lunes, 30 de septiembre de 2019

Conejo de campo con setas, en olla WFM


Los primeros días de otoño mi casa huele a manzanas y melocotones recién cogidos, a pimientos asados, a salsa de tomate, a mermeladas. Es época de recolección y de preparar las conservas para el invierno. Para el invierno o para un par de años, que es lo que hago yo, porque como el clima cada vez está más loco, no sabes lo que van a dar las tomateras, que lo mismo se te pone cara de tomate de pera, como hace tres años, como que haces salsa de cualquier tomate que tengas porque han decidido no producir nada. Y si hablamos de enfermedades o plagas de las plantas, para llorar. Tanto el año pasado como éste, las plantas de pimiento han tenido una enfermedad que las ha secado antes de tiempo y casi no han dado fruto, aún así he podido hacer algo de conserva de pimiento asado. El año pasado una plaga se llevó por delante todos los membrillos y este año le tocó a las cerezas. Manzanas y peras tienen vida interior (o sea, gusano), lo que hará que se estropeen enseguida. Eso sí, melocotones tenemos para aburrir. Así que el fin de semana me lo pasé terminando de asar pimientos y haciendo mermelada de melocotón y miel y de melocotón y uva. La próxima de pera y manzana o de ciruelas amarillas, lo que antes amenace con ponerse pocho.

Otoño también es época de setas, pero ésta no es zona micológica, quitando unos pocos níscalos en este tiempo y alguna seta de cardo en primavera. Pero con los años de sequía que llevamos, ni los unos, ni las otras. Así que para hacer este conejo utilicé setas congeladas. Ya, nada que ver con las silvestres, pero si no hay habrá que apañarse con ellas.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.



INGREDIENTES:

1 conejo de campo con su hígado

150 gr. de puerro (peso en limpio)

200 gr, de mezcla de setas congeladas

70 gr. de manzana roja u otra manzana dulce (peso en limpio)

12 avellanas peladas

2 dientes de ajo pequeños

250 ml. de caldo de pollo o de verduras o agua

1 rama de tomillo limón fresco de unos 15 cm. de longitud

2 hojas de laurel pequeñas

AOVE

sal y pimienta blanca molida



ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos de cocción que se indican lo son para una placa vitrocerámica de inducción. En el caso de utilizar otra fuente de calor (eléctrico, gas, halógeno), los tiempos variarán, debiendo ser adaptados. Lo mismo ocurre en caso de utilizar otra olla a presión o una cazuela convencional.

Lavar minuciosamente el conejo y su hígado; secar con papel de cocina, trocear, añadir sal y pimienta blanca al gusto y reservar.

Pelar los ajos eliminando el germen, si lo tuvieran y laminar. Reservar.

Pelar y descorazonar la manzana. Cortar en cuadraditos pequeños y reservar tapada para que no se oxide.

Pelar el puerro y eliminar las raíces. Cortar en rodajas gruesas y reservar.

Partir las avellanas en tres o cuatro trozos y tostar en una sartén pequeña sin nada de aceite. Sacar a un montero y reservar.

Añadir a la sartén un hilo de aceite de oliva virgen extra y dorar ligeramente los ajos. Retirar, escurriendo el aceite e incorporar al mortero.

En la misma sartén y añadiendo un poquito más de aceite si fuera necesario, freír a fuego medio el hígado. Una vez esté pasado por dentro, retirar, escurriendo el aceite y agregar al mortero.

Rehogar la manzana en la sartén que estamos utilizando hasta que esté blanda, evitando agregar más aceite. Cuando esté hecha, sacarla al mortero, aplastándola previamente con el dorso de una cuchara para que escurra el exceso de aceite.

Machacar los ingredientes del mortero hasta obtener una pasta y reservar.

En una sartén más grande, poner un fondo de aceite de oliva virgen extra más el que haya sobrado de la otra sartén y freír a fuego fuerte y por tandas las tajadas de conejo, sacándolas a la olla rápida.

En el aceite que sobre, marcar a fuego fuerte las rodajas de puerro tostando su superficie. Incorporarlas al conejo.

Agregar parte del caldo de pollo al mortero para licuar la pasta y añadirla a la olla.

Incorporar el resto del caldo a la sartén en la que se frió el conejo para recoger los jugos y verter encima de la carne.

Introducir en la olla las hojas de laurel y la rama de tomillo limón lavadas y cerrarla. Llevar a ebullición y cocer 20 minutos desde que suba la válvula por completo.

Pasados los veinte minutos, despresurizar la olla con mucho cuidado para evitar accidentes con el vapor y abrirla. Agregar las setas sin descongelar, volver a cerrar la olla y cocer otros cinco minutos contados igualmente desde que suba por completo la válvula. Cumplido el tiempo, dejar que la olla pierda toda la presión antes de abrirla.

Si el guiso tuviera demasiada salsa, reducirla unos minutos a fuego fuerte. Rectificar de sal y servir.

A comer.


miércoles, 25 de septiembre de 2019

Tarta salada de calabacín y chorizo criollo


Pero cómo me gustan las tartas saladas. Ya sé que me repito, pero son cómodas, versátiles, normalmente muy sencillas y se pueden hacer con antelación, es que lo tienen todo. Y si encima compras la masa hecha y el relleno es en crudo como la que traigo hoy, se hacen en un momento y sin esfuerzo, que eso es algo que también hay que valorar. Yo las hago de muchas cosas. Algunas son adaptadas, como ésta, que está adaptada del libro “Quiches y tartas saladas” de Émile Perrin, editado por RBA y otras completamente de cosecha propia. Así que, como podéis imaginar, seguirán desfilando por aquí tartas saladas para aburrir.
 
Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.


INGREDIENTES:


* Para la masa:

140 gr. de harina de todo uso

20 ml. de AOVE

70 ml. de agua

una pizca de sal

la punta de un cuchillo romo de pimienta blanca molida
 

* Para el relleno:

265 gr. de calabacín (peso en limpio), preferiblemente de la variedad verde claro

120 gr. de chorizo criollo

3 quesitos tipo El Caserío

1 ramita de perejil

200 ml. de leche evaporada

3 huevos clase M

sal

queso mozzarella rallado para gratinar
 

* Y además:

un molde apto para horno de 23 cm. de diámetro



ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos, temperaturas, fuentes de calor y posición de la bandeja en el horno que se indican, son los que funcionan en mi horno. Como no hay dos hornos iguales (ni siquiera siendo de la misma marca y modelo), cada cual deberá adaptar la forma de cocción a su horno, aunque probablemente las correcciones habrán de ser mínimas.

* De la masa:

En un bol, poner la harina, el aceite de oliva virgen extra, la pimienta blanca y un poco de sal y mezclar con una cuchara de palo. Añadir la mitad del agua y volver a mezclar. Se formarán como unas migas. Dejar que la harina se hidrate un par de minutos y amasar la mezcla, incorporando el agua poco a poco hasta que apenas se pegue a las manos. Lo más probable es que no haga falta todo el agua, pero eso dependerá del grado de absorción de la harina.

Como es poca cantidad, no resulta fácil de manejar, pero con un poco de paciencia se consigue.

Tapar la masa, que no ha de notarse húmeda, con un paño limpio y dejar reposar 40 minutos como mínimo. Pasado ese tiempo la harina habrá terminado de hidratarse y la masa resultará más seca.

Sobre una superficie de trabajo limpia y sin enharinar, estirar la masa con el rodillo lo suficiente para cubrir el molde y lo más fina posible. Si la masa tiende a encogerse al estirarla, ir dándole reposos de cinco minutos hasta que se relaje el gluten y resulte manejable. Acomodarla en el molde procurando que no queden bolsas de aire en la base y retirar el sobrante con el rodillo. Reservar tapando el molde con un paño limpio.

Si la masa ha quedado bien hecha, no hará falta enharinar ni la superficie de trabajo ni el rodillo, pues no se pegará. Tampoco será necesario encamisar el molde.

Precalentar el horno a 200º C con calor arriba y abajo.

* Del relleno:

Lavar, secar y despuntar el calabacín. Si es muy tierno o de la variedad verde claro, no será necesario pelarlo. Con un cuchillo afilado o una mandolina, cortarlo en rodajas finitas de unos tres milímetros de grosor.

Disponer la mitad del calabacín en el molde ya forrado con la masa y cubriendo toda la base. Retirar la piel del chorizo criollo y cortar en rodajas un poco gruesas. Aplanarlas ligeramente con los dedos y distribuir encima del calabacín. Quitar el envoltorio de los quesitos y cortar cada uno en cuatro porciones triangulares. Colocar entre los huecos del chorizo y por toda la superficie de la tarta. Cubrir con el resto del calabacín.

Batir los huevos con sal como para tortilla. Añadir el perejil previamente lavado y picado finamente y la leche evaporada. Mezclar y agregar a la tarta. Dejar que la mezcla se distribuya por los huecos del relleno.

Distribuir por encima el queso mozzarella rallado e introducir en el horno precalentado, colocando la rejilla en la segunda posición empezando por abajo. Bajar la temperatura del horno a 180º C y poner el calor sólo por abajo. Hornear 45 minutos. Pinchar con una brocheta en el centro para comprobar el punto de cocción: si sale seca, ya estará lista.

Degustar fría o templada.

A comer.



domingo, 22 de septiembre de 2019

Pollo con berenjena y almendras, en olla WMF


Llevo ya un racha larga que mi salud anda con altibajos (es lo que tiene hacerse mayor) y el viernes tocó “un bajo” que me duró hasta ayer, me dejó sin ganas de hacer nada, sin ganas de cocinar (cosa extraña en mí) y sin ganas de comer (algo aún más extraño, pero duró poco, por desgracia para mi cuerpo serrano) por eso he faltado a mi día habitual de publicación. Hoy ya estoy casi recuperada y vengo con este pollo que esperaba en borradores ni sé desde cuando.

Un inciso: nuestro sistema nacional de salud tendrá muchos aspectos mejorables, que no lo dudo pero cuando el sistema funciona, es de lo mejor que hay; cómo me verían el viernes en urgencias que no creo que pasaran cinco minutos desde que entré por la puerta del hospital hasta que me llevaron en silla de ruedas hasta los boxes de urgencias. No digo más. Bueno sí, lo amables y cariñosos que fueron los médicos, enfermeras y auxiliares que me atendieron.

Pero vamos con algo más “alegre”. El pollo, fácil y resultón, queda muy rico, con un marcado sabor a berenjena.

Y si sobra salsa (que sobrará) NO LA TIREIS: escurrid el líquido de la salsa y ponedlo a reducir hasta que quede una cucharada sopera, aproximadamente. Batid dos o tres huevos, dependiendo de la cantidad de salsa sobrante y del gusto personal, añadid las verduras de la salsa y el líquido reducido y haced una tortilla. Rica de verdad.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.



INGREDIENTES:


2 cuartos traseros de pollo

120 gr. de cebolla

2 dientes de ajo medianos

250 gr. de berenjena

25 gr. de almendras crudas repeladas

1 ramita de perejil

2 hojas de laurel

100 ml. de agua

aceite y sal

 
 

ELABORACIÓN:


* NOTA: Los tiempos de cocción que se indican lo son para una placa vitrocerámica de inducción. En el caso de utilizar otra fuente de calor (eléctrico, gas, halógeno), los tiempos variarán, debiendo ser adaptados. Lo mismo ocurre en caso de utilizar otra olla a presión o una cazuela convencional.

Picar la berenjena en dados pequeños, disponer en un plato, salar y dejar que sude unos veinte minutos para que pierda amargor. Lavar bajo el grifo y poner en un escurridor. Reservar.

Lavar y secar el pollo. Salar y reservar.

Pelar la cebolla y cortarla en plumas finas. Reservar en un plato.

Pelar los dientes de ajo, cortar a la mitad quitando el germen si lo tuvieran y laminar. Añadirlos al plato de la cebolla.

Lavar el perejil, sacudirlo para eliminar el exceso de agua y picar con el cuchillo. Añadirlo igualmente al plato de la cebolla. Lavar las hojas de laurel y reservar junto con la cebolla.

Poner a calentar un fondo de aceite en la olla rápida. Dorar las almendras, sacarlas y picar groseramente. Reservar.

Disponer en la olla los vegetales: berenjena, cebolla, ajo, perejil y laurel, agregar un poco de sal y pochar a fuego medio. Una vez pochados, sacarlos a un plato y dorar el pollo en la misma olla, añadiendo más aceite si fuera necesario. Introducir de nuevo los vegetales en la olla y añadir las almendras y el agua. Colocar la tapadera y cerrar. Cocer 12 minutos contados desde que suba la válvula del todo. Apagar el fuego y dejar que la olla pierda toda la presión antes de abrirla.

Abrir la olla y si tuviera mucha salsa, sacar ésta a un cazo y reducir a fuego fuerte. Devolver la salsa reducida a la olla, mezclar delicadamente, rectificar de sal, si procede y servir.

A comer.

domingo, 15 de septiembre de 2019

Crema fría de guisantes con yogur, cúrcuma y hierbabuena, en olla WMF


Dice mi hermana que a quien no le gustan los guisantes es porque nunca ha comido un buen guisante fresco. Y tal vez tenga razón, porque el sabor de un guisante fresco no se puede comparar con el que tienen los guisantes en conserva. De hecho, el sabor y la textura de estos últimos tiene bastante poco parecido con la de los primeros. Creo que los habré comprado dos veces en mi vida porque no me gustan nada. El guisante congelado ya es otra cosa. Pero no cualquier guisante: por mucho que ponga “finos” en el paquete, las diferencias de calidad son abismales de unas marcas a otras y pocas pueden competir con los guisantes frescos. Alguien podrá tacharme de exagerada pero no es así: hace años que no compro guisantes porque los cultivamos en casa, se recolectan cuando el guisante no ha madurado del todo y se desgranan y congelan en el mismo día y hay diferencia de unos a otros. Mis guisantes congelados están muy-muy buenos pero cuando son frescos, están para matar por ellos; mis sobrinas pequeñas sólo comen los guisantes de su tía porque los otros no les gustan y mi familia adulta, cuando viene a pasar el verano al pueblo, siempre me pide que les dé “unos pocos” para comer. A mí, personalmente, me encantan los guisantes de cualquier manera y cuando los desgrano, me harto a comer aquéllos que están todavía poco hechos.
 
Así que esta crema, que es guisante y casi nada más, me ha encantado. Se puede tomar fría o del tiempo y tira un poco a dulce. Los guisantes se me pasaron un poco de cocción con lo que quedaron de color verde oscuro. También porque eran congelados y el guisante congelado se oscurece más al cocer que el fresco. Pero está muy rica. Siempre que os gusten los guisantes a rabiar...

Y por favor, compradlos de muy buena calidad porque la diferencia se nota muchísimo y merece la pena pagar un poco más.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.
 
 
INGREDIENTES:
 
Para 400 ml. de crema, aproximadamente
 
300 gr. de guisantes congelados (peso sin las vainas)
 
15 ml. de AOVE
 
150 ml. de agua
 
tbs. de yogur natural desnatado sin azúcar
 
2-3 hojas tiernas de hierbabuena
 
1/8 tsp. de cúrcuma en polvo
 
6-8 granos de pimienta rosa
 
sal
 
 
ELABORACIÓN:
 
NOTA: Los tiempos de cocción que se indican lo son para una placa vitrocerámica de inducción. En el caso de utilizar otra fuente de calor (eléctrico, gas, halógeno), los tiempos variarán, debiendo ser adaptados. Lo mismo ocurre en caso de utilizar otra olla a presión o una cazuela convencional.
 
Poner a calentar el aceite de oliva virgen extra en la olla rápida. Cuando esté muy caliente, añadir los guisantes sin descongelar y rehogar un minuto sin dejar de remover; agregar a continuación 50 ml. de agua y sal al gusto, cerrar la olla y llevar a ebullición con el fuego al máximo. Dejar que salgan los dos aros de la válvula de la olla, apagar la vitrocerámica y dejar la olla en la placa hasta que pierda presión.
 
Lavar y cortar con unas tijeras la hierbabuena y añadirla a una tbs. de yogur. Para un sabor más intenso, machacar las hojas en el mortero. Reservar.
 
Añadir la cúrcuma en polvo a la otra tbs. de yogur, remover para integrar y reservar.
 
Abrir la olla y volcar su contenido en el vaso de la batidora de brazo. Incorporar los 100 ml. de agua restantes y triturar con la batidora hasta conseguir un puré fino de espesor medio. Rectificar de sal y añadir más agua si se desea una crema más ligera. Dejar enfriar por completo.
 
Para servir, disponer la crema en dos cuencos, añadir media tbs. de yogur con hierbabuena y media tbs. de yogur con cúrcuma en cada cuenco, machacar los granos de pimienta rosa en un mortero y distribuir entre ambos cuencos.
 
A comer.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

martes, 10 de septiembre de 2019

Pastel gratinado de calabacín y tomate


O la estrella del verano en mi casa. Es empezar a tener calabacines en la huerta y cae cada dos semanas, aprovechando que a mi pareja le encanta y es casi el único plato con tomates frescos que come sin protestar. Le gusta tanto que es de los pocos platos que me pide que cocine y eso que no es nada de verduras. Así que parte de la superproducción de calabacines se convierte en este pastel que se puede dejar cocinado con antelación y no da nada de trabajo. La receta me la pasó mi hermana hace más de diez años y es un clásico en mi cocina de verano. Y sólo en la de verano, porque cuando las matas dejar de producir calabacines, se acabó el hornearlo. Eso es porque el calabacín verde oscuro que hay todo el año no me gusta nada de nada y por aquí no se vende esta variedad verde clara, así que todas las recetas que hago con calabacines son con los de producción propia. Congelo calabacines partidos al medio y en cuadritos, que me sirven para guisar, pero no para otras preparaciones, porque absorbe mucho agua al congelar y no me gusta cómo queda horneado.

El beicon se puede sustituir por fiambre de pechuga de pollo o pavo, mejor braseado para que le de más sabor y aroma.

Aunque pueda no parecerlo, la mezcla de huevos y leche es suficiente, porque hay que tener en cuenta que las verduras, una vez horneadas, perderán mucho volumen.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.



INGREDIENTES:

500 gr. de calabacín preferiblemente verde claro (*)

200 gr. de tomate fresco (*)

80 gr. de beicon en lonchas

5 lonchas de queso fundido tipo tranchettes

2 huevos tamaño L

25 ml. de leche desnatada

sal y pimienta negra molida

queso rallado para gratinar



Y además:

un molde rectangular apto para horno de 23 cm de largo y 20 cm de ancho, aproximadamente



ELABORACIÓN:

(*) La cantidad de calabacín y tomates es aproximada, pues dependerá del grosor con el que se corten las lonchas.

NOTA: Los tiempos, temperaturas, fuentes de calor y posición de la bandeja en el horno que se indican, son los que funcionan en mi horno. Como no hay dos hornos iguales (ni siquiera siendo de la misma marca y modelo), cada cual deberá adaptar la forma de cocción a su horno, aunque probablemente las correcciones habrán de ser mínimas.

Precalentar el horno a 180º C con calor arriba y abajo.

Lavar y secar el calabacín y el tomate. Despuntar el calabacín y quitar el pedúnculo del tomate. Partir el calabacín a lo largo en lonchas de 8-10 milímetros de grosor y reservar. Si se utiliza de la variedad verde claro o es muy tierno, no es necesario pelarlo.

Cortar el tomate en rodajas de 4-5 milímetros de grosor y reservar. Si el tomate tuviera la piel muy gruesa, pelar previamente.

Cortar en cuadraditos las lonchas de beicon y reservar.

Disponer una capa de lonchas de calabacín en el molde elegido cubriendo por completo la base. Esparcir homogéneamente el beicon troceado por toda la superficie. Cubrir con una capa de rodajas de tomate y disponer por encima el queso en lonchas. Terminar con una capa de calabacín.

Batir los huevos como para tortilla. Añadir la leche y sal y pimienta negra molida al gusto y remover. Verter la mezcla de huevos por encima del pastel (no cubrirá las verduras) y espolvorear con queso rallado al gusto.

Poner el horno con calor sólo por abajo, colocar la rejilla en la segunda posición empezando por abajo y poner encima el molde. Cerrar el horno y hornear 45 minutos. Para comprobar si el calabacín está hecho, pinchar con una brocheta. Si no se gratinara suficientemente, los últimos cinco minutos conectar el grill y subir la rejilla del horno.

Degustar caliente o templado.

A comer.














jueves, 5 de septiembre de 2019

Conejo de campo al Ras El Hanout, con pistachos y ciruelas pasas, en olla WMF

 
¿No os pasa que hay veces que se estropea una cosa y seguiditas se estropean otras dos o tres? Porque lo de las averías domésticas va por rachas y en una de esas estoy yo. Me explico: hace cosa de tres semanas, se estropeó el ventilador, tengo una placa vitrocerámica mixta y hace dos semanas los fuegos de inducción decidieron dejar de funcionar y el sábado la aspiradora falleció en acto de servicio. Tanto el motor del ventilador como el de la aspiradora se quemaron, así que, entre que el ventilador tenía 25 años y a la aspiradora había que cambiarle también el cepillo y el tubo (que estaban estropeados), me tocó jubilar ambos electrodomésticos. Ahí los tengo para llevarlos al punto limpio. Pero el disgusto me lo dio la vitrocerámica, porque el primer diagnóstico del servicio técnico fue que tenía que comprar otra. Primero me dieron los siete males por el gasto que me iba a suponer, pero lo peor fue que me dijeron que ya no se fabrican placas mixtas y la verdad, la inducción es estupenda por la rapidez con la que calienta, pero para según qué cosas, los resultados son mejores en los fuegos eléctricos. Y también, porqué no decirlo, porque cuando me acostumbro a usar una cosa me cuesta muchísimo cambiarla. No quiero ni imaginar el drama que será el día que tenga que cambiar el horno...

El caso es que al final se pudo solucionar la avería de la placa y hoy por fin he podido volver a usarla. Cuando ayer me llamaron para decirme que me la podían arreglar, casi doy botes de alegría. Ahora cruzo los dedos para pasar la mala racha porque miedito me da pesar cual será el próximo electrodoméstico que diga “hasta aquí he llegado”.

Este conejo nos ha gustado mucho. La mezcla de especias Ras El Hanout imprime carácter al plato sin resultar fuerte, el limón deja un punto ácido y refrescante en el paladar y las ciruelas aportan esa nota dulce que a mí tanto me gusta en los platos salados. Y como casi todos los guisos, mejora con el reposo.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

  

INGREDIENTES:

1 conejo de campo

2 tbs. de mezcla de especias Ras El Hanout

40 ml. de zumo de limón

la piel de medio limón grande

125 gr. de cebolla

1 diente de ajo mediano

25 gr. de pistachos tostados sin sal (peso sin cáscara)

50 gr. de ciruelas pasas sin hueso

200 ml de agua

AOVE

sal
 

ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos de cocción que se indican lo son para una placa vitrocerámica de inducción. En el caso de utilizar otra fuente de calor (eléctrico, gas, halógeno), los tiempos variarán, debiendo ser adaptados. Lo mismo ocurre en caso de utilizar otra olla a presión o una cazuela convencional.

Lavar minuciosamente el conejo y secar con papel de cocina. Trocear y reservar.

Lavar y secar la piel de limón. Rallarla sin llegar a la parte blanca para que no amargue.

Disponer en un cuenco el zumo de limón y agregar la ralladura y el Ras El Hanout. Mezclar y embadurnar con esta pasta los trozos de conejo. Colocarlos en una fuente, removerlos para que se impregnen por igual, tapar la fuente y llevar al frigorífico un mínimo de 40 minutos.

Pelar la cebolla y cortarla en plumas finas. Reservar.

Pelar el ajo, quitando el germen si lo tuviera y laminar. Reservar.

Poner un buen fondo de aceite de oliva virgen extra en la olla rápida. Llevarla al fuego y cuando coja temperatura, freír los pistachos cuidando que no se quemen. Sacarlos a un plato y reservar. Incorporar a la olla la cebolla y los ajos y freír a fuego fuerte, removiendo con frecuencia y hasta que la cebolla empiece a dorarse. En ese momento, incorporar los trozos de conejo escurridos y rehogar. Una vez rehogado, añadir el agua, los jugos que hayan podido quedar en la fuente donde maceró el conejo, un tercio de los pistachos, las ciruelas (partidas a la mitad o enteras, según tamaño) y sal. Tapar la olla, cerrarla y llevarla a ebullición. Cocer 25 minutos contados desde que suba la válvula del todo. Apagar el fuego y dejar que la olla pierda toda la presión antes de abrirla.

Abrir la olla y si tuviera mucha salsa, ponerla a reducir a fuego fuerte durante cinco minutos. Rectificar de sal, distribuir por encima el resto de los pistachos y servir.

A comer.









domingo, 1 de septiembre de 2019

Buñuelos de atún en aceite


Hacía días que había abierto una lata grande de atún en aceite y todavía me quedaba un resto que ya estaba aburrida de ver danzar por el frigorífico. Pensando en qué hacía con él que no fuera añadirlo a una ensalada, se me ocurrió hacer buñuelos. En casa siempre se hicieron de bacalao o de jamón serrano y pensé que no debían quedar mal de atún. Así que cogí la receta de los buñuelos de mi madre, le hice un par de modificaciones mínimas (cambiar un poquito de harina normal por integral fue una de ellas, aprovechado que el color y textura del atún harían que pasara desapercibida) y me salieron estos buñuelos que en casa nos han gustado mucho. La receta de los buñuelos es de las pocas que aprendí a hacer de mi madre sólo con verla a ella prepararlos. La verdad que para quien no los haya hecho nunca, tienen su intríngulis: primero porque la masa inicial es bastante tenaz y hay que echarle brazo, después porque cuando añades los huevos y aquello parece que se corta y encima patina que da gusto, piensas que no vas a ser capaz de conseguir que la masa vuelva a su estado natural y por último porque la fritura de los buñuelos es la clave de que sean un éxito o un fracaso. Yo los hago poco porque en casa casi no comemos fritos pero si no se los hubiera visto hacer a mi madre cientos de veces, las primeras ocasiones habría pensado que los estaba haciendo mal. Creo que es de esas recetas que requieren cierta práctica, por eso me extiendo un poco con las explicaciones de la fritura, tal vez el mayor secreto de unos buenos buñuelos.

Y como es una receta de aprovechamiento, ya que los buñuelos admiten casi cualquier ingrediente sólido que les pongas, es mi aportación de septiembre a 1+/-100, desperdicio 0,


el proyecto de Marisa (Thermofan) en el que estoy encantada de participar cada mes, porque aunque en mi casa no se tira comida, la verdad que antes me limitaba a reutilizarla de dos o tres formas, a lo sumo, pero ahora me esfuerzo por variar un poco más y es una de las cosas que le tengo que agradecer a este sol de mujer.
 
Ya se me olvidaba: la masa de los buñuelos aguanta perfectamente hasta 48 horas en un recipiente hermético dentro del frigorífico; sólo hay que tener la precaución de sacarla al menos un par de horas antes del frío para que en el interior pueda alcanzar la temperatura ambiente, otro elemento muy importante (la menor diferencia de temperatura entre la masa y el aceite) para conseguir unos buñuelos crujientes por fuera y jugosos por dentro.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.
 
 
 

INGREDIENTES:

75 gr. de atún en aceite (peso escurrido)

80 gr. de harina de trigo de todo uso

5 gr. de harina de trigo integral

35 gr. de margarina vegetal

2 huevos tamaño M

175 ml. de agua

1/2 tsp. de impulsor químico

sal

aceite para freír

salsa de tomate espesa

salsa Tabasco (opcional pero muy recomendable)
 

ELABORACIÓN:

Mezclar ambas harinas y tamizar sobre un bol. Incorporar al bol el salvado de trigo que vaya quedando en el tamiz. Reservar.

Tamizar en un cuenco pequeña el impulsor químico y reservar.

En un cazo no muy grande para que después resulte más fácil remover la masa, disponer el agua y la margarina y llevar a ebullición. Agregar un poco de sal. Cuando arranque el hervor, retirar el cazo del fuego y agregar de golpe toda la mezcla de harinas. Batir bien y con energía hasta las harinas queden completamente disueltas en el líquido y no se vean grumos. Agregar el atún desmenuzado y bien escurrido del aceite de la conserva, integrar y llevar de nuevo el cazo al fuego. Cocer la masa a fuego medio-alto durante tres minutos sin dejar de remover. Apartar del fuego y dejar templar, removiendo frecuentemente para evitar que la parte superior de la masa se seque.

Una vez templada, cascar un huevo y sin batirlo, añadirlo a la masa. Remover nuevamente hasta que el huevo se integre por completo. Costará un poco porque el huevo formará una especie de película alrededor de porciones de masa dificultado su uniformidad, pero después de un rato de remover la masa lo absorberá y volverá a adquirir un aspecto compacto y liso. Proceder del mismo modo con el segundo huevo. Costará integrarlo un poquito menos. En caso de preparar más cantidad de masa, cada huevo que se añada se integrará con más facilidad. Por último, añadir el impulsor químico y removerlo para distribuir bien. Probar un poquito de masa y rectificar de sal si fuera necesario, teniendo en cuenta que al estar la harina cruda, la masa siempre va a saber más sosa que después de frita. Tapar con film alimentario y dejar reposar a temperatura ambiente 20 minutos.

En una sartén pequeña o mejor aún, en un cazo pequeño, poner el aceite suficiente como para que los buñuelos floten al freír. Llevar al fuego y calentar a fuego medio-alto. Cuando el aceite esté caliente, pero no en exceso para que los buñuelos no se arrebaten (es decir, se doren por fuera pero queden crudos por dentro) incorporar bolitas de masa hechas con la ayuda de dos cucharillas. No conviene poner muchas de cada vez para evitar que baje la temperatura del aceite (si fuera así, los buñuelos absorberán más aceite y se abrirán); además han de quedar holgadas para que la masa pueda darse la vuelta por sí sola a medida que se fríe. Sacar los buñuelos a un plato con papel de cocina para que absorba el exceso de aceite.

Servir acompañados de salsa de tomate muy espesa aderezada con salsa Tabasco al gusto.

A comer.