lunes, 19 de diciembre de 2022

Tostas de pimientos y tomates agridulces, setas y queso azul

Seguramente habréis notado que no estoy publicando recetas festivas; no es por llevar la contraria, pero me agobia un poquito que casi toda la blogosfera esté en modo “navidad”, que parece que todo lo que se publica tiene que ser susceptible de llevarse a la mesa esos días, cuando la verdad, si a estas alturas no se tiene ya cerrado el menú, “apañaos” estamos. Personalmente opino que las recetas navideñas deberían publicarse en octubre-noviembre, para que diera tiempo a elegir y probar, de hecho, mis menús navideños más alabados siempre son los que empiezo a preparar en septiembre. ¿Muy pronto? En realidad no tanto, teniendo en cuenta que todos los platos que los componen son siempre nuevos, para asegurar el éxito lo mejor es probarlos y ajustarlos con antelación que arriesgarse a “sorpresas” los días claves.

El caso es que este año pensaba haberos traído, en esos meses que os comento, algunas propuestas para vuestros menús, pero por diversas circunstancias, principalmente relacionadas con la salud de los míos y la mía propia, no ha podido ser, ni he tenido tiempo ni ganas y como el tiempo vuela, ya están los niños de San Ildefonso calentando la garganta y ni aquí, ni en mi casa, se nota que ya casi es navidad. Tal vez el año que viene... Ya veremos.

A pesar de todo lo que os cuento, mi propuesta de hoy para la que en esta ocasión no doy cantidades, porque receta-receta me da no se qué llamarla, bien puede formar parte de una mesa de entrantes navideños y si a vuestros comensales les gustan los contrastes, triunfaréis. Os aconsejo empezar a comer la tosta por el lado del queso azul, que llenará vuestra boca de su sabor profundo, mantecoso y ligeramente picante, para pasar después a la seta, cuyo sabor suave y saladillo os limpiará la boca, dejándola preparada para apreciar todos los matices agridulces de los pimientos y tomates. ¿Os he convencido? Espero que sí, y que la hagáis estos días o cualquier otro, que toda ocasión es buena para celebrar lo que sea, da igual, aunque si tengo que elegir, me quedo con la salud, porque como os decía más arriba, ésta anda algo escasa últimamente y como la lotería no me va a tocar, al menos que tengamos salud, jajaja...

Se acercan unos días de mucho ajetreo, en el que la mayoría os tomaréis un descanso de blogs y redes para dedicar vuestro tiempo a cocinar (seguro, no me mintáis que lo sé) y a la familia. Yo aún no sé si cerraré o seguiré publicando, así que, por si acaso y por si alguien ha pensado que estoy un poco Grinch, Felices Fiestas. Y como dice una compañera mía, se os quiere.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

rebanadas de pan de unos dos centímetros de grosor

pimientos y tomates agridulces (receta aquí)

setas de ostra (tantas como rebanadas de pan)

queso azul a temperatura ambiente

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

Tostar las rebanadas de pan en una tostadora o bajo el grill del horno hasta que se doren. Enfriar en una rejilla y reservar.

Limpiar las setas con un paño húmedo, salar generosamente y cocinar en una plancha eléctrica con unas gotas de aceite de oliva virgen extra hasta que estén hechas. Pasar a un plato.

Con la ayuda de una brocha de silicona, pincelar muy ligeramente las rebanadas de pan tostado con aceite de oliva virgen extra cruda. Disponer en un extremo de cada tosta queso azul al gusto, a continuación una seta y por último unos pimientos y tomates agridulces. Regar pon encima con unas gotas del almíbar de éstos y servir.

A comer.

lunes, 12 de diciembre de 2022

Alitas chimichurri

Por fin ha finalizado este largo puente en el que se paraliza medio país y que es la antesala de las fiestas navideñas que ahora sí, están a la vuelta de la esquina, pues no quedan ni quince días para nochebuena, dos semanas escasas que a los adultos se nos pasarán en un suspiro y a los niños les parecerán una eternidad, pues, curiosamente, la percepción del tiempo cambia mucho con la edad, resultando que de pequeños tardaban un siglo en llegar las vacaciones, aunque paradójicamente luego se nos hacían cortísimas y de adultos apenas guardadas las maletas ya nos van diciendo en el trabajo que pensemos ya en los turnos de las siguientes vacaciones. Y es que los días pasan volando y en nada, estaremos con las compras de última hora del menú festivo, haciendo colas interminables en las tiendas para comprar lo que sea, pues son días que hay cola hasta en la farmacia, cosa que nunca me he explicado pues no creo que las aspirinas sean ingrediente de ninguna receta ni regalo de Papá Noel/Reyes (bueno, tal vez algún antiácido no estaría de más que nos dejaran en el árbol), al borde del estrés porque algo nos falta o se nos quema o nos avisan a última hora que vienen tres más y ¡zas!, precisamente este año tienes la cena justa porque estás hasta el moño de comer sobras seis días seguidos y encima ahora somos impares, con lo desequilibrada que queda la mesa larga con comensales impares, sí, ya sé que sólo es una cuestión de armonía y estética pero a estas alturas hasta el ruido de una pluma al caer al suelo te pone de los nervios y a ver si a la vecina le sobra alguna silla porque si no vas a tener que poner la banqueta del baño... Y te vuelves a jurar, por enésima vez, que el año próximo se celebra en otra casa y si nadie quiere pringar, pues de restaurante, que ya está bien que siempre se les pegue a los mismos...

Seguro que a alguien le suena algo de ésto, sobre todo de lo último, que siempre hay quien se escaquea y llega a la hora crítica a mesa puesta y cuando te ve con cara de cansancio corriendo de un lado a otro te salta aquéllo de “haberme avisado, que habría venido a ayudarte” o peor aún, “si no debieras liarte tanto, que con un par de cosinas es suficiente, que la cuestión es estar juntos” y ganas te quedan de sacarle un plato con un espárrago y un canapé a ver qué cara se le queda. Interiormente asesinas a la persona en cuestión, pero en tu exterior exhibes la mejor de tus sonrisas a la vez que piensas “todos los años dice lo mismo, qué poco original” y sabes, a ciencia cierta, que el año próximo se repetirá la misma escena, porque, desengañaos, por mucho que juréis y perjuréis que una y no más, sabéis que el tema celebraciones navideñas es irremediablemente el día de la marmota. ¿O no?.

De “cosina” podría tildarse a esta receta por lo facilísima que es, pero que no os engañe su sencillez, estas alitas están buenísimas, de verdad, se comen sin sentir, tanto que te dejan con ganas de más y os lo dice alguien a quien las alas de pollo, precisamente, no le entusiasman, sí, soy rarita, qué le vamos a hacer, pero así es la cosa. Para que la carne coja bien el sabor de las especias chimichurri, mejor dejadlas macerar 24 horas, pero si no es posible, con doce horas de maceración ya se pueden cocinar, aunque no tendrán tanto sabor. Es muy importante controlar la intensidad del fuego a la hora de rehogarlas para evitar quemar las especias, entre las que se encuentra el pimentón que como ya sabéis, se vuelve muy amargo al quemarse. La mezcla chimichurri que he usado, además del pimentón lleva perejil, orégano, ajo, cebolla, cayena y pimienta y la utilizo muchísimo, en seco, para sazonar el pollo asado, queda delicioso.

Esta receta de alitas chimichurri no aguanta muy bien el recalentamiento. De hecho no lo aconsejo, pues al consumirse casi todos los líquidos al hacer la salsa, quedando prácticamente sólo aceite, para calentar las sobras o añades agua, con lo que se recuece la carne porque se tiene que consumir toda para que la salsa recupere su textura inicial o las calientas sólo con el aceite, con lo que se queman las especias si está muy alto o se empapa el pollo si está muy bajo. Que si sobran no las vamos a tirar, pero no están ni la mitad de ricas recalentadas.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

9 alas de pollo (las mías sin las puntas), 1 kgr., aprox.

1 tbs de mezcla de especias chimichurri (he utilizado Carmencita)

100 ml. de vino blanco seco

150 ml. de agua

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

Lavar y secar la alas de pollo. Eliminar los posibles restos de plumas y cortarlas por la conyuntura. Disponer en un recipiente hermético.

Mezclar en un bol las especias chimichurri y 15 ml. de aceite de oliva virgen extra. Embadurnar con esta mezcla las alas de pollo, tapar y llevar al frigorífico de 12 a 24 horas.

Al día siguiente, sacar las alas del frigorífico con antelación suficiente para que alcancen la temperatura ambiente.

Disponer un fondo generoso de aceite de oliva virgen extra en una cazuela amplia donde quepan las alas en una sola capa. Llevar al fuego y rehogar el pollo a fuego medio-alto hasta que las tajadas cambien de color pero sin que se doren, de esta forma se evita quemar las especias.

Añadir el vino blanco, levantar el hervor y cocer dos minutos para evaporar el alcohol. Agregar el agua y sal al gusto, tapar y cocinar 15 minutos a fuego medio. Dar vuelta a las alas de pollo, subir el fuego y cocinar otros 15 minutos, destapada. Si pasados diez minutos aún hubiera mucha salsa, subir el fuego para que el agua y el vino se consuman casi en su totalidad.

Dejar reposar, tapadas, 5 minutos antes de servir.

A comer.

lunes, 5 de diciembre de 2022

Lentejas pardinas con níscalos

Hay que aprovechar la corta temporada de níscalos, así que repetimos ingrediente y como ¡por fin! hace el tiempo que corresponde a la época, los he preparado con lentejas, que ya había ganas de cuchareo, que hasta ahora no había cocinado nada y es que estoy como el tiempo, que me cuesta ponerme en modo “frío” aunque ya tenga la calefacción funcionando desde hace unos días. Y a ver si este año el propósito de cocinar más legumbre no se queda en eso, en propósito, que todos los inviernos me digo que tengo que hacer más platos con ellas y se pasa el frio y apenas han aparecido en la mesa. No sé si os pasa, eso de que aún gustando mucho un ingrediente o un plato apenas lo cocináis, bien porque no cuadra en el menú, bien porque cuando pensáis en qué cocinar no os acordáis o bien por cualquier otra razón y hasta que alguien en casa no dice aquéllo de “hace mucho que no cocinas X plato”, ni caéis en la cuenta de que es cierto. Aunque justo, ese día, tampoco os va bien cocinarlo...

Pero afortunadamente los hados intervinieron o hubo una conjunción de astros, a saber, hacía frío (mucho), tenía níscalos y ganas de lentejas, así que lo metí todo en la cazuela con un par de cosillas más y aquí está el resultado, un plato suave y ligero que quita el frío sin ser pesado y muy fácil de hacer, que es otro ingrediente a tener en cuenta.

A nosotros no nos gustan muy caldosas, así que apenas cubro las lentejas con agua. Utilizo sal gruesa para el remojo y el cocinado, por nada en especial, supongo que porque se lo vi hacer toda la vida a mi madre y he heredado su costumbre. Tanto es así que no sé calcular la sal si uso de la fina, quedándome muy sosas o muy saladas, así que hace ya tiempo que decidí que si me quedaban en su punto con sal gruesa, ¿para qué cambiar?.

Por aquí ya no quedan níscalos, las heladas nocturnas han acabado con ellos, pero repetiré las lentejas cuando vuelva a haberlos. Si por vuestra zona aún hay, no dudéis en hacerlas, os gustarán.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Todos los pesos en limpio

175 gr. de lentejas pardinas

55 gr. de cebolla

35 gr. de pimiento verde

50 gr. de tomate

200 gr. de níscalos

1 hoja de laurel

1/4 tsp de hierbas provenzales

sal gruesa

AOVE

ELABORACIÓN:

La noche antes, poner las lentejas en remojo con agua fría y un poco de sal gruesa.

Al día siguiente, escurrir las lentejas, enjuagar y reservar.

Cortar y desechar la parte terrosa del pie de los níscalos. Si están muy limpios, frotarlos delicadamente con un paño húmedo para eliminar tierra y restos vegetales y si no, lavarlos bajo el grifo con un hilo de agua y uno a uno, frotándolos con un cepillito para eliminar la suciedad e ir colocándolos en un escurridor. Una vez limpios y escurridos, cortar en trozos pequeños de tamaño similar y reservar.

Picar la cebolla muy menuda. Cortar el pimiento y el tomate en dados pequeños. Reservar.

Poner un fondo de aceite de oliva virgen extra en una cazuela y calentar a fuego medio. Agregar la cebolla y el pimiento verde y pochar. Cuando la cebolla empiece a estar blanda, agregar el tomate y cocinar el conjunto a fuego medio. En el momento que el tomate empiece a ablandarse, añadir las lentejas, la hoja de laurel y las hierbas provenzales, cubrir con agua máximo un centímetro por encima de las lentejas, añadir sal gruesa al gusto, tapar y llevar a ebullición.

Cocer ocho minutos a fuego suave e incorporar los níscalos. Remover, volver a tapar y una vez recupere el hervor, dejar que hierva unos 10-12 minutos o hasta que las lentejas estén cocinadas.

Rectificar de sal, si procede y servir. Mejoran de un día para otro.

A comer.

lunes, 28 de noviembre de 2022

Níscalos al ajillo

A veces me da un poco de reparo traer por aquí recetas tan simples como estos níscalos al ajillo con tu toque picante (que no falte, of course), que por supuesto podéis omitir, pero no será lo mismo, siendo el resultado tan parecido, de llevar la cayena a no, como el de un higo a una castaña. Evidentemente, podéis coger la receta y hacer tantas modificaciones que en nada se parezca a la original, que la cocina es para nosotros los cocinillas y ante todo, creatividad. Rara es la receta que sigo al pie de la letra, salvo masas y repostería, donde no termino de soltarme, en el tema salado casi siempre hago lo que me da la gana y mira que me digo veces que no, que voy a seguirla tal cual está escrita, pero salvo que sean ingredientes o sabores muy poco habituales en mi cocina o recetas tradicionales o de cocina internacional, a medida que las leo o hago me voy desviando, en ocasiones porque me veo forzada a sustituir ingredientes pero las más de las veces porque mi imaginación se descontrola y me domina. Aún así, siempre que cocino recetas de otros, lo indico, aunque mi madre me diga que no se parecen en nada a la original, pero considero que sin ésta no habría llegado al plato en cuestión y del mismo modo que espero y deseo que se respete mi trabajo (aunque ya he “pillado” un par de recetas íntegramente mías prácticamente copiadas al pie de la letra y sin mención alguna), respeto el ajeno, pues sin él, al no tener una base profesional, no saldrían de mi cocina platos tan deliciosos como muchos de los que por ahí os traigo.

¡Uf, vaya perorata que os he soltado y todo para presentaros esta humilde receta! Que si os hubiera traído no sé, algo de cocina molecular pongo por caso, tal vez se justificara pero para unos níscalos al ajillo que seguro que no son nada nuevo para quienes me leéis, tal vez me he pasado, aunque sea verdad lo que digo, pero, sinceramente, me da un perezón tremendo reescribir la entrada, que no sería la primera vez, todo lo contrario, que hay días que no me convence nada lo que escribo y es un borrar y empezar de nuevo muy trabajoso, que a veces lo tengo que dejar un rato porque me meto en un bucle del que no saco nada que me satisfaga. Otros en cambio me sale del tirón, no sé dónde está el secreto, en mi proceso creativo no, porque no lo tengo, en ese tema soy muy anárquica, lo mismo me viene la inspiración cuando no me duermo (las más de las veces), que cuando voy conduciendo hacia o desde el trabajo (¡peligro!) o cuando paso la aspiradora, porque, cosa curiosa, el ruido del motor me absorbe de tal manera que me aísla del exterior y me fomenta unas conversaciones con mi yo interior que ni os cuento. A saber.

Estoy muy dispersa hoy, así que sin más os voy a dejar con la receta, rica y muy sencilla y si los níscalos están tan limpitos como los que me regalaron, no da nada de trabajo. A mi me gusta que queden con bastante salsa para mojar bien de pan, pero dejadla consumir tanto como os guste, que como ya os dije al principio, cada cual que haga las modificaciones que le plazcan.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

800 gr. de níscalos

30 gr. de dientes de ajo

1 pimienta de cayena

50 ml. de agua

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

Cortar y desechar la parte terrosa del pie de los níscalos. Si están muy limpios, frotarlos delicadamente con un paño húmedo para eliminar tierra y restos vegetales y si no, lavarlos bajo el grifo con un hilo de agua y uno a uno, frotándolos con un cepillito para eliminar la suciedad e ir colocándolos en un escurridor. Una vez limpios y escurridos, cortar en trozos regulares y reservar.

Pelar y eliminar el germen de los dientes de ajo. Laminar y reservar.

Disponer un buen fondo de aceite de oliva virgen extra en una sartén grande y honda y llevar al fuego. Una vez el aceite esté caliente, añadir los ajos y la pimienta de cayena, partida para un sabor picante o pinchada con un palillo para un sabor más suave. Rehogar a fuego bajo y sin que se doren los ajos, durante cinco minutos. Añadir los níscalos y sal al gusto, remover rápidamente, añadir el agua, subir el fuego a medio y tapar. Cocinar 10-12 minutos o hasta que las setas estén tiernas, removiendo de vez en cuando.

Destapar y subir el fuego a alto para reducir la salsa. Rectificar de sal si procede y servir.

A comer.

lunes, 21 de noviembre de 2022

Salchichas sriracha

En casa de mi madre nunca hubo la costumbre de guisar las salchichas. No es que fuera un artículo que consumiéramos mucho, pues era de la opinión de que “carne en calceta, para quien la meta” y sólo las compraba de vez en cuando en una carnicería de confianza que regentaban dos hermanos y que todo lo que tenían era de primerísima calidad y tremendamente rico, dicho sea de paso (aún recuerdo las hamburguesas, eran cuadradas y de carne-carne, no dejaban una gota de grasa en el asador y tenían un sabor delicioso). El caso es que sólo las hacía fritas, casi siempre sin guarnición, aunque ocasionalmente las acompañaba de patatas fritas o, las menos veces, de puré de patatas, que creo que sólo hacía por mí, pues siempre ha sido mi perdición, me da igual que sea casero que de caja, me lo pones delante y no tengo medida, tanto me gusta.

Al independizarme y como es lógico, reproduje en mi cocina lo que había aprendido en la de mi madre, al fin y al cabo no tenía otra escuela y además no hay nada más reconfortante que los sabores de la cocina de nuestra madre, evocadores de sensación de hogar y de recuerdos y que recién salidos de casa sin querer buscamos pues opino nos ayudan a crear cierta sensación de seguridad y estabilidad. Poco a poco o según lo más o menos cocinillas que seamos, nos vamos distanciando de las recetas maternas, probando nuevos ingredientes, técnicas y sabores, tal como ellas hicieron en su día, incrementando de esta forma nuestro recetario particular. Aún así, hay platos que seguimos cocinando exactamente igual que aprendimos en casa y no sólo porque no le cambiaríamos una coma a la receta de mamá, sino porque a veces ni se nos ocurre hacerlos de manera distinta. Tal es el caso de las salchichas, a pesar de los años nunca las había hecho de otra forma que fritas y aunque tampoco sea algo que compre mucho, un día me di cuenta de que estaba aburrida de cocinarlas siempre igual, así que me puse a pensar cómo podía prepararlas y el resultado fue el que os traigo, una receta sencilla y llena de sabor, donde las verduras aportan mucha jugosidad y la salsa sriracha el puntito picante que da vidilla al plato. Para quien no la conozca, la salsa sriracha es una salsa picante con aspecto de salsa de tomate muy espesa que le da un sabor muy bueno a los platos. Dentro de mi escasa tolerancia al picante yo la encuentro muy picante y la cantidad que he utilizado para guisar las salchichas le aporta suficiente picante para que se note pero no tanto para que anule el sabor del guiso, pero sed libres de poner la cantidad que sea agradable a vuestro paladar, porque espero que hagáis la receta, pues está muy buena.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

600 gr. de salchichas de cerdo

175 gr. de cebolla

150 gr. de pimiento verde

1 diente de ajo

100 gr. de tomate fresco

125 gr. de salsa de tomate

10 gr. de salsa sriracha

1/2 pastilla (5 gr.) de caldo de verduras concentrado

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

Pinchar varias veces cada salchicha con un palillo o la punta fina de un cuchillo. Dejar de lado.

Pelar la cebolla y cortar en plumas de un centímetro de ancho. Lavar el pimiento y el tomate, quitar pedúnculo y semillas del primero y piel y pepitas del segundo. Cortar el pimiento verde en rodajas de un centímetro de ancho y el tomate en dados pequeños. Pelar el ajo, eliminar el germen y prensar con un prensa ajos. Reservar todos los ingredientes por separado.

Disponer un fondo de aceite de oliva virgen extra en una sartén grande y honda donde quepan todos los ingredientes. Calentar a fuego muy alto y cuando el aceite esté muy caliente, dorar las salchichas. No tienen que cocinarse, sólo dorarse por fuera. Sacar a un plato y partir en trozos de tamaño bocado. Reservar.

En el aceite sobrante, rehogar la cebolla a fuego medio-bajo. Cuando empiece a ablandarse, añadir el pimiento verde y el ajo, tapar y cocinar a fuego medio-bajo hasta que el pimiento empiece a ablandarse. Incorporar entonces el tomate natural, la salsa de tomate y la pastilla de caldo desmenuzada, remover, tapar y cocinar hasta que las verduras estén casi hechas. Bajar un poco el fuego y agregar las salchichas junto con los jugos que hayan soltado y la salsa sriracha, remover delicadamente, tapar y cocinar 10 minutos más o hasta que las salchichas estén hechas. Rectificar de sal si procede y servir.

A comer.

lunes, 14 de noviembre de 2022

Pan rústico en panificadora Lidl

El nombre de “pan rústico” no se lo he dado yo a este pan, es el que le da el recetario de la panificadora del Lild, de donde he sacado la receta y que he hecho (raro en mí) al pie de la letra, salvo la harina de por encima, única aportación de mi cosecha, aunque le puse tan poquita que ni se apreciaba después. La verdad que me levanté con muchas ganas de hacer un pan y ninguna inspiración, así que me fui a lo fácil, saqué el mini recetario de la maquinita y dije, “éste mismo, que es fácil y lo tengo todo y a ver porqué lo llama rústico”. Pues nada, mi dicho con mi hecho y pan al canto. Está bueno, no voy a decir lo contrario, pero no le veo la rusticidad por ninguna parte, como no sea porque está más rico con paté que con mermelada y porque se seca a una velocidad pasmosa, no sé por qué, así que supongo que lo del nombre es por llamarlo de alguna forma, no sólo pan, a secas, porque panes son todos y hay que diferenciarlos de alguna manera y, o bien le das un nombre como en este caso o bien, para identificarlo, lo nombras con casi todos los ingredientes de la receta, como hacen ahora algunos restaurantes, valga de ejemplo “El huevo de corral con angula de monte, langostinos de Sanlúcar, parmentier de ajo asado y crujiente al curry” que el restaurante El Ermitaño, en Benavente, (con una estrella Michelín, dicho sea de paso) tuvo en su carta en una de las ediciones anuales de las “Jornadas gastro-micológicas Buscasetas de Castilla y León”. Pues eso, que pan rústico, porque llamarlo pan con huevos no queda muy chic y puede dar lugar a más de un chascarrillo.

Os comentaba que el pan se secaba muy rápido. Es, de los panes que he hecho, probablemente el que menos tiempo dura tierno. Es cierto que los panes de la panificadora tienen una vida útil corta, pero la de este pan es cortísima, pasadas 36 horas ya empieza a secarse, a pesar de haber estado dentro de una bolsa de plástico, así que, lo mejor es rebanarlo en cuanto se enfríe y congelarlo y luego ir sacando del congelador el que haga falta, así siempre comeremos pan tierno. Otra cosita en cuanto al pan: como no todas las harinas tienen la misma capacidad de absorción, recomiendo estar pendiente durante el primer amasado por si hiciera falta añadir un poquito de leche; yo no tuve tiempo de atenderlo pero creo que habría admitido 10-15 ml. más de leche, pues quedaron algunos residuos de harina en la panificadora, aunque eso ocurre a veces al hacer panes de un kilo y es que a mi me parece que la panificadora del Lidl trabaja mejor con panes de un kilo y cuarto, en los de kilo la masa se “pierde” un poco por la cubeta, por eso les va bien un pelín más de líquido. O a lo mejor son cosas mías, no sé que opinaréis quienes hacéis pan en la maquinita de marras,

Os dejo con la receta. Yo me voy a cocinar tres hermosos boletus que me han regalado y que hoy me harán sentir como una reina cuando me deleite comiéndolos.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

300 ml. de leche desnatada, templada

2 huevos tamaño L, a temperatura ambiente, ligeramente batidos

25 gr. de margarina vegetal, a temperatura ambiente

10 gr. de sal fina

15 gr. de azúcar blanquilla

540 gr. de harina de trigo de fuerza

7 gr. de levadura deshidratada de panadero instantánea

harina para espolvorear el pan (optativo)

ELABORACION:

Sacar la cubeta de la panificadora e introducir los ingredientes por este orden: leche, huevos, margarina, sal, azúcar, harina y levadura deshidratada.

Colocar la cubeta en el interior de la panificadora. Cerrar la tapa y conectar el aparato. Seleccionar el programa 1 (normal), peso un kgr. y tueste medio.

Cuando la panificadora emita los tonos de aviso en la segunda fermentación, sin pulsar la tecla de parada, sacar la cubeta y rápidamente y con las manos húmedas quitar las palas amasadoras e introducir éstas en un bol con agua que las cubra para facilitar su posterior limpieza. Acomodar la masa procurando eliminar las posibles bolsas de aire que se hayan podido formar al sacar las palas, alisar someramente la superficie y espolvorear con un poco de harina, si se desea. Colocar nuevamente la cubeta en la panificadora y dejar que la máquina continúe con el programa.

Una vez finalizado el programa, desconectar la panificadora, abrir la tapadera, desanclar la cubeta, desmoldar el pan y dejar enfriar por completo sobre una rejilla lejos de corrientes de aire.

Una vez frío, introducirlo en una bolsa de plástico para que se conserve tierno por más tiempo.

A comer.

lunes, 7 de noviembre de 2022

Estofado de conejo de campo a la mostaza de estragón

Se ha abierto la veda y vuelven a mi mesa los platos de caza. Para inaugurar la temporada os traigo un delicioso estofado de conejo a la mostaza de estragón, facilísimo de hacer porque va todo en crudo en la olla y uno de los guisos de conejo más ricos que he hecho. ¿Que no me creéis? Pues os reto a que hagáis la receta y después me digáis si tenía o no razón. No me vale la excusa de “es que no encuentro conejo de campo”, que con el de el super tiene que quedar igualmente riquísimo. Eso sí, en esta receta no vale cambiar la mostaza por una que no sea al estragón, porque por muy buena que sea resultará un conejo a la mostaza X, rico también, seguro, pero nada que ver con éste. Y es que la mostaza al estragón tiene un sabor muy característico, en nada parecido a ninguna otra mostaza que haya probado. La mostaza de la que os hablo es Mostaza Diáfana al Estragón, de la marca Louit (esto no es publicidad) y desconozco si algún otro fabricante la hace. Esta mostaza, junto con la clásica amarilla de los perritos calientes, son las mostazas de mi infancia, las que había en casa de mi madre, la primera para los pinchos morunos (brutales con esta salsa, os lo garantizo) y la segunda para los mencionados perritos y las hamburguesas. No fue hasta mi adolescencia que llegó a nuestra casa la modernidad de la fondue. que entraron otras mostazas (verde, Dijon, a la antigua) ni todo un universo de salsas, por entonces caseras, a las que nos aficionamos con una velocidad pasmosa. ¡Qué tiempos! Creo que fue por aquélla misma época que aterrizaron en nuestras mesas navideñas las tablas de quesos y patés, en directa rivalidad con la fuente de langostinos cocidos, a la que a punto estuvieron de relegar a otras ocasiones pues por entonces empezaban los de criadero, con lo que eso supuso en la bajada de sus precios, pasando a convertirse, poco a poco, en el alimento “popular” que hoy día conocemos. Como todas las modas, ambas pasaron, la fondue que compró mi madre apenas sale del armario y las susodichas tablas, después de unos años de furor, desaparecieron casi por completo de las mesas, donde han resistido, contra viento y marea, los langostinos, ya sean salvajes o de criadero y es que los clásicos, nunca mueren...

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 conejo de campo, troceado

2 dientes de ajo medianos, con piel y chafados

100 gr. de cebolla, picada muy menuda

150 ml. de agua caliente

15 gr. de mostaza al estragón (he utilizado Louit)

10 gr. de Bovril u otro concentrado de carne

50 ml. de vino blanco dulce

30 ml. de AOVE

70 gr. de nata con un 18% de materia grasa

sal

ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos de cocción que se indican lo son para una placa vitrocerámica de inducción. En el caso de utilizar otra fuente de calor (eléctrico, gas, halógeno), los tiempos variarán, debiendo ser adaptados. Lo mismo ocurre en caso de utilizar otra olla a presión o una cazuela convencional.

Poner 15 ml. de aceite de oliva virgen extra en el fondo de la olla rápida WMF, distribuir por encima los trozos de conejo y salar muy ligeramente, teniendo en cuenta que el Bovril y la mostaza llevan bastante sal. Poner entre la carne los dos dientes de ajo y esparcir por encima la cebolla. Regar con el resto del aceite de oliva virgen extra.

Aparte, mezclar el agua caliente con el Bovril. Añadir a continuación la mostaza y cuando esté todo bien integrado, agregar el vino blanco. Remover y verter sobre el conejo.

Colocar la olla rápida en el fuego y llevar a ebullición, destapada. Dejar que hierva dos minutos y colocar la tapadera, cerrarla y cocer 30 minutos contados desde que suba la válvula por completo. Apagar el fuego, retirar y con muchísimo cuidado, liberar toda la presión de la olla.

Devolver la olla al fuego y reducir la salsa a fuego alto durante 10 minutos. Apagar el fuego, añadir la nata, mecer la olla para que se integre con la salsa del conejo, rectificar de sal si procede, colocar nuevamente la tapa, dejar reposar 5 minutos y servir.

A comer.

domingo, 30 de octubre de 2022

Ensalada de arroz a la hierbabuena

Que levante la mano quien no esté de puente. A ver, a ver... pocas manos veo yo levantadas y es que éste es, creo, uno de los puentes con mayor movimiento del año. Entre los que se van a cumplir la tradición a sus lugares de origen y los que se van de turismo, se vacían unos sitios y se llenan otros. Y si no, ya me lo contaréis los que me leáis a la vuelta del puente. Aunque, a decir verdad, yo no sé de dónde sale la gente: he estado en Granada hace unos días, que no era ni puente, ni vacaciones ni nada y estaba hasta la bandera de gente. Daba igual que fuera sábado que martes, todos los días gente por todos los lados. Mucho extranjero, sí, pero también muchísimo nacional. No sé yo cómo estará la ciudad en verano o mismamente estos días, que seguro que no cabe un alfiler. Ya le preguntaré a unos amigos que están allí pasando el puente, que espero que hayan tenido más suerte que nosotros y hayan conseguido entradas para la Alhambra, que nos vinimos sin verla, imposible conseguir entradas y es que, según las fechas, hay que comprarlas con semanas de antelación, pero como la decisión de irnos de viaje fue muy precipitada, no pude organizarlo como a mí me gusta hacerlo. Aún así disfrutamos de la ciudad, tiene mucho qué ver, muchas calles por donde perderse y mucha animación. Si no la conocéis, ya estáis organizando una visita, para la que voy a daros el consejo que me dieron a mí: si sabéis las fechas en las que váis a ir, comprad primero las entradas de la Alhambra y luego buscad el alojamiento. Ya aviso.

Nos vinimos sin visitarla, lo que me sirve de excusa para volver, porque, aunque ya la habíamos visto hace unos años, creo que es de esos sitios que por muchas veces que vayas, siempre descubres algo nuevo. Lástima que haya siempre tantísima gente, pues eso te priva de disfrutarla pausadamente, de asomarte a todas sus ventanas, de desgastar con la vista todas sus yeserías, de pasear perezosamente por sus jardines, de tratar de imaginar (tarea imposible), cómo era cuando la entregó Boabdil... Tal vez, la única manera de disfrutar de una forma más íntima de la Alhambra, sea con la visita nocturna, aunque no sé yo cómo son ahora esas visitas, cuando yo la hice, eran grupos muy pequeños, creo recordar que con guía, sólo se visitaba una parte reducida de los Palacios Nazaríes y no sólo era nocturna, si no que también en penumbra, pues apenas había iluminación, pero la existente estaba tan bien planteada que te hacía ver el monumento y su ornamentación de una manera completamente distinta a como se ve de día. Eso, unido al silencio, convertían la experiencia en algo, no sé cómo deciros, íntimo y a la vez invasivo, como asomarse por una ventana al interior de una casa y curiosear sin el permiso de sus dueños, casi daban ganas de pedir disculpas por el atrevimiento a los espíritus de sus antiguos moradores. Pero como os decía, no sé si ahora se podrá tener la misma sensación, pues haciendo un rastreo por la página oficial de venta de entradas, he visto disponibilidad para un mismo día de hasta 144 entradas. Como sea todo el mundo a la vez, adiós la magia. Aún así, os recomiendo, si tenéis oportunidad, que hagáis la visita nocturna, es otra forma de ver la Alhambra.

Visitéis o no la Alhambra, disfrutad de Granada, de sus monumentos, de sus calles, de su gastronomía, de su clima, como hicimos nosotros, que además tuvimos muy buen tiempo, bueno, como lo viene haciendo en todo el país durante todo lo que llevamos de otoño, que no terminan las temperaturas de acomodarse a la época del año, por favor, que venga el frío, que quería cocinar unas lentejas y al final cambié el menú e hice ensalada, que está mal que yo lo diga, pero está tremenda, buena culpa de lo cual lo tiene el dulce de los tomates cherry, el saladillo del queso feta y sobre todo, el frescor de la hierbabuena, alma de la ensalada y que la hace diferente, al menos a lo que yo he cocinado hasta ahora. Está mucho más rica reposada, así que, si podéis, hacedla con bastante antelación, eso sí, sin aceite y sin las hierbas, pues si no, el primero se lo beberá el arroz y las segundas se quedarán lacias.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

50 gr. de arroz de grano largo

150 gr. de tomates cherry (he utilizado normales y cebra)

75 gr. de pepino

25 gr. de aceitunas verdes

45 gr. de queso feta

1 rama pequeña de perejil fresco (sólo las hojas)

1 rama bien grande de hierbabuena fresca (sólo las hojas)

AOVE

sal

pimienta blanca molida

ELABORACIÓN:

Hervir el arroz en abundante agua salada hasta que esté hecho, unos 18 minutos o lo que indique el fabricante. Una vez cocido, refrescar con agua fría y dejar escurrir.

Lavar los cherrys y el pepino. Cortar los tomates a la mitad. en cuartos y en rodajas y disponer en una fuente. Pelar el pepino dejando tiras alternas de piel, cortar en rodajas no muy gruesas y luego cada rodaja en ocho triángulos y agregar a los tomates. Añadir las aceitunas cortadas en rodajitas y el queso feta en dados pequeños. Incorporar el arroz, un par de pizcas de pimienta blanca molida y un poco de sal (yo no le pongo), teniendo en cuenta que el arroz y el queso ya llevan. Mezclar con delicadeza, tapar y dejar reposar al menos una hora en lugar fresco.

Justo antes de servir, lavar las hierbas, secar con papel de cocina y picar las hojas. Distribuir la ensalada en los platos, regar con aceite de oliva virgen extra al gusto y espolvorear con las hierbas picadas. Servir inmediatamente.

A comer.

lunes, 10 de octubre de 2022

Curry de pollo con pimientos en olla lenta (slow cooker)

Curry verde tailandés, ese es el nombre de la receta original, pero no me he atrevido a llamar a la mía verde porque por esa alquimia de los alimentos, verde, lo que se dice verde, no ha quedado. Bien es cierto que la pasta de curry no tenía un color verde muy intenso que digamos, pero el poco verde lo perdió por el camino, no hay más que ver las fotos. Tailandés tampoco se apellida, pues la pasta de curry es de curry verde sin más nacionalidades, aunque no sé si habla español, que está fabricada en Holanda, pero sí envasada en España, así que la dejaremos apátrida, para evitar conflictos internacionales. Además, tampoco he probado en mi vida una pasta de curry verde tailandés, así que, a saber si mi pasta de curry se parece en algo a una tailandesa, aunque sea europeizada. Por todo ésto he decido llamar a la criatura curry de pollo con pimientos aunque suene menos exótico.

Cuestiones aparte de cómo llamamos a la niña, si como tu madre o como la mía, lo que interesa es que esté rica y lo está. Con un sabor diferente, en el que el dulce del coco casi mata el picante de la pasta de curry, una carne jugosa y muy tierna que no necesita cuchillo, unos pimientos rojos que se integran sorprendentemente bien en el guiso y muchísima salsa para mojar pan, esta receta os va a encantar. Y de complicación cero, sólo hace falta un poco de planificación si queréis tener el pollo listo para la hora de comer.

La receta original añade chile rojo picado. No me atreví por si quedaba demasiado picante pero le hubiera ido muy bien. La verdad que se lo tenía que haber puesto porque además este año tengo mucha producción de guindillas de distintas clases (algunas de padre desconocido) y se las estoy poniendo a casi todo, no sólo porque en casa nos estemos enganchando al picante, sino porque me da pena tirarlas...

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

6 contramuslos de pollo, de unos 175 gr. cada uno, con piel y sin el hueso del espinazo

125 gr. de pimiento rojo, cortado en tiras de 1'5-2 cm. de ancho

1 tbs de pasta de curry verde

2 tbs de salsa de soja suave

200 ml. de crema de coco

manteca de coco

pimienta negra molida

sal

ELABORACIÓN:

Lavar el pollo, secarlo con papel de cocina y sazonar ligeramente con sal y pimienta negra molida.

Disponer suficiente manteca de coco en una sartén pequeña para que cubra el fondo, llevar al fuego y dorar las tajadas de pollo, por tandas, en la manteca muy caliente, agregando más si fuera necesario.

Colocar el pollo en la olla lenta, con la piel hacia abajo y en una sola capa. Mezclar en un cuenco la pasta de curry verde, la salsa de soja y la manteca sobrante y añadir a los contramuslos.

Tapar la olla lenta y cocinar en ALTO durante una hora. Dar la vuelta a las tajadas y cocinar, en ALTO, cuarenta y cinco minutos más.

Añadir a la olla la crema de coco muy caliente y el pimiento rojo en tiras y cocinar, en ALTO, otros treinta minutos.

Desconectar la olla lenta, rectificar de sal si procede y dejar reposar diez minutos antes de servir.

A comer.

lunes, 3 de octubre de 2022

Barquitas de langostinos, surimi y piña

El veranillo de San Miguel ha hecho honor al refranero y nos está regalando unos días muy cálidos, por no decir calurosos, que 28º C en las horas centrales del día para mí ya es mucho calor, tan cálidos que yo, que ya tenía para guardar toda la ropa de verano, me he visto obligada a tirar de alguna prenda, pues con las de medio tiempo o mid season como se dice ahora, paso un calor que ya creía haber despedido hasta el año próximo. Vamos, que tengo trastocado el armario, que hace dos días puse una mantita fina en la cama porque las noches eran ya algo más que frescas y ahora me sobra y a la hora de planificar las comidas, tres cuartos de lo mismo, que ya estaba pensando en platos de cuchareo y de repente ha habido que cambiar el chip y volver a los platos fríos, que apetecen mucho más que un pote de patatas, no por lo ricas, que se entienda, sino porque un plato tan caliente y con fundamento como diría aquél, pues como que no.

En uno de esos cambios de menú de última hora, me acordé de este plato. Lo preparo de vez en cuando porque lleva ingredientes que siempre tengo en casa, es muy fácil, nada entretenido y está muy rico. A veces lo presento en el plato sin más florituras pero en otras ocasiones lo preparo como hoy os enseño. Está pensado para comerlo con la mano y en un par de bocados, así que os aconsejo utilizar las hojas centrales de los cogollos de lechuga y no cargarlas demasiado, porque si no no aguantarán el peso de los ingredientes con el peligro de convertirse, al primer mordisco, en un desastre de langostinos y surimi.

Conviene preparar el relleno con antelación, así los sabores de unifican e intensifican, sobre todo el sabor a mar de los langostinos y el dulce y ácido a la vez de la piña. No le pongo sal, la que ya aportan el marisco, el surimi y las salsas es más que suficiente, pero probadlo antes, por si acaso para vuestro paladar resultara soso.

No es una receta nueva, ni original, pero siempre gusta.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

180 gr. de langostinos cocidos, peso pelados

120 gr. de surimi

100 gr. de piña en su jugo, escurrida

2 huevos cocidos tamaño L, sin cáscara

95 gr. de salsa cocktail (o rosa)

65 gr. de mayonesa

1/2 tsp de salsa Worcestershire

2 tsp del jugo de conservación de la piña

la punta de un cuchillo de pimienta blanca molida, generosa

cogollos de lechuga

ELABORACIÓN:

Picar los langostinos, la piña y los huevos cocidos en trozos pequeños de tamaño similar. Reservar.

Desenrollar los palitos de surimi y cortas en tiras de 2x0'4 cm., aproximadamente. Reservar.

Disponer en un bol las salsas cocktail, mayonesa y Worcestershire, el jugo de piña y la pimienta blanca. Remover para integrar y agregar langostinos, piña, huevos y surimi. Mezclar el conjunto, tapar y llevar al frigorífico al menos media hora para que tome sabor.

Separar las hojas de los cogollos de lechuga. Lavar y secar con papel de cocina. Disponer en cada hoja una o dos cucharadas de la farsa fría de langostinos, según tamaño y servir inmediatamente.

A comer.

lunes, 26 de septiembre de 2022

Pimientos y tomates agridulces

Estamos en época de pimientos y eso se va a notar un poco por aquí. Y es que, aunque en general la huerta no ha estado bien en todo el verano debido a las altas temperaturas y la extrema sequedad del ambiente, que ya podías regar, que las pobres plantas estaban siempre lacias, la cosecha de pimientos ha sido buena y eso que muchos se han soleado, pero aún así ya llevo varios kilos asados y embotados, precisamente mientras esto escribo se está enfriando la última tanda de conserva de pimiento asado y es que en casa nos chiflan, para mico y mona envaso bastantes kilos, pues es de esas cosas que por muy buenos que los puedas encontrar en la tienda, nunca son iguales que los asados en casa.

Así que aquí ando, en modo pimiento, poniéndoselos a todo, que casi ya sólo me queda ponérselos al café y bueno, volver a hacer mermelada de pimientos rojos asados, que no la he repetido desde que la publiqué y hay que ver lo buena que está. Por cierto, que si no sabéis cómo se hace, os invito a leer la entrada del blog, es una receta tremendamente fácil,

Como también tengo bastantes tomates, hice dos versiones de esta receta, una sin tomates y otra con ellos, que es la que hoy os cuento. La versión sin tomates pues, qué queréis que os diga, no me gustó mucho, los pimientos así solos con el almíbar y las especias no terminaron de convencerme, ni en textura ni en sabor, no sé, no pegaban. En cambio, sustituyendo parte de los pimientos por tomates y manteniendo el resto de la receta igual, el resultado fue completamente distinto, sorprendente y riquísimo. El tomate, de alguna manera, suaviza el sabor de la receta y la textura de los pimientos y aunque queda bastante entero, la parte que se deshace integra los ingredientes haciendo que cohesionen entre sí los pimientos y los tomates pero a la vez queden sueltos. No sé si me entiende pero tampoco sé explicarlo mejor.

No he probado a meterlos en conserva, el almíbar resulta demasiado espeso y además no es tanto como para cubrir las hortalizas, así que desconozco el resultado. Lo que sí os puedo decir es que, filmado a piel dentro de un recipiente hermético, aguanta en perfectas condiciones al menos un mes en el frigorífico aunque supongo que se conservará bien más tiempo.

¿Y con qué comer estos pimientos y tomates agridulces? Para ir abriendo boca, pues el resto ya os lo iré contando, son mi desayuno diario: una tostada de pan untada con queso crema tipo Philadelphia y unos trocitos de pimientos y tomates por encima. Puro vicio.

Espero que os hayan dado una ganas tremendas de hacer esta receta y si no, no sabéis lo que os estáis perdiendo. Ya lo aviso.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

* Todos los pesos en limpio

1 kgr. de pimientos rojos, sin pedúnculo, semillas ni nervaduras interiores

750 gr. de tomates pera maduros, sin piel ni semillas

125 ml. de vinagre de manzana

350 gr. de azúcar blanquilla

1 pimienta de cayena

1/8 tsp de canela en polvo

1 tsp de estragón seco

1/2 tsp de pimienta blanca molida

1/3 tsp de macis

1/2 tsp de sal

ELABORACIÓN:

Cortar los pimientos en tiras a lo largo, de 1-1'5 cm. de ancho y los tomates en dados de 1'5 cm. de lado. Introducir pimientos y tomates en una cazuela grande y ancha, añadir el azúcar, remover, tapar y dejar reposar treinta minutos.

Pasado el tiempo de reposo, agregar a la cazuela el vinagre, la pimienta de cayena muy picada, la canela, el estragón, la pimienta blanca, el macis y la sal. Remover, tapar y llevar a ebullición a fuego medio, removiendo de vez en cuando.

Cuando las hortalizas estén casi cubiertas de sus jugos, destapar, subir el fuego a medio-alto y continuar la cocción hasta que se forme un almíbar espeso, removiendo de vez en cuando. Al remover, hacerlo con delicadeza para no romper las tiras de pimiento.

Dejar enfriar por completo antes de consumir.

A comer.

lunes, 19 de septiembre de 2022

Muslos de pollo al pimentón

Sé de personas que le tienen pavor al horno porque creen, erróneamente, que es difícil cocinar con él y nada más lejos de la realidad, siempre que no hablemos de repostería y panadería, que en este caso sí tiene algo de intríngulis. Precisamente ayer horneé pollo con limón y tomillo y decía mi pareja que qué bien me había quedado y ya le dije “pues es facilísimo de hacer, como suele decirse tiene las letras muy gordas e incluso lo puedes hacer tú”, rotunda afirmación ante la que él, que sólo sabe de cocina la puerta por donde se entra, poniendo los ojos como platos y con una incredulidad que no podía disimular contestó ¿¿¿de veras???. Pues sí, alma cándida. A punto estuve de levantarme de la mesa y darle una master class de cocina pero me refrené pensando que si le desvelaba mis secretos cocineriles dejaría de apreciar tanto mi comida cuando viera lo realmente simples que son de hacer algunas recetas, así que le dejé que siguiera viviendo en su inocente ignorancia que hace que el tiempo invertido delante de los fogones valga la pena y además alimenta mi ego (vale, os dejo que me critiquéis un poquito, pero sólo un poquito, jjj).

Pero para vosotr@s no tengo secretos, faltaría más y por eso os traigo esta receta de muslos de pollo fácil hasta decir basta, sólo hay que mezclar, untar, cortar y hornear y si no fuera porque hay que dejar marinar la carne para que se impregne mejor de los sabores, es muy rápida, pues estos muslos, que no eran muy grandes (pesaron alrededor de 700 gr.) estuvieron hechos en treinta minutos, que con los precios de la luz por las nubes es algo que hay que valorar a la hora de encender el horno. Claro, que al paso que vamos, en el que alimentos antes económicos como era el pollo están sufriendo una subida de precios imparable, no sé qué vamos a comer ni a dónde vamos a llegar. Que mi médico no consigue que me ponga a dieta y lo va a conseguir la situación actual, si hasta a lo mejor tengo que estar agradecida y todo...

Si no tenéis una fuente de borosilicato (material con el que están hechas las fuentes y moldes de vidrio de Pirex, por ejemplo) utilizad una metálica, para evitar que el contraste de temperaturas entre la fuente y el horno, pues aunque aquélla se atempera previamente treinta minutos aún está fría en el momento de introducirla en éste, rompa el recipiente y siempre poned otra bandeja a modo tapa o cubrid con papel de aluminio, evitando así la evaporación de líquidos y manteniendo la jugosidad del pollo. En cualquier caso os recomiendo que, si no tenéis una fuente de ese tipo, os hagáis con una pues, además de ser válida para su utilización en microondas, su lentitud al calentarse en relación a una bandeja metálica, hace que el calor penetre más despacio en los alimentos llegando mejor a su interior y evitando la formación de la temida costra que impide su cocción uniforme. Una cosa quiero que os quede clara, esto último es fruto únicamente de mi experiencia personal, no se basa en estudios del producto ni nada parecido y por supuesto no tiene que coincidir con vuestra experiencia.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

6 muslos de pollo (700 gr. aprox.), sin piel

1/2 tsp de pimentón dulce

1/8 tsp de ajo en polvo

1/4 tsp de sal de apio

1/2 tsp de cebolla en polvo

1/2 tbs de hierbas provenzales

1/8 tsp de pimienta negra molida

1 tsp de aceite de sésamo

10 ml. de vino blanco seco

180 gr. de pimiento rojo

130 gr. de tomates cherry

sal

agua

* Y además:

una fuente de borosilicato con tapa

ELABORACIÓN:

Mezclar en un bol el pimentón, el ajo, la sal de apio, la cebolla, las hierbas provenzales y la pimienta negra. Añadir el vino blanco y el aceite de sésamo y remover, se formará una pasta espesa. Frotar con esta pasta los muslos de pollo y disponerlos en la fuente de borosilicato formando una sola capa o ligeramente acaballados. Colocar la tapa y marinar en el frigorífico un mínimo de dos horas.

Sacar la fuente del frigorífico 30 minutos antes de hornear para que se atempere.

Precalentar el horno a 230º C, con calor arriba y abajo.

Lavar el pimiento, eliminar tallo, semillas y nervaduras interiores y cortar a lo largo en tiras anchas. Lavar los tomatitos y dejarlos enteros, con o sin tallo, al gusto.

Añadir las tiras de pimiento, los tomates y 25 ml. de agua a la fuente del pollo. Sazonar con sal al gusto, colocar la tapa e introducir en el horno, colocando la rejilla en la segunda posición empezando por abajo. Hornear 30 minutos a 230º C, con calor arriba y abajo.

Sacar la fuente del horno y dejar reposar, tapada, cinco minutos.

Servir los muslos acompañados de la guarnición del pimiento y tomates.

A comer.

lunes, 12 de septiembre de 2022

Estofado de falda de ternera en olla lenta (slow cooker)

Al igual que algunas veces la inspiración sale pitando cuando te sientas al ordenador a redactar una entrada para el blog, otras se agolpa en los dedos empujando varias ideas todas pugnando por salir a la vez en un confuso batiburillo. En ocasiones no dan para escribir una entrada digna de tal nombre, en otras cunden tanto que hay que acortar para no aburrir al personal, a veces son tantas que no te decides por ninguna y de vez en cuando son sólo divagaciones mentales que no interesan más que a la que ésto os escribe, que al fin y al cabo éste es un blog de recetas y no una terapia on line (¿o sí?). Hoy es un poco el tercer caso: pensaba protestar un rato de Facebook, que casi desde que abrí la página no me deja enlazar las entradas del blog ni permite acceder a él a través del enlace, alegando que no cumple sus normas comunitarias. ¿Perdón? ¿De qué normas me están hablando ustedes? Que me las he leído y de verdad que no infrinjo absolutamente ninguna y para colmo, si actúo con el perfil del blog, me desaparecen todos los comentarios y páginas con las que he interactuado. Claro que tampoco entiendo otros criterios de Facebook pero hoy no tengo ganas de ponerme de mal humor, bastante tengo con redactar la entrada deprisa que la pantalla del portátil lleva tres días haciendo cosas muy raras y tengo miedo de que se funda, que me hace falta para trabajar y hasta que no encuentre un ordenador alternativo no tengo más que éste.

Como los de Facebook me tienen bastante cabreada, he pensado ya varias veces en cerrar la página, aunque de momento la mantengo y no porque me mueva mucho por las RRSS, al contrario, sólo el pensar la de tiempo que se invierte en mantenerlas me estresa muchísimo, una de las razones por las que no tengo perfil en Instragram y porque pertenece al mismo grupo que Facebook. Vale, ésto es una pequeña pataleta, pero me da igual.

También había pensado en hablar del tiempo, de ese hermoso preludio de otoño que tenemos hoy por aquí, con cielos casi cubiertos, alguna llovizna y bastantes ráfagas de aire, pero me doy cuenta de que también iba a acabar protestando, porque ni las nubes tapan el sol por completo, ni llueve en condiciones ni se enfría el ambiente con este caliente aire el sur que tenemos. Y es que se me está haciendo el verano larguísimo, como a muchos, ya sé que no soy la única que está deseando que se acabe, así que hoy no me quejaré de la climatología.

Otro tema del que me apetecía hablar era del teletrabajo, más concretamente de las no-condiciones del teletrabajo. No sé si algun@s trabajáis desde casa ni las condiciones en las que lo hacéis, pero en mi caso los medios materiales, equipos y conexión a internet, los ponemos (y pagamos) los trabajadores y por ende las averías. A ver ahora por dónde me sale la broma de la avería que amenaza el portátil de la que antes os hablaba y que va a tener que pagar la menda. Uf, otra vez que iba a protestar, no tengo el día positivo, así que mejor lo dejo y voy a la receta, que a este paso os voy a transmitir mi mal karma y al final la culpa de todos los males del mundo va a ser mía, que ya Facebook dice que estoy haciendo algo malo malísimo y por eso vela por vosotros y no os deja acceder al blog...

Om... vamos a respirar profundamente, a simplificar y a ralentizar nuestra ajetreada vida. Y para ello, empecemos por la olla lenta, que por algún sitio hay que empezar y es tan bueno como otro cualquiera. La verdad que es un método de cocción perfecto para las carnes de tercera, aquéllas que agradecen un cocinado largo a fuego lento y para los que una slow cooker te ofrece la comodidad de no estar pendiente durante horas del fuego y la seguridad de que la comida no se va a quemar debido la baja temperatura utilizada. Aún no me atrevo a dejarla conectada durante la noche o cuando no estoy en casa, pero tampoco dejo la cazuela en la vitrocerámica y me voy a la calle, por muy bajo que ponga el selector de temperatura.

En esta ocasión he utilizado falda de ternera sin hueso, una carne que me encanta para guisar y que ha quedado perfecta en la olla lenta, terriblemente tierna y jugosa, con mucha salsa para mojar pan o para hacer unas patatas guisadas con un poco de la carne, que es como siempre acaban casi todos mis guisos, pues los cocino con la idea de que sobre un poco para guisar unas patatas al día siguiente, plato único ese día, económico y delicioso con toda la sustancia del guiso.

La receta de hoy es facilísima, solo cortar todo y meterlo en crudo en la olla. No lleva nada de aceite adicional, la carne ya es bastante grasa de por sí. Aunque yo le quito parte de la grasa antes de cocinar, le dejo aún bastante para que no sea sólo carne cocida y luego desgraso el guiso después de que aquélla le ha proporcionado todo su sabor. Pero eso ya es cuestión de gustos, lógicamente.

La he acompañado con un puré de patata bastante cargado de pimienta (confesión: se me fue la mano, jjj), que ni os cuento cómo estaba cuando se fue empapando de la salsa, para levitar. Si no me creéis, haced la receta y me daréis la razón.

Receta adaptada de aquí.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

* Todos los pesos en limpio

1 kgr. de falda de ternera sin hueso, atemperada

300 gr. de tomates

150 gr. de cebolla

150 gr. de pimiento verde

10 gr. de ajo

1/4 tsp de semillas de comino

1/2 tsp de orégano seco

1 pimienta de cayena

8 gr. de sal fina

3 gr. de pimienta negra molida

40 gr. de espesante marca Maizena (no es almidón de maíz)

agua

ELABORACIÓN:

Eliminar el exceso de grasa de la carne y cortar en dados de 4-5 cm. de lado. Reservar.

Lavar todas las hortalizas. Escaldar o pelar los tomates y eliminar las semillas si se desea (yo no lo hago). Quitar tallo, semillas y nervaduras interiores del pimiento verde. Pelar la cebolla y cortar las raíces. Cortar todas las hortalizas en dados de 1-1'5 cm. de lado. Reservar.

Pelar el ajo y desgerminar. Prensar con una prensa para ajos y reservar.

Machacar en el mortero las semillas de comino y picar la pimienta de cayena. Reservar.

Introducir la carne dentro del recipiente de cerámica de la olla lenta y añadir el ajo, la sal y la pimienta. Remover y distribuir por encima los tomates, el pimiento verde y la cebolla, añadir 200 ml. de agua, colocar la tapadera y cocinar en ALTO durante cuarenta y cinco minutos.

Añadir a la olla el orégano, el comino, la cayena y 150 ml. de agua caliente, tapar y cocinar en BAJO cuatro horas y treinta minutos, removiendo un par de veces.

Sacar a un cazo unos 400 ml. de la salsa y añadir el espesante. Llevar a ebullición y cocer dos minutos a fuego medio. Volcar en la olla lenta, remover para homogeneizar la salsa, rectificar de sal y servir.

A comer.

lunes, 5 de septiembre de 2022

Cerdo con piña

Seguro que tenéis alguna lata de piña en la despensa. Yo suelo tenerla porque hago muchas veces ensalada tropical (a ver si cambio la fotos, porque son horrendas) y de vez en cuando, esta receta de cerdo con piña, porque es fácil, rápida de preparar y queda muy rica, con el toque dulce de la piña y el picante de la pimienta, ya sabéis que me gustan mucho las combinaciones dulce-salado, como la trenza de jamón curado y cabello de ángel (trenza cordobesa, creo que la llaman) que a ver si hago un día de éstos o la breua de pollo con su ras el hanout, sus pasas y su canela que recientemente me trajeron de Algeciras y que es una pena no vivir más cerca para poder comprarla cuando quiera porque está de muerte lenta, tendré que “sacrificarme” y hacerla en casa, que tampoco es que me importe, conste.

Que a lo que iba. Id a buscar esa lata para preparar esta receta, que además el cerdo aún tiene un precio casi razonable y si la acompañáis con arroz cocido, tenéis un plato muy completo y asequible. Para obtener el jugo que precisa la receta, os hará falta una lata grande, por lo que os sobrará piña, que podéis emplear para la ensalada tropical que ya os he mencionado o simplemente servirla con un poco de yogur griego natural al lado, que también está muy rica.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 kgr. de mago de cerdo, cortado en dados grandes

170 gr. de piña en su jugo, escurrida

1 pastilla (10 gr.) de caldo concentrado de carne

1/4 tsp de pimienta negra molida

50 ml. de vino blanco verdejo D.O. Rueda

150 ml. de jugo de conservación de la piña

150 ml. de agua

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

En una sartén honda y amplia, freír el magro por tandas en aceite de oliva virgen extra muy caliente. Pasar la carne a una cazuela a medida que esté bien dorada.

Cortar las rodajas de piña en doce trozos y dorar en el aceite sobrante. Sacar a un plato y reservar.

Verter el aceite que quede en la sartén, en la cazuela del magro y añadir el vino verdejo. Llevar a ebullición hasta que casi se consuma. Agregar el jugo de piña, el agua, la pastilla de caldo desmenuzada, la pimienta negra molida y sal. Tapar y cocer a fuego medio unos cuarenta y cinco minutos o hasta que la carne esté tierna.

Incorporar la piña reservada a la cazuela y cocer a fuego alto y destapada para que se consuma la salsa, diez minutos.

Rectificar de sal, si procede y servir.

A comer.

lunes, 29 de agosto de 2022

Gratinado de arroz con salmón

No soy mucho de platos únicos pues siempre me parece que la comida se queda a medias pero la receta que os traigo hoy es perfecta para servirla como plato único. Yo la he preparado de primer plato para tres pero poniendo un poco más de salmón y un poquito más de arroz, tenemos un plato único para dos perfectamente satisfactorio, rico, suave y que llena más de lo que parece. Eso sí, es un plato que no espera a nadie, una vez agregada la salsa al arroz hay que continuar deprisa con el resto de la receta y servirlo recién sacado del horno, porque a la que os descuidéis un poco, el arroz se empezará a beber la salsa pasando de esponjoso a apelmazado, que es lo que me pasó a mí a cuenta de la sesión de fotos. De sabor estaba riquísimo pero perdió en textura, no se podía ni comparar cómo estaba de recién hecho (puse un poquito en una cazuelita aparte para probarlo reciente pues me temía lo que pasó) a cuando nos sentamos a comer media hora después. Así que, ya sabéis, todo el mundo sentado en la mesa en lo que se gratina el arroz. También aconsejo gratinarlo en cazuelitas individuales, para que así cada bocado incluya arroz y queso, que siempre al servirlo de una grande se descompensa la parte de arriba que tiene el queso con la de abajo del arroz. En cualquier caso está buenísimo y es una receta perfecta para los anti espinas, ya que al ir el salmón limpio no tienen que preocuparse por ellas ni ponerlas como excusa para no comer pescado.

Animaos a preparar la receta, os va a gustar mucho, seguro, por no hablar de lo facilona y rápida que es. Eso sí, recordad que no admite esperas y por lo tanto tampoco el recalentamiento: haced la cantidad justa para que no sobre y disfrutadla en todo su esplendor.

Receta adaptada de aquí.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGRIENTES:

125 gr. de arroz de grano largo

150 gr. de salmón fresco, sin piel ni espinas

75 gr. de cebolla

75 gr. de crème fraîche

15 gr. de pasta de tomate

1/4 tsp de eneldo seco

pimienta blanca molida

1 pastilla de caldo de pescado

20 gr. de mantequilla

queso emmental rallado

agua

ELABORACIÓN:

Medir el volumen del arroz en una taza medidora y poner en una cazuela cuatro veces el volumen del arroz, de agua. Añadir a la cazuela la pastilla de caldo de pescado desmenuzada y llevar a ebullición. Cuando rompa a hervir, agregar el arroz y cocer semi tapado y a fuego suave durante 18 minutos o lo que indique el fabricante.

Retirar la cazuela del fuego y volcar el arroz en un escurridor. Voltear unas cuantas veces para eliminar el exceso de caldo y evitar que el arroz se apelmace. Mantener al calor esponjándolo de vez en cuando con dos tenedores para que no se pegue, cuidando de no romper los granos de arroz.

Mientras se hace el arroz, cortar el salmón en dados de 1 cm. de lado, aproximadamente y reservar. Picar la cebolla menuda y reservar.

Conectar el gratinador del horno a máxima potencia.

Mezclar en un cacito la crème fraîche, la pasta de tomate, el eneldo y un par de pizcas de pimienta blanca molida. Calentar a fuego muy bajo sin que llegue a hervir. Mantener en el fuego hasta su utilización.

Rehogar el salmón en la mantequilla a fuego medio alto. Sacar a un plato, escurriéndolo, justo cuando cambie de color y reservar.

Freír en la mantequilla sobrante y a fuego alto, la cebolla, removiendo para que se cocine por igual. Una vez dorada y crujiente, añadir el arroz cocido, mezclar y rehogar un minuto.

Apartar la sartén del fuego y añadir la mezcla caliente de crème fraîche. Remover para que el arroz se impregne uniformemente de la salsa e incorporar el salmón junto con los jugos que haya podido soltar. Mezclar el conjunto con delicadeza para no romper los dados de pescado y verter en una fuente apta para horno.

Cubrir toda la superficie del arroz con una muy generosa capa de queso emmental rallado y gratinar en el horno. Servir inmediatamente.

A comer.

lunes, 22 de agosto de 2022

Bizcocho de mantequilla y coco

Este verano, con el calor que ha hecho, me ha dado bastante pereza encender el horno, así que cada vez que mi pareja me decía que a ver si hacía un bizcocho, yo escurría el bulto cambiando de tema y cuando ya insistía reconocía que sólo pensar en el calor al hornear me echaba para atrás. Evidentemente se quedó con la copla y en cuando bajó la temperatura a un nivel más normal volvió a la carga y es que en casa somos muy de bizcocho; el de yogur, que es el que más horneo, ya casi se hace sólo de tanto que lo repito. Pero de bizcocho casero, que los industriales, con ese saborcillo a esencia de limón, vainilla o lo que sea, no son mucho de nuestro agrado. Al resto de bollería, galletas y otras dulzangas no le hacemos remilgos, pero a los bizcochos sí y de hecho no recuerdo la última vez que compré uno.

El caso es que a mí también me apetecía y por no repetirme, busqué en la red un bizcocho en el que pudiera utilizar algún ingrediente de los que ya tuviera en la despensa porque entre ésta y el arcón congelador, tengo comida para parar un tren y me he propuesto comprar lo menos posible e ir utilizando lo que ya tengo. Y encontré este bizcocho. Si os gusta el sabor a mantequilla, os encantará, porque es el predominante. El coco se percibe más en la textura que en el sabor, pensé que llevando leche y ralladura se notaría más, pero no, tal vez con una leche de coco con menor contenido en agua (he usado una mitad leche mitad agua y sin espesantes, que me dan un poco de asquete) sepa más a coco. Eso sí, no busquéis por ningún lado el de la leche condensada, no sabe en absoluto a ella, cosa que no esperaba porque lleva bastante pero que tampoco me ha importado porque prefiero que su sabor se note poco a que predomine por encima de los demás, que es la pega que le encuentro muchas veces a los postres que la llevan.

Bizcocho de aspecto contundente pero muy tierno que alegrará vuestros desayunos y meriendas y que no os puedo decir cuánto tiempo mantiene la ternura porque casi casi está recién sacado del horno. Pero está tan bueno que no le va a dar tiempo a ponerse duro...

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

* Todos los ingredientes a temperatura ambiente

300 gr. de harina de trigo de todo uso

10 gr. de impulsor químico

350 gr. de leche condensada desnatada casera o industrial

240 ml. de leche de coco

3 huevos talla L

150 gr. de mantequilla a punto de pomada

60 gr. de coco rallado

mantequilla y harina para el molde

azúcar glas para espolvorear

* Y además:

un molde de corona de 2.250 ml. de capacidad (mínimo)

unas varillas eléctricas (optativo)

ELABORACIÓN:

Enmantequillar y enharinar (retirando el exceso de harina poniéndolo boca abajo y dándole unos golpecitos en la base y costados) el molde elegido y dejar a un lado.

Tamizar juntos la harina y el impulsor y reservar.

Batir la leche de coco para que se mezclen uniformemente las partes sólida y líquida y mezclar en un bol, hasta homogeneizar, con la leche condensada. Reservar.

Precalentar el horno a 200º C, con calor arriba y abajo.

Disponer la mantequilla en un bol profundo y batir unos segundos con las varillas eléctricas, si se usan. Añadir los huevos de uno en uno e integrar. La mezcla parecerá cortada, es así.

Añadir a la mezcla de huevos y mantequilla la mitad de la mezcla de leches condensada y coco e integrar. Agregar la mitad de la mezcla de harina e impulsor e integrar. Incorporar el coco rallado y mezclar. Proceder de igual modo con el resto de las mezclas líquidas y sólidas.

Verter la mezcla en el molde, dar unos golpecitos para asentar la masa e introducir en el horno colocando la rejilla a media altura. Bajar la temperatura a 180º C y poner el calor sólo por abajo. Hornear 45 minutos.

Comprobar el punto de cocción pinchando con una brocheta el centro del bizcocho: debe salir seca. Si no fuera así, prolongar el horneado otros tres minutos o hasta que la brocheta salga seca.

Sacar del horno y colocar el molde sobre una rejilla. Desmoldar a los 10 minutos, colocando el bizcocho nuevamente en la rejilla hasta que se enfríe por completo.

Una vez frío, espolvorear con azúcar glas y servir.

A comer.