lunes, 27 de noviembre de 2023

Pollo con piña y cinco especias chinas en olla lenta (slow cooker)

Hoy no pensaba publicar. No porque no tuviera ninguna receta preparada, como algunas veces que me pilla el toro y ando después deprisa y corriendo, sino porque no tengo nada que contaros. Me pongo a pensar, redacto dos o tres frases y ahí me quedo estancada, sin saber cómo continuar. Podría quejarme, que ya sabéis que se me da muy bien, pero cómo estaré de poco inspirada que no se me ocurre de qué quejarme y seguro que motivos tengo o me los invento, da igual, el caso es rezongar. Siempre he sido de natural protestón pero de unos años a esta parte refunfuño por todo, soy un claro ejemplo de persona que se vuelve más gruñona con la edad. Podría volverme más sabia, que es otra cosa que también se supone que pasa al ir cumpliendo años pero no, en el reparto de defectos y virtudes me tocó ración doble de renegona. En fin, qué le vamos a hacer, tiene que haber de todo o eso dicen...

Lo que es seguro es que a vosotr@s no os protestarán en casa si les guisáis este pollo. Yo lo he preparado en la olla lenta pero evidentemente se puede hacer en una cazuela a la manera tradicional o en la olla rápida, mi gran aliada en la cocina por la cantidad de tiempo que ahorra. Pero si tenéis tiempo y una slow cooker os recomiendo que hagáis esta receta. La carne de pollo queda tierna y jugosa, sutilmente especiada y ligeramente dulce. Una receta de sabores suaves que pide a gritos un arroz cocido como acompañamiento que tiene que quedar tremendo bien empapado con la salsa. Yo no lo hice porque en casa la única guarnición admitida son las patatas fritas y me niego a servirlo todo con patatas, así que casi siempre sirvo los platos “pelaos”. Pero si en vuestra casa no pasa lo que en la mía, hacedme caso y servidlo con arroz, me lo agradeceréis.

Esta receta es facilona donde las haya. Rápida no, porque la maceración de la carne y el tiempo que tarda en guisarse el pollo, no la hacen una receta para “ya”, pero compensa por el esfuerzo cero que requiere y por supuesto, por lo rebuena que está.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

4 contramuslos de pollo con piel y huesos (800 gr., aprox.)

1/2 tsp de mezcla de cinco especias chinas

15 ml. de aceite de sésamo

1/4 tsp de ajo en polvo

2 tsp de cebolla en polvo

40 ml. de salsa de soja

20 ml. de salsa Worcestershire

140 gr. de rodajas de piña en conserva

80 ml. de zumo de piña (el de la conserva)

1 pastilla (10 gr.) de caldo de pollo concentrado

100 ml. de agua

20 ml. de AOVE

sal (no le he puesto)

ELABORACIÓN:

Mezclar en un cuenco las cinco especias chinas, el aceite de sésamo, el ajo y la cebolla y embadurnar con esta mezcla los contramuslos de pollo. Macerar la carne en el frigorífico dentro de un recipiente hermético entre 12 y 18 horas.

Sacar el pollo del frigorífico al menos con una hora de antelación para que se atempere.

Escurrir la piña del zumo de conservación (reservar) y cortar cada rodaja en ocho trozos. Dejar a un lado.

Verter el aceite de oliva virgen extra en el recipiente de cerámica de la olla lenta. Pintar con el aceite el fondo y las paredes del recipiente cerámico y acomodar los contramuslos de pollo con la piel hacia abajo.

Calentar la mitad del agua en el microondas y disolver la pastilla de caldo desmenuzada. Añadir al pollo, así como las salsas de soja y Worcestershire, el zumo de piña y el resto del agua.

Colocar la tapa de la slow cooker y cocinar en ALTO, una hora y quince minutos.

Dar la vuelta a las tajadas de pollo, añadir la piña reservada y cocinar en ALTO, una hora y quince minutos.

Rectificar de sal, si procede (no le puse) y servir.

A comer.

lunes, 20 de noviembre de 2023

Mermelada de membrillo

A mí los membrillos, como las setas y las castañas, me saben a otoño, estación nostálgica y hermosa que transita entre los calores estivales y los rigurosos fríos del invierno, en la que los colores verdes se van tornando en toda una gama de amarillos, marrones y rojos en un lento pero constante streep tease de la naturaleza que invita a arrebujarse en una manta ligera con la compañía de un buen libro y un mejor café... Che, parece que se me contagió la morriña de la estación pero no es así, al contrario, estoy muy contenta porque este año, por aquí, estamos teniendo un otoño anormalmente largo, con temperaturas frescas e incluso ¡cálidas! que han prolongado tanto la temporada de la huerta que este fin de semana hemos recogido los últimos tomates y pimientos e incluso fresas, sí, habéis leído bien, fresas, no muchas, la verdad y ya con poco sabor, pero que por lo inusual de que aún las plantas den fruto en noviembre, a mí me han sabido a gloria.

También estos días hemos estado recogiendo los membrillos, ya que este año, por fin, hemos tenido una buena cosecha, con permiso de la plaga que se ha instalado en los árboles desde hace cuatro o cinco temporadas, pues los últimos dos años, entre los fríos a destiempo que estropearon las flores y la plaga de la que os hablo, no hubo apenas frutos, los pocos que dieron los árboles se cayeron estando verdes y los escasos que lograron madurar no se pudieron aprovechar pues estaban comiditos por los bichos. La verdad que no pensaba hacer mermelada, fue mi pareja quien me la pidió, así que me puse a ello y he hecho un par de lotes. Para acelerar el proceso, hice lo que hacen mi suegra y mi madre, cocer el membrillo en la olla a presión, sólo que ellas cubren la fruta con agua y yo la he hecho al vapor, así al quedar más seca, luego se hace mucho más rápido.

Como podéis ver, queda con un color muy claro. Ello es debido a que como la cocción en la olla es corta la fruta apena cambia de color, con 7 minutos los trozos de membrillo quedan suficientemente cocidos (si se pasan de cocción se ponen rosados) y después, al añadir el azúcar a la fruta caliente y deshacerse muy rápido, son suficientes 25 minutos para que la mermelada esté en su punto, tiempo en el que la fruta apenas se oscurece, quedando con un color dorado claro muy brillante y bonito. La textura resultante es densa y untuosa, algo más ligera que una crema de avellanas comercial, para que os hagáis una idea.

En cuanto al tiempo que os indico, es el que necesitó mi mermelada para alcanzar la textura que buscaba pero eso va a depender de los membrillos, tanto de la fruta como de su punto de maduración. No todos los membrillos son iguales, aunque pueda parecerlo, variando la cantidad de pectina que tengan según la clase. De igual modo, una fruta más verde tendrá más pectina que otra más madura (ésto vale para todas las frutas). He visto recetas en las que se cuece la fruta junto con la piel y semillas, que es donde se concentra el mayor porcentaje de pectina, para que espese más. Con mis membrillos no hace falta, da igual que estén muy maduros, muy pelados y quitado mucho corazón, tienen muchísima pectina y espesan una barbaridad, lo digo por si alguien hace esta mermelada y después de los 25 minutos no ha alcanzado el espesor deseado. Ojo, hay que tener en cuenta que como todas las mermeladas espesa al enfriar, ésta aún más que otras.

¿Que de qué variedad son mis membrillos? Pues ni idea. Lo que sí sé es que mucha gente los mete en los armarios para aromatizar la ropa. Yo no puedo hacerlo, pues lo míos no huelen a nada. Tienen, además, un punto ácido que siempre perdura de fondo en las mermeladas y en el dulce de membrillo, a pesar de todo el azúcar que lleven.

Recién hecha apenas sabe a membrillo; hay que dejarla reposar al menos 48 horas para que el sabor del membrillo florezca. Después está realmente buena y más rica aún cuantos más días pasan. Y os lo dice una que muy aficionada al membrillo no es, que conste.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 kgr. de membrillo, pelado y sin corazón ni pepitas

400 gr. de azúcar blanquilla

ELABORACIÓN:

Cortar el membrillo en trozos de 15-20 gr. y disponerlos en el cestillo para cocción al vapor de la olla rápida WMF. Trabajar deprisa para evitar que la fruta se ennegrezca por la oxidación. Colocar dentro de la olla el accesorio elevador para cocer al vapor, añadir agua aproximadamente hasta un dedo por debajo del borde superior del citado accesorio, poner encima el cestillo con la fruta y llevar al fuego.

Levantar el hervor, colocar la tapadera de la olla y cerrar. Cocer 7 minutos contados desde que suba la válvula por completo. Apartar la olla del fuego y colocarla encima de una rejilla para acelerar la bajada de temperatura.

Abrir la olla tan pronto pierda toda la presión. Sacar el cestillo y volcar la fruta en una cazuela amplia y alta, desechando el agua. Agregar el azúcar y poner a fuego medio. Mezclar el membrillo con el azúcar, machacando a la vez la fruta con una cuchara de madera. Trabajar deprisa para que el calor del membrillo derrita enseguida el azúcar y no se queme. Cocer durante 25 minutos manteniendo el hervor suave y removiendo cada poco tiempo, más frecuentemente cuando más tiempo lleve cociendo.

Apartar la cazuela del fuego, esperar a que pierda algo de temperatura y triturar con la batidora de brazo hasta conseguir un puré fino, sin trozos de fruta y denso, que continuará espesando cuando se enfríe del todo.

Llenar con la mermelada aún caliente, unos frascos pequeños limpios, de 150-200 ml. de capacidad, aproximadamente, dejando un espacio libre de un centímetro hasta el borde. Cerrar e introducir en una olla, cubrir con agua, tapar y cocer a fuego fuerte 10 minutos desde que empiece a hervir con fuerza. Apartar del fuego, destapar y dejar templar el agua. Sacar entonces los tarros y dejar enfriar completamente. Etiquetar y almacenar en un lugar fresco y oscuro. Una vez abierto un frasco, conservar en el frigorífico.

Si la mermelada no se va a meter en conserva, deberá mantenerse en el frigorífico y esperar 48 horas antes de consumir para que desarrolle todo su sabor.

A comer.

lunes, 13 de noviembre de 2023

Garbanzos con carrilleras

Tengo al lado del portátil una caja de pañuelos, un bote de analgésicos y un café calentito. Sí, estoy acatarrada, con un constipado monumental que me tiene los ojos vidriosos, la nariz colorada, la garganta en llamas y el cuerpo de trapo. Así llevo desde el jueves y habida cuenta que el día crítico fue el sábado, este lunes por la tarde ya estaré casi (eso espero), como una rosa, con apenas algo de congestión residual. Esta situación me recuerda a mi infancia y juventud, durante las que nunca pillé una gripe (a lo largo de mi vida sólo recuerdo haberla tenido tres o cuatro veces) pero sí todos los años un catarro o dos como el de ahora, que me tenía hecha un penita... siempre en fin de semana. Nada de días de diario, no fuera a ser que perdiera clases, mi cuerpo era más sensato que mi voluntad y sólo me fastidiaba los días de fiesta, no mi futuro privándome de horas lectivas. Cómo cambian las cosas, en mi adultez la que ha mandado siempre ha sido mi voluntad ignorando olímpicamente a mi cuerpo yendo a trabajar como estuviera, mal o fatal, en algunos casos despreciando incluso la más mínima sensatez. Afortunadamente mi salud se ha resentido en contadas ocasiones con enfermedades de poca importancia, sólo me bastó una “gorda” para dejármela tocada, pero esa es hora historia.

Este otoño e invierno me he propuesto cocinar más legumbres. Nos gustan mucho pero por unas cosas o por otras siempre se me olvida ponerlas en remojo cuando tengo idea de incluirlas en el menú semanal. Es por eso que suelo tener algún bote de garbanzos o lentejas cocidas, pues me resultan muy socorridas si mi antojo de legumbre es mucho y mi memoria poca. Y así, con muy poco esfuerzo, surgió este guiso de garbanzos con carrilleras, facilísimo, sabroso, reconfortante y excelente como plato único.

Si todos los guisos de legumbres agradecen el reposo, éste aún más, pues al utilizar garbanzos ya cocidos resulta imprescindible dejar que se infundan de los sabores del guiso, dejando que el reposo haga el trabajo que no hicimos en los fogones. Lástima que el reposo no me friegue los cacharros...

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Todos los pesos en limpio

400 gr. de garbanzos cocidos

375 gr. de carrilleras de cerdo ibérico

100 gr. de cebolla

1 diente de ajo mediano

50 gr. de pimiento verde

50 gr. de pimiento rojo

1/8 tsp de pimienta negra molida

1/4 tsp de orégano seco

15 gr. de Bovril u otro concentrado de carne

sal

AOVE

agua

ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos de cocción que se indican lo son para una placa vitrocerámica de inducción. En el caso de utilizar otra fuente de calor (eléctrico, gas, halógeno), los tiempos variarán, debiendo ser adaptados. Lo mismo ocurre en caso de utilizar otra olla a presión o una cazuela convencional.

Cortar las carrilleras en trozos de 25 gr., aproximadamente. Salar y reservar.

Cortar la cebolla y los pimientos en dados de medio centímetro de lado. Reservar separadamente.

Pelar el ajo y eliminar el germen, si lo tiene. Picar en trozos muy pequeños y dejar a un lado.

Disolver el Bovril en 100 ml. de agua caliente y reservar.

Disponer un fondo de aceite de oliva virgen extra en la olla rápida WMF y calentar a fuego alto. Sellar las carrilleras por todos los lados en el aceite muy caliente y sacar a un plato. Dejar que el aceite pierda temperatura e introducir la cebolla y el ajo. Cocinar a fuego medio-bajo, tapada para que sude la cebolla y se despeguen los trocitos de carne que se hubieran adherido a la olla.

Cuando la cebolla empiece a ablandarse, añadir los pimientos y cocinar 5 minutos a fuego medio. Agregar la pimienta negra, el orégano y el Bovril disuelto en el agua, remover y acomodar los trozos de carne. Levantar el hervor e inmediatamente colocar la tapadera de la olla, cerrarla y cocer 10 minutos contados desde que suba la válvula por completo.

Apartar la olla del fuego, despresurizar con mucho cuidado, abrirla y agregar los garbanzos, así como un poco de agua, si hiciera falta y teniendo en cuenta que no es un guiso caldoso.

Devolver la olla al fuego, levantar el hervor, poner una tapadera, bien la de la olla sin cerrar la corredera o bien otra adecuada al tamaño de la olla y cocer 10 minutos a fuego medio-bajo. Comprobar el punto de cocción de la carne y prolongar el cocinado si no estuviera hecha, siempre a fuego medio-bajo para que no se deshagan los garbanzos, hasta que la carne esté tierna.

Dejar en reposo 24 horas antes de consumir. Calentar a fuego suave, rectificar de sal y servir calientes.

A comer.

lunes, 6 de noviembre de 2023

Pimientos rellenos de arroz y carne

Hablando un día con unas amigas les comenté que tenía un blog de cocina. La más joven (29 años) enseguida dijo “qué bien, ¿y se te ve en los vídeos?”, a lo que contesté “uy no, por favor, me moriría de vergüenza; el mío es un blog antiguo, de los de foto y leer”, a lo que mi otra amiga (joven pero unos 14 años mayor) dijo “esos son los que me gustan a mí”. En un instante me reventó en la cara la diferencia generacional. Mi amiga A (la más joven), pertenece a una generación en la que todo es visual y muy rápido, no hay tiempo para leer, es echar un vistazo a una cosa y pasar enseguida a la siguiente. Mi amiga M (la menos joven pero a la que le llevo más de 10 años), es de una generación digamos, intermedia, también bastante visual pero más calmada, sin tanta prisa por pasar al minuto siguiente, pero ya enganchada a las nuevas tecnologías, a internet y al móvil. Y yo represento a la generación que, aún usando (y mucho) internet, móvil y ordenador, disfruta leyendo, sin prisas; no soporto ese estrés por saltar de un vídeo a otro, no me atraen nada las RRSS y tengo una PDA como la de Concha, del blog De Buena Mesa (pinchad en el enlace si queréis saber a qué me refiero). Y un montón de recetas en papel, sobre todo de los platos que hacía mi madre, que ahora, al estar sola, la mujer ya no guisa tanto, menos cuando nos juntamos todos, que le falta tiempo para ponerse el delantal y meterse entre fogones y es que cocinar no le cansa, bueno, cuando acaba sí, que ya son 80 años y aunque está mejor que yo, ya no es una chavala, pero mientras anda entre ollas y sartenes, el cansancio se queda fuera de la cocina.

A esas recetas pertenece la de hoy. Estos son los pimientos rellenos por excelencia de mi madre. Recuerdo perfectamente acompañarla al mercado y ver cómo escogía los pimientos del tamaño adecuado, todos iguales para que quedaran con el mismo punto de asado y verdes, siempre verdes. Y hacía muchos a la vez, todos los que le cabían en la bandeja del horno, porque nos encantaban.

Mi intención era haber utilizado pimientos verdes, pero cuando salí a la huerta a cortarlos, no había ninguno del tamaño adecuado, ni verde, ni rojo, que también se pueden usar éstos, como hace mi hermana, aunque me gustan menos. En cambio había amarillos a montones y decidí probar, pues nunca los había usado en esta receta. La verdad que nos ha gustado mucho el cambio, pues no son tan dulzones como los rojos y saben más a pimiento que los verdes.

Es una receta que aunque parezca larga, no entraña ninguna dificultad, salvo encontrar los pimientos de tamaño adecuado. Se pueden utilizar pimientos grandes, por supuesto, de hecho son los que usa mi hermana, ella sirve medio pimiento por persona y es más que suficiente, pues llevan mucho relleno. Yo los prefiero más pequeños, como los hacía mi madre. Seguramente habréis visto en el súper unos paquetes que tienen un pimiento de cada color (verde, amarillo y rojo), esos tienen un tamaño muy apropiado para esta elaboración.

Congelan muy bien, así que ya que nos metemos en faena, merece la pena hacer mucha cantidad, ahorrando de este modo tiempo y energía, pues el horno, que es lo que más consume, gasta la misma electricidad para cuatro pimientos que para doce. En mi caso los congelo de dos en dos con un poco de salsa y después los caliento a potencia media en el microondas. Quedan estupendos y vienen fenomenal cuando se trabaja fuera de casa.

Por cierto, la anécdota es verídica, no un chascarrillo introductorio de la entrada.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

10 pimientos amarillos de 8 cm. de largo, aprox.

200 gr. de cebolla morada

1 diente de ajo grande

3 tbp de perejil fresco picado, sólo las hojas

200 gr. de beicon ahumado

500 gr. de carne picada de ternera

150 gr. de arroz redondo

140 gr. de salsa de tomate espesa

2 tsp de tomate concentrado

1 pastilla (10 gr.) de caldo concentrado de carne

200 ml. de agua

1/4 tsp de pimienta blanca molida

sal

AOVE

ELABORACIÓN:

Sacar la carne del frigorífico y dejar sobre la encimera, tapada, para que se atempere.

Lavar los pimientos. Practicar un corte alrededor del pedúnculo, sacarlo con cuidado de no romperlo porque luego se va a utilizar como “tapón” y cortar la parte blanca y semillas adheridas a él. Limpiar el interior de los pimientos de semillas y tripas, en la medida de lo posible. Manipularlos con cuidado para que no se rajen. Reservar cada pimiento con su tapón.

Quitar raíces y capa externa de la cebolla y picarla muy menuda. Pelar el ajo, eliminar el germen y picar pequeño. Lavar, secar y picar groseramente las hojas de perejil. Reservar.

Cortar el beicon en trozos pequeños. Dejar de lado.

Mezclar en un cuenco la salsa de tomate y el tomate concentrado. Reservar.

Llevar al fuego una sartén grande y honda con un fondo de aceite de oliva virgen extra y calentar. Rehogar a fuego medio la cebolla, el ajo y el perejil hasta que la primera esté blanda. Agregar el beicon y rehogar 5 minutos.

Separar someramente la carne y añadir a la sartén. Rehogar el conjunto justo hasta que la carne picada cambie de color, removiendo y separando la carne continuamente. Agregar en ese momento el arroz y rehogar un minuto. Añadir la mezcla de salsa de tomate y tomate concentrado, la pimienta blanca y sal al gusto. Mezclar, cocinar un minuto más, apartar del fuego y dejar templar.

Precalentar el horno a 200º C (392º F), con calor arriba y abajo.

Rellenar los pimientos con la ayuda de una cuchara. Golpear delicadamente la base de los pimientos para que se asiente el relleno. Colocar a cada pimiento su tapón y ponerlos, tumbados, en una fuente honda apta para horno,

Separar un poco de los 200 ml. de agua en una taza y calentar en el microondas. Disolver en el agua caliente la pastilla de caldo desmenuzada, añadir el contenido de la taza al resto del agua, así como 30 ml. de aceite de oliva virgen extra y regar los pimientos con este caldo.

Introducir la bandeja de los pimientos en el horno, colocándola a media altura. Hornear a 190º C (374º F) con calor arriba y abajo, durante 30 minutos. Con mucho cuidado, dar la vuelta a los pimientos y hornear otros 30 minutos, vigilando siempre el nivel de líquido, añadiendo agua si fuera necesario (yo no lo hice).

Dejar reposar fuera del horno 5 minutos y servir.

A comer.