lunes, 29 de agosto de 2022

Gratinado de arroz con salmón

No soy mucho de platos únicos pues siempre me parece que la comida se queda a medias pero la receta que os traigo hoy es perfecta para servirla como plato único. Yo la he preparado de primer plato para tres pero poniendo un poco más de salmón y un poquito más de arroz, tenemos un plato único para dos perfectamente satisfactorio, rico, suave y que llena más de lo que parece. Eso sí, es un plato que no espera a nadie, una vez agregada la salsa al arroz hay que continuar deprisa con el resto de la receta y servirlo recién sacado del horno, porque a la que os descuidéis un poco, el arroz se empezará a beber la salsa pasando de esponjoso a apelmazado, que es lo que me pasó a mí a cuenta de la sesión de fotos. De sabor estaba riquísimo pero perdió en textura, no se podía ni comparar cómo estaba de recién hecho (puse un poquito en una cazuelita aparte para probarlo reciente pues me temía lo que pasó) a cuando nos sentamos a comer media hora después. Así que, ya sabéis, todo el mundo sentado en la mesa en lo que se gratina el arroz. También aconsejo gratinarlo en cazuelitas individuales, para que así cada bocado incluya arroz y queso, que siempre al servirlo de una grande se descompensa la parte de arriba que tiene el queso con la de abajo del arroz. En cualquier caso está buenísimo y es una receta perfecta para los anti espinas, ya que al ir el salmón limpio no tienen que preocuparse por ellas ni ponerlas como excusa para no comer pescado.

Animaos a preparar la receta, os va a gustar mucho, seguro, por no hablar de lo facilona y rápida que es. Eso sí, recordad que no admite esperas y por lo tanto tampoco el recalentamiento: haced la cantidad justa para que no sobre y disfrutadla en todo su esplendor.

Receta adaptada de aquí.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGRIENTES:

125 gr. de arroz de grano largo

150 gr. de salmón fresco, sin piel ni espinas

75 gr. de cebolla

75 gr. de crème fraîche

15 gr. de pasta de tomate

1/4 tsp de eneldo seco

pimienta blanca molida

1 pastilla de caldo de pescado

20 gr. de mantequilla

queso emmental rallado

agua

ELABORACIÓN:

Medir el volumen del arroz en una taza medidora y poner en una cazuela cuatro veces el volumen del arroz, de agua. Añadir a la cazuela la pastilla de caldo de pescado desmenuzada y llevar a ebullición. Cuando rompa a hervir, agregar el arroz y cocer semi tapado y a fuego suave durante 18 minutos o lo que indique el fabricante.

Retirar la cazuela del fuego y volcar el arroz en un escurridor. Voltear unas cuantas veces para eliminar el exceso de caldo y evitar que el arroz se apelmace. Mantener al calor esponjándolo de vez en cuando con dos tenedores para que no se pegue, cuidando de no romper los granos de arroz.

Mientras se hace el arroz, cortar el salmón en dados de 1 cm. de lado, aproximadamente y reservar. Picar la cebolla menuda y reservar.

Conectar el gratinador del horno a máxima potencia.

Mezclar en un cacito la crème fraîche, la pasta de tomate, el eneldo y un par de pizcas de pimienta blanca molida. Calentar a fuego muy bajo sin que llegue a hervir. Mantener en el fuego hasta su utilización.

Rehogar el salmón en la mantequilla a fuego medio alto. Sacar a un plato, escurriéndolo, justo cuando cambie de color y reservar.

Freír en la mantequilla sobrante y a fuego alto, la cebolla, removiendo para que se cocine por igual. Una vez dorada y crujiente, añadir el arroz cocido, mezclar y rehogar un minuto.

Apartar la sartén del fuego y añadir la mezcla caliente de crème fraîche. Remover para que el arroz se impregne uniformemente de la salsa e incorporar el salmón junto con los jugos que haya podido soltar. Mezclar el conjunto con delicadeza para no romper los dados de pescado y verter en una fuente apta para horno.

Cubrir toda la superficie del arroz con una muy generosa capa de queso emmental rallado y gratinar en el horno. Servir inmediatamente.

A comer.

lunes, 22 de agosto de 2022

Bizcocho de mantequilla y coco

Este verano, con el calor que ha hecho, me ha dado bastante pereza encender el horno, así que cada vez que mi pareja me decía que a ver si hacía un bizcocho, yo escurría el bulto cambiando de tema y cuando ya insistía reconocía que sólo pensar en el calor al hornear me echaba para atrás. Evidentemente se quedó con la copla y en cuando bajó la temperatura a un nivel más normal volvió a la carga y es que en casa somos muy de bizcocho; el de yogur, que es el que más horneo, ya casi se hace sólo de tanto que lo repito. Pero de bizcocho casero, que los industriales, con ese saborcillo a esencia de limón, vainilla o lo que sea, no son mucho de nuestro agrado. Al resto de bollería, galletas y otras dulzangas no le hacemos remilgos, pero a los bizcochos sí y de hecho no recuerdo la última vez que compré uno.

El caso es que a mí también me apetecía y por no repetirme, busqué en la red un bizcocho en el que pudiera utilizar algún ingrediente de los que ya tuviera en la despensa porque entre ésta y el arcón congelador, tengo comida para parar un tren y me he propuesto comprar lo menos posible e ir utilizando lo que ya tengo. Y encontré este bizcocho. Si os gusta el sabor a mantequilla, os encantará, porque es el predominante. El coco se percibe más en la textura que en el sabor, pensé que llevando leche y ralladura se notaría más, pero no, tal vez con una leche de coco con menor contenido en agua (he usado una mitad leche mitad agua y sin espesantes, que me dan un poco de asquete) sepa más a coco. Eso sí, no busquéis por ningún lado el de la leche condensada, no sabe en absoluto a ella, cosa que no esperaba porque lleva bastante pero que tampoco me ha importado porque prefiero que su sabor se note poco a que predomine por encima de los demás, que es la pega que le encuentro muchas veces a los postres que la llevan.

Bizcocho de aspecto contundente pero muy tierno que alegrará vuestros desayunos y meriendas y que no os puedo decir cuánto tiempo mantiene la ternura porque casi casi está recién sacado del horno. Pero está tan bueno que no le va a dar tiempo a ponerse duro...

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

* Todos los ingredientes a temperatura ambiente

300 gr. de harina de trigo de todo uso

10 gr. de impulsor químico

350 gr. de leche condensada desnatada casera o industrial

240 ml. de leche de coco

3 huevos talla L

150 gr. de mantequilla a punto de pomada

60 gr. de coco rallado

mantequilla y harina para el molde

azúcar glas para espolvorear

* Y además:

un molde de corona de 2.250 ml. de capacidad (mínimo)

unas varillas eléctricas (optativo)

ELABORACIÓN:

Enmantequillar y enharinar (retirando el exceso de harina poniéndolo boca abajo y dándole unos golpecitos en la base y costados) el molde elegido y dejar a un lado.

Tamizar juntos la harina y el impulsor y reservar.

Batir la leche de coco para que se mezclen uniformemente las partes sólida y líquida y mezclar en un bol, hasta homogeneizar, con la leche condensada. Reservar.

Precalentar el horno a 200º C, con calor arriba y abajo.

Disponer la mantequilla en un bol profundo y batir unos segundos con las varillas eléctricas, si se usan. Añadir los huevos de uno en uno e integrar. La mezcla parecerá cortada, es así.

Añadir a la mezcla de huevos y mantequilla la mitad de la mezcla de leches condensada y coco e integrar. Agregar la mitad de la mezcla de harina e impulsor e integrar. Incorporar el coco rallado y mezclar. Proceder de igual modo con el resto de las mezclas líquidas y sólidas.

Verter la mezcla en el molde, dar unos golpecitos para asentar la masa e introducir en el horno colocando la rejilla a media altura. Bajar la temperatura a 180º C y poner el calor sólo por abajo. Hornear 45 minutos.

Comprobar el punto de cocción pinchando con una brocheta el centro del bizcocho: debe salir seca. Si no fuera así, prolongar el horneado otros tres minutos o hasta que la brocheta salga seca.

Sacar del horno y colocar el molde sobre una rejilla. Desmoldar a los 10 minutos, colocando el bizcocho nuevamente en la rejilla hasta que se enfríe por completo.

Una vez frío, espolvorear con azúcar glas y servir.

A comer.

lunes, 15 de agosto de 2022

Estofado de lechazo con cítricos y verduras crujientes

Coincidiendo con Fernando Fernán Gómez en que las bicicletas son para el verano, este año decidí comprarme una. Yo, niña de ciudad que nunca tuvo bici y apenas aprendió a mantener el equilibrio en una prestada, que cuando hay deportes en la televisión cambia de canal no vaya a ser que se me pegue algo, decido, a mi edad y mis anchuras, que tanto confinamiento y tanto teletrabajo están perjudicando mis rodillas y mi armario, que cada temporada tengo que comprar ropa nueva porque no me vale la de la anterior, decido, decía, ponerle solución, pero en vez de salir a andar que es barato y si sólo lo haces dos días puedes usar las zapatillas que te compraste para ir al mercadillo, la mejor idea que se me ocurre es comprar una bicicleta, con un par. Así que me voy a mirarlas a diversos establecimientos y me encuentro con todo un mundo desconocido para mí: bicicletas de carretera, paseo, trekking, gravel, BMX, MTB.... ¡socorro! Ya sabía que había bicicletas más allá de la típica de paseo con su cestita de mi infancia, pero tantas, no. Ilusa de mí, que pensaba que sólo tenía que llegar y escoger el color. Me dirijo entonces al encargado del establecimiento para que me asesore y lo primero que me pregunta es dónde la voy a utilizar, carretera, montaña, uso mixto... pregunta lógica por otra parte pero que yo ni me había planteado. Una vez determinado este punto, empieza a enseñarme modelos y a hablarme de manillares, sillines, suspensiones, cambios... La verdad que no sé qué expresión tenía mi cara pero yo intentaba mantener el tipo cuando me hablaba de platos (a mí me sacan de los de la vajilla y me pierdo), piñones (¿no solo existen los de los pinos?), horquillas (las del pelo las conozco, las demás, ni idea), bielas (????)... Pero el acabose fue cuando le digo que todas me parecen enormes y que me voy a caer de ellas por muy bajo que vaya el sillín y me responde que las que tienen allí de muestra son M o L, que para mi estatura me tendría que pedir una talla S. ¿Pero las bicis tienen tallas? Esta pregunta rebotó por todos los rincones de mi cerebro ante mi cara interna de pasmo, que exteriormente no cambié la expresión, por vergüenza más que nada pues el vendedor de sobra se estaba dando cuenta de mi más absoluta ignorancia. Muy digna dije “a sí, claro, no me daba cuenta” intentando salir airosa de la situación aunque lo que quería era salir corriendo de la tienda. “Lo que ocurre es que en verano es cuando más bicicletas se venden y ahora no hay stock en fábrica ni podemos decirle cuándo estará disponible”. “Uy, qué lástima pues ya, a estas alturas de agosto y que encima ya ha cambiado el tiempo y al verano le quedan cuatro días, casi que lo dejo para el año que viene”. Pues eso, que las bicicletas son para el verano, para el próximo, si eso.

Pero no me dejéis para tan tarde esta receta, que os vais a arrepentir por lo buena que está. Es diferente, sabrosa, moderadamente picante y sorprende por el contraste de texturas, la tierna de la carne y la crujiente de las verduras, que quedan encurtidas al marinarse con los zumos de naranja y limón. El caramelo que se hace con el azúcar y el aceite le da un ligero sabor a tostado que me recuerda a la miel de caña y equilibra el picante de la cayena y el ácido de los cítricos. Ojo con los tiempos al hacer el caramelo pues se quema rapidísimamente, al igual que al añadir la pasta de tomate, a la mínima que os descuidéis os tocará tirarlo y empezar de nuevo.

La receta está adaptada del libro Recetas del Mundo, de Thermomix, donde lo llama estofado caribeño de cordero, nombre que no me he atrevido a conservar porque entre las más que posibles adaptaciones que habrá hecho el recetario y las mías, posiblemente se parezca muy poco a la receta original de la República Dominicana en la que dice basarse el libro. En éste lo acompaña con arroz al vapor, yo no lo hice y la verdad que debería, pues me parece un gran acierto la guarnición de arroz, no sólo para que se impregne de la salsa que está buenísima, sino porque ayuda a suavizar el sabor del guiso. Así que, si os animáis a cocinarlo, no olvidéis el arroz.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

700 gr. de lechazo troceado para guisar, con hueso

70 ml. de zumo natural de naranja, sin filtrar

25 ml. de zumo natural de limón, sin filtrar

50 ml de salsa Worcestershire (salsa inglesa)

20 gr. de dientes de ajo, laminados

150 gr. de cebolla cortada en brunoise

70 gr. de apio pelado y sin hebras, cortado en mirepoix

4 tbs de hojas de perejil picadas groseramente

1/2 tsp de orégano seco

1 hoja grande de laurel

1/8 tsp de pimienta de cayena picada

25 ml de AOVE

15 gr. de azúcar moreno

1 tsp de sal

30 gr. de pasta de tomate concentrado

agua

ELABORACIÓN:

En una cazuela poner la carne, los zumos de naranja y de limón, la salsa Worcestershire, los ajos, la cebolla, el apio, el perejil, el orégano, el laurel y la cayena picada. Remover, tapar y marinar en el frigorífico durante 24 horas, removiendo una o dos veces.

Al día siguiente, sacar la cazuela del frigorífico con al menos dos horas de antelación para que se temple.

Disponer en una sartén pequeña el aceite de oliva virgen extra y el azúcar moreno. Llevar a fuego medio-alto y cocinar sólo un minuto desde que empiece a burbujear. Apartar y dejar que pierda un poco de temperatura. Añadir la pasta de tomate y remover para integrar: se hará un engrudo, es así. Devolver la sartén al fuego y hervir sólo un minuto, removiendo. Retirar y cuando deje de cocer, añadir 100 ml. de agua hirviendo y remover hasta que el contenido de la sartén se disuelva en el agua. Dejar enfriar.

Volcar el contenido de la sartén en la cazuela que contiene el lechazo y la marinada. Agregar la sal y 150 ml. de agua del tiempo. Tapar y llevar a ebullición a fuego medio durante 40 minutos o hasta que la carne esté tierna.

Dejar reposar hasta el día siguiente. Calentar a fuego medio y servir.

A comer.

lunes, 8 de agosto de 2022

Salsa de frutos rojos para postres, en Monsieur Cuisine Plus (MC+)

Mientras la gran mayoría de los españoles se remoja en playas y piscinas disfrutando de sus vacaciones y el resto sobrellevamos la calma chicha en la que se desarrollan nuestras jornadas laborales (salvo hostelería y restauración, que ahora tienen un trabajazo impresionante), va pasando el verano. Un verano muy animado, por cierto, pues hay gente por todos los sitios, da igual que sean destinos vacacionales que no, hay gente por todos los rincones y a todas horas, cómo se nota que hay ganas de fiesta, de estar en la calle, de ver a la familia, de reencontrarse con los amigos, de vivir. Me río yo de la cuesta de septiembre de este año, (que esa sí es “cuesta”, no la de enero), aunque bien mirado, seguro que va a merecer la pena, pues como se suele decir “que nos quiten lo bailao” y este verano se está bailando y mucho y no me refiero a los bailes de las verbenas, que también están a tope. Ahora nos preocuparemos de la tan anunciada escasez de hielo, que a ver cómo preparamos las jarras de tinto de verano sin toneladas de cubitos, de esos comprados, tan grandes que tardan en deshacerse sin aguar la bebida y es que yo ni siquiera tengo cubiteras ni bolsas para hacerlos en casa. ¡Vaya!, me voy corriendo al chino a pelearme con algún cliente por la última bandeja para hacer hielo.

Y mientras cojo la cartera y salgo pitando, os dejo con esta salsa de frutos rojos, perfecta para postres muy dulces, pues el punto ácido de la fruta se refuerza con el de el limón, resultando una salsa dulce y ácida a la vez que como ya os digo, le va genial a los postres muy dulces, anima las siempre ricas pero a veces un poco insípidas tartas de queso y encantará a los poco golosos.

Es una salsa fácil de hacer que en el robot MC+ no os dará trabajo. El azúcar gelificante ayuda a espesar la salsa reduciendo el tiempo de cocción y es muy práctico para la elaboración de siropes y mermeladas hechos en el robot pues la evaporación es muchísimo menor que si se hacen de forma tradicional y para conseguir el mismo punto de espesor necesitan más tiempo de cocción que en una cazuela.

La salsa queda algo menos densa que un sirope comercial. Ajustad su espesor según vuestros gustos, tiendo en cuenta que al enfriarse resultará un poco más espesa que estando caliente.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

Todos los pesos en limpio

500 gr. de cerezas deshuesadas (800-900 gr., peso con hueso y según tamaño, aprox.)

300 gr. de fresas

200 gr. de grosellas rojas

30 ml. de zumo de limón

300 gr. de azúcar gelificante para mermeladas (he utilizado Sidul)

ELABORACIÓN:

Lavar y escurrir toda la fruta. Quitar los rabillos de las cerezas y deshuesar, eliminar los tallos de fresas y grosellas, partir en dos o tres trozos las primeras y dejar enteras las segundas. Introducir toda la fruta en el vaso del MC+, así como el azúcar gelificante y el zumo de limón.

Cerrar el vaso, dejando el orificio destapado y programar 15 minutos, 110º C, velocidad 1, subiendo a velocidad 2 pasados los cinco primeros minutos.

Colocar el cestillo invertido sobre el orificio de la tapadera para evitar salpicaduras y programar otros 15 minutos, 110 º C, velocidad 2.

Sacar el vaso del robot y dejar templar el contenido, destapado. Una vez templado, volver a colocar el vaso en su posición, tapar y pulsar la tecla turbo hasta conseguir una salsa fina y homogénea.

Pasar la salsa por un colador de malla fina para eliminar las semillas. Dejar enfriar completamente y conservar refrigerada en un recipiente hermético.

Espesará ligeramente al enfriar.

A comer.

lunes, 1 de agosto de 2022

Fritos de arroz integral y champiñones

Me gusta tener champiñones en el frigorífico, son muy versátiles, les van bien a casi todo y solos te apañan un primer plato en un momento, así que muchas veces los compro sin saber muy bien cómo los voy a utilizar. Normalmente cuando no estoy inspirada, los hago al ajillo-limón, que nos encantan y son fáciles de preparar, pero la última vez que los compré, quería hacer algo distinto. El caso es que iban pasando los días y los pobres champiñones languidecían en el cajón de las verduras sin que les llegara su momento. Estaban ya tan feúchos que de guisarlos solos el plato no hubiera resultado muy apetitoso a la vista, así que había que “camuflarlos” de alguna manera. También llevaba un tiempo con la idea de hacer una especie de arancini italianos y al mismo tiempo quería probar a cocinar algo con arroz integral. Así que junté todo, ingredientes e idea y cual bruja removiendo la marmita en la que prepara un filtro de amor, la olla de mi cabeza mezcló, quitó, puso y ajustó con el resultado que veis, unos fritos muy ricos hechos con el cariño que toda guisandera pone al cocinar, porque la cocina es un acto de amor, hacia los ingredientes y hacia los comensales. Hacia los primeros porque los tratamos con mimo para sacar lo mejor de ellos mismos y hacia los segundos porque siempre cocinamos pensando en los demás, en sus gustos, sus preferencias, sus manías, sus ascos, sus intolerancias, sus alergias y/o sus restricciones alimenticias, ya sean voluntarias o impuestas. Incluso cuando sólo cocinamos para nosotros mismos, también lo hacemos con amor, aunque sea un humilde filete a la plancha, siempre cuidaremos la materia prima y lo dejaremos en el punto que nos gusta, muy pasado o poco hecho, con o sin sal, con un poquito de pimienta o con todo el bote de Tabasco...

Cocinar también es compartir, en la mesa y por supuesto en este mundillo virtual y aunque la mayoría de los blogs ha colgado el cartel de “cerrado por vacaciones”, yo sé que Marisa no y como cada primero de mes nos abre su cocina para que participemos en su proyecto 1+/-100, desperdicio 0, una iniciativa cuyo objetivo es evitar el desperdicio de alimentos y fomentar el reciclaje en general

en la que siempre que puedo participo y a la que presento estos fritos, que si no llega a ser por ellos me temo que los champiñones habrían acabado en la basura, porque aunque estaban sanos, la verdad que su aspecto decía lo contrario.

Quedaron muy buenos, si no fuera así no os lo decía, que hay cosas que no me quedan muy allá y por supuesto no aparecen por aquí. Saben mucho a champiñón, el perejil y el eneldo les aportan sabor a “fresco” y el arroz integral todo el beneficio de la fibra. Aconsejo comerlos recién hechos para que mantengan el crujiente, pues pasado un tiempo la humedad del arroz ablanda el rebozado. No los hice todos de una vez y la mezcla sobrante la guardé filmada a piel y en un recipiente hermético en la parte más fría del frigorífico y aguantó perfectamente dos días. Después dejé que se atemperara a temperatura ambiente, formé las bolas, las rebocé y quedaron fenomenal. Os animo a hacerlas, os gustarán, seguro.

Una cosita, si no tenéis guantes de nitrilo, comprad una caja, con ellos no hace falta ni humedecerse las manos ni aceitarlas en la mayoría de las recetas que lo requieren. Si luego los laváis bien, los secáis mejor y os los quitáis con cuidado, podréis darles más de un uso. Yo los utilizo muchísimo.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

* Para 18-20 unidades, según tamaño. Todos los pesos en limpio

100 gr. de arroz integral

1/2 pastilla (5 gr.) de caldo concentrado de verduras

250 gr. de champiñones

45 gr. de cebolla

20 gr. de puerro, de la parte blanca

1 diente de ajo pequeño

1/8 tsp de pimienta blanca molida

1 tbs de perejil fresco picado (sólo las hojas)

1 tsp de eneldo fresco picado (sólo las hojas)

AOVE

sal

agua

harina, huevo y pan rallado, para rebozar

*Y además:

unos guantes de nitrilo aptos para alimentos (optativo)

ELABORACIÓN:

Medir el volumen de arroz en una taza medidora y poner en una cazuela el triple del volumen del arroz, de agua. Añadir a la cazuela la media pastilla de caldo de verduras desmenuzada y llevar a ebullición. Cuando rompa a hervir, agregar el arroz y cocer semi tapado y a fuego suave durante 25 minutos o lo que indique el fabricante, el arroz tiene que quedar hecho pero con cuerpo.

Retirar la cazuela del fuego, volcar el arroz en un escurridor, voltear unas cuantas veces para eliminar el exceso de caldo y evitar que el arroz se apelmace y extenderlo en una fuente amplia para que se enfríe, esponjándolo de vez en cuando con dos tenedores para acelerar el proceso de enfriamiento y para que no se pegue. Hacerlo con delicadeza para no romper los granos de arroz. Una vez frío, reservar tapado para que no se seque.

Picar los champiñones (pies y sombreros) en trozos pequeños, la cebolla en tamaño similar y el puerro más pequeño. Prensar el ajo. Reservar todos los ingredientes por separado.

Disponer en una sartén un fondo de aceite de oliva virgen extra, llevar al fuego y añadir la cebolla, el puerro y un poco de sal. Cocinar a fuego medio alto y cuando las verduras empiecen a dorarse, agregar los champiñones, el ajo y otro poco de sal. Cocinar el conjunto a fuego medio hasta que esté hecho y haya consumido casi todo el líquido sin que quede seco. Apartar a un lado hasta que se enfríe.

Preparar un plato con harina, otro con huevo batido y otro más con pan rallado.

Mezclar en un recipiente hondo el arroz, la mezcla de champiñones, la pimienta blanca molida, el perejil y el eneldo. Rectificar de sal, si procede, tapar y dejar reposar 10 minutos a temperatura ambiente para unificar sabores.

Si no se utilizan los guantes de nitrilo, humedecerse ligeramente las manos y formar bolas del tamaño deseado. Pasarlas primero por harina, después por huevo batido y por último por pan rallado. Freírlas en abundante aceite caliente, escurrir en papel de cocina y consumir calientes.

A comer.