jueves, 30 de mayo de 2019

Mollejas (cachuelas) de pollo guisadas, en olla WMF


La cocina tradicional se basa, en su mayoría, en productos de la zona, cocinados con pocos ingredientes y con elaboraciones sencillas. Supongo que al no tener, como hoy en día, un fácil acceso a diversidad de materias primas, se cocinaba con aquello que se cultivaba, de ahí la típica base de cebolla, ajo y perejil que suelen llevan muchos guisos, aderezado muchas veces con el vino que se hacía en casa y con las aromáticas que crecían silvestres por la zona (romero, tomillo, etc.). Imagino también que la utilización de pimentón se debe a que éste se usaba para aderezar y conservar los productos de la matanza. Si preguntamos a nuestros mayores por los guisos que se hacían en sus casas, nos daremos cuenta que, según zonas, lógicamente, hay mucha uniformidad en cuanto a elaboraciones e ingredientes y casi siempre con los parámetros indicados.

La receta de hoy es fiel reflejo de lo que digo. Me la dió mi amiga Narci y es como las ha hecho su madre toda la vida. Quedan muy buenas y con esa textura tan propia de las mollejas, también llamadas cachuelas, según la zona (aunque en Extremadura la cachuela creo que es otra cosa) y seguramente tengan más nombres que no conozco.

Supongo que todo el mundo lo sabe, pero por si alguien no, la molleja es el estómago del pollo. Ahora los pollos enteros los venden limpios, pero hasta no hace mucho, se vendían con el corazón, la molleja y el hígado incluidos. La molleja no venía limpia y lógicamente, antes de cocinarla, había que vaciar su interior. Se cortaba por un costado hasta llegar al interior, que siempre estaba lleno de las semillas que había comido el pollo, se daba la vuelta como un calcetín y se le quitaba la piel interior, que es fina, dura y no comestible, que salía muy bien tirando de ella como cuando tiras de la piel de un melocotón, por ejemplo. Si alguien cría pollos para consumo propio o tiene la suerte de poder comprar alguno al criador, sabe de lo que hablo.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.



INGREDIENTES:


1 kgr. de mollejas de pollo

270 gr. de cebolla tierna

2 dientes de ajo grandes

1 ramita de perejil

1 hoja de laurel

8 gr. de pimentón agridulce de La Vera (IGP)

sal y aove



ELABORACIÓN:


Lavar una a una las mollejas, retirando los restos de grasa, suciedad o tejido interno que puedan tener. Dejarlas enteras o partidas a la mitad si son muy grandes. Colocarlas en un escurridor para que pierdan el exceso de agua.

Picar la cebolla en brunoise y reservar.

Pelar los ajos, retirar el germen si lo tuvieran y laminar. Reservar.

Lavar el laurel y el perejil. Picar éste último y reservar ambos.

Poner un fondo de aceite de oliva virgen extra en la olla WMF y calentar. Cuando alcance temperatura, introducir en la olla la cebolla, los ajos, el perejil, el laurel y un poco de sal y pochar a fuego bajo hasta que la cebolla se ponga blanda. Subir el fuego para que tome más temperatura, con cuidado de no quemar la cebolla y añadir las mollejas y sal. Rehogar sin dejar de remover e incorporar el pimentón. Continuar removiendo para rehogar el conjunto por igual. En este punto, las mollejas deberían empezar a soltar agua; si no fuera así, incorporar medio vaso (de los de vino) de agua (no poniendo más porque luego el guiso va a soltar bastante líquido), tapar la olla y llevar a ebullición. Cocer 15 minutos desde que suba la válvula por completo. Apagar el fuego y dejar que pierda toda la presión antes de abrir la olla.

Pinchar una molleja para comprobar el punto de cocción. Si no estuvieran tiernas, cerrar la olla y cocer otros cinco minutos.

La salsa ha de quedar espesa. Si al abrir la olla estuviera demasiado líquida, ponerla al fuego y cocer a fuego fuerte sin tapar para que coja consistencia.

Rectificar de sal y servir.

A comer.


sábado, 25 de mayo de 2019

Tortillitas

 
Mi madre tiene unas manos que para mí las quisiera. Lo mismo cose, que hace punto de cruz o encaje de bolillos, ganchillo, punto, cualquier labor de aguja en general y toda suerte de manualidades y por supuesto, cocina de maravilla. Muchas de sus elaboraciones son celebradas por propios y extraños y entre las más populares, se encuentran estas tortillitas. Tengo una prima que reside en Estados Unidos y en las navidades del año pasado, que pudo pasarlas en España, le pidió a mi madre que se las cocinara. Resultaba gracioso oirle decir a mi prima que una de las cosas en las que pensó durante el viaje era en las tortillitas de su tía.
 
Se trata de una receta sencilla: unas crêpes rellenas de una bechamel con atún y tomate. Un plato económico, resultón y que creo que le gusta a todo aquél que las prueba. Es entretenido, no lo voy a negar, pero como se pueden congelar, ya que te van a llevar mucho rato, conviene hacer una buena cantidad. Bueno, mucho rato a mí, porque hay que ver a mi madre hacer crêpes con dos sartenes a la vez e ir rellenándolas todas al mismo tiempo. Y si haces algún comentario sobre lo entretenidas que son, siempre te dirá, indefectiblemente: “¡pero si se hacen en un momento!”. No sé, yo debo ser muy lenta cocinando o muy torpe, porque me llevan un rato largo. También es verdad que a mí cocinar me relaja y si puedo, me lo tomo con calma, para disfrutarlo como si fuera un hobby, aunque esté haciendo la comida del día siguiente.

Me encantaría que alguien hiciera esta receta y me lo contara, porque, aunque las fotos (cómo no) no le hacen justicia, están muy ricas. Sería como un pequeño tributo a mi madre. Por cierto, se llama Nati.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.
 
 
INGREDIENTES:

* Crêpes (20-21 crêpes de 15 cm. de diámetro, aproximadamente)

175 gr. de harina
200 ml. de leche desnatada
180 ml. de agua
45 ml. de aceite de girasol
3 huevos talla L
sal

* Relleno:

120 gr. de cebolla
60 gr. de salsa de tomate espesa
240 gr. de atún en aceite (peso escurrido)
60 ml. de aceite
50 gr. de harina
400 ml. de leche desnatada
sal

mantequilla para la sartén


ELABORACIÓN:

De las crêpes:

Disponer en el vaso de la batidora de brazo los huevos, la harina, el agua, la leche, el aceite y la sal y batir hasta homogeneizar. Dejar reposar media hora en el frigorífico para que se hidrate la harina.


Del relleno:

Picar la cebolla menuda, añadir un poco de sal y pocharla a fuego suave en una sartén amplia y honda con 30 ml. de aceite.
 
Cuando la cebolla esté blandita y transparente, colocarla en un lateral de la sartén, poner en el lado contrario los otros 30 ml. De aceite, subir el fuego, cuidando que la cebolla no se queme, incorporar la harina y rehogar hasta que adquiera un todo dorado. Mezclar entonces con la cebolla y agregar la mitad de la leche y sal. Remover bien para desleir la harina y cuando ya no queden grumos (será un poco difícil de apreciar por la cebolla), agregar el resto de la leche y llevar a ebullición suavemente sin dejar de remover. No es aconsejable poner toda la leche desde el principio porque resulta más fácil disolver la harina con menos líquido. Hervir un par de minutos y añadir la salsa de tomate, continuar cociendo otros cinco minutos para que tome sabor y agregar el atún desmenuzado. Remover para distribuirlo bien, rectificar de sal y cocer otros cinco minutos. Tiene que quedan una textura menos espesa que el relleno de unos canelones y teniendo en cuenta que espesará al enfriar.
 
Apartar del fuego y dejar templar, removiendo de vez en cuando para que no se seque la superficie del relleno. Si no tenemos prisa, tapar a piel con papel film alimentario y dejarlo templar. No es conveniente que el relleno enfríe del todo, ya que resultará menos manejable.
 
 
De la fritura de las crêpes y rellenado:

Sacar del frigorífico la masa de las crêpes y remover con una cuchara, ya que la harina se habrá precipitado al fondo de la preparación. Untar de mantequilla con una brocha de silicona la sartén elegida y calentarla a fuego fuerte. Cuando esté bien caliente, verter en la sartén aproximadamente 22 ml. de masa y mover la sartén para distribuir la masa uniformemente por todo el fondo. Cuando al mover la sartén la crêpe se despegue, ya estará lista para darle la vuelta. Freír por el otro lado sin agregar mantequilla y sacar a un plato cuando las burbujas de aire caliente que se forman debajo de la masa la levanten. Repetir la operación hasta acabar con la masa, engrasando cada vez con mantequilla la sartén y removiendo igualmente cada vez la masa de las crêpes antes de coger la cucharada que se vaya a freír.

En lo que se hace un crêpe en la sartén, distribuir en la que se acaba de hacer el relleno al gusto, enrollar e ir colocando en una fuente o si se prefiere, hacer primero todas las crêpes y luego rellenarlas.

Degustar templadas o frías.

A comer.


lunes, 20 de mayo de 2019

Pollo a la mostaza de estragón


El primer libro de cocina que compré fue “1.069 recetas”, de Karlos Arguiñano. Ahora que miro el año de edición veo que es de 1996. Sabía que habían pasado muchos años, pero al ver la fecha escrita y hacer el cálculo de los años, una es más consciente de los 23 años pasados. Toda una vida, como se suele decir.

El libro tiene un formato parecido al archiconocido “1.080 recetas de cocina” de Simone Ortega, tanto en el tamaño como en la presentación de las recetas. Son en su mayoría muy sencillas y con no muchos ingredientes, que van desde explicaciones breves y concisas (como las cinco líneas de las anchoas a la cazuela con cebolla) a otras más largas e igualmente precisas (como la poco más larga de media página del pollo escalfado a la sidra).

La verdad que no he hecho muchas recetas de este libro, pero la que traigo hoy me acompaña desde que lo compré. Cuando mi repertorio “cocineril” era más pequeño, este pollo era una de mis elaboraciones estrella. Hoy ya tiene que competir con otros muchos platos, pero sigue estando en lo alto del ranking.

La receta está apenas modificada de la que viene en el libro.

Preparad una hogaza de pan...

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.
  


INGREDIENTES


3 cuartos traseros de pollo

250 gr. de cebolla

60 gr. de salsa de tomate espesa

65 gr. de mostaza al estragón (yo, Mostaza Diáfana al estragón de Louit)

30 gr. de harina

agua

sal y aceite

 

ELABORACIÓN


Lavar, escurrir y salar por ambas caras los cuartos traseros de pollo. Freírlos en una sartén amplia con un buen fondo de aceite. Sacar el pollo a una cazuela y reservar.

Picar la cebolla menuda, salar y pochar en la sartén donde se ha frito el pollo. Cuando esté hecha, añadir la salsa de tomate, rehogar cinco minutos, agregar la harina y rehogar el conjunto. Incorporar dos vasos de agua, desglasar los jugos y llevar a ebullición. Cuando empiece a hervir, añadir la mostaza cuidando de disolverla bien. Incorporar el contenido de la sartén a la cazuela donde esté el pollo, agregar más agua hasta cubrir por completo la carne, tapar la cazuela y cocer media hora o hasta que el pollo esté tierno.
 
Si se desea, sacar el pollo de la cazuela, dejar que la salsa enfríe y desgrasar en todo o en parte. Si se quiere una salsa más espesa, ponerla a reducir a fuego fuerte. También se puede pasar con la batidora para deshacer la cebolla y espesarla.

Rectificar de sal y servir.

Mejora de un día para otro.

A comer.

















miércoles, 15 de mayo de 2019

Liebre al vino tinto


Tuve la suerte la pasada temporada de caza de que me regalaran dos liebres. Digo suerte porque lo habitual por esta zona, es que las liebres que se cazan las coman la cuadrilla de cazadores que las mató, para lo cual se reúnen normalmente en una bodega familiar para cenar la liebre. Son las típicas reuniones de hombres a las que no suelen acudir mujeres, no por nada, sino porque son reuniones de cazadores y no hay muchas mujeres que cacen.

Cocinar una liebre requiere de cierta experiencia. Es una carne muy firme y sabrosa que exige mimo y atención en su preparación y que a mí tal vez sea de las carnes que más me ha costado cogerle el punto, porque como dicen por aquí, una liebre mal guisada no hay quien la coma. Es tan particular, que no queda bien cocinada en la olla rápida, obteniéndose los mejores resultados con una cocción lenta tradicional. No sé como admitirá las nuevas técnicas de cocina, como la cocción al vacío a baja temperatura, pero seguramente le vaya bien.

La receta de hoy es la de mi suegra. Una preparación sencilla bastante condimentada, porque es lo que necesita esta carne, un aderezo que la acompañe y complemente, fuerte y con carácter, que realce su sabor sin que pierda identidad y yo creo que esta receta lo consigue.

En cuanto al vino (*), aconsejo encarecidamente utilizar un vino tinto con sabor fuerte, como puede ser un Toro o un Somontano y nunca un vino suave o joven porque mucha parte del éxito de esta receta está precisamente en el vino: un reserva la va como anillo al dedo o mejor aún, para quien tenga la oportunidad, un vino “de casa”, es decir, del que todavía siguen haciendo algunas familias con las uvas de las viñas propias. Merece la pena.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.


INGREDIENTES:


1 liebre con su hígado (la mía pesó, una vez limpia, 1'900 kgr.)

230 gr. de cebolla

2 dientes de ajo grades

tbs. de pimentón agridulce de La Vera (DOP)

20 granos de pimenta negra

1/8 tsp. de pimenta negra molida

1/4 tsp.  de nuez moscada molida

3 hojas de laurel

500 ml. de vino tinto de D.O. Toro *

500 ml. De agua

sal y AOVE


ELABORACIÓN:

Lavar con agua fría (ayudará a desangrar el animal) y minuciosamente la liebre y su hígado. Secar con papel de cocina, trocear, salar y reservar por separado la liebre y el hígado.
Pelar los dientes de ajo, eliminar el germen si lo tuvieran, laminar y reservar.
Picar la cebolla en cuadrados medianos y reservar.
Disponer un fondo de aceite de oliva virgen extra en una sartén pequeña y añadir los ajos. Llevar la sartén al fuego y confitar los ajos a fuego lento. Cuando empiecen a ponerse blandos, subir ligeramente la temperatura y agregar el hígado troceado. Freir el conjunto removiéndolo suavemente y procurando que los ajos no tomen color y que el hígado no se tueste, sino que se vaya haciendo despacio. Una vez cocinado el hígado, poner todo contenido de la sartén en un mortero y machacar hasta obtener una pasta. Reservar.
Poner a calentar una cazuela donde quepa holgadamente la liebre, con un buen fondo de aceite de oliva virgen extra. Cuando alcance temperatura, incorporar la cebolla y la liebre y regohar a fuego medio-alto. Cuando la carne cambie de color, añadir el vino y el agua, de tal forma que queden cubiertas todas las tajadas. Dependiendo de la cazuela elegida, tal vez haga falta más líquido. Si fuera así, agregar más vino y agua, a partes iguales, hasta cubrir por completo la liebre.
Añadir a la cazuela el laurel, las dos pimientas, la nuez moscada, el pimentón agridulce y la pasta de hígado y ajo. Tapar y poner a cocer a fuego suave de dos horas y media a tres horas.
El tiempo de cocción dependerá del tamaño de la liebre y de su edad. Comprobar la textura de la carne cuando lleve cociendo dos horas y media, pinchando para ello con una brocheta una de las tajadas de la zona de los riñones, ya que éstas son las más secas y duras. La brocheta ha de entrar con facilidad. Si todavía no estuviera cocida, seguir cocinando y controlando la cocción cada 30 minutos.
Cuando alcance la textura deseada, retirar del fuego, rectificar de sal y dejar reposar 24 horas antes de consumir.
A comer.


viernes, 10 de mayo de 2019

Timbal de pavo y berenjena


Le he robado descaradamente esta receta a Marisa, aunque para que no fuera exactamente igual, le he hecho algunos cambios: he utilizado pavo, he cambiado el vinagre (el que ella usa no lo encontré en ninguna tienda) y las especias y he eliminado el tomate, porque así, crudo, mi pareja sólo lo tolera en mi plato y en el pastel de calabacín. No tengo cocotte, así que he adaptado la forma de cocinar a mis utensilios. Pasaros por el blog de Thermofan para ver su receta.

El guiso ha quedado muy bueno aunque para otra vez eliminaré el maíz, porque la verdad, a mí el maíz ni fu ni fa. Imagino que estará mejor con maíz natural, pero es que tampoco me convence y sabía que si lo compraba el que no utilizara corría el riesgo de acabar en la basura y eso sí que no.

Queda un poco escaso de salsa y es una lástima, porque está realmente buena.

La mezcla de especias cajún la compré a granel, así que no puedo decir qué lleva, aparte de sal (que supongo usa el fabricante como antiapelmazante) y algún componente picante. Para quien quiera saber algo más sobre la mezcla de especias cajún y sobre la comida cajún, puede leerlo aquí.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.


INGREDIENTES:


500 gr. de jamoncitos de pavo (peso en limpio)

2 dientes de ajo medianos

80 gr. de maíz en conserva

10 ml. de crema de vinagre balsámico de Módena (I.G.P.) con frambuesa

90 gr. de pimento rojo asado

1 yogur natural desnatado sin azúcar

30 ml. de nata para cocinar (18% materia grasa)

135 gr. de berenjena

1 tsp.  de mezcla de especias cajún

sal y AOVE


ELABORACIÓN:


Cortar la berenjena en rodajas de medio centímetro, aproximadamente. Disponer la berenjena en un plato formando capas, añadiendo sal a cada una de las capas y dejar que sude al menos media hora para que pierda amargor. Pasado ese tiempo, lavar bajo el grifo y colocar en un escurridor. Reservar.

Si no lo estuvieran, deshuesar los jamoncitos de pavo. Eliminar la piel y los tendones y limpiar de grasas. Partir en trozos cuadrados regulares de unos cuatro centímetros de lado. Salar y reservar.

  • Los huesos del pavo no se tiran (la piel y tendones, sí). Colocarlos en la olla rápida junto con 400 ml. de agua y sin sal y cocer durante 15 minutos contados desde que suba la válvula por completo. Dejar que pierda toda la presión antes de abrir, colar el caldo, dejar que se enfríe, desgrasar, introducir en un recipiente apto para el congelador, etiquetar y congelar. Yo no le pongo ni sal ni ninguna verdura para que así tenga un sabor más neutro y no entre en conflicto con el sabor del guiso en el que lo vaya a utilizar.

Pelar los ajos, quitar el germen si lo tuvieran y laminar. Reservar.

Escurrir el agua de vegetación del maíz. Reservar.

Poner un fondo de aceite de oliva virgen extra en una sartén amplia. Cuando alcance temperatura, añadir el pavo y dorar ligeramente. Agregar el maíz escurrido, los ajos picados y la crema de vinagre de frambuesa, tapar y cocer 25 minutos a fuego suave.

Precalentar el horno a 200º C con calor arriba y abajo.

Sacar el pavo a una fuente de horno tipo Pirex con tapadera o una cazuela con tapadera que pueda ir al horno. Reservar tapado para que no pierda temperatura.

Batir el yogur y añadirlo a la sartén donde se cocinó el pavo. Agregar la nata y las especias cajún y desglasar los jugos. Rectificar de sal e incorporar el conjunto a la fuente del pavo.

Secar la berenjena con papel de cocina y colocarla encima del pavo en una o dos capas (dependerá del tamaño de la fuente y del número de rodajas). Disponer el pimiento asado encima, rociar con un hilo de aceite de oliva virgen extra crudo, tapar la fuente o cazuela e introducir en el horno a media altura. Cocinar durante 25 minutos. Comprobar el punto de cocción con una brocheta, dejándolo unos minutos más si todavía no estuviera tierno.

Emplatado:

Disponer en cada plato una rodaja de berenjena. A continuación colocar pimiento rojo y pavo, otra rodaja de berenjena, pimiento y pavo y finalizar con berenjena. Salsear y servir.

O más sencillo: presentar el pavo con su salsa acompañado de unas rodajas de berenjena y unos trozos de pimiento.

A comer.
 

domingo, 5 de mayo de 2019

Champiñones al ajillo-limón


La gracia de estos champiñones está en el limón. Si no, no son más que unos simples champiñones al ajillo. Tienen que saber a limón y mucho, así que si el limón es poco ácido, añadir más de lo que indica la receta. Admiten el recalentamiento en microondas a temperatura suave, pero están mucho mejor recientes.
 
No soporto las comidas aceitosas y los champiñones, como la mayoría de las verduras, actúan como una esponja, absorbiendo mucho aceite, por eso utilizo siempre una sartén pequeña para confitar los ajos (que también absorben aceite de lo lindo), utilizando de esa manera poco aceite. Reconozco que no es muy ortodoxo, pero es como yo lo hago. Eso sí, los amantes del aceite, que no se corten.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.


INGREDIENTES:
 

450 gr. de champiñones frescos

3 dientes de ajo grandes

la piel de medio limón

30 ml. de zumo de limón

50 ml. de agua

una rama de perejil

aceite y sal

 
ELABORACIÓN:
 

Lavar bajo el grifo con un hilo de agua y uno a uno los champiñones, frotándolos con un cepillito para eliminar restos de tierra. Ir colocándolos de pie en un escurridor.

Pelar los dientes de ajo, eliminar el germen y picar finos. Reservar.

Cortar y desechar la parte inferior del pie de los champiñones y cortarlos en seis u ocho trozos según tamaño. Reservar.

Lavar, secar con papel de cocina y picar fino el perejil. Reservar.

En una sartén pequeña poner un fondo de aceite y añadir los ajos picados, en frío. Llevar la sartén a fuego bajo y confitar los ajos lentamente sin que se doren. Cuando ya estén hechos, volcar el contenido de la sartén pequeña en otra más grande y honda donde quepan holgadamente los champiñones, agregar éstos y el agua. Poner la sartén a fuego medio-alto, salar ligeramente y remover con delicadeza. Colocar un tapadera y cocer treinta minutos, aproximadamente, removiendo de vez en cuando.

Mientras, lavar el limón. Exprimirlo hasta obtener 30 ml. de zumo y reservar.

Rallar la mitad de la piel de limón y añadirla a la sartén donde se están haciendo los champiñones.

Pasada la media hora de cocción, comprobar los champiñones. Si no estuvieran hechos, dejarlos cocer otros cinco minutos y volver a comprobar. Cuando estén, añadir el zumo de limón, subir el fuego y cocer un minuto. Añadir el perejil picado, remover y servir inmediatamente.

A comer.


miércoles, 1 de mayo de 2019

Crema tibia de mejillones al curry


Tenia un trozo de calabaza en el frigorífico a punto de pedirme el teléfono de un psicólogo porque no entendía porqué el resto de compañeros de nevera iban y venían y a ella nunca le tocaba; un montón de calabacín congelado al que no veo el modo de dar salida, unos pocos de mejillones congelados que no me llegaban para nada y una botellita de agua de cocer mejillones también congelada. Y después de darle unas cuantas vueltas al magín  salió esta crema. Que está mal que yo lo diga, pero, ¡qué buena ha quedado! (si a mi no me hubiera gustado, por supuesto que no aparecería por aquí). La hubiera preferido menos espesita pero no tenía más agua de cocer mejillones y no quería añadir más agua del grifo para no rebajarle el sabor al molusco, ya que éste es bastante sutil, como el de el curry.
 
Naturalmente me sobró, porque en casa los platos de cuchara, salvo algunos muy concretos, sólo los como yo y al día siguiente, los sabores estaban más reforzados pero igualmente suaves y equilibrados.

Con estas cantidades, sale un litro de crema, aproximadamente.

Y como cabría esperar, esta cremita es mi aportación de mayo al proyecto de Marisa de Thermofan  1+/-100, desperdicio 0


que, hablando con sinceridad, la ideé pensando en ella, porque salvo las patatas, todo eran sobras o restos. Ya se que me repito, pero si alguien no conoce su blog, que se de un paseíto por él, tiene muchas recetas ricas, sencillas y saludables.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.


INGREDIENTES:


200 gr. de calabaza (peso en limpio)

400 gr. de calabacín preferiblemente verde claro (peso en limpio)

200 gr. de patata (peso en limpio)

140 gr. de carne de mejillón congelada (peso sin concha)

170 ml. de agua de cocer mejillones

50 ml. de agua

20 ml. de aceite de oliva virgen extra

1 tsp.  de curry en polvo

sal



ELABORACIÓN:


Descongelar con antelación los mejillones y el agua de cocción, en el caso de tenerla congelada.

Lavar las hortalizas. Pelar la patata y la calabaza y el calabacín si se desea (yo no lo hago), cortarlos en trozos grandes y disponerlos en el accesorio de cocción al vapor de la olla rápida.

Poner en la olla 50 ml. de agua y otros 50 ml. de agua de cocer mejillones, colocar en su interior el cestillo con las hortalizas, cerrar y llevar a ebullición. Cocer 6 minutos contados desde que suba la válvula del todo. Apagar el fuego y dejar que la olla pierda toda la presión antes de abrirla.

Introducir el contenido de la olla en el vaso de la batidora, agregar los mejillones y los otros 120 ml. de agua de cocer mejillones y triturar con la batidora de brazo hasta obtener un puré fino. Reservar.

Poner a calentar el aceite de oliva en una sartén. Cuando alcance temperatura, añadir el curry en polvo y rehogar. Apartar del fuego, dejar que temple e incorporarlo al vaso donde está la crema. Batir nuevamente hasta homogeneizar y rectificar de sal, si procede.

Servir templada.

A comer.