lunes, 30 de noviembre de 2020

Pasta de castañas

Las Navidades están a la vuelta de la esquina y ya tenemos servida en bandeja la polémica: ¿nos juntamos? ¿no nos juntamos? ¿a quién dejamos fuera? ¿cada uno en su casa? ¿y los abuelos se quedan solos? ¿y los que están solos, las van a pasar igual de solos?... Las actitudes ante la situación son muy variadas, desde el “por descontado que mis padres no van a pasar Navidad solos” al “prefiero estar sola que es más seguro”, con todos los supuestos intermedios y que en algunos casos están provocando acaloradas discusiones. ¡Y falta todavía casi un mes! Miedo me da según se vayan acercando las fechas, porque las presiones van a ser muy grandes y me temo que alguien va a dar un paso atrás y no voy a ser precisamente yo, que tengo las ideas muy claras al respecto, además que mi salud no me permite andar con tonterías, pero eso parece que los demás no lo entienden y a final me temo que tendré que dar la nota, que a estas alturas de la película tampoco me duelen prendas, ojo. En fin, espero que el personal entre en razón y pueda comerme el tostón en paz.

Porque solos o acompañados, no debemos dejar de cuidarnos y darnos un capricho. Bien es cierto que este año no prepararé ni la mitad de chuminadas que otros (por una cuestión meramente matemática: menos comensales, menos comida), pero tampoco voy a preparar unos huevos con patatas fritas, aunque sé de uno al que no le importaría, jajaja... Asaré tostón o lechazo, pues el asado es un clásico que no puede faltar esos días y alguna cosilla sencilla y sabrosa de entrante y poco más. Y de postre, si tengo ganas, un pastel de chocolate y castaña del que forma parte la receta de hoy, que la traigo por separado para que la entrada no quede tan densa.

Esta pasta de castaña es muy sencilla de hacer, sólo requiere tiempo para pelar las castañas, pero tiene la ventaja de que se puede congelar en porciones, con lo que ya nos metemos en harina, merece la pena preparar una buena cantidad. Con las que indico, salen alrededor de 950 gr. de pasta. Es una elaboración poco dulce, pues siempre va a formar parte de otra receta, que si es dulce ya llevará su azúcar correspondiente y si es salada, no provocará demasiado contraste de sabores. Por la misma razón está apenas aromatizada con vainilla, pues si se va a usar en una receta dulce se puede añadir más vainilla y si es para una receta salada, ese toque perfumado resultará muy interesante según en qué preparación.

Como las castañas están asadas en el microondas, la presento al proyecto En Buena Onda

que de forma conjunta gestionan Elisa, de Que no te falte un perejil y Marisa, de Thermofan, encaminado a animarnos a utilizar el microondas más allá de calentar la leche.

Pinchad en el icono de la barra lateral si queréis ver los recopilatorios mensuales del proyecto.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

500 gr. de castañas ya peladas y asadas en el microondas (unos 800-900 gr. de castañas frescas)

600 ml. de leche desnatada

50 gr. de azúcar moreno integral de caña

50 gr. de mantequilla

1/4 tsp de azúcar de vainilla (mín. 50% semillas de vainilla)

ELABORACIÓN:

Colocar un trozo de papel de cocina en un plato llano. Practicar un corte en la piel exterior dura de las castañas para que no estallen y colocarlas extendidas en el plato y sin amontonar. Habrá que preparar varias tandas.

Introducir el plato sin tapar en el microondas y programar 3 minutos a 800 watios (ver *NOTAS). Sacar el plato en cuanto acabe el tiempo y una vez que la temperatura de las castañas permita su manipulación (salen muy calientes), eliminar la piel exterior dura, la piel interior peluda y las partes oscuras que puedan tener y que dan mal sabor a la castaña. Proceder de la misma forma con el resto de castañas hasta obtener 500 gr. de castañas peladas y asadas.

*NOTAS:

El horneado de las castañas en el microondas requiere de cierta experiencia pues los resultados difieren mucho según el microondas que se utilice, el tamaño de las castañas y su frescura.

El papel de cocina no sólo sirve para absorber la humedad de las castañas, si no también como orientación a la hora de asarlas. Si al sacar el plato el papel está muy mojado es porque las castañas son muy frescas, así que habrá hornear las siguientes tandas sin tapar. Si por el contrario, el papel está apenas húmedo es que las castañas ya están perdiendo agua, por lo que habrá que colocar una tapadera apta para microondas en las demás tandas de castañas; de esta forma, la humedad que retendrá la tapadera hará que las castañas se sequen menos y se horneen mejor.

El tiempo es también muy importante, pues si es escaso, dificultará la eliminación de la piel interior de las castañas, pero si es excesivo, las castañas se secarán tanto que quedarán pilongas.

Teniendo en cuenta lo anterior, la primera hornada de castañas dará la pauta de cómo hornear las siguientes: tapadas o no o más o menos tiempo. En cuanto al tiempo, es aconsejable aumentarlo o reducirlo en intervalos de 20-30 segundos como máximo y en caso de ser necesario.

La textura final de la castaña asada tiene que ser blanda, ligeramente “gomosa” y sin partes secas o duras.

Partir las castañas peladas en 2-4 trozos y disponerlas en un cazo amplio. Añadir 500 ml. de leche y hervir a fuego bajo y semi tapado durante 30 minutos, removiendo de vez en cuando y vigilando que la leche no se agarre al fondo del cazo. Al final del tiempo se habrá consumido toda la leche y las castañas deberían estar ya cocidas; si no fuera así, añadir un poco más de leche y continuar la cocción hasta que estén cocinadas.

Apartar el cazo del fuego, incorporar la mantequilla, el azúcar moreno y el azúcar de vainilla y remover.

Pasar el contenido del cazo a un procesador de alimentos potente o en su defecto al vaso de la batidora de brazo. Agregar los 100 ml. de leche desnatada restante y procesar hasta conseguir una pasta fina y sin trozos de castaña. En caso de utilizar una batidora de brazo y si no fuera muy potente, una vez triturados con ésta los trozos más grandes, pasar la pasta por un pasapurés de orificio fino y después trabajar la pasta con una cuchara o espátula de madera hasta que quede compacta.

La textura y humedad final de la pasta es muy similar a la del mazapán, tal vez un poco más seca. No se pega a las manos ni a la superficie de trabajo y es fácilmente modelable.

Formar un rulo con la pasta y envolver en papel film para que no absorba olores extraños ni se seque. Dejar reposar en el frigorífico al menos doce horas antes de su utilización.

Utilizar según requiera la receta.

A comer.

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Níscalos con pimientos y queso

Las lluvias de las últimas semanas, unidas a las suaves temperaturas, han favorecido el nacimiento de setas de diversas clases. Según la zona, hay más o menos diversidad, pero lo que hay en todas es más recolectores que setas. Qué afición, por favor. Bueno, en el caso de los boletus, es algo más que afición, es negocio, pues los pagan muy bien las empresas transformadoras, tanto que ya en muchos pueblos hay cotos de setas y es necesario obtener un permiso para su recolección y no en todos lo dan si no vives o eres del pueblo. Eso no pasa en mi zona, aquí se pueden recolectar libremente, pues sólo hay (y pocas) setas de cardo, de chopo, níscalos y poco más, pero como digo, hay más recolectores que setas, así que si no madrugas, no te molestes en ir al campo a buscarlas que ya las habrán cogido.

Pero el domingo, día por excelencia para los aficionados a las setas, mi sobrino O madrugó y cogió unos pocos níscalos y menuda alegría me dio cuando se presentó en casa con la cestita, porque a él le gusta ir a coger setas, pero en su casa no las comen, así que yo me “sacrifico” y las adopto tan contenta, como las que hace un par de semanas me regaló un amigo y como las que espero me traiga mi sobrino si el tiempo sigue acompañando y no se llenan de bichos, por lo que asomará por aquí alguna receta más con níscalos que espero os gusten tanto como a nosotros.

Para la receta que os traigo hoy, es necesario que el pimiento esté muy maduro, muy rojo, casi empezando a arrugarse, pues de esta forma estará más dulce y ofrecerá un rico contraste con el picantito de la cayena.

Atención a la cocción de los níscalos, pues no todos tienen la misma cantidad de agua y puede ocurrir que se queden sin líquido al acabar la cocción. En ese caso, añadir un poco de agua para poder formar la salsa.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Todos los pesos en limpio

500 gr. de níscalos

200 gr. de pimiento rojo

1 diente de ajo grande

1 pimienta de cayena

50 gr. de queso de untar tipo Philadelphia, bajo en grasa, a temperatura ambiente

sal

AOVE

ELABORACION:

Lavar bajo el grifo con un hilo de agua y uno a uno los níscalos, frotándolos con un cepillito para eliminar la suciedad. Ir colocándolos en un escurridor. Una vez limpios y escurridos, cortar en cuatro, seis u ocho trozos, según tamaño y reservar.

Lavar el pimiento, eliminar pedúnculo, semillas y filamentos interiores y cortar en tiras de 6-7 cm. de largo por 1-1'5 cm. de ancho, aproximadamente y reservar.

Pelar el ajo, cortar al medio a lo largo, eliminar el germen si lo tuviere y reservar.

Lavar la pimienta de cayena y pinchar en un par de sitios con un palillo o la punta de un cuchillo afilado y reservar.

Poner un fondo de aceite de oliva virgen extra en una cazuela amplia y llevar a fuego medio-alto. Cuando el aceite alcance temperatura, añadir el ajo, la cayena y el pimiento, tapar y freír removiendo de vez en cuando. Retirar el ajo en el momento que empiece a tomar color y agregar los níscalos y sal, remover y tapar. Continuar cocinado a fuego medio-alto hasta que los níscalos estén tiernos, removiendo con delicadeza para no partir el pimiento y vigilando que no se quede sin líquido. Si así fuera, añadir un poco de agua.

Apartar la cazuela del fuego, retirar la cayena si se desea, recoger unas cucharadas de salsa y disponerlas en un cuenco. Añadir el queso de untar, mezclar bien con unas varillas para rebajar la densidad y homogeneizar e incorporar a la cazuela. Devolverla al fuego, rectificar de sal si procede, dejar que hierva un minuto, retirar y servir.

A comer.

viernes, 20 de noviembre de 2020

Sobao

Si hay un sabor que asocie con mi infancia y juventud es el de este bizcocho. Así como mi madre no recuerdo que hiciera nunca un bizcocho de yogur (lo mismo que jamás hizo una tarta de galletas), éste lo hizo cientos de veces para nuestros desayunos y meriendas, para regalar y para llevar a una invitación. Es posiblemente la receta que más veces a dado, junto con la de las cañas de crema (otro de sus postres estrella). Un bizcocho muy rápido de hacer y más si, como ella, no pesas los ingredientes, pues utilizaba una taza de desayuno para medir azúcar y harina, una cucharilla para el impulsor y la margarina la calculaba a ojo y siempre le quedaba bien. He pasado sus medidas caseras a gramos para que sea más fácil y preciso, pues adaptarlas a tazas medidoras convencionales resultaba muy complicado.

Como es un bizcocho sin ningún tipo de aromatizantes, es fundamental que tanto los huevos como la margarina sean de buena calidad, pues es lo que va a dar sabor al sobao. Que por cierto, que es así como siempre se llamó en casa de mi madre, pero no tengo ni idea de porqué.

Al tener una gran carga de grasa, se conserva fresco muchos días, aunque yo, como todos los bizcochos, lo meto dentro de una bolsa de plástico para que se seque menos y también, porqué no decirlo, para evitar la tentación de cortar un trocito cada vez que paso a su lado.

Es un bizcocho denso, que llena y en el que descubres en cada bocado el sabor de las cosas sencillas. No tengo foto del corte, lo siento, pero era para llevarlo a una casa en la que no tengo la confianza suficiente para llevarlo cortado.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

8 huevos tamaño L, a temperatura ambiente

320 gr. de harina de trigo de todo uso

450 gr. de azúcar blanquilla

400 gr. de margarina vegetal, fundida y enfriada

12 gr. de impulsor químico

margarina y harina para el molde

*Y además:

un molde de corona desmontable de 28 cm. de diámetro

ELABORACIÓN:

Precalentar el horno a 200º C con calor sólo por abajo.

Embadurnar con margarina y enharinar (retirando el exceso de harina poniéndolo boca abajo y dándole unos golpecitos en la base y costados) el molde elegido y dejar a un lado.

Tamizar juntas harina e impulsor y reservar.

En una ensaladera grande o similar, verter la margarina fundida y enfriada, cascar los huevos y añadirlos, así como el azúcar y la mezcla de harina e impulsor. Batir con la batidora de brazo justo hasta que la mezcla quede homogénea y sin grumos y verter dentro del molde. Golpear ligeramente el molde contra la encimera, colocando un paño de cocina en medio, para que suban a la superficie las posibles burbujas de aire.

Introducir el molde en el horno colocando la rejilla en posición intermedia, bajar la temperatura a 175º C y hornear, 50 minutos.

Finalizado el tiempo de horneado, comprobar la cocción pinchando el bizcocho con una brocheta: debe salir seca. Si no fuera así, hornear otros cinco minutos y volver a comprobar.

Sacar el bizcocho del horno y colocarlo encima de una rejilla para que se enfríe. Pasados diez minutos, quitar el aro y cinco minutos después, dar la vuelta y quitar la otra pieza del molde.

Dejar enfriar por completo encima de la rejilla antes de consumir.

A comer.

domingo, 15 de noviembre de 2020

Ensalada crujiente de coliflor, manzana, avellanas y granada

Crujiente por al coliflor, la manzana y las avellanas. Fresca por la granada y el perejil. Ligeramente dulzona por la miel, la pimienta de Jamaica y la canela y aromática por las especias. La receta está adaptada del libro “Jerusalén” de Yotam Ottolengui y Sami Tamimi y es una buena alternativa para variar un poco las ensaladas en invierno, cuando los tomates están carísimos y no saben a nada, te cobran un riñón por un mini pepino y la cebolla es tan picante que ríete tú de las guindillas.

No había comido nunca la coliflor asada y me he enamorado de ella. Qué cosa más rica, por favor. Además, la coliflor, que cocida es tremendamente sosa, asada no, tanto que no le he puesto nada de sal a la ensalada, aunque bien es cierto que en general utilizo poca sal, pero es que creo que así cocinada no la necesita. La he tostado poco, pero para otra ocasión la tostaré mucho más, ya que las partes muy tostadas (ojo, no quemadas) están riquísimas.

Le he puesto la mitad del aliño de aceite, vinagre y miel, pero es que no me gustan las ensaladas demasiado aderezadas, aunque reconozco que para cualquier otra persona esa cantidad es muy insuficiente. Lo mismo pasa con las especias, por eso indico que se aliñe con la mitad del aderezo y de las especies y luego se ajusten al gusto personal. Y cuidadito con pasarse con la canela, porque se apoderará del resto de sabores, ocultándolos.

Una ensalada diferente y muy original, de ese tipo de platos que no preparas en casa pero sí pides en un restaurante. Merece la pena hacerla, es de esas cosas que hay que probar al menos una vez y a mí desde luego me ha gustado lo suficiente como para repetirla.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

300 gr. de coliflor

40 gr. de manzana granny smith

15 gr. de avellanas sin cáscara y con piel, crudas

45 gr. de granos de granada

1 rama grande de perejil tierno

8 semillas pequeñas de pimienta de Jamaica, molidas

el mismo volumen de canela molida que de pimienta de Jamaica molida

1 punta de cuchillo romo de pimienta negra molida, generosa

25 ml. de AOVE

1 y 1/2 tsp de vinagre de Jerez (D.O.P.)

1 tsp de miel

ELABORACIÓN:

Precalentar el horno a 220º C y cubrir una bandeja de hornear con papel de aluminio.

Eliminar las hojas exteriores de la coliflor, lavarla y secarla con papel de cocina. Dividir en ramitos de tamaño parecido y disponerlos en un cuenco. Añadir 15 ml. de aceite de oliva virgen extra y embadurnar con las manos los cogollos de coliflor. Colocarlos extendidos en la bandeja preparada, introducirla en el horno colocándola en la segunda posición empezando por arriba y hornear 20 minutos. Dar la vuelta a los ramitos de coliflor y hornear 10 minutos más, bajando la bandeja una posición si se estuviera tostando en exceso.

Transcurrido el tiempo de horneado, pinchar con una brocheta el tallo de uno de los cogollos: debe entrar con cierta dificultad. Si la coliflor aún estuviera muy dura, continuar horneando hasta que esté cocinada, teniendo en cuenta que ha de quedar crujiente en el interior. Sacar la bandeja del horno y dejar enfriar la coliflor.

Poner el termostato del horno a 170º C y hornear las avellanas durante 17 minutos, volteándolas un par de veces. Las avellanas estarán listas cuando empiecen a desprender olor a tostado. Sacar las avellanas del horno y si se desea, frotarlas todavía calientes con un paño de cocina para que se desprenda la piel. Dejar que se enfríen y picar groseramente.

Abrir la granada y soltar los granos, eliminando todo resto de la piel interior.

Lavar la manzana, descorazonarla y sin pelar, cortar en gajos a lo largo y éstos en cuñas delgadas a lo ancho. Disponerla en un bol, añadir 1 tsp de vinagre e impregnar todos los trozos para evitar que se ennegrezcan. Escurrir y reservar el vinagre sobrante.

Lavar y secar el perejil. Separar las hojas del tallo y desechar éste.

Machacar en el mortero las semillas de pimienta de Jamaica hasta reducirlas a polvo. Medir su volumen y ponerlas en un bol. Añadir el mismo volumen de canela molida y la pimienta negra y mezclar.

En el bol que contiene el vinagre sobrante reservado, añadir la 1/2 tsp de vinagre restante y la miel. Remover hasta integrar, agregar 10 ml. de aceite de oliva virgen extra y emulsionar.

Disponer en el plato de presentación la coliflor, la manzana, los granos de granada, las hojas de perejil y las avellanas, Añadir la mitad del aderezo de aceite y la mitad de las especias, remover y probar el conjunto, agregando más aderezo y/o especias, al gusto.

Servir a temperatura ambiente.

A comer.

martes, 10 de noviembre de 2020

Carrilleras de ternera con ron y salsa barbacoa

Parafraseando el conocido refrán, la bloguera propone: “mañana por la mañana hago las fotos del plato que he cocinado esta tarde, aprovechando la luz matutina” y el clima dispone “mañana día de niebla, tooodooo el día”.

La bloguera se levanta al día siguiente, sube las persianas con ilusión (e ilusamente) y ¡zas!, todos sus planes al carajo, hay una niebla del trece. Sapos y culebras empiezan a salir por su “linda” boquita a la vez que añora el buen tiempo con sus largos días llenos de luz en los que se puede poner a hacer fotos en cualquier momento y no sólo los fines de semana como ocurre en los cortos días de invierno, en los que además, el maldito cambio de hora no viene a ayudar, precisamente.

Ommm.... Bueno, la mañana es muy larga, a lo mejor levanta la niebla. ¡Já! Va llegando la hora de comer y la niebla ha decidido, que para lo que tiene que hacer en otro sitio, se queda donde está. Así que la bloguera se resigna (no cristianamente, dicho sea de paso), decide no arriesgarse a esperar a la tarde a ver si despeja y saca todos los trastos para la sesión de fotos.

Clic, clic, clic, “qué asco de luz”, clic, clic, “no me gusta nada como están quedando las fotos”, clic, clic, clic, “tal vez después de comer salga el sol”, clic, clic, “bueno, si es así, las repito”. Y el sol no salió en todo el día, con lo que la bloguera se tuvo que conformar con sus oscuras fotos, lo que fue motivo de pestes varias y de muchos “si es que lo que tienes que hacer es ...” (los consejos mentales, para otro día).

Al menos la receta salió rica, con una salsa potente en la que mojar mucho pan y una carne tiernísima pero no deshecha debido a la cocción a fuego muy lento. ¿Sabe a salsa barbacoa? Pues no, al menos yo no he identificado su sabor, aunque el guiso sí tiene un ligero aroma ahumado. La receta está adaptada del blog Papilles & Pupilles y pienso volver a cocinarla, pues nos ha gustado mucho.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

* Todos los pesos en limpio

2 carrilleras de ternera sin hueso (unos 700 gr.)

125 gr. de cebolla

80 gr. de zanahoria

70 gr. de pimiento rojo

20 gr. de apio

50 gr. de salsa barbacoa

75 gr. de salsa de tomate espesa

100 ml. de ron oscuro añejo

250 ml. de agua

1 tbs de maizena

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

Pelar la cebolla y cortarla en plumas. Lavar y raspar las zanahorias y cortarlas en rodajas no muy finas. Lavar el pimiento rojo, eliminar pedúnculo, semillas y tripas y cortar en tiras delgadas a lo largo. Lavar el apio, pelar y eliminar los nervios si no fuera muy tierno y cortar en rodajas finas. Reservar todas las hortalizas por separado.

Eliminar posibles restos de telas y grasas de las carrilleras. Lavar, secar con papel de cocina y reservar.

Disponer un buen fondo de aceite de oliva virgen extra en una sartén honda y llevar al fuego. Cuando el aceite alcance temperatura, freír las carrilleras a fuego fuerte, dorándolas por todos sus lados. Sacar a una cazuela y reservar.

Dejar que el aceite pierda un poco de temperatura y agregar la cebolla, el apio y un poco de sal y cocinar a fuego medio alto hasta que la cebolla se ablande y empiece a dorarse. Añadir entonces las zanahorias y el pimiento, cocinar tres minutos e incorporar a la sartén la salsa de tomate y la barbacoa, remover y agregar el ron, dejar que evapore el alcohol a fuego fuerte durante un minuto y verter el contenido de la sartén en la cazuela donde están las carrilleras. Añadir el agua y sal, tapar y cocer a fuego suave durante dos horas y media, dando la vuelta a la carne una sola vez a mitad de cocción.

Comprobar el punto de cocción de las carrilleras pinchando la carne con una brocheta; si no estuvieran hechas, seguir cocinando hasta que estén tiernas.

Disolver la maizena en un poco de agua fría y añadirla a la cazuela. Remover delicadamente y hervir durante cinco minutos para que la salsa espese. Rectificar de sal, si procede.

Sacar la carne, cortar en lonchas gruesas y servir acompañada de las verduras.

A comer.

jueves, 5 de noviembre de 2020

Asadura de tostón o lechazo con níscalos

Me contaba mi hermana que el domingo se fueron a la sierra a buscar setas en familia, “¿pero las conocéis bien?” fue mi pregunta, “no, pero llevamos una aplicación en el móvil que te ayuda a identificar las comestibles de las que no lo son”. ?????? ¡Pero si hay setas que hasta a los expertos les cuesta distinguirlas pues según su estado de desarrollo es más o menos fácil confundirlas! Tal vez yo sea un poco timorata para el tema de las setas (no las conozco y no las cojo), pero desde que me dieron unas setas cogidas por una persona que las lleva cogiendo toda la vida y nos intoxicamos con las susodichas (¡qué noche más mala!), me fío muy poco de los recolectores. Vamos, que ya sólo como las que coge me suegro y los níscalos, que son casi imposibles de confundir, como los que he utilizado para hacer esta receta y que me regaló un buen amigo.

Si os gustan la asadura y los níscalos, ésta es vuestra receta. Es la mejor receta de asadura guisada que he hecho. Riquísima. Os aconsejo que la hagáis y disfrutéis comiéndola.

Por cierto, que no cogieron ni una seta, pues como no se podía salir de la comunidad autónoma, media ciudad tuvo la misma idea, así que se tragaron un atasco monumental para llegar tarde y ver que se les habían adelantado. Es la primera vez que me alegro de un atasco.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

* Todos los pesos en limpio

1 asadura de tostón o lechazo (hígado, corazón y pulmones)

250 gr. de níscalos

80 gr. de cebolla tierna

1 diente de ajo grande

1 rama de perejil

130 gr. de tomate natural maduro pero firme

125 ml. de vino blanco seco

1/4 tsp de tomillo seco

sal

AOVE

ELABORACIÓN:

Lavar cuidadosamente la asadura y escurrir.

Cortar el corazón en tiras a lo largo y los pulmones y el hígado en trozos regulares de tamaño bocado. Reservar el corazón y los pulmones en un plato y el hígado en otro plato por separado. Lavar bajo el grifo y uno a uno los níscalos, frotándolos con un cepillito. Ir colocándolos de canto en un escurridor. Una vez limpios y escurridos, picar en trozos regulares y reservar.

Pelar o escaldar el tomate, eliminar las semillas y cortarlo en dados de no más de un centímetro de lado. Reservar,

Pelar la cebolla y cortarla en dados de tamaño similar al tomate. Reservar.

Pelar el ajo, cortar a lo largo, eliminar el germen si lo tuviere y laminar. Reservar.

Lavar y secar el perejil. Cortar las hojas, eliminar el tallo y picar aquéllas groseramente. Reservar.

Sofreír la cebolla y el ajo en una cazuela con un buen fondo de aceite de oliva virgen extra a fuego medio-alto, removiendo de vez en cuando. Cuando empiece a dorarse, agregar el tomate y un poco de sal y sofreír removiendo unos dos minutos. Añadir entonces los níscalos, el tomillo y el perejil, tapar y cocinar 10 minutos, vigilando que no se queme.

Subir un poco el fuego y añadiendo algo más de aceite si fuera necesario, agregar el corazón y los pulmones sazonados con sal y rehogar el conjunto un par de minutos. Incorporar el vino, tapar y cocer 20 minutos.

Agregar a la cazuela el hígado y cocinar dos minutos, apartar del fuego, rectificar de sal, tapar y dejar reposar cinco minutos antes de servir.

A comer.

domingo, 1 de noviembre de 2020

Pan de cacao a la taza, en panificadora Lidl

Tengo un mueble bajo en la despensa dedicado única y exclusivamente a ingredientes para repostería, léase, chocolates, mermeladas, levaduras, frutos secos, preparados para natillas y flanes, azúcares varios, gelatinas y otros ingredientes del mismo estilo. Está el pobre hasta los topes y cada vez que necesito algo que está al fondo, me tengo que arrodillar y sacar bastante de lo de delante para llegar a lo que quiero y luego procurar colocarlo en el mismo orden que estaba pues las cosas casi encajan como si fueran un puzzle y en cuanto algo no está en su sitio, ya no hay forma de acomodar nada. A veces, por no buscar un ingrediente, cambio la receta que tenía en mente (seguro que ésto le suena a alguien).

El inconveniente de tenerlo todo tan saturado sumado a la pereza ocasional de revolver, conlleva que en alguna ocasión se me haya quedado olvidado al fondo del armario algún ingrediente. Bueno, olvidado no, pues sé todo lo que tengo, pero sí relegado al día que tenga ganas de sacar media balda para llegar al ingrediente en cuestión. El caso es que hace algunas semanas decidí que ya era hora de sacar el paquete de cacao en polvo a la taza que tenía en un rincón del mueble, pues temía que si no estaba caducado, cerca le andaba. Y así era, por lo que me tuve que poner a pensar en qué utilizar los 68 gr. que tenía el paquete y recordé que llevaba un tiempo queriendo hacer un pan con cacao. ¿Funcionaría con ese tipo de cacao? Seguro que estaría más rico con cacao desgrasado en polvo, pero el que tenía que usar era el otro. Bueno, me dije, los componentes son cacao, maizena y azúcar, no puede quedar mal y no me equivoqué. Resultó un pan altísimo, esponjoso, blandito y con un suave sabor a cacao. Peeerooo...., al darle la vuelta a la cubeta, se me espachurró ligeramente por arriba, tan blandito es. Así que lo repetí dejándolo enfriar como indico en la receta, de tal manera que la superficie se secó un poco evitando que se estropeara al desmoldarlo. Es el pan que veis en las fotos, suave, tierno y tan rico, que personalmente no le he puesto ni mermeladas ni mantequillas para comerlo.

Como este pan surgió por la necesidad de aprovechar un cacao a punto de caducar, es mi propuesta de noviembre para el proyecto 1+/-100, desperdicio 0

que Marisa promueve todos los meses desde su blog Thermofan y en con el que nos anima a evitar el despilfarro de alimentos y a fomentar la reutilización. Pinchad en el icono de la barra lateral si queréis ver los recopilatorios mensuales del proyecto.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

400 ml. de leche desnatada templada

120 gr. de margarina vegetal a temperatura ambiente

60 gr. de miel

5 gr. de sal fina

35 gr. de leche en polvo desnatada

68 gr. de preparado de cacao en polvo a la taza

330 gr. de harina de trigo de todo uso

330 gr. de harina de trigo de fuerza

12 gr. de levadura fresca de panadero

ELABORACIÓN:

Sacar la cubeta de la panificadora e introducir, por este orden: el leche templada, la margarina cortada en cubitos, la miel y la sal.

Mezclar en un bol la leche en polvo, el cacao a la taza en polvo y las harinas. Tamizar y añadir a la cubeta. Por último, incorporar la levadura desmenuzada.

Colocar la cubeta en el interior de la panificadora. Cerrar la tapa y conectar el aparato.

Seleccionar el programa 4 (dulce), peso 1.250 gr. y tueste bajo.

Cuando la máquina emita los tonos de aviso en la segunda fermentación, sacar la cubeta y con las manos húmedas quitar las palas amasadoras e introducir éstas inmediatamente en un bol con agua que las cubra para facilitar su posterior limpieza.

Con las manos húmedas, acomodar la masa para evitar las burbujas de aire que se puedan haber introducido en la misma al quitar las palas. Colocar nuevamente la cubeta en la panificadora y dejar que la máquina continúe con el programa.

Una vez finalizado el programa, desconectar la panificadora, abrir la tapadera y sin sacar la cubeta de la máquina, dejar reposar el pan cinco minutos. Pasado ese tiempo, desanclar la cubeta, colocarla ligeramente oblicua por encima de los anclajes y sin sacarla de la panificadora, dejar otros diez minutos dentro de la máquina. Sacar la cubeta y sin desmoldar el pan, colocarla encima de una rejilla durante otros veinte minutos. Finalmente, desmoldar y dejar enfriar por completo sobre la rejilla lejos de corrientes de aire. De esta forma, al enfriarse despacio, se arrugará menos la superficie del pan, endureciéndose ligeramente la corteza, lo suficiente para que al darle la vuelta no se aplaste y pierda su bonita panza.

Una vez frío, introducirlo en una bolsa de plástico para que se conserve tierno por más tiempo.

A comer.