martes, 30 de junio de 2020

Crema agria ligera casera


Herniada me he quedado hoy con la receta. Qué trabajazo, por favor... El de encender el ordenador, editar las fotos y escribir la entrada, porque lo que es la receta, se puede calificar de “esfuerzo: -2”. Pero como pretender encontrar crema agria en algún supermercado de aquí es una utopía, toca hacerla en casa, aunque el trabajo sea equiparable a abrir un frasco de conserva. Bueno, ni eso, que hay tarros que me ha costado abrir mucho más que hacer la crema agria.

Supongo que sabréis lo que es la crema agria (o sour cream): no es más que nata fermentada con bacterias lácticas. La versión casera y facilona es la que os enseño aquí y que he tomado de esta receta de Directo al Paladar.

Según he leído por ahí, a mayor porcentaje de grasa en la nata, antes y más espesará la crema agria. El método para hacerla es el mismo, evidentemente. En cualquier caso, supongo que según qué nata se utilice, habrá una gran diferencia en el resultado y no sólo como consecuencia el porcentaje de grasa que contenga: parece ser que es infinitamente mejor la obtenida a partir de nata fresca, pero volvemos a la misma, hay que arreglarse con lo que se encuentra por aquí en formato doméstico y ésta suele ser pasteurizada. Digo formato doméstico porque sí he visto nata fresca, pero en envases para hostelería de un litro ¿y dónde voy yo con tanta nata, a la que, por otra parte, no soy excesivamente aficionada?. Así que nos apañamos con esos bricks pequeños y asunto arreglado. Total, tampoco he probado nunca la nata agria auténtica con lo que no sé a qué sabe y me vale perfectamente este sucedáneo hecho en casa.

Os preguntaréis a qué sabe. Pues recién hecha tiene un sabor más suave que el de la nata y ligeramente ácido, pero al día siguiente, la acidez es más sutil y su sabor recuerda al de el queso de untar aún teniendo un deje a nata.

La nata agria o sour cream, se utiliza en muchísimas recetas europeas y americanas, sobre todo en repostería. Ahora bien, para ese uso, es aconsejable prepararla con nata con un 35% de materia grasa (la de montar) porque el resultado es bastante diferente. Yo la quería para elaboraciones saladas y necesitaba una textura más ligera.

Un consejito: no batáis mucho la nata, es suficiente con removerla con una cuchara para integrar el zumo de limón y la sal. Si estáis utilizando nata con un 35% de materia grasa y os emocionáis batiendo como hice yo, se os cortará la mezcla, se separará el suero y obtendréis algo que se supone que es mascarpone pero que sabe a mantequilla y tiene una textura (a temperatura ambiente) deliciosamente sedosa (foto-testimonio más abajo). Si sentís curiosidad, haced la prueba: batid la mezcla con unas varillas manuales hasta que adopte una apariencia granulosa (ojo, que tarda poco), eso indicará que ya empieza a separarse el suero (el famoso y fantasmal buttermilk) de la materia grasa. Seguid batiendo: al principio la parte sólida se quedará hecha un pegote dentro de las varillas y en el fondo del recipiente quedará la parte líquida. Escurrir ésta a otro cuenco, colándola al propio tiempo para que no caiga nada de materia sólida. Poner toda la materia sólida en el colador y presionar con una cuchara para que siga soltando suero. Cuando ya no escurra nada de líquido, devolver el contenido del colador al bol donde estabais batiendo y continuad dándole con las varillas, se volverá a pegar a ellas. Poco a poco, la mezcla irá desprendiéndose de las varillas y pegándose a las pareces del bol, a la vez que se vuelve muy sedosa, con una textura parecida a la de la mantequilla a punto pomada. Batid un poco más hasta que esté homogénea, volcar en un recipiente y distribuirla intentando que no queden bolsas de aire. Cerrar y conservar en el frigorífico. Yo la he utilizado después en sustitución de la mantequilla. El suero no lo pude usar porque al recoger los trastos de la sesión de fotos, le dí un golpe al frasco y se fue todo el contenido a paseo.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.


INGREDIENTES:


100 ml. de nata con un 18% de materia grasa (de la de cocinar), a temperatura ambiente

7 ml. de zumo natural de limón filtrado, a temperatura ambiente

una pizca de sal


ELABORACIÓN:


Disponer en un bol la nata y agregar el zumo de limón. Remover con una cuchara, tapar y dejar reposar 30 minutos en un lugar cálido para que espese. Lo hará ligeramente.

Añadir una pizca de sal, volver a remover con la cuchara para integrarla y verter en un frasco que cierre bien. Colocar la tapadera y llevar al frigorífico; seguirá espesando.

Esperar al menos cuatro horas antes de consumir, o mejor aún, toda la noche. Eso hará que la crema coja cuerpo, aumente de volumen y afine el sabor.

Sacar del frigorífico y utilizar en la forma que requiera la receta.

A comer.

jueves, 25 de junio de 2020

Galletas rústicas de avena, almendras y arándanos secos


Deliciosas galletas adaptadas del libro  “Pasteles, pastas, galletas, merengues, tartas, panes dulces y salados”, del que ya os hablaba hace un par de semanas. La verdad que es un libro que tenía aparcado y no releía hace tiempo y tiene cosas muy ricas. Ahora que lo estoy leyendo otra vez, ya he encontrado (y hecho) bastantes recetas que iré mostrando por aquí, como otras galletas de avena con chocolate igual de ricas que éstas o incluso más. Y es que a mí la avena sola, sinceramente, me sabe a cartón y como tengo el paquete abierto, toca gastarlo, pues en elaboraciones dulces sí que me gusta.

La receta es sencilla a más no poder y además rápida pues no hay que estar batiendo la mantequilla y el azúcar un buen rato hasta que esponje y palidezca, simplemente se bate lo justo para mezclar los ingredientes. Eso hace que el azúcar no se deshaga del todo y luego se vea en las galletas, aunque después no se nota al morder. De todas formas, a quien no le guste que quede así el azúcar, que bata bien la mezcla y asunto arreglado.

Las galletas, una vez frías, quedan duras y según lo tostadas que se horneen, aguantarán crujientes más horas, pues tienen tendencia a ablandarse enseguida aunque se conserven en una lata.

Salen 24 galletas hermosas. Se pueden hacer 36 algo más pequeñas si tenéis tres bandejas de hornear, porque como hay que esperar a que se enfríen para quitarlas de la bandeja, al momento de preparar la tercera tanda la primera todavía estará enfriándose y no se podrá reutilizar su bandeja.

La masa se trabaja mucho mejor si la mantequilla está muy blanda y el huevo a temperatura ambiente, pero para formar las bolas de galletas, es aconsejable enfriarla un poco, porque con tanta mantequilla es un pringue total y como seáis de manos calientes, os va a tocar lavárosla constantemente. Pero que eso no os desanime, que están muy buenas.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.


INGREDIENTES:


* Para 24 unidades grandes

100 gr. de mantequilla pomada cortada en cubos

200 gr. de azúcar moreno

1 huevo talla M a temperatura ambiente

1 tsp. de vainilla líquida

1 tbs. de miel

125 gr. de harina de trigo de todo uso

125 gr. de copos de avena suaves

5 gr. de impulsor (polvos de hornear) tipo Royal

una pizca de sal

50 gr. de almendra repelada tostada

50 gr. de almendra pelada cruda

100 gr. de arándanos rojos deshidratados

10 ml. de cerveza rubia fría


* Y además:

una batidora de varillas eléctrica

dos bandejas de hornear

papel sulfurizado



ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos, temperaturas, fuentes de calor y posición de la bandeja en el horno que se indican, son los que funcionan en mi horno. Como no hay dos hornos iguales (ni siquiera siendo de la misma marca y modelo), cada cual deberá adaptar la forma de cocción a su horno, aunque probablemente las correcciones habrán de ser mínimas.

Picar a cuchillo y no demasiado finas, las almendras crudas y las tostadas y disponerlas juntas en un bol. Picar los arándanos en dos o tres trozos, según tamaño y mezclar con las almendras. Reservar.

Tamizar juntas la harina, el impulsor y la sal. Añadir los copos de avena y mezclar suavemente. Reservar.

Si la miel estuviera muy espesa o cristalizada, templar ligeramente para licuarla. Reservar.

Disponer en un cuenco profundo la mantequilla y el azúcar y batir con la batidora eléctrica de varillas hasta que la mezcla quede homogénea.

Cascar el huevo y añadirlo al cuenco. Agregar también la miel licuada y la vainilla líquida y batir con las varillas hasta homogeneizar.

Añadir en dos veces al cuenco de la mantequilla la mezcla de harina y avena. Integrar con una cuchara de madera y dejar reposar 5 minutos para que la avena se hidrate.

Incorporar las almendras y arándanos y mezclar con la cuchara. Incorporar por último la cerveza y remover con la cuchara hasta integrar.

Llevar la mezcla al frigorífico 10-15 minutos para que se endurezca ligeramente y resulte más fácil de manejar.

Mientras, preparar dos bandejas de hornear con papel sulfurizado y precalentar el horno, con calor arriba y abajo, a 190º centígrados.

Sacar la masa del frigorífico y con las manos ligeramente húmedas, formar veinticuatro bolas de un tamaño un poco más grande que una nuez, colocando doce por bandeja algo separadas para que se expandan y aplanar ligeramente con el dorso de una cuchara húmeda, dejándolas de un diámetro aproximado de seis centímetros. No toquetear la masa en exceso pues es muy pegajosa. Si hiciera mucho calor en la cocina, una vez preparada la primera bandeja y mientras se hornea, devolver la masa a la nevera otros cinco minutos para que se enfríe.

Hornear las galletas 14-17 minutos, según lo tostadas que gusten. El centro tiene que quedar ligeramente blando al tacto: las galletas se endurecerán al enfriar.

Dejar que se enfríen en la bandeja de hornear antes de pasarlas a una rejilla. Despegar con cuidado del papel una vez estén completamente frías.

Preparar un café o un té, coger una galleta y disfrutar.

A comer.





sábado, 20 de junio de 2020

Pollo con dátiles. Receta judía


Un sabor sorprendente, distinto, dulzón y profundo en matices. No puedo hacer otra descripción. 

Es la primera vez que uso macis, que es la piel carnosa que envuelve las semillas de nuez moscada y que se consume seca, bien entera o bien en polvo y que creo que es lo que proporciona a este pollo su diferente sabor.

Y a propósito de la macis, os voy a contar lo que me pasó en una tienda de venta a granel de semillas, especias, legumbres, harinas y sales, unas de esas tiendas en las que me encanta entrar y remirarlo todo, porque a veces tienen cosas que no conoces y tal vez en ese momento no te apetece probar, pero sabes dónde las puedes comprar llegado el caso.

En la tienda en cuestión, he entrado varias veces y siempre nada más entrar, la señora pregunta qué quieres y siempre le he dicho a la dependienta que antes de comprar voy a mirar un poco para ver qué tiene y luego he comprado lo que iba a buscar y a veces alguna otra cosa más; de hecho nunca me he ido sin comprar nada, salvo cuando no había lo que buscaba. Pero la señora debe tener mala memoria y en cuanto entro por la puerta enseguida se me acerca para preguntarme qué quiero, cosa que me pone un “poquito” de los nervios. Total, que el día en cuestión la buena mujer repitió el ritual y yo ese día no estaba de corte para volver a decirle que iba a mirar primero y directamente le pedí macis, a lo que me contestó, primero, que no tenía y segundo, que qué era y cuando le dije lo que iba buscando, me volvió a decir que de eso no tenía. Y me fui.

Dos o tres semanas después, volví a buscar otra especia y ese día sí me dí una vueltecita por el local y cuál fue mi sorpresa cuando en uno de los recipientes leo “maca”, que es otro de los nombres que recibe la macis. Normalmente me hubiera ido sin más de la tienda, pero no pude evitar decirle a la dependienta “no sé si recordará que hace unas semanas vine por aquí y le pregunté si tenía macis y me dijo que no y veo que sí la tiene, pero con el nombre de maca que es como también se la conoce; ya no me hace falta porque la compré en otro sitio”. Y me fui sin hacer compra pues tampoco tenía lo que había ido a buscar, en este caso zumaque, que no encuentro por ningún lado.

Conclusiones: primera, no agobies al cliente cuando está en la tienda porque es la forma más fácil de ahuyentar a la mayoría de ellos y segundo, ENTÉRATE DE LO QUE VENDES.

La receta está adaptada de "El libro de la cocina judía" de Claudia Roen y se trata de una receta marroquí de origen sefardí. Se encuentran muchas versiones de esta receta en la red y en muchas de ellas se utiliza agua de azahar, que tiene que darle un sabor muy perfumado.

Ojo: el plato se endulza mucho con el paso de las horas, algo que hay que tener en cuenta si se va a elaborar con antelación. Y otra cosa, utilizad dátiles deshuesados, porque los míos tenía hueso, que quité antes de añadirlos y no sé si fue por eso pero se me deshicieron casi por completo.

¿Y las almendras dónde están? Pues se me olvidaron para la foto. Luego sí las puse cuando comimos el pollo y queda muy rico ese punto crujiente que le dan al plato.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.



INGREDIENTES:


2 cuartos traseros de pollo

200 gr. de cebolla

1/2 tsp. de canela en polvo

1/2 tsp. de macis en polvo

1/4 tsp, (escasa) de nuez moscada molida

1 tsp. de miel

1/4 tsp. de pimienta negra molida

85 gr. de dátiles deshuesados

35 ml. de zumo de limón

1 sobrecito (1 mgr.) de azafrán en hebra

30 gr. de almendras repeladas crudas

500 ml. de agua

aceite y sal



ELABORACIÓN:


Laminar las almendras y tostar a fuego medio-alto en una sartén sin nada de aceite. Reservar.

Lavar y secar el pollo. Eliminar el exceso de grasa y separar los muslos de los contramuslos. Salar y reservar.

Pelar y picar la cebolla en dados de unos dos centímetros de lado y reservar.

Disponer un fondo de aceite en una sartén y calentar al fuego. Cuando el aceite esté bien caliente, dorar los trozos de pollo por ambos lados. Sacarlos a una cazuela amplia donde quepan en una sola capa sin amontonarse.

Dejar que el aceite pierda un poco de temperatura y agregar la cebolla y un poco de sal. Rehogar a fuego medio hasta que esté blanda y transparente. Añadir entonces la canela, la macis y la nuez moscada. Remover y cocinar un minuto para que se tuesten ligeramente las especias. Agregar a la sartén un poco de los 500 ml. de agua para detener la cocción e incorporar la miel y la pimienta negra molida. Remover para disolver la miel y desglasar los jugos.

Verter el contenido de la sartén en la cazuela del pollo y añadir el resto del agua. Poner la cazuela al fuego, tapar y cocer a fuego suave durante 20 minutos.

Mientras, calentar en el microondas las hebras de azafrán, dentro del sobrecito de papel en el que vienen, durante 10 segundos a 800 watios de potencia. Reservar.

Pasados los 20 minutos de cocción, dar la vuelta a las tajadas de pollo, añadir a la cazuela el azafrán, el zumo de limón y los dátiles y cocinar destapado para que la salsa reduzca, otros 10 minutos o hasta que el pollo esté hecho.

Rectificar de sal, si procede, dejar reposar cinco minutos y servir espolvoreado por encima con las almendras tostadas.

A comer.




lunes, 15 de junio de 2020

Bizcocho de plátano, ciruelas pasas y canela


Receta adaptada del libro "Pasteles, pastas, galletas, merengues, tartas, panes dulces y salados" de Caroline Bretherton, un libro tan extenso como su título en castellano, porque en inglés es bastante más corto Baking, step by step, pero se conoce que a los responsables de la edición en castellano les sonaba a poco y decidieron que un título mucho más largo y difícil de recordar era mejor. Pues a mí que me lo expliquen que la verdad, no lo veo. Eso me recuerda a esas películas en las que el título en español no tiene absolutamente nada que ver con el título original. Otro cambio que tampoco entiendo.

He hecho un poquito lo que he querido con la receta. Para empezar le he cambiado el nombre (total, si los editores pueden hacer lo que les de la gana con el título, yo también lo puedo hacer con el nombre de la receta). Originalmente viene como pan de plátano, pero pan, lo que se dice pan, no es y creo que además esa denominación lleva a confusión, así que, bizcocho. Tampoco he machacado el plátano con un tenedor, porque no quería que quedaran trocitos de plátano en la masa para evitar que la zona donde estuvieran quedara más húmeda que la de alrededor, que es una textura que no me acaba de convencer. También he cambiado el tipo de harina y hay algún cambio más pero no es muy significativo.

Con cambios y todo ha quedado un bizcocho compacto, ideal para mojar en la leche del desayuno o de la merienda, con un sabor muy sutil a plátano y canela y verdaderamente rico. Quería que las ciruelas pasas quedaran en la superficie del bizcocho, pero si las queréis integradas en la masa, sería recomendable doblar la cantidad de ciruelas, pues son pocas si se van a mezclar.

Respecto a la forma de preparar el molde, hace ya tiempo que no encamiso los moldes cuadrados o rectangulares. Humedezco el interior del molde con agua, utilizando para ello el pulverizador que utilizo para la plancha, coloco el papel y lo humedezco también con el pulverizador para que se ablande un poco y se adapte mejor; según la marca de papel sulfurizado que se utilice, habrá que humedecerlo más o menos. Prefiero hacerlo así que humedeciendo el papel y estrujándolo antes de ponerlo en el molde, creo que el resultado es mejor y se evita el riesgo de romperlo en el proceso. Además, de esta forma, se evita igualmente incorporar más grasa y harina a la masa. Pero si preferís encamisarlo de forma tradicional, no voy a ser yo quien os diga que no lo hagáis. Lo que sí os digo es que hagáis el bizcocho, porque ha quedado muy bueno.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.



INGREDIENTES:


* Todos los ingredientes a temperatura ambiente


375 gr. de harina de trigo de todo uso

300 gr. de pulpa de plátano muy madura

150 gr. de azúcar blanquilla

100 gr. de azúcar morena

3 huevos tamaño L

125 ml. de aceite de girasol

1 tsp. de canela en polvo

tsp. de impulsor químico (polvos de hornear) tipo Royal

1/2 tsp. de sal fina

la ralladura de la piel de medio limón pequeño

15 ml. de zumo de limón sin filtrar

50 gr. de ciruelas pasas sin hueso


* Y además:


un molde de plum cake de 27 cm. de largo por 11 cm. de ancho (medidas de la base) y 8 cm. de alto

papel sulfurizado



ELABORACIÓN:


NOTA: Los tiempos, temperaturas, fuentes de calor y posición de la bandeja en el horno que se indican, son los que funcionan en mi horno. Como no hay dos hornos iguales (ni siquiera siendo de la misma marca y modelo), cada cual deberá adaptar la forma de cocción a su horno, aunque probablemente las correcciones habrán de ser mínimas.

Humedecer el molde con agua y forrar el interior con papel sulfurizado. Humedecer también éste para que resulte más fácil acomodarlo al molde. Reservar.

Precalentar el horno a 180º C, con calor arriba y abajo.

Picar las ciruelas pasas en trozos no muy pequeños. Reservar.

Tamizar en un cuenco la harina, el impulsor, la sal y la canela. Reservar.

Pelar los plátanos y eliminar las hebras. Disponerlos en una jarra o cuenco amplio, añadir el aceite y el zumo de limón, cascar los huevos e incorporarlos y batir el conjunto con la batidora de brazo hasta triturar por completo los plátanos. Añadir el azúcar blanquilla y el moreno y volver a batir hasta conseguir una mezcla homogénea. Incorporar la ralladura de limón e integrar con una cuchara.

Incorporar la mitad de la mezcla de huevos y plátanos al cuenco de la harina. Mezclar poco a poco con una cuchara y añadir la otra mitad. Mezclar lo justo hasta que la harina se vea integrada. No remover demasiado para no endurecer la mezcla.

Verter el contenido del cuenco en el molde, dar unos golpecitos contra la encimera para que suban las posibles burbujas y para nivelar la mezcla y distribuir por encima las ciruelas pasas picadas.

Introducir el molde en el horno, colocando la rejilla en la tercera posición empezando por abajo, apagar la resistencia superior del horno dejando el calor sólo por abajo y hornear 50 minutos. Antes de sacar el bizcocho del horno, pinchar con una brocheta en la parte central, debe salir seca. Si no fuera así, hornear otros cinco minutos.

Sacar el bizcocho del horno y colocar el molde sobre una rejilla. Desmoldar a los diez minutos con la ayuda del papel sulfurizado y sin quitarlo, dejar que el bizcocho se enfríe por completo encima de una rejilla.

Eliminar el papel una vez esté el bizcocho completamente frío.

A comer.







miércoles, 10 de junio de 2020

Lechazo con limón y tomillo, en olla WMF


Una de las muchas consecuencias de las medidas adoptadas ante la situación actual, ha sido la bajada en el consumo, hasta casi desaparecer, de cabrito, lechazo (cordero lechal) y tostón (cochinillo). Estos tres productos que, salvo en fechas señaladas como las Navidades o en regiones con mucha tradición, se consumen casi únicamente en restaurantes, han visto cómo de la noche a la mañana no tenían demanda ante el cierre obligado de los establecimientos hosteleros. Este hecho ha llevado a la ruina o casi, a muchos pequeños ganaderos (los grandes tampoco es que lo hayan pasado bien) que se han encontrado con que nadie les quería comprar el ganado y se han visto obligados a mal venderlo muchas veces por debajo de los costes de producción y seguro que en más de un caso a sacrificarlo para evitar mayores pérdidas económicas. Ya sé que otros sectores están en la misma situación con sus productos perecederos, no ya por la falta de demanda, sino por la falta de mano de obra, como ha sido y está siendo el caso de los productores de fruta, pero así como sí he oído hablar en los medios de estos últimos, no ha sido el mismo caso respecto de los primeros y es un tema que conozco bastante de cerca pues en esta zona, cerealista y ganadera, son varias las familias que se han visto afectadas, entre las que se encuentran algunas con las que me une una relación de amistad. Así que, para que os animéis a consumir cabrito, lechazo y tostón, que asados están buenísimos y no dan nada de trabajo, os traigo esta receta de cordero lechal guisado, que unos buenos amigos míos crían en una granja del pueblo con todo el mimo y cuidado y con cuyos animales están cocinadas todas las recetas de lechazo de este blog, pues es una carne que consumimos mucho en casa, las paletillas siempre asadas a la sepulvedana, las chuletillas frititas y el resto guisado de una y mil formas. También consumimos tostón y cabrito asados y siempre directamente del productor, por eso sé de las penurias que están pasando.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.



INGREDIENTES:


* Todos los pesos en limpio

800 gr. de lechazo (falda, pierna, pescuezo...)

100 gr. de cebolla

80 gr. de puerro (sólo la parte blanca)

75 gr. de zanahoria

1/2 tsp. de tomillo seco

6 granos de pimienta negra

20 ml. de zumo de limón

la ralladura de la piel de medio limón pequeño

1/2 tsp. de Bovril u otro concentrado de carne

50 gr. de nata con un 18% de materia grasa

200 ml. de agua templada

AOVE

sal

unos granos de pimienta rosa



ELABORACIÓN:


NOTA: Los tiempos de cocción que se indican lo son para una placa vitrocerámica de inducción. En el caso de utilizar otra fuente de calor (eléctrico, gas, halógeno), los tiempos variarán, debiendo ser adaptados. Lo mismo ocurre en caso de utilizar otra olla a presión o una cazuela convencional.

Limpiar el lechazo de grasas y telillas. Cortar en trozos regulares, sazonar con sal y reservar.

Pelar la cebolla y el puerro, picar la primera en dados grandes y el segundo en rodajas gruesas. Lavar, raspar y cortar en rodajas la zanahoria. Reservar juntas las tres hortalizas.

Disponer un fondo de aceite de oliva virgen extra en una sartén y llevar al fuego. Dorar a fuego fuerte y por tandas el lechazo, pasando los trozos a la olla rápida según vayan estando hechos.

Dejar que el aceite pierda un poco de temperatura, añadir más aceite si fuera necesario e incorporar a la sartén las tres hortalizas, un poco de sal, los granos de pimienta negra, el tomillo seco y la ralladura de limón. Rehogar tapado a fuego medio hasta que la cebolla esté hecha y agregar a la sartén el Bovril previamente disuelto en un poco de los 200 ml. de agua, remover, añadir el resto del agua, llevar a ebullición y desglasar los jugos de la sartén.

Verter el contenido de la sartén en la olla donde está el lechazo y añadir el zumo de limón. Levantar el hervor, colocar la tapadera de la olla, cerrarla y cocer 15 minutos contados desde que suba la válvula por completo.

Retirar del fuego y esperar que la olla pierda toda la presión antes de abrirla. Sacar un cacillo de salsa a una taza y añadir la nata; remover para disolverla y devolver a la olla. Hervir otros cinco minutos a fuego suave, rectificar de sal si procede y dejar reposar 5 minutos tapado y fuera del fuego.

Servir espolvoreado con granos de pimienta rosa machacada groseramente en el mortero.

A comer.







viernes, 5 de junio de 2020

Puding de melocotón en almíbar y pan de leche con salsa de melocotón y Cointreau


Siempre he pensado que le saco poco partido a algunas conservas, porque, sí, con el atún, las setas, los pimientos, por ejemplo, cocino, pero con alguna otra sólo me limito a abrir la lata y colocar su contenido en una tostada o en una ensalada o lo consumo sin más aderezo que el que trae la conserva y creo que la gran mayoría pueden dar mucho más de sí, pero por falta de imaginación o de tiempo, me limito a sota, caballo y rey.

Eso me pasa un poco con la fruta en almíbar, a la que personalmente no soy muy aficionada pero somos dos en casa y no sólo se va a comprar lo que a mí me gusta. Así que suelo tener macedonia, fresas, piña (que utilizo mucho para platos salados), cerezas, mandarinas, melocotones, en fin, casi de todas las conservas de fruta que hay en el mercado, algunas, como las fresas y las cerezas hechas por mí, pero luego se quedan un poco olvidadas en las baldas de la despensa. Y es que no me da por abrir un bote de melocotón y ponerlo de postre, tal vez porque lo asocie con esos tristes platos de melocotón en almíbar que te ofrecen en el menú de algunos restaurantes, con un par de mitades puestas en un plato sin ninguna gracia y que, sinceramente, me deprimen muchísimo. Debo tener algún trauma oculto que desconozco, porque no le veo otra explicación...

La cuestión es que el otro día me dije “guapita, a ver si utilizas esos melocotones que aunque caducan en un par de años, llega la fecha y ahí los tienes” y mira tú que tenía el día inspirado y en un momento ideé la receta, con salsa y todo. Pues “mi dicho con mi hecho” como suele decirse y al día siguiente compré los panes de leche y me puse al lío.

Y aquí tenéis el invento. Original no es, ya lo sé, pero es fácil y la salsa es un puntazo, en realidad el alma del postre, con ese toquecito sutil del Cointreau, que si no queréis utilizar alcohol, seguro que también la va genial zumo de naranja.

Si lo hacéis, es muy importante que utilicéis un molde con un mínimo de 1'650 litros de capacidad, porque si no no os va a caber, ya que el puding llega hasta el borde, incluso parece que es imposible que el pan absorba todo el líquido, pero al final lo hace, aunque no cabe ni una cucharada más.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.


INGREDIENTES:


1 lata de 840 gr. de conserva de melocotón en almíbar (480 gr. peso escurrido)

360 gr. de pan de leche (8-9 bollitos)

5 huevos tamaño L

500 ml. de leche desnatada

1 tsp. de azúcar vainillada

15 ml. de Cointreau u otro licor de naranja

100 gr. de azúcar blanquilla

25 ml. de agua

6 gotas de zumo de limón

4 fresas (para la decoración, optativas)


* Y además:

un molde alargado de 21 cm. x 11 cm. (medidas de la base) y 7'5 cm. de alto



ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos, temperaturas, fuentes de calor y posición de la bandeja en el horno que se indican, son los que funcionan en mi horno. Como no hay dos hornos iguales (ni siquiera siendo de la misma marca y modelo), cada cual deberá adaptar la forma de cocción a su horno, aunque probablemente las correcciones habrán de ser mínimas.

Poner en un cazo los 100 gr. de azúcar blanquilla, el agua y el zumo de limón y llevar a ebullición a fuego medio-alto. No mover el cazo hasta que se haya disuelto todo el azúcar. Cocer hasta formar un caramelo rubio claro y distribuirlo por el fondo y los laterales del molde elegido. Manipular con cuidado ya que el caramelo alcanza temperaturas muy altas. Trabajar deprisa, pues el caramelo endurece rápido aunque el zumo de limón hace que este proceso se ralentice un poco.

Escurrir los melocotones de su almíbar y reservar éste.

Apartar dos mitades de melocotón para la salsa y laminar el resto en rodajas de medio centímetro, aproximadamente. Escoger cinco lo más igual posible y reservarlas para la decoración.

Cortar los panes de leche en rodajas de un centímetro, aproximadamente.

Cascar los huevos en una jarra grande (la mezcla va a ocupar un volumen aproximado de 1'100 litros) y agregar la leche, el azúcar vainillado y 200 ml. del almíbar de los melocotones. Batir con la batidora de brazo hasta integrar todos los ingredientes.

Poner un poco de la mezcla anterior en un plato hondo e ir mojado ligeramente por ambas caras las rodajas de pan de leche. Colocar una capa de pan remojado en el fondo del molde y a continuación una de melocotón. Agregar un poco de la mezcla de leche al molde para que se vaya empapado la primera capa de bizcochos. Disponer otra capa de pan de leche remojado y a continuación una segunda de melocotón, cortando las rodajas necesarias de los melocotones reservados para la salsa o destinando a ésta las láminas sobrantes, según el caso y terminar con otra capa de pan de leche remojado; esta última capa habrá de llegar al borde del molde. Presionar ligeramente para acomodar el pan y verter por los huecos la mezcla de leche: no cabrá toda de una vez. Añadir el resto a medida que el pan de leche la vaya absorbiendo y hasta acabar con la mezcla.

Mientras el pan de leche se empapa, precalentar el horno a 200º centígrados con calor arriba y abajo. Poner agua a hervir en un cazo para preparar un baño María.

Una vez que el puding haya absorbido toda la leche, colocarlo dentro de una bandeja de paredes altas que pueda ir al horno.

Bajar la temperatura del horno a 150º C y poner el calor sólo por abajo.

Colocar la rejilla del horno en la tercera posición empezando por abajo y en ella la bandeja con el punding. Añadir cuidadosamente a ésta el agua del cazo, que tendrá que estar hirviendo, de tal manera que cubra unos 2 centímetros del molde.

Cerrar la puerta del horno y hornear una hora y diez minutos. Pinchar el centro del puding con una aguja o brocheta para comprobar si está cocido, teniendo en cuenta que seguirá cuajando con el calor residual.

Sacar la bandeja del horno y colocar el puding sobre una rejilla para que se enfríe. Una vez esté a temperatura ambiente, tapar con film alimentario, colocar unos pesos encima (unas cajas de leche, por ejemplo) y llevar al frigorífico. Dejar que se enfríe y se asiente toda la noche.

Disponer en el vaso de la batidora de brazo los melocotones reservados, junto con el posible sobrante de las láminas cortadas para el puding, el almíbar sobrante (aproximadamente unos 120 ml.) y el Cointreau. Batir con la batidora hasta conseguir una salsa fina. Introducirla en la nevera para que esté fresca a la hora de servir.

Sacar el puding del frigorífico media hora antes de consumir para que se atempere. Desmoldar a una fuente o bandeja, decorar con las cinco láminas de melocotón reservadas y las cuatro fresas lavadas y secas y servir con la salsa aparte.

A comer.

lunes, 1 de junio de 2020

Timbal de conejo y arroz frito con espárragos verdes


Siempre que veo en las recomendaciones del chef de la carta de algún restaurante “timbal de ..”, pienso “ya están colocando la carne guisada/asada que les sobró ayer” y es que la presentación en forma de timbal es una forma muy apañada de aprovechar los restos de carne o las tajadas desiguales de mucho hueso y poca carne de algunas piezas o animales, valga el ejemplo del rabo de vaca o las costillas de tostón o lechazo cuando compramos medio animalico o entero para asar.

Lo que os propongo hoy no es casi ni receta, se tarda más en redactar que en hacer y es simple hasta más no poder. Evidentemente se puede hacer con cualquier resto de carne guisada e incluso con un resto de pescado cocinado, cambiando el arroz por unas verduras a la plancha o al vapor y colocadas formando capas por colores. Los espárragos, que ya eran de los últimos que me quedaban de los de mi huerta, se pueden sustituir por guisantes frescos o congelados e incluso por unas setas picadas muy finas. El aceite de perejil es una fruslería completamente prescindible, pero queda mono.

Mi resto de conejo guisado no era ni media ración, por eso preparé los timbales como un entrante. Poniendo más cantidad de cada cosa, podemos elaborar un primer plato muy apañado, que así presentado en forma de timbal queda muy vistoso en la mesa y parece que hemos hecho algo especial, cuando en realidad no hemos hecho más que poner, ordenadito eso sí, la carne encima de la guarnición ¿a que sí?.

Aunque este plato se puede hacer ex profeso, es ideal como aprovechamiento y como tal, es mi aportación al proyecto 1+/-100, desperdicio 0 que Marisa, desde su blog Thermofan, promueve para evitar el desperdicio de alimentos y el reciclaje en general.


Pinchad en el icono de la barra lateral si queréis ver los recopilatorios mensuales del proyecto.


Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.




INGREDIENTES:


Como entrante para dos personas

* Para el timbal:

un resto pequeño de conejo guisado, carne y salsa

80 gr. de arroz de grano largo (peso en seco)

1 ramita de perejil

1 diente de ajo pequeño

1 hoja de laurel pequeña

2 cascos de cebolla

80 gr. de espárragos verdes finos (peso en limpio)

1 diente de ajo grande

1 pizca de pimienta negra molida

sal

aceite de girasol

* Para el aceite de perejil:

una ramas grandes de perejil fresco (sólo las hojas)

AOVE

* Y además:

2 aros de emplatar de 10 cm. de diámetro



ELABORACIÓN:

* Del aceite de perejil:

Lavar las ramas de perejil y secar completamente con papel de cocina.

Cortar las hojas, desechar los tallos e introducir las primeras en el vaso de la batidora de brazo. Agregar aceite de oliva virgen extra hasta que justo las cubra y triturar con la batidora hasta que el perejil quede picado fino. La mezcla ha de resultar densa. Reservar.

* Del timbal:

Aceitar muy ligeramente el interior de los aros de emplatar y colocar cada uno en un plato.

Cocer el arroz en abundante agua con sal, la ramita de perejil lavada, el diente de ajo pequeño pelado y sin germen, la hoja de laurel lavada y los cascos de cebolla partidos al medio, el tiempo que se indique en el paquete o hasta que esté a nuestro gusto. Una vez cocido, eliminar perejil, ajo, laurel y cebolla y verter el arroz en un colador grande, pasar por el chorro de agua fría removiéndolo para que se enfríe de forma uniforme y no se apelmace y dejar que escurra todo el agua. Reservar.

Lavar los espárragos. Coger cada espárrago por ambos extremos y doblarlo, sin forzar, formando un arco y hasta que chasque: lo hará por la parte que ya empieza a ser tierna. Desechar (o guardar para otros usos) la parte inferior dura de los espárragos y cortar la superior tierna en trocitos de un par de centímetros de largo.

Preparar un bol con agua muy fría y reservar.

Llenar un cazo con agua y sal, llevar a ebullición, añadir los espárragos cortados y escaldar un minuto desde que el agua recupere el hervor, tienen que quedar crujientes. Escurrir los espárragos e introducir inmediatamente en el bol de agua fría para cortar la cocción. Una vez se hayan enfriado por completo, sacar a un escurridor y reservar.

Calentar las tajadas de conejo con su salsa. Eliminar los huesos y conservar la carne y la salsa por separado. Mantener calientes.

Pelar el diente de ajo, eliminar el germen si lo tuviera y picar menudito. Reservar.

Disponer un fondo de aceite en un sartén amplia (para que luego quepa el arroz) y agregar el ajo picado, en frío. Llevarla al fuego y confitar el ajo a fuego muy bajo hasta que empiece a ponerse blando y sin que tome color. Subir un poco el fuego y agregar los espárragos, reservando 4-6 puntas para decorar los timbales, rehogar removiendo con delicadeza unos cinco minutos y añadir entonces el arroz cocido y una pizca de pimienta negra molida. Continuar rehogando y removiendo hasta que el arroz pierda la humedad.

Apartar la sartén del fuego y repartir su contenido dentro de los aros de emplatar ya preparados. Nivelar el arroz con el dorso de una cuchara procurando no apretar demasiado. Repartir igualmente y por encima la carne de conejo, regar con la salsa, poner dos o tres puntas de espárragos rematando los timbales, retirar con cuidado los aros, decorar con el aceite de perejil y servir inmediatamente.

A comer.