martes, 30 de noviembre de 2021

Corazón de cerdo con mostaza a la antigua

¿Habéis comprado muchas cositas el black friday y el cyber monday? Yo, la verdad, absolutamente nada. Ni tenía necesidad ni tenía capricho y como no soy una persona muy consumista, salvo si hablamos de trastos para la cocina o para el blog, que casi agradezco no tener ya donde guardarlos porque en ese tema si soy antojadiza, pero la culpa no es mía, es del blog, que como la nobleza, obliga, jajaja... pues como os decía, no he gastado ni un céntimo. De todas formas he de reconocer que todas estas fechas cien por cien consumistas, como san Valentín, días del padre y de la madre, amigos invisibles y demás pelajes, me repatean, es decir, me llevan los demonios, vamos, lo que viene a ser que me tocan la moral y eso siendo fina, que a lo mejor esto lo lee algún futuro master chef junior y no quiero que aprenda palabrotas, que eso está muy feo y aunque yo ya no tenga remedio, al menos se intenta no inculcar malas costumbres en sus gráciles e inocentes cabecitas... “Pa” verme la cara que se me ha “quedao” después de escribir semejante cursilada, oiga, si a veces los post debieran llevar la imagen incorporada de la persona que los escribe mientras lo hace, aunque casi mejor no, porque entonces me tocaba pintarme el ojo para estar más presentable en vez de sentarme al portátil con los chuchos puestos y la bata de guatiné. Nada, que mejor nos quedamos como estamos, que tanto adelanto tecnológico sería malo para nuestra salud mental aunque releyendo las líneas que preceden no sé como andará la mía o eso, u hoy estoy de muy buen humor y cuando es así me puede dar por decir chorradas y no hay quien me pare. Se nota, creo.

Que a lo que iba, que estos días pensados sólo para vendernos lo que muchas veces no nos hace falta, no me gustan. Me siento manipulada, por no decir bombardeada con tanta publicidad, que estoy deseando que llegue mayo para dejar de ver en la tele tíos buenorros que me hacen mirar al que tengo al lado y pensar “pero a ti te quiero, cari” y tías estupendas que hacen que cuando me mire al espejo piense “cómo se estropean los cuerpos”. Y yo no me dejo influenciar por ofertas agresivas o tentadoras, pero hay muchas personas que sí y luego se encuentran con cosas que no necesitan o en realidad no quieren. Afortunadamente hoy se puede devolver casi todo, algo con lo que ya cuentan las tiendas, que saben que un porcentaje de artículos se devolverá, pero siempre habrá otro porcentaje que no y que tampoco se habría vendido si no fuera por esas campañas de ventas. En el caso de las compras por internet las empresas de transportes siempre salen ganando, por cierto, así hay ahora tantas furgonetas de reparto, que cada poco se ve una de una empresa nueva en la carretera.

Lo que a lo mejor va a resultar un poco complicado de comprar son corazones de cerdo, al menos por aquí no son fáciles de encontrar, aunque supongo que con corazón de ternera también se podría hacer esta receta. No lo sé, nunca lo he cocinado, ni comido, pero supongo que la textura será muy parecida e incluso el sabor. Es una receta facilona y diferente, con ese punto ligeramente crujiente de las semillas de mostaza y un sabor muy equilibrado entre la acidez de aquélla y el dulzor del vino.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

600 gr. de corazón de cerdo (peso en limpio)

100 gr. de cebolla cortada en plumas finas

2 dientes de ajo medianos, pelados, desgerminados y cortados en dos a lo largo

1 hoja de laurel

40 gr. de mostaza a la antigua

100 ml. de vino dulce

75 ml. de agua

1/2 tsp de sal de apio

1/2 tsp de cúrcuma en polvo

8 gr. de almidón de maíz

AOVE

ELABORACIÓN:

Eliminar grasas, impurezas y restos de venas de los corazones y lavarlos. Secar con papel de cocina y cortar a lo largo en tiras de un centímetro de ancho.

Disponer un fondo de aceite de oliva virgen extra en una cazuela y llevar al fuego. Saltear las tiras de corazón en el aceite caliente hasta que cambien de color y sacar a un plato. Hacerlo por tandas para que el aceite no pierda temperatura.

Sofreír la cebolla y el ajo en el aceite sobrante, añadiendo más si fuera necesario. Cuando la cebolla empiece a ablandarse, devolver los corazones a la cazuela, verter el vino y evaporar el alcohol, añadir el laurel, la sal de apio, la cúrcuma, la mostaza y el agua. Tapar y cocer a fuego suave 20-30 minutos, según lo tiernos que sean los corazones.

Disolver el almidón de maíz en un poco de agua fría, añadirlo a la cazuela, remover y continuar el hervor hasta que la salsa espese. Dejar reposar cinco minutos y servir.

Mejora de un día para otro.

A comer.

sábado, 20 de noviembre de 2021

Pan de molde con semillas de lino y de amapola, en panificadora Lidl

Desempolvad la panificadora, aquélla por la que casi llegasteis a las manos en el súper, id a la despensa y buscad esas semillas que comprasteis para hacer aquélla receta (¿cúal era...?), comprobad que no están rancias o apolilladas (uf, importantísimo), mirad la fecha de caducidad de la levadura seca y disponeos a hacer este riquísimo pan, suave y con un puntito dulce, que lo mismo queda rico con queso viejo de oveja (menudo peligro), que con un buen jamón cocido o con jamón de pavo y tomate aderezado con aceite de oliva, sal rosa y pimienta negra. O aunque sólo sea por el placer de aspirar el olor a pan que impregna la cocina cuando se está horneando, que como diría mi abuela materna, eso también alimenta.

Dejad que se enfríe completamente para probarlo, no hagáis como yo que la impaciencia me hizo cortarlo antes de tiempo y es que ahora los panes tardan una eternidad en enfriarse y si nunca me distinguí por mi paciencia, con los años menos. También está muy bueno ligeramente templado, pero si la miga aún no ha perdido toda la humedad, se nota. Queda con una corteza en los lados y en la base muy crujiente, que es una lástima que haya que sacrificar al meterlo en una bolsa para alargar su frescura, aunque si sois tres o cuatro en casa, yo no lo metería en la bolsa ya que os va a durar poquito, aviso.

Es un pan que gana mucho al asentarse. Está mucho más rico el segundo día que el primero y no digamos el tercero. Personalmente me tengo que prohibir acercarme al pan, porque estos panes con semillas me gustan tanto que me los como a palo seco, me saben más ricos que un pastel y mira que soy golosa.

Os dejo, que me voy a dar un paseíto aprovechando los suaves rayos de sol de esta otoñal tarde de sábado, antes de que, según dicen, cambie radicalmente el tiempo y no saque la naricilla a la calle más de lo estrictamente necesario.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

400 gr. de leche desnatada a temperatura ambiente

30 gr. de miel

6 gr. de sal

60 gr. de mantequilla troceada, a temperatura ambiente

600 gr. de harina panificable (10-11% de proteína)

40 gr. de leche en polvo, desnatada

5'5 gr. de levadura de panadería seca activa

50 gr. de semillas de lino dorado

20 gr. de semillas de amapola

harina para espolvorear, tamizada

ELABORACIÓN:

Disponer en un bol la harina y la leche en polvo, mezclar con una cuchara y dejar a un lado.

Poner en un cuenco las semillas de lino y las de amapola y mezclar uniformemente. Reservar.

Sacar la cubeta de la panificadora e introducir los ingredientes por este orden: leche, miel, sal, mantequilla, mezcla de harina y leche en polvo y levadura seca.

Colocar la cubeta en el interior de la panificadora. Cerrar la tapa y conectar el aparato. Seleccionar el programa 2 (esponjoso), peso 1'250 kgr. y tueste medio.

Cuando la máquina emita los tonos de aviso para incorporar ingredientes adicionales a la mitad del segundo amasado, sin sacar la cubeta incorporar la mezcla de semillas, cerrar la panificadora y dejar que continúe con el programa.

Cuando la panificadora emita los tonos de aviso en la segunda fermentación, pulsar la tecla de parada, sacar la cubeta y con las manos húmedas quitar las palas amasadoras e introducir éstas inmediatamente en un bol con agua que las cubra para facilitar su posterior limpieza. Acomodar la masa procurando eliminar las posibles bolsas de aire que se hayan podido formar al sacar las palas, alisar someramente la superficie y espolvorear con un poco de harina. Colocar nuevamente la cubeta en la panificadora, dejar que la máquina se conecte sola nuevamente y continúe con el programa.

Una vez finalizado el programa, desconectar la panificadora, abrir la tapadera, desanclar la cubeta, desmoldar el pan y dejar enfriar por completo sobre una rejilla lejos de corrientes de aire.

Una vez frío, introducirlo en una bolsa de plástico para que se conserve tierno por más tiempo.

A comer.

lunes, 15 de noviembre de 2021

Salsa de champiñones y queso, en robot Monsieur Cuisine Plus (MC+)

Ando yo un poco tarde este año elaborando el menú del día de navidad. Otros años, a estas alturas, ya llevaba más de un mes seleccionando y probando recetas, porque entre intolerancias y alergias alimenticias, gustos personales y la búsqueda de platos un poco más esmerados o especiales de lo habitual, yo, al menos, no organizo el menú en una tarde y si a eso le sumamos que estoy pasando por una época de inspiración cero, incluso para las comidas de diario, apaga y vámonos. De verdad que no sé como lo hacen en esas casas donde se juntan 15, 20 o más comensales esos días; a lo mejor es que me complico mucho o me exijo demasiado porque no me satisface poner “cualquier cosa”, que es lo que te dicen en cuanto pides que te echen una mano con la inspiración o te sugieren unos huevos fritos con patatas, que todos los años siempre hay alguien que lo dice, pero que luego, cuando los ofrezco para cenar ese día, nadie quiere, porque lo único que apetece es cenar una ensalada, una sopita o nada, directamente, que sí gastaremos mucho en las comidas y cenas de los días claves, pero el resto casi ni comemos o muy frugalmente, así que, económicamente, se compensa el dispendio con el ahorro. Y es que ya lo he dicho muchas veces, cada día comemos menos, mucho menos en realidad y en mi familia, que siempre hemos tenidos todos muy buen “saque”, es un claro síntoma de que nos vamos haciendo mayores y el escaso relevo generacional es aún muy joven para que coja el testigo.

Sin embargo, aunque comamos menos cantidad, no por ello deja de haber mucha menos variedad y aunque el plato principal lo tengo medio hilvanado ya que va a ser pescado, sí o sí, los entrantes son los que me traen por la calle de la amargura, que por hacerlo diferente este año, no van a ir emplatados individualmente, sino todos al centro de la mesa y que cada uno se sirva lo que quiera, pero al paso que voy, en el centro de la mesa va a haber bandejas vacías. Se nos va a quedar un tipo...

Lo único que este año voy a repetir, cosa que nunca hago pero se lo prometí a mi sobrina, es el sorbete de mandarina. Mi preciosa lo tomó con siete años y le impresionó de tal manera que a mitad de la comida se sirviera algo frío y ligeramente dulce, que se pasó todo el año diciendo que quería que volviera a ser navidad para venir a mi casa a comer el sorbete. Menudo disgusto se llevó la pobre cuando el año pasado no pudimos celebrar todos juntos ese día, se quedaba sin sorbete y se la notaba tan disgustada que le prometí que la siguiente vez que viniera al pueblo, se lo haría. No cumplí mi promesa porque no vino hasta este verano, que no era época de mandarinas, pero estoy deseando ver su cara cuando saque el sorbete el día de navidad.

Mientras sigo dándole vueltas a la cabeza pensando con qué entrantes me lío para la comida de navidad, os dejo una receta sencillísima y muy rica, una salsita de champiñones y queso que está para ponerle un piso. Va bien con todo, con pasta, con solomillo (cerdo, ternera o pavo, indistintamente), con pechuga de pollo o con pescado blanco, quedan unos platos deliciosos. Con las cantidades que indico, sale una salsa de textura semi espesa perfecta para pasta. Para acompañar carnes o pescados queda mejor más densa; en ese caso, sólo se utilizarían 150-200 ml. de leche, según el gusto personal. También se puede sustituir la leche por caldo de pollo o vegetal y tendréis una riquísima crema de setas. Y es que está tan buena, que se come a cucharadas.

Congela muy bien, por lo que hago bastante cantidad y la congelo en porciones de 200 ml., que es la cantidad perfecta para dos raciones de pasta.

Antes de dejaros con la receta, se admiten sugerencias para el menú de navidad. ¡Que no sean huevos fritos con patatas, por favor!.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para unos 600 ml. de salsa, aproximadamente. Todos los pesos en limpio

140 gr. de champiñones portobello

140 gr. de champiñones blancos

75 gr. de cebolla

15 ml. de salsa Worcestershire (salsa inglesa)

la punta de un cuchillo romo de pimienta blanca molida

la punta de un cuchillo romo de sal rosa del Himalaya

100 gr. de queso fresco de untar (tipo Philadelphia) bajo en grasa, a temperatura ambiente

300 ml. de leche desnatada, a temperatura ambiente

20 ml. de AOVE

ELABORACIÓN:

Eliminar la base terrosa de los champiñones, limpiar con un cepillo suave o con un papel de cocina, cortar en cuartos y reservar.

Pelar la cebolla y cortarla en 2-3 trozos. Introducirlos en vaso del MC+, colocar la tapadera con el orificio tapado y picar 10 segundos, velocidad 6. Bajar los restos, añadir el aceite de oliva virgen extra, tapar y cocinar con el cubilete puesto, 8 minutos a 80º C, velocidad 1.

Añadir al vaso los champiñones picados, la sal rosa, la pimienta blanca y la salsa Worcestershire. Cocinar tapado 15 minutos, velocidad 1, 90º C, marcha atrás.

Incorporar al vaso la leche y el queso, bajar los restos con la espátula y cocinar tapado, 5 minutos, velocidad 1, 90º C, marcha atrás.

Triturar el contenido del vaso durante 30 segundos a velocidad 10. Debe quedar una textura fina y homogénea. Utilizar caliente.

A comer.

miércoles, 10 de noviembre de 2021

Estofado de jabalí en adobo

Empieza la temporada de caza, en el campo y en el blog. Es lo que tiene vivir con un aficionado a la caza, que se te presenta en casa con ésta y no es plan de tirarla, así que vuelven las recetas de jabalí, conejo, liebre y espero que este año haya suerte y caiga alguna perdiz, que hace un siglo que no cocino y está mal que yo lo diga, pero me quedan buenísimas. Aunque no sé yo, estamos a principios de temporada y ya dicen los cazadores que hay pocas piezas, aunque también les pasa como a los agricultores, que nunca es buen año, pero un poco de razón sí van a tener, pues durante la primavera y el verano se vieron muy pocos conejos, liebres, perdices y codornices, que es lo que aquí se caza, principalmente y eso es muy mala señal. Yo lo siento, no porque si no hay caza no puedo cocinarla, sino porque es un síntoma de que el clima va mal, ya que los animales salvajes son un buen barómetro de la salud de nuestros campos: si las temperaturas y las precipitaciones son las normales, el campo prospera y con él los animales que se nutren de lo que la naturaleza da. El cambio climático no sólo lo notamos las personas en los inviernos más suaves y los veranos más secos, si no también los animales, pues los inviernos cálidos favorecen la proliferación de plagas y malas hierbas que perjudican los cultivos y en consecuencia aumenta el uso de pesticidas y herbicidas y la ausencia de lluvias incide en la escasez de plantas de las que se alimentan los animales por lo que sus camadas y polladas se ven reducidas ante la disminución de su alimento. Por no hablar del empobrecimiento de la tierra y la disminución de los acuíferos y es que el agua es vida, pero ese es otro tema.

No sé como hay gente que niega el cambio climático. No voy a entrar a polemizar sobre si la velocidad de dicho cambio es natural o la acción humana la está acelerando, pero que el clima no es ni parecido al de nuestra niñez y no digamos al de la niñez de nuestros padres, es un hecho.

Mientras vemos cómo la naturaleza cambia, seguiremos cocinando caza cuando la haya y haciendo recetas como ésta de jabalí adaptada del blog Cousas de Milia y que está espectacular. Ésta es la segunda vez que la he cocinado y la he modificado para que quedara más suave de sabor, aunque la primera vez que la hice seguí la receta más fielmente y también está muy rica, pero también es cierto que su sabor quedó mucho más fuerte. El adobo previo consigue una carne jugosa y tierna que si no fuera por su color oscuro, no parecería jabalí. Para mantener la forma de la pieza de carne, es conveniente bridarla, aunque reconozco que a mí se me olvidó. Dejad el guiso con mucha salsa, no os arrepentiréis.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 pieza de jabalí de 1.250 gr (cabecero de lomo o maza), peso en limpio

* Para el adobo:

300 gr. de cebolla cortada en plumas gruesas

45 gr. de dientes de ajos pelados

1 rama grande de perejil

2 hojas de laurel

3/4 tsp de orégano seco

3/4 tsp de tomillo seco

1/4 tsp de pimienta negra en grano

3 clavos de olor

1 de rama de romero fresco de unos 12 cm.

2 tbs de sal gorda

300 ml. de AOVE

300 ml. de vinagre de vino blanco

300 ml. de vino blanco seco

200 ml. de agua

* Para el estofado:

la pieza de jabalí adobada

250 gr. de cebolla en trozos grandes

200 gr. de zanahorias peladas y cortadas en trozos de 3-4 cm.

100 gr. de pimiento rojo cortado en trozos de 3-4 cm.

150 gr. de salsa de tomate

1 tsp de tomillo seco

3/4 tsp de pimienta negra molida

12 hojas de apio deshidratadas

15 gr. de sal

300 ml. de vino tinto joven

200 ml. de agua

AOVE

ELABORACIÓN:

* Del adobo:

Poner al fuego una olla alta donde quepa después el jabalí y provista de tapadera. Introducir la mitad del aceite de oliva virgen extra, calentar y agregar la cebolla y los ajos. Sofreír a fuego bajo cinco minutos y añadir el perejil y el romero lavados, el orégano, el tomillo, la pimienta negra, los clavos y las hojas de laurel y continuar sofriendo hasta que la cebolla empiece a ponerse transparente. Añadir entonces la mitad del vinagre, el agua y la sal y hervir a fuego suave durante 20 minutos.

Retirar del fuego y dejar que se enfríe. Una vez frío, incorporar el resto del vinagre y el vino blanco, remover e introducir la pieza de carne. Agregar el resto del aceite de oliva, tapar y llevar al frigorífico. Es preferible que la carne quede cubierta por el adobo, pero no pasa nada si no la cubre del todo.

Mantener el jabalí en el adobo durante cinco días, dándole la vuelta a la carne cada doce horas.

* Del estofado:

Sacar la carne del adobo y tirar éste. Secar el jabalí con papel de cocina, atar con hilo de cocina, tapar y dejar dos horas a temperatura ambiente para que se temple.

Poner un buen fondo de aceite de oliva virgen extra en una cazuela. Calentar y dorar la carne por todas partes. Distribuir por los laterales del jabalí la cebolla, las zanahorias, los pimientos rojos, el tomillo, la pimienta negra molida, las hojas de apio picadas y la sal. Incorporar la salsa de tomate, el vino tinto y el agua. Mecer la cazuela para que se integren los ingredientes, tapar y cocinar a fuego medio-bajo durante dos horas y media, dando la vuelta a la carne cada treinta minutos. Comprobar el punto de cocción del jabalí pinchando la carne en el centro de la pieza con una brocheta, continuando la cocción si no estuviera tierna, comprobando cada 15 minutos el punto de la carne.

Sacar la carne de la cazuela y reservar al calor. Recuperar la mitad de los pimientos y de las zanahorias y pasar por el pasapurés el resto de la salsa, aligerándola con agua si quedara muy espesa.

Eliminar el hilo y cortar el jabalí en rodajas gruesas, acompañar con los pimientos rojos y las zanahorias cortadas en rodajas, salsear y servir.

A comer.

viernes, 5 de noviembre de 2021

Pisto especiado con cous cous

Para compensar las últimas recetas dulces, hoy toca una de hortalizas, que, precisamente ligera no es, debido a la presencia del cous cous, pero éste también hace que sea un plato bastante completo y saciante. Y lo mejor, que está para chuparse los dedos. El plato no, porque la gracia es que el cous cous absorba la toda la salsa del pisto, por eso es preferible que quede con bastante salsa. Pero como todo, eso es cuestión de gustos.

Hablando de gustos, me encanta el pisto. Es de esos platos que hago principalmente en verano, cuando la huerta está a pleno rendimiento, abrumando con su acostumbrada superproducción. Aunque en casa sólo lo como yo, preparo grandes cantidades y lo congelo por raciones para poder así disfrutar de él todo el invierno. Casi me ha costado preparar la receta de hoy, veía las hortalizas cortadas y me parecía poquísimo, acostumbrada como estoy a preparar un cangilón. Aún así, para acompañarlo con cous cous, han salido cinco raciones, que no está mal.

¡Ay, el cous cous! Con lo que me gusta y el tiempo que hacía que no lo comía, pero lo “redescubrí” este verano y ahora casi se lo pongo hasta al café, como decimos en mi casa cuando un alimento o un condimento se lo añadimos a casi todos los guisos. Y eso que tenía un paquete en la despensa desde hace ni sé, pero ahí estaba, cogiendo solera.

Recuerdo perfectamente la primera vez que comí cous cous. Estábamos mi hermana y yo pasando unos días en Fuerteventura, en casa de una amiga suya y un día nos juntamos en su casa a comer un grupo de jóvenes (han pasado veinticinco años, en aquél entonces toooodooos éramos jóvenes), entre los que se encontraba una chica oriunda de un país africano que no recuerdo, la cual volvía a su tierra y para despedirse hizo ella la comida. Preparó una fuente enorme de cous cous con verduras, pollo y pasas que, como es costumbre, colocó en el centro de la mesa, a la vez que nos decía que en su país ese plato se comía con los dedos, aunque a nosotros, europeos remilgados, no nos iba a hacerlo comer de esa manera. Tampoco teníamos el pan plano con el que se suele comer, pero armados de nuestras cucharas dimos buena cuenta de la fuente, que duró un milisegundo, todo hay que decirlo y no porque estuviéramos especialmente hambrientos, sino porque el plato estaba riquísimo. Al ver la velocidad con la que habíamos dado buena cuenta del cous cous, la pobre chica se sintió mal pensando que la comida había sido escasa, pero creo que si hubiera hecho el doble, nos habría durado lo mismo. Estaba realmente delicioso y guardo un grato recuerdo de aquella comida.

No sé si mi subconsciente condicionó con este recuerdo la elaboración de este plato. Había estado cogiendo los casi últimos pimientos y tomates de la huerta y andaba pensando qué hacer con ellos. Recordé que tenía abierto un paquete de cous cous y la receta salió sola: pisto, especias y cous cous. ¿Pero qué especias? Pues hice lo que hago siempre, ir a la despensa, mirar todos los botes de especias y dejar que me inspiren. Cogí los que me pareció que le irían bien a la receta y como de costumbre, fui mezclando, oliendo (ésto es importantísimo) y probando. Casi no tuve que hacer ajustes, porque quería una mezcla suave de especias, que se fundieran con las hortalizas sin abrumarlas. Para mi gusto el pisto quedó perfecto, con una presencia evidente de las especias pero sin que éstas se adueñen del plato y que siguen apreciándose una vez mezcladas con el cous cous, el cual suaviza mucho su sabor.

Aconsejo no pelar el calabacín ni la berenjena, para que así se mantengan más enteros. El tomate no suelo pelarlo pues la variedad que cultivamos tiene una piel finísima que a mí no me estorba. Del mismo modo no le quito las semillas, pues apenas tienen y no me molesta su presencia en el plato. Pero como todo, a gusto del cocinero.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para el pisto (rinde cinco raciones, aprox.):

180 gr. de cebolla

200 gr. de pimiento verde

120 gr. de pimiento rojo

260 gr. de calabacín

225 gr. de berejena

325 gr. de tomate

1/4 tsp de semillas de cilantro

1/2 tsp de ras el hanout

1/8 tsp de jengibre molido

1/8 tsp de macis

AOVE

sal

*Para el cous cous, por ración:

50 gr. de cous cous precocido de grano medio

50 gr. de agua

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

*Del pisto especiado:

Machacar en el mortero las semillas de cilantro. Mezclar con el resto de especias y reservar.

Lavar la berenjena y cortarla en rodajas de 1'5 cm. de grosor. Espolvorear con sal para que pierdan parte del amargor y dejar a un lado mientras se preparan el resto de hortalizas. Si la berenjena es muy tierna, este paso no es necesario.

Eliminar las hojas exteriores y las raíces de la cebolla. Cortar en dados de un centímetro de lado, aproximadamente y reservar.

Lavar los pimientos y el calabacín. Eliminar tallos, semillas y nervaduras interiores de los primeros y despuntar el segundo, dejándolo con piel. Cortar pimientos y calabacín en dados de 1'5 cm. de lado, aproximadamente y reservar por separado.

Lavar y pelar el tomate. Eliminar las semillas y cortar en dados 1'5 cm. de lado, aproximadamente. Reservar.

Lavar las rodajas de berenjena para quitar la sal, secar con papel de cocina, presionando con suavidad para eliminar el máximo de humedad y cortar en dados de 1'5 cm. de lado, aproximadamente. Reservar.

Disponer un buen fondo de aceite de oliva virgen extra en una cazuela amplia y calentar a fuego medio-alto. Introducir la cebolla, agregar un poco de sal y rehogar hasta que empiece a ablandarse. Añadir entonces los pimientos, remover, tapar y cocinar hasta que empiecen a ablandarse ligeramente. Incorporar a la olla el calabacín y en cuanto empiece a cambiar de color introducir la berenjena, remover, tapar y cocinar dos minutos.

Echar a un lado las hortalizas e inclinar la olla en sentido contrario para que escurra el aceite. Añadir a ese aceite la mezcla de especias y rehogar diez segundos. Mezclar las hortalizas con las especias rehogadas, agregar el tomate, remover, tapar la cazuela y continuar cocinando diez minutos. Quitar la tapadera, comprobar el punto de cocción de las hortalizas y cocinar, destapado para que se consuma ligeramente la salsa, de cinco a diez minutos o hasta que las hortalizas estén a nuestro gusto. Rectificar de sal y reservar caliente.

* Del cous cous:

Disponer el cous cous en un cuenco. Llevar el agua a ebullición y en cuando arranque el hervor, verter sobre el cous cous, tapar y dejar reposar cinco minutos. Destapar, añadir sal al gusto y un chorrito de aceite de oliva virgen extra cruda y remover con un tenedor hasta que los granos de cous cous estén completamente sueltos.

*Del emplatado:

Poner el cous-cous en el plato. Practicar una ligera hondonada en el centro y colocar en éste unos 200 gr. de pisto. Servir inmediatamente.

A comer.

lunes, 1 de noviembre de 2021

Bizcocho de helado de leche merengada

Los helados son para el verano, como las bicicletas y aunque el resto del año cae alguno porque siempre hay en el congelador, los consumimos muy esporádicamente, salvo en navidades, que suelo hacer helado de turrón de Jijona y le damos un aire, que ya ya, que después de la comida al personal le apetece más un helado que un polvorón y con eso de que es de turrón y estamos en esas fechas, parece que se “peca” menos. Tiene gracia eso, nos pegamos buenas comilonas o cenas (cada día menos, se notan mucho los años) sin dolernos prendas con las calorías saladas pero nos ponemos dignos con las dulces, “sólo un trocito de turrón, que engorda mucho” (¿y los canapés y el lechazo no?), “yo nada, que no me entra” (bueno, eso lo entiendo) “si hay helado sí, que es digestivo” (ya, como el chupito y como éste, “tampoco engorda”).

Disquisiciones aparte, tenía por el arcón congelador una tarrina con un poco de helado de leche merengada y ya me estaba aburriendo de verla, así que, aprovechando que tocaba limpieza de arcón y lo había sacado todo, decidí que la tarrina no volvía dentro. Como sabía que frío no se iba a comer, dejé que se derritiera y lo reconvertí en este tierno bizcocho, con ese sabor a canela que tanto me gusta. Quedó tan rico, que lo he repetido después con helado de vainilla y está igualmente muy rico, aunque nos gustó más el de leche merengada. Tengo que probar con helado de chocolate, seguro que también está muy bueno.

Al haber utilizado un resto de helado, es mi aportación de noviembre al proyecto 1+/-100, desperdicio 0 que Marisa, desde su blog Thermofan, promueve para evitar el desperdicio de alimentos y el reciclaje en general.

Si tenéis helado en el congelador, animaos a hornear este bizcocho, perfecto para el desayuno o para disfrutar a media tarde con un café o un té calentito, para pecar antes de ir a dormir o hacer más llevadero el insomnio.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

3 huevos L a temperatura ambiente

180 gr. de azúcar blanquilla

215 gr. de harina de trigo de todo uso

100 gr. de margarina vegetal a temperatura ambiente

120 gr. de helado de leche merengada, descongelado y a temperatura ambiente

12 gr. de impulsor químico

1/8 tsp de canela molida

margarina para el molde

harina para el molde

azúcar glas para espolvorear

*Y además:

un molde redondo con chimenea central de 22 cm. de diámetro o de 2'250 litros de capacidad

ELABORACIÓN:

Enmantequillar y enharinar el molde elegido, retirando el exceso de harina poniéndolo boca abajo y dándole unos golpecitos en la base y costados. Dejar a un lado.

Tamizar juntas la harina, la canela y el impulsor químico. Reservar.

Precalentar el horno a 200º C, con calor arriba y abajo.

Poner la margarina en un cuenco, preferiblemente estrecho y profundo y batir durante 20 segundos con las varillas eléctricas. Añadir el azúcar en forma de lluvia en tres veces y batir con las varillas hasta que la mezcla esponje y blanquee ligeramente. Agregar un huevo y batir con las varillas, primero a velocidad baja y cuando esté integrado, a velocidad alta durante unos 20 segundos. Proceder de igual modo con los otros dos huevos, no añadiendo el siguiente hasta que al anterior no esté perfectamente integrado.

Incorporar la mezcla de harina en tres veces y el helado en otras tres veces, alternado y empezando con los ingredientes secos. Integrar manualmente.

Verter la mezcla en el molde, colocar un paño de cocina en la encimera y dar unos golpecitos al molde contra ésta y encima del paño.

Introducir en el horno, colocando la rejilla en la posición central y hornear a 180º C y con calor abajo durante 40-42 minutos. Comprobar el punto de cocción pinchando el bizcocho con una brocheta: debe salir seca.

Sacar el molde del horno y colocarlo sobre una rejilla. Desmoldar a los 10 minutos y poner el bizcocho sobre la rejilla para que termine de enfriarse.

Cuando esté completamente frío, espolvorear con azúcar glas y servir.

A comer.