lunes, 19 de diciembre de 2022

Tostas de pimientos y tomates agridulces, setas y queso azul

Seguramente habréis notado que no estoy publicando recetas festivas; no es por llevar la contraria, pero me agobia un poquito que casi toda la blogosfera esté en modo “navidad”, que parece que todo lo que se publica tiene que ser susceptible de llevarse a la mesa esos días, cuando la verdad, si a estas alturas no se tiene ya cerrado el menú, “apañaos” estamos. Personalmente opino que las recetas navideñas deberían publicarse en octubre-noviembre, para que diera tiempo a elegir y probar, de hecho, mis menús navideños más alabados siempre son los que empiezo a preparar en septiembre. ¿Muy pronto? En realidad no tanto, teniendo en cuenta que todos los platos que los componen son siempre nuevos, para asegurar el éxito lo mejor es probarlos y ajustarlos con antelación que arriesgarse a “sorpresas” los días claves.

El caso es que este año pensaba haberos traído, en esos meses que os comento, algunas propuestas para vuestros menús, pero por diversas circunstancias, principalmente relacionadas con la salud de los míos y la mía propia, no ha podido ser, ni he tenido tiempo ni ganas y como el tiempo vuela, ya están los niños de San Ildefonso calentando la garganta y ni aquí, ni en mi casa, se nota que ya casi es navidad. Tal vez el año que viene... Ya veremos.

A pesar de todo lo que os cuento, mi propuesta de hoy para la que en esta ocasión no doy cantidades, porque receta-receta me da no se qué llamarla, bien puede formar parte de una mesa de entrantes navideños y si a vuestros comensales les gustan los contrastes, triunfaréis. Os aconsejo empezar a comer la tosta por el lado del queso azul, que llenará vuestra boca de su sabor profundo, mantecoso y ligeramente picante, para pasar después a la seta, cuyo sabor suave y saladillo os limpiará la boca, dejándola preparada para apreciar todos los matices agridulces de los pimientos y tomates. ¿Os he convencido? Espero que sí, y que la hagáis estos días o cualquier otro, que toda ocasión es buena para celebrar lo que sea, da igual, aunque si tengo que elegir, me quedo con la salud, porque como os decía más arriba, ésta anda algo escasa últimamente y como la lotería no me va a tocar, al menos que tengamos salud, jajaja...

Se acercan unos días de mucho ajetreo, en el que la mayoría os tomaréis un descanso de blogs y redes para dedicar vuestro tiempo a cocinar (seguro, no me mintáis que lo sé) y a la familia. Yo aún no sé si cerraré o seguiré publicando, así que, por si acaso y por si alguien ha pensado que estoy un poco Grinch, Felices Fiestas. Y como dice una compañera mía, se os quiere.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

rebanadas de pan de unos dos centímetros de grosor

pimientos y tomates agridulces (receta aquí)

setas de ostra (tantas como rebanadas de pan)

queso azul a temperatura ambiente

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

Tostar las rebanadas de pan en una tostadora o bajo el grill del horno hasta que se doren. Enfriar en una rejilla y reservar.

Limpiar las setas con un paño húmedo, salar generosamente y cocinar en una plancha eléctrica con unas gotas de aceite de oliva virgen extra hasta que estén hechas. Pasar a un plato.

Con la ayuda de una brocha de silicona, pincelar muy ligeramente las rebanadas de pan tostado con aceite de oliva virgen extra cruda. Disponer en un extremo de cada tosta queso azul al gusto, a continuación una seta y por último unos pimientos y tomates agridulces. Regar pon encima con unas gotas del almíbar de éstos y servir.

A comer.

lunes, 12 de diciembre de 2022

Alitas chimichurri

Por fin ha finalizado este largo puente en el que se paraliza medio país y que es la antesala de las fiestas navideñas que ahora sí, están a la vuelta de la esquina, pues no quedan ni quince días para nochebuena, dos semanas escasas que a los adultos se nos pasarán en un suspiro y a los niños les parecerán una eternidad, pues, curiosamente, la percepción del tiempo cambia mucho con la edad, resultando que de pequeños tardaban un siglo en llegar las vacaciones, aunque paradójicamente luego se nos hacían cortísimas y de adultos apenas guardadas las maletas ya nos van diciendo en el trabajo que pensemos ya en los turnos de las siguientes vacaciones. Y es que los días pasan volando y en nada, estaremos con las compras de última hora del menú festivo, haciendo colas interminables en las tiendas para comprar lo que sea, pues son días que hay cola hasta en la farmacia, cosa que nunca me he explicado pues no creo que las aspirinas sean ingrediente de ninguna receta ni regalo de Papá Noel/Reyes (bueno, tal vez algún antiácido no estaría de más que nos dejaran en el árbol), al borde del estrés porque algo nos falta o se nos quema o nos avisan a última hora que vienen tres más y ¡zas!, precisamente este año tienes la cena justa porque estás hasta el moño de comer sobras seis días seguidos y encima ahora somos impares, con lo desequilibrada que queda la mesa larga con comensales impares, sí, ya sé que sólo es una cuestión de armonía y estética pero a estas alturas hasta el ruido de una pluma al caer al suelo te pone de los nervios y a ver si a la vecina le sobra alguna silla porque si no vas a tener que poner la banqueta del baño... Y te vuelves a jurar, por enésima vez, que el año próximo se celebra en otra casa y si nadie quiere pringar, pues de restaurante, que ya está bien que siempre se les pegue a los mismos...

Seguro que a alguien le suena algo de ésto, sobre todo de lo último, que siempre hay quien se escaquea y llega a la hora crítica a mesa puesta y cuando te ve con cara de cansancio corriendo de un lado a otro te salta aquéllo de “haberme avisado, que habría venido a ayudarte” o peor aún, “si no debieras liarte tanto, que con un par de cosinas es suficiente, que la cuestión es estar juntos” y ganas te quedan de sacarle un plato con un espárrago y un canapé a ver qué cara se le queda. Interiormente asesinas a la persona en cuestión, pero en tu exterior exhibes la mejor de tus sonrisas a la vez que piensas “todos los años dice lo mismo, qué poco original” y sabes, a ciencia cierta, que el año próximo se repetirá la misma escena, porque, desengañaos, por mucho que juréis y perjuréis que una y no más, sabéis que el tema celebraciones navideñas es irremediablemente el día de la marmota. ¿O no?.

De “cosina” podría tildarse a esta receta por lo facilísima que es, pero que no os engañe su sencillez, estas alitas están buenísimas, de verdad, se comen sin sentir, tanto que te dejan con ganas de más y os lo dice alguien a quien las alas de pollo, precisamente, no le entusiasman, sí, soy rarita, qué le vamos a hacer, pero así es la cosa. Para que la carne coja bien el sabor de las especias chimichurri, mejor dejadlas macerar 24 horas, pero si no es posible, con doce horas de maceración ya se pueden cocinar, aunque no tendrán tanto sabor. Es muy importante controlar la intensidad del fuego a la hora de rehogarlas para evitar quemar las especias, entre las que se encuentra el pimentón que como ya sabéis, se vuelve muy amargo al quemarse. La mezcla chimichurri que he usado, además del pimentón lleva perejil, orégano, ajo, cebolla, cayena y pimienta y la utilizo muchísimo, en seco, para sazonar el pollo asado, queda delicioso.

Esta receta de alitas chimichurri no aguanta muy bien el recalentamiento. De hecho no lo aconsejo, pues al consumirse casi todos los líquidos al hacer la salsa, quedando prácticamente sólo aceite, para calentar las sobras o añades agua, con lo que se recuece la carne porque se tiene que consumir toda para que la salsa recupere su textura inicial o las calientas sólo con el aceite, con lo que se queman las especias si está muy alto o se empapa el pollo si está muy bajo. Que si sobran no las vamos a tirar, pero no están ni la mitad de ricas recalentadas.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

9 alas de pollo (las mías sin las puntas), 1 kgr., aprox.

1 tbs de mezcla de especias chimichurri (he utilizado Carmencita)

100 ml. de vino blanco seco

150 ml. de agua

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

Lavar y secar la alas de pollo. Eliminar los posibles restos de plumas y cortarlas por la conyuntura. Disponer en un recipiente hermético.

Mezclar en un bol las especias chimichurri y 15 ml. de aceite de oliva virgen extra. Embadurnar con esta mezcla las alas de pollo, tapar y llevar al frigorífico de 12 a 24 horas.

Al día siguiente, sacar las alas del frigorífico con antelación suficiente para que alcancen la temperatura ambiente.

Disponer un fondo generoso de aceite de oliva virgen extra en una cazuela amplia donde quepan las alas en una sola capa. Llevar al fuego y rehogar el pollo a fuego medio-alto hasta que las tajadas cambien de color pero sin que se doren, de esta forma se evita quemar las especias.

Añadir el vino blanco, levantar el hervor y cocer dos minutos para evaporar el alcohol. Agregar el agua y sal al gusto, tapar y cocinar 15 minutos a fuego medio. Dar vuelta a las alas de pollo, subir el fuego y cocinar otros 15 minutos, destapada. Si pasados diez minutos aún hubiera mucha salsa, subir el fuego para que el agua y el vino se consuman casi en su totalidad.

Dejar reposar, tapadas, 5 minutos antes de servir.

A comer.

lunes, 5 de diciembre de 2022

Lentejas pardinas con níscalos

Hay que aprovechar la corta temporada de níscalos, así que repetimos ingrediente y como ¡por fin! hace el tiempo que corresponde a la época, los he preparado con lentejas, que ya había ganas de cuchareo, que hasta ahora no había cocinado nada y es que estoy como el tiempo, que me cuesta ponerme en modo “frío” aunque ya tenga la calefacción funcionando desde hace unos días. Y a ver si este año el propósito de cocinar más legumbre no se queda en eso, en propósito, que todos los inviernos me digo que tengo que hacer más platos con ellas y se pasa el frio y apenas han aparecido en la mesa. No sé si os pasa, eso de que aún gustando mucho un ingrediente o un plato apenas lo cocináis, bien porque no cuadra en el menú, bien porque cuando pensáis en qué cocinar no os acordáis o bien por cualquier otra razón y hasta que alguien en casa no dice aquéllo de “hace mucho que no cocinas X plato”, ni caéis en la cuenta de que es cierto. Aunque justo, ese día, tampoco os va bien cocinarlo...

Pero afortunadamente los hados intervinieron o hubo una conjunción de astros, a saber, hacía frío (mucho), tenía níscalos y ganas de lentejas, así que lo metí todo en la cazuela con un par de cosillas más y aquí está el resultado, un plato suave y ligero que quita el frío sin ser pesado y muy fácil de hacer, que es otro ingrediente a tener en cuenta.

A nosotros no nos gustan muy caldosas, así que apenas cubro las lentejas con agua. Utilizo sal gruesa para el remojo y el cocinado, por nada en especial, supongo que porque se lo vi hacer toda la vida a mi madre y he heredado su costumbre. Tanto es así que no sé calcular la sal si uso de la fina, quedándome muy sosas o muy saladas, así que hace ya tiempo que decidí que si me quedaban en su punto con sal gruesa, ¿para qué cambiar?.

Por aquí ya no quedan níscalos, las heladas nocturnas han acabado con ellos, pero repetiré las lentejas cuando vuelva a haberlos. Si por vuestra zona aún hay, no dudéis en hacerlas, os gustarán.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Todos los pesos en limpio

175 gr. de lentejas pardinas

55 gr. de cebolla

35 gr. de pimiento verde

50 gr. de tomate

200 gr. de níscalos

1 hoja de laurel

1/4 tsp de hierbas provenzales

sal gruesa

AOVE

ELABORACIÓN:

La noche antes, poner las lentejas en remojo con agua fría y un poco de sal gruesa.

Al día siguiente, escurrir las lentejas, enjuagar y reservar.

Cortar y desechar la parte terrosa del pie de los níscalos. Si están muy limpios, frotarlos delicadamente con un paño húmedo para eliminar tierra y restos vegetales y si no, lavarlos bajo el grifo con un hilo de agua y uno a uno, frotándolos con un cepillito para eliminar la suciedad e ir colocándolos en un escurridor. Una vez limpios y escurridos, cortar en trozos pequeños de tamaño similar y reservar.

Picar la cebolla muy menuda. Cortar el pimiento y el tomate en dados pequeños. Reservar.

Poner un fondo de aceite de oliva virgen extra en una cazuela y calentar a fuego medio. Agregar la cebolla y el pimiento verde y pochar. Cuando la cebolla empiece a estar blanda, agregar el tomate y cocinar el conjunto a fuego medio. En el momento que el tomate empiece a ablandarse, añadir las lentejas, la hoja de laurel y las hierbas provenzales, cubrir con agua máximo un centímetro por encima de las lentejas, añadir sal gruesa al gusto, tapar y llevar a ebullición.

Cocer ocho minutos a fuego suave e incorporar los níscalos. Remover, volver a tapar y una vez recupere el hervor, dejar que hierva unos 10-12 minutos o hasta que las lentejas estén cocinadas.

Rectificar de sal, si procede y servir. Mejoran de un día para otro.

A comer.