lunes, 30 de diciembre de 2019

Salsa de manzana y champiñones


Hoy os traigo una receta sencillita pues imagino que la mayoría andáis sin tiempo estos días. Esta salsa forma parte de otra receta que ya os enseñaré, pero está tan buena que merece una entrada para ella sola para que así resulte más fácil de localizar. Sabe mucho a manzana y es perfecta para acompañar lomo o codillo de cerdo asados, redondo de ternera guisado o pechuga de pollo a la plancha. Se puede preparar con antelación y dura hasta cinco días en el frigorífico dentro de un recipiente hermético.

Con las cantidades que indico no sale mucha salsa, más o menos para dos raciones utilizada como puré espeso para guarnición, así que según para qué se vaya a utilizar, habrá que doblar o triplicar las cantidades.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.



INGREDIENTES:
 

45 gr. de cebolla (peso en limpio)

95 gr. de manzana granny smith (peso en limpio)

75 gr. de champiñones (peso en limpio)

pimienta blanca molida

aceite y sal

75-100 ml. de agua caliente

 

ELABORACIÓN:
 

Pelar y picar en brunoise la cebolla y rehogar a fuego lento en una sartén honda con un fondo de aceite y un poco de sal hasta que esté casi transparente. En ese momento, añadir la manzana pelada, descorazonada y cortada en cubos no más grandes de medio centímetro de lado. Continuar rehogando a la misma temperatura hasta que se vea la manzana medio cocinada. Entonces, incorporar los champiñones lavados y picados groseramente en trozos no muy grandes, agregar pimienta blanca molida al gusto y cocinar el conjunto tapado hasta que los champiñones estén guisados y hayan consumido todo el agua de vegetación.

Apartar la preparación del fuego, verter en el vaso de la batidora de brazo y triturar con ésta hasta conseguir un puré muy fino. Agregar de 75 a 100 ml. de agua, según el espesor deseado en función del uso que se le vaya a dar, rectificar de sal y servir caliente.

A comer.


jueves, 26 de diciembre de 2019

Espárragos rellenos de ceviche suave de corvina


Este mes voy de cabeza. No sé en qué se me va el tiempo pero ando tarde para todo y encima voy acelerada. A ver si llega enero con su cuesta y con eso de que hay que subirla, me freno un poco, que una ya no tiene edad para la escalada...

Hoy no os doy guerra porque imagino que la mayoría andáis sin tiempo a consecuencia de las preparaciones navideñas, así que, sin más, os dejo estos espárragos rellenos de ceviche de corvina que han quedado muy ricos y que a mis comensales les han gustado mucho (o eso o mienten muy bien).

El ceviche suele ser picante, pero para que le gustara a todo el mundo y no enmascarara el sabor del espárrago, sólo le puse un poco de pimienta blanca para que reforzara el sabor, pero no para que picara. También suele llevar cilantro fresco pero personalmente me sabe a jabón y no puedo con él. Curiosamente, las semillas tienen un sabor que recuerda al limón y esas sí me gustan y las utilizo en alguno de mis platos, pero las hojas, como que no.

Si os gusta el pescado un poco crudo, dejarlo macerar menos tiempo del que indico, pues según lo preparo yo, queda completamente “cocido”.

Una última cosa: los espárragos, una vez rellenos, resultan frágiles de manipular, así que, para evitar disgustos, es mejor prepararlos en los platos en los que se vayan a comer.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.



INGREDIENTES:
 

8 espárragos blancos en conserva, muy gruesos

100 gr. de lomo de corvina en un trozo (peso sin piel ni espinas)

20 gr. de pimiento verde

20 gr. de pimiento rojo

20 gr. de pimiento amarillo

30 gr. de cebolla roja

el zumo de 2-3 limones (según tamaño)

pimienta blanca molida

sal
 
 

ELABORACIÓN:
 

Para eliminar el exceso de líquido de los espárragos, escurrirlos del agua de conservación y disponerlos en un plato preparado con dos hojas de papel de cocina. Cubrir con otras dos hojas y reservar.

Lavar y secar los pimientos. Despepitar y picar en cuadraditos pequeños y ponerlos en un bol.

Pelar la cebolla y picarla muy menuda. Añadirla al bol de los pimientos, junto con pimienta blanca molida, al gusto y remover. No ha de quedar picante, sólo tiene que llevar la justa para reforzar el sabor. Añadir zumo de limón hasta que los vegetales queden cubiertos. Dejar en maceración al menos media hora, removiendo de vez en cuando.

Si el pescadero no lo ha hecho, eliminar la piel de la corvina, así como las espinas que pudiera tener. Cortar en tiras y éstas a su vez en cubos de no más de medio centímetro de lado. Colocar el pescado en un bol, añadir sal al gusto y cubrir con zumo de limón. Dejar que macere durante veinte minutos, removiendo de vez en cuando.

Una vez transcurrido el tiempo de maceración, mezclar el contenido de ambos boles, removiendo para distribuir los ingredientes, escurrir el zumo de limón, reservando unas cucharadas y desechando el resto.

Eliminar el papel de cocina de los espárragos y colocarlos en los platos que vayan a ir a la mesa. Con un cuchillo muy afilado, cortar a lo largo sin llegar a cortarlos del todo (tienen que quedar ambas mitades unidas). Con la ayuda de dos cucharillas, rellenar los espárragos con el ceviche, agregar una cucharadita del zumo del limón reservado en el interior de cada espárrago y servir.

A comer.


sábado, 21 de diciembre de 2019

Sam tatlisi (delicias de Damasco). Receta de Turquía


¿No os parece que los dulces de la mayoría de los países de Oriente Próximo son hiper calóricos? O bien tienen azúcar o miel hasta empalagar o sus ingredientes principales son los frutos y frutas secos o están bien cargaditos de mantequilla. Tal vez esté confundida, pero es la impresión que a mí me da. Baste como ejemplo el archiconocido baklava, las deblas tunecinas (dulce de sartén empapado en almíbar de miel y azúcar y espolvoreado con sésamo y pistacho), las haloua marroquíes (pastas rellenas de dátiles, nueces y almendras) o estas sam tatlisi, sencillas en ingredientes y dulzonas.

La receta la he sacado del libro "Un viaje por la cocina mediterránea" de Daniel Rouche y editado por Somoslibros: una recopilación de recetas de diversos países de la Cuenca Mediterránea.

He seguido la receta al pie de la letra (raro en mí). La única modificación es que hice menor cantidad de almíbar reduciéndolo en un tercio, porque las cantidades originales me parecían una barbaridad, aunque visto el resultado, a lo mejor me equivoqué reduciéndolo, pues el almíbar no llegó a empapar la parte superior de los pastelillos. Es por eso que en la receta indico las cantidades originales.

El dulce está rico, tiene un sutil sabor a naranja, es diferente y perfecto para los muy golosos. Yo, que soy golosa pero con los años me van gustando las cosas menos dulces, no los he encontrado empalagosos, que era como me los esperaba y me han sorprendido gratamente: son lo suficientemente buenos como para que si se tiene la oportunidad de probarlos, no dejarla pasar.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.




INGREDIENTES:
 

* Para las delicias:.

500 gr. de sémola de trigo fina

250 gr. de azúcar fino o glas

10 gr. de impulsor químico

400 ml. de leche desnatada a temperatura ambiente

la ralladura de la piel de media naranja grande

40-60 gr. de almendra cruda laminada

30 almendras fritas sin sal, repeladas

margarina para el molde
 

*Para el almíbar:

500 gr. de azúcar blanquilla

300 ml. de agua

55 gr. de limón cortado en rodajas (4-5, según tamaño)
 

*Y además:

un molde antiadherente de 24x20 cm. de base
 

ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos, temperaturas, fuentes de calor y posición de la bandeja en el horno que se indican, son los que funcionan en mi horno. Como no hay dos hornos iguales (ni siquiera siendo de la misma marca y modelo), cada cual deberá adaptar la forma de cocción a su horno, aunque probablemente las correcciones habrán de ser mínimas.

Embadurnar generosamente con margarina el molde elegido. Distribuir las almendras fileteadas por toda la base y en una sola capa. Dependiendo del grosor de las láminas, será necesario mayor o menor peso de almendras. Las mías las corté finas y tuve suficiente con 40 gr. Presionar con delicadeza las almendras para que se peguen un poco a la margarina y reservar el molde.

Lavar y secar la piel de naranja. Rallar con un rallador fino sin llegar a la parte blanca y reservar.

Disponer en un bol la sémola y añadir el azúcar y el impulsor tamizados. Mezclar con una cuchara hasta que quede homogéneo. Agregar la leche y mezclar hasta que no se vea ninguna parte seca. Por último, añadir la ralladura de naranja, remover de nuevo para distribuirla por la pasta y volcarla delicadamente en el molde (para evitar que se muevan las almendras). Golpear el molde con cuidado contra la encimera para que suban las posibles burbujas que pueda contener la mezcla, taparlo con papel film alimentario y dejar reposar un día en la nevera.

Al día siguiente, sacar el molde del frigorífico una hora antes de hornearlo para que se atempere.

Precalentar el horno a 180º C con calor arriba y abajo e introducir el molde, sin el film, colocando la rejilla a media altura. Hornear 25 minutos, comprobando el punto de cocción pinchando con una aguja, si sale seca ya está hecho. Si no fuera así, hornear un poco más hasta que esté hecho. Si fuera necesario (dependerá del horno), gratinar unos minutos para dorar la superficie.

Mientras se hornean las delicias, poner un cazo el agua, el azúcar y las rodajas de limón lavadas y llevar a ebullición durante cinco minutos. Mantener caliente hasta sacar el molde del horno.

En cuanto se saque el molde del horno, regar con el almíbar caliente, eliminando el limón, y dejar al menos una hora para que se absorba todo el líquido. Yo lo hice por la noche y lo dejé hasta el día siguiente.

Desmoldar con cuidado para que las almendras no se despeguen de la masa. Cortar en quince porciones y decorar cada una con dos almendras fritas.

A comer.



 

domingo, 15 de diciembre de 2019

Pollo con crema de champiñones, en olla WMF


Por fin he puesto el árbol. Normalmente lo hago durante el puente de la Constitución, pero como me pasé la mitad de los días fuera de casa, no pude hacerlo, así que llevo pringada todo este fin de semana. Cada año me da más pereza, la verdad. Si no fuera por la carita que me puso mi sobrina el otro día cuando le dije que no sabía si lo iba a poner, se queda en la caja. Ya el año pasado no lo saqué, ni el árbol ni ningún adorno. Tenía muy mal recuerdo de las navidades anteriores (aún lo tengo y creo que me va a durar varios años) y no tuve ánimo para ponerlo. Preparé la comida del día de Navidad porque tenía invitados, como todos los años, que si llegamos a estar mi pareja y yo solos, no creo que hubiera cocinado nada especial. Aún así, estuve tres meses planificando el menú y probando platos. El esfuerzo mereció la pena pues todos coincidieron en que era el mejor menú de Navidad que había hecho nunca. Este año no creo que lo digan, porque a estas alturas aún no lo tengo cerrado y ni las prisas ni la improvisación son buenos pinches de cocina.

Estoy un poco monotemática con las setas. No he caído en la cuenta hasta que me he puesto a preparar la entrada de hoy. Últimamente cocino mucho con ellas, aunque no traigo por aquí todas las recetas para no repetirme en exceso. Me suele pasar que me da por cocinar con un ingrediente y aparece en casi todos mis platos, Así hasta que paso a otro y vuelta a empezar. Rarita que es una.

Para variar, traigo una receta con una salsa espesa, tanto que tiene más la textura de una crema, de ahí el nombre. La razón es que mi pareja no es muy amiga de las guarniciones de los guisos y primero protesta cuando sirves los platos (“a mí no me pongas muchos tropezones”) y después se come las tajadas dejando casi todo de lo demás. Solución: pasarlo todo por la batidora, como con lo niños chicos. ¡Ay, estos hombres!.

El pollo, muy rico.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.


INGREDIENTES:

2 cuartos traseros de pollo

105 gr. de champiñón laminado en conserva (peso escurrido)

50 gr. de puerro (peso en limpio)

70 gr. de cebolla (peso en limpio)

100 gr. de leche de coco (a temperatura ambiente)

100 gr. de queso fresco batido 0% de materia grasa

1 pimienta de cayena verde fresca o roja seca

aceite y sal



ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos de cocción que se indican lo son para una placa vitrocerámica de inducción. En el caso de utilizar otra fuente de calor (eléctrico, gas, halógeno), los tiempos variarán, debiendo ser adaptados. Lo mismo ocurre en caso de utilizar otra olla a presión o una cazuela convencional.

Lavar el pollo y secarlo con papel de cocina. Limpiar de grasas, separar los muslos de los contramuslos y sazonar. Reservar.

Eliminar la raíces y las hojas exteriores del puerro. Cortarlo en rodajas de medio centímetro de grosor y reservar.

Eliminar igualmente raíces y hojas exteriores de la cebolla, cortarla en plumas y reservar.

Escurrir y eliminar el agua de vegetación de los champiñones y reservar.
 
Remover la leche de coco para que se mezcle la parte sólida con la líquida, ponerla en un cuenco, añadir el queso fresco y remover hasta que se integren ambos ingredientes. Reservar.
 
Lavar la pimienta de cayena (fresca o seca), abrir al medio y eliminar las semillas. Reservar.
 
Poner a calentar la olla rápida con un fondo de aceite. Cuando esté bien caliente, freír los trozos de pollo, dorándolos ligeramente. Sacarlos a un plato y reservar.
 
Introducir la cebolla y el puerro en la olla, añadiendo un poco más de aceite si fuera necesario y freír hasta dorar. Agregar los champiñones y la pimienta de cayena y desglasar los jugos del fondo de la olla. Rehogar un par de minutos y añadir la mezcla de leche de coco y queso fresco, así como un poco más de sal, remover y colocar encima las tajadas de pollo. Cerrar la olla, llevar a ebullición y cocer 15 minutos desde que suba la válvula por completo.
 
Cumplido el tiempo, dejar que la olla pierda toda la presión antes de abrirla. Sacar el pollo, quitar la pimienta de cayena e introducir la salsa en el vaso de la batidora de brazo y triturar con ésta hasta conseguir una crema fina, Rectificar de sal si fuera necesario. Si se desea un poco más espesa, hervir durante cinco minutos. Si no, devolver el pollo a la olla, cubrir con la crema y calentar un par de minutos.
 
Servir, si se desea, con unas pimientas de cayena verdes frescas picadas y sin semillas.
 
A comer.

martes, 10 de diciembre de 2019

Rillettes de sardinas en aceite

 
La rillette (femenino y singular, en francés), es, según la Wikipedia, una especie de paté blando y hebroso típico de las ciudades de Le Mans y Tours. Tradicionalmente de cerdo, hoy en día se encuentra elaborada con distintos tipos de carne, incluida la de caza, así como de pescado.
 
Esta de sardinas es probablemente de las más sencillas que se pueden elaborar, además de económica. Para hacerla he leído bastantes recetas, tanto en francés como en español y prácticamente todas son iguales, así que después de varias pruebas, me quedo con ésta que os enseño. La consistencia de la mezcla es untuosa y suave y las sardinas no tienen que convertirse en una pasta, pues una de las características de la rillete es que el ingrediente base (carne o pescado) se encuentra desmenuzado formando hebras que se distinguen perfectamente a la vista y al paladar. Para conseguir esa textura, es importante que el queso sea muy cremoso y ligero pero con consistencia, por lo que no todos los que se comercializan son idóneos.

Se hace en un momento y resulta un entrante diferente y muy rico.

Por cierto, que “rillette” es singular, pero habitualmente se utiliza la palabra en plural, es decir, “rillettes”.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.


INGREDIENTES:
 

1 lata de sardinas en aceite, 90 gr. peso escurrido

30 gr. de queso de untar (tipo Philadelphia) bajo en grasa

10 gr. de cebolleta, incluyendo parte verde
 
1/2 tsp. de zumo de limón

pimienta blanca molida

sal



ELABORACIÓN:
 

Escurrir el aceite de las sardinas, reservándolo para posibles modificaciones de textura. Desmenuzar las sardinas groseramente con las manos y disponerlas en un bol. Si se desea, eliminar previamente la espina central (yo no lo hago).

Picar muy menuda la cebolleta, incluyendo un poco de la parte verde y añadirla a las sardinas. Agregar pimienta blanca molida y sal al gusto, el zumo de limón y el queso de untar. Mezclar con un tenedor procurando no deshacer mucho el pescado.

Si la mezcla resultara demasiado espesa, corregir la textura añadiendo cantidades pequeñas del aceite de las sardinas hasta conseguir una mezcla cremosa y suave.

Introducir en el frigorífico al menos treinta minutos antes de consumir.

Servir acompañado de panecillos tostados, regañás, picos o similar.

A comer.



jueves, 5 de diciembre de 2019

Albóndigas de cerdo y setas, al vapor, con salsa de champiñones y castañas, en MC+

Setas y castañas. Son dos cosas que me evocan el otoño, aunque las setas sean cultivadas como en este caso. Será porque las castañas son de esa estación, así como muchas setas o por el color, en una asociación de ideas con el color de las hojas de los árboles, no sé, pero son dos cosas que me saben a otoño: la presencia de las castañeras anunciaba, al menos por mi tierra, la llegada del otoño, era casi su apertura oficial. ¿No os pasa a vosotr@s que asociáis determinados alimentos a una estación concreta y se os hace raro, tal vez, consumirlos fuera de temporada? Cuando yo era cría a nadie se le ocurría comer un helado en invierno, por ejemplo, ni siquiera se vendían. Ahora podemos comer casi todo durante casi todo el año. Creo que hemos salido perdiendo, pues para mí era un auténtico placer comer el primer helado artesanal de la temporada. No importaban las largas colas que se hacían para comprar uno en El Salón Ideal, ni el fastidio que suponía tener que hacerla primero para pagar y sacar un ticket y luego (aunque más rápida) para pedir el helado, siempre de cucurucho y de una, dos o tres bolas (enormes) o de dos sabores y ponerle ojitos al heladero de turno para que te diera una cucharita de plástico, las cuales estaban reservadas para quien pedía el helado en tarrina. No existían los toppings ni otros aderezos modernos, ni esos colores chillones que tienen ahora, era el helado sin más, con su intenso sabor a mantecado (un auténtico pecado) o a nata (a nata de verdad, con el sabor de la nata que tenía la leche antes de la uperización) o a tutti frutti, con trocitos de fruta escarchada o a avellana, con el pronunciado sabor y aroma del fruto tostado... En El Salón Ideal tenían una larga lista de helados, todos artesanales y buenísimos. Lástima que cerró hace muchos años.
Nunca compro carne picada de cerdo, suelo comprarla casi siempre de ternera. Pero la compré un día a última hora en un supermercado en los que ya te la venden en bandeja y las de ternera o mixta eran demasiado grandes para mis necesidades, así que cogí una de cerdo. Me hace poca gracia comprar así la carne picada, prefiero pedirle al carnicero que me pique la pieza que yo elija, pero era última hora de un sábado y me hacía falta.

Total, que seguía siendo mucha y me sobró. Y en lo que pensaba cómo emplearla, me vino a la cabeza la imagen de un cerdo hozando en el campo, levantando las hojas caídas de los árboles y poniéndose ciego a setas y demás. Como lo cuento. Casualmente tenía todos los ingredientes de la receta, así que me puse a ello. Es la primera vez que las hago al vapor y me ha gustado mucho el resultado. Son increíblemente jugosas y tiernas y con un pronunciado sabor a setas.

No os fieis de su feo aspecto. Están muy buenas.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.



INGREDIENTES:

* Para las albóndigas:

500 gr. de carne picada de cerdo

115 gr. de setas shiitake

125 gr. de champiñones

1 huevo pequeño

1 ramita de perejil fresco

1/8 tsp. de nuez moscada molida

1/8 tsp. de pimienta negra molida

1/2 tsp. de sal

aceite para el accesorio de vapor

* Para la salsa:

70 gr. de puerro (incluyendo un poco de la parte verde)

60 gr. de cebolla

125 gr. de champiñones

140 gr. de castañas crudas con piel u 85 gr. de castañas cocidas y sin piel

20 ml. de AOVE

200 ml. de agua

50 ml. de vino blanco seco

una pizca de nuez moscada molida

sal



ELABORACIÓN:

* Antes de empezar:

Cortar el pie terroso de los champiñones. Lavar éstos y las setas bajo el grifo, con un hilo de agua y una a una, frotando con un cepillito. Ir colocándolas con las celdillas hacia abajo en un escurridor. Una vez limpias y escurridas, quitar los tallos de los champiñones, pesarlos y completar con los sombreros de champiñón necesarios hasta los 125 gr. que hacen falta para la salsa. Reservar por separado los champiñones y setas de las albóndigas de los champiñones de la salsa.

* De las albóndigas:

Lavar y secar el perejil. Cortar las hojas y reservar, desechando el tallo.

Disponer en un bol amplio donde quepan todos los ingredientes de las albóndigas, la carne picada, la sal, la nuez moscada y la pimienta negra molidas. Mezclar con las manos para distribuir homogéneamente las especias. Reservar.

Cortar las setas y los champiñones en mitades o cuartos, según tamaño e introducirlos junto con las hojas de perejil en el vaso del robot Monsieur Cuisine Plus (MC+). Cerrar el vaso, colocar el medidor tapando el orificio y programar 10 segundos a velocidad 5. Sacar el picadillo de setas y perejil y añadirlo al bol de la carne. Volver a mezclar para distribuir los ingredientes, añadir el huevo sin batir y continuar mezclando hasta que se vea una pasta homogénea, amalgamada y muy jugosa.

Aceitar con una brocha de silicona, la bandeja plana de la vaporera del MC+ para evitar que se puedan pegar las albóndigas. Colocar un plato debajo para no marchar la encimera.

Con la ayuda de dos cucharas, un vaso, las manos o una cuchara de helado, formar albóndigas y colocarlas cuidadosamente en la bandeja plana. A mí me salieron 17 grandecitas y no hubiera cabido ninguna más. En caso de hacerlas más pequeñas, usar también la bandeja honda de la vaporera, igualmente aceitada. Tapar la bandeja y reservar.

La masa de las albóndigas es muy blanda, pero no se pega demasiado a las manos, por lo que resulta bastante manejable.

* De la salsa:

Practicar un corte en un lateral de las castañas y disponerlas en un plato preparado con una hoja de papel de cocina. Tapar con un tapadera apta para microondas e introducir en éste. Programarlo un minuto y medio a 800 W. No es necesario que las castañas queden cocinadas del todo, se hace para que se puedan pelar con facilidad.

Sacar el plato con cuidado pues estará muy caliente debido a la humedad de las castañas (el papel de cocina estará muy mojado, según lo frescas que sean). En cuanto su temperatura permita la manipulación, pelarlas, eliminando la piel exterior y la pielecilla interior. Picar groseramente con las manos en un par de trozos cada una y reservar. Se precisan 85 gr. para la salsa, si no hubiera suficientes, cocinar más castañas según se indica hasta obtener el peso necesario.

Sin lavar el vaso, introducir en éste los champiñones reservados para la salsa, cerrar y tapar el orificio y programar 4 segundos a velocidad 5. Sacar los champiñones a un plato, tapar para que no se oxiden mucho y reservar.

Pelar y lavar la cebolla y el puerro. Cortar ambos en dos trozos e introducirlos en el vaso del MC+. Cerrarlo, colocar el medidor en el orificio y programar 10 segundos a velocidad 5. Añadir sal al gusto y el aceite de oliva virgen extra, tapar y pulsar la tecla rehogar con la programación que viene determinada de fábrica (7 minutos, 130º C, velocidad 1, marcha atrás).

Abrir el vaso, agregar los champiñones picados reservados y una pizca de nuez moscada molida. Cerrar, tapar el orificio y pulsar la tecla rehogar, programando 5 minutos (el resto no se modifica, es decir, a 130º C, velocidad 1, marcha atrás).

Cuando pare el robot, quitar la tapadera, agregar las castañas, el agua y el vino blanco y cerrar con la bandeja honda de la vaporera. Colocar encima la bandeja plana con las albóndigas tapada.

* De la cocción al vapor y finalización del plato:

Programar el MC+ 22 minutos a 105º C, velocidad 1, marcha atrás. Cuando acabe y con cuidado para evitar quemaduras de vapor, retirar las bandejas de la vaporera. Con delicadeza pues estarán tiernas, trasladar las albóndigas a una cazuela plana donde quepan con holgura y formando una sola capa. Tapar y reservar.

Recoger los jugos que hayan podido quedar en las bandejas y añadirlos al vaso del robot. Colocar la tapadera y programar 30 segundos, velocidad 10, orificio tapado. Rectificar de sal en caso de ser necesario y añadir más agua si se desea una salsa más ligera, pues queda muy espesa. En este supuesto, programar otros 10 segundos a velocidad 4.

Verter la salsa por encima de las albóndigas y llevar la cazuela tapada a ebullición durante 5 minutos, para que tomen el sabor de la salsa.

A comer.


domingo, 1 de diciembre de 2019

Copas de crema de chocolate al Cointreau


Una de mis muchas manías consiste en no mezclar dos productos alimenticios de distintos fabricantes, es decir, que si tengo un resto de arroz de marca X no lo mezclo con arroz de marca Y. Es una bobada, lo sé, porque si el resto es pequeño no se nota la diferencia respecto del alimento cuya proporción es mayor, pero es que ya me ha pasado de mezclar dos marcas de macarrones de diferentes fabricantes y después notarse pues no habían cocido igual. Esa diferencia suele ser mayor cuanto más elaborado es el alimento, pero aún así, si puedo evitarlo, no hago esas mezclas, por lo que suelo comprar casi siempre las mismas marcas.

¿Cuál es el problema entonces? Pues que a veces no vuelvo a encontrar el mismo producto y mi despensa se ya llenando poco a poco de restitos que por si solos no valen para nada. Eso no quiere decir que los tire, noooo, ni mucho menos, pero en ocasiones se pasan bastante tiempo dando vueltas por ahí hasta que les encuentro avío.

Así que en una de esas que me dije “bueno, guapa, ya va siendo hora de que te quites de en medio algunas sobras, así que estrújate la mollera un poco”, me puse a revolver y salió un paquetito con un trozo de chocolate de cobertura (44 gr. para ser más exactos) y le dije “llegó tu hora, a ver qué hago contigo”. Ese día estaba inspirada y me acordé que tenía en el frigorífico un resto de leche condensada desnatada casera mareado ya de tantas vueltas que daba por la nevera y enseguida me vino a la mente una idea para utilizar ambas cosas y así nacieron estas copas. Ricas, casi viciosas (si gusta la mezcla chocolate-Cointreau) y sólo aptas para adultos. No salieron nada más que las dos que se ven en las fotos, pero es que era muy poca cantidad de ingredientes.

Y como es una receta de aprovechamiento, pues se va lógicamente a 1+/-100, desperdicio 0



el espacio que Marisa, de Thermofan. pone amablemente cada mes a nuestra disposición para que presentemos recetas elaboradas para evitar el desperdicio en general y en particular el de comida.

Me quedó un resto de preparado para cuajada. A ver en qué lo empleo ahora...

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.



INGREDIENTES:

45 gr. de chocolate de cobertura (56% de cacao mínimo)

40 gr. de leche condensada desnatada casera o industrial

6 gr. de preparado en polvo para cuajada

200 ml. de leche desnatada a temperatura ambiente

25 ml. de Cointreau u otro licor de naranja



ELABORACIÓN:

Rallar con un rallador fino el chocolate. Reservar.

Apartar en una taza 60 ml. de leche. Calentar en un cazo los 140 ml. restantes junto con la leche condensada hasta que alcance el hervor, apartar el cazo del fuego y añadir el chocolate rallado. Dejar reposar un minuto, remover y volver a poner al fuego, incorporar el Cointreau y llevar a ebullición, removiendo con unas varillas de vez en cuando.

Mientras, disolver en una taza la cuajada en la leche reservada. Cuando la mezcla del cazo empiece a hervir, apartar del fuego y agregar la cuajada disuelta a través de un colador por si hubieran quedado grumos. Devolver el cazo al fuego y calentar removiendo hasta que hierva. En el momento en que arranque el hervor, apartar del fuego y remover enérgica y constantemente con unas varillas hasta que la mezcla se temple (de esta forma la cuajada espesa la mezcla sin solidificarla). Distribuir en dos copas, tapar a piel con papel film, dejar enfriar del todo e introducir en el frigorífico unas tres horas para que coja cuerpo.

A comer.






sábado, 30 de noviembre de 2019

Bibliografía


Hoy no toca receta. En esta entrada, que iré actualizando, pondré los libros de los que hago alguna de las recetas o en los que me inspiro (a veces muy libremente) para cocinar. La idea es no tener que repetir cada vez todos los datos del libro en cuestión y para que quién tenga curiosidad, pueda conocer sus portadas, aunque algunos supongo que la han cambiado en las reediciones.

No van a estar ordenados ni alfabéticamente ni por autor ni por tema o tipo de comida, sino que los iré incluyendo en el orden en que aparezcan por primera vez en alguna entrada.
 
 

 
“Pasteles rápidos y tartas frías” de editorial NGV. Pequeño libro de esos libros hechos con fondos editoriales. Algo más de cien recetas de pasteles y bizcochos, muchos de ellos con frutas, con explicaciones muy concisas y todas ilustradas con una fotografía. Muy recomendable.
 
 
 

“1.069 recetas”, de Karlos Arguiñano, publicado por Editorial Asegarce-Debate la edición que yo tengo, que es del año 1996. Recetas la mayoría muy sencillas y con no muchos ingredientes, que van desde explicaciones breves y concisas (como las cinco líneas de las anchoas a la cazuela con cebolla) a otras más largas e igualmente precisas (como la poco más larga de media página del pollo escalfado a la sidra). Sin fotografías ni ilustraciones.
 
 

“Cocina griega. 300 recetas tradicionales” de editorial Summer Dream Editions, no se indica/n autor/es. Libro de cocina de recetas griegas editado en español y adquirido en Grecia. Explicaciones excesivamente simplistas y poco precisas en cuanto a volumen/peso de ingredientes, sin apenas fotografías y con algunas inexactitudes, ya que hay fotografías que no se corresponden claramente con el plato que se supone ilustran. Recetas muy sencillas entre las que se incluyen bastantes platos clásicos griegos.
 
 
 

“Quiches y tartas saladas” de Émile Perrin, editado por RBA. Más de 60 recetas de quiches, tartas saladas, pizzas y cakes salados, todas ellas ilustradas por una fotografía y bien explicadas. Uno de los libros de los que más recetas he hecho.
 
 
 

“80 recetas de pan para elaborar con la panificadora, masas y panes sencillos, aromatizados, dulces, bizcochos y mucho más”, de Richard Ehrlich, publicado por editorial Blume. Panes dulces y salados elaborados en la panificadora de principio a fin, amasados en la máquina y formados a mano con posterior cocción en el horno convencional, recetas de otras masas amasadas en la panificadora, bizcochos horneados en la máquina y hasta pasteles de carne cocinados en la panificadora. Casi todas las recetas vienen con una fotografía y con explicaciones claras. El inconveniente que le he visto es que no distingue entre levadura seca y seca instantánea, con lo que hay que andar con ojo con las recetas, aunque para quien tenga un poco de experiencia es algo que no supone ningún problema.
 
 

 
“La Cocina Asiática Clásica”, de Sri Owen, publicado por Editorial Dorling Kindersley. Más de 150 páginas, en los que la autora, nacida en la isla de Sumatra, hace un recorrido por la cocina tradicional de 14 países asiáticos, presentando recetas por lo general muy sencillas en su elaboración, no así en algunos de los ingredientes, aunque para algunos se dan alternativas, pero otros son imposibles de sustituir. Libro interesante y una buena manera de introducirse en la cocina de esos países.
 
 
 
“Bizcochos fáciles”, editado por RBA y vendido con una conocida revista de cocina. Más de 50 recetas de bizcochos sencillos publicados previamente en la revista en cuestión. Cada receta, explicada de forma breve y concisa, viene ilustrada por una fotografía.
 
 

“Un viaje por la cocina mediterránea” de Daniel Rouche, editado por Somoslibros. Más de 200 recetas, dulces y saladas, de diversos países de la Cuenca Mediterránea. Cada receta viene ilustrada con una fotografía del plato y un breve paso a paso en imágenes, además de un corto texto explicativo sobre el origen, características o ingredientes del plato. Interesante.

 

“El libro de la cocina judía” de Claudia Roden editado por Zendreda Zariquiey. Un libro sin fotografías de los platos ni ilustraciones, cuya primera edición data de 1996 y en el que su autora, nacida en Egipto en el seno de una familia judía, indica en las primeras páginas que la comida judía como tal no existe (opinión que, según indica igualmente, no comparten todos los expertos), ya que los platos difieren mucho de una comunidad a otra y lo que en algunas puede ser un plato cotidiano, resulta completamente desconocido para otras, ya que los judíos, observando siempre las reglas dietéticas (las cuales también difieren entre los dos grandes grupos, los serfarditas y los asquenazíes), adoptan y adaptan la cocina del lugar donde se encuentran y la trasladan consigo al emigrar, proporcionándole, en general, unos rasgos característicos y distintivos. Dicho esto, recopila más de 800 recetas (no todas exclusivamente judías), dividas en dos grandes bloques, el mundo sefardita (de Sefarad, España en hebreo y que designa a todos los judíos con origen en el Mediterráneo) y el mundo asquenazí (de Ashkenaz, Alemania en hebreo y que así mismo designa a todos los judíos con origen en Europa occidental y oriental y en Rusia). La autora no sólo se limita a dar recetas bien explicadas y sencillas sino que también habla de las culturas asquenazí y sefardita, de las leyes dietéticas y del calendario judío y de la historia y características de las comunidades judías de las que nos enseña su comida. Un libro interesante, tanto en el aspecto culinario como en el cultural.



“Jerusalen” de Yotam Ottolenghi y Sami Tamimi, editado por Publicaciones y Ediciones Salamandra. Una selección de platos tradicionales, algunos de ellos modernizados, que pretenden ser una pequeña muestra de la cocina de Jerusalen, tan diversa debido a la gran cantidad de culturas y religiones presentes en la ciudad. Recetas muy sencillas, casi todas ellas acompañadas de una fotografía del plato, moderadamente especiadas y explicadas con claridad y precisión. Un libro de lectura fácil y muy recomendable para quien esté interesado en introducirse en las cocinas árabe y judía, principalmente.



“Pasteles, pastas, galletas, merengues, tartas, panes dulces y salados” de Caroline Bretherton, editado por Blume. Más de quinientas páginas con recetas de tartas, pasteles, hojaldres, pastelillos, galletas, empanadas y panes, recetas en su mayoría dulces pero también saladas. Todas las recetas indican, de forma clara y precisa, las raciones, el tiempo de elaboración y el de horneado, si la elaboración es apta para congelación o no y los utensilios especiales necesarios. La autora divide las recetas en clásicas y variaciones de las mismas, las primeras siempre ilustradas con una fotografía, así como la mayoría de las variaciones. También incluye bastantes recetas con fotografías del paso a paso. La autora, ex-modelo internacional, ha escrito varios libros de cocina y colaborado y presentado diversos programas de cocina. Un libro práctico con una cuidada edición y unas recetas explicadas de forma clara y sencilla.








lunes, 25 de noviembre de 2019

Tarta salada de pescadilla, cebolla y mayonesa


Las tartas saladas de pescado son menos habituales que las de vegetales o carne, pero no por eso son menos ricas y para muestra, la que hoy os enseño. Está adaptada de ésta del blog Cubes n Juliennes. Le he rebajado casi todo el picante, porque la primera vez que la cociné, la hice siguiendo más fielmente la receta y la verdad, rica estaba pero para mi gusto, el picante mataba el sabor del pescado. El sabor del ajo no se nota, así que se puede aumentar un poquito para así distinguirlo.

En mi opinión, esta receta tiene dos grandes aciertos: el orégano de la masa, que le da un sabor buenísimo y la ralladura de naranja del relleno, que al primer bocado puede sorprender, pero con el segundo te acostumbras y al tercero piensas “pero qué rico está esto con ese toque de naranja”.

¿Y a nadie le llama la atención la mayonesa?. Porque fué precisamente eso lo que me hizo pararme a leerla, ya que me pareció novedoso sustituir la nata por mayonesa, ya que sin apreciarse ésta, le da un sabor diferente.

En resumen, que es diferente, está tremendamente rica tanto recién hecha, que huele a pizza, con lo que a lo mejor se puede engañar a algún pequeñajo anti-pescado, como templada o fría y aguanta bien hasta tres días, que como sale grande es lo que dura en casa. Muy recomendable desde todos los puntos de vista y otra manera de “colar” pescado en el menú semanal.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.



INGREDIENTES:
 

* Para la masa quebrada:

225 gr. de harina de todo uso

100 gr. de mantequilla fría cortada en trozos pequeños

1/2tsp. de sal

1 tsp. de orégano seco

40 ml. de agua fría
 

* Para el relleno:

440 gr. de pescadilla en filetes, aproximadamente dos filetes (peso sin piel ni espinas)

80 gr. de cebolla tierna

75 gr. de mayonesa espesa

5 gr. de ajo (un diente grande o dos pequeños, peso en limpio)

60 ml. de leche desnatada

4 huevos talla L

1/4 tsp. de hierbas provenzales

la ralladura de la cuarta parte de una naranja

1/4 tsp. de pimienta blanca molida

mezcla de cuatro quesos

aceite y sal
 

* Y además:

un molde redondo antiadherente de paredes bajas y de 26 cm. de diámetro

una hoja de papel sulfurizado

legumbres secas o pesos para hornear


ELABORACIÓN:

* De la masa quebrada:

Precalentar el horno a 190º C con calor arriba y abajo.

Tamizar la harina junto con la sal sobre una fuente o cuenco grande. Añadir el orégano y remover con una cuchara para distribuirlo. Agregar la mantequilla fría y frotar con los dedos hasta que la preparación tenga aspecto de serrín y la harina haya cambiado de color y se haya vuelto amarillenta al haberse integrado toda la mantequilla. Incorporar 30 ml. de agua en forma de lluvia y remover. Se irán formando bolas grandes de masa a medida que la harina absorba el agua. Compactar la masa con las manos como si se tratara de plastilina; si resultara demasiado seca, añadir los otros 10 ml. de agua e integrarla. En función del grado de absorción de la harina, puede que sea necesario agregar más agua. En ese caso, incorporarla de 5 en 5 ml. Apretar la masa, sin amasar, formado una bola. Tapar con papel film y refrigerar 30 minutos.

Disponer la masa sobre la mesa de trabajo sin enharinar o sobre una lámina de silicona o una hoja de papel sulfurizado y estirar con el rodillo hasta formar un disco de unos 29 cm. de diámetro y 4 mm. de espesor. Con la ayuda del rodillo o lámina de silicona u hoja de papel de hornear, colocar la masa en el molde (no es necesario encamisarlo pero si ya estuviera muy usado o no fuera de muy buena calidad, enmantequillarlo previamente para evitar disgustos al desmoldar). Acomodar la masa en el molde apretando contra la base y las paredes y evitando bolsas de aire. Eliminar el exceso de masa de los bordes pasando por encima el rodillo para cortarla. Pincharla varias veces con un palillo u otro utensilio que no raye, colocar encima de la masa una hoja de papel sulfurizado y seguidamente las legumbres secas o los pesos de hornear. Presionar delicadamente con la palma de la mano e introducir el molde en el horno, colocando la rejilla en la segunda posición empezando por abajo. Hornear 20 minutos, retirar las legumbres (guardarlas para próximas ocasiones) y el papel y hornear cinco minutos más. Sacar el molde del horno y dejar que se enfríe encima de una rejilla.

* Del relleno:

Precalentar el horno a 200º C con calor arriba y abajo.

Lavar la pescadilla y secar con papel de cocina. Sazonar con sal y la mitad de la pimienta blanca molida. Cortar cada filete en cuatro trozos y cocinar brevemente en una sartén muy caliente con un hilo de aceite. Reservar.

Pelar la cebolla y cortarla en plumas muy finas. Reservar.

Pelar el ajo o ajos, eliminar el germen, picar y reservar.

Lavar la piel de naranja, secarla y rallarla con un rallador fino. Reservar.

Disponer en el vaso de la batidora de brazo los huevos, la mayonesa, la leche, el ajo, sal y la otra mitad de la pimienta blanca molida. Batir con la batidora hasta tener una mezcla uniforme. Agregar la ralladura de naranja y las hierba provenzales y remover con una cuchara.

* Del horneado:

Picar el pescado groseramente con las manos y distribuir por toda la superficie de la tarta. Disponer por encima la cebolla formando una capa uniforme y agregar la mezcla de huevos; si quedara algún trozo de pescado o cebolla sin cubrir, hundirlo delicadamente con un tenedor. Espolvorear por último con la mezcla de cuatro quesos al gusto y hornear 35 minutos a 180º C con calor arriba y abajo y con la rejilla situada en la tercera posición contando desde abajo. Pinchar el centro de la tarta con una aguja para comprobar si está cuajada, horneando cinco minutos más si fuera necesario.

Consumir caliente, templada o fría.

A comer.


miércoles, 20 de noviembre de 2019

Setas shiitake con langostinos al curry


Hace unos días, en uno de los super en que suelo comprar, tenían las setas shiitake de oferta. Para lo que suelen costar, tenían un precio muy asequible y no me puede resistir, así que me llevé dos bandejas para casa. No sabía cómo las iba a cocinar, porque era la primera vez que las compraba, pero ya se me ocurriría algo. ¿Y sabéis cuándo me vino la inspiración? Pues al día siguiente en la oficina. Como lo cuento. La verdad es que tenía mala mañana, no estaba nada concentrada, era viernes y llevaba toda la semana durmiendo poco y fatal y literalmente, no podía con mi alma y ni tenía ganas de trabajar ni la mente para ello. A pesar de todo, estaba trabajando cuando me vino a la cabeza una idea para cocinarlas; la cabeza es algo muy complejo (y raro), se conoce que estaba trabajando en segundo plano (con más éxito que en el primero) y aunque me dió una idea nada elaborada, ha resultado muy buena, con sabores muy equilibrados y de textura crujiente, pues no me gusta cocinar las setas en exceso y prefiero que queden ligeramente “al dente” antes que blandurrias. El curry es el adecuado para no robar protagonismo al resto de ingredientes, el puerro confiere cierta melosidad a la salsa y el sabor a langostino, aunque sutilmente presente en el fondo del plato, sólo se hace evidente al morderlo. No es un plato muy fotogénico, pero merece la pena probarlo. Animaos a cocinarlo y me contáis.

Con las cantidades que indico se puede presentar como un entrante para dos, que es lo que yo hice, o como un buen primer plato para uno.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.


INGREDIENTES:


150 gr. de setas shiitake frescas

10 langostinos crudos medianos (aproximadamente 200 gr.)

200 ml. de agua

40 gr. de puerro (de la parte blanca)

1/2 tsp. de curry en polvo

AOVE y sal


ELABORACIÓN:


Lavar bajo el grifo, con un hilo de agua y una a una las setas, frotándolas con un cepillito. Ir colocándolas con las celdillas hacia abajo en un escurridor. Una vez limpias y escurridas, picar en trozos regulares y reservar.

Pelar los langostinos, reservando cabezas y cáscaras. Poner éstas a cocer 5 minutos con los 200 ml. de agua. Una vez cocidas, tapar y dejar en infusión otros 10 minutos. Colar, eliminar cabezas y cáscaras y reservar el agua de cocción.

Picar los langostinos en tres trozos y reservar.

Eliminar las raíces y las hojas exteriores del puerro y picar en brunoise. Reservar.

Disponer un fondo de aceite de oliva virgen extra en una sartén honda mediana y calentar. Rehogar someramente los langostinos a fuego vivo, sacar a un plato escurriéndolos y reservar.

Volver a colocar la sartén en el fuego, añadiendo un poco más de aceite si fuera necesario y rehogar a fuego medio el puerro con un poquito de sal y hasta que se ponga transparente. Añadir el curry y rehogarlo. A continuación incorporar la setas troceadas y otro poco de sal, rehogar el conjunto un par de minutos, agregar el agua de cocción de los langostinos, tapar la sartén y cocer a fuego medio-alto 15 minutos o hasta que las setas estén tiernas.

Una vez cocinadas, si tuvieran mucha salsa, cocer destapadas a fuego fuerte hasta reducir a la cantidad deseada. En ese momento, rectificar de sal, si procede, incorporar los langostinos, remover, y proseguir la cocción un minuto más.

Servir inmediatamente.

A comer.


viernes, 15 de noviembre de 2019

Mollejas de ternera guisadas


Ya sé que la receta de hoy no le va a gustar a mucha gente y es una lástima, porque el guiso está realmente rico: es de esos platos en los que casi está más rica la salsa que el ingrediente principal, que invitan a hacer barquitos de buen pan en ella. Sólo por eso merece la pena probarlo, aunque no se coman las mollejas, que como buen producto de casquería, tienen una textura y un sabor con personalidad. Entiendo que a mucha gente le de reparo comerlas, por aquéllo de su origen. A mí personalmente me encantan, más las de cordero que las de ternera, pues las primeras son mucho más finas, suaves y sabrosas que las segundas y también más caras (el doble o el triple) y difíciles de encontrar. Ambas se cocinan igual, necesitando menos tiempo de cocción las de cordero que las otras, ya que son bastante más tiernas.

Por esta zona hay mucha costumbre de comerlas. Pocos bares con tapas de cocina tradicional no las tienen en sus barras, al igual que la mayoría de los restaurantes tipo “castellano” las ofrecen en sus cartas. Casi siempre se encuentran guisadas de forma parecida a como yo las hago, pero también se ofrecen a la plancha, empanadas, con setas... De cualquier forma están muy ricas, para quien le gusten, claro.

Me gusta cocinarlas con poco aceite, pues las mollejas suelen tener un alto contenido en grasa y no soporto que me queden grasosas (ni este ni ningún guiso), pero eso es algo personal, cada cual que le ponga todo el aceite que quiera. Eso sí, no os olvidéis del pan, un buen pan... y mucho.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.


INGREDIENTES:

1'600 kgr. de mollejas de ternera

400 gr. de cebolla tierna

4 dientes de ajo grandes

1 rama grandecida de perejil

1 tbs. y 1 tsp. de pimentón agridulde de La Vera (IGP)

1 tsp. de pimentón picante de La Vera (IGP)

200 ml. de vino blanco seco

aceite y sal



ELABORACIÓN:

Limpiar de grasas y telas gruesas las mollejas. Lavar, escurrir y secar con papel de cocina. Cortar en trozos regulares no demasiado pequeños (como de dos bocados), aderezar con sal y reservar.

Pelar la cebolla y cortarla en trozos menuditos. Reservar.

Pelar los dientes de ajo, eliminar el germen, picar menudos y reservar.

Lavar y secar el perejil. Picar fino las hojas y reservar.

Disponer un fondo de aceite en una olla amplia y calentar a fuego medio. Una vez se haya calentado el aceite, incorporar la cebolla, los ajos y el perejil, añadir un poco de sal, tapar y rehogar a fuego medio removiendo de vez en cuando y hasta que la cebolla se ponga transparente. Subir el fuego y agregar los dos pimentones, remover rápidamente para rehogarlos y con cuidado de que no se quemen, introducir también las mollejas, rehogar el conjunto y verter por encima el vino. Volver a remover raspando el fondo de la olla para despegar los posibles restos adheridos, tapar y cocer a fuego medio-alto durante 40-45 minutos o hasta que estén tiernas. Si tuvieran mucha salsa, cocer a fuego fuerte cinco minutos con la olla destapada. Rectificar de sal, si procede y servir.

Mejoran considerablemente de un día para otro.

A comer.

domingo, 10 de noviembre de 2019

Bizcocho de avellanas, almendras y chocolate negro


Llueve. ¡Por fin!. Vale, en algunas zonas de España ya os sale el agua por las orejas, lo sé, pero es que en esta cada vez más árida meseta castellana, la lluvia se está convirtiendo en algo anecdótico. No sé si será por el cambio climático o porqué, pero el tiempo ya no es como el que había cuando yo era cría. Entonces, los inviernos aunque secos, eran mucho más fríos, con más heladas y más nieblas, las primaveras, tardías, frescas y lluviosas daban paso a veranos calurosos en los que eran frecuentes las tormentas y la mayoría de las noches se podía salir “a la fresca”, porque salvo algunas pocas muy cálidas, eran en general eso, frescas y antes de que te pudieras dar cuenta había pasado de puntillas el corto otoño, con sus días cálidos y sus días frescos, con algunas lluvias tan bien venidas para la sementera y esa disminución de las horas de luz que anunciaba la llegada de otro crudo invierno. Pero ahora... los inviernos son tremendamente más cálidos, con heladas puntuales, nieblas escasas y más secos que antes, las primaveras son más largas y secas, los veranos mucho más calurosos de día y de noche y sin tormentas y los otoños duran más, llueve menos y las temperaturas son más altas. La naturaleza está “descolocada”, algunos de mis perales vuelven a florecer en otoño, a estas alturas del año sigue habiendo mosquitos (enormes, por cierto) y mariposas nocturnas, aún tengo pimientos en la huerta y muchos días apenas pongo la calefacción. No sigo porque os aburro.

Decía que llovía, lo cual es una muy buena excusa para prepararse un cafecito y acompañarlo con un trocito de este rico bizcocho, que si tenéis todos los ingredientes, os aconsejo que lo hagáis para la merienda de esta tarde. Está adaptado del libro “Bizcochos fáciles” de la editorial RBA y se vende con una conocida revista de cocina. El original no lleva almendras, pero no tenía suficientes avellanas, ni tampoco chocolate pero tenía una tableta empezada y para evitar tentaciones propiciadas por el aburrimiento, se la añadí al bizcocho, que ese no me lo como yo sola, pero el chocolate sí y me estoy poniendo demasiado “buena”, como dicen por aquí los mayores.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.


INGREDIENTES:

80 gr. de avellanas crudas peladas

50 gr. de almendras crudas peladas

175 gr. de azúcar moreno

90 gr. de aceite de girasol

4 huevos talla L a temperatura ambiente

220 ml. de leche desnatada a temperatura ambiente

250 gr. de harina de todo uso

10 gr. de impulsor químico

60 gr. de chocolate negro con un 85% de cacao

mantequilla y harina para el molde
 

Y además:

un molde redondo desmontable de 24 cm. de diámetro

papel sulfurizado para el molde



ELABORACION:

NOTA: Los tiempos, temperaturas, fuentes de calor y posición de la bandeja en el horno que se indican, son los que funcionan en mi horno. Como no hay dos hornos iguales (ni siquiera siendo de la misma marca y modelo), cada cual deberá adaptar la forma de cocción a su horno, aunque probablemente las correcciones habrán de ser mínimas.

Precalentar el horno a 170º C con calor arriba y abajo.

Disponer en una bandeja y en una sola capa, las avellanas y las almendras y hornear durante 15 minutos, situando la bandeja en la mitad del horno. Quedan poco tostadas, así que, si gustan los frutos secos más tostados, continuar el horneado de cinco en cinco minutos, comprobando cada vez para evitar que se quemen y amarguen.

Sacar del horno y extender en una superficie fría. Una vez completamente fríos, frotar con un paño, si se desea, para desprender la piel de las avellanas (yo no lo hago); la de las almendras no se soltará.

Con un procesador de alimentos, molinillo, rallador u otro utensilio al efecto, rallar los frutos secos hasta que queden como harina. No importa si queda algún trozo grueso. Reservar.

Picar a cuchillo y groseramente el chocolate y reservar.

Tamizar juntas harina e impulsor químico. Reservar.

Volver a precalentar el horno, esta vez a 200º C con calor arriba y abajo.

Enmantequillar las paredes y la base del molde. Forrar la base con papel sulfurizado y enmantequillar éste. Si el molde tiende a pegarse, forrar también las paredes con papel sulfurizado y enmantequillarlo igualmente; si no es el caso, enharinar las paredes del molde, sacudiendo y eliminando el exceso de harina. Reservar.

Disponer en un bol amplio el aceite y el azúcar y batir con las varillas eléctricas a velocidad alta hasta que la mezcla blanquee (después de diez minutos yo no lo conseguí). Incorporar los huevos ligeramente batidos y de uno en uno, no añadiendo el siguiente hasta que el anterior se haya integrado por completo, batiendo con las varillas a velocidad alta. Agregar la leche y mezclar a baja velocidad. Añadir la mezcla de harina e impulsor en cuatro o cinco veces, mezclando con la espátula hasta integrarla por completo.

Comprobar que la mezcla no tiene ningún grumo. Si fuera así, darle unos golpes de batidora introduciendo aire a la vez que se bate.

Añadir los frutos secos rallados y mezclar. Agregar el chocolate y volver a mezclar.

Volcar la mezcla en el molde e introducirlo en el horno, con la rejilla colocada en la tercera posición empezando por abajo. Hornear a 180º C con calor sólo por abajo durante 50 minutos. A los 45 minutos de horneado, comprobar la cocción pinchando el centro del bizcocho con una aguja o brocheta, continuando la cocción si no saliera seca y comprobando cada cinco minutos.

Sacar el molde del horno y colocarlo encima de una rejilla para que se enfríe. Quitar con cuidado el aro del molde a los diez minutos y veinte minutos después, la base, dejando el papel de horno hasta que el bizcocho se enfríe por completo encima de la rejilla.

Eliminar el papel, colocar el bizcocho en la fuente de presentación y disfrutar.

A comer.