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lunes, 13 de febrero de 2023

Ensalada de quinoa, edamame y granada

Seguro que conocéis el término “superalimento”, ese palabro (creo que la RAE no lo reconoce) inventado para definir a una serie de alimentos que se suponen que son el no va más, vamos, que sólo con ponerte al lado del alimento en cuestión ya notas cómo se te quitan las arrugas y te vuelves más delgad@ y más alt@. Bromas aparte, es innegable que hay alimentos con mayor valor nutricional que otros y la ensalada de hoy viene cargadita de ellos: quinoa, edamame, granada... Si hacéis caso de internet, en realidad absolutamente todos los que integran esta ensalada son superalimentos y es que el término se ha puesto tan de moda, que si quieres vender, o pones la etiqueta de superalimento o no te comes un rosco. O eso dicen los gurús del marketing...

Esta ensalada es un compendio de sabores, neutros (quinoa, palmito y edamame), dulces (pimiento), amargos (yogur), picantes (pimienta y jengibre) y ácidos (granada), texturas crujientes (quinoa, pimiento y granada) y mantecosas (edamame) y por supuesto, de colores, siendo aquí donde entra el huevo, que hace muy mono pero que en verdad no aporta demasiado a la ensalada, pues ni tiene mucho sabor ni una textura definida, pero eso sí, luce mogollón. Podéis presentarla con todos los ingredientes por separado, otra cosa muy de moda, por cierto, o hacer un totum revolutum como toda la vida. Optéis por lo moderno o lo clásico, hacedla, está realmente rica y además es muy saciante y completa. Y tueable (otro palabro) a más no poder ya que al predominar los sabores neutros, admite cualquier otro sabor que le pongáis. Imaginación al poder, que le dicen.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

40 gr. de quinoa blanca

45 gr. de edamame en conserva

50 gr. de pimiento amarillo

30 gr. de semillas de granada

20 gr. de palmito en conserva

1 huevo de codorniz

sal

*Para el aliño:

5 tbs de yogur natural tipo griego sin azúcar

1/8 tsp de pimienta negra molida

1/8 tsp de jengibre seco molido

ELABORACIÓN:

*Del aliño:

Mezclar en un recipiente el yogur, la pimienta negra y el jengibre. Reservar en lugar fresco.

*De la ensalada:

Llevar a ebullición un cazo con agua y abundante sal. Cuando empiece a hervir, incorporar delicadamente el huevo de codorniz y cocer tres minutos y medio desde que el agua recupere el hervor. Para refrescarlo, introducirlo en un cuenco con agua muy fría hasta que esté completamente frío. Pelar con cuidado y reservar.

Lavar el edamame y escurrir. Reservar.

Lavar y secar el pimiento amarillo. Eliminar pedúnculo, semillas y nervaduras y cortar en dados de tamaño similar a las habas de edamame. Reservar.

Secar el palmito y cortar en rodajas. Dejar a un lado.

Lavar la quinoa hasta que el agua salga limpia. Llevar a ebullición un cazo con abundante agua con sal, añadir la quinoa lavada cuando rompa a hervir y cocer 10 minutos a fuego medio contados desde que recupere el hervor. Escurrir, esponjar con un tenedor y dejar enfriar a temperatura ambiente.

Disponer en un plato la quinoa, el edamame, el pimiento, la granada y el palmito, sin mezclar los ingredientes (o todo revuelto, al gusto). Poner en un lado el huevo de codorniz partido al medio y en otro un poco del aliño. Servir con el resto del aliño a parte.

A comer.

martes, 5 de abril de 2022

Muffins de mandarina y semillas de amapola

Últimamente tengo ganas de magdalenas o muffins o cupcakes, lo mismo me da. He probado dos o tres recetas nuevas que no me han convencido, tanto que unas se fueron directamente a la basura pues resultaron incomibles, eso que la fuente se suponía fiable y por una vez, cosa rara en mí, seguí la receta al pie de la letra. Como no tenía ganas de otro fracaso, consulté el muy fiable Pasteles, pastas, galletas, merengues, tartas, panes dulces y salados, apunté la receta (nunca me veréis cocinando con un libro de cocina abierto en la encimera, qué disgusto si se mancha), hice alguna pequeña modificación y aquí tenéis estos muffins, crujientes y perfumados, que me han quitado un poco, sólo un poco, las ganas de magdalenas. Porque seguramente pruebe otra receta nueva en breve, pues me pasa a veces que cuando algo me apetece mucho, principalmente dulce, para que os voy a engañar, tardo en verme satisfecha y tiendo a cocinar recetas de la misma clase o con el mismo ingrediente en poco tiempo. Me pasa mucho con el chocolate, que o bien no me acuerdo de él o no me lo puedo quitar de la cabeza y como obsesionarse con algo no es bueno, pues chocolate para varias semanas. Es por salud mental, ya sabéis, mens sana in corpore sano...

Mi idea inicial fue hacer un poco de glaseado con el zumo de mandarina que me sobraba y adornar los muffins con él, no sólo porque estéticamente quedan mejor sino también para reforzar el sabor de la fruta, que yo no distingo mucho, aunque se nota que algo lleva. Ocurrió que en lo que se humedecía la masa fui recogiendo trastos y me bebí el zumo porque se me olvidó lo que tenía pensado hacer, aunque si soy sincera, no ha sido hasta que me he puesto a escoger fotos que me he dado cuenta que faltaba el glaseado... ¡Ay, qué cabeza!.

Aquí os dejo la receta para que la hagáis si os apetece. Yo me voy a preparar un cafecito bien caliente, que con las temperaturas tan frías con las que nos está obsequiando abril apetece más que una cerveza y para que no se sienta solo, lo acompañaré con un par de muffins, ahora que no me ve nadie...

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para 18 unidades, todos los ingredientes a temperatura ambiente

250 gr. de harina de trigo de todo uso

30 gr. de harina integral de trigo

10 gr. de impulsor químico (tipo Royal)

200 gr. de azúcar blanquilla

30 gr. de azúcar vainillada

1 pizca de sal

20 gr. de semillas de amapola

1 tsp de ralladura de piel de mandarina

60 gr. de margarina vegetal

1 huevo tamaño L

200 ml. de leche desnatada

50 ml. de nata con 18% de materia grasa

50 ml. de zumo de mandarina sin filtrar

* Y además:

1-2 bandejas para hornear magdalenas

cestillos de papel para magdalenas de 5 cm. de base

ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos, temperaturas, fuentes de calor y posición de la bandeja en el horno que se indican, son los que funcionan en mi horno. Como no hay dos hornos iguales (ni siquiera siendo de la misma marca y modelo), cada cual deberá adaptar la forma de cocción a su horno, aunque probablemente las correcciones habrán de ser mínimas.

Preparar una o dos bandejas de hornear con 18 cestillos de papel y reservar.

Derretir a fuego bajo la margarina y dejar templar. Reservar.

Precalentar el horno a 220º C con calor arriba y abajo.

Tamizar juntos en un cuenco grande las harinas, los azúcares, el impulsor y la sal. Añadir al cuenco el salvado que quede en el cedazo. Incorporar las semillas de amapola y mezclar. Proceder de igual modo con la ralladura de mandarina. Hacer un hueco en el centro y reservar.

En otro cuento, cascar y batir el huevo. Añadir la margarina, la leche, la nata y el zumo de mandarina. Mezclar.

Verter la mezcla líquida en el hueco practicado en el cuenco de los ingredientes secos y dejar reposar 5 minutos para que se vayan humedeciendo. De esta forma luego habrá que remover menos la mezcla, ya que hacerlo en exceso perjudica la textura final de los muffins, volviéndolos gomosos.

Mezclar cuidadosamente con la ayuda de una lengua de cocina y de abajo a arriba, justo hasta que dejen de verse los ingredientes secos, cercionándose de que no quedan restos de ellos en el fondo del cuenco. Dejar reposar la masa 10 minutos.

Distribuir la masa en los cestillos preparados e introducir en el horno, colocando la rejilla en la zona intermedia del mismo. Hornear 15 minutos a 220º C con calor sólo por abajo. Comprobar el punto de cocción pinchando con una brocheta el centro de uno de ellos. Si no saliera seca, hornear dos minutos más. Es preferible que el interior quede ligeramente tierno a sobrecocerlos.

Sacar del horno y desmoldar pasados cinco minutos. Disponerlos en una rejilla hasta que se enfríen.

Conservar, una vez completamente fríos, en un recipiente hermético.

A comer.

viernes, 1 de abril de 2022

Puré de alubias pintas con anís verde (matalahúva) en olla WMF

Vivo en una comarca que es extraordinaria para el cultivo de legumbres, muy conocida por los garbanzos, que tradicionalmente se han cultivado de forma mayoritaria y que en la actualidad cuentan con la I.G.P. “Garbanzo de Fuentesaúco”, siendo la única legumbre de aquí cuya comercialización está extendida por el territorio nacional. De forma local se pueden adquirir a pequeños agricultores lentejas y alubias de varias clases que en calidad nada tienen que envidiar a los garbanzos, pero es que el terreno ama a cualquier tipo de legumbre (los guisantes son pura delicia) tanto como a las vides y a los espárragos. Es por eso que en casa consumimos legumbre local, pero en una ocasión en que no tenía alubias pintas me vi tentada por una oferta 2x1 de una conocida marca de legumbres y las compré. En mala hora lo hice, creo que nunca he comido alubias tan ásperas, duras e insípidas. A trancas y barrancas las fui comiendo, pero al final se me hicieron viejas y quedaron relegadas a un rincón de la despensa.

Harta de mover el paquete de alubias de un lado para otro, he estado tentada de tirarlo más de una vez, pero ya sabéis que no soporto tirar comida, así que volvía a su sitio esperando que algún día me decidiera a poner unas pocas en remojo, día que no llegaba nunca pues no me apetecía comer algo que no me gustaba. En el último arrebato de “si no te las vas a comer, tíralas” me acordé de repente de los purés que hacía mi madre cuando era cría, aquéllos que mi hermana y yo llamábamos “de frigorífico” porque, además de los ingredientes que utilizaba para hacerlos, aprovechaba las verduras y hortalizas menos lozanas del cajón de la nevera, las hojas exteriores de berzas y repollos y legumbres viejas. No era una receta exacta, dependía de las existencias de ese momento y era precisamente en eso en donde estaba la gracia, en que cada vez sabían distintos y siempre ricos. Tanto era así, que solíamos pedirle que hiciera “puré de frigorífico”, pues lo preferíamos por encima de cualquier otro.

Animada por ese recuerdo, decidí darles otra oportunidad a las alubias. Las tuve en remojo 24 horas y cuando me dispuse a hacer el puré, al igual que hacía mi madre miré en el cajón de las verduras para ver qué se podía aprovechar y ahí estaban un trozo de coliflor y una manzana arrugada poniéndome ojitos. Si en mi última entrada os decía que me faltaba inspiración en la cocina, éste no fue el caso, enseguida supe qué añadir, qué quitar y cómo cocinar los ingredientes. Vale que la receta no tiene ninguna complicación, pero aún así no todo vale y el instinto y la experiencia te dicen lo que va o no a funcionar, como el anís verde o matalahúva, como también se le conoce, que aparte de aportar al puré sus propiedades carminativas, le proporciona un sabor dulce y anisado que casa muy bien con las alubias. Yo he triturado el anís con el resto de ingredientes, pero si no queréis hacerlo, preparad una muñequilla con las semillas o metedlas dentro de una bola para infusiones.

A mi padre le encantaban los picatostes tanto para sopas como para purés y nunca podían faltar. A mí en cambio es algo que nunca me ha hecho mucha gracia así que el elemento crujiente siempre lo sustituyo por semillas o frutos secos o por ambas, en este caso sésamo y pipas. Y el hilito de aceite de oliva virgen extra crudo, que no falte.

Siguiendo con mi costumbre de utilizar poca sal, no le he puesto ninguna, la que aporta la pastilla de caldo concentrado es para mí suficiente. Con las cantidades indicadas salen 800 ml. de puré, aproximadamente, ligeramente denso, suave y sedoso. No le añado más agua que la que utilizo inicialmente, para mí tiene la textura perfecta. Si se la queréis corregir, esperad a que se enfríe pues espesará ligeramente.

Siendo como es una receta de aprovechamiento, es también mi aportación mensual al proyecto 1+/- 100, desperdicio 0 que gestiona Marisa desde su blog Thermofan y que promueve la reducción del desperdicio de alimentos y el reciclaje y reutilización en general.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.
INGREDIENTES:

100 gr. de alubias pintas (peso en seco)

100 gr. de patata pelada, en 2-3 trozos

50 gr. de coliflor, en 2 trozos

40 gr. de cebolla cortada en plumas gruesas

75 gr. de manzana roja, con piel y sin pepitas, en 2 trozos

1/8 tsp de anís verde (matalahúva)

1 pastilla de caldo concentrado de verduras

1 hoja de laurel pequeña

500 ml. de agua

AOVE

semillas de sésamo negro y pipas de girasol peladas, para servir (opcional)

ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos de cocción que se indican lo son para una placa vitrocerámica de inducción. En el caso de utilizar otra fuente de calor (eléctrico, gas, halógeno), los tiempos variarán, debiendo ser adaptados. Lo mismo ocurre en caso de utilizar otra olla a presión o una cazuela convencional.

Poner las alubias pintas en remojo de agua fría con sal, al menos 12 horas antes o hasta 24 horas si son muy viejas.

Al día siguiente, tirar el agua del remojo de las alubias, lavarlas y dejar que escurran.

Poner un fondo de aceite de oliva virgen extra en la olla rápida WMF. Llevar al fuego y una vez esté el aceite bien caliente, añadir la cebolla y freír hasta que esté bien dorada. Apartar la olla del fuego y con el calor residual, saltear las semillas de anís durante 10 segundos. Agregar el agua, las alubias pintas escurridas, la patata, la coliflor, la manzana, la hoja de laurel lavada y la pastilla de caldo desmenuzada. Devolver la olla al fuego, llevar a ebullición y colocar la tapadera de la olla. Cerrarla.

Cocer 20-25 minutos, dependiendo de lo viejas que sean las alubias, contados desde que suba la válvula por completo. Apagar el fuego, retirar y dejar que pierda toda la presión antes de abrirla. Comprobar el punto de cocción de las alubias por si fueran necesarios unos minutos más.

Quitar la hoja de laurel y triturar el contenido de la olla con la batidora de brazo hasta que el puré esté fino y homogéneo. Rectificar de sal y densidad, si procede. Yo no añado ni sal ni más agua.

Disponer el puré caliente en los platos, regar con un hilo de aceite de oliva virgen extra cruda, añadir semillas de sésamo negro y pipas de girasol peladas y servir enseguida.

A comer.

sábado, 20 de noviembre de 2021

Pan de molde con semillas de lino y de amapola, en panificadora Lidl

Desempolvad la panificadora, aquélla por la que casi llegasteis a las manos en el súper, id a la despensa y buscad esas semillas que comprasteis para hacer aquélla receta (¿cúal era...?), comprobad que no están rancias o apolilladas (uf, importantísimo), mirad la fecha de caducidad de la levadura seca y disponeos a hacer este riquísimo pan, suave y con un puntito dulce, que lo mismo queda rico con queso viejo de oveja (menudo peligro), que con un buen jamón cocido o con jamón de pavo y tomate aderezado con aceite de oliva, sal rosa y pimienta negra. O aunque sólo sea por el placer de aspirar el olor a pan que impregna la cocina cuando se está horneando, que como diría mi abuela materna, eso también alimenta.

Dejad que se enfríe completamente para probarlo, no hagáis como yo que la impaciencia me hizo cortarlo antes de tiempo y es que ahora los panes tardan una eternidad en enfriarse y si nunca me distinguí por mi paciencia, con los años menos. También está muy bueno ligeramente templado, pero si la miga aún no ha perdido toda la humedad, se nota. Queda con una corteza en los lados y en la base muy crujiente, que es una lástima que haya que sacrificar al meterlo en una bolsa para alargar su frescura, aunque si sois tres o cuatro en casa, yo no lo metería en la bolsa ya que os va a durar poquito, aviso.

Es un pan que gana mucho al asentarse. Está mucho más rico el segundo día que el primero y no digamos el tercero. Personalmente me tengo que prohibir acercarme al pan, porque estos panes con semillas me gustan tanto que me los como a palo seco, me saben más ricos que un pastel y mira que soy golosa.

Os dejo, que me voy a dar un paseíto aprovechando los suaves rayos de sol de esta otoñal tarde de sábado, antes de que, según dicen, cambie radicalmente el tiempo y no saque la naricilla a la calle más de lo estrictamente necesario.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

400 gr. de leche desnatada a temperatura ambiente

30 gr. de miel

6 gr. de sal

60 gr. de mantequilla troceada, a temperatura ambiente

600 gr. de harina panificable (10-11% de proteína)

40 gr. de leche en polvo, desnatada

5'5 gr. de levadura de panadería seca activa

50 gr. de semillas de lino dorado

20 gr. de semillas de amapola

harina para espolvorear, tamizada

ELABORACIÓN:

Disponer en un bol la harina y la leche en polvo, mezclar con una cuchara y dejar a un lado.

Poner en un cuenco las semillas de lino y las de amapola y mezclar uniformemente. Reservar.

Sacar la cubeta de la panificadora e introducir los ingredientes por este orden: leche, miel, sal, mantequilla, mezcla de harina y leche en polvo y levadura seca.

Colocar la cubeta en el interior de la panificadora. Cerrar la tapa y conectar el aparato. Seleccionar el programa 2 (esponjoso), peso 1'250 kgr. y tueste medio.

Cuando la máquina emita los tonos de aviso para incorporar ingredientes adicionales a la mitad del segundo amasado, sin sacar la cubeta incorporar la mezcla de semillas, cerrar la panificadora y dejar que continúe con el programa.

Cuando la panificadora emita los tonos de aviso en la segunda fermentación, pulsar la tecla de parada, sacar la cubeta y con las manos húmedas quitar las palas amasadoras e introducir éstas inmediatamente en un bol con agua que las cubra para facilitar su posterior limpieza. Acomodar la masa procurando eliminar las posibles bolsas de aire que se hayan podido formar al sacar las palas, alisar someramente la superficie y espolvorear con un poco de harina. Colocar nuevamente la cubeta en la panificadora, dejar que la máquina se conecte sola nuevamente y continúe con el programa.

Una vez finalizado el programa, desconectar la panificadora, abrir la tapadera, desanclar la cubeta, desmoldar el pan y dejar enfriar por completo sobre una rejilla lejos de corrientes de aire.

Una vez frío, introducirlo en una bolsa de plástico para que se conserve tierno por más tiempo.

A comer.

viernes, 5 de noviembre de 2021

Pisto especiado con cous cous

Para compensar las últimas recetas dulces, hoy toca una de hortalizas, que, precisamente ligera no es, debido a la presencia del cous cous, pero éste también hace que sea un plato bastante completo y saciante. Y lo mejor, que está para chuparse los dedos. El plato no, porque la gracia es que el cous cous absorba la toda la salsa del pisto, por eso es preferible que quede con bastante salsa. Pero como todo, eso es cuestión de gustos.

Hablando de gustos, me encanta el pisto. Es de esos platos que hago principalmente en verano, cuando la huerta está a pleno rendimiento, abrumando con su acostumbrada superproducción. Aunque en casa sólo lo como yo, preparo grandes cantidades y lo congelo por raciones para poder así disfrutar de él todo el invierno. Casi me ha costado preparar la receta de hoy, veía las hortalizas cortadas y me parecía poquísimo, acostumbrada como estoy a preparar un cangilón. Aún así, para acompañarlo con cous cous, han salido cinco raciones, que no está mal.

¡Ay, el cous cous! Con lo que me gusta y el tiempo que hacía que no lo comía, pero lo “redescubrí” este verano y ahora casi se lo pongo hasta al café, como decimos en mi casa cuando un alimento o un condimento se lo añadimos a casi todos los guisos. Y eso que tenía un paquete en la despensa desde hace ni sé, pero ahí estaba, cogiendo solera.

Recuerdo perfectamente la primera vez que comí cous cous. Estábamos mi hermana y yo pasando unos días en Fuerteventura, en casa de una amiga suya y un día nos juntamos en su casa a comer un grupo de jóvenes (han pasado veinticinco años, en aquél entonces toooodooos éramos jóvenes), entre los que se encontraba una chica oriunda de un país africano que no recuerdo, la cual volvía a su tierra y para despedirse hizo ella la comida. Preparó una fuente enorme de cous cous con verduras, pollo y pasas que, como es costumbre, colocó en el centro de la mesa, a la vez que nos decía que en su país ese plato se comía con los dedos, aunque a nosotros, europeos remilgados, no nos iba a hacerlo comer de esa manera. Tampoco teníamos el pan plano con el que se suele comer, pero armados de nuestras cucharas dimos buena cuenta de la fuente, que duró un milisegundo, todo hay que decirlo y no porque estuviéramos especialmente hambrientos, sino porque el plato estaba riquísimo. Al ver la velocidad con la que habíamos dado buena cuenta del cous cous, la pobre chica se sintió mal pensando que la comida había sido escasa, pero creo que si hubiera hecho el doble, nos habría durado lo mismo. Estaba realmente delicioso y guardo un grato recuerdo de aquella comida.

No sé si mi subconsciente condicionó con este recuerdo la elaboración de este plato. Había estado cogiendo los casi últimos pimientos y tomates de la huerta y andaba pensando qué hacer con ellos. Recordé que tenía abierto un paquete de cous cous y la receta salió sola: pisto, especias y cous cous. ¿Pero qué especias? Pues hice lo que hago siempre, ir a la despensa, mirar todos los botes de especias y dejar que me inspiren. Cogí los que me pareció que le irían bien a la receta y como de costumbre, fui mezclando, oliendo (ésto es importantísimo) y probando. Casi no tuve que hacer ajustes, porque quería una mezcla suave de especias, que se fundieran con las hortalizas sin abrumarlas. Para mi gusto el pisto quedó perfecto, con una presencia evidente de las especias pero sin que éstas se adueñen del plato y que siguen apreciándose una vez mezcladas con el cous cous, el cual suaviza mucho su sabor.

Aconsejo no pelar el calabacín ni la berenjena, para que así se mantengan más enteros. El tomate no suelo pelarlo pues la variedad que cultivamos tiene una piel finísima que a mí no me estorba. Del mismo modo no le quito las semillas, pues apenas tienen y no me molesta su presencia en el plato. Pero como todo, a gusto del cocinero.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para el pisto (rinde cinco raciones, aprox.):

180 gr. de cebolla

200 gr. de pimiento verde

120 gr. de pimiento rojo

260 gr. de calabacín

225 gr. de berejena

325 gr. de tomate

1/4 tsp de semillas de cilantro

1/2 tsp de ras el hanout

1/8 tsp de jengibre molido

1/8 tsp de macis

AOVE

sal

*Para el cous cous, por ración:

50 gr. de cous cous precocido de grano medio

50 gr. de agua

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

*Del pisto especiado:

Machacar en el mortero las semillas de cilantro. Mezclar con el resto de especias y reservar.

Lavar la berenjena y cortarla en rodajas de 1'5 cm. de grosor. Espolvorear con sal para que pierdan parte del amargor y dejar a un lado mientras se preparan el resto de hortalizas. Si la berenjena es muy tierna, este paso no es necesario.

Eliminar las hojas exteriores y las raíces de la cebolla. Cortar en dados de un centímetro de lado, aproximadamente y reservar.

Lavar los pimientos y el calabacín. Eliminar tallos, semillas y nervaduras interiores de los primeros y despuntar el segundo, dejándolo con piel. Cortar pimientos y calabacín en dados de 1'5 cm. de lado, aproximadamente y reservar por separado.

Lavar y pelar el tomate. Eliminar las semillas y cortar en dados 1'5 cm. de lado, aproximadamente. Reservar.

Lavar las rodajas de berenjena para quitar la sal, secar con papel de cocina, presionando con suavidad para eliminar el máximo de humedad y cortar en dados de 1'5 cm. de lado, aproximadamente. Reservar.

Disponer un buen fondo de aceite de oliva virgen extra en una cazuela amplia y calentar a fuego medio-alto. Introducir la cebolla, agregar un poco de sal y rehogar hasta que empiece a ablandarse. Añadir entonces los pimientos, remover, tapar y cocinar hasta que empiecen a ablandarse ligeramente. Incorporar a la olla el calabacín y en cuanto empiece a cambiar de color introducir la berenjena, remover, tapar y cocinar dos minutos.

Echar a un lado las hortalizas e inclinar la olla en sentido contrario para que escurra el aceite. Añadir a ese aceite la mezcla de especias y rehogar diez segundos. Mezclar las hortalizas con las especias rehogadas, agregar el tomate, remover, tapar la cazuela y continuar cocinando diez minutos. Quitar la tapadera, comprobar el punto de cocción de las hortalizas y cocinar, destapado para que se consuma ligeramente la salsa, de cinco a diez minutos o hasta que las hortalizas estén a nuestro gusto. Rectificar de sal y reservar caliente.

* Del cous cous:

Disponer el cous cous en un cuenco. Llevar el agua a ebullición y en cuando arranque el hervor, verter sobre el cous cous, tapar y dejar reposar cinco minutos. Destapar, añadir sal al gusto y un chorrito de aceite de oliva virgen extra cruda y remover con un tenedor hasta que los granos de cous cous estén completamente sueltos.

*Del emplatado:

Poner el cous-cous en el plato. Practicar una ligera hondonada en el centro y colocar en éste unos 200 gr. de pisto. Servir inmediatamente.

A comer.

domingo, 5 de julio de 2020

Tortitas de avena con fiambre de jamón de pavo y pimiento asado y con calabacín, tomate y anchoa


Pensando en cómo darle salida a los copos de avena en una receta salada y aprovechando que me habían sobrado unas rodajas de calabacín y de tomate que había cortado para una pizza la noche anterior, que tenía un aguacate muy maduro, unos pimientos asados caseros descongelados ya desde hacía días y un resto de crema agria ligera, se me ocurrió preparar estas tortitas, que más de restos no pueden ser, la verdad, aunque bien es cierto que admiten cualquier cosa que les pongas encima, pues tienen un sabor bastante neutro.

No he puesto cantidades pues las hice con lo que me había sobrado, de hecho, una de ellas quedó un poco escasa de calabacín, pero no tenía más. También como éste lo había cortado para otra cosa, estaba un poco gordito y creo que hubiera quedado mejor más fino.

Si habéis asado en casa alguna vez pimientos rojos, sabréis que una vez hechos sueltan mucho jugo, más cuanto más maduros están y que tiene un sabor muy rico. Casi todos los años hago pimiento asado en conserva y el jugo que me sobra también lo meto en conserva, en tarritos pequeños, pues da un sabor tremendamente bueno a los guisos de carne. Por eso unas tortitas están hechas con el jugo de los pimientos que tenía descongelados, que por cierto, es la primera vez que los congelo en vez de envasarlos y no me ha satisfecho excesivamente el resultado. En caso de utilizar pimiento asado de lata, cambiar el jugo de los pimientos por leche.

Y como la receta de hoy es casi cien por cien de aprovechamiento, es mi aportación de este mes al proyecto de Marisa 1+/-100, desperdicio 0
donde cada mes se reúnen recetas e ideas muy interesantes enfocadas a evitar el desperdicio y fomentar la reutilización.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.


INGREDIENTES:

Para cuatro tortitas

* Para las tortitas:

45 gr. de copos de avena suaves

1 huevo talla M

70 ml. de leche desnatada

70 ml. de jugo de pimiento asado (o leche, en su defecto)

mantequilla

* Relleno 1:


pimienta negra molida

pimiento rojo asado

fiambre de jamón de pavo

mantequilla

* Relleno 2:

50 gr. de pulpa de aguacate madura

20 gr. de cebolleta

1 tsp. de zumo de limón

sal

1/2 tomate de pera

calabacín

mantequilla

2 anchoas en aceite

aceite de las anchoas

* Y además:

1-2 aros de emplatar de 8 cm. de diámetro



ELABORACIÓN:


* De las tortitas:

Batir el huevo como para tortilla y mezclarlo con la avena. Dejar reposar 5 minutos para que ésta se hidrate, dividir la mezcla en dos y añadir a una parte la leche y a la otra el jugo de pimiento asado o leche. Tapar ambos recipientes y dejar reposar 15 minutos.

Si se va a trabajar con dos aros de emplatar, poner en el fuego una sartén lo suficientemente grande para que quepan ambos. Añadir un poco de mantequilla y calentar a fuego medio. Engrasar ligeramente el interior de los aros de emplatar (o del aro, en caso de utilizar uno solo) con mantequilla y colocarlos en la sartén una vez alcance temperatura. Distribuir la mezcla de avena y leche entre los dos aros y cocinar 3-4 minutos. Con la ayuda de un cuchillo de punta roma, despegar con cuidado la tortita del aro de emplatar: si al intentar despegarla se estropea el borde porque aún está poco cuajada, cocinar otro minuto y volver a intentarlo, así hasta que se despegue sin estropearse y siempre con la ayuda del cuchillo. Quitar los aros de emplatar, dar la vuelta cuidadosamente a las tortitas con una espátula, añadir otro poquito de mantequilla y cocinar otros 3 minutos. Sacar a un plato y reservar.

Limpiar el interior de los aros, volver a engrasar con mantequilla y proceder de la misma manera con la mezcla de avena y jugo de pimiento asado.

* Del relleno 1:

Cortar groseramente el fiambre de jamón de pavo y dorar ligeramente en la sartén con un poco de mantequilla. Sacar a un plato y reservar.

Escurrir el jugo del pimiento asado, si es casero o el agua de vegetación si es en conserva. Cortar dos o tres tiras no más largas que las tortitas.

Disponer crema agria ligera al gusto en cada una de las dos tortitas de la mezcla de avena y leche, añadir generosa pimienta negra molida, distribuir encima el pimiento rojo asado y seguidamente el pavo. Emplatar.

* Del relleno 2:

Disponer en el vaso de la batidora de brazo la cebolleta picada pequeña, el aguacate partido en tres o cuatro trozos, el zumo de limón y sal al gusto. Triturar con la batidora hasta conseguir una mezcla más o menos homogénea, según gusto. Reservar.

Lavar el tomate y cortar cuatro rodajas finas. Reservar.

Cortar el calabacín en rodajas finas (de cuatro a seis, según tamaño) y cocinarlo a la plancha en una sartén con un poco de mantequilla. Debe quedar crujiente. Reservar.

Poner salsa de aguacate y cebolla al gusto en cada una de las dos tortitas de avena y jugo de pimiento asado (sobrará salsa). Colocar encimar el calabacín, seguidamente el tomate y por último, una anchoa en aceite. Regar cada tortita con unas gotas del aceite de las anchoas y emplatar.

A comer.



jueves, 25 de junio de 2020

Galletas rústicas de avena, almendras y arándanos secos


Deliciosas galletas adaptadas del libro  “Pasteles, pastas, galletas, merengues, tartas, panes dulces y salados”, del que ya os hablaba hace un par de semanas. La verdad que es un libro que tenía aparcado y no releía hace tiempo y tiene cosas muy ricas. Ahora que lo estoy leyendo otra vez, ya he encontrado (y hecho) bastantes recetas que iré mostrando por aquí, como otras galletas de avena con chocolate igual de ricas que éstas o incluso más. Y es que a mí la avena sola, sinceramente, me sabe a cartón y como tengo el paquete abierto, toca gastarlo, pues en elaboraciones dulces sí que me gusta.

La receta es sencilla a más no poder y además rápida pues no hay que estar batiendo la mantequilla y el azúcar un buen rato hasta que esponje y palidezca, simplemente se bate lo justo para mezclar los ingredientes. Eso hace que el azúcar no se deshaga del todo y luego se vea en las galletas, aunque después no se nota al morder. De todas formas, a quien no le guste que quede así el azúcar, que bata bien la mezcla y asunto arreglado.

Las galletas, una vez frías, quedan duras y según lo tostadas que se horneen, aguantarán crujientes más horas, pues tienen tendencia a ablandarse enseguida aunque se conserven en una lata.

Salen 24 galletas hermosas. Se pueden hacer 36 algo más pequeñas si tenéis tres bandejas de hornear, porque como hay que esperar a que se enfríen para quitarlas de la bandeja, al momento de preparar la tercera tanda la primera todavía estará enfriándose y no se podrá reutilizar su bandeja.

La masa se trabaja mucho mejor si la mantequilla está muy blanda y el huevo a temperatura ambiente, pero para formar las bolas de galletas, es aconsejable enfriarla un poco, porque con tanta mantequilla es un pringue total y como seáis de manos calientes, os va a tocar lavárosla constantemente. Pero que eso no os desanime, que están muy buenas.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.


INGREDIENTES:


* Para 24 unidades grandes

100 gr. de mantequilla pomada cortada en cubos

200 gr. de azúcar moreno

1 huevo talla M a temperatura ambiente

1 tsp. de vainilla líquida

1 tbs. de miel

125 gr. de harina de trigo de todo uso

125 gr. de copos de avena suaves

5 gr. de impulsor (polvos de hornear) tipo Royal

una pizca de sal

50 gr. de almendra repelada tostada

50 gr. de almendra pelada cruda

100 gr. de arándanos rojos deshidratados

10 ml. de cerveza rubia fría


* Y además:

una batidora de varillas eléctrica

dos bandejas de hornear

papel sulfurizado



ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos, temperaturas, fuentes de calor y posición de la bandeja en el horno que se indican, son los que funcionan en mi horno. Como no hay dos hornos iguales (ni siquiera siendo de la misma marca y modelo), cada cual deberá adaptar la forma de cocción a su horno, aunque probablemente las correcciones habrán de ser mínimas.

Picar a cuchillo y no demasiado finas, las almendras crudas y las tostadas y disponerlas juntas en un bol. Picar los arándanos en dos o tres trozos, según tamaño y mezclar con las almendras. Reservar.

Tamizar juntas la harina, el impulsor y la sal. Añadir los copos de avena y mezclar suavemente. Reservar.

Si la miel estuviera muy espesa o cristalizada, templar ligeramente para licuarla. Reservar.

Disponer en un cuenco profundo la mantequilla y el azúcar y batir con la batidora eléctrica de varillas hasta que la mezcla quede homogénea.

Cascar el huevo y añadirlo al cuenco. Agregar también la miel licuada y la vainilla líquida y batir con las varillas hasta homogeneizar.

Añadir en dos veces al cuenco de la mantequilla la mezcla de harina y avena. Integrar con una cuchara de madera y dejar reposar 5 minutos para que la avena se hidrate.

Incorporar las almendras y arándanos y mezclar con la cuchara. Incorporar por último la cerveza y remover con la cuchara hasta integrar.

Llevar la mezcla al frigorífico 10-15 minutos para que se endurezca ligeramente y resulte más fácil de manejar.

Mientras, preparar dos bandejas de hornear con papel sulfurizado y precalentar el horno, con calor arriba y abajo, a 190º centígrados.

Sacar la masa del frigorífico y con las manos ligeramente húmedas, formar veinticuatro bolas de un tamaño un poco más grande que una nuez, colocando doce por bandeja algo separadas para que se expandan y aplanar ligeramente con el dorso de una cuchara húmeda, dejándolas de un diámetro aproximado de seis centímetros. No toquetear la masa en exceso pues es muy pegajosa. Si hiciera mucho calor en la cocina, una vez preparada la primera bandeja y mientras se hornea, devolver la masa a la nevera otros cinco minutos para que se enfríe.

Hornear las galletas 14-17 minutos, según lo tostadas que gusten. El centro tiene que quedar ligeramente blando al tacto: las galletas se endurecerán al enfriar.

Dejar que se enfríen en la bandeja de hornear antes de pasarlas a una rejilla. Despegar con cuidado del papel una vez estén completamente frías.

Preparar un café o un té, coger una galleta y disfrutar.

A comer.