr. de amaretti

15 ml. de ron Havana Club 7 años u otro ron oscuro añejo


Para el caramelo:

90 gr. de azúcar blanquilla

30 ml. de agua

6-7 gotas de zumo de limón



ELABORACIÓN:


Disponer la leche templada en una jarra grande y añadir los amaretti enteros. Dejar que se vayan ablandando y preparar mientras el caramelo.

Poner en un cazo el azúcar del caramelo, el agua y el zumo de limón y llevar a ebullición a fuego medio-alto. No mover el cazo hasta que se haya disuelto todo el azúcar. Cocer hasta formar un caramelo rubio claro y distribuirlo entre las flaneras, cubriendo el fondo y los laterales de éstas. Manipular con cuidado pues el caramelo alcanza temperaturas muy altas. Trabajar deprisa, pues el caramelo endurece rápido aunque el zumo de limón hace que este proceso se ralentice un poco. Precalentar el horno a 200º centígrados con calor arriba y abajo. Poner agua a hervir en un cazo para preparar un baño María.

En la jarra donde está la leche, agregar el resto de ingredientes: azúcar, huevos, cacao y ron. Batir con la batidora de brazo evitando introducir aire y hasta conseguir una mezcla homogénea y muy líquida. Distribuirla entre las flaneras y colocar éstas dentro de una bandeja de paredes altas que pueda ir al horno.

Bajar la temperatura del horno a 170º C y poner el calor sólo por abajo.

Colocar la rejilla del horno en la segunda posición empezando por abajo y en ella la fuente con las flaneras. Añadir cuidadosamente a ésta el agua del cazo, que tendrá que estar hirviendo, de tal manera que cubra unos 2 centímetros de los moldes.

Cerrar la puerta del horno y hornear 30 minutos. Pinchar una de las flaneras con una aguja o brocheta para comprobar si están cocidas, teniendo en cuenta que seguirán cuajando con el calor residual.

Sacar la bandeja del horno y colocar las flaneras sobre una rejilla para que se enfríen. Una vez estén a temperatura ambiente, tapar con film alimentario y llevar al frigorífico hasta que estén completamente frías y se asienten, seis horas por lo menos o mejor toda la noche.

Sacar del frigorífico media hora antes de consumir para que se atemperen. Desmoldar a un plato y servir.

A comer.




miércoles, 1 de abril de 2020

Huevos rellenos de langostinos, con su salsita


Siempre que cuezo pulpo, marisco, huesos de pollo y/o jamón, espinas de pescado o lo que se tercie, congelo el caldo sobrante en botellas de plástico de 330 ml. o de 500 ml., según las necesidades. Vienen muy bien después para una sopa o para enriquecer un arroz o un guiso, con lo que siempre tengo en el arcón congelador botellitas con caldo. Los caldos que más uso son los de carne y los de pescado, por lo que los de marisco suelen quedarme un poco más atrasados.

Buscando en el arcón a ver qué descongelaba para cocinar al día siguiente, apareció una bolsita con siete langostinos que me sobraron de otra elaboración y que ya llevaban un tiempo rondando sin que les diera salida, pero hete aquí que debía andar alguna musa despistada por ahí y se tropezó conmigo, con tan buena fortuna que me inspiró en un momento la receta que os traigo. La verdad que se me ocurrió de un tirón, tanto que fui a apuntarla para que al día siguiente no se me olvidara, cosa que me pasa con demasiada frecuencia, pero claro, también es verdad que la mayoría de los platos los ideo cuando el insomnio decide quedarse de juerga conmigo y no me levanto a escribirlas, porque sé que ya no me vuelvo a la cama y claro, por la mañana no me acuerdo ni de la mitad.

Y lo que son las cosas, quedaron unos huevos muy ricos y por cuatro perras, además.

Por si los hacéis, unas cosillas sin importancia, o sí:

No me he olvidado de la sal, es que no se la he puesto. Hay que tener en cuenta que el caldo que usemos, sea del marisco que sea, va a estar sabroso. Lo mismo pasa con el paté. En cualquier caso, antes de rellenar los huevos o añadir la salsa, probad el punto de sal.

Las almendras peladas no me hacen mucha gracia, pero la fibra de la piel es muy buena, por eso usé mitad y mitad, resultando indistinto que estén todas peladas o repeladas.

El colorante es optativo, pero cuando tenía la salsa hecha no me gustó el color y se lo añadí. Se me fue la mano, lo sé, las prisas, que nunca son buenas.

La mezcla de almendras y queso de oveja fue, para mí, todo un acierto, por el contraste de sabores del plato y por el punto crujiente que aporta. Eso sí, imprescindible que el queso tenga personalidad, pues en caso contrario el sabor a marisco lo anulará por completo.

Ya sólo me queda decir que, tratándose de una receta de aprovechamiento, va por descontando al proyecto que Marisa, de Thermofan, promueve para evitar el desperdicio de comida y para fomentar el reciclaje en general. Pinchad en el enlace para ver las propuestas que mensualmente se presentan al proyecto 1+/-100, desperdicio 0




Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.




INGREDIENTES:


6 huevos talla M

7 langostinos crudos medianos (unos 125 gr.)

160 gr. de paté de buey de mar y bogavante o de cualquier otro marisco

150 ml. de agua de cocción de buey de mar o de caldo de marisco

1 diente de ajo pequeño

1 tbs. de maizena

4 almendras crudas peladas

4 almendras crudas repeladas

1 tbs. de queso de oveja curado rallado grueso

aceite

colorante alimentario amarillo (optativo)

sal gruesa



ELABORACIÓN:


Poner una olla al fuego con suficiente agua para cubrir los huevos y llevar a ebullición. Cuando rompa el hervor, añadir un puñado de sal gruesa e introducir los huevos (mejor si están a temperatura ambiente) con cuidado para que no se rompan. Cocerlos 15 minutos contados desde que el agua vuelva a hervir.

Una vez finalizado el tiempo de cocción, sacar los huevos a un bol con agua muy fría, incluso con hielo, para detener la cocción y facilitar después la eliminación de la cáscara. Dejar enfriar completamente.

Pelar los langostinos y reservar las cáscaras y cabezas y los cuerpos por separado.

Disponer en un cazo el agua de cocción de buey de mar (o caldo de marisco), introducir las cáscaras y cabezas de los langostinos y llevar a ebullición. Cocer 5 minutos, apartar del fuego, tapar y dejar en infusión 10 minutos. Colar el caldo, aplastando las cabezas y cáscaras para que suelten todo el líquido y reservar éste. Eliminar cáscaras y cabezas.

Cortar los langostinos a lo largo en dos mitades, quitar el intestino y picar cada mitad en trocitos pequeños. Reservar.

Pelar el ajo, eliminar el germen si lo tuviera y laminar. Freír en una sartén pequeña con un fondo de aceite a fuego muy bajo hasta que empiece a tomar color. Sacar el ajo y desecharlo, subir el fuego para que el aceite coja más temperatura y agregar los langostinos picados. Sofreír y retirar del fuego justo cuando empiecen a cambiar de color. Reservar junto con el aceite sobrante.

Pelar los huevos. Pasarlos por un chorro de agua para eliminar posibles restos de cáscara, secar con papel de cocina y cortar a lo largo, Disponer claras y yemas por separado.

Machacar las yemas con un tenedor, añadir el paté de buey de mar y bogavante (o de marisco) y homogeneizar. Agregar los langostinos y el aceite y mezclar. Rellenar las claras con esta farsa y colocarlas, con el relleno hacia arriba, en una fuente que pueda ir al horno.

Disolver la maizena en el caldo de cocción reservado y calentar en un cazo hasta que espese. Añadir un poquito de colorante alimentario amarillo, si se usa. Verter por encima de los huevos.

Picar groseramente las almendras y mezclar con el queso curado de oveja. Distribuir encima de los huevos y gratinar en el horno hasta dorar ligeramente.

Sacar del horno y consumir calientes o templados.

A comer.