lunes, 18 de diciembre de 2023

Muslitos de codorniz con puré trufado y salsa de cerezas

Estos días de fiesta en muchas casas se sirven unos cuantos entrantes antes del plato principal. Lo importante de dichos entrantes es que sean variados, visualmente atrayentes y por supuesto, ricos. Bueno, eso para quien los come, pues para quien los cocina lo más importante, además de lo ya señalado, es que sean sencillos y rápidos de cocinar y si se pueden hacer con antelación, miel sobre hojuelas. ¿O no? Pues todos esos requisitos cumplen estos muslitos, son facilísimos de cocinar, muy ricos, quedan monísimos en la mesa y se pueden preparar hasta con cinco días de antelación, tanto la carne como el puré y la salsa. Los muslitos ya se compran marinados (éstos los compré en Lidl) y el puré trufado está hecho con copos instantáneos, osea, trabajo cero o casi cero. Lo que más elaboración lleva es la salsa y reconozco que con el precio que tienen ahora las cerezas sale un poco cara, pero como no hace falta mucha, con media receta será suficiente e incluso os sobrará y podéis congelar el resto pues congela estupendamente, de hecho la que he utilizado yo la tengo congelada de este verano. También podéis sustituirla por una salsa de vino tinto con mermelada de arándanos, frambuesas o frutos rojos, de las muchas que podéis encontrar en la red.

Para servir, hacedlo con la salsa de cerezas aparte, para que cada comensal se sirva la que quiera. Además, no queda bien si la ponéis sobre los muslitos o el puré, que ya lo he hecho yo y el resultado no es visualmente atractivo.

Con esta propuesta que espero sea de vuestro agrado y os animéis a cocinar, me despido hasta después de las fiestas. Este año, según caen los días festivos, me va a ser imposible atender trabajo, familia, cocina y blog, así que, ¡felices fiestas!.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para los muslitos:

10 muslitos de codorniz marinados (los compré en Lidl)

vino blanco verdejo D.O. Rueda

AOVE

*Para el puré trufado (sobrará):

100 gr. de puré de patata en copos

500 ml. de agua

25 ml. de aceite aromatizado con trufa

sal

*Para servir:

salsa de cerezas para carnes (receta aquí)

ELABORACIÓN:

*Del puré trufado:

Poner un cazo a hervir con los 500 ml. de agua y sal al gusto. Cuando rompa el hervor, apartar del fuego y espolvorear los copos de puré de patata sobre el agua. Sin remover el contenido del cazo, dejar que repose 2-3 minutos. Mezclar hasta obtener un puré homogéneo y sin grumos. Añadir el aceite de trufa e integrar. Rectificar la sazón, si procede y reservar al calor.

*De los muslitos:

Disponer un fondo de aceite de oliva virgen extra en una sartén donde quepan todos los muslitos en una sola capa. Llevar al fuego y freír los muslitos un minuto y medio por cada lado, colocándolos primero con la piel hacia abajo. Añadir el suficiente vino verdejo para que queden cubiertos apenas un poco por encima de la mitad y cocer, destapados, ocho minutos, dándoles la vuelta a media cocción. Apartar y dejar templar.

*Del emplatado:

Disponer una cucharada generosa de puré trufado en el plato o recipiente elegido y colocar encima un muslito escurrido de la salsa del guiso. Proceder del mismo modo con el resto de muslitos. Servir con la salsa de cerezas, templada, en una jarra aparte.

A comer.

martes, 12 de diciembre de 2023

Lechazo con ciruelas. Receta judía

Que me perdone Claudia Roden por haber reducido tanto el condimento de su receta, pero, aunque en casa nos gustan mucho los platos salados con toques dulces (sobre todo a mí), nuestros paladares no están acostumbrados a tanto azúcar en recetas de carne, ni a una presencia tan intensa de las especias. Tanto éstas como los ingredientes azucarados, nos gustan con moderación y aunque no dudo que esta receta, extraída de su libro “El libro de la cocina judía” está riquísima en su versión original, también sé que es cierto que mi adaptación es más de nuestro gusto. Y gustarnos nos ha gustado muchísimo, que de todas las recetas que he cocinado del libro en cuestión, es la que más nos ha gustado.

Este es un plato perteneciente a la tradición judía marroquí y es una auténtica delicia. La sutil combinación de especias unida al dulzor de las ciruelas, junto con los imprescindibles toques tostados y crujientes del sésamo y las almendras, dan como resultado un plato con sabores a fiesta, a celebración, muy apropiado para las fechas que se avecinan y teniendo en cuenta que mejora con el reposo, es perfecto para preparar con antelación.

He partido las ciruelas porque me gustan que se deshagan ligeramente y espesen la salsa, pero si no es de vuestro gusto, dejadlas enteras. En ese caso, añadid 50 gr. más de los que se indican en la receta.

Es una receta salada con toques dulces, así que, por mucha sal que pongáis, siempre va a tener un trasfondo dulzón. Yo no le puse más sal que la indicada, ni siquiera a las sobras y eso que el guiso se va endulzando con el trascurso de las horas, pero también ganan en profundidad los sabores de las especias, compensándose de alguna manera éstas con el azúcar de las ciruelas.

Como dicen ahora “riquísimo no, lo siguiente”.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1'250 kgr. de lechazo (he utilizado pescuezo y pierna deshuesada)

125 gr. de cebolla

75 gr. de cebolleta

3 dientes de ajo (20 gr.)

18 hebras de azafrán

1/4 tsp de pimienta negra molida

1/2 tsp de jengibre en polvo

1/8 tsp de nuez moscada molida

1/4 tsp de canela molida

100 gr. de ciruelas pasas sin hueso

10 gr. de semillas de sésamo crudo

65 gr. de almendras repeladas crudas

200 ml de agua

1/2 tsp de sal rosa del Himalaya

AOVE

ELABORACIÓN:

En una sartén seca, tostar ligeramente las semillas de sésamo. Apartar a un plato y reservar.

En la misma sartén, tostar las almendras repeladas. Apartar, dejar enfriar, picar en trozos grandes y reservar.

Eliminar las posibles impurezas de la carne. Lavar y secar con papel de cocina. Cortar en trozos de dos bocados, aproximadamente y dejar a un lado.

Cortar la cebolla en medias lunas y la cebolleta en aros. Reservar.

Pelar los ajos y quitar el germen, si lo tuvieren. Prensar con una prensa para ajos y dejar a un lado.

Cortar en dos cada ciruela pasa y reservar.

Disponer un fondo generoso de aceite de oliva virgen extra en la olla rápida WMF y calentar a fuego medio. Cuando el aceite alcance temperatura, incorporar la cebolla y la cebolleta y freír a fuego medio hasta que se ablanden. Añadir los ajos prensados y cocinar un minuto a fuego medio-bajo. Incorporar el azafrán, la pimienta, el jengibre, la nuez moscada y la canela y cocinar un minuto a fuego medio-bajo. Agregar el lechazo, subir el fuego a medio-alto y rehogar, sin dejar de remover para evitar que las especias se quemen, justo hasta que la carne cambie de color.

Regar la carne con el agua, incorporar la sal, remover, levantar el hervor, colocar la tapadera de la olla y cocer 15 minutos contados desde que la válvula suba completamente.

Transcurrido el tiempo, apartar la olla del fuego, colocar sobre una rejilla y dejar que pierda toda la presión antes de abrirla. Añadir las ciruelas pasas, llevar la olla nuevamente al fuego y cocer, destapada y a fuego medio-alto, durante 10 minutos para que la carne termine de hacerse y la salsa espese. Rectificar de sal, si procede.

Justo al momento de servir, espolvorear la carne con el sésamo y las almendras.

Mejora muchísimo con un reposo de, al menos, 24 horas. En ese caso, no rectificar de sal (si procede) hasta que se vaya a consumir y calentar a fuego medio para que no se deshagan excesivamente las ciruelas.

A comer.

lunes, 4 de diciembre de 2023

Mollejas de pollo en salsa de ginebra y naranja

En las cestas de navidad suele venir alguna botella de licor y como en casa no se beben prácticamente nunca, las guardo en una segunda despensa donde tengo los alimentos y bebidas que menos consumimos y el grueso de las conservas que preparo en verano. Como no es plan de tener más botellas que una licorería, algunas las regalamos y con las que no, guiso. De ahí nació la receta de hoy, que, si os soy sincera, no iba a llevar ginebra, sino whisky pero resulta que cuando fui a buscar la botella en cuestión no había, si en cambio tres de ginebra. Vaya chasco, yo que ya tenía cocinadas en mi cabeza unas ricas mollejas al whisky. ¿Y ahora, cómo las preparaba?. Porque con ginebra no me pegaba mucho, la verdad. Así que estuve a punto de cocinarlas como siempre pero la intención de utilizar algún licor de los que tenía aburridos en la despensa no me abandonaba y me replanteé toda la receta, no estando muy segura del resultado final.

Decidí arriesgarme, de lo que me alegro mucho porque han quedado riquísimas. El sabor que predomina es el de la naranja, quedando de fondo el de la ginebra, que mi paladar no reconoce pues es un licor que no consumo pero mi pareja dijo que sí, que dejaba un ligero y sutil regusto a ginebra.

Como la receta surgió de la necesidad de utilizar un licor que de otra manera no se hubiera consumido, es mi propuesta de este mes para el proyecto 1+/-100, desperdicio 0

que Marisa, desde su blog Thermofan, promueve para evitar el desperdicio de alimentos y fomentar el reciclaje en general.

Una apuesta arriesgada que resultó muy acertada. Sé que en general la gente no es muy fanática de este tipo de casquería, pero si a alguien le gusta, le animo a que cocine estas mollejas. Se enamorará de ellas.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 kgr. de mollejas (cachuelas) de pollo, limpias

150 gr. de cebolla

2 dientes de ajo grandes, con piel

70 ml. de ginebra

1 pastilla (10 gr.) de caldo concentrado de pollo

10 ml. de salsa Worcestershire

4 bayas de enebro

1 tsp de ralladura de naranja (la piel de una naranja pequeña, aprox.)

2 tsp de almidón de maíz (maizena)

agua

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos de cocción que se indican lo son para una placa vitrocerámica de inducción. En el caso de utilizar otra fuente de calor (eléctrico, gas, halógeno), los tiempos variarán, debiendo ser adaptados. Lo mismo ocurre en caso de utilizar otra olla a presión o una cazuela convencional.

Lavar las mollejas minuciosamente bajo un chorro fino de agua, retirando los posibles restos de grasa, piel y suciedad. Escurrir.

Cortar la cebolla en plumas finas y reservar.

Lavar los dientes de ajo, con piel. Reservar.

Dar un golpe a las bayas de enebro con la mano de un almirez o ayudándose con la hoja plana de un cuchillo. Dejar a un lado.

Lavar y secar la piel de naranja. Rallar con un rallador fino tipo Microplane y reservar tapada.

Poner un fondo generoso de aceite de oliva virgen extra en la olla rápida WMF y llevar al fuego. Freír la cebolla a fuego medio y cuando empiece a dorarse, añadir los dientes de ajo y cocinar un minuto. Agregar las mollejas, mezclar, subir el fuego a alto y cocinar, sin dejar de remover, justo hasta que cambien de color. Incorporar entonces la ginebra y evaporar el alcohol durante un minuto.

Añadir a la olla 50 ml. de agua, la salsa Worcestershire, la pastilla de caldo de pollo desmenuzada, las bayas de enebro, la ralladura de naranja y una pizca de sal, remover y levantar el hervor, colocar la tapadera de la olla y cocer 15 minutos contados desde que la válvula suba completamente.

Transcurrido el tiempo, apartar la olla del fuego y dejar bajar la válvula por completo. Abrir la tapa, retirar y desechar los dientes de ajo y devolver la olla al fuego.

En una taza seca, disolver el almidón de maíz en un poco de agua y agregar a la olla. Llevar nuevamente a ebullición y cocer a fuego medio 3 minutos o hasta que espese la salsa.

Rectificar de sal, si procede y servir.

Mejoran de un día para otro.

A comer.

lunes, 27 de noviembre de 2023

Pollo con piña y cinco especias chinas en olla lenta (slow cooker)

Hoy no pensaba publicar. No porque no tuviera ninguna receta preparada, como algunas veces que me pilla el toro y ando después deprisa y corriendo, sino porque no tengo nada que contaros. Me pongo a pensar, redacto dos o tres frases y ahí me quedo estancada, sin saber cómo continuar. Podría quejarme, que ya sabéis que se me da muy bien, pero cómo estaré de poco inspirada que no se me ocurre de qué quejarme y seguro que motivos tengo o me los invento, da igual, el caso es rezongar. Siempre he sido de natural protestón pero de unos años a esta parte refunfuño por todo, soy un claro ejemplo de persona que se vuelve más gruñona con la edad. Podría volverme más sabia, que es otra cosa que también se supone que pasa al ir cumpliendo años pero no, en el reparto de defectos y virtudes me tocó ración doble de renegona. En fin, qué le vamos a hacer, tiene que haber de todo o eso dicen...

Lo que es seguro es que a vosotr@s no os protestarán en casa si les guisáis este pollo. Yo lo he preparado en la olla lenta pero evidentemente se puede hacer en una cazuela a la manera tradicional o en la olla rápida, mi gran aliada en la cocina por la cantidad de tiempo que ahorra. Pero si tenéis tiempo y una slow cooker os recomiendo que hagáis esta receta. La carne de pollo queda tierna y jugosa, sutilmente especiada y ligeramente dulce. Una receta de sabores suaves que pide a gritos un arroz cocido como acompañamiento que tiene que quedar tremendo bien empapado con la salsa. Yo no lo hice porque en casa la única guarnición admitida son las patatas fritas y me niego a servirlo todo con patatas, así que casi siempre sirvo los platos “pelaos”. Pero si en vuestra casa no pasa lo que en la mía, hacedme caso y servidlo con arroz, me lo agradeceréis.

Esta receta es facilona donde las haya. Rápida no, porque la maceración de la carne y el tiempo que tarda en guisarse el pollo, no la hacen una receta para “ya”, pero compensa por el esfuerzo cero que requiere y por supuesto, por lo rebuena que está.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

4 contramuslos de pollo con piel y huesos (800 gr., aprox.)

1/2 tsp de mezcla de cinco especias chinas

15 ml. de aceite de sésamo

1/4 tsp de ajo en polvo

2 tsp de cebolla en polvo

40 ml. de salsa de soja

20 ml. de salsa Worcestershire

140 gr. de rodajas de piña en conserva

80 ml. de zumo de piña (el de la conserva)

1 pastilla (10 gr.) de caldo de pollo concentrado

100 ml. de agua

20 ml. de AOVE

sal (no le he puesto)

ELABORACIÓN:

Mezclar en un cuenco las cinco especias chinas, el aceite de sésamo, el ajo y la cebolla y embadurnar con esta mezcla los contramuslos de pollo. Macerar la carne en el frigorífico dentro de un recipiente hermético entre 12 y 18 horas.

Sacar el pollo del frigorífico al menos con una hora de antelación para que se atempere.

Escurrir la piña del zumo de conservación (reservar) y cortar cada rodaja en ocho trozos. Dejar a un lado.

Verter el aceite de oliva virgen extra en el recipiente de cerámica de la olla lenta. Pintar con el aceite el fondo y las paredes del recipiente cerámico y acomodar los contramuslos de pollo con la piel hacia abajo.

Calentar la mitad del agua en el microondas y disolver la pastilla de caldo desmenuzada. Añadir al pollo, así como las salsas de soja y Worcestershire, el zumo de piña y el resto del agua.

Colocar la tapa de la slow cooker y cocinar en ALTO, una hora y quince minutos.

Dar la vuelta a las tajadas de pollo, añadir la piña reservada y cocinar en ALTO, una hora y quince minutos.

Rectificar de sal, si procede (no le puse) y servir.

A comer.

lunes, 20 de noviembre de 2023

Mermelada de membrillo

A mí los membrillos, como las setas y las castañas, me saben a otoño, estación nostálgica y hermosa que transita entre los calores estivales y los rigurosos fríos del invierno, en la que los colores verdes se van tornando en toda una gama de amarillos, marrones y rojos en un lento pero constante streep tease de la naturaleza que invita a arrebujarse en una manta ligera con la compañía de un buen libro y un mejor café... Che, parece que se me contagió la morriña de la estación pero no es así, al contrario, estoy muy contenta porque este año, por aquí, estamos teniendo un otoño anormalmente largo, con temperaturas frescas e incluso ¡cálidas! que han prolongado tanto la temporada de la huerta que este fin de semana hemos recogido los últimos tomates y pimientos e incluso fresas, sí, habéis leído bien, fresas, no muchas, la verdad y ya con poco sabor, pero que por lo inusual de que aún las plantas den fruto en noviembre, a mí me han sabido a gloria.

También estos días hemos estado recogiendo los membrillos, ya que este año, por fin, hemos tenido una buena cosecha, con permiso de la plaga que se ha instalado en los árboles desde hace cuatro o cinco temporadas, pues los últimos dos años, entre los fríos a destiempo que estropearon las flores y la plaga de la que os hablo, no hubo apenas frutos, los pocos que dieron los árboles se cayeron estando verdes y los escasos que lograron madurar no se pudieron aprovechar pues estaban comiditos por los bichos. La verdad que no pensaba hacer mermelada, fue mi pareja quien me la pidió, así que me puse a ello y he hecho un par de lotes. Para acelerar el proceso, hice lo que hacen mi suegra y mi madre, cocer el membrillo en la olla a presión, sólo que ellas cubren la fruta con agua y yo la he hecho al vapor, así al quedar más seca, luego se hace mucho más rápido.

Como podéis ver, queda con un color muy claro. Ello es debido a que como la cocción en la olla es corta la fruta apena cambia de color, con 7 minutos los trozos de membrillo quedan suficientemente cocidos (si se pasan de cocción se ponen rosados) y después, al añadir el azúcar a la fruta caliente y deshacerse muy rápido, son suficientes 25 minutos para que la mermelada esté en su punto, tiempo en el que la fruta apenas se oscurece, quedando con un color dorado claro muy brillante y bonito. La textura resultante es densa y untuosa, algo más ligera que una crema de avellanas comercial, para que os hagáis una idea.

En cuanto al tiempo que os indico, es el que necesitó mi mermelada para alcanzar la textura que buscaba pero eso va a depender de los membrillos, tanto de la fruta como de su punto de maduración. No todos los membrillos son iguales, aunque pueda parecerlo, variando la cantidad de pectina que tengan según la clase. De igual modo, una fruta más verde tendrá más pectina que otra más madura (ésto vale para todas las frutas). He visto recetas en las que se cuece la fruta junto con la piel y semillas, que es donde se concentra el mayor porcentaje de pectina, para que espese más. Con mis membrillos no hace falta, da igual que estén muy maduros, muy pelados y quitado mucho corazón, tienen muchísima pectina y espesan una barbaridad, lo digo por si alguien hace esta mermelada y después de los 25 minutos no ha alcanzado el espesor deseado. Ojo, hay que tener en cuenta que como todas las mermeladas espesa al enfriar, ésta aún más que otras.

¿Que de qué variedad son mis membrillos? Pues ni idea. Lo que sí sé es que mucha gente los mete en los armarios para aromatizar la ropa. Yo no puedo hacerlo, pues lo míos no huelen a nada. Tienen, además, un punto ácido que siempre perdura de fondo en las mermeladas y en el dulce de membrillo, a pesar de todo el azúcar que lleven.

Recién hecha apenas sabe a membrillo; hay que dejarla reposar al menos 48 horas para que el sabor del membrillo florezca. Después está realmente buena y más rica aún cuantos más días pasan. Y os lo dice una que muy aficionada al membrillo no es, que conste.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 kgr. de membrillo, pelado y sin corazón ni pepitas

400 gr. de azúcar blanquilla

ELABORACIÓN:

Cortar el membrillo en trozos de 15-20 gr. y disponerlos en el cestillo para cocción al vapor de la olla rápida WMF. Trabajar deprisa para evitar que la fruta se ennegrezca por la oxidación. Colocar dentro de la olla el accesorio elevador para cocer al vapor, añadir agua aproximadamente hasta un dedo por debajo del borde superior del citado accesorio, poner encima el cestillo con la fruta y llevar al fuego.

Levantar el hervor, colocar la tapadera de la olla y cerrar. Cocer 7 minutos contados desde que suba la válvula por completo. Apartar la olla del fuego y colocarla encima de una rejilla para acelerar la bajada de temperatura.

Abrir la olla tan pronto pierda toda la presión. Sacar el cestillo y volcar la fruta en una cazuela amplia y alta, desechando el agua. Agregar el azúcar y poner a fuego medio. Mezclar el membrillo con el azúcar, machacando a la vez la fruta con una cuchara de madera. Trabajar deprisa para que el calor del membrillo derrita enseguida el azúcar y no se queme. Cocer durante 25 minutos manteniendo el hervor suave y removiendo cada poco tiempo, más frecuentemente cuando más tiempo lleve cociendo.

Apartar la cazuela del fuego, esperar a que pierda algo de temperatura y triturar con la batidora de brazo hasta conseguir un puré fino, sin trozos de fruta y denso, que continuará espesando cuando se enfríe del todo.

Llenar con la mermelada aún caliente, unos frascos pequeños limpios, de 150-200 ml. de capacidad, aproximadamente, dejando un espacio libre de un centímetro hasta el borde. Cerrar e introducir en una olla, cubrir con agua, tapar y cocer a fuego fuerte 10 minutos desde que empiece a hervir con fuerza. Apartar del fuego, destapar y dejar templar el agua. Sacar entonces los tarros y dejar enfriar completamente. Etiquetar y almacenar en un lugar fresco y oscuro. Una vez abierto un frasco, conservar en el frigorífico.

Si la mermelada no se va a meter en conserva, deberá mantenerse en el frigorífico y esperar 48 horas antes de consumir para que desarrolle todo su sabor.

A comer.

lunes, 13 de noviembre de 2023

Garbanzos con carrilleras

Tengo al lado del portátil una caja de pañuelos, un bote de analgésicos y un café calentito. Sí, estoy acatarrada, con un constipado monumental que me tiene los ojos vidriosos, la nariz colorada, la garganta en llamas y el cuerpo de trapo. Así llevo desde el jueves y habida cuenta que el día crítico fue el sábado, este lunes por la tarde ya estaré casi (eso espero), como una rosa, con apenas algo de congestión residual. Esta situación me recuerda a mi infancia y juventud, durante las que nunca pillé una gripe (a lo largo de mi vida sólo recuerdo haberla tenido tres o cuatro veces) pero sí todos los años un catarro o dos como el de ahora, que me tenía hecha un penita... siempre en fin de semana. Nada de días de diario, no fuera a ser que perdiera clases, mi cuerpo era más sensato que mi voluntad y sólo me fastidiaba los días de fiesta, no mi futuro privándome de horas lectivas. Cómo cambian las cosas, en mi adultez la que ha mandado siempre ha sido mi voluntad ignorando olímpicamente a mi cuerpo yendo a trabajar como estuviera, mal o fatal, en algunos casos despreciando incluso la más mínima sensatez. Afortunadamente mi salud se ha resentido en contadas ocasiones con enfermedades de poca importancia, sólo me bastó una “gorda” para dejármela tocada, pero esa es hora historia.

Este otoño e invierno me he propuesto cocinar más legumbres. Nos gustan mucho pero por unas cosas o por otras siempre se me olvida ponerlas en remojo cuando tengo idea de incluirlas en el menú semanal. Es por eso que suelo tener algún bote de garbanzos o lentejas cocidas, pues me resultan muy socorridas si mi antojo de legumbre es mucho y mi memoria poca. Y así, con muy poco esfuerzo, surgió este guiso de garbanzos con carrilleras, facilísimo, sabroso, reconfortante y excelente como plato único.

Si todos los guisos de legumbres agradecen el reposo, éste aún más, pues al utilizar garbanzos ya cocidos resulta imprescindible dejar que se infundan de los sabores del guiso, dejando que el reposo haga el trabajo que no hicimos en los fogones. Lástima que el reposo no me friegue los cacharros...

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Todos los pesos en limpio

400 gr. de garbanzos cocidos

375 gr. de carrilleras de cerdo ibérico

100 gr. de cebolla

1 diente de ajo mediano

50 gr. de pimiento verde

50 gr. de pimiento rojo

1/8 tsp de pimienta negra molida

1/4 tsp de orégano seco

15 gr. de Bovril u otro concentrado de carne

sal

AOVE

agua

ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos de cocción que se indican lo son para una placa vitrocerámica de inducción. En el caso de utilizar otra fuente de calor (eléctrico, gas, halógeno), los tiempos variarán, debiendo ser adaptados. Lo mismo ocurre en caso de utilizar otra olla a presión o una cazuela convencional.

Cortar las carrilleras en trozos de 25 gr., aproximadamente. Salar y reservar.

Cortar la cebolla y los pimientos en dados de medio centímetro de lado. Reservar separadamente.

Pelar el ajo y eliminar el germen, si lo tiene. Picar en trozos muy pequeños y dejar a un lado.

Disolver el Bovril en 100 ml. de agua caliente y reservar.

Disponer un fondo de aceite de oliva virgen extra en la olla rápida WMF y calentar a fuego alto. Sellar las carrilleras por todos los lados en el aceite muy caliente y sacar a un plato. Dejar que el aceite pierda temperatura e introducir la cebolla y el ajo. Cocinar a fuego medio-bajo, tapada para que sude la cebolla y se despeguen los trocitos de carne que se hubieran adherido a la olla.

Cuando la cebolla empiece a ablandarse, añadir los pimientos y cocinar 5 minutos a fuego medio. Agregar la pimienta negra, el orégano y el Bovril disuelto en el agua, remover y acomodar los trozos de carne. Levantar el hervor e inmediatamente colocar la tapadera de la olla, cerrarla y cocer 10 minutos contados desde que suba la válvula por completo.

Apartar la olla del fuego, despresurizar con mucho cuidado, abrirla y agregar los garbanzos, así como un poco de agua, si hiciera falta y teniendo en cuenta que no es un guiso caldoso.

Devolver la olla al fuego, levantar el hervor, poner una tapadera, bien la de la olla sin cerrar la corredera o bien otra adecuada al tamaño de la olla y cocer 10 minutos a fuego medio-bajo. Comprobar el punto de cocción de la carne y prolongar el cocinado si no estuviera hecha, siempre a fuego medio-bajo para que no se deshagan los garbanzos, hasta que la carne esté tierna.

Dejar en reposo 24 horas antes de consumir. Calentar a fuego suave, rectificar de sal y servir calientes.

A comer.

lunes, 6 de noviembre de 2023

Pimientos rellenos de arroz y carne

Hablando un día con unas amigas les comenté que tenía un blog de cocina. La más joven (29 años) enseguida dijo “qué bien, ¿y se te ve en los vídeos?”, a lo que contesté “uy no, por favor, me moriría de vergüenza; el mío es un blog antiguo, de los de foto y leer”, a lo que mi otra amiga (joven pero unos 14 años mayor) dijo “esos son los que me gustan a mí”. En un instante me reventó en la cara la diferencia generacional. Mi amiga A (la más joven), pertenece a una generación en la que todo es visual y muy rápido, no hay tiempo para leer, es echar un vistazo a una cosa y pasar enseguida a la siguiente. Mi amiga M (la menos joven pero a la que le llevo más de 10 años), es de una generación digamos, intermedia, también bastante visual pero más calmada, sin tanta prisa por pasar al minuto siguiente, pero ya enganchada a las nuevas tecnologías, a internet y al móvil. Y yo represento a la generación que, aún usando (y mucho) internet, móvil y ordenador, disfruta leyendo, sin prisas; no soporto ese estrés por saltar de un vídeo a otro, no me atraen nada las RRSS y tengo una PDA como la de Concha, del blog De Buena Mesa (pinchad en el enlace si queréis saber a qué me refiero). Y un montón de recetas en papel, sobre todo de los platos que hacía mi madre, que ahora, al estar sola, la mujer ya no guisa tanto, menos cuando nos juntamos todos, que le falta tiempo para ponerse el delantal y meterse entre fogones y es que cocinar no le cansa, bueno, cuando acaba sí, que ya son 80 años y aunque está mejor que yo, ya no es una chavala, pero mientras anda entre ollas y sartenes, el cansancio se queda fuera de la cocina.

A esas recetas pertenece la de hoy. Estos son los pimientos rellenos por excelencia de mi madre. Recuerdo perfectamente acompañarla al mercado y ver cómo escogía los pimientos del tamaño adecuado, todos iguales para que quedaran con el mismo punto de asado y verdes, siempre verdes. Y hacía muchos a la vez, todos los que le cabían en la bandeja del horno, porque nos encantaban.

Mi intención era haber utilizado pimientos verdes, pero cuando salí a la huerta a cortarlos, no había ninguno del tamaño adecuado, ni verde, ni rojo, que también se pueden usar éstos, como hace mi hermana, aunque me gustan menos. En cambio había amarillos a montones y decidí probar, pues nunca los había usado en esta receta. La verdad que nos ha gustado mucho el cambio, pues no son tan dulzones como los rojos y saben más a pimiento que los verdes.

Es una receta que aunque parezca larga, no entraña ninguna dificultad, salvo encontrar los pimientos de tamaño adecuado. Se pueden utilizar pimientos grandes, por supuesto, de hecho son los que usa mi hermana, ella sirve medio pimiento por persona y es más que suficiente, pues llevan mucho relleno. Yo los prefiero más pequeños, como los hacía mi madre. Seguramente habréis visto en el súper unos paquetes que tienen un pimiento de cada color (verde, amarillo y rojo), esos tienen un tamaño muy apropiado para esta elaboración.

Congelan muy bien, así que ya que nos metemos en faena, merece la pena hacer mucha cantidad, ahorrando de este modo tiempo y energía, pues el horno, que es lo que más consume, gasta la misma electricidad para cuatro pimientos que para doce. En mi caso los congelo de dos en dos con un poco de salsa y después los caliento a potencia media en el microondas. Quedan estupendos y vienen fenomenal cuando se trabaja fuera de casa.

Por cierto, la anécdota es verídica, no un chascarrillo introductorio de la entrada.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

10 pimientos amarillos de 8 cm. de largo, aprox.

200 gr. de cebolla morada

1 diente de ajo grande

3 tbp de perejil fresco picado, sólo las hojas

200 gr. de beicon ahumado

500 gr. de carne picada de ternera

150 gr. de arroz redondo

140 gr. de salsa de tomate espesa

2 tsp de tomate concentrado

1 pastilla (10 gr.) de caldo concentrado de carne

200 ml. de agua

1/4 tsp de pimienta blanca molida

sal

AOVE

ELABORACIÓN:

Sacar la carne del frigorífico y dejar sobre la encimera, tapada, para que se atempere.

Lavar los pimientos. Practicar un corte alrededor del pedúnculo, sacarlo con cuidado de no romperlo porque luego se va a utilizar como “tapón” y cortar la parte blanca y semillas adheridas a él. Limpiar el interior de los pimientos de semillas y tripas, en la medida de lo posible. Manipularlos con cuidado para que no se rajen. Reservar cada pimiento con su tapón.

Quitar raíces y capa externa de la cebolla y picarla muy menuda. Pelar el ajo, eliminar el germen y picar pequeño. Lavar, secar y picar groseramente las hojas de perejil. Reservar.

Cortar el beicon en trozos pequeños. Dejar de lado.

Mezclar en un cuenco la salsa de tomate y el tomate concentrado. Reservar.

Llevar al fuego una sartén grande y honda con un fondo de aceite de oliva virgen extra y calentar. Rehogar a fuego medio la cebolla, el ajo y el perejil hasta que la primera esté blanda. Agregar el beicon y rehogar 5 minutos.

Separar someramente la carne y añadir a la sartén. Rehogar el conjunto justo hasta que la carne picada cambie de color, removiendo y separando la carne continuamente. Agregar en ese momento el arroz y rehogar un minuto. Añadir la mezcla de salsa de tomate y tomate concentrado, la pimienta blanca y sal al gusto. Mezclar, cocinar un minuto más, apartar del fuego y dejar templar.

Precalentar el horno a 200º C (392º F), con calor arriba y abajo.

Rellenar los pimientos con la ayuda de una cuchara. Golpear delicadamente la base de los pimientos para que se asiente el relleno. Colocar a cada pimiento su tapón y ponerlos, tumbados, en una fuente honda apta para horno,

Separar un poco de los 200 ml. de agua en una taza y calentar en el microondas. Disolver en el agua caliente la pastilla de caldo desmenuzada, añadir el contenido de la taza al resto del agua, así como 30 ml. de aceite de oliva virgen extra y regar los pimientos con este caldo.

Introducir la bandeja de los pimientos en el horno, colocándola a media altura. Hornear a 190º C (374º F) con calor arriba y abajo, durante 30 minutos. Con mucho cuidado, dar la vuelta a los pimientos y hornear otros 30 minutos, vigilando siempre el nivel de líquido, añadiendo agua si fuera necesario (yo no lo hice).

Dejar reposar fuera del horno 5 minutos y servir.

A comer.

lunes, 30 de octubre de 2023

Crema de calabaza con tahini, en olla lenta (slow cooker)

Aprovechando que saqué del altillo la olla lenta para hacer la crema untable de manzana especiada (si os perdisteis la receta pinchad en el enlace y ya veréis que cosa más rica) le estoy dando bastante uso, antes de que vuelva a su sitio y se pase allí sin tocarla un montón de meses. Entre lo que estoy cocinando se encuentra esta crema de calabaza con tahini, sólo apta para los amantes del sésamo (o ajonjolí, según desde dónde me leáis), pues lo lleva en todas sus versiones y eso se nota en el resultado final. Como a mí me vuelve loca, esta crema ha alegrado mis cenas durante varios días, pues me la he comido yo solita y confieso que pocas veces me he alegrado tanto de que al costillo no le guste el cuchareo (sí, ya sé, me acaba de salir la vena egoísta). También he de decir que me dio mucha pena que se acabara, pues la última ración estaba aún más rica que la primera, el paso de los días la mejoró sustancialmente, volviéndola más suave y aromática, casi parecía una receta distinta a la de la primera ración. Que ni que decir tiene que la voy a repetir, aunque la haré en la olla rápida porque si os soy sincera, no creo que haya diferencia de sabor entre uno y otro método y yo, que tengo en ésta a mi mejor amiga, para este tipo de recetas prefiero usar la rápida pues el ahorro de tiempo es considerable. ¿Que porqué utilicé entonces la slow cooker, os preguntaréis? Pues porque tenía curiosidad por ver cómo quedaba, la tenía a mano y además fue un día en la que tenía la encimera trabajando a tope y me venía bien despreocuparme de la elaboración de la crema.

Seguramente habréis leído en muchos sitios que no hay que levantar la tapadera de la olla cuando está funcionando para evitar que pierda temperatura. Bueno, pues como hoy va de confesiones, os voy a hacer otra: es superior a mis fuerzas no abrir y remover, es más, en todas las recetas que tengo en el blog hechas con olla lenta (pocas, la verdad), siempre revuelvo el guiso o le doy vuelta a las piezas de carne y es que no sé si será porque la que yo uso (es la de Lidl) tal vez tenga poca potencia o sea poco eficiente, el caso es que hay diferencia de cocción entre los alimentos que están al lado de la pared de la olla y los que están en el centro. Tampoco debe ser tanto manía mía porque una conocida marca de ollas de cocción lenta tiene en el mercado un modelo que incorpora un accesorio removedor...

La sal inicial que os indico es poca, pero como no todas las calabazas son igual de sabrosas, es preferible ajustar la sazón cuando ya está hecha la crema; al final, añadí una pizca más de pimienta blanca y otro poco de sal rosa (recordad que cocino con poca sal). El agua utilizada cubre justo las hortalizas, pero al igual que pasa con la sal y la pimienta, es preferible ajustar la densidad una vez triturados los ingredientes; para mi gusto quedó perfecta y no añadí más.

Esta crema se puede consumir tanto caliente como templada, aunque a mi me parece que está más rica templada, se aprecia más su sabor. El aceite picante le va muy bien al gusto ligerísimamente dulce de la crema. Si no tenéis, utilizad aceite de oliva virgen extra y unas gotas de Tabasco u otra salsa picante. Y no olvidéis las semillas de sésamo, que no sólo aportan sabor, si no también textura.

Con más o menos tahini, con o sin picante, con semillas o sin ellas, os animo a que hagáis esta receta. Y en general, a que consumáis esta hortaliza tan llena de fibra que aunque se encuentra en el mercado todo el año, ahora está en su apogeo.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

700 gr. de calabaza (sin piel, tripas y semillas)

150 gr. de cebolla morada

70 gr. de tahini

30 ml. de aceite de sésamo

sal rosa

pimienta blanca molida

500 ml. de agua

AOVE aromatizado con guindilla, para servir

semillas de sésamo negro, para servir

ELABORACIÓN:

Cortar la calabaza, ya limpia, en dados de 2'5-3 cm. de lado y la cebolla en trozos pequeños.

Introducir la calabaza y la cebolla dentro del recipiente de cerámica de la olla lenta y añadir 1/2 tsp de sal rosa, 1/8 tsp de pimienta blanca y el aceite de sésamo.

Disolver el tahini en un poco del agua indicada en los ingredientes y añadir a la olla lenta, así como el resto del agua. Mezclar, colocar la tapadera y cocinar en ALTO durante dos horas. Remover y cocinar una hora más en ALTO.

Triturar el contenido de la olla lenta con la batidora de brazo hasta conseguir una crema fina y homogénea. Rectificar de sal y pimienta y dejar reposar, mínimo, 24 horas antes de consumir para integrar y suavizar sabores.

Servir templada o caliente, espolvoreada con semillas de sésamo negro y con un hilo de aceite de oliva virgen extra aromatizado con guindilla,

A comer.

lunes, 23 de octubre de 2023

Morcillo en salsa sriracha, en olla rápida WMF

Este morcillo en salsa sriracha no pica mucho, he querido ser moderada en el uso de la sriracha porque me he dado cuenta que últimamente le pongo picante a todo. Que sí, que los platos quedan muy ricos con el toque picantito pero si se abusa, al final todo sabe picante aún cuando sean distintos tipos de picor e intensidad. Así que no busquéis hoy un plato de sabor fuerte, el toque de sriracha es sutil, apenas lo suficiente para que, después de contrarrestar el dulzór de los pimientos y de la cebolla, deje un lejano recuerdo picante en el paladar, ese típico “parecía que no picaba pero algo pica”. Pero si queréis que pique de verdad, os doy permiso para añadirle toda la sriracha que queráis, el límite es vuestro paladar. Le pongáis poca o mucha, lo que es seguro es que os va a hacer falta un buen pan para mojar la salsa, porque sería pecado dejarla en el plato con lo rebuena que está.

Normalmente pico la carne en trozos que, una vez cocinados, sean de tamaño bocado, teniendo en cuenta al momento de cortarlos, que las carnes guisadas y la de morcillo aún más, encogen mucho al cocer. Pero en esta ocasión el carnicero me dio un morcillo pequeño, limpio y muy bien sacado, una pieza bonita, la verdad, que tanta pena me daba hacerla cachos que pensé que bien merecía un corte distinto, en medallones concretamente. El corte no afecta al sabor pero sí a la presentación, quedado un plato más bonito y “ordenado”. Os puede pasar, como a mí, que algún músculo de la carne, al encoger, combe ligeramente algún medallón, como se puede apreciar en las fotografías. La verdad que no me di cuenta al hacerlas, ha sido ahora al escoger las que iban a acompañar la publicación cuando lo he visto y ¿sabéis una cosa? Son del tipo de cosas que me repatean que me pasen, con el cuidado que pongo siempre al escoger los alimentos que voy a fotografiar, que si no tengo más que dos muslos de pollo pues me aguanto con lo que hay pero si es un guiso de carne no sabéis el rato que estoy “este trozo sí, este trozo no, aquí un poco de pimiento, ahí me estorba el diente de ajo...”. A veces me digo a mí misma “a ver, guapita de cara, que es un plato de comida, no una obra de arte, no te obsesiones” y dejo que en el plato reine un poco el caos. Lo irónico de todo ésto es que en casa, en el día a día, paso de adornar una ensaladilla o de servir la comida en una fuente y lo hago directamente de la cazuela, por ejemplo, pero con las fotos, no os hacéis una idea de lo tiquismiquis que me pongo. Y todo eso para que al final no me satisfagan el 99% de las que hago. En fin...

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 morcillo de ternera pequeño (600 gr. aprox.), entero

150 gr. de cebolla morada

30 gr. de pimiento amarillo

70 gr. de pimiento rojo

100 gr. de tomate, pelado

1 diente de ajo mediano

1 tsp de salsa sriracha

100 ml. de vino blanco seco

AOVE

sal

cebollino fresco para servir

ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos de cocción que se indican lo son para una placa vitrocerámica de inducción. En el caso de utilizar otra fuente de calor (eléctrico, gas, halógeno), los tiempos variarán, debiendo ser adaptados. Lo mismo ocurre en caso de utilizar otra olla a presión o una cazuela convencional.

Cortar la cebolla en plumas finas y los pimientos y el tomate en dados pequeños. Reservar todo por separado.

Pelar el ajo y eliminar el germen, si tiene. Prensar con una prensa para ajos y reservar.

Eliminar grasas e impurezas del morcillo y cortar en medallones de 3'5-4 cm. de ancho, aproximadamente. Reservar.

Disponer un fondo de aceite de oliva virgen extra en la olla rápida WMF, llevar al fuego y freír la cebolla a fuego medio-alto. Cuando empiece a dorarse, añadir los pimientos y cocinar a fuego medio 5 minutos. Agregar el ajo, cocinar 1 minuto e incorporar el tomate. Cocinar el conjunto hasta que se evapore el agua del tomate, unos 4 minutos, aproximadamente. Añadir los medallones de carne sazonados con sal y rehogar por todos los lados justo hasta que cambien de color. Verter entonces el vino, evaporar el alcohol durante 1 minuto e incorporar la salsa sriracha.

Mezclar el contenido de la olla, levantar el hervor, colocar la tapadera y cocer 18 minutos contados desde que la válvula suba completamente.

Transcurrido el tiempo, apartar la olla del fuego y dejar que pierda toda la presión antes de abrirla. Rectificar de sal, si procede, dejar que repose 5 minutos y servir con cebollino fresco picado.

A comer.

lunes, 9 de octubre de 2023

Huevos rellenos de langostinos y manzana

Recuerdo de cría oír decir a los mayores “el tiempo está loco” cuando el tiempo meteorológico no coincidía con el que correspondía a la fecha del calendario. Y yo añadiría ahora “de atar”, pues hay que ver lo largo y caluroso que está siendo el veranillo de San Miguel, que también me trae loca a mí, que hace cosa de tres semanas andábamos por aquí pelaos de frío, que hasta en casa nos planteamos poner un rato la calefacción porque ya se había quedado helada y aunque hacía fresco en la calle se estaba más calentito fuera que dentro. Que guardé casi toda la ropa y calzado de verano y saqué una mantita para la cama, no digo más. Estaba yo tan contenta (ya os he comentado que prefiero el frío al calor), preparando los primeros platos de cuchara, señal inequívoca en mi casa de la llegada del mal tiempo, lamentando únicamente que por estos lares casi no hay otoño y se pasa muy deprisa al largo invierno, pero sin llevarme mal rato, no vayáis a creer, pues una de las cosas que más me gustan es salir a la calle uno de los muchos y muy luminosos días de invierno, sentir el aire frío en la cara y ver la inmensidad de un cielo intensamente azul y sin nubes. Y es que para mí, los cielos de Castilla son los más hermosos, pues al tener un clima seco suele haber pocas nubes y poseen un color que he visto en pocos sitios, tal vez en los Pirineos, pero ahí, al estar entre montañas, no se ve tanto cielo como en la meseta. Y por supuesto, los cielos invernales sobre los veraniegos, en esta época la luz atenúa bastante su color, mientras que en invierno, la incidencia de los rayos solares da como resultado un cielo profundamente azul. Además, una de las ventajas de vivir en un zona rural poco poblada es que el índice de polución es bajísimo, con lo que disfrutamos de unos cielos muy limpios.

El descalabro climático ha hecho que vuelva a sacar la ropa de verano y las sandalias, que la manta esté recogida todas las noches a los pies de la cama, que me pase casi todo el día abanico en mano diciendo “ay qué calor” y que vuelvan a predominar en mi mesa los platos fríos. Y para muestra, un botón: huevos rellenos de langostinos y manzana, fáciles, rápidos, de sabor suave y llenos de texturas. Creo que no necesitan más presentación, los huevos rellenos son de esos platos en los que la mayor dificultad suele ser que no se estropeen mucho al pelarlos, pero por lo demás y si son una elaboración fría, se hacen en un plis y no hace falta técnica culinaria alguna. Éstos os van a gustar mucho, seguro.

A los que cojáis el puente de El Pilar, que lo disfrutéis mucho, aunque dicen que va a cambiar el tiempo y parece que ahora sí, se va a poner otoñal. Y a los que no, disfrutadlo también en vuestro lugar de residencia, que tampoco hace falta irse al quinto pino para sacarle el jugo a la vida. En el trabajo lo hemos sorteado y he tenido suerte en el sorteo y como afortunadamente mi pareja ha podido organizarse en su trabajo para también poder disfrutarlo, nos iremos fuera. Nos vamos a mojar, lo sé, y además parece ser que mucho, pero con el año de sequía que llevamos, va a ser tan emocionante como una atracción de feria.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

5 huevos tamaño L, a temperatura ambiente

60 gr. de langostinos cocidos, pelados

30 gr. de manzana roja sin piel u otra dulce de textura crujiente

2 tsp de cebollino fresco picado, más un poco para decorar

60 gr. de salsa cocktail (comercial)

salsa Tabasco

sal gruesa

sal fina (optativa, no le he puesto)

ELABORACIÓN:

Poner una olla al fuego con suficiente agua para cubrir los huevos y llevar a ebullición. Cuando rompa el hervor, añadir un puñado de sal gruesa e introducir los huevos con cuidado para que no se rompan. Cocerlos 14 minutos contados desde que el agua recupere el hervor.

Una vez finalizado el tiempo de cocción, sacar los huevos a un bol con agua muy fría, incluso con hielo, para detener la cocción y facilitar después la eliminación de la cáscara. Dejar enfriar completamente.

Pelar los huevos cuando estén fríos. Pasarlos por un chorro de agua para eliminar posibles restos de cáscara, secar con papel de cocina y cortar a lo largo. Reservar claras y yemas por separado, tapadas y en la nevera hasta el momento de usar.

Picar los langostinos en trozos pequeños. Picar la manzana en trozos más pequeños que los langostinos. Dejar a un lado.

Disponer las yemas, reservando una para decorar, en un plato hondo. Machacar con un tenedor y agregar los langostinos y la manzana. Mezclar hasta que se integren correctamente todos los ingredientes.

Poner en un cuenco la salsa cocktail y agregar salsa Tabasco al gusto, la suficiente para que esté ligerísimamente picante para compensar el dulzor de la manzana pero sin que anule el resto de sabores. Añadir el cebollino y mezclar. Verter sobre la farsa de yemas e integrar. Rectificar de sal, si procede (no le he puesto), tapar y reservar 30 minutos en frigorífico para que los sabores se asienten.

Rellenar el hueco de las claras con la farsa. Añadir más relleno por toda la superficie plana de las claras dándole forma abombada como si fuera la otra mitad del huevo y colocarlos en una fuente de servir con el relleno hacia arriba. Rallar la yema reservada y espolvorear por encima de los huevos. Decorar con un poco de cebollino y servir.

A comer.

lunes, 2 de octubre de 2023

Crema untable de manzana especiada en slow cooker u olla lenta

Septiembre para mí es mes de asar pimientos y hacer mermeladas. Este año ha sido malo para los pimientos y he asado muy poquitos. Tampoco fue bueno para todos los frutales, pero aún así he podido hacer alguna mermelada, es más, según escribo ésto se está enfriando un lote de frascos de la mermelada de melocotón que hice esta mañana y que he metido en conserva esta tarde. Siempre hago conserva de todas las mermeladas ya que al no ponerles mucho azúcar no me fío del clásico método de rellenar los frascos en caliente y darles la vuelta para que hagan el vacío, prefiero hervirlos y así evito posibles disgustos.

En esas estaba, haciendo mermelada de melocotón y miel con las frutas que me había tirado el aire y que en su mayoría estaban un poco verdes, motivo por el cual aumenté un poco la cantidad de azúcar que normalmente utilizo. Al probarla la encontré dulcísima, demasiado para mi gusto y más teniendo en cuenta que lo dulce me gusta cada vez menos dulce. Así que decidí pedirle opinión al catador oficial, que al final es quien se come todas las mermeladas que hago y que me protestó la última que hice de ciruelas claudias porque según él “estaba insípida”. Se la dí a probar y me dice tan ufano “qué buena, sabe igual que la comprada”. No supe ni cómo reaccionar, porque siempre pensamos que lo casero no sólo es mejor (y ojo, que hay mermeladas en el mercado de calidad realmente extraordinaria), sino también más rico. Confieso que pasados unos minutos empezó a molestarme el comentario, aunque no le dije nada, pues sé que fue bienintencionado, pero no sé si mi espalda y las quemaduras en la muñeca opinaban lo mismo, así que decidí correr un tupido velo...

Con lo que no pudo hacer comparaciones fue con esta crema untable de manzana especiada. Sí, el nombre es muy largo, pero llamarla “mantequilla de manzana” como así lo hacen en los sitios de recetas estadounidenses, me parece que induce a error y requiere muchas aclaraciones. Curiosamente en los muchos sitios en los que he consultado esta receta, siempre hacen la aclaración de que en puridad no es una mantequilla, pero la denominan así por lo untuosa que es, en un símil con la mantequilla pomada, aunque a juzgar por sus fotos no tiene esa consistencia y si siendo esta receta muy popular en ese país necesitan hacer aclaraciones, como para traducirlo literalmente al español, por eso el nombre que le he dado.

Hacía tiempo que tenía ganas de hacer esta crema. La descubrí hace ya mucho en muchos sitios de recetas de EEUU, donde llegando finales de verano es un auténtico desfile de recetas con calabaza o con manzanas, siendo esta apple butter muy popular. Es también una magnífica receta de aprovechamiento y como ésta es época de recogida de melocotones, peras y manzanas, parte de las cuales hay que cocinar porque es imposible consumirlas todas, resulta una alternativa diferente y deliciosa a las tradicionales mermeladas.

Como ya os comentaba, andaba liada haciendo mermelada de melocotón y miel y hacer la crema en la olla lenta me pareció una magnífica idea, porque se ahorra uno el tener que remover para evitar que se agarre a la cazuela. He adaptado esta receta, reduciendo la cantidad de fruta pues mi slow cooker es pequeña (tengo la de Lidl) y he cambiando las especias, utilizando en lugar de las indicadas, la mezcla de especias para pan de especias cuya receta ya os mostré en esta entrada y cuyo aroma y sabor me vuelve loca y que, dicho sea de paso, ya tenía que gastar. Creo, de verdad, que me ha quedado una crema deliciosa, adictiva, aromática y dulce,

He utilizado las manzanas rojas que se ven en las fotos. No sé de qué clase son, tienen carne amarilla y firme cuando están aún un poco verdes, pero que se vuelve harinosa al madurar, una textura que no me gusta nada. Como sólo las como yo y no me iba a dar tiempo a consumirlas todas antes de que cambiaran de textura, fueron las elegidas para esta receta. Supongo que se podrá utilizar cualquier manzana, con que esté sana es suficiente. El punto de maduración es indiferente, aunque una manzana más madura tendrá más líquido y tal vez haya que prolongar la cocción con la cazuela semi abierta para evaporarlo.

Aunque la receta no es mía, es perfecta como aprovechamiento de fruta que no va a dar tiempo a comer, que se quiere conservar o que está muy madura. Además utilicé las especias para pan de especias que ya había que consumir, aunque conservaba todo su aroma. Por ese motivo y con permiso de Marisa, es mi propuesta de este mes para su proyecto 1+/-100, desperdicio 0

que desde su blog Thermofan, promueve para evitar el desperdicio de alimentos y fomentar el reciclaje en general.

Sin más ya os dejo con la receta. Otros días no tendré nada que contaros, pero hoy os he hecho leer un rato largo...

Por cierto, al costillo le encantó. Y a mí, ni os cuento.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 kgr. de manzanas, peladas y descorazonadas (1'500 kgr. de manzanas pequeñas, aproximadamente)

150 gr. de azúcar moreno de caña integral

1 tsp de mezcla de especias para pan de especias

1 pizca de sal

ELABORACIÓN:

Lavar y escurrir las manzanas. Pelar, eliminar partes dañadas y corazón. Picar en trozos del tamaño de una nuez del país, aproximadamente. Introducir en la olla lenta (la mía es la de Lidl).

Mezclar en un cuenco el azúcar moreno, las especias y la sal. Agregar a la fruta y remover hasta que todos los trozos se impregnen de forma homogénea.

Encender la olla lenta. Colocar el selector de temperatura en posición MEDIUM y cocinar cuatro horas. Pasado ese tiempo, remover las manzanas y cocinar otras cuatro horas a la misma temperatura.

Comprobar el punto de cocción de la fruta, si aún estuviera firme, prolongar la cocción comprobando cada 30 minutos. A mí no me hizo falta.

Desconectar la olla lenta y triturar las manzanas con una batidora de brazo hasta conseguir una crema fina y homogénea. Dejar que la crema se enfríe dentro de la olla lenta, destapada. De esta forma el calor residual espesará un poco más la crema.

Aunque la crema se puede consumir en cuanto se enfría, los sabores se suavizan pasadas 24 horas, mejorando considerablemente.

Si no se va a consumir toda en pocos días, es aconsejable meterla en conserva, dado que lleva poco azúcar. Por esa misma razón y si no se hace conserva, debe mantenerse refrigerada.

Obtuve 860 gr. de crema de manzana, cantidad que variará según la clase y punto de maduración de la fruta.

A comer.

lunes, 25 de septiembre de 2023

Sepia con verduras

Este verano ha habido bastante sepia fresca en el súper, tanta, que a las horas que voy yo a hacer la compra aún había y he comprado bastante porque en casa nos gusta mucho. Además encontrar sepia sucia es tan difícil, que no dudo en llevarla siempre que la veo, aunque me da un poco de rabia tener que congelarla por el tema del anisakis, pero qué le vamos a hacer. Normalmente la preparo a la plancha porque es como más la disfrutamos o bien con lentejas o con garbanzos, pero por variar un poco la he cocinado de distintas formas, como la receta que os muestro hoy, que está para ponerle un piso en el centro, decir que está rica es quedarse corto, no sé si porque la sepia era fresca, que aunque la congelé previamente nada tiene que ver con la que se compra congelada o descongelada, o porque siguiendo los buenos consejos de Marisa, la he cocinado con piel. Creo que han sido ambas cosas, en cualquier caso no vuelvo a pelar la sepia en la vida, me ahorro trabajo y consigo un guiso más sabroso.

La preparé con verduras, aprovechando las bondades de la huerta de casa y porque si las cocino solas el costillo no me las come pero así le gustaron mucho, la verdad que como absorben el sabor del guiso están riquísimas, que variando las cantidades se pueden preparar “verduras con sepia”. Es sólo una idea que dejo ahí para quien le interese, que si yo supiera que no me iban a poner caras largas, el guiso iría mucho más cargadito de “verde”.

Quedó muy caldoso, pues ya sabéis que la sepia suelta mucho líquido y las verduras no digamos, pero ese caldillo es un auténtico pecado bien mojado con pan. Si no os gusta con tanto, escurridlo y ponedlo a reducir aparte una vez hecha la sepia, luego lo reintegráis al guiso y listo.

Aunque recién hecha está muy rica, mejora sustancialmente con el reposo, volviéndose más sabrosa, por eso, no rectificar de sal hasta el momento de servir,

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

una sepia de 780 gr., peso con piel y sin tripas ni hueso

100 gr. de cebolla roja

65 gr. de pimiento verde

65 gr. de pimiento amarillo

200 gr. de tomate maduro y firme (peso sin piel)

130 gr. de calabacín

1 diente de ajo grande

1 pimienta de cayena seca

100 ml. de vino blanco verdejo D.O. Rueda

1 pastilla (10 gr.) de caldo concentrado de verduras

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

Lavar todas las verduras. Quitar la capa exterior y las raíces de la cebolla y cortar en plumas finas. Eliminar tallos, nervaduras interiores y semillas de los pimientos y cortar ambos en dados de 1 cm. de lado. Despuntar el calabacín y cortar en dados de 1 cm. de lado. Reservar todas las hortalizas por separado.

Pelar el tomate, cortar en dados de 1 cm. de lado y ponerlo en un escurridor. Dejar a un lado.

Pelar el diente de ajo, picar y prensar con una prensa para ajos. Reservar.

Lavar la sepia minuciosamente. Secar muy bien con papel absorbente de cocina y cortar en trozos tamaño bocado, teniendo en cuenta que una vez cocinada encogerá bastante. Reservar.

Disponer un fondo de aceite de oliva virgen extra en una cazuela ancha y llevar al fuego. Cuando el aceite esté caliente, añadir la cebolla y los pimientos y cocinar a fuego medio-alto hasta que las verduras empiecen a ablandarse, unos 3 minutos. Agregar el ajo prensado, remover y cocinar 1 minuto. Incorporar el tomate escurrido y cocinar hasta que pierda el agua, unos 3 minutos. Subir el fuego a alto y añadir la sepia y el calabacín, cocinar 1 minuto sin dejar de remover e incorporar el vino blanco. Evaporar el alcohol durante 1 minuto, añadir la pimienta de cayena (entera, pinchada o partida, según el nivel de picante deseado) y la pastilla de caldo desmenuzada, remover y bajar el fuego a medio. Cocinar destapado 10 minutos, agregar un buen chorreón de aceite de oliva virgen extra cruda y cocinar otros 7 minutos o hasta que la sepia esté tierna, con cuidado de no cocerla en exceso porque eso la endurecerá.

Eliminar la pimienta de cayena y dejar reposar 12-24 horas antes de consumir. Calentar brevemente a fuego suave, rectificar de sal y servir.

A comer.

lunes, 18 de septiembre de 2023

Bizcocho de arroz y almendras

Esta no es la receta que tenía pensado publicar hoy, mi intención era colgar una receta salada, pero a veces las circunstancias “obligan”... Os cuento. Sigo desde hace un tiempo esta página (que por cierto, han modificado no hace mucho y se queda un poquito colgada cargando entradas). Publican receta casi todos los días, así que entre tantas siempre se encuentra algo rico que cocinar, como el bizcocho que hoy os muestro y cuya receta original podéis consultar aquí. Me gustó desde que se publicó hace ya cuatro meses y quería haberla hecho antes pero entre unas cosas y otras, lo fui retrasando.

El caso es que ayer domingo (ésta no es una entrada programada, la estoy redactando a las 19'45 del 18/09/23, lo que significa que después de cenar me tocará terminar de pulirla, editar las fotos que aún no tengo descargadas y colgarla en el blog, todo aprisa y corriendo si quiero que salga publicada hoy) estaba buscando una receta en los archivos del blog y vi que mi último bizcocho publicado fue hace un año y me dije que tenía que ponerle remedio de inmediato, a ver si así de paso me sacudo de encima la pereza reposteril de la que os hablaba no me acuerdo cuándo, porque en el año que ha mediado entre mi anterior bizcocho publicado y éste, sólo he hecho un humilde bizcocho de yogur. ¡Con razón se me queja el costillo de que últimamente no hago nada bolloso! Un apunte, la palabra bolloso tiene el mismo “origen etimológico” que la palabra dulzanga, sólo que mientras ésta hace referencia a dulces en general, la otra lo hace a bizcochos y bollería en particular. Pues eso, que aprovechando que hoy no trabajaba, esta mañana me metí en faena y lo hice.

La receta original utiliza ralladura de limón y esencia de vainilla. Limón no tenía y vainilla no me apetecía, además tenía unas esencias aburridas en la despensa, así que hice el cambio y creo que no me he equivocado. Las esencias que he utilizado son de la marca propia de Lidl y son muy concentradas. Dan muchísimo sabor y lo más importante, natural. El resultado ha sido un bizcocho con un intenso sabor a almendra amarga, suave aroma a ron y mantequilla, dulce, con la típica humedad y jugosidad de las almendras y muy tierno y aunque a primera vista pueda parecer denso, no lo es. Queda bajito, no sé qué molde utilizaron en la receta o tal vez sea una cuestión de perspectiva, pero el suyo parece más alto. Da igual, está buenísimo. a pesar de que debido a la cantidad de grasas que lleva pensé por un momento que su rico olor me había engañado (olía tan bien que me dieron ganas de publicarlo nada más sacarlo del horno), pero afortunadamente estaba confundida, ya que es más graso en los dedos que en el paladar. De la cadera ni hablamos...

Os animo a que lo hagáis, bien siguiendo mi receta en la que realicé un par de modificaciones sin importancia o bien la original, como queráis.

No puedo deciros cuánto se conserva tierno, como os digo lo he hecho hoy y a la hora de comer aún estaba en el horno, pero está taaaannnn rico, que no le va a dar tiempo a ponerse seco...

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

Actualización: justito nada más publicar la entrada, veo que publiqué un bizcocho en junio pasado. Lo de este desastre de cabeza me lo voy a tener que hacer mirar...

INGREDIENTES:

Todos los ingredientes a temperatura ambiente

125 gr. de harina de arroz

100 gr. de almendra molida

1 tsp de impulsor químico

una pizca de sal

175 gr. de mantequilla

175 gr. de azúcar moreno

4 huevos tamaño L

2 ml. de esencia de almendra amarga Belbake

2 ml. de esencia de ron Belbake

30 ml de nata con un 18% de materia grasa

mantequilla para el molde

* Y además:

un molde rectangular de 21 cm. de largo, 11 cm. de ancho (medidas de la base) y 7 cm. de alto o 1'650 litros de capacidad

papel sulfurizado

una varillas eléctricas

una picadora eléctrica o procesador de alimentos (opcional)

ELABORACIÓN:

En una picadora eléctrica o procesador de alimentos, moler el azúcar moreno hasta que quede lo más fino posible. Eso facilitará su posterior batido con la mantequilla. Este paso es opcional. Reservar.

Untar con mantequilla el molde elegido, forrar por dentro con papel sulfurizado y embadurnar éste con más mantequilla, procurando que quede una capa fina. Dejar a un lado.

Tamizar juntas la harina de arroz, la almendra molida, la sal y el impulsor químico. Si quedaran trocitos de almendra en el tamiz, incorporar a la mezcla. Reservar.

Precalentar el horno a 200º C, con calor arriba y abajo.

Disponer la mantequilla en un cuenco, preferiblemente alto y estrecho y batir con las varillas durante 20 segundos. Agregar el azúcar y batir de 7 a 9 minutos, empezando en la velocidad más baja hasta que el azúcar se incorpore y continuando con la más alta, raspando ocasionalmente con una espátula o similar las paredes y el fondo del cuenco. La mezcla estará lista cuando su color se vuelva algo pálido, aumente de volumen y tenga un aspecto sedoso.

Cascar un huevo en una taza, batir ligeramente con un tenedor y agregar al cuenco de la mezcla de mantequilla y azúcar. Batir a velocidad media hasta integrar. Proceder igual con el resto de los huevos, siempre de uno en uno y no añadiendo el siguiente hasta que el anterior no esté perfectamente integrado. Antes de incorporar el tercer huevo, raspar el fondo y las paredes del cuenco.

Añadir la nata y las dos esencias y batir con las varillas hasta integrar.

Incorporar con una espátula o similar y en tres veces la mezcla de ingredientes secos. Resultará un mezcla densa pero fluida.

Verter la mezcla en el molde. Alisar la superficie e introducir en el horno, colocando la rejilla a media altura. Hornear a 180º C con calor sólo abajo y durante 42 minutos. Comprobar el punto de cocción pinchando el centro del bizcocho con una brocheta; estará listo cuando ésta salga seca.

Sacar el bizcocho del horno y dejar enfriar encima de una rejilla durante 10 minutos.

Desmoldar, eliminar el papel y dejar enfriar completamente el bizcocho encima de una rejilla.

A comer.

lunes, 11 de septiembre de 2023

Carrilleras ibéricas al roquefort, en olla WMF

Hay veces que tengo fotos en borradores y ninguna tontería que contaros. Otras, por el contrario, se me ocurren temas para las entradas, pero no tengo fotografiada ninguna receta. En estos casos, me he planteado alguna vez dejar hilvanada alguna entrada y completarla luego con una receta, es más, lo he hecho en un par de ocasiones pero no sé, luego cuando he recuperado los archivos para redactar la entrada de turno, encuentro que han perdido frescura y que además no le van a la receta. Y es que aunque nada tengan que ver con ésta, el caso es que es la receta la que me inspira casi siempre lo que luego acabo escribiendo... Quien me entienda, que me compre.

La cuestión es que hoy me encuentro en el primer caso, receta rica-rica e inspiración cero. Así que no me voy a andar con más preámbulos y os voy a dejar la receta sin más. A mayor abundamiento, la blogosfera anda un poco perezosa, por lo que no os voy a torturar con mis tonterías.

Las carrilleras que os traigo hoy son firmes candidatas a formar parte del menú navideño, eso si logro vencer la reticencia de mi madre al queso en general y a los azules en particular. Y es que quedaron deliciosas, con un sabor festivo, por decirlo de alguna manera, diferente y sabroso. La cantidad de queso que he usado es muy pequeña, pero es que el roquefort en un queso de sabor tremendamente potente y es preferible quedarse corto que poner demasiado, pues eso arruinaría el plato. No creáis que por eso no se nota su sabor, al contrario, pero en mi opinión es muy equilibrado, se percibe perfectamente pero no anula el de la carne, sino que lo envuelve en un abrazo que enamora al paladar. Uf, creo que me he pasado con la figura poética, jajaja...

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

8 carrilleras de cerdo ibérico

125 gr. de cebolla

45 gr. de mantequilla

15 ml. de AOVE

1 pastilla de caldo concentrado de verduras

50 ml. de vino blanco verdejo D.O. Rueda

230 ml. de agua

20 gr. de queso roquefort u otro queso azul de sabor fuerte

12 gr. de almidón de maíz

sal

ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos de cocción que se indican lo son para una placa vitrocerámica de inducción. En el caso de utilizar otra fuente de calor (eléctrico, gas, halógeno), los tiempos variarán, debiendo ser adaptados. Lo mismo ocurre en caso de utilizar otra olla a presión o una cazuela convencional.

Limpiar las carrilleras de grasas e impurezas. Reservar.

Cortar la cebolla en plumas finas. Reservar.

Poner 25 gr. de mantequilla y 10 ml. de aceite de oliva virgen extra en la olla rápida WMF. Calentar a fuego medio y cuando alcance temperatura, introducir la cebolla y una pizca de sal. Cocinar hasta que se ponga blanda pero sin que tome color. Sacar a un plato, escurriéndola y reservar.

Añadir a la olla 20 gr. de mantequilla y 5 ml. de aceite de oliva virgen extra y rehogar a fuego medio cuatro carrilleras, justo hasta que cambien de color por todos los lados pero sin dorarlas. Sacar a un plato cuando estén rehogadas y proceder del mismo modo con las otras cuatro. Reservar todas las carrilleras juntas.

Añadir el vino verdejo a la olla y evaporar el alcohol 30 segundos. Agregar 200 ml. de agua y la pastilla de caldo desmenuzada. Hervir hasta que la pastilla se disuelva y añadir las carrilleras con sus jugos, colocándolas en círculo y ligeramente acaballadas. Repartir por encima la cebolla, levantar el hervor, colocar la tapadera de la olla y cocer 10 minutos contados desde que la válvula suba completamente.

Transcurrido el tiempo, apartar la olla del fuego y despresurizar lentamente y con mucho cuidado. Una vez haya liberado toda la presión, abrirla, dar la vuelta a las carrilleras, devolver al fuego, levantar nuevamente el hervor, tapar y cocer 8 minutos contados desde que la válvula suba por completo.

Apartar la olla del fuego y dejar que pierda toda la presión antes de abrirla. Sacar la carne a un plato y triturar la salsa con la batidora de brazo. Poner la olla al fuego y reducir 3 minutos a fuego medio-alto. Añadir el queso roquefort desmenuzado y volver a triturar. Agregar el almidón de maíz disuelto en los 30 ml. de agua restante y remover. Reintegrar las carrilleras a la olla y hervir a fuego suave 5 minutos o hasta que la salsa espese ligeramente.

Rectificar de sal, si procede (no le he puesto) y dejar que repose hasta el día siguiente.

Calentar a fuego suave y servir.

A comer.