miércoles, 30 de marzo de 2022

Langostinos al whisky

Acabo de escuchar una canción y no se me va el estribillo de la cabeza “Y yo, y yo, un pagafantas... Y yo, y yo, un pagafantas...” Qué molesto puede llegar a ser ésto a veces; tratas de concentrarte en algo y ahí se te cruzan las estrofitas, te pones a hacer lo que sea y en tu cabeza resuena de música de fondo el estribillo de forma machacona e insistente. Y si la canción te gusta, esa especie de gota china es más llevadera, pero si no... A veces, para que mi cabeza se distraiga pongo algo de música, pero no siempre puedo pues para algunas tareas necesito silencio absoluto, como por ejemplo, escribir un post o leer, si no, no consigo concentrarme en lo que estoy haciendo. Cuando pienso en todos los libros que me he leído en el metro, incluso he leído por la calle, en el trayecto entre mi casa y la boca del metro, ahora no podría, me distrae cualquier ruidito o nada, que no me hace falta ni el vuelo de una mosca para que se me vaya la especie. La falta de concentración va por temporadas, pero ésta última se está alargando más que otras y sospecho que quiere quedarse de forma permanente. Espero que no, a ver si cambia, como el tiempo, pues afecta a muchos aspectos de mi vida, incluido este rinconcito.

Esta falta de concentración también la noto en la cocina. En condiciones normales, con tres o trescientos ingredientes preparo una receta en un plis. Ahora me quedo mirando el ingrediente principal esperando que me hable y me diga cómo quiere ser cocinado y no sé si es que los tengo cabreados, me han cogido manía o vaya usted a saber por qué, pero el caso es que no me dicen ni mu. Así que rebusco entre papelotes, revistas, libros, móvil y portátil hasta que encuentro una receta que me guste y se me acomode a los ingredientes de los que disponga en ese momento. En una de esas búsquedas encontré esta receta, sencilla y deliciosa, que he ido adaptando hasta dejarla a nuestro gusto. Me viene genial para cuando necesito una receta rápida, pues siempre tengo langostinos en el congelador, nata en la despensa y whisky en el mueble-bar. Hablando de éste, mis langostinos están bastante borrachos, vamos, que saben a whisky, así que, aunque no os voy a decir que utilicéis un Chivas de 12 años para cocinarlos, por favor, tampoco me uséis una marca blanca por muy buena que sea, que el licor es el alma de este plato y según sea aquél, así resultará éste.

No tiréis las cáscaras y cabezas de los langostinos. Cocedlas cinco minutos con el agua justa para cubrirlas, dejadlas en infusión tapadas hasta que se enfríen, colad el caldo y utilizadlo para dar sabor a sopas, arroces o pastas, ya veréis qué rico. Y si en ese momento no os va bien, congeladlo debidamente etiquetado, que ya se os presentará la ocasión de usarlo.

Tal vez alguien se pregunte si nunca tuve un tropezón al ir leyendo por la calle; pues no, jamás, la calle era ancha, poco transitada y la conocía de memoria. Eso sí, nunca conseguí bajar las escaleras del metro como una vedette, sin mirar los escalones. Si sentís curiosidad por la canción que me ha estado machacando el cerebro, podéis escucharla aquí, es más, os invito a hacerlo.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para dos raciones:

20 langostinos grandes crudos (unos 500 gr.) frescos o descongelados, peso sin pelar

40 gr. de cebolleta o cebolla tierna

60 ml. de whisky

60 gr. de nata con un 18% de materia grasa

10 gr. de salsa de tomate casera espesa

una rama grande de perejil fresco (sólo las hojas)

AOVE

sal

pimienta blanca molida

ELABORACIÓN:

Pelar y desvenar los langostinos. Reservar.

Pelar la cebolleta y picar en mirepoix. Reservar.

Lavar y secar el perejil. Picar las hojas y reservar.

Poner un fondo de aceite de oliva virgen extra en una sartén. Llevar al fuego y cuando esté caliente, añadir la cebolleta y una pizca de sal, tapar y pochar a fuego bajo hasta que la cebolla se torne transparente.

Subir un poco el fuego y agregar los langostinos. Saltear justo hasta que cambien de color y añadir el whisky. Llevar a ebullición y cocer a fuego suave un minuto para evaporar el alcohol. Agregar la nata, la salsa de tomate, el perejil picado y una pizca de pimienta blanca molida y continuar la cocción hasta que espese y reduzca un poco, unos tres minutos .

Rectificar de sal y servir inmediatamente.

viernes, 25 de marzo de 2022

Tostón guisado con setas

No sé en otras zonas, pero aquí, el tostón sólo se come asado y principalmente en fechas señaladas o eventos importantes, como bodas, bautizos y comuniones. Fuera de eso, su consumo es bastante escaso y no sé si es por falta de costumbre o porque no hay despiece de cochinillo, sólo se vende por medios o enteros. Vamos, que si tienes antojo de un trozo te toca llevarte a casa, como mínimo, la mitad de un animalico. Eso, en familias de tamaño medio, no es un problema, pero cuando sólo son de dos personas ¡o una!, es mucho tostón para asar. Sí, vale, congelas, pero me da un poco de rabia congelar cochinillo, porque me parece que aunque la carne luego sí queda rica al asarla, la piel no se pone tan dorada y crujiente como cuando es fresco. Así que evito congelarlo y como comerlo todo asado puede ser un poco aburrido, de un tiempo a esta parte, las costillas las hago fritas como las del lechazo y la verdad que quedan riquísimas, la cabeza y las paletillas van asadas, los jamones si son un poco grandecitos, rellenos y la parte que va desde las costillas a la cadera, guisada, que es precisamente esa parte del lomo bajo la de la receta de hoy porque era un tostón entero de unos seis kilos y eso es mucha carne para mico y mona. Y alguien dirá “¿y no lo haces cuchifrito?” Pues no, no le tengo cogido el punto y tampoco es que me entusiasme, así que, lo guiso y tan ricamente. Evidentemente congelo parte de la carne, no vamos a estar una semana comiendo tostón, pero al final es menos que si sólo la consumiéramos asada.

Tal vez tengáis el mismo problema que yo o a lo mejor tenéis la suerte de vivir en una zona donde el cochinillo se venda despiezado y sólo compréis la paletilla o el costillar, por ejemplo. Pero si no es el caso, vuestro antojo os ha llevado a comprar un tostón y no sabéis qué hacer con tanto, os animo a prepararlo como lo he hecho yo. Las setas prácticamente se hacen al vapor y quedan muy tiernas, yo no les pongo sal, al comerlas con el resto del guiso no resultan sosas, pero eso es cuestión de gustos. La carne no se remueve para evitar que se haga migas. Es conveniente dejarla reposar hasta el día siguiente para que adquiera más sabor, recién hecha el eneldo y la hierbabuena no han terminado de hacer su magia y no le han dado a la carne el sabor fresco y herbáceo que tendrá pasadas unas horas.

Espero haberos convencido y os animéis a cocinar la receta. Ya veréis cómo el tostón también está muy rico más allá de asado.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

600 gr.de tostón (cochinillo) troceado, con hueso y sin piel

100 gr. de cebolleta, incluyendo la parte verde

60 gr. de pimiento rojo

250 gr. de setas de ostra

100 ml. de vino blanco verdejo D.O. Rueda

1/2 tsp de eneldo seco

1/4 tsp de hierbabuena seca

agua

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

Picar la cebolleta, incluyendo toda la parte verde aprovechable, en brunoise y el pimiento, sin nervaduras ni semillas, en cuadrados pequeños.

Limpiar la setas con un paño húmedo y cortar a lo largo en tiras de 2 centímetros de ancho, aproximadamente.

Poner un fondo de aceite de oliva virgen extra en una cazuela baja, preferiblemente que no sea antiadherente, en la que posteriormente se pueda colocar toda la carne formando una sola capa. Llevarla al fuego y dorar el tostón, por tandas, a fuego fuerte. Ir sacándolo a un plato y reservar.

Apartar la cazuela del fuego para que pierda temperatura y agregar la cebolleta, el pimiento rojo y un poco de sal. Devolver al fuego y pochar las hortalizas tapadas para que suden y ayuden a desprender los jugos de dorar el tostón y que habían quedado adheridos al fondo de la cazuela. Tan pronto como la cebolleta empiece a ablandarse, devolver toda la carne a la cazuela más el jugo que haya soltado, añadir sal al gusto y el vino. Levantar el hervor y evaporar el alcohol durante un minuto. Agregar agua justo hasta que el tostón quede cubierto, espolvorear por encima el eneldo y la hierbabuena y repartir a continuación las setas. Tapar y cocer a fuego medio-bajo veinte minutos, sin remover. Comprobar el punto de cocción del cochinillo y si no estuviera hecho, prolongar la cocción hasta que esté tierno, siempre sin remover el guiso. El mío necesitó 30 minutos en total.

Apartar la cazuela del fuego, dejar enfriar a temperatura ambiente y llevar al frigorífico hasta el día siguiente.

Sacar la cazuela de la nevera con antelación para que alcance la temperatura ambiente. Recalentar a fuego suave y sin remover, dejar reposar cinco minutos y servir.

A comer.

domingo, 20 de marzo de 2022

Patatas duquesa con gorgonzola

Ya es primavera y no porque lo diga el CI, sino porque lo dice el calendario astronómico, claro, que según el meteorológico empezó el día uno de marzo y según el refranero, que en esta zona nunca falla ni a pesar del cambio climático, calorcito no hará hasta el 11 de junio, día arriba, día abajo. Comienza esa época del año en la empieza a convivir en el armario la ropa de invierno con la de verano, en la que te abrigas para salir a primera hora de la mañana y te sobra la ropa cuando vuelves a casa al mediodía, en la que sustituyes el edredón de plumas por la mantita fina y en la que están a la orden del día los catarrazos monumentales consecuencia de los cambios de temperatura “ahora me congelo/ahora me cuezo”. Esa estación bucólica de florecillas y pajarillos y explosión de polen que trae a tan mal traer a los alérgicos. Y en la que cambian la hora. M... Ya empiezo a protestar una semana antes, pero es que a mis habituales trastornos del sueño el cambio horario les hace flaco favor, vamos que si me veis comentándoos una entrada a las tres de la mañana no es que trabaje de noche, es que no puedo dormir y trastear por internet es una actividad bastante silenciosa que se puede hacer por la noche sin molestar a los que conviven con una. Porque si viviera sola seguramente me pondría a cocinar, como hacía una amiga mía que la pobre ya no sabía cómo entretener las horas de insomnio y no era raro que se pusiera a hornear un pollo a las cinco de la mañana. Claro que al precio que está la luz a lo mejor hay que replantearse el tema, que va a salir más barato insonorizar la casa y cocinar de noche que encender el horno a las siete de la tarde.

Y aunque al paso que va la cosa encender el aparatito va a ser un lujo al alcance de unos pocos, aprovechando que el fin de semana la luz está “algo” más barata, he horneado estas deliciosas patatitas duquesa, a las que yo doy una vuelta de tuerca y en vez de su versión clásica con mantequilla, las hago sustituyendo ésta por queso gorgonzola fuerte (piccante) y así el “ésto no es más que un puré de patata” se convierte en un “¡oh, ah, pero qué bueno está ésto!” y en un no dejar ni una en el plato. Lo que hay que hacer a veces...

Las patatas duquesa no tienen complicación ninguna y quedan monísimas en el plato. ¿Que el queso gorgonzola os parece un poco fuerte? Pues utilizad menos u otro queso azul más suave o mitad gorgonzola y mitad queso de untar o mantequilla como toda la vida, pero animaos a hacerlas. Yo no le pongo sal, la que aporta el queso es suficiente para nosotros. Tan pronto acabéis de preparar el puré, metedlo en la manga pastelera y formad los rosetones, pues al enfriarse endurece y se maneja peor. Si no vais a hornearlas inmediatamente u os sobra puré sin hornear, cuando vayáis a usarlo, introducid la manga, sin boquilla, en el microondas y calentad a intervalos cortos y a baja temperatura, amasando el puré entre intervalos para homogeneizar la temperatura.

Para que tengan un dorado más bonito, antes de hornear se suelen cepillar las patatas con yema de huevo ligeramente rebajada con agua; yo no lo hago. Si vuestro horno tiene ventilador, conectadlo los últimos minutos para un dorado más uniforme. Mi dominio de la manga pastelera es nulo, así que las vuestras quedarán mucho más bonitas.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

3 patatas medianas (unos 450 gr.)

70 gr. de queso gorgonzola fuerte, a temperatura ambiente

1 yema de huevo tamaño M, a temperatura ambiente

sal

* Y además:

Un aplasta patatas o un pasapurés

Papel sulfurizado o tapete de silicona

Manga pastelera

Boquilla (optativo)

ELABORACIÓN

NOTA: Los tiempos, temperaturas, fuentes de calor y posición de la bandeja en el horno que se indican, son los que funcionan en mi horno. Como no hay dos hornos iguales (ni siquiera siendo de la misma marca y modelo), cada cual deberá adaptar la forma de cocción a su horno, aunque probablemente las correcciones habrán de ser mínimas.

Lavar las patatas y ponerlas a cocer enteras y con piel en agua con sal durante 25-30 minutos o hasta que al pinchar la más grande con una brocheta, ésta entre con facilidad.

Precalentar el horno a 200º C, con calor arriba y abajo y preparar una bandeja de horno con papel sulfurizado o un tapete de silicona.

Una vez cocidas las patatas, retirarlas del fuego, tirar la mitad del agua y sustituirla con otro tanto de agua fría para así detener la cocción. Dejar que pierdan temperatura y aún calientes, pelar y machacar con un aplasta patatas o pasar por un pasapurés. Agregar el queso troceado e integrar. Añadir la yema de huevo e integrar. Rectificar de sazón, si procede. Introducir el puré todavía caliente en una manga pastelera provista de boquilla rizada o lisa, si se usa. Si el puré se hubiera quedado frío, calentar brevemente al fuego, removiendo. El puré es más fácil de manejar si está caliente.

Hacer rosetones de puré sobre el tapete o papel. Introducir la bandeja en el horno, a media altura y hornear 20-25 minutos o hasta que se pongan dorados.

Sacar del horno, dejar reposar cinco minutos para que adquieran algo más de consistencia y se puedan manipular mejor y servir calientes.

A comer.

martes, 15 de marzo de 2022

Rollitos de berenjena con ragú de pollo, pasas y almendras

Uno de los platos que preparé con el ragú de pollo en olla lenta que hice hace unas semanas fueron estos rollitos. ¡Uf, qué cosa más buena! A pesar de comerlos dos días seguidos, con ganas me quedé de preparar más, pero luego pensé que me iba mejor congelar el ragú y hacerlos más adelante, por no repetirme, más que nada. Para darle un toque distinto al ragú y como al pollo y a la berenjena les va muy bien el dulce, añadí unas uvas pasas sin pepitas y para darle un toque crujiente, que me encanta, le piqué unas almendras tostadas, en trozos más bien grandecitos, para que se notaran. No quería hacer los rollitos con bechamel porque buscaba un plato más ligero y preparé una salsa de tomate y pimiento asado a la que no pude resistir la tentación de añadir un toque picante. El acabose, oiga, que no me besé porque no me alcanzo y como a mi edad ya no tengo abuelas, pues los piropos me los echo yo sola, ea. Ya lo dije antes, que me quedaron para chuparse los dedos, riquísimos.

Como la percepción del picante es algo muy particular, no pongáis toda la salsa sriracha desde el principio, id añadiendo y ajustando a vuestro gusto. Tampoco os emocionéis y le pongáis medio bote, que si no luego los rollitos no os van a saber a nada. Como os sobrará salsa, posiblemente, os sugiero utilizarla para aderezar pasta que es lo que hice yo: brutal, palabrita.

Si no os apetece hacer mi ragú de pollo, haced vuestra receta favorita de boloñesa, añadiéndole igualmente las pasas y almendras, en el caso de que utilicéis carne picada de cerdo o mixta o sólo las almendras si la carne es sólo de ternera y ponedle la salsa picante de tomate y pimiento asado. Os garantizo largas ovaciones en la mesa...

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

* Para los rollitos (18 unidades):

2 berenjenas de unos 300 gr. cada una

360 gr. de ragú de pollo

50 gr. de uvas pasas sultanas

30 gr. de almendras repeladas tostadas

AOVE

* Para la salsa:

250 gr. de salsa de tomate espesa casera

125 gr. de pimiento rojo asado

1 diente de ajo mediano

15 gr. de salsa sriracha

AOVE

queso mozzarella rallado

ELABORACIÓN:

* De la salsa:

Pelar el diente de ajo, eliminar el germen si lo tuviere y laminar muy fino. Confitar el ajo en una sartén pequeña con suficiente aceite de oliva virgen extra para que queden todos los trozos cubiertos. Una vez confitado (debe quedar blando y sin que tome color), añadir el pimiento rojo asado picado, subir el fuego y rehogar un minuto. Añadir la salsa de tomate y la sriracha y dejar que hierva cinco minutos. Triturar con la batidora de brazo y mantener caliente.

*De los rollitos:

Cubrir con agua caliente las pasas y dejar en remojo 30 minutos. Escurrir muy bien y añadir al ragú de pollo, así como las almendras groseramente picadas. Mezclar y calentar a fuego medio para que se comuniquen los sabores. Reservar al calor.

Lavar las berenjenas, eliminar el tallo y cortar 18 láminas finas con una mandolina o un cuchillo afilado. Reservar la berenjena sobrante para otra elaboración.

Untar ligeramente con aceite de oliva virgen extra una plancha eléctrica o una carmela. Calentar al máximo y asar las láminas de berenjena 15-25 segundos por lado o hasta que estén hechas.

Disponer las láminas de berenjena asada en la mesa de trabajo, rellenar con una cucharada sopera, aproximadamente, de ragú de pollo templado y formar rollitos.

* Del montaje:

Disponer un fondo de salsa caliente en una fuente que pueda ir al horno, colocar los rollitos encima y espolvorear con un poco de queso mozzarella rallado e introducir en el horno precalentado a 200º C, hasta que el queso se funda.

Servir inmediatamente.

A comer.

jueves, 10 de marzo de 2022

Jabalí en salsa de manzanas

Llevo varios días dándole vueltas a la cabeza a ver cómo le sacaba su mejor cara al guiso y es que, la verdad, la carne de jabalí es poco fotogénica, entre su color oscuro natural y el que le proporciona el vino tinto, resulta difícil hacerla lucir apetecible. Hice un par de planteamientos y ninguno me terminaba de gustar, pasaban los días, nos comíamos la carne y yo seguía sin fotografías. Al final, me dije “mira guapita de cara, no le des más vueltas porque tú no vas a conseguir una foto bonita, así que hazlas de una vez que al final se te va a estropear el jabalí”. Así que, monté el tenderete, eché pestes porque para colmo el día estaba nublado y las hice deprisa y corriendo ya que para aprovechar más la luz me puse en la ventana con ésta abierta y los trastes apoyados en el alféizar, con tan mala suerte que empezó a pintear, que tenemos una sequía del trece y precisamente en ese momento, a la naturaleza le da por ser generosa y nos regala su líquido elemento. No llovió mucho pero tampoco esperé a que lo hiciera, que me parecía a mí que las fotos iban a estar gafadas y no quería tentar la suerte.

Que su feo aspecto no os engañe: está para servirse un plato y repetir. No sé si será por las manzanas o qué, pero el caso es que resulta muy suave de comer, con el sabor dulce de las manzanas rojas, el ligero acidillo de las verdes y las notas frescas de la ajedrea y la mejorana que a mí me parece notar de fondo. También es cierto que después de pasar la salsa por el pasa purés queda tan espesa que admite mucho agua para aligerarla y eso también la suaviza mucho. Ya os digo, que no sé porqué pero no se hace nada pesado de comer, teniendo en cuenta que es jabalí. He cortado la carne en trozos grandes porque una vez cocinada encoge mucho y porque, aunque no hace falta remover el guiso, siempre hay trozos que se rompen y no hay cosa que más rabia me dé que la carne se me haga migas y al final el guiso resulte una masa informe de casi no se sabe qué.

La receta está inspirada muy libremente en ésta.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

2 kilos de jabalí (he utilizado pierna)

375 gr. de manzanas granny smith, peladas, descorazonadas y cortadas en cuartos

225 gr. de manzanas rojas, peladas, descorazonadas y cortadas en cuartos

125 gr. de zanahoria, pelada y cortada en dos trozos

175 gr. de cebolla, pelada y cortada en 2-3 trozos

25 gr. de apio, pelado, sin hebras y en un trozo

un bouquet garni (1 hoja de laurel, 1 ramita de romero, 3-4 ramitas de tomillo limonero, 3-4 ramas de perejil)

1 litro y medio de vino tinto joven, D.O. Toro (dos botellas)

150 ml. de AOVE

20 gr. de sal gruesa

1/2 tsp de pimienta negra molida

1/2 tsp de mejorana seca

1/2 tsp de ajedrea seca

agua

ELABORACIÓN:

Cortar la carne en dados grandes, de 3-4 bocados (perderá mucho volumen al guisarse) e introducirla en una olla grande. Añadir por encima de la carne las dos clases de manzanas, la zanahoria, la cebolla, el apio, el bouquet garni y el litro y medio de vino. Tapar y llevar al frigorífico un mínimo de 48 horas. Yo lo he tenido 60 horas.

Pasado el tiempo de maceración, desechar el bouquet y colar los ingredientes de la olla, reservando el vino. Separar el jabalí del resto de ingredientes. Cortar las manzanas en medias lunas, la zanahoria en rodajas gruesas, la cebolla en plumas gruesas y el apio en rodajitas. Reservar separadamente de la carne.

Lavar y secar la olla. Llevarla al fuego junto con 100 ml. de aceite de oliva virgen extra y calentar. Cuando el aceite esté bien caliente, freír a fuego fuerte el jabalí por tandas para que no baje la temperatura. Una vez bien dorada toda la carne, devolverla a la olla, agregar las manzanas, zanahoria, cebolla, apio, sal gruesa, pimienta negra molida, los 50 ml. restantes de aceite de oliva virgen extra cruda y todo el vino de la marinada. Llevar a ebullición y cocinar a fuego medio, destapado, durante una hora. Añadir la mejorana y la ajedrea, remover ligeramente y continuar la cocción otros cuarenta minutos o hasta que la carne esté tierna.

Sacar la carne de la olla y pasar toda la salsa por el pasa purés. Aligerar la salsa con agua hasta conseguir el espesor deseado y rectificar de sal, si procede. Devolver carne y salsa a la olla y llevar el guiso al frigorífico al menos un día antes de consumir, mejor si son dos.

A comer.

sábado, 5 de marzo de 2022

Espinacas con tahini, yogur y piñones

Me encanta la cocina de Yottam Ottolenghi, bueno, al menos la de sus libros y su página web y la de las recetas que publica semanalmente en The Guardian y me encantaría probarla en su restaurante pero Londres me pilla un poquitín lejos para ir a cenar en un momento de antojo, así que me conformo con replicarlas en casa con mayor o menor fidelidad. He leído dos de sus libros, Jerusalén, del que está adaptada esta receta y Dulce, que, sinceramente y a pesar de haber dicho antes que me gusta la cocina de Otollenghi, ese libro en general no me gustó, tal vez porque buscaba el estilo de comida de Jerusalén y me encontré con recetas bastante occidentalizadas y poco sorprendentes, que sí, no dudo que estarán riquísimas, de hecho muchas elaboraciones del libro han estado o están en la carta de su restaurante y tienen mucho éxito, pero yo creía que iba a encontrar el estilo del otro libro y para nada es el caso. Aún así tengo ganas de leer Simple, ya sólo el cómo está estructurado despierta mi curiosidad: sofisticado pero fácil (S), imprescindibles en la despensa (I), menos es más (M), pereza (P), listo con antelación (L) y exprés (E). A ver si lo adquieren en la biblioteca, que mi problema de espacio me obliga a limitar mis adquisiciones, aunque a veces peque y luego me encuentre con el problema de la slow cooker, que aún estoy buscando dónde colocarla...

La receta original está hecha con acelgas, que primero cuece y luego rehoga en aceite de oliva y mantequilla. Las he cambiado por espinacas que me gustan muchísimo más y no creo que haya perdido con el cambio, porque ha quedado un plato riquísimo; también me he cargado la mantequilla, por cierto. El secreto de la receta no está en la forma de cocinar la verdura, que no puede ser más tradicional, sino en la salsa, que a pesar de su simplicidad redondea el plato de una forma que a mí me ha encantado y que casi calificaría de sorprendente, haciendo que unas simples espinacas que en principio podrían resultar aburridas, se conviertan en un plato sabroso del que te quedas con ganas de repetir. Los piñones los sustituiré la próxima vez por almendras, pues aunque le van bien a la receta, éstas me gustan mucho más.

Apenas he modificado la receta original, salvo, claro está, en el cambio de acelgas por espinacas, en la eliminación de la mantequilla y en el ajuste de cantidades a una sola ración. También he quitado la sal de la salsa, para mi gusto no era necesaria pero ya sabéis que cocino con poca sal. Os animo a que hagáis esta receta, que si utilizáis espinacas de las que vienen ya lavadas es rapidísima de cocinar. Hay que empezar por la salsa para que vaya cogiendo sabor y una cosa muy importante, todos sus ingredientes tienen que estar a temperatura ambiente y una vez hecha no refrigerarla pues se añade a las espinacas calientes cuando ya están servidas y al no calentarse, baja la temperatura general del plato. Tampoco os paséis poniendo salsa porque sino no apreciaréis el sabor de la verdura.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para las espinacas (una ración):

200 gr. de espinacas baby, lavadas, secas y cortadas a lo largo en tiras de 1'5 cm.

1'5 tsp de piñones repelados

1 diente de ajo grande, pelado sin germen y cortado en láminas finas

50 ml. de vino blanco seco

AOVE

sal

pimienta blanca molida

*Para la salsa (dos-tres raciones):

2 tbs de tahini

2 tbs de yogur tipo griego bajo en grasa, a temperatura ambiente

1/2 diente de ajo grande, pelado, sin germen y prensado

1/4 tsp de zumo de limón

agua

ELABORACIÓN:

Disponer en un cuenco la tahini, el yogur, el ajo prensado y el zumo de limón y remover hasta integrar todos los ingredientes. Añadir agua hasta conseguir una salsa espesa y fluida; yo he necesitado 25 ml., pero eso dependerá de la densidad de la salsa tahini y del yogur. Sazonar con sal, si se desea (yo no le pongo). Reservar a temperatura ambiente.

Disponer un fondo de aceite de oliva virgen extra en una sartén amplia y honda. Calentar a fuego fuerte y cuando el aceite esté muy caliente, apartar del fuego, añadir los piñones y dorarlos sin parar de remover y sin que se quemen, lo que hacen con mucha rapidez. Sacar los piñones a un plato y devolver la sartén al fuego. Agregar el ajo laminado y cocinar a fuego medio. Justo cuando empiece a tomar color, añadir las espinacas cortadas y el vino blanco y sazonar con sal y pimienta blanca al gusto. Subir el fuego a alto y rehogar, removiendo, hasta que las espinacas estén hechas, aproximadamente un minuto, deben quedar crujientes.

Poner las espinacas en el plato, añadir salsa de tahini y yogur al gusto, repartir por encima los piñones y agregar un chorrito de aceite de oliva virgen extra cruda. Servir inmediatamente.

A comer.

martes, 1 de marzo de 2022

Pastel de berenjena y champiñones

Febrero se despidió con temperaturas altas para esta zona, abriéndole la puerta a marzo que para no quedar mal también nos regala hoy un día muy cálido y soleado, de esos de primavera adelantada que son una gozada pues nos alegran el ánimo y ayudan a hacer más corto el por aquí largo invierno. La primavera viene, como siempre, empujando, haciendo que florezcan almendros y ciruelos tempranos (yo ya tengo uno con flores), salpicando cunetas con florecillas silvestres, volviendo locos a los pájaros que no dejan de gorjear en todo el día y haciendo que en las noches los cristales de las ventanas se llenen de mosquitos, polillas y demás insectos nocturnos atraídos por la luz que sale por ellas. Y es que las temperaturas acompañan, si le da por llover, ya va a ser una fiesta. Volverán, porque es lo normal, días fríos que nos recuerden que “hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo” y heladas que se llevarán por delante la mayor parte de las flores de los frutales. Pero es el ciclo de la vida y así hay que tomarlo, sonriéndole al sol cuando nos regala su luz y su calor y sacando el abrigo sin lamentaciones cuando el frío vuelva a hacer acto de presencia recordándonos la fecha del calendario. Además, acostumbrados como estamos a los cambios estacionales, sería muy aburrido que siempre hubiera el mismo clima. Recuerdo el año que viví en Tenerife, el invierno suave y el verano cálido, tan distintos a los heladores inviernos y los tórridos veranos que tenemos en Castilla, ¡si las navidades no me parecieron navidades porque no hacía frío! Seguro que de haber vivido más tiempo me habría acostumbrado a esa monotonía climática, creo.

Donde resulta muy fácil salir de la monotonía es en la cocina. Si quisiéramos, podríamos estar muchos años comiendo y cenando sin repetir recetas, con tantas como hay en libros e internet, a las que si añadimos las de familiares, amigos, desconocidos de la cola del mercado y cosecha propia, tal vez necesitáramos más de una vida para probarlas todas. A este último grupo de recetas pertenece la de hoy, larga en su lectura pero fácil en su elaboración, para comer a temperatura ambiente en esta época y fresquita en verano, de las que hay que hacer con antelación para que se asiente y es perfecta para tenerla hecha cuando volvemos de trabajar o de la piscina. Además es de aprovechamiento pues una de las berenjenas ya estaba un poco lacia y los champiñones habían conocido mejores días. Sí, ya sé que van dos recetas seguidas con champiñones, pero no sé si os pasa que hay temporadas en las que cocinas casi todo con los mismos ingredientes y eso me está pasando ahora con champiñones, berenjenas y calabacines. Seguro que después me olvidaré de ellos y pasaré semanas sin cocinarlos, pero de momento son omnipresentes en mi cocina y por ende, en el blog.

He cocido poco el pastel porque buscaba una textura más bien cremosa pero no untable, así que cuando a los 45 minutos lo pinché y la aguja salió húmeda y con un pegotito de masa, lo saqué del horno. Conseguí así la textura que buscaba: suave y sedosa pero con el cuerpo suficiente para que ni el pastel ni las porciones se vinieran abajo.

Un último consejo: picad los champiñones pequeñitos pues los trozos grandes os estropearán el corte.

Siendo como es una receta de aprovechamiento, es también mi aportación mensual al proyecto 1+/-100, desperdicio 0, que mensualmente gestiona Marisa desde su blog Thermofan.

Sin más preámbulos os dejo con la receta, que fotogénica no es y aunque está mal que yo lo diga, está un rato buena...

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

675 gr de berenjena (dos berenjenas medianas, aproximadamente), a temperatura ambiente

100 gr. de cebolla

1 diente de ajo mediano

250 gr. de champiñones blancos de pié cortado

20 gr. de tomate seco en aceite, escurrido

30 ml. de vino blanco dulce

1/4 tsp de tomillo seco

50 ml. de leche desnatada, a temperatura ambiente

20 gr. de leche desnatada en polvo

4 huevos tamaño L, a temperatura ambiente

40 ml. de AOVE

sal

margarina (para el molde)

pan rallado (para el molde)

unas hojas verdes y sésamo negro para decorar (optativo)

* Y además:

un molde de silicona de 20 cm de largo por 11 cm de ancho (medidas de la base) y 5'5 cm de alto o de 1.250 ml. de capacidad, mínimo

una bandeja de paredes altas apta para horno más grande que el molde de silicona, para el baño María

ELABORACIÓN:

Untar con margarina todo el interior del molde de silicona. Espolvorear con pan rallado, retirar el sobrante y dejar a un lado.

Lavar las berenjenas y cortarlas a lo largo. Realizar unos cortes en la carne de cada mitad siguiendo un patrón romboidal. Cuantos más cortes se practiquen, antes se asarán.

Colocar contrapeadas dos porciones de berenjena en un plato llano, tapar con una tapadera apta para microondas y asar en éste 5 minutos a 800 watios de potencia. Dejar reposar otros 5 minutos dentro del microondas, sacar y comprobar el punto de cocción: si la carne no se despegara de la piel, asar nuevamente a intervalos de un minuto, con reposos también de un minuto, hasta que estén hechas. Proceder del mismo modo con las otras dos mitades.

Cuando la temperatura de las berenjenas permita su manipulación, retirar toda la carne con la ayuda de una cucharilla. Desechar las pieles y reservar la pulpa.

Eliminar las raíces y la primera capa de la cebolla y picar en brunoise. Pelar el diente de ajo, eliminar el germen si lo tuviere y laminar.

Pochar la cebolla y el ajo en 20 ml. de aceite de oliva virgen extra hasta que la primera esté blanda. Agregar la pulpa asada de las berenjenas y un poco de sal y cocinar a fuego fuerte cinco minutos, removiendo constantemente para evitar que la berenjena se pegue a la sartén. Triturar con la batidora de brazo hasta conseguir un puré fino. Dejar enfriar.

Precalentar el horno a 150º C, con calor arriba y abajo. Poner agua a hervir en un cazo para preparar un baño María.

Picar muy menuditos los tomates secos escurridos de su aceite y reservar.

Limpiar los champiñones con papel de cocina para eliminar los restos de tierra. Si estuvieran muy sucios, lavarlos bajo el grifo con un hilo de agua y uno a uno, frotándolos con un cepillito para eliminar la tierra y secándolos inmediatamente con papel de cocina. Una vez limpios, picarlos pequeños.

Disponer en una sartén los otros 20 ml. de aceite de oliva virgen extra y calentar a fuego fuerte. Añadir los champiñones picados y saltearlos durante un minuto. Bajar el fuego, agregar el vino dulce, los tomates picados, el tomillo y sal. Tapar y cocinar 5 minutos a fuego medio. Apartar y dejar templar.

Disponer en el vaso de la batidora de brazo la leche líquida y la leche en polvo. Cascar los huevos y añadirlos. Triturar con la batidora. Incorporar el puré de berenjena y cebolla y volver a triturar. Añadir los champiñones, mezclar con una cuchara y rectificar de sal. Verter la mezcla, que tendrá un volumen aproximado de un litro, en el molde preparado. Colocar éste en la bandeja de paredes altas.

Apagar la resistencia superior del horno y dejar sólo la de abajo.

Colocar la rejilla del horno a media altura y en ella la bandeja con el molde. Añadir cuidadosamente a ésta el agua del cazo, que tendrá que estar hirviendo, de tal manera que cubra unos 2 centímetros del molde de silicona.

Cerrar la puerta del horno y hornear 60 minutos. Pinchar el centro del pastel con una aguja o brocheta para comprobar si está cocido. Para un interior cremoso pero firme, comprobar el punto de cocción a los 45 minutos, la aguja saldrá húmeda y con una miguita de masa. Es el tiempo que yo lo tuve.

Sacar el molde del baño María y colocar sobre una rejilla para que se enfríe. Una vez a temperatura ambiente, filmar a piel y llevar al frigorífico hasta el día siguiente.

Sacar de la nevera al menos una hora antes de consumir para que se atempere. Desmoldar a una fuente, decorar con hojas verdes y semillas de sésamo negro y servir, si se desea, con mayonesa aderezada con mucho perejil picado y un poco de ajo prensado o también con salsa templada de mayonesa y tahini (en proporción 2:1).

A comer.