miércoles, 30 de diciembre de 2020

Curry de lechazo con leche de coco, en olla WMF

Se acaba un año que muchos dicen que para olvidar. Pues no, yo creo que no debemos olvidarlo, porque 2.020 también ha tenido cosas buenas, entre ellas, la de darle una cura de humildad al ser humano, auto encumbrado “rey de la creación” y que está siendo vencido por un organismo diminuto respecto del que la comunidad científica no se pone de acuerdo en si se trata de una forma de vida o solamente es un conjunto de materia orgánica que necesita de una célula para multiplicarse (si por ahí hay algún aficionado a la biología, recomiendo éste muy interesante artículo de la Wikipedia). Vamos, que el hombre, con toda su complejidad biológica, está siendo aniquilado por “algo” que los científicos no saben decir si está vivo o no, ahí es nada.

Pero aparte de habernos hecho desempolvar el libro de Ciencias Naturales de nuestros años mozos, este año nos ha recordado (y demostrado), que en situaciones de emergencia o catastróficas, las personas son generosas y solidarias con su prójimo, sea o no conocido (no voy a enumerar aquí los numerosos ejemplos que todos conocemos, aunque para mí, uno de los más bonitos han sido las iniciativas espontáneas de muchos jóvenes durante el confinamiento de ayudar a sus conciudadanos más vulnerables). También este año nos ha enseñado la cantidad de cosas de las que podemos prescindir y a redescubrir el valor de otras muchas; nos ha recordado quiénes son nuestros verdaderos amigos y la importancia del amor del entorno familiar.

No niego la existencia de todo lo malo que ha tenido, pero soy de la opinión de que siempre hay que mirar el lado bueno de todas las cosas y quedarse con él. Ver siempre el vaso medio lleno (ojo, sabiendo que la otra mitad esta vacía, que hay que ser realista, a ver si nos entendemos) ayuda a encarar el futuro con optimismo y energía. Yo me quedo con eso.

Igual que me quedo con este suave curry de lechazo adaptado de aquí y que gustará mucho a los amantes del curry y de la leche de coco. Y a los demás también, que está muy rico y si no me creéis, lo cocináis y me lo contáis.

Feliz año a tod@s. Disfrutad con moderación de la cena de mañana, que ya se sabe que “de grandes cenas están las sepulturas llenas” y como dice mi querida compañera de trabajo C, se os quiere.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

700 gr. de carne de lechazo con hueso, troceada (pierna, falda, pescuezo...)

150 gr. de cebolla cortada en rodajas finas

5 gr. de jengibre fresco, pelado

1 diente de ajo grande

1/2 tsp de canela en polvo

1/2 tsp de semillas de cilantro

1/2 tsp de cúrcuma en polvo

2 tbs de pasta de curry rojo suave

400 ml de leche de coco entera (partes sólida y líquida)

100 ml de agua

perejil fresco (sólo las hojas)

aceite

sal

*Y además (opcional):

una prensa de ajos

un molinillo de café

ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos de cocción que se indican lo son para una placa vitrocerámica de inducción. En el caso de utilizar otra fuente de calor (eléctrico, gas, halógeno), los tiempos variarán, debiendo ser adaptados. Lo mismo ocurre en caso de utilizar otra olla a presión o una cazuela convencional.

Moler las semillas de cilantro en el molinillo de café o en su defecto, machacarlas en el mortero. Reservar.

Pelar el diente de ajo, quitar el germen y prensar con la prensa o en su defecto, machacar en el mortero hasta reducirlo a una pasta. Reservar.

Prensar igualmente el jengibre o rallarlo con un rallador muy fino. Reservar.

Diluir la pasta de curry en 25 ml. de agua y reservar.

Disponer un generoso fondo de aceite en la olla WMF. Calentar a fuego alto y freír la cebolla. Cuando esté bien dorada, añadir las semillas de cilantro molidas, el ajo y el jengibre prensados, la canela y la cúrcuma y cocinar un minuto. Incorporar el lechazo troceado y sofreír someramente. Añadir la pasta de curry diluida, los 75 ml. de agua restantes, la leche de coco y sal. Colocar la olla rápida en el fuego y levantar el hervor. Poner la tapadera, cerrarla y cocer 20 minutos contados desde que suba la válvula del todo. Apagar el fuego, apartar y dejar que la olla pierda toda la presión antes de abrirla.

Abrir la olla y si se quiere una salsa más espesa, sacar ésta a un cazo y hervir hasta obtener la consistencia deseada. Devolver a la olla, rectificar de sal si procede, dar un último hervor para que la carne vuelva a coger temperatura y servir.

Mejora de un día para otro.

A comer.

viernes, 25 de diciembre de 2020

Cóctel de langostinos y alcachofas con salsa picante de yogur

Un clásico que sobrevive al paso del tiempo: el cóctel de gambas o en este caso, de langostinos. Rápido, sencillo, adaptable y vistoso en su presentación. Ésta es una receta adaptada de la que publicaba la revista alemana Burda a mediados del año 1980. Sí, habéis leído bien, hace 30 años, por eso lo de sobrevivir. Mi madre aún conserva algunos recortes de recetas de aquella revista, que no sé si aún se publica. Por aquél entonces, la revista se vendía en España en versión original, osea, en alemán y venía con un cuadernillo con los textos traducidos al español. La revista lo era de moda, con patrones para coser los modelos, no recuerdo si éstos venían traducidos pero sí las recetas de las últimas páginas. Traía recetas muy ricas, bastante diferentes a la cocina tradicional española, con una presentación moderna para la época y en las que, a veces, lo más difícil era encontrar algún ingrediente, muy exótico en España en aquellos años aunque hoy común. Las traducciones a veces eran un poco nefastas, parecían hechas a golpe de diccionario sin muchos conocimientos de gramática española, pero con buena voluntad y conocimientos culinarios se sacaban adelante. Varias de aquéllas recetas las cocinó mi madre durante muchos años, como este cóctel, que solía preparar con motivo de alguna celebración y en el que el yogur y la pimienta de la salsa, le dan un toque diferente muy alejado de la típica salsa rosa que tanto se usa para este tipo de platos.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Por ración, como aperitivo

4-5 canónigos, según tamaño

3 langostinos grandes, cocidos

2 corazones de alcachofa baby

2 tiras de jamón cocido de 10 cm. de largo por 3 cm. de ancho

1/2 tbs de mayonesa

1/2 tbs de yogur natural desnatado sin azúcar

1/4 tsp de zumo de limón

1 punta de cuchillo romo, generosa, de pimienta blanca molida

*Y además:

1 copa de champán de boca ancha o similar

ELABORACIÓN:

Poner a escurrir los corazones de alcachofa boca abajo sobre papel absorbente de cocina.

Pelar los langostinos, dejando uno de ellos con la cola. Dejar éste entero y partir al medio los otros dos.

Batir el yogur para licuarlo, agregar la mayonesa, el zumo de limón y la pimienta blanca y remover hasta integrar todos los ingredientes. Rectificar de pimienta, si fuera necesario, tiendo en cuenta que ha de quedar un poco picante.

Disponer los canónigos en el fondo del recipiente elegido, formando una cama. Formar dos rollitos con las tiras de jamón cocido y poner sobre los canónigos. Colocar de forma armoniosa los corazones de alcachofa y los langostinos troceados. Distribuir la salsa por encima, colocar el langostino entero en un lateral del recipiente y servir a temperatura ambiente o ligeramente fresco.

A comer.

lunes, 21 de diciembre de 2020

Berenjena rellena de arroz con frutas secas

Estoy un poco saturada de mirar y remirar recetas para estos días de fiesta y eso que para dos que vamos a ser en casa no hay que preparar mucho, pero siempre me gusta, con ocasión de cualquier celebración, esmerarme un poco y preparar platos diferentes de lo que comemos a diario, intentando siempre también que sean elaboraciones que no haya preparado nunca. Como eso no se improvisa, empiezo a buscar e incluso probar el menú sobre el mes de septiembre (vamos, que al final en casa sí comemos repetido, para quien los platos son una novedad es para los invitados, pero no voy a poner un plato en la mesa del que desconozco sus resultados, que luego vienen los disgustos), pero como este año ya se veía venir la situación, no me he decidido a preparar nada hasta que no ha empezado diciembre y ahora ando a la carrera. La mesa donde “trabajo” es un poema, llena de revistas plagadas de puntos de página marcando recetas susceptibles de cocinar, papeles con direcciones web de recetas que ya han pasado una criba previa de la carpeta de “pendientes”, post-it con sugerencias e ideas para platos propios... en fin, la “fiesta” que monto todos los años sólo que concentrada en tres semanas. Mi pareja me mira y me dice “pero no te compliques, que vamos a ser sólo tú y yo”. Jeje, que no me complique, dice, como si no me conociera, además que sé que lo dice con la boca pequeña, que luego disfruta mucho con lo que cocino, pero lo dice por no darme trabajo, que sabe que luego ando agotada y tardo en recuperarme varios días (¡asco de salud!) y si por él fuera, la cena de nochebuena y la de nochevieja serían un par de huevos fritos con una montaña de patatas fritas, de hecho me lo ha propuesto, por si colaba...

En fin, que para el día de navidad no voy a complicarme en absoluto, pues me ha pedido que prepare marisco y pescado y como siempre se conforma con lo que yo decido cocinar, voy a darle gusto con el menú. Para la noche anterior ya están programados entrantes varios y chuletillas de lechazo, así compenso el trabajo que dan los entrantes con el que no dan las chuletillas, pero aún me quedan por redefinir el resto de las comidas y cenas, con lo que de momento, la mesa seguirá igual de revolucionada, lo que ya me está poniendo un poquito de los nervios, pero menos mal que ya va a ser por pocos días.

Y mientras llegan las comidas de celebración, seguimos preparando cosas sencillitas, como esta berenjena, dulzona y sutilmente especiada, que ya he cocinado dos veces en poco tiempo. Salen dos raciones cumpliditas, pues el relleno queda con copete, lo que hay que tener en cuenta a la hora de elegir el segundo plato.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 berenjena de unos 300-350 gr.

55 gr. de arroz de grano largo

3 nueces tipo California, sin cáscara

15 gr. de arándanos rojos deshidratados

15 gr. de ciruelas pasas sin hueso

10 gr. de piña deshidratada

2 tsp de pasta de curry rojo suave

4 tsp de leche desnatada

1 tbs de aceite de sésamo

1 tbs de aceite de girasol

sal

ELABORACIÓN:

Lavar la berenjena y sin cortar el tallo (así evitaremos que después se desarme la berenjena y nos ayudará en su manipulación), cortarla a lo largo. Realizar unos cortes en la carne de cada mitad de la berenjena siguiendo un patrón romboidal y cuidando de no llegar a la piel. Cuantos más cortes se practiquen, antes se asarán.

Colocar contrapeadas las dos porciones de berenjena en un plato llano, tapar con una tapadera apta para microondas y asar en éste 5 minutos a 800 watios de potencia. Dejar reposar otros 5 minutos dentro del microondas, sacar y comprobar el punto de cocción: si la carne no se despegara de la piel, asar nuevamente a intervalos de un minuto, con reposos también de un minuto, hasta que esté hecha. Posiblemente sólo haga falta un minuto o dos más, según lo tierna que sea. Cuando la temperatura de la berenjena permita su manipulación, retirar la carne con la ayuda de una cucharilla y con mucho cuidado para no romper la piel. Reservar tapadas las barcas de berenjena. Picar la pulpa y reservar separadamente de las barcas.

Cocer el arroz en abundante agua con sal el tiempo que se indique en el envase o según el gusto personal. Una vez cocido volcarlo en un escurridor y lavar bajo el chorro de agua fría para detener la cocción. Dejar que escurra todo el agua.

Cortar a la mitad los arándanos. Cortar del mismo tamaño las nueces, las ciruelas pasas y la piña. Ponerlo todo junto en un bol, mezclar y reservar.

Disolver la pasta de curry en la leche y reservar.

Disponer los dos tipos de aceite en una sartén grande y honda y llevar al fuego. Añadir el arroz escurrido cuando los aceites estén calientes y rehogar sin dejar de remover unos dos minutos hasta que se vea rehogado todo por un igual. Incorporar la pulpa de berenjena y rehogar dos minutos más. Agregar las frutas secas, mezclar y verter el curry diluido. Remover el conjunto hasta que absorba todo el líquido, rectificar de sal si procede, retirar del fuego y dejar reposar cinco minutos.

Salar ligeramente el interior de las barcas de berenjena y repartir el relleno de arroz y frutas. Dar un golpe de calor en el microondas y servir templadas.

A comer.

martes, 15 de diciembre de 2020

Paté de níscalos y avellana

La naturaleza es generosa. El ser humano la maltrata pero ella, como una madre amantísima y consentidora, nos malcría regalándonos sus frutos, aunque a veces se enfade y nos niegue sus dones o nos castigue iracunda con toda su fuerza. Pero en este final de otoño excepcionalmente cálido por estos lares, está contenta y lo demuestra con una gran abundancia de níscalos, los cuales, después de varios años de ausencia, parece que han decidido compensarlos y están naciendo como locos. ¡Qué bien, qué ricos! Níscalos con patatas, níscalos con jamón, pollo con níscalos, níscalos a la plancha, crema de níscalos, tarta salada de níscalos... Hasta aquí el párrafo bucólico.

Ahora la realidad sin florituras. Níscalos, níscalos, níscalos. ¡Ya sólo me falta mojarlos en la leche del desayuno! Me salen por los ojos los níscalos. ¡Oh, qué divertido es ir a coger níscalos!, sí claro, cuando los tiene que limpiar otro, que llevo tres semanas limpiando níscalos casi todos los días, no muchos de cada vez, es cierto, pero casi todos los días, ya que como no hay a dónde ir, pues al campo, que es muy sano y no hay nadie y sí, eso es cierto y muy buena opción, pero, por favor ¡vuelve con las manos en los bolsillos!. Ahora mismo, sin ir más lejos, tengo una cajita con un par de kilos en la cochera. En fin.

Así que, como amar es compartir y yo os quiero mucho, aquí vengo con otra receta de níscalos, que espero os guste tanto como nos ha gustado a nosotros, con su sabor picantito y dulce a la vez, con el perfume y el crujiente de la avellana y una textura perfecta tanto para untar en una tostada como para untarlo con unos picos. Se conserva perfectamente una semana en un frasco de cristal en la parte más fría del frigorífico y la avellana se mantiene crujiente hasta el final. Así que, si ya no sabéis qué hacer con los níscalos, os invito a preparar este paté, pues esta muy pero que muy rico.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

240 gr. de níscalos

35 gr. de cebolla

35 gr. de puerro, sólo la parte blanca

70 gr. de manzana golden madura

20 ml. de agua

20 ml. de licor de avellana

20 gr. de avellanas peladas crudas

55 gr. de queso blando de untar, tipo Philadelphia, bajo en grasa, a temperatura ambiente

25 gr. de margarina vegetal

1/4 tsp escasa de pimienta blanca molida

sal

ELABORACIÓN:

Lavar bajo el grifo con un hilo de agua y uno a uno los níscalos, frotándolos con un cepillito para eliminar la suciedad y cortar la parte terrosa del pie, si la tuvieren. Ir colocándolos en un escurridor. Una vez limpios y escurridos, cortar en trozos menudos y reservar.

Calentar el horno a 170º C y hornear las avellanas durante 17 minutos, volteándolas un par de veces. Las avellanas estarán listas cuando empiecen a desprender olor a tostado. Sacar las avellanas del horno y frotarlas todavía calientes con un paño de cocina para que se desprenda la piel. Dejar que se enfríen y picar no muy finas. Reservar.

Pelar la cebolla y el puerro y picar ambos en brunoise. Reservar.

Lavar y pelar la manzana, descorazonarla y cortar en dados pequeños. Reservar.

Poner la margarina a calentar en una sartén pequeña y cuando se deshaga, añadir la cebolla, el puerro y sal, tapar y cocinar a fuego bajo hasta que las hortalizas estén blandas y transparentes. Agregar entonces la manzana y la pimienta blanca molida y seguir cocinando hasta que la manzana empiece a ablandarse. Incorporar los níscalos y algo más de sal, subir el fuego y rehogar destapado un par de minutos, añadir el agua, tapar, bajar el fuego y cocinar hasta que los níscalos estén blandos. Incorporar a la sartén el licor de avellana, volver a tapar y cocinar tres minutos más a fuego bajo. Destapar, subir el fuego y cocinar hasta que se haya consumido todo el líquido.

Apartar del fuego y dejar que se temple. Verter en el vaso de la batidora de brazo y triturar con ésta hasta conseguir una pasta fina. Pasar a un bol, añadir el queso de untar y mezclar con un tenedor hasta homogeneizar. Rectificar de sal si procede y añadir las avellanas picadas. Remover, tapar y llevar al frigorífico al menos un par de horas para que se asiente y coja cuerpo.

Servir fresco acompañado de panecillos tostados, regañás o similar.

A comer.

jueves, 10 de diciembre de 2020

Ragout de jabalí

Me gusta la carne de jabalí. Reconozco que es una carne muy magra, fibrosa y fuerte que no gusta a todo el mundo, pero si la veo en la carta de un restaurante, no puedo resistirme a pedirla. La verdad es que me gusta la carne de caza y si me ofrecen venado o corzo, allá que me tiro en plancha. Así que cuando mi cuñado J me dijo que si quería un jabalí, no pude negarme, sobre todo teniendo en cuenta que esta no es zona de caza mayor y es difícil de conseguir. Ahí lo tuve en la despensa, desarmado en paletillas, costillares y jamones casi dos días, hasta que el veterinario nos dijo que se podía comer. Después tuve entretenimiento un par de tardes deshuesando la carne, empaquetándola al vacío y congelándola: “esto para patatas, esto para guisar, esto para picada, esto para terrina para navidades...”. Sí, “para navidades”. Me las prometía yo muy felices hace dos meses, justo antes del endurecimiento de las medidas para frenar el avance del COVID y es que la vida puede cambiar de un momento a otro, a veces sólo un poco y otras de forma radical, así que, disfrutad al máximo de lo que tengáis en cada momento (siempre con cabeza, eso sí), valorad lo que os rodea aunque pueda parecer insignificante, mimad a los que os quieren y a los que os aprecian y no os lamentéis por lo que no tenéis o habéis perdido, porque eso os impedirá disfrutar y valorar lo que poseéis.

Y para disfrutar en la mesa, esta receta de jabalí, que apenas he modificado del blog Cogollos de Agua y que según la cocinas ya huele que alimenta. He elegido para guisarla dos vinos tintos diferentes, uno joven, que aporta al guiso frescura y aromas a frutos rojos y un reserva roble, que proporciona unas notas de madera muy interesantes. Lo he acompañado de una ensalada verde para ayudar al paladar a lidiar con la rotundez del plato.

Para disfrutar plenamente de este ragout de Sierra Morena (Jaén), es aconsejable dejarlo reposar al menos veinticuatro horas antes de consumir. Eso si podéis resistir a la tentación...

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

900 gr. de carne de jabalí, sin hueso

200 gr. de zanahorias

360 gr. de cebolla

35 gr. de ajo

2 hojas grandes de laurel

1 rama de romero fresco de 10 cm. de longitud

1/2 tbs de tomillo seco

15 granos de pimienta negra

400 ml. de vino tinto joven Toro (D.O.)

200 ml. de vino tinto reserva roble Toro (D.O.)

200 ml. de brandy

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

Cortar la carne en trozos algo más grandes que tamaño bocado y disponerlos en una olla. Añadir los granos de pimienta, el tomillo seco, la rama de romero lavada y cortada en tres trozos, las hojas de laurel lavadas y troceadas y los ajos pelados, partidos al medio y sin germen. Remover el conjunto para que la carne se impregne de las especias.

Pelar la cebolla, cortarla en juliana fina y distribuirla uniformemente por encima de la carne.

Lavar y pelar las zanahorias. Cortarlas en rodajas de un centímetro de grosor y repartirlas por encima de la cebolla.

Agregar a la olla los dos tipos de vino y el brandy. Tapar y llevar al frigorífico cuarenta y ocho horas.

Pasado el tiempo de maceración, sacar la cebolla y las zanahorias y ponerlas en un colador, recogiendo el líquido que suelten. Proceder de la misma forma con la carne, escurriéndola por separado en otro colador. Reservar el líquido sobrante del marinado, así como los ajos y las especias.

Disponer un buen fondo de aceite de oliva virgen extra en una olla y calentar a fuego fuerte. Cuando el aceite esté muy caliente, añadir la carne y dorarla, sin dejar de remover, durante cinco minutos. Incorporar cebolla y zanahorias y cocinar otros cinco minutos, siempre con el fuego al máximo, para evitar que los jugos cuezan la carne. Añadir a la olla el líquido del marinado reservado anteriormente junto a los ajos y especias y el que hayan escurrido la cebolla y la carne. Agregar sal al gusto.

Llevar a ebullición, tapar y cocer a fuego bajo, manteniendo el hervor, durante dos horas y media o hasta que la carne esté hecha.

Una vez hecha la carne, reducir la salsa a fuego fuerte, si se desea. Rectificar de sal, apartar del fuego y consumir, preferiblemente al día siguiente.

A comer.

sábado, 5 de diciembre de 2020

Níscalos con comino

Esta receta me la pasó mi compañera de trabajo C hace ya ni sé los años y confieso que me había olvidado por completo de ella y es una lástima pues aparte de ser facilísima de hacer, queda muy rica. Pero el otro día, rebuscando entre los montones de recetas que aún tengo en papel la de unas mollejas que también hacía un siglo que no cocinaba, me topé con ella y aprovechando que tenía níscalos, la preparé. Es una receta que seguramente ya conoceréis más de una, pues es bastante tradicional. Tanto, que en El Libro de la Cocina Judía, Claudia Roden recoge una receta llamada “setas con comino al estilo marroquí” en la que prescinde de cebolla y perejil y añade pimentón, hojas de cilantro y los cominos enteros, pero que en el resto es idéntica, con lo que me pregunto cuál de las dos recetas es más antigua, pues aunque la del libro procede de la herencia sefardita de los judíos de Marruecos, parece claro que ambas recetas son versiones de una única. Es más, en las anotaciones que me pasó mi amiga (cuyo original conservo con cariño), el pimentón aparece como optativo. Como poco resulta interesante.

Por cierto, que cuando abrí el blog, la idea principal era poner en orden y archivar todas las recetas que tengo guardadas (y pelín desperdigadas) en diversos formatos y veo que no sólo no he conseguido mi propósito, sino que cada vez tengo más recetas metidas en carpetas y no únicamente en las virtuales, sino también en las físicas, pues escribo muchas recetas en papel, en parte porque me gusta escribir a mano y en parte porque con tanto ordenador se pierde práctica en la escritura, con lo que la letra se vuelve cada vez más espantosa. Entre recetas, atrezzo para las fotos y utensilios de cocina, un día me echan de casa.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

400 gr. de níscalos

100 gr. de cebolla

2 dientes de ajo medianos

1 rama grande de perejil fresco (sólo las hojas)

1/4 tsp de comino en grano

50 ml. de agua

sal

AOVE ELABORACIÓN:

Lavar bajo el grifo con un hilo de agua y uno a uno los níscalos, frotándolos con un cepillito para eliminar la suciedad y cortar la parte terrosa del pie, si la tuvieren. Ir colocándolos en un escurridor. Una vez limpios y escurridos, cortar en cuatro, seis u ocho trozos, según tamaño y reservar.

Pelar y cortar la cebolla en brunoise. Pelar los ajos, eliminar el germen si lo tuvieren y chafar ligeramente con la hoja plana de un cuchillo grande. Lavar, secar el perejil y cortar las hojas.

Reservar la cebolla e introducir el ajo y el perejil en un mortero. Agregar los cominos y una pizca de sal gorda y machacar el conjunto hasta obtener una pasta. Reservar.

Disponer un fondo de aceite de oliva virgen extra en una cazuela y llevar a fuego medio. Cuando alcance temperatura, añadir la cebolla y pochar hasta que se ablande y esté casi transparente. Agregar los níscalos y rehogar a fuego fuerte dos minutos. Añadir el contenido del mortero, sal al gusto y el agua, tapar y cocinar a fuego medio quince minutos o hasta que los níscalos estén tiernos y casi se haya consumido toda la salsa.

Retirar del fuego, rectificar de sal si procede y servir inmediatamente.

A comer.

martes, 1 de diciembre de 2020

Patatas con salsa de verduras al curry

Hace unas semanas, Concha, del blog De Buena Mesa, publicaba unas Albóndigas de berenjena blanca con salsa de verduritas al curry que prometían estar muy ricas y la verdad, cumplen su promesa con creces. ¡Por favor, qué ricas! Por una cuestión meramente logística, hice primero la salsa y al día siguiente las albóndigas y no sé si fue por eso o porqué, que debí confundirme con las cantidades y me sobró salsa para un regimiento.

¿Iba a tirarla? Nooo..., con lo rica que estaba era una auténtica lástima así que se me ocurrió preparar unas patatas como para la importancia pero en vez de hacerles una salsa verde, les añadí la salsa sobrante de las berenjenas y una pimienta de cayena para darles un poco de alegría. ¡Oh delicioso descubrimiento! Como dicen ahora, “ricas no, lo siguiente”. Os recomiendo encarecidamente que hagáis las berenjenas de Concha pues están realmente buenísimas y ya que os ponéis a picar verduras, haced más cantidad de salsa de la necesaria y preparad al día siguiente estas patatas, dudo mucho que os arrepintáis tanto de su receta como de la mía.

Como la receta de es aprovechamiento, es mi propuesta de diciembre al proyecto 1+/- 100, desperdicio 0

que Marisa, de Thermofan promueve mensualmente para concienciarnos de la necesidad de evitar en la medida de lo posible el desperdicio y fomentar el reciclaje.

Pinchad en el icono de la barra lateral si queréis ver los recopilatorios mensuales del proyecto.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

400 gr. de patatas

350 ml. de salsa de verduras al curry

1 pimienta de cayena

1 huevo

harina (para rebozar las patatas)

agua

aceite

sal

ELABORACIÓN:

Lavar y pelar las patatas. Cortar en rodajas de un centímetro y medio de grosor y reservar.

Disponer un plato con harina. En otro plato, cascar el huevo, salar al gusto y batir como para tortilla. Enharinar las patatas, sacudir el exceso de harina y rebozar en el huevo. Escurrir un poco y freír por tandas en una sartén un poco honda con aceite caliente. A medida que se doren, sacarlas a una cazuela baja y amplia e ir colocándolas en una o dos capas, según el tamaño de la cazuela.

Agregar a la cazuela de las patatas la pimienta de cayena pinchada en un par de sitios con un palillo, la salsa de verduras al curry, sal, dos cucharadas del aceite de freír las patatas y el agua suficiente para que queden cubiertas. Tapar y cocer a fuego suave durante veinte minutos.

Comprobar el punto de cocción pinchando una de las patatas con un palillo, debe entrar sin encontrar resistencia. Si no fuera así, prolongar la cocción hasta que estén hechas.

Apartar del fuego, eliminar la pimienta de cayena, dejar reposar cinco minutos y servir.

A comer.

lunes, 30 de noviembre de 2020

Pasta de castañas

Las Navidades están a la vuelta de la esquina y ya tenemos servida en bandeja la polémica: ¿nos juntamos? ¿no nos juntamos? ¿a quién dejamos fuera? ¿cada uno en su casa? ¿y los abuelos se quedan solos? ¿y los que están solos, las van a pasar igual de solos?... Las actitudes ante la situación son muy variadas, desde el “por descontado que mis padres no van a pasar Navidad solos” al “prefiero estar sola que es más seguro”, con todos los supuestos intermedios y que en algunos casos están provocando acaloradas discusiones. ¡Y falta todavía casi un mes! Miedo me da según se vayan acercando las fechas, porque las presiones van a ser muy grandes y me temo que alguien va a dar un paso atrás y no voy a ser precisamente yo, que tengo las ideas muy claras al respecto, además que mi salud no me permite andar con tonterías, pero eso parece que los demás no lo entienden y a final me temo que tendré que dar la nota, que a estas alturas de la película tampoco me duelen prendas, ojo. En fin, espero que el personal entre en razón y pueda comerme el tostón en paz.

Porque solos o acompañados, no debemos dejar de cuidarnos y darnos un capricho. Bien es cierto que este año no prepararé ni la mitad de chuminadas que otros (por una cuestión meramente matemática: menos comensales, menos comida), pero tampoco voy a preparar unos huevos con patatas fritas, aunque sé de uno al que no le importaría, jajaja... Asaré tostón o lechazo, pues el asado es un clásico que no puede faltar esos días y alguna cosilla sencilla y sabrosa de entrante y poco más. Y de postre, si tengo ganas, un pastel de chocolate y castaña del que forma parte la receta de hoy, que la traigo por separado para que la entrada no quede tan densa.

Esta pasta de castaña es muy sencilla de hacer, sólo requiere tiempo para pelar las castañas, pero tiene la ventaja de que se puede congelar en porciones, con lo que ya nos metemos en harina, merece la pena preparar una buena cantidad. Con las que indico, salen alrededor de 950 gr. de pasta. Es una elaboración poco dulce, pues siempre va a formar parte de otra receta, que si es dulce ya llevará su azúcar correspondiente y si es salada, no provocará demasiado contraste de sabores. Por la misma razón está apenas aromatizada con vainilla, pues si se va a usar en una receta dulce se puede añadir más vainilla y si es para una receta salada, ese toque perfumado resultará muy interesante según en qué preparación.

Como las castañas están asadas en el microondas, la presento al proyecto En Buena Onda

que de forma conjunta gestionan Elisa, de Que no te falte un perejil y Marisa, de Thermofan, encaminado a animarnos a utilizar el microondas más allá de calentar la leche.

Pinchad en el icono de la barra lateral si queréis ver los recopilatorios mensuales del proyecto.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

500 gr. de castañas ya peladas y asadas en el microondas (unos 800-900 gr. de castañas frescas)

600 ml. de leche desnatada

50 gr. de azúcar moreno integral de caña

50 gr. de mantequilla

1/4 tsp de azúcar de vainilla (mín. 50% semillas de vainilla)

ELABORACIÓN:

Colocar un trozo de papel de cocina en un plato llano. Practicar un corte en la piel exterior dura de las castañas para que no estallen y colocarlas extendidas en el plato y sin amontonar. Habrá que preparar varias tandas.

Introducir el plato sin tapar en el microondas y programar 3 minutos a 800 watios (ver *NOTAS). Sacar el plato en cuanto acabe el tiempo y una vez que la temperatura de las castañas permita su manipulación (salen muy calientes), eliminar la piel exterior dura, la piel interior peluda y las partes oscuras que puedan tener y que dan mal sabor a la castaña. Proceder de la misma forma con el resto de castañas hasta obtener 500 gr. de castañas peladas y asadas.

*NOTAS:

El horneado de las castañas en el microondas requiere de cierta experiencia pues los resultados difieren mucho según el microondas que se utilice, el tamaño de las castañas y su frescura.

El papel de cocina no sólo sirve para absorber la humedad de las castañas, si no también como orientación a la hora de asarlas. Si al sacar el plato el papel está muy mojado es porque las castañas son muy frescas, así que habrá hornear las siguientes tandas sin tapar. Si por el contrario, el papel está apenas húmedo es que las castañas ya están perdiendo agua, por lo que habrá que colocar una tapadera apta para microondas en las demás tandas de castañas; de esta forma, la humedad que retendrá la tapadera hará que las castañas se sequen menos y se horneen mejor.

El tiempo es también muy importante, pues si es escaso, dificultará la eliminación de la piel interior de las castañas, pero si es excesivo, las castañas se secarán tanto que quedarán pilongas.

Teniendo en cuenta lo anterior, la primera hornada de castañas dará la pauta de cómo hornear las siguientes: tapadas o no o más o menos tiempo. En cuanto al tiempo, es aconsejable aumentarlo o reducirlo en intervalos de 20-30 segundos como máximo y en caso de ser necesario.

La textura final de la castaña asada tiene que ser blanda, ligeramente “gomosa” y sin partes secas o duras.

Partir las castañas peladas en 2-4 trozos y disponerlas en un cazo amplio. Añadir 500 ml. de leche y hervir a fuego bajo y semi tapado durante 30 minutos, removiendo de vez en cuando y vigilando que la leche no se agarre al fondo del cazo. Al final del tiempo se habrá consumido toda la leche y las castañas deberían estar ya cocidas; si no fuera así, añadir un poco más de leche y continuar la cocción hasta que estén cocinadas.

Apartar el cazo del fuego, incorporar la mantequilla, el azúcar moreno y el azúcar de vainilla y remover.

Pasar el contenido del cazo a un procesador de alimentos potente o en su defecto al vaso de la batidora de brazo. Agregar los 100 ml. de leche desnatada restante y procesar hasta conseguir una pasta fina y sin trozos de castaña. En caso de utilizar una batidora de brazo y si no fuera muy potente, una vez triturados con ésta los trozos más grandes, pasar la pasta por un pasapurés de orificio fino y después trabajar la pasta con una cuchara o espátula de madera hasta que quede compacta.

La textura y humedad final de la pasta es muy similar a la del mazapán, tal vez un poco más seca. No se pega a las manos ni a la superficie de trabajo y es fácilmente modelable.

Formar un rulo con la pasta y envolver en papel film para que no absorba olores extraños ni se seque. Dejar reposar en el frigorífico al menos doce horas antes de su utilización.

Utilizar según requiera la receta.

A comer.

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Níscalos con pimientos y queso

Las lluvias de las últimas semanas, unidas a las suaves temperaturas, han favorecido el nacimiento de setas de diversas clases. Según la zona, hay más o menos diversidad, pero lo que hay en todas es más recolectores que setas. Qué afición, por favor. Bueno, en el caso de los boletus, es algo más que afición, es negocio, pues los pagan muy bien las empresas transformadoras, tanto que ya en muchos pueblos hay cotos de setas y es necesario obtener un permiso para su recolección y no en todos lo dan si no vives o eres del pueblo. Eso no pasa en mi zona, aquí se pueden recolectar libremente, pues sólo hay (y pocas) setas de cardo, de chopo, níscalos y poco más, pero como digo, hay más recolectores que setas, así que si no madrugas, no te molestes en ir al campo a buscarlas que ya las habrán cogido.

Pero el domingo, día por excelencia para los aficionados a las setas, mi sobrino O madrugó y cogió unos pocos níscalos y menuda alegría me dio cuando se presentó en casa con la cestita, porque a él le gusta ir a coger setas, pero en su casa no las comen, así que yo me “sacrifico” y las adopto tan contenta, como las que hace un par de semanas me regaló un amigo y como las que espero me traiga mi sobrino si el tiempo sigue acompañando y no se llenan de bichos, por lo que asomará por aquí alguna receta más con níscalos que espero os gusten tanto como a nosotros.

Para la receta que os traigo hoy, es necesario que el pimiento esté muy maduro, muy rojo, casi empezando a arrugarse, pues de esta forma estará más dulce y ofrecerá un rico contraste con el picantito de la cayena.

Atención a la cocción de los níscalos, pues no todos tienen la misma cantidad de agua y puede ocurrir que se queden sin líquido al acabar la cocción. En ese caso, añadir un poco de agua para poder formar la salsa.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Todos los pesos en limpio

500 gr. de níscalos

200 gr. de pimiento rojo

1 diente de ajo grande

1 pimienta de cayena

50 gr. de queso de untar tipo Philadelphia, bajo en grasa, a temperatura ambiente

sal

AOVE

ELABORACION:

Lavar bajo el grifo con un hilo de agua y uno a uno los níscalos, frotándolos con un cepillito para eliminar la suciedad. Ir colocándolos en un escurridor. Una vez limpios y escurridos, cortar en cuatro, seis u ocho trozos, según tamaño y reservar.

Lavar el pimiento, eliminar pedúnculo, semillas y filamentos interiores y cortar en tiras de 6-7 cm. de largo por 1-1'5 cm. de ancho, aproximadamente y reservar.

Pelar el ajo, cortar al medio a lo largo, eliminar el germen si lo tuviere y reservar.

Lavar la pimienta de cayena y pinchar en un par de sitios con un palillo o la punta de un cuchillo afilado y reservar.

Poner un fondo de aceite de oliva virgen extra en una cazuela amplia y llevar a fuego medio-alto. Cuando el aceite alcance temperatura, añadir el ajo, la cayena y el pimiento, tapar y freír removiendo de vez en cuando. Retirar el ajo en el momento que empiece a tomar color y agregar los níscalos y sal, remover y tapar. Continuar cocinado a fuego medio-alto hasta que los níscalos estén tiernos, removiendo con delicadeza para no partir el pimiento y vigilando que no se quede sin líquido. Si así fuera, añadir un poco de agua.

Apartar la cazuela del fuego, retirar la cayena si se desea, recoger unas cucharadas de salsa y disponerlas en un cuenco. Añadir el queso de untar, mezclar bien con unas varillas para rebajar la densidad y homogeneizar e incorporar a la cazuela. Devolverla al fuego, rectificar de sal si procede, dejar que hierva un minuto, retirar y servir.

A comer.

viernes, 20 de noviembre de 2020

Sobao

Si hay un sabor que asocie con mi infancia y juventud es el de este bizcocho. Así como mi madre no recuerdo que hiciera nunca un bizcocho de yogur (lo mismo que jamás hizo una tarta de galletas), éste lo hizo cientos de veces para nuestros desayunos y meriendas, para regalar y para llevar a una invitación. Es posiblemente la receta que más veces a dado, junto con la de las cañas de crema (otro de sus postres estrella). Un bizcocho muy rápido de hacer y más si, como ella, no pesas los ingredientes, pues utilizaba una taza de desayuno para medir azúcar y harina, una cucharilla para el impulsor y la margarina la calculaba a ojo y siempre le quedaba bien. He pasado sus medidas caseras a gramos para que sea más fácil y preciso, pues adaptarlas a tazas medidoras convencionales resultaba muy complicado.

Como es un bizcocho sin ningún tipo de aromatizantes, es fundamental que tanto los huevos como la margarina sean de buena calidad, pues es lo que va a dar sabor al sobao. Que por cierto, que es así como siempre se llamó en casa de mi madre, pero no tengo ni idea de porqué.

Al tener una gran carga de grasa, se conserva fresco muchos días, aunque yo, como todos los bizcochos, lo meto dentro de una bolsa de plástico para que se seque menos y también, porqué no decirlo, para evitar la tentación de cortar un trocito cada vez que paso a su lado.

Es un bizcocho denso, que llena y en el que descubres en cada bocado el sabor de las cosas sencillas. No tengo foto del corte, lo siento, pero era para llevarlo a una casa en la que no tengo la confianza suficiente para llevarlo cortado.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

8 huevos tamaño L, a temperatura ambiente

320 gr. de harina de trigo de todo uso

450 gr. de azúcar blanquilla

400 gr. de margarina vegetal, fundida y enfriada

12 gr. de impulsor químico

margarina y harina para el molde

*Y además:

un molde de corona desmontable de 28 cm. de diámetro

ELABORACIÓN:

Precalentar el horno a 200º C con calor sólo por abajo.

Embadurnar con margarina y enharinar (retirando el exceso de harina poniéndolo boca abajo y dándole unos golpecitos en la base y costados) el molde elegido y dejar a un lado.

Tamizar juntas harina e impulsor y reservar.

En una ensaladera grande o similar, verter la margarina fundida y enfriada, cascar los huevos y añadirlos, así como el azúcar y la mezcla de harina e impulsor. Batir con la batidora de brazo justo hasta que la mezcla quede homogénea y sin grumos y verter dentro del molde. Golpear ligeramente el molde contra la encimera, colocando un paño de cocina en medio, para que suban a la superficie las posibles burbujas de aire.

Introducir el molde en el horno colocando la rejilla en posición intermedia, bajar la temperatura a 175º C y hornear, 50 minutos.

Finalizado el tiempo de horneado, comprobar la cocción pinchando el bizcocho con una brocheta: debe salir seca. Si no fuera así, hornear otros cinco minutos y volver a comprobar.

Sacar el bizcocho del horno y colocarlo encima de una rejilla para que se enfríe. Pasados diez minutos, quitar el aro y cinco minutos después, dar la vuelta y quitar la otra pieza del molde.

Dejar enfriar por completo encima de la rejilla antes de consumir.

A comer.

domingo, 15 de noviembre de 2020

Ensalada crujiente de coliflor, manzana, avellanas y granada

Crujiente por al coliflor, la manzana y las avellanas. Fresca por la granada y el perejil. Ligeramente dulzona por la miel, la pimienta de Jamaica y la canela y aromática por las especias. La receta está adaptada del libro “Jerusalén” de Yotam Ottolengui y Sami Tamimi y es una buena alternativa para variar un poco las ensaladas en invierno, cuando los tomates están carísimos y no saben a nada, te cobran un riñón por un mini pepino y la cebolla es tan picante que ríete tú de las guindillas.

No había comido nunca la coliflor asada y me he enamorado de ella. Qué cosa más rica, por favor. Además, la coliflor, que cocida es tremendamente sosa, asada no, tanto que no le he puesto nada de sal a la ensalada, aunque bien es cierto que en general utilizo poca sal, pero es que creo que así cocinada no la necesita. La he tostado poco, pero para otra ocasión la tostaré mucho más, ya que las partes muy tostadas (ojo, no quemadas) están riquísimas.

Le he puesto la mitad del aliño de aceite, vinagre y miel, pero es que no me gustan las ensaladas demasiado aderezadas, aunque reconozco que para cualquier otra persona esa cantidad es muy insuficiente. Lo mismo pasa con las especias, por eso indico que se aliñe con la mitad del aderezo y de las especies y luego se ajusten al gusto personal. Y cuidadito con pasarse con la canela, porque se apoderará del resto de sabores, ocultándolos.

Una ensalada diferente y muy original, de ese tipo de platos que no preparas en casa pero sí pides en un restaurante. Merece la pena hacerla, es de esas cosas que hay que probar al menos una vez y a mí desde luego me ha gustado lo suficiente como para repetirla.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

300 gr. de coliflor

40 gr. de manzana granny smith

15 gr. de avellanas sin cáscara y con piel, crudas

45 gr. de granos de granada

1 rama grande de perejil tierno

8 semillas pequeñas de pimienta de Jamaica, molidas

el mismo volumen de canela molida que de pimienta de Jamaica molida

1 punta de cuchillo romo de pimienta negra molida, generosa

25 ml. de AOVE

1 y 1/2 tsp de vinagre de Jerez (D.O.P.)

1 tsp de miel

ELABORACIÓN:

Precalentar el horno a 220º C y cubrir una bandeja de hornear con papel de aluminio.

Eliminar las hojas exteriores de la coliflor, lavarla y secarla con papel de cocina. Dividir en ramitos de tamaño parecido y disponerlos en un cuenco. Añadir 15 ml. de aceite de oliva virgen extra y embadurnar con las manos los cogollos de coliflor. Colocarlos extendidos en la bandeja preparada, introducirla en el horno colocándola en la segunda posición empezando por arriba y hornear 20 minutos. Dar la vuelta a los ramitos de coliflor y hornear 10 minutos más, bajando la bandeja una posición si se estuviera tostando en exceso.

Transcurrido el tiempo de horneado, pinchar con una brocheta el tallo de uno de los cogollos: debe entrar con cierta dificultad. Si la coliflor aún estuviera muy dura, continuar horneando hasta que esté cocinada, teniendo en cuenta que ha de quedar crujiente en el interior. Sacar la bandeja del horno y dejar enfriar la coliflor.

Poner el termostato del horno a 170º C y hornear las avellanas durante 17 minutos, volteándolas un par de veces. Las avellanas estarán listas cuando empiecen a desprender olor a tostado. Sacar las avellanas del horno y si se desea, frotarlas todavía calientes con un paño de cocina para que se desprenda la piel. Dejar que se enfríen y picar groseramente.

Abrir la granada y soltar los granos, eliminando todo resto de la piel interior.

Lavar la manzana, descorazonarla y sin pelar, cortar en gajos a lo largo y éstos en cuñas delgadas a lo ancho. Disponerla en un bol, añadir 1 tsp de vinagre e impregnar todos los trozos para evitar que se ennegrezcan. Escurrir y reservar el vinagre sobrante.

Lavar y secar el perejil. Separar las hojas del tallo y desechar éste.

Machacar en el mortero las semillas de pimienta de Jamaica hasta reducirlas a polvo. Medir su volumen y ponerlas en un bol. Añadir el mismo volumen de canela molida y la pimienta negra y mezclar.

En el bol que contiene el vinagre sobrante reservado, añadir la 1/2 tsp de vinagre restante y la miel. Remover hasta integrar, agregar 10 ml. de aceite de oliva virgen extra y emulsionar.

Disponer en el plato de presentación la coliflor, la manzana, los granos de granada, las hojas de perejil y las avellanas, Añadir la mitad del aderezo de aceite y la mitad de las especias, remover y probar el conjunto, agregando más aderezo y/o especias, al gusto.

Servir a temperatura ambiente.

A comer.

martes, 10 de noviembre de 2020

Carrilleras de ternera con ron y salsa barbacoa

Parafraseando el conocido refrán, la bloguera propone: “mañana por la mañana hago las fotos del plato que he cocinado esta tarde, aprovechando la luz matutina” y el clima dispone “mañana día de niebla, tooodooo el día”.

La bloguera se levanta al día siguiente, sube las persianas con ilusión (e ilusamente) y ¡zas!, todos sus planes al carajo, hay una niebla del trece. Sapos y culebras empiezan a salir por su “linda” boquita a la vez que añora el buen tiempo con sus largos días llenos de luz en los que se puede poner a hacer fotos en cualquier momento y no sólo los fines de semana como ocurre en los cortos días de invierno, en los que además, el maldito cambio de hora no viene a ayudar, precisamente.

Ommm.... Bueno, la mañana es muy larga, a lo mejor levanta la niebla. ¡Já! Va llegando la hora de comer y la niebla ha decidido, que para lo que tiene que hacer en otro sitio, se queda donde está. Así que la bloguera se resigna (no cristianamente, dicho sea de paso), decide no arriesgarse a esperar a la tarde a ver si despeja y saca todos los trastos para la sesión de fotos.

Clic, clic, clic, “qué asco de luz”, clic, clic, “no me gusta nada como están quedando las fotos”, clic, clic, clic, “tal vez después de comer salga el sol”, clic, clic, “bueno, si es así, las repito”. Y el sol no salió en todo el día, con lo que la bloguera se tuvo que conformar con sus oscuras fotos, lo que fue motivo de pestes varias y de muchos “si es que lo que tienes que hacer es ...” (los consejos mentales, para otro día).

Al menos la receta salió rica, con una salsa potente en la que mojar mucho pan y una carne tiernísima pero no deshecha debido a la cocción a fuego muy lento. ¿Sabe a salsa barbacoa? Pues no, al menos yo no he identificado su sabor, aunque el guiso sí tiene un ligero aroma ahumado. La receta está adaptada del blog Papilles & Pupilles y pienso volver a cocinarla, pues nos ha gustado mucho.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

* Todos los pesos en limpio

2 carrilleras de ternera sin hueso (unos 700 gr.)

125 gr. de cebolla

80 gr. de zanahoria

70 gr. de pimiento rojo

20 gr. de apio

50 gr. de salsa barbacoa

75 gr. de salsa de tomate espesa

100 ml. de ron oscuro añejo

250 ml. de agua

1 tbs de maizena

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

Pelar la cebolla y cortarla en plumas. Lavar y raspar las zanahorias y cortarlas en rodajas no muy finas. Lavar el pimiento rojo, eliminar pedúnculo, semillas y tripas y cortar en tiras delgadas a lo largo. Lavar el apio, pelar y eliminar los nervios si no fuera muy tierno y cortar en rodajas finas. Reservar todas las hortalizas por separado.

Eliminar posibles restos de telas y grasas de las carrilleras. Lavar, secar con papel de cocina y reservar.

Disponer un buen fondo de aceite de oliva virgen extra en una sartén honda y llevar al fuego. Cuando el aceite alcance temperatura, freír las carrilleras a fuego fuerte, dorándolas por todos sus lados. Sacar a una cazuela y reservar.

Dejar que el aceite pierda un poco de temperatura y agregar la cebolla, el apio y un poco de sal y cocinar a fuego medio alto hasta que la cebolla se ablande y empiece a dorarse. Añadir entonces las zanahorias y el pimiento, cocinar tres minutos e incorporar a la sartén la salsa de tomate y la barbacoa, remover y agregar el ron, dejar que evapore el alcohol a fuego fuerte durante un minuto y verter el contenido de la sartén en la cazuela donde están las carrilleras. Añadir el agua y sal, tapar y cocer a fuego suave durante dos horas y media, dando la vuelta a la carne una sola vez a mitad de cocción.

Comprobar el punto de cocción de las carrilleras pinchando la carne con una brocheta; si no estuvieran hechas, seguir cocinando hasta que estén tiernas.

Disolver la maizena en un poco de agua fría y añadirla a la cazuela. Remover delicadamente y hervir durante cinco minutos para que la salsa espese. Rectificar de sal, si procede.

Sacar la carne, cortar en lonchas gruesas y servir acompañada de las verduras.

A comer.

jueves, 5 de noviembre de 2020

Asadura de tostón o lechazo con níscalos

Me contaba mi hermana que el domingo se fueron a la sierra a buscar setas en familia, “¿pero las conocéis bien?” fue mi pregunta, “no, pero llevamos una aplicación en el móvil que te ayuda a identificar las comestibles de las que no lo son”. ?????? ¡Pero si hay setas que hasta a los expertos les cuesta distinguirlas pues según su estado de desarrollo es más o menos fácil confundirlas! Tal vez yo sea un poco timorata para el tema de las setas (no las conozco y no las cojo), pero desde que me dieron unas setas cogidas por una persona que las lleva cogiendo toda la vida y nos intoxicamos con las susodichas (¡qué noche más mala!), me fío muy poco de los recolectores. Vamos, que ya sólo como las que coge me suegro y los níscalos, que son casi imposibles de confundir, como los que he utilizado para hacer esta receta y que me regaló un buen amigo.

Si os gustan la asadura y los níscalos, ésta es vuestra receta. Es la mejor receta de asadura guisada que he hecho. Riquísima. Os aconsejo que la hagáis y disfrutéis comiéndola.

Por cierto, que no cogieron ni una seta, pues como no se podía salir de la comunidad autónoma, media ciudad tuvo la misma idea, así que se tragaron un atasco monumental para llegar tarde y ver que se les habían adelantado. Es la primera vez que me alegro de un atasco.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

* Todos los pesos en limpio

1 asadura de tostón o lechazo (hígado, corazón y pulmones)

250 gr. de níscalos

80 gr. de cebolla tierna

1 diente de ajo grande

1 rama de perejil

130 gr. de tomate natural maduro pero firme

125 ml. de vino blanco seco

1/4 tsp de tomillo seco

sal

AOVE

ELABORACIÓN:

Lavar cuidadosamente la asadura y escurrir.

Cortar el corazón en tiras a lo largo y los pulmones y el hígado en trozos regulares de tamaño bocado. Reservar el corazón y los pulmones en un plato y el hígado en otro plato por separado. Lavar bajo el grifo y uno a uno los níscalos, frotándolos con un cepillito. Ir colocándolos de canto en un escurridor. Una vez limpios y escurridos, picar en trozos regulares y reservar.

Pelar o escaldar el tomate, eliminar las semillas y cortarlo en dados de no más de un centímetro de lado. Reservar,

Pelar la cebolla y cortarla en dados de tamaño similar al tomate. Reservar.

Pelar el ajo, cortar a lo largo, eliminar el germen si lo tuviere y laminar. Reservar.

Lavar y secar el perejil. Cortar las hojas, eliminar el tallo y picar aquéllas groseramente. Reservar.

Sofreír la cebolla y el ajo en una cazuela con un buen fondo de aceite de oliva virgen extra a fuego medio-alto, removiendo de vez en cuando. Cuando empiece a dorarse, agregar el tomate y un poco de sal y sofreír removiendo unos dos minutos. Añadir entonces los níscalos, el tomillo y el perejil, tapar y cocinar 10 minutos, vigilando que no se queme.

Subir un poco el fuego y añadiendo algo más de aceite si fuera necesario, agregar el corazón y los pulmones sazonados con sal y rehogar el conjunto un par de minutos. Incorporar el vino, tapar y cocer 20 minutos.

Agregar a la cazuela el hígado y cocinar dos minutos, apartar del fuego, rectificar de sal, tapar y dejar reposar cinco minutos antes de servir.

A comer.

domingo, 1 de noviembre de 2020

Pan de cacao a la taza, en panificadora Lidl

Tengo un mueble bajo en la despensa dedicado única y exclusivamente a ingredientes para repostería, léase, chocolates, mermeladas, levaduras, frutos secos, preparados para natillas y flanes, azúcares varios, gelatinas y otros ingredientes del mismo estilo. Está el pobre hasta los topes y cada vez que necesito algo que está al fondo, me tengo que arrodillar y sacar bastante de lo de delante para llegar a lo que quiero y luego procurar colocarlo en el mismo orden que estaba pues las cosas casi encajan como si fueran un puzzle y en cuanto algo no está en su sitio, ya no hay forma de acomodar nada. A veces, por no buscar un ingrediente, cambio la receta que tenía en mente (seguro que ésto le suena a alguien).

El inconveniente de tenerlo todo tan saturado sumado a la pereza ocasional de revolver, conlleva que en alguna ocasión se me haya quedado olvidado al fondo del armario algún ingrediente. Bueno, olvidado no, pues sé todo lo que tengo, pero sí relegado al día que tenga ganas de sacar media balda para llegar al ingrediente en cuestión. El caso es que hace algunas semanas decidí que ya era hora de sacar el paquete de cacao en polvo a la taza que tenía en un rincón del mueble, pues temía que si no estaba caducado, cerca le andaba. Y así era, por lo que me tuve que poner a pensar en qué utilizar los 68 gr. que tenía el paquete y recordé que llevaba un tiempo queriendo hacer un pan con cacao. ¿Funcionaría con ese tipo de cacao? Seguro que estaría más rico con cacao desgrasado en polvo, pero el que tenía que usar era el otro. Bueno, me dije, los componentes son cacao, maizena y azúcar, no puede quedar mal y no me equivoqué. Resultó un pan altísimo, esponjoso, blandito y con un suave sabor a cacao. Peeerooo...., al darle la vuelta a la cubeta, se me espachurró ligeramente por arriba, tan blandito es. Así que lo repetí dejándolo enfriar como indico en la receta, de tal manera que la superficie se secó un poco evitando que se estropeara al desmoldarlo. Es el pan que veis en las fotos, suave, tierno y tan rico, que personalmente no le he puesto ni mermeladas ni mantequillas para comerlo.

Como este pan surgió por la necesidad de aprovechar un cacao a punto de caducar, es mi propuesta de noviembre para el proyecto 1+/-100, desperdicio 0

que Marisa promueve todos los meses desde su blog Thermofan y en con el que nos anima a evitar el despilfarro de alimentos y a fomentar la reutilización. Pinchad en el icono de la barra lateral si queréis ver los recopilatorios mensuales del proyecto.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

400 ml. de leche desnatada templada

120 gr. de margarina vegetal a temperatura ambiente

60 gr. de miel

5 gr. de sal fina

35 gr. de leche en polvo desnatada

68 gr. de preparado de cacao en polvo a la taza

330 gr. de harina de trigo de todo uso

330 gr. de harina de trigo de fuerza

12 gr. de levadura fresca de panadero

ELABORACIÓN:

Sacar la cubeta de la panificadora e introducir, por este orden: el leche templada, la margarina cortada en cubitos, la miel y la sal.

Mezclar en un bol la leche en polvo, el cacao a la taza en polvo y las harinas. Tamizar y añadir a la cubeta. Por último, incorporar la levadura desmenuzada.

Colocar la cubeta en el interior de la panificadora. Cerrar la tapa y conectar el aparato.

Seleccionar el programa 4 (dulce), peso 1.250 gr. y tueste bajo.

Cuando la máquina emita los tonos de aviso en la segunda fermentación, sacar la cubeta y con las manos húmedas quitar las palas amasadoras e introducir éstas inmediatamente en un bol con agua que las cubra para facilitar su posterior limpieza.

Con las manos húmedas, acomodar la masa para evitar las burbujas de aire que se puedan haber introducido en la misma al quitar las palas. Colocar nuevamente la cubeta en la panificadora y dejar que la máquina continúe con el programa.

Una vez finalizado el programa, desconectar la panificadora, abrir la tapadera y sin sacar la cubeta de la máquina, dejar reposar el pan cinco minutos. Pasado ese tiempo, desanclar la cubeta, colocarla ligeramente oblicua por encima de los anclajes y sin sacarla de la panificadora, dejar otros diez minutos dentro de la máquina. Sacar la cubeta y sin desmoldar el pan, colocarla encima de una rejilla durante otros veinte minutos. Finalmente, desmoldar y dejar enfriar por completo sobre la rejilla lejos de corrientes de aire. De esta forma, al enfriarse despacio, se arrugará menos la superficie del pan, endureciéndose ligeramente la corteza, lo suficiente para que al darle la vuelta no se aplaste y pierda su bonita panza.

Una vez frío, introducirlo en una bolsa de plástico para que se conserve tierno por más tiempo.

A comer.

viernes, 30 de octubre de 2020

Tagliatelle con beicon, jamón cocido y bechamel

Hoy un plato sin complicaciones, sencillo y económico que seguro que en casa gusta a todo el mundo. Entretiene un poco por tener que hacer la bechamel pero compensa no sólo por lo rico que está, sino porque cunde mucho. No me gusta poner las raciones en las recetas pues depende mucho de la gente que se siente a la mesa, pues no come la misma cantidad un adolescente que una persona mayor, ni una mujer lo que un hombre, pero con las cantidades que indico salen tres hermosas raciones para tres adultos que ya no cumplen los cincuenta.

Hoy no hay tiempo para más, ni ganas tampoco. Es viernes por la noche, llevo toda la semana aporreando el ordenador en la oficina y lo que menos ganas tengo ahora es de darle a la tecla.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para la pasta:

120 gr. de tagliatelle al huevo

70 gr. de beicon ahumado, cortado en lonchas

100 gr. de jamón cocido, cortado en lonchas

225 gr. de salsa de tomate espesa

queso emmental rallado

sal

*Para la bechamel:

30 gr. de harina de trigo de todo uso

30 ml. de aceite

330 ml. de leche desnatada

pimienta negra molida

sal

*Y además:

un molde rectangular apto para horno de 23 cm de largo y 20 cm de ancho, aproximadamente

ELABORACIÓN:

*De la pasta:

Cocer la pasta en abundante agua con sal el tiempo indicado por el fabricante o al gusto. Una vez cocida, escurrir bien y disponer en un molde rectangular apto para horno.

Cortar por separado el beicon y el jamón en cuadrados de un centímetro de lado. Disponer el beicon en una sartén sin nada de aceite y colocar en el fuego. Calentar a fuego bajo para que suelte la grasa y cocinar hasta que empiece a dorarse. Subir el fuego, añadir el jamón cocido y rehogar dos minutos, removiendo.

Repartir el contenido de la sartén por encima de la pasta. Distribuir la salsa de tomate de forma homogénea formando una capa fina.

*De la bechamel:

Calentar el aceite en una sartén honda. Agregar la harina y rehogar hasta que empiece a cambiar de color y huela a harina tostada. Añadir entonces la mitad de la leche o menos y remover con unas varillas cuidando de disolver la harina para que no queden grumos; al hacerlo con la mitad del líquido, resultará más fácil. Una vez disuelta, agregar el resto de la leche y seguir removiendo sin parar hasta que la mezcla espese y empiece a cocer. Ha de quedar una bechamel ligera. Añadir sal y pimienta negra molida al gusto y continuar la cocción otros 2 minutos.

Repartir la bechamel por encima de la capa de tomate, agregar queso emmental rallado al gusto y gratinar bajo el grill del horno hasta que se dore.

A comer.

domingo, 25 de octubre de 2020

Pimento cheese (queso de pimiento). Receta de Estados Unidos

Según se está poniendo el panorama, lo de ir el domingo a tomar el vermut va a tener que esperar. Pero que no vaya al bar a tomarme el aperitivo no quiere decir que no lo pueda preparar en casa y como me gusta mucho untar quesos y patés en pan tostado o galletitas saladas, he preparado este queso de pimiento, que se hace con la gorra, pero no por eso está menos rico.

Le he puesto muy poquito ajo (si os fijáis en las fotos, la receta lleva el trozo de ajo que la falta al diente que se ve en ellas) y sólo una pimienta de Cayena sin semillas, pues el ajo y el picante se acentúan con el paso de las horas y son sabores que si te pasas, predominan sobre el resto hasta anularlos. Además quería que el sabor fuera suave. Yo no le he puesto sal, porque para mí es suficiente con la que tienen todos los ingredientes, pero a lo mejor alguien tiene que ajustar el punto de sal.

Los ingredientes se procesarán mejor si están a temperatura ambiente. Por contra, el queso cheddar se rallará mejor si está frío.

Y poco más. Deciros que este queso, que he adaptado de “Once upon a chef”, pertenece a la cocina sureña tradicional estadounidense y es conocido como paté del sur. La base se compone de queso cheddar de sabor fuerte, queso cremoso, mayonesa y pimiento, a la que, según la zona, se suele añadir guindilla, jalapeños, cebolla, apio, pepinillos... Tendría que haber sido más picante, pero lo quería suave. Se suele consumir con pan tostado, galletas saladas y crudités, aunque la verdad, la textura no se me presta mucho para untar zanahoria o apio, sino más bien para untarla en pan. También se utiliza como relleno de sandwiches y en hamburguesas. ¡Incluso he visto por ahí que con macarrones!

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

100 gr. de queso crema (tipo Philadelphia) bajo en grasa, a temperatura ambiente

40 gr. de salsa mayonesa, a temperatura ambiente

1/2 tsp de salsa Worcestershire

1 trocito pequeño de ajo

1 pimienta de cayena fresca

100 gr. de queso cheddar naranja madurado, frío

45 gr. de pimiento rojo en conserva, escurrido

ELABORACIÓN:

Lavar la pimienta de cayena, abrir y retirar las semillas. Cortar la guindilla con unas tijeras en trozos pequeños y disponerlos en un procesador de alimentos equipado con cuchilla o en el accesorio picador de la batidora de brazo. Añadir el ajo machacado, el queso crema, la mayonesa y la salsa Worcestershire. Procesar hasta que quede una crema fina y homogénea. Quitar la cuchilla.

Rallar el queso cheddar y agregar a la crema de queso. Mezclar con una espátula.

Picar a cuchillo el pimiento rojo en trozos pequeños y añadir a la crema de queso. Mezclar con la espátula hasta homogeneizar.

Servir a temperatura ambiente o ligeramente fresco, acompañado de pan tostado o galletas saladas.

A comer.

Reedición a 5 de noviembre de 2020.

Hoy me he llevado una gran alegría al ver esta receta nombrada en el Paseo por la gastronomía de la red con platos caseros y reconfortantes para el otoño de Directo al Paladar. Gracias Pakus por mencionar este humilde rincón.

martes, 20 de octubre de 2020

Tajine de berenjenas y lechazo. Receta de Túnez

Estamos acostumbrados a las recetas de tajine que se cocinan en el recipiente de barro con tapadera cónica del que toman su nombre, típico de los países del Magreb, pero en Túnez, se denomina tajine a un plato bien distinto, compuesto por una base de huevos y queso rallado, al que se añaden verduras y hortalizas, así como carne o pescado y que se cocina en todo o en parte en el horno, teniendo un gran parecido a la frittata italiana en lo que a elaboración se refiere, más que a su homónimo marroquí. Existen múltiples recetas de tajine, siendo los rellenos casi infinitos y habitualmente se presentan como el que os traigo hoy, aunque si se forra el molde previamente con hojas de pasta brick enmantequilladas, se coloca en su interior el relleno y se cierra con más pasta brick igualmente enmantequillada, recibe el nombre de tajine malsuka, un plato que a la vista a mí me recuerda mucho a la pastela moruna. Se puede consumir caliente, frío o a temperatura ambiente, cortado en trozos cuadrados o triangulares para facilitar su consumo con la mano, que es la forma tradicional de comerlo.

El tajine de berenjenas y cordero es un plato típico del ramadán, que debido a la gran cantidad de berenjena que lleva, queda jugoso aunque pueda no parecerlo, ya que para poderlo comer con las manos ha de quedar muy cuajado, pero curiosamente no es nada seco y pesado. Ligerísimamente especiado, su sabor se profundiza con el paso de las horas, mejorando notablemente al día siguiente. En caso de no encontrar harissa en polvo, se puede utilizar harissa en pasta. Al ser éste un condimento de sabor fuerte, recomiendo añadir un poquito, probar y añadir algo más si se desea, teniendo en cuenta que se pretende que acentúe el sabor general del plato, no que lo enmascare.

La receta está adaptada del libro “Un viaje por la cocina mediterránea” y ha sido todo un descubrimiento. Animaos a preparlo. No os defraudará.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

* Todos los pesos en limpio

600 gr. de pierna de lechazo deshuesada

500 gr. de berenjena

250 gr. de cebolla

100 gr. de queso rallado

2 ramas grandes de perejil (sólo las hojas)

1/4 tsp de cúrcuma en polvo

1/4 tsp de harissa en polvo

5 huevos tamaño L

sal

AOVE

agua

margarina (para el molde)

* Y además:

un molde desmontable de 22 cm. de diámetro

ELABORACIÓN:

Limpiar el lechazo de grasas y telillas y cortar en dados de tres centímetros de lado. Reservar.

Lavar las berenjenas y cortar en láminas de un centímetro de grosor, como máximo. Pincelar una plancha eléctrica o una carmela con aceite de oliva virgen extra y asar las rodajas de berenjena unos cinco minutos por cada lado o hasta que estén hechas. Sacar a un plato dispuesto con papel absorbente y reservar.

Lavar y secar las hojas de perejil. Picar groseramente y reservar.

Sofreír la cebolla cortada en brunoise con un poco de sal en una cazuela con un fondo de aceite de oliva virgen extra. Cuando empiece a dorarse, añadir la cúrcuma y la harissa, rehogar unos segundos y agregar el lechazo. Rehogar removiendo el conjunto hasta que la carne cambie de color y añadir agua, la justa para que queden cubiertos los ingredientes. Tapar la cazuela y cocer a fuego medio alto unos veinte minutos o hasta que la carne esté tierna. Finalizado el tiempo de cocción, debería haberse consumido todo el agua, si no es así, cocer a fuego fuerte y destapado hasta que se consuma por completo, vigilando que no se agarre.

Apartar del fuego, rectificar de sal, añadir el perejil picado y dejar templar.

Precalentar el horno a 180º C con calor arriba y abajo.

Untar con margarina las paredes y la base del molde elegido.

Partir a la mitad las rodajas más grandes de berenjena, añadir a la cazuela de la carne y mezclar. Batir los huevos con un poco de sal, añadirlos a la cazuela, así como el queso rallado y mezclar hasta integrar.

Verter el contenido de la cazuela en el molde e introducir en el horno, colocando la rejilla a media altura y hornear 35 minutos a 180º C con calor arriba y abajo. Comprobar que está cocido pinchando en el centro del tajine con una brocheta: debe salir seca.

Sacar del horno, esperar diez minutos y desmoldar. Dejar enfriar por completo y consumir caliente, frío o a temperatura ambiente.

A comer.