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lunes, 7 de octubre de 2024

Mermelada de fresas y vino dulce

Aún quedan fresas en la huerta, bastantes a decir verdad, pues aunque este año el verano empezó más tarde de lo habitual por estos lares, lo que supuso que frutas y verduras hayan venido con retraso, la cosecha de algunos productos hay sido muy abundante, no todos, porque la de manzanas, tomates, pimientos, pepinos y calabacines ha sido un completo desastre, pero de lo demás ha habido y hay en abundancia y en el caso de las fresas, podría poner un puesto en la carretera y vender, porque creo que ningún año han sido tan prolíficas.

La primera vez que hice esta mermelada se la di a probar a mi pareja sin decirle qué llevaba. Nada más probarla dijo que estaba riquísima, que no sabía como otras que había hecho y que en adelante la hiciera siempre así. No digo más. La verdad que está buenísima. No penséis que sabe a vino, sabe a fresas... con algo más. Como ha habido muchas fresas he hecho varios lotes y no he variado la receta, ¿para qué si es “casi” perfecta? Y digo lo de “casi” porque todo se puede mejorar, aunque en el caso de esta mermelada, lo veo difícil, jjj...

He utilizado un vino dulce de una bodega de La Seca que tiene despacho en Valladolid y lo vende a granel. De los pocos sitios en los que aún se vende vino de esa forma, el día menos pensado cierra y me tocará volverme mico buscando un vino que se le parezca. Cuando eso ocurra, lo sustituiré por Oporto, pues se parece bastante o Jerez dulce, que creo que también irá bien. Y si no queda otro remedio, un Pedro Ximénez un poco rebajado o una Mistela, seguro que funcionan.

Os conmino encarecidamente a que hagáis esta mermelada, seguro que os enamora. Todavía hay fresas en el mercado, pero si no las encontráis, guardad la receta para el año próximo. Me lo agradeceréis.

Un último consejo: haced lotes pequeños para que así la mermelada se haga antes y la fresa conserve mejor su sabor natural. Si cuece en exceso, sabrá a fruta cocida y no estará tan rica. Haced la prueba y notaréis la diferencia.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

750 gr, de fresas maduras, lavadas, escurridas y sin tallo

115 gr. de vino blanco dulce

225 gr. de azúcar blanquilla

ELABORACIÓN:

Picar la fresas en trozos pequeños e introducir en una cazuela. Añadir el vino blanco dulce, remover y llevar al fuego. Cocer a fuego medio hasta que la fruta empiece a soltar líquido. Subir gradualmente la temperatura hasta media-alta y hervir, removiendo y machacando al mismo tiempo las fresas hasta que la mezcla quede reducida a un tercio, unos 20-25 minutos,

Apartar la cazuela del fuego, agregar el azúcar, mezclar y devolver al fuego. Remover continuamente (cuidado con las quemaduras por salpicaduras) hasta que desaparezca la espuma que se forma al hacer mermeladas, aproximadamente 5 minutos desde que recupere el hervor. En este momento la mermelada ya estará hecha. Para una mermelada muy espesa, prolongar la cocción otros cinco minutos, teniendo en cuenta que espesará aún más al enfriar.

Llenar con la mermelada aún caliente, unos frascos pequeños limpios, de 150-200 ml. de capacidad, aproximadamente, dejando un espacio libre de un centímetro hasta el borde. Cerrar e introducir en una olla, cubrir con agua, tapar y cocer a fuego fuerte 10 minutos desde que empiece a hervir con fuerza. Apartar del fuego, destapar y dejar templar el agua. Sacar entonces los tarros y dejar enfriar completamente. Etiquetar y almacenar en un lugar fresco y oscuro. Una vez abierto un frasco, conservar en el frigorífico.

Si la mermelada no se va a meter en conserva, deberá mantenerse en el frigorífico y esperar 48 horas antes de consumir para que desarrolle todo su sabor.

A comer.

lunes, 20 de noviembre de 2023

Mermelada de membrillo

A mí los membrillos, como las setas y las castañas, me saben a otoño, estación nostálgica y hermosa que transita entre los calores estivales y los rigurosos fríos del invierno, en la que los colores verdes se van tornando en toda una gama de amarillos, marrones y rojos en un lento pero constante streep tease de la naturaleza que invita a arrebujarse en una manta ligera con la compañía de un buen libro y un mejor café... Che, parece que se me contagió la morriña de la estación pero no es así, al contrario, estoy muy contenta porque este año, por aquí, estamos teniendo un otoño anormalmente largo, con temperaturas frescas e incluso ¡cálidas! que han prolongado tanto la temporada de la huerta que este fin de semana hemos recogido los últimos tomates y pimientos e incluso fresas, sí, habéis leído bien, fresas, no muchas, la verdad y ya con poco sabor, pero que por lo inusual de que aún las plantas den fruto en noviembre, a mí me han sabido a gloria.

También estos días hemos estado recogiendo los membrillos, ya que este año, por fin, hemos tenido una buena cosecha, con permiso de la plaga que se ha instalado en los árboles desde hace cuatro o cinco temporadas, pues los últimos dos años, entre los fríos a destiempo que estropearon las flores y la plaga de la que os hablo, no hubo apenas frutos, los pocos que dieron los árboles se cayeron estando verdes y los escasos que lograron madurar no se pudieron aprovechar pues estaban comiditos por los bichos. La verdad que no pensaba hacer mermelada, fue mi pareja quien me la pidió, así que me puse a ello y he hecho un par de lotes. Para acelerar el proceso, hice lo que hacen mi suegra y mi madre, cocer el membrillo en la olla a presión, sólo que ellas cubren la fruta con agua y yo la he hecho al vapor, así al quedar más seca, luego se hace mucho más rápido.

Como podéis ver, queda con un color muy claro. Ello es debido a que como la cocción en la olla es corta la fruta apena cambia de color, con 7 minutos los trozos de membrillo quedan suficientemente cocidos (si se pasan de cocción se ponen rosados) y después, al añadir el azúcar a la fruta caliente y deshacerse muy rápido, son suficientes 25 minutos para que la mermelada esté en su punto, tiempo en el que la fruta apenas se oscurece, quedando con un color dorado claro muy brillante y bonito. La textura resultante es densa y untuosa, algo más ligera que una crema de avellanas comercial, para que os hagáis una idea.

En cuanto al tiempo que os indico, es el que necesitó mi mermelada para alcanzar la textura que buscaba pero eso va a depender de los membrillos, tanto de la fruta como de su punto de maduración. No todos los membrillos son iguales, aunque pueda parecerlo, variando la cantidad de pectina que tengan según la clase. De igual modo, una fruta más verde tendrá más pectina que otra más madura (ésto vale para todas las frutas). He visto recetas en las que se cuece la fruta junto con la piel y semillas, que es donde se concentra el mayor porcentaje de pectina, para que espese más. Con mis membrillos no hace falta, da igual que estén muy maduros, muy pelados y quitado mucho corazón, tienen muchísima pectina y espesan una barbaridad, lo digo por si alguien hace esta mermelada y después de los 25 minutos no ha alcanzado el espesor deseado. Ojo, hay que tener en cuenta que como todas las mermeladas espesa al enfriar, ésta aún más que otras.

¿Que de qué variedad son mis membrillos? Pues ni idea. Lo que sí sé es que mucha gente los mete en los armarios para aromatizar la ropa. Yo no puedo hacerlo, pues lo míos no huelen a nada. Tienen, además, un punto ácido que siempre perdura de fondo en las mermeladas y en el dulce de membrillo, a pesar de todo el azúcar que lleven.

Recién hecha apenas sabe a membrillo; hay que dejarla reposar al menos 48 horas para que el sabor del membrillo florezca. Después está realmente buena y más rica aún cuantos más días pasan. Y os lo dice una que muy aficionada al membrillo no es, que conste.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 kgr. de membrillo, pelado y sin corazón ni pepitas

400 gr. de azúcar blanquilla

ELABORACIÓN:

Cortar el membrillo en trozos de 15-20 gr. y disponerlos en el cestillo para cocción al vapor de la olla rápida WMF. Trabajar deprisa para evitar que la fruta se ennegrezca por la oxidación. Colocar dentro de la olla el accesorio elevador para cocer al vapor, añadir agua aproximadamente hasta un dedo por debajo del borde superior del citado accesorio, poner encima el cestillo con la fruta y llevar al fuego.

Levantar el hervor, colocar la tapadera de la olla y cerrar. Cocer 7 minutos contados desde que suba la válvula por completo. Apartar la olla del fuego y colocarla encima de una rejilla para acelerar la bajada de temperatura.

Abrir la olla tan pronto pierda toda la presión. Sacar el cestillo y volcar la fruta en una cazuela amplia y alta, desechando el agua. Agregar el azúcar y poner a fuego medio. Mezclar el membrillo con el azúcar, machacando a la vez la fruta con una cuchara de madera. Trabajar deprisa para que el calor del membrillo derrita enseguida el azúcar y no se queme. Cocer durante 25 minutos manteniendo el hervor suave y removiendo cada poco tiempo, más frecuentemente cuando más tiempo lleve cociendo.

Apartar la cazuela del fuego, esperar a que pierda algo de temperatura y triturar con la batidora de brazo hasta conseguir un puré fino, sin trozos de fruta y denso, que continuará espesando cuando se enfríe del todo.

Llenar con la mermelada aún caliente, unos frascos pequeños limpios, de 150-200 ml. de capacidad, aproximadamente, dejando un espacio libre de un centímetro hasta el borde. Cerrar e introducir en una olla, cubrir con agua, tapar y cocer a fuego fuerte 10 minutos desde que empiece a hervir con fuerza. Apartar del fuego, destapar y dejar templar el agua. Sacar entonces los tarros y dejar enfriar completamente. Etiquetar y almacenar en un lugar fresco y oscuro. Una vez abierto un frasco, conservar en el frigorífico.

Si la mermelada no se va a meter en conserva, deberá mantenerse en el frigorífico y esperar 48 horas antes de consumir para que desarrolle todo su sabor.

A comer.

lunes, 7 de agosto de 2023

Vasitos de queso, fresas y melocotón

Agosto=estampida general. Tiendas y bares cerrados, bancos y oficinas a medio gas, cuatro gatos en la blogosfera... Cada vez me gusta menos. Si me voy de vacaciones, calor y gente por todos lados. Si me quedo trabajando, calor, poco trabajo, pocos compañeros, mañanas tediosas y eternas y para colmo, sin café matutino porque mi bar habitual está cerrado y no puedo quitarme el mal humor de haber estado diez minutos dando vueltas hasta encontrar aparcamiento con un buen expreso y un saludo amable. Y es que soy muy especialita para el café, si encuentro una “rara avis” donde lo pongan bueno, no cambio de sitio y si además el trato también es bueno, ya me tienen de cliente fija. Pero como todos tenemos derecho a vacaciones, han echado el cierre hasta mediados de mes y eso que en agosto Zamora se llena de gente, entre los emigrados que retornan a su tierra para pasar unos días y los turistas, hay un bullicio y una animación en la ciudad fuera de lo habitual, excepción hecha de las otras dos grandes citas vacacionales, léanse navidades y sobre todo y por excelencia, semana santa, que como ya he comentado en más ocasiones, no cabe un alfiler. El caso es que la ciudad está llena de gente y eso se nota mucho también a la hora de aparcar, que aunque seamos pequeños padecemos del mismo problema que el resto de ciudades, la falta de aparcamiento, pero ese tema lo dejo para otro día, que no me “pega” discutirlo en agosto, mes que si pudiera me lo pasaría metida en casita, con calor (también), pero con la libertad de andar todo el día en chanclas, con unos pantalones viejos cortados, una camiseta cualquiera y el pelo recogido en un moño para aliviar el calor de la nuca y por supuesto, el ventilador casi a todas horas. Con pintas, sí, pero cómoda y a mi aire, que es como sobrellevo mejor el calor estival.

Y para sobrellevar los calores, nada mejor que platos frescos y postres ligeros, como el que hoy os traigo, suave, refrescante, poco dulce y de complicación menos que cero. Que se tarda más en redactarlo que en hacerlo. Sólo son dos raciones y es que surgió por la necesidad de utilizar un pequeño resto de melocotón en almíbar que me sobró de la receta anterior, así que es mi aportación del mes de agosto al proyecto 1+/-100, desperdicio 0

que Marisa, desde su blog Thermofan, promueve para evitar el desperdicio de alimentos y fomentar el reciclaje en general.

Es muy poco dulce, pues el dulzor del postre se confía al de la fruta y al del almíbar con el que se endulza el queso. No he querido que éste quedara dulzón para que no le restara protagonismo a la fruta y he aprovechado el almíbar de la conserva de melocotón, que muchas veces no se utiliza en los postres que llevan melocotón en almíbar, aunque yo sí lo uso siempre que puedo.

No machaquéis las galletas hasta reducirlas a polvo, dejad trocitos de distintos tamaños, ésto aportará textura y un ligero toque crujiente.

Espero que mi propuesta os guste y os animéis a prepararla, no os llevará mucho tiempo y os gustará. Sólo tened en cuenta que debe reposar y enfriarse media hora en el frigorífico, no más sobre todo si las fresas están muy maduras como estaban las mías, porque si lo dejáis más tiempo empezarán a soltar a soltar jugo, como me pasó a mí y aunque al postre no le afecta, sí un poco a la apariencia y es que, aunque sea para los de casa, las comidas bien presentadas, tanto dulces como saladas, gustan más a todo el mundo.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

25 gr. de galletas (he utilizado “Relieve”, de Hacendado)

80 gr. de fresas frescas maduras, sin pedúnculos

40 gr. de melocotón en almíbar (en conserva), escurrido

25 ml. de almíbar, del de conservación del melocotón

100 gr. de queso fresco bajo en grasa, tipo Philadelphia, a temperatura ambiente

unas hojitas de hierbabuena, para decorar

* Y además:

2 vasitos de 135 ml. de capacidad, aproximadamente

manga pastelera (optativa)

ELABORACIÓN:

Lavar y secar las fresas con papel absorbente de cocina. Cortar en dados pequeños.

Escurrir el melocotón y picar en trozos de tamaño similar al de las fresas.

Mezclar en un bol el queso y el almíbar hasta que éste se integre y el queso quede sedoso. Introducir la mezcla en una manga pastelera, si se usa.

Machacar groseramente las galletas en el mortero, de tal forma que resulte una mezcla de migas y trocitos más grandes del tamaño de una lenteja, más o menos.

Repartir las migas de galletas en los vasitos. Nivelar sin apretar y poner una capa de queso en cada vaso, aproximadamente la cuarta parte de la mezcla, utilizando para ello una manga pastelera o dos cucharillas y con cuidado de no remover las migas. Repartir a continuación las fresas, poner otra capa de queso en cada vaso hasta acabarlo y terminar distribuyendo el melocotón entre los dos vasos.

Refrigerar 30 minutos antes de consumir para que el queso coja cuerpo. Decorar con hojitas de hierbabuena y servir.

A comer.

lunes, 24 de julio de 2023

Melocotones rellenos de atún, tomate y pepinillos

Sin darme cuenta ya llevamos un mes de verano, lo que significa, por aquí, la mitad del verano, una estación que este año está siendo más benévola que el año pasado, que fue horrorosa y salvo algunos días en los que sí, ha hecho un calor diurno de tres pares y un calor nocturno fuera de lo normal, está siendo como tiene que ser, ni más ni menos, porque por mucho que diga el hombre del tiempo, aquí no estamos teniendo olas de calor, afortunadamente. Eso no significa que no esté haciendo calor, ya quisiera yo, ni que me apetezca mucho liarme en la cocina. De hecho me estoy limitando a comidas muy sencillas, mucha plancha, mucho horno y muchos platos fríos, recetas casi todas ya publicadas, pues tampoco tengo ganas de experimentos y ni de romperme la cabeza, lo que en la práctica supone que no tengo mucho material para el blog, así que, aunque no tengo idea de cerrar este año, sí publicaré algo menos (el lunes pasado ya hice “pellas”) pero seguiré por aquí, colgando alguna receta y visitando las pocas cocinas que resistáis como jabatas la calorina estival.

Los melocotones rellenos se pusieron de moda hace algunos años. Casi no había sitio de cocina que se preciase que no tuviera su propia versión. Se siguen publicando recetas pero ya no es el furor de antaño, las modas pasan y ésta también. La verdad que es una preparación muy resultona, sobre todo si gusta el contraste dulce/salado, además de tremendamente sencilla y versionable. Y si tenéis peques pululando por la casa a los que ya no sabéis cómo entretener, me parece una receta perfecta para hacer con ellos, salvo la parte en la que hay que usar cuchillo, que esa mejor dejársela a un adulto, pero el resto, que es desmenuzar, mezclar y rellenar, lo pueden hacer perfectamente, aunque no les guste eso de tener que esperar hasta el día siguiente para comer lo que han ayudado a cocinar, pues aunque para un adulto ese lapso de tiempo es un suspiro, para un niño es una eternidad. Ya se sabe, la relatividad de la percepción del tiempo.

Es importante dejar que la farsa repose para que se asienten y mezclen los sabores. Este tipo de rellenos me gusta hacerlos de un día para otro, pero si no se dispone de tanto tiempo, al menos dejadla reposar cuatro horas. Y no rellenéis los melocotones hasta poco antes de servir, pues por mucho que los escurráis y los sequéis, siempre soltarán almíbar.

La cantidad de melocotones que indico es aproximada, pues dependerá del tamaño de los mismos y de la cantidad de relleno que se le ponga. Yo he usado unos pequeños que eran poco más grandes que dos bocados porque los puse como entrante y tampoco los rellené mucho. Tenedlo en cuenta.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

18 mitades de melocotones en almíbar (pequeños)

100 gr. de atún en aceite, peso escurrido

50 gr. de atún en escabeche, peso escurrido

50 gr. de tomates cherry, peso sin pepitas

50 gr. de pepinillos en vinagre, escurridos

120 gr. de queso de untar bajo en grasa (tipo Philadelphia), a temperatura ambiente

30 gr. de mayonesa

ELABORACIÓN:

Desmenuzar con un tenedor las dos clases de atún.

Picar los pepinillos y los tomates cherry en trozos menuditos de tamaño similar y añadir al pescado.

Mezclar el queso y la mayonesa hasta homogeneizar y añadir a lo anterior. Mezclar el conjunto, tapar y reservar en el frigorífico hasta el día siguiente para integrar sabores.

Escurrir los melocotones del almíbar de conservación. Secar ligeramente con papel absorbente de cocina y rellenar al gusto con la farsa de atún.

Servir frescos.

A comer.

martes, 25 de enero de 2022

Paté picante de mejillones y atún

Paté de mejillones y atún. Receta simple donde las haya, de esas de juntar todo, triturar y listo, pero por muy facilona que sea, si no la has hecho nunca, necesitas una receta o al menos unas directrices que te orienten para hacerla. Y es que a veces no nos acordamos que cuando empezamos a hacer nuestros pinitos en la cocina alguien nos enseñó o ayudó o leímos cómo hacer una receta o la vimos cocinar en la tele, porque nadie nace enseñado ni en ésto ni en nada, distinto es que se tengan habilidades para algo, a veces tan extraordinarias que parece que los conocimientos se han adquirido por ciencia infusa, pero que la sapiencia nos moja como lluvia caída del cielo, pues me vais a permitir que lo dude.

Os cuento ésto porque mi compañero de trabajo R, treintañero muy majete que se acaba de independizar y que nunca había frito un huevo (literal) porque no había tenido la necesidad de hacerlo, quiso hacer el otro día uno en la plancha eléctrica y se encontró con la primera dificultad: cascar el huevo sin hacer un estropicio. El chaval, que tiene en las manos toda la fuerza que a mi me falta, lo cascaba con tanta que hacía migas la cáscara, rompía la yema y ponía la encimera perdidita de restos de huevo. Yo hubiera hecho una llamada telefónica de socorro a mi madre, porque en mis tiempos no había internet, pero él, hijo de la era digital, buscó en el móvil “cómo cascar un huevo” (y no morir en el intento, eso es un añadido mío) y se empapó de vídeos explicativos que según confesó no le sirvieron para nada pues se quedó sin huevos antes de conseguir su objetivo.

Nos reímos mucho al día siguiente cuando nos lo contó en la oficina. La verdad que se lo tomó con mucho humor pues os podéis imaginar las bromas a cuenta de “los huevos de R” que tuvo que soportar esa mañana, pidiéndonos consejo a todos sobre la mejor forma de cascar un huevo y consultándonos sobre si tendría suficiente con seis o necesitaría una docena para practicar y los días sucesivos, comentando los resultados y enseñándonos fotos de sus prácticas hueveriles. Y el orgullo con el que nos mostró en el grupo de whatsapp de la oficina el primer huevo que consiguió cocinar, con una pequeña pérdida de clara ocurrida después de un ligero percance, pero al menos un huevo que se pudo comer, aunque siguiendo con la broma pensó en ponerle nombre y no comérselo, tan mono le quedó. Ahora, cada vez que R abre el explorador del móvil, le asaltan tantos vídeos de “cómo cascar un huevo” que va a poder hacer un doctorado, jajaja...

Y como nadie nace sabiendo, aquí os dejo esta sencilla y muy rica receta de paté picantito de mejillones y atún. No pica mucho, pero tiene su puntito. Si lo preferís dulce, utilizad sólo mejillones en escabeche normal y al contrario, si os gusta lo picante, ponedlos todos picantes e incluso si vuestro nivel de tolerancia al picante es alto, ponedle un poco de Tabasco, estará buenísimo. La textura es cremosa, lo suficiente para mojar unos picos de pan sin que escurra pero lo suficientemente denso como para resultar untable. Si os gusta con más cuerpo, omitid la adición de la salsa de escabeche.

Aunque en la receta no se diga, se entiende que tanto los mejillones como el atún son en conserva.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

68 gr. de mejillones en escabeche picante (peso escurrido)

68 gr. de mejillones en escabeche dulce (peso escurrido)

60 gr. de atún en aceite (peso escurrido)

30 gr. de queso crema (tipo Philadelphia) bajo en grasa, a temperatura ambiente

10 ml. de la salsa de escabeche picante

ELABORACIÓN:

Escurrir los mejillones picantes y reservar la salsa de escabeche. Eliminar los posibles restos de biso y cáscaras e introducir en el vaso de la batidora de brazo.

Escurrir los mejillones dulces y desechar la salsa de escabeche. Eliminar los posibles restos de biso y cáscaras e incorporar al vaso de la batidora de brazo.

Escurrir el atún de su aceite, desechar éste e introducir el atún en el vaso de la batidora de brazo, así como el queso crema.

Batir con una cuchara el escabeche picante reservado, tomar 10 ml. y añadir al vaso de la batidora. Triturar el contenido del vaso con la batidora de brazo hasta conseguir una crema fluida, fina y homogénea.

Verter la crema en un recipiente, tapar y llevar al frigorífico al menos una hora para que tome cuerpo y se asienten los sabores.

Servir fresco con picos o pan tostado.

A comer.

sábado, 25 de septiembre de 2021

Guiso cremoso de cabecero de lomo de cerdo

Para mí, septiembre es el mes por excelencia de las conservas caseras: pimientos asados, mermeladas, salsa de tomate, setas... y en esas ando, liada asando pimientos, que casi no hago otro oficio porque como además este año nos fuimos de vacaciones a primeros de mes, no estuve en casa para empezar con los primeros y ahora corre prisa hacerlos porque están casi todos maduros, así que, toca tirar de borradores y publicar este guiso de cerdo, cálido y reconfortante, que no pensaba publicar hasta que no hiciera un poco más de frío, pero los pimientos mandan y la escasísima lista de archivos en borradores, también. Digo escasísima porque apenas tengo ninguna receta archivada pues me pasa, que de tanto verlas en la lista y en el archivo fotográfico, me aburro de ellas y ya no me apetece publicarlas, es como si se pasara su momento. Una cosa parecida me pasa con la ropa, si no la estreno enseguida, va quedando ahí, arrinconada y después casi no me la pongo. En fin, una de mis tantas manías...

La receta está adaptada libremente de aquí y está realmente buena. La lista de ingredientes es bastante larga pero su elaboración es muy sencilla. No es un guiso ligero, ya aviso. Con una barra de pan (otro aviso más: salsa muy “peligrosa”) y una ensalada, tenéis hecha la comida. Como todos los guisos, mejora con el reposo y está mucho mejor el tercer día que el primero. Para recalentarla, hacedlo a fuego suave, sin hervir, pues la salsa lleva nata y aunque sea de la de cocinar, ya sabemos que no le gustan las temperaturas altas.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1'250 kgr. de cabecero de lomo de cerdo, cortado en dados grandes

125 gr. de cebolla cortada en plumas

175 gr. de pimiento rojo picado grueso

185 gr. de champiñones en conserva, enteros (peso escurrido)

100 gr. de champiñones en conserva, laminados (peso escurrido)

20 gr. de ajo, laminado

10 gr. de jengibre fresco, pelado y picado muy fino

125 ml. de nata, 18% materia grasa, a temperatura ambiente

375 gr. de queso fresco batido, 0% materia grasa, a temperatura ambiente

200 ml. de zumo de manzana

50 ml. de vino blanco seco

1 tbs de Bovril

1 tbs de salsa de soja

2 tsp de aceite de sésamo

1 tbs de salsa sriracha

aceite

sal

ELABORACIÓN:

Calentar 50 ml. de zumo de manzana y disolver el Bovril. Una vez disuelto, agregar la salsa sriracha y remover bien. Reservar.

Disponer un buen fondo de aceite en una cazuela amplia y llevar al fuego. Cuando el aceite esté bien caliente, dorar la carne por todos los lados y apartar a un plato. Hacerlo en varias tandas para que no baje la temperatura del aceite y el cerdo se pueda dorar bien.

Dejar que el aceite pierda un poco de temperatura, añadir la cebolla y freír a fuego medio-alto, removiendo. Cuando empiece a ablandarse, incorporar el pimiento rojo picado, el ajo laminado y el jengibre picadito. Rehogar 2 minutos y agregar la carne más el jugo que haya soltado, la mezcla de Bovril y sriracha, el resto del zumo de manzana, el vino blanco, el aceite de sésamo y la salsa de soja. Remover, tapar y cocer a fuego bajo 20 minutos.

Añadir a la cazuela los champiñones laminados y los enteros, bien escurridos, mezclar el guiso y cocer a fuego bajo y tapado, una hora o hasta que la carne esté tierna.

Sacar un poco de salsa a un tazón. Dejar que se temple ligeramente y añadir la nata y el queso fresco batido. Integrar con unas varillas manuales y verter en la cazuela. Remover delicadamente, cocinar otros 10 minutos sin que lleve a hervir, rectificar de sal y dejar reposar el guiso, tapado y fuera del fuego, 5 minutos antes de servir.

A comer.

domingo, 1 de agosto de 2021

Paté de cangrejo de río y atún

La receta que os traigo es, como dicen hoy en día, facilona no, lo siguiente. Y si conseguís “engañar” a alguien para que os ayude a pelar y desvenar cangrejos, ya, ni os cuento. Y es que lo más tedioso de este paté es el asunto de la peladura, bueno, del desvenado también, que aunque ambas tareas son fáciles, llevan su tiempo y más si los cangrejos, como ha sido en mi caso, son pequeños: necesité 640 gr. de cangrejo de río cocido para obtener los 125 gr. de colas que utilicé para la receta. No os harán falta tantos si los compráis cocidos en la pescadería, pues suelen ser de tamaño medio o grandes. Los míos eran salvajes y vivos y me los habían regalado. La verdad que lo agradecí un montón porque como os comentaba hace poco, hacía años que no los comía, pero casi todos eran muy pequeñitos y aunque los hemos comido de varias formas distintas, nos hemos pegado una “jartá” a pelar bichos y chupar cabezas, lo cual es muy entretenido y si lo miráis bien, hasta bueno para la línea, porque como con el marisco, chupar-chupar, mucho, pero comer-comer, poco, aunque tanto los unos como el otro están taaaannn buenos, que no importa el mucho tiempo y la poca chicha. ¿O sí?.

Os recomiendo encarecidamente que hagáis este paté, pues está tremendamente rico. La textura no es untuosa como la de los patés de carne, pues no tiene el elemento graso que se la proporciona. Pero no es seco, se unta bien y de forma uniforme y tiene la textura de un paté de pescado.

Para hacer esta receta utilicé dos yemas de huevo cocidas que me habían sobrado de otra receta y como ya podéis imaginar, esta es mi aportación del mes de agosto al proyecto 1+/-100, desperdicio 0

que Marisa, desde Thermofan, promueve mensualmente para la reducción del desperdicio en la cocina y el aprovechamiento y reutilización en general, tanto de alimentos como de utensilios, un proyecto muy interesante que si no conocéis os animo a que lo hagáis pinchando en el logo.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

125 gr. de colas cocidas de cangrejos de río (peso en limpio, sin cáscaras y desvenados)

60 gr. de conserva de atún al natural (peso escurrido)

2 yemas de huevo talla L, cocidas

1'5 tsp de leche desnatada

3/4 tsp de salsa worcestershire (salsa inglesa)

1/2 tsp de brandy

sal

ELABORACIÓN:

Disponer en el vaso de la batidora de brazo las colas cocidas de las cangrejos picadas, ,el atún escurrido y desmenuzado, las yemas de huevo picadas, la leche, la salsa worcestershire, el brandy y sal al gusto. Triturar con la batidora a máxima potencia hasta conseguir una pasta fina y homogénea.

Introducir en un recipiente procurando que no queden bolsas de aire, tapar, llevar al frigorÍfico y dejar reposar 24 horas antes de consumir para que gane en sabor.

Consumir fresco untado en pan tostado.

A comer.

domingo, 25 de julio de 2021

Buñuelos de anchoas en aceite con salsa de pimiento asado

Si os gustan las anchoas en aceite, ésta es vuestra receta, si no... pues nos vemos otro día. O, esperad, si buscáis una receta de buñuelos que cunda sólo para dos raciones, os va a tocar leer hasta el final (las anchoas las cambiáis por otro ingrediente y listo). Y es que esta vez no quería que me sobrara nada de masa, que me repatea que queden restos bailando por el frigorífico, además de que me iba fatal para el menú semanal cuadrar la masa sobrante.

La receta básica de masa para buñuelos es muy fácil de dividir o multiplicar, el único problema que le veo a trabajar con cantidades tan pequeñas es el utillaje: si el cazo es grande, al remover la masa, ésta se dispersa por todo el cazo haciendo más difícil y trabajosa la integración de los ingredientes, si es pequeño, no hay espacio para trabajarla, con lo que quedan mal integrados. Si alguna vez habéis hecho buñuelos, sabéis de lo que hablo, seguro que os habéis enfrentado a esa masa que se divide en tropecientos mil trozos cuando añades el primer huevo y que patinan de lo lindo mientras los persigues con la cuchara de madera intentando que la masa vuelva a estar uniforme. Para después añadir otro huevo y vuelva a pasar lo mismo, bueno, con el segundo y sucesivos huevos la masa va siendo menos rebelde, pero que haces brazo, lo haces. He visto en la red utilizar una batidora eléctrica de dos varillas para hacer la masa. No sé la efectividad que tendrá para cantidades pequeñas, pero supongo que irá mejor para cantidades de masa más grandes. Si alguien la usa, que me lo cuente, porque siempre la hago a mano y tal vez sea interesante el tema de las varillas eléctricas para cantidades de masa equivalentes a cuatro huevos o más.

El problema de las cantidades pequeñas lo tiene también la salsa. El volumen de ingredientes es muy poquito para la batidora y llevará un rato y paciencia triturarlos. Pero salvo que queráis utilizar la salsa para otros usos, no recomiendo hacer más, incluso con las cantidades que indicó sobrará y es que a los buñuelos sólo hay que ponerle un poco de salsa, pues aunque saben a anchoa, no son fuertes de sabor y si se le pone demasiada salsa, ésta anulará el sabor de aquéllos.

Piqué las anchoas menudas para que se deshicieran al calentar la masa, por lo que no se ven trozos. No le puse nada de sal y para nosotros quedaron perfectos, pero podéis probar la masa una vez bien integrado el huevo y rectificar de sal si así os parece. En ese caso, tened en cuenta que la harina cruda es sosa y que la masa ganará en sabor y sazón con el reposo y fritura.

¿Y qué deciros de los buñuelos? Pues que además de ser super ligeros y esponjosos, están buenísimos (si os gustan las anchoas en aceite, claro). Y no os olvidéis de la salsa, que aunque sólo se le pongan unas gotas, adquieren otro nivel, de verdad o, ¿cuándo os he mentido?.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

* Para los buñuelos, 12-13 unidades (según tamaño):

30 gr. de harina de trigo de todo uso

10 gr. de harina de trigo integral

20 gr. de anchoas en aceite, peso escurrido

15 ml. del aceite de conservación de las anchoas

1 huevo talla L

90 ml. de agua

aceite de sabor suave para freír

* Para la salsa:

60 gr. de pimiento rojo asado

1 diente de ajo pequeño

aceite de sabor suave

sal

* Y además:

unas anchoas para decorar (optativo)

un biberón de cocina

ELABORACIÓN:

* De los buñuelos:

Mezclar ambas harinas y tamizar sobre un bol. Incorporar al bol el salvado de trigo que vaya quedando en el tamiz. Reservar.

Trocear las anchoas y reservar.

En un cazo pequeño para que después resulte más fácil remover la masa, disponer el agua y el aceite de las anchoas y llevar a ebullición. Cuando arranque el hervor, retirar el cazo del fuego y agregar de golpe toda la mezcla de harinas. Batir bien y con energía hasta que las harinas queden completamente integradas con el líquido y no se vean grumos. Agregar las anchoas, remover bien y llevar de nuevo el cazo al fuego. Cocer la masa a fuego medio-alto durante dos minutos y medio sin dejar de remover. Apartar del fuego y dejar templar, removiendo con frecuencia para evitar que la parte superior de la masa se seque.

Una vez templada, cascar el huevo y sin batirlo, añadirlo a la masa. Remover nuevamente hasta que el huevo se integre por completo. Costará un poco porque el huevo formará una especie de película alrededor de porciones de masa dificultado su uniformidad, pero después de un rato de remover, la masa lo absorberá y volverá a adquirir un aspecto compacto, sedoso y liso. Aceitar ligeramente un trozo de film alimentario con aceite de las anchoas, poner la cara aceitada en contacto con la masa y dejar reposar a temperatura ambiente 20 minutos.

En un un cazo pequeño, poner el aceite suficiente como para que los buñuelos floten al freír. Llevar al fuego y calentar a fuego medio-alto. Cuando el aceite esté caliente, pero no en exceso para que los buñuelos no se arrebaten (es decir, se doren por fuera pero queden crudos por dentro) incorporar bolitas de masa hechas con la ayuda de dos cucharillas. No conviene poner muchas de cada vez para evitar que baje la temperatura del aceite (si fuera así, los buñuelos absorberán más aceite y se abrirán); además han de quedar holgadas para que la masa pueda darse la vuelta por sí sola a medida que se fríe. Sacar los buñuelos a un plato con papel de cocina para que absorba el exceso de aceite.

* De la salsa:

Pelar y desgerminar el diente de ajo. Laminarlo finamente y ponerlo en una tacita. Añadir aceite justo hasta que quede cubierto, tapar con papel film, realizar en éste un agujerito para que salga el vapor e introducir en el microondas. Hornear dos minutos a 600 watios de potencia seguido de un minuto de reposo en el interior del microondas. Repetir la operación. Los ajos deben quedar blandos y no haber tomado color, lo que dependerá mucho de lo frescos que sean. Si no fuera así, hornear a la misma potencia en periodos de 20 segundos con reposos de otros 20 segundos, hasta que estén hechos. Proceder con cuidado dado que tienen a quemarse rápidamente.

Disponer los ajos con su aceite en el vaso de la batidora de brazo. Añadir el pimiento asado, sal al gusto y triturar hasta conseguir una crema fina, homogénea y ligeramente espesa. Rectificar de sal si procede, introducir en un biberón de cocina y conservar a temperatura ambiente.

* Del emplatado:

Poner los buñuelos en el plato de servicio, añadir por encima unas líneas de salsa de pimiento, adornar con unas anchoas y servir.

A comer.

lunes, 5 de julio de 2021

Tarta de atún, anchoas y feta

Ya sé que con estos calores os da mucha pereza encender el horno, pero como esta tarta está mucho más rica fría, siempre se puede hacer pronto por la mañana o a última hora de la tarde, ya que aguanta muy bien hasta el día siguiente. Además, si mientras la cocináis estáis pensando en la playa o en la piscina, como que el horno no se nota tanto, que sólo con pensar que tenéis la comida o la cena hecha cuando volváis del remojo, ya es otra cosa.

Yo, personalmente, no dejo de hornear en todo el verano, bien es cierto que tal vez lo uso menos, pero lo sigo utilizando, porque además muchas veces no tienes que estar en la cocina mientras se hornea lo que sea que estés haciendo y la mayoría de los platos que se hacen en el horno dan poco trabajo, pues hay una cantidad enorme de recetas en las que pones todos los ingredientes limpios y sazonados, picados o enteros, en la bandeja del horno y hala, “pa” dentro y a otra cosa. Vamos, que da más trabajo (y calor) hacer un kilo de albóndigas, pongamos por caso.

Esta tarta es muy fácil, muy rica y con ingredientes muy habituales en la mayoría de las despensas. La masa es suave y sencilla de hacer, pues apenas hay que manipularla para evitar que se desarrolle el gluten, con lo que no hay amasados ni nada. Tampoco es necesario un molde, vale cualquier recipiente que pueda ir al horno, pudiéndose hacer directamente en la bandeja de éste o sobre un tapete de silicona. He utilizado la base de un molde desmontable porque me resulta más cómodo para calcular la masa sobrante de los lados y porque como ésta es fina y el relleno pesa, de esa forma es más fácil de manipular al introducirla y sacarla del horno. Pero que si estáis en un apartamento playero con poco menaje de cocina, siempre la podéis hacer en un recipiente de aluminio de un sólo uso disponible en múltiples medidas en cualquier bazar.

Bueno, que ya no sé cómo más vendérosla para que la hagáis. ¿Deciros que está tremendamente rica? Si no fuera el caso no os la hubiera traído por aquí. ¿Deciros que mi santo, según la probó dijo “la puedes volver a hacer mañana”? Pues a lo mejor eso os convence más. ¿Que si ya tenéis hecha la salsa de tomate no hay que cocinar nada? Osea, que toda la elaboración previa al horno es en frío. ¿Que está hecha con ingredientes que le gustan a casi todo el mundo? Nota para los odiadores de anchoas: al ir picaditas no se distingue específicamente su sabor, en realidad potencian el conjunto del resto de ingredientes, aportando la sal que pudiera hacerle falta al relleno, pues no lleva ninguna añadida, pues todos los sus ingredientes ya tienen sal, menos la cebolla, por supuesto. Y hablando de la cebolla: al añadirse cruda, queda un poquito crujiente, dando textura a la tarta, que en general resulta blandita y suave. Si después de esta perorata nadie se anima a hacerla, cierro el blog.

Que no se me olvide, la receta está adaptada de aquí. A cada uno, su mérito.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

* Para la masa:

150 gr. de harina de trigo blanca de todo uso

75 ml. de nata con un 18% de materia grasa, a temperatura ambiente

15 ml. de AOVE

sal

* Para el relleno:

110 gr. de atún en aceite, peso escurrido

90 gr. de atún en escabeche, peso escurrido

25 gr. de anchoas en aceite de oliva, peso escurrido

200 gr. de salsa de tomate espesa

15 gr. de cebolla cortada en plumas finas

55 gr. de queso feta, escurrido, cortado en dados pequeños

orégano seco

unas hojas de orégano fresco para decorar (optativo), lavadas y secas

* Y además:

papel de hornear

la base de un molde desmontable de 22 cm. de diámetro

ELABORACIÓN:

* De la masa:

Tamizar la harina en un cuenco, añadir la nata, el aceite de oliva virgen extra y un poco de sal. Revolver los ingredientes con una cuchara hasta que se integren y amasar brevemente para terminar de homogeneizar la masa. El amasado ha de ser corto y rápido para no desarrollar el gluten. Formar una bola, tapar con un paño limpio que no suelte pelusa y dejar descansar en la encimera unos 10 minutos para que el gluten se relaje.

Volcar la masa sobre la superficie de trabajo limpia, seca y sin harina y estirar con el rodillo formando un círculo de unos 26-28 cm. de diámetro. Humedecer la base del molde y cubrir con una hoja de papel de hornear más grande que el círculo de masa. Colocar la masa centrada en la base del molde, encima del papel de hornear, tapar con un paño limpio y llevar al frigorífico 10 minutos.

* Del relleno:

Disponer en un bol los atunes escurridos y desmenuzados, las anchoas escurridas y picadas menudas, la cebolla en plumas y la salsa de tomate. Mezclar.

* Del montaje y horneado:

Precalentar el horno a 180º C, con calor arriba y abajo. Disponer la rejilla en la segunda posición empezando por abajo.

Sacar la masa del frigorífico. Distribuir uniformemente el relleno y doblar los extremos sobrantes de la masa sobre aquél. Introducir en el horno cuando alcance la temperatura requerida, poner el calor sólo por abajo y hornear 20 minutos a 180º C.

Sacar la tarta del horno, subir la rejilla una altura y poner el calor arriba y abajo.

Distribuir el queso por encima de la tarta y devolver al horno. Hornear otros quince minutos. Sacar del horno, espolvorear generosamente por encima con orégano seco y dejar enfriar.

Servir decorada con unas hojitas de orégano fresco (si se usan).

Consumir a temperatura ambiente o ligeramente fría.

A comer.

viernes, 25 de diciembre de 2020

Cóctel de langostinos y alcachofas con salsa picante de yogur

Un clásico que sobrevive al paso del tiempo: el cóctel de gambas o en este caso, de langostinos. Rápido, sencillo, adaptable y vistoso en su presentación. Ésta es una receta adaptada de la que publicaba la revista alemana Burda a mediados del año 1980. Sí, habéis leído bien, hace 30 años, por eso lo de sobrevivir. Mi madre aún conserva algunos recortes de recetas de aquella revista, que no sé si aún se publica. Por aquél entonces, la revista se vendía en España en versión original, osea, en alemán y venía con un cuadernillo con los textos traducidos al español. La revista lo era de moda, con patrones para coser los modelos, no recuerdo si éstos venían traducidos pero sí las recetas de las últimas páginas. Traía recetas muy ricas, bastante diferentes a la cocina tradicional española, con una presentación moderna para la época y en las que, a veces, lo más difícil era encontrar algún ingrediente, muy exótico en España en aquellos años aunque hoy común. Las traducciones a veces eran un poco nefastas, parecían hechas a golpe de diccionario sin muchos conocimientos de gramática española, pero con buena voluntad y conocimientos culinarios se sacaban adelante. Varias de aquéllas recetas las cocinó mi madre durante muchos años, como este cóctel, que solía preparar con motivo de alguna celebración y en el que el yogur y la pimienta de la salsa, le dan un toque diferente muy alejado de la típica salsa rosa que tanto se usa para este tipo de platos.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Por ración, como aperitivo

4-5 canónigos, según tamaño

3 langostinos grandes, cocidos

2 corazones de alcachofa baby

2 tiras de jamón cocido de 10 cm. de largo por 3 cm. de ancho

1/2 tbs de mayonesa

1/2 tbs de yogur natural desnatado sin azúcar

1/4 tsp de zumo de limón

1 punta de cuchillo romo, generosa, de pimienta blanca molida

*Y además:

1 copa de champán de boca ancha o similar

ELABORACIÓN:

Poner a escurrir los corazones de alcachofa boca abajo sobre papel absorbente de cocina.

Pelar los langostinos, dejando uno de ellos con la cola. Dejar éste entero y partir al medio los otros dos.

Batir el yogur para licuarlo, agregar la mayonesa, el zumo de limón y la pimienta blanca y remover hasta integrar todos los ingredientes. Rectificar de pimienta, si fuera necesario, tiendo en cuenta que ha de quedar un poco picante.

Disponer los canónigos en el fondo del recipiente elegido, formando una cama. Formar dos rollitos con las tiras de jamón cocido y poner sobre los canónigos. Colocar de forma armoniosa los corazones de alcachofa y los langostinos troceados. Distribuir la salsa por encima, colocar el langostino entero en un lateral del recipiente y servir a temperatura ambiente o ligeramente fresco.

A comer.

viernes, 25 de septiembre de 2020

Tarta salada de alcachofas y queso de cabra


Como hoy no estoy muy inspirada para contaros ninguna batallita, vamos a hablar del tiempo, que es muy socorrido cuando no sabes qué decir o no me digáis que la meteorología nunca os ha salvado de un silencio incómodo, por ejemplo en un ascensor o bien os ha servido de introducción a otras conversaciones más transcendentales, de esas en las que generalmente se arregla el país, porque de aeronáutica, pongamos por caso, no sabemos todos pero del tiempo y de cómo hacerlo mejor que nuestros políticos, cada uno de nosotros tiene un doctorado y si te gusta el fútbol ya es el acabose, pues todos los aficionados llevan un entrenador dentro...

Ironías aparte, ya tenemos por aquí el frío. Ha llegado de repente, como todos los años, pasando sin transición de dormir encima de la cama a sacar el edredón de plumas y qué queréis que os diga, que yo estoy encantada pues me gusta más el frío que el calor, ya que éste lo soporto fatal, es una cuestión física, en cuando sube un poco la temperatura se me pone mal cuerpo y si ya hace mucho calor puedo llegar a ponerme mala de verdad. Un incordio, vamos. Así que yo encantada con este tiempo, la lástima es que aquí son muchos los meses fríos y termina aburriendo un poco la monotonía del clima, pero en fin, no se puede tener todo, así que me quedo con el clima de mi tierra, con sus inviernos fríos como un demonio, predominantemente secos y llenos de días de un azul tan intenso que casi hace hasta daño mirar el cielo y es que si no hay nubes, Castilla es tierra de luz infinita, no conozco cielos más hermosos que los suyos y es lo único que he echado de menos cuando he vivido en otras comunidades autónomas.

Tanto me gusta el frío, que incluso se nota a la hora de comer, pues no soporto las comidas muy calientes (mi paladar no las aguanta) y casi todo lo como templado y aunque sea invierno, en mi casa se comen muchos platos fríos como esta tarta salada, que está igual de rica templada que fría y que he modificado muy ligeramente del libro "Quiches y tartas saladas", añadiendo pimentón a la masa y pocos cambios más. Si os gustan las tartas saladas, animaos a probarla.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.


INGREDIENTES:


* Para la masa:

75 gr. de harina de trigo blanca

75 gr. de harina de trigo integral

20 ml. de AOVE

1/2 tsp de pimentón dulce de La Vera (D.O.P.)

80 ml. de agua a temperatura ambiente

sal


* Para el relleno:

12 corazones de alcachofas baby

125 gr. de rulo de queso de cabra

45 gr. de bacon ahumado cortado en bastones

2 huevos tamaño L

100 ml. de nata con un 18% de materia grasa

100 ml. de leche desnatada

sal


* Y además:

un molde redondo de paredes bajas de 20 cm. de diámetro (medida de la base)


ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos, temperaturas, fuentes de calor y posición de la bandeja en el horno que se indican, son los que funcionan en mi horno. Como no hay dos hornos iguales (ni siquiera siendo de la misma marca y modelo), cada cual deberá adaptar la forma de cocción a su horno, aunque probablemente las correcciones habrán de ser mínimas.

Escurrir el agua de conservación de las alcachofas y colocarlas boca abajo en un plato cubierto con papel de cocina para que absorba el exceso de humedad. Dejar que escurran mientras se prepara el resto de la receta.

* De la masa:

Poner en un bol las harinas, el pimentón, el aceite de oliva virgen extra y un poco de sal y mezclar con una cuchara de palo. Añadir la mitad del agua y volver a mezclar. Se formarán como unas migas. Dejar que la harina se hidrate un par de minutos y amasar la mezcla, incorporando el agua poco a poco hasta que apenas se pegue a las manos. Según el grado de absorción de las harinas, sobrará o hará faltad un poquito más de agua.

Tapar la masa, que aún se notará un poco húmeda, con un paño limpio y dejar reposar 45 minutos. Pasado ese tiempo la harina habrá terminado de hidratarse y la masa resultará más seca.

Sobre una superficie de trabajo limpia y sin enharinar, estirar la masa con el rodillo lo suficiente para cubrir el molde y lo más fina posible. Si la masa tiende a encogerse al estirarla, ir dándole reposos de cinco minutos hasta que se relaje el gluten y resulte manejable. Acomodarla en el molde procurando que no queden bolsas de aire en la base y retirar el sobrante con el rodillo.Si la masa ha quedado bien hecha, no hará falta enharinar ni la superficie de trabajo ni el rodillo, pues no se pegará. Tampoco será necesario encamisar el molde.

* Del relleno:

Precalentar el horno a 180º C con calor arriba y abajo.

Disponer en el vaso de la batidora de brazo la nata, la leche, los huevos y sal al gusto y batir con la batidora. Verter el contenido en el molde preparado con la masa.

Poner el bacon en una sartén sin nada de aceite y cocinar a fuego bajo hasta que suelte la grasa. Subir el fuego y dorar ligeramente. Escurrir la grasa sobrante y distribuir el bacon en el molde.

Con un cuchillo humedecido, cortar el queso de cabra en seis o siete rodajas y distribuir en el molde. Distribuir igualmente las alcachofas escurridas, colocándolas boca arriba.

Introducir el molde en el horno colocando la rejilla a media altura y hornear 45 minutos a 180º C con calor sólo por abajo.

Sacar del horno y consumir templada o a temperatura ambiente.

A comer.




sábado, 15 de agosto de 2020

Radiatori con calabacín, champiñones y queso azul


Hoy, quince de agosto, debería estar de fiesta casi toda España, con toros, verbenas, juegos infantiles, concursos de tortilla de patatas y demás eventos, que en localidades pequeñas como en la que yo vivo se convierte en un fiesta casi “comunal”, en la que de una u otra forma participa casi todo el pueblo, hasta los topes de gente con los agosteros, que es como llaman, al menos aquí, a los hijos del pueblo que viven fuera y que vuelven en agosto, como el turrón por navidad. Pero en este quince de agosto, tan extraño y triste, (a pesar de que hay más gente que nunca por todos los sitios), no ha habido celebraciones. Sí ha habido cuadrillas que se han juntado para comer o cenar, algunas con menos miembros que otros años, pero hablas con la gente y en general la mayoría se ha quedado en su casa. Sin ir más lejos, todos los años tal día como hoy, comemos toda la familia en casa de mi suegra, cosa que yo agradezco un montón pues normalmente he estado en la verbena hasta las cuatro o las cinco de la madrugada y la verdad, que levantarse tarde y llegar a mesa puesta, pues qué queréis que os diga, que es un gusto. Pero anoche yo estaba en la camita a las doce, he madrugado como cualquier día y he estado haciendo las tareas domésticas como es habitual. Y resulta un poco raro, porque sabes que no debería haber sido así, que deberías llevar un par de días de fiestorro, disfrutando y lamentándote a la vez de que los años no pasan en balde, pero pensando ya esta noche al acabarse la fiesta, en la del año que viene. En cambio hoy, lo que piensas, es que las cosas no mejoran demasiado, que cuando se acaben las vacaciones no podremos seguir mirando hacia otro lado y que en septiembre, que está a la vuelta de la esquina, habrá que tomar algunas decisiones, unas nosotros y otras las autoridades, que no creo que sean fáciles.

Para fácil la receta de hoy y es que la pasta siempre está rica, da igual con qué la adereces. No entiendo cómo hay personas a las que no les gusta, bueno, un poco sí, porque yo he visto preparar unos macarrones tan mal cocinados que te hacían odiar a los italianos por haber universalizado la pasta. Y es que hay gente que no cocina, perpetra la comida.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.



INGREDIENTES:


130 gr. de radiatori

100 gr. de cebolla tierna

125 gr. de calabacín, preferiblemente verde claro

95 gr. de champiñón laminado en conserva (peso escurrido)

70 gr. de queso azul

70 gr. de nata con un 18% de materia grasa

sal

aceite



ELABORACIÓN:


Cocer la pasta en abundante agua con sal el tiempo que indique el fabricante o al gusto.

Mientras se cuece la pasta, mezclar en un bol el queso azul y la nata. Reservar.

Pelar la cebolla y lavar el calabacín. Picar la primera muy menudita y el segundo, sin pelar, en dados de un centímetro de lado.

Poner a calentar un fondo de aceite en una sartén honda y amplia y rehogar el calabacín y la cebolla con un poco de sal hasta que ambas hortalizas estén blanditas. Añadir los champiñones escurridos de su agua de vegetación y continuar cocinando otros cinco minutos. Agregar la mezcla de queso y nata y calentar a fuego medio hasta que se integre con el resto de ingredientes.

Una vez cocida la pasta, volcarla en un escurridor, eliminar todo el agua y ponerla en la fuente de presentación. Añadir por encima la salsa bien caliente y servir.

A comer.




miércoles, 5 de agosto de 2020

Ensalada de garbanzos con mejillones


¿No tienes tiempo de cocinar? O te faltan ganas, que no todos los días apetece meterse entre fogones, pues nada, a tirar de conservas y a preparar una rica ensalada, en este caso de garbanzos, una forma de comer legumbre en verano, que la verdad, a mi en caliente no me apetece nada, sólo pensarlo ya me da calor, pero así, fresquita, se come estupendamente.

Un plato rápido, como esta entrada porque hoy estoy muy liada y no tengo tiempo para más, además esta tarde me he cortado un dedo con la mandolina (por hacer las cosas mal, mea culpa) y aparte de dolerme mogollón, tengo un vendaje bastante aparatoso que me dificulta a la hora de escribir.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.



INGREDIENTES:


210 gr. de garbanzos cocidos en conserva (peso escurrido)

1 lata de mejillones al natural de 115 gr.

40 gr. de cebolla tierna

40 gr. de pimiento verde

1 huevo tamaño L

4 tomates cherry

6 corazones de alcachofa baby en conserva

2 tsp. de AOVE

1 tsp. de vinagre de Jerez (D.O.P.)

sal



ELABORACIÓN:


Poner una cazuela al fuego con suficiente agua para cubrir el huevo y llevar a ebullición. Cuando rompa el hervor, añadir un puñado de sal gruesa e introducir el huevo con cuidado para que no se rompa. Cocerlo 15 minutos contados desde que el agua vuelva a hervir. Una vez finalizado el tiempo de cocción, sacar el huevo a un bol con agua muy fría para detener la cocción y facilitar después la eliminación de la cáscara. Dejar enfriar completamente. Pelar el huevo y pasarlo por un chorro de agua para eliminar posibles restos de cáscara, secar con papel de cocina y cortar a lo largo en seis trozos. Reservar.

Colocar los garbanzos en un colador y lavar con agua. Escurrir y disponer en una fuente.

Pelar la cebolla y picar pequeña. Añadir a los garbanzos.

Lavar el pimiento, eliminar nervaduras interiores y semillas y cortar en trozos similares a los de la cebolla. Añadir a los garbanzos.

Lavar los tomates cherrys, cortar en rodajas y añadir a los garbanzos.

Escurrir los corazones de alcachofa, cortar a la mitad a lo largo y añadir a los garbanzos.

Escurrir y reservar el agua de la lata de los mejillones y agregar éstos a los garbanzos.

Disponer en un frasco el agua de la lata de los mejillones, el aceite de oliva virgen extra, el vinagre y sal al gusto. Cerrar y agitar fuertemente para disolver la sal y emulsionar la vinagreta. Añadirla a la ensalada y remover con delicadeza para no deshacer los mejillones y las alcachofas. Disponer por encima el huevo cocido y llevar al frigorífico una hora antes de consumir.

A comer.





jueves, 30 de julio de 2020

Lasaña de berenjena y champiñones


Creo que en casa se come pasta casi todas las semanas y nunca había traído una receta por aquí. La verdad que pensé que sí tenía alguna publicada, pero al preparar ésta para editarla me di cuenta de que no. Ahora que lo pienso, es normal que así sea porque casi siempre hago pasta cuando tengo poco tiempo para cocinar, pues en lo que se cuece se prepara la salsa y si voy mal de tiempo para hacer la comida, de las fotos ya ni hablamos. A lo peor ahora os aburro publicando recetas de pasta, que cuando me da por ponerme mono temática no hay quien me pare aunque creo que voy a aburrir a pocas porque si desde mediados de julio ya se ha notado el principio del éxodo vacacional (del blog o de casa), dentro de un par de días va a ser como si alguien hubiera soltado una bomba nuclear en la blogosfera.

Bueno, pues yo, por llevar la contraria, aquí me voy a quedar todo el verano dando guerra (a quien se deje, ¡por fa, dejaros alguna!). Vaaaleee... lo confieso, que yo también tenía pensado escaparme unos días pero las cosas se han torcido de tal manera que me temo que este año va a ser imposible y como hay que seguir comiendo (a ver cuando aprendo a alimentarme del aire) y el sueldo no me da para comer de restaurante todos los días, pues seguiré cocinando y trayendo recetitas por aquí que espero que os gusten tanto como a nosotros esta lasaña, que suelo hacer en verano cuando las berenjenas están en plena temporada, ya que al llevar tanta su sabor predomina en el plato y está más rica con las de este tiempo, que son más suaves que las de invierno.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.


INGREDIENTES:


10 placas de lasaña precocida o las necesarias para tres capas de relleno (cuatro de pasta)

queso emmental rallado

queso curado de cabra picado grueso


* Para el relleno:

700 gr. de berenjena (peso en limpio)

115 gr. de champiñón en conserva (peso escurrido)

90 gr. de pimiento rojo (peso en limpio)

tbs. de salsa de tomate espesa

75 gr. de beicon ahumado en un trozo

12 lonchas de queso para fundir, tipo tranchette

1 ramita de perejil fresco

1/4 tsp. de albahaca seca

aceite y sal


* Para la bechamel:

40 ml. de aceite

45 gr. de harina

550 ml. de leche desnatada (a temperatura ambiente)

sal


* Y además:

un molde cuadrado de 20x20 cm. de lado



ELABORACIÓN:


* Del relleno:

Lavar la berenjena, cortar a lo largo en 4-5 rodajas gruesas, según tamaño, salar y dejar reposar 30 minutos para que sude y pierda amargor. Si fuera muy tierna, no sería necesario. Una vez finalizado el tiempo, lavar y secar bien con papel de cocina para eliminar el exceso de humedad. Cortar en tiras a lo largo y después en dados regulares. Reservar.

Escurrir los champiñones del agua de conservación y presionar ligeramente para eliminar todo el agua posible. Trocear y reservar.

Lavar el pimiento, eliminar semillas y tripas y cortar en cuadraditos. Reservar.

Cortar el beicon en bastones y freír a fuego bajo en una sartén con un fondo de aceite hasta que esté cocinado. Retirar a un plato procurando que quede en la sartén todo el aceite y la grasa que haya soltado. Reservar.

Subir un poco el fuego y añadir el pimiento rojo a la sartén. Cuando empiece a ablandarse, subir el fuego e incorporar la berenjena, añadiendo un poco más de aceite si fuera necesario. Cocinar a fuego fuerte y sin dejar de remover para que la berenjena no se pegue a la sartén y hasta que esté hecha. Agregar entonces los champiñones, la salsa de tomate y el beicon, cocinar otros cinco minutos y retirar del fuego.

Lavar la rama de perejil, picarla y añadirla a la sartén junto con la albahaca. Remover y rectificar de sal, si fuera necesario. Reservar la farsa.

Hidratar las placas de lasaña según indique el fabricante.

* De la bechamel:

Calentar el aceite en una sartén honda. Agregar la harina y rehogar hasta que empiece a cambiar de color y huela a harina tostada. Añadir entonces la mitad de la leche o menos y remover con unas varillas cuidando de disolver la harina para que no queden grumos; al hacerlo con la mitad del líquido, resultará más fácil. Una vez disuelta, agregar el resto de la leche y seguir removiendo sin parar hasta que la mezcla espese y empiece a cocer. Ha de quedar una bechamel ligera. Salar al gusto y continuar la cocción otros 2 minutos. Bajar el fuego al mínimo para que se mantenga caliente y fluida en lo que se monta la lasaña.

* Del montaje:

Disponer en el fondo del molde elegido una capa finísima de bechamel. Seguidamente, colocar las placas de lasaña necesarias para cubrir el fondo, completando los huecos con los trozos de placa de pasta que hicieran falta. Distribuir la tercera parte de la farsa (quedará muy justa y según el tamaño en que se haya picado la berenjena, puede que no cubra el fondo, pero al ser tres capas de relleno, no es necesario). Encima de ésta, colocar cuatro lonchas de queso para fundir. Poner otra capa de lasaña, otra muy fina de bechamel, otro tercio de la farsa de berenjena y otras cuatro lonchas de queso. Volver a poner otra capa de pasta y otra fina de bechamel, el resto de la farsa y las lonchas de queso restantes, cubrir con las últimas placas de lasaña y distribuir por encima el resto de la bechamel.

Espolvorear con abundante queso emmental rallado y con queso curado de cabra al gusto.

Gratinar bajo el grill del horno hasta que se dore la superficie. Sacar del horno y servir caliente.

A comer.