lunes, 19 de agosto de 2024

Gazpacho de tomate y sandía

Todo en esta vida evoluciona y eso también afecta a los platos que cocinamos. Lo que ocurre es que ahora la evolución es muy rápida y platos cuya receta lleva inamovible años y años, se reconvierten de la noche a la mañana con infinidad de sabores e ingredientes hasta hace bien poco inimaginables. Pues, ¿quién me iba a decir a mí, hace 20 años, pongamos por caso, que llegaría el día en que al gazpacho le pondríamos fresas, calabacín, aguacate o remolacha y que ya no sería necesariamente rojo? ¡SACRILEGIO! hubiera sido la respuesta ante tan peregrina idea. Y aquí estoy, con un gazpacho de tomate y sandía y sin despeinarme. Ale, porque yo lo valgo y porque está muy rico. Ya está, había que decirlo y se dijo.

Y ahora, un momento de sinceridad: recién hecho no me gustó nada. Aquéllo estaba dulcísimo, venga a ponerle vinagre y sal y no había manera de equilibrar el dulzor. Pues vaya faena, pensé. Como lo estaba haciendo para el día siguiente y el gazpacho, como tantos platos, mejora con el reposo, dejé de modificarle la sazón y que la química y el paso de las horas hicieran su magia.

Et voilà, el gazpacho que saqué al día siguiente de la nevera no se parecía en nada al que había guardado por la noche. ¡Si hasta parecía que me habían dado el cambiazo! Pero no, era el fruto de mis manitas ese gazpacho tan rico que devoraba con fruición. Suave, afrutado, ligerísimamente dulce, con la densidad justa para tomar bebido o con cuchara... Una delicia que disfruté yo sola y no porque no quisiera compartirla, sino porque como ya sabéis, verduras y hortalizas se llevan fatal con mi pareja. En fin, él se lo pierde.

No me enrollo más, que sé que estáis por ahí de vacaciones o en esa envidiable piscina que he visto en algún reels de FB y en lo que menos pensáis es en perder el tiempo leyéndome.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para 1'350 litros, aproximadamente

550 gr. de tomates maduros, pelados y sin semillas

500 gr. de sandía, pelada y sin semillas

100 gr. de pepino, con la mitad de la piel y sin semillas

100 gr. de pimiento verde, sin pedúnculo ni semillas

50 gr. de pimiento rojo, sin pedúnculo ni semillas

60 gr. de cebolla morada, pelada

50 ml. de AOVE

45 ml. de vinagre de Jerez

1 tsp de sal rosa del Himalaya

agua, optativa (no le puse)

pepino y pimiento verde troceados pequeños, para servir

tomates cherry partidos y albahaca fresca, para decorar

ELABORACIÓN:

Lavar y trocear todas las hortalizas.

Introducir en un procesador de alimentos potente el pepino, los pimientos, la cebolla y la mitad del tomate o todos los ingredientes, según la capacidad del procesador. Yo he utilizado el Monsieur Cuisine Plus (MC+) e introduje los ingredientes y cantidades que se indican.

Triturar a máxima potencia (con el MC+, función turbo sin tiempo ni temperatura) hasta conseguir una mezcla fina y homogénea. Incorporar la sandía, el resto del tomate (si no se puso todo desde el principio), el aceite de oliva virgen extra, el vinagre de Jerez y la sal rosa y volver a triturar.

Añadir agua para modificar la densidad si se desea y rectificar la sazón, si procede, teniendo en cuenta que recién hecho estará muy dulce debido a la sandía, cuyo sabor se atenuará bastante con el paso de las horas, siendo preferible rectificarla cuando se vaya a consumir.

Introducir en un recipiente hermético y llevar al frigorífico al menos doce horas para que repose.

En el momento de servir, añadir unos trocitos de pepino y de pimiento y decorar con tomates cherry y albahaca.

Consumir muy frío.

A comer.

lunes, 5 de agosto de 2024

Tosta de pollo y albaricoque con salsa de yogur y limón

Cinco de agosto... No sé si habrá alguien por ahí asomándose a mi cocina, creo que no, porque me parece sentir mucho eco... Si estáis a remojo en la playa, la piscina o el embalse o haciendo el cabra por el monte o disfrutado de nuestro rico patrimonio cultural o del de más allá de nuestras fronteras o simplemente estáis disfrutando de vuestro descanso vacacional tranquilamente en casa, me alegro mucho y si no es el caso, disfrutad igualmente del tiempo libre que os dejen vuestras obligaciones.

Confieso que pensaba hacer novillos esta semana pero ayer preparé esta tosta que quedó tan buena, que no he podido por menos que venir a enseñárosla. La receta no es mía sino de Concha, del blog De Buena Mesa y la verdad, os recomiendo encarecidamente que la hagáis antes de que desaparezcan del mercado los últimos albaricoques, que si la dejáis para el año que viene ya sabemos lo que pasa, que queda en el olvido junto con todas esas recetas que nos gustaría hacer si tuviéramos tantas vidas como los gatos...

He hecho alguna pequeñísima variación, como cambiar los brotes de lechuga por una mezcla de canónigos y rúcula y hacer la salsa a mi modo, básicamente porque no me gusta el yogur de limón, me sabe a medicina y porque me dio pereza tostar las semillas de sésamo. En su lugar, he utilizado 60 gr. de yogur griego sin azúcar, 5 ml. de aceite de sésamo tostado, 5 ml. de zumo de limón recién exprimido y bastante pimienta negra recién molida, suficiente salsa para dos tostas como la que os enseño. Está mal que yo lo diga, pero la salsa está brutal. Tal vez la vuelva a hacer y la publique, porque en verdad lo merece.

Finalicé la tosta espolvoreándole por encima ralladura de limón y unos granos de pimienta rosa machacados. También he cambiado la presentación, como podéis observar si os pasáis por el blog de Concha, lo que os conmino a que hagáis para ver cómo se hace esta delicia, no sólo porque la receta es suya, sino también porque explica muy bien cómo se hace y porque me da mucha flojera escribirla yo, que es que os lo tengo que contar todo...

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

lunes, 29 de julio de 2024

Crema fría de pepino y manzana

Si la vida te da limones, haz limonada”. Y si te da fresas, calabacines, pimientos, pepinos y otros productos de huerta, vuélvete tarumba ideando recetas en las que utilizar el exceso porque aquí no se tira nada. De esta necesidad a veces salen elaboraciones maravillosas, como la mermelada que tenia pensado publicar hoy pero que ha sido desplazada por esta crema que no puse en el blog el día que la hice por no salirme de mi rutina de publicar los lunes y que está... de vicio total, si os gusta el pepino, claro, aunque al llevar la manzana y sobre todo, mucho limón, el sabor de aquél no es muy pronunciado.

Es una crema para tomar con cuchara que queda con una textura muy ligera. Se puede degustar sola, pero el queso fresco batido, sólo ligeramente mezclado, le aporta una cremosidad muy agradable y el sésamo algo de crujiente.

Otra opción es añadirle agua hasta que quede con textura bebible, prescindiendo en este caso del queso y del sésamo y también está riquísima, os lo garantizo, porque es lo que hice con la última ración para que me cundiera más.

Con cuchara o bebida, es tremendamente refrescante, lo que es de agradecer ahora que ya el verano ha irrumpido apoteósicamente con temperaturas diurnas de 36/38 grados y nocturnas (que es lo peor) de 18/20 y que como es costumbre por aquí, lo ha hecho de golpe, pillando al personal con el pie cambiado y el cuerpo desacostumbrado. Menos mal que durará pocas semanas, pues de mediados de agosto en adelante las temperaturas ya se suavizan mucho. Eso si tenemos un verano “normal”, se entiende, porque este año no lo está siendo mucho. Luego nos quejaremos de lo poco que ha durado el buen tiempo...

Entramos en la recta final del curso bloguero y ya sois muchas las cocinas que habéis cerrado o lo haréis estos días. La mía la mantendré abierta, tal vez publique menos, no sé, ya veremos. En cualquier caso, feliz verano.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

Para 800 ml., aproximadamente

500 gr. de pepino (*)

300 gr. de manzana granny smith, pelada y sin semillas

45 gr. de zumo de limón recién exprimido

1/4 tsp de sal rosa

queso fresco batido 0% materia grasa (tipo quark) y semillas de sésamo, para servir

ELABORACIÓN:

(*) Después de lavar el pepino, pelarlo del todo si no gusta la piel. En caso contrario, dejar la mitad, aproximadamente, pues se dice que ésta ayuda a que sea más digestivo. Abrirlo a lo largo y eliminar las semillas sólo si son grandes y duras. Trocear groseramente y pesar hasta obtener los 500 gr. que precisa la receta.

Introducir en un procesador de alimentos potente la manzana, 35 gr. de zumo de limón, la sal y todo o parte del pepino, según la capacidad del procesador. Yo he utilizado el Monsieur Cuisine Plus (MC+) y sólo añadí una cuarta parte del pepino.

Triturar a máxima potencia (con el MC+, función turbo sin tiempo ni temperatura) hasta conseguir una mezcla fina y homogénea. Añadir el resto del pepino si no se puso todo desde el principio y volver a triturar.

Rectificar de sal (no he añadido más) y de limón (yo he puesto todo el que se indica en la lista de ingredientes). Debe quedar ligeramente ácida.

Servir muy fría con un poco de queso fresco batido y semillas de sésamo.

A comer.

lunes, 22 de julio de 2024

Ternera con zanahorias y mostaza

Parece que, por fin, llega el verano y no es que me gusten los calores, precisamente, pero me gusta que cada estación tenga la temperatura que tiene que tener y no este sube-baja del último trimestre que tiene al termómetro estresado, a las plantas que ni crecen ni abollecen y a las personas con la mantita fina en la cama y la rebequita a mano porque calor-calor, del de verdad, todavía no ha hecho, que la tan cacareada ola de calor muere en los madriles, a mi Castilla apenas le regala algo de tibieza y a mi amado norte lo tiene olvidado. Lo que nos ahorramos en aire acondicionado, eso sí, que todo tiene su parte positiva o no, que hace pocos días leía que en una tienda del norte habían llegado a las rebajas sin vender un solo bikini...

Así las cosas yo sigo cocinando como en invierno pues del mismo modo que casi no he hecho el cambio de armario, tampoco de menú y son más los guisos que desfilan por mi mesa que las ensaladas y otros platos más propios de este tiempo. Lo bueno de esta forma de cocinar es que se pueden hacer grandes cantidades y congelar, lo que nos permite pasar menos tiempo en la cocina y disponer de más ratos libres para cuando el auténtico calor nos quite las ganas de liarnos con los fogones.

Si ahora donde vivís ya hace mucho calor y no os apetece andar guisando, guardad esta receta porque está muy buena. Es una sencilla carne de ternera guisada con zanahorias, cuyo sabor dulzón se contrarresta delicadamente con el punto ácido de la mostaza. He utilizado mostaza a la antigua porque me encanta el toque crujiente que aportan las semillas, pero si no tenéis, una buena mostaza de Dijon también funciona aquí.

Y si en vuestra tierra hace fresquete, no esperéis al invierno para probar esta carne.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1'5 kgr. de carne de costilla de ternera (sin hueso ni grasa)

150 gr. de cebolla

400 gr. de zanahorias

65 gr. de apio

200 gr. de tomate

1 pastilla de caldo de verduras (10 gr.)

1 pastilla de caldo de carne (10 gr.)

1 tsp de mostaza a la antigua

1/8 tsp de pimienta blanca molida

2 hojas de laurel

1/2 tbs de almidón de maíz (maizena)

1 litro de agua

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

Cortar la carne de costilla en dados grandes, como de dos bocados.

Cortar la cebolla en dados pequeños.

Lavar las zanahorias. Pelar o raspar (yo no lo hago) y cortar en trozos de 3 cm.

Cortar el apio en rodajas finas.

Lavar el tomate y pelar, si se desea (yo no lo hago). Eliminar las semillas y cortar en dados pequeños.

Poner un buen fondo de aceite de oliva virgen extra en una cazuela amplia y sofreír la carne a fuego fuerte hasta que los bordes estén dorados, aproximadamente 5 minutos. Hacerlo por tandas y sin amontonar para que no baje la temperatura del aceite y se dore uniformemente. Sacar la carne a una fuente a medida que esté hecha y reservar.

Bajar el fuego a medio e introducir en la cazuela el apio, las zanahorias y la cebolla, así como más aceite, si fuera necesario. Rehogar hasta que ésta última esté blanda y añadir entonces el tomate. Cocinar 5 minutos y devolver la carne, con sus jugos, a la cazuela. Agregar las dos pastillas de caldo desmenuzadas, la mostaza, la pimienta blanca, las hojas de laurel, el agua y una pizca de sal. Remover, tapar y llevar a ebullición a fuego medio. Cocer suavemente durante 2 horas y 30 minutos o hasta que la carne esté tierna.

Diluir el almidón de maíz en un poco de agua y añadir al guiso. Dejar que hierva hasta que espese, aproximadamente 2 minutos.

Dejar que la carne repose al menos doce horas antes de consumir.

Recalentar a fuego suave, rectificar de sal, si procede y servir.

A comer.

lunes, 15 de julio de 2024

Bavaroise de coco y cereza

Recuerdo que de pequeña el coco era un producto bastante exótico y de precio más bien elevado. Siempre ha sido uno de mis sabores favoritos y no se podía (ni se puede) dejar a mi alcance algo que lo lleve, como unas cocadas, por ejemplo, porque son un visto y no visto. Me gustaba ir a la feria y comer una de esas rodajas de coco que se vendían en algunos puestos y que en verdad se hacían una pasta en la boca, pero que calmaban mis ansias de coco por una temporada.

Las que sí eran económicas por aquél entonces eran las cerezas, una de las frutas que más me gusta, si no la que más. Esperaba con impaciencia que llegara la temporada porque como en casa nos gustaban a todos, nunca faltaban en el frutero hasta que ya no las había en el mercado. Muchos sábados por la mañana acompañaba a mi madre a comprar a la plaza y en la época de cerezas era habitual que las primeras de la mañana que compraba nos las fuéramos comiendo en lo que hacía la compra, de tal forma que muchas eran las veces que antes de regresar a casa tenía que volver a comprar porque nos las habíamos comido todas o casi todas, ya que a ella también le gustan mucho. Siempre dice que cuando más cerezas comió fue cuando estaba embarazada de mí, tantas, que le resulta raro que no llegara a aborrecerlas tanto como le parece normal que a mi me vuelvan loca. Y creo yo que algo de razón tiene...

Combinar ambos sabores puede resultar raro pero era una idea que me rondaba por la cabeza y no quería dejar de probarla antes de que se acabaran las cerezas y tuviera que esperar al próximo año. Así como con los platos salados me arriesgo a probar determinadas combinaciones de ingredientes con resultados, en ocasiones, no muy satisfactorios, todo hay que decirlo, en el tema del dulce no soy tan valiente y pocas veces salgo de mi zona de confort. Pero en esta ocasión tenía muy claro qué tipo de postre quería y con qué ingredientes y la idea se terminó convirtiendo en ese mosquito trompetero que te ronda la oreja en las calurosas noches del verano y que no te deja dormir. Así que una mañana me levanté, me fui a la cocina y decidí sacar el insecticida.

Y ya me alegro, pues el resultado fueron estos mini bavaroises con un profundo sabor a coco llenos del aroma de las cerezas y de textura suave y tierna pero a la vez consistente. Se pueden servir sin nada, pero aconsejo acompañarlos con coco rallado para darle textura y coulis de cerezas para acentuar aún más el sabor de éstas y hacerlos más cremosos en boca. Eso sí, poco de ambas cosas para no robar protagonismo al bavarois.

Aún se encuentren cerezas en el mercado, así que os animo a preparar este delicioso y facilísimo postre antes de que se acaben y haya que esperar al año que viene para hacerlo.

Por cierto, ¿alguien sabe si se siguen vendiendo en las ferias aquéllas rodajas de coco de mi niñez?.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

200 ml. de leche de coco (82% o más de pasta de coco)

400 gr. de cerezas deshuesadas (500 gr. de cerezas con hueso, aprox.)

100 gr. de azúcar blanquilla

50 ml. de Malibú (u otro licor de ron blanco y coco)

3 gr. de agar-agar en polvo

coco rallado y coulis de cerezas, para servir

*Y además:

10 moldes de silicona de 70 ml. de capacidad cada uno

ELABORACIÓN:

Lavar y escurrir las cerezas. Quitar los tallos, si los tuvieren, deshuesar e introducir en el vaso del robot Monsieur Cuisine Plus. Agregar el azúcar, colocar la tapadera con el cubilete puesto y triturar 5 segundos a velocidad turbo. Bajar los restos con la espátula.

Mezclar en una taza el licor Malibú y el agar-agar. Añadir a las cerezas trituradas.

Si se hubiera separado la parte sólida de la líquida de la leche de coco, agitar para homogeneizar y agregar a la mezcla de cerezas.

Programar el robot 15 minutos (tiempo aleatorio), velocidad 1, 100º C, sin cubilete, pero colocando en su lugar un colador del revés para evitar salpicaduras.

Cuando el robot alcance la temperatura de 100º C (lo hará antes de los quince minutos), dejar que hierva dos minutos o el tiempo que indique el fabricante del agar-agar. Pasados los dos minutos, desconectar el robot, quitar la jarra y dejar reposar 5 minutos.

Colocar la jarra nuevamente en la base del robot, poner el cubilete y triturar 2 minutos a velocidad 10,

Remover con una espátula para eliminar burbujas de aire y distribuir en los moldes o molde elegido.

Dejar enfriar a temperatura ambiente y llevar al frigorífico. Cuajar un mínimo de 4 horas para moldes de 70 ml. de capacidad o toda la noche si se utiliza un solo molde grande.

Sacar de la nevera con diez minutos de antelación para que se atemperen. En el caso de utilizar molde/s de otro material que no sea silicona, introducir en agua muy caliente durante 1-2 minutos para facilitar el desmoldado.

Desmoldar y servir con un poco de coco rallado por encima y un cordón de coulis de cerezas.

A comer.

lunes, 8 de julio de 2024

Coulis de cerezas

El coulis es una salsa ligera que sirve para dar sabor y sobre todo color, a platos tanto dulces como salados, ya que se prepara con frutas, carnes y pescados.

El coulis de frutas se puede hacer con fruta cruda o ligeramente cocida. Con la primera es mucho más rápido, pero hay que trabajar muy deprisa para evitar que la oxidación de la fruta cambie el color final de la preparación. No todas las frutas se oxidan a igual velocidad, influyendo también mucho su punto de maduración, pero habida cuenta que se prepara con poco azúcar, es necesario que la fruta esté madura. Cocer la fruta evita que cambie mucho el color, pero también le cambia el sabor y aunque las cerezas se oxidan rápidamente, he preferido utilizarlas crudas para no adulterar su sabor. Igualmente, la cocción previa de la fruta en el almíbar alargará la vida útil del producto.

El almíbar se puede preparar sólo con agua, pero el zumo de limón ayuda a evitar la oxidación y actúa como conservante. El coulis que os muestro se conserva perfectamente al menos cinco días, siempre en un recipiente hermético y refrigerado. Más tiempo no lo sé pues fue lo que duró.

Es una salsa perfecta para emplatar, eso si tenéis arte para ello, por que lo que es la que suscribe es un desastre y mirad que lo intento, que el otro día me estuve un buen rato haciendo pruebas en un plato todas con resultados nefastos. Al final me rendí y me resigné a que la presentación me quedara como un churro y si no me creéis, no os perdáis la próxima publicación y veréis cuánta verdad hay en mis palabras.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para 150 ml., aprox.

150 gr. de cerezas maduras deshuesadas (175 gr. de cerezas con hueso, aprox.)

30 gr. de azúcar blanquilla

25 ml. de agua

10 ml. de zumo de limón, colado

ELABORACIÓN:

Lavar y escurrir las cerezas.

Poner en un cazo el azúcar, el agua y el zumo de limón. Llevar al fuego y hervir a fuego medio durante dos minutos. Apartar y dejar templar.

Mientras se enfría el almíbar, eliminar los tallos de las cerezas, si los tuvieren, deshuesar y triturar con la batidora de brazo hasta conseguir un puré fino. Pasar el puré por un colador de malla fina para que quede más fino. Añadir inmediatamente el almíbar, dar un par de golpes de batidora para mezclar bien y verter rápidamente en un recipiente hermético.

Llevar al frigorífico y conservar en frío hasta su uso.

A comer.

lunes, 1 de julio de 2024

Pastel de bacalao, verduras y patata

Receta de aprovechamiento de unas patatas ya muy arrugadas, de una cabeza y espinas de un bacalao fresco hermoso y de un resto de champiñones que me habían sobrado de otra receta. Con eso y poco más preparé este pastel que además de estar muy bueno, cunde mucho y sale económico. La elaboración parece larga aunque en realidad no lo es, sólo es cuestión de organizarse e ir aprovechando los tiempos de enfriamiento de las partes de la receta que así lo requieren para ir preparando las demás y si se usa un resto de pescado cocido o guisado, puré instantáneo y/o caldo de pescado preparado, se abrevian muchísimo los tiempos.

Se puede degustar caliente, templado o a temperatura ambiente, aunque como más nos ha gustado ha sido templado. Las sobras admiten bien el calentamiento en el microondas a temperatura baja. Comimos tres días (somos dos en casa) y el pastel se conservó en perfectas condiciones hasta el final, por lo que es ideal no sólo como aprovechamiento, sino también para prepararlo con anticipación. Y por supuesto, para que coman pescado los más reticentes de la casa, esos a los que hay que disfrazárselo para que no protesten mucho.

Es primero de mes y la receta se va al proyecto 1+/-100, desperdicio 0

que Marisa, desde su blog Thermofan, promueve para evitar el desperdicio de alimentos y fomentar el reciclaje en general.

Espero que la receta os guste tanto como nos ha gustado a nosotros.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para el caldo de pescado:

Cabeza y espinas de un bacalao fresco

25 gr. de apio

30 gr. de cebolleta

1 hoja de laurel

agua

*Para el pastel:

400 gr. de patatas peladas y troceadas

180 gr. de bacalao cocido (obtenido de preparar el caldo de pescado)

60 gr. de cebolleta

100 gr. de pimiento amarillo

100 gr. de guisantes congelados

65 gr. de champiñones

80 ml. del caldo de pescado, aproximadamente (reservar el sobrante para otros usos)

margarina

pimienta negra molida

sal

aceite

cebollino

*Y además:

un molde desmontable de 16 cm. de diámetro

papel sulfurizado (optativo)

ELABORACIÓN:

*Del caldo de pescado:

Poner en una cazuela la cabeza y espinas, lavadas, de un bacalao fresco, el apio, la cebolleta y la hoja de laurel. Cubrir con el agua justa y llevar a ebullición. Hervir 10 minutos desespumando cuando sea necesario. Apartar del fuego, ponerle una tapadera y dejar enfriar.

Una vez frío, desechar el apio, la cebolleta y el laurel. Recuperar cabeza y espinas y sacar todo el pescado. Colar el caldo y reservar éste y el bacalao por separado.

*Del pastel:

Cocer las patatas al vapor en la olla rápida WMF durante 13 minutos. Una vez finalizado el tiempo, dejar la olla a un lado, sin abrir, para que las patatas se mantengan calientes mientras se prepara el relleno.

Escaldar los guisantes congelados durante dos minutos en agua hirviendo con sal. Refrescar con agua fría para detener la cocción, escurrir y reservar.

Picar en trozos no más grandes que los guisantes, la cebolleta, el pimiento amarillo y los champiñones Reservar por separado.

Poner un fondo de aceite en una sartén y calentar. Añadir el pimiento y una pizca de sal, tapar y cocinar a fuego medio-bajo hasta que esté casi hecho. Agregar la cebolleta y cocinar hasta que esté tierna y transparente. Incorporar los champiñones y cocinar tres minutos más. Dejar templar y añadir el bacalao, los guisantes y sal al gusto. Mezclar delicadamente y reservar.

Sacar las patatas de la olla y pasarlas por el pasapurés o chino. Sazonar con sal y pimienta al gusto y agregar 80 ml. de caldo de pescado. Trabajar las patatas hasta conseguir un puré fino, homogéneo, suave y ligeramente espeso. La cantidad de caldo necesario puede variar en función de lo harinosa que sea la patata,

Untar con margarina el interior del molde y forrar con papel sulfurizado. Untar también éste, si se usa, con un poco de margarina. Poner en la base del molde la mitad del puré de patatas, extender uniformemente y añadir el relleno. Nivelar y extender por encima el resto del puré. Pintar con margarina derretida e introducir en el horno (frío) a media altura. Encender el horno y hornear con calor arriba y abajo a 200º C hasta que se dore ligeramente,

Sacar el pastel del horno, dejar templar, desmoldar y servir inmediatamente espolvoreado con abundante cebollino picado.

A comer.

lunes, 17 de junio de 2024

Lechazo en salsa

¿Porqué la carne de cordero tiene tan pocos adeptos? Con lo rica que está y la de formas en la que se puede cocinar, pero a la gente le hablas de comerla y arruga la nariz. Es más, su consumo es cada día menor; no hace muchas semanas escuchaba en un informativo que este hecho, unido a la falta de relevo generacional, estaba teniendo como consecuencia el cierre de muchas granjas dedicadas a la cría de ganado ovino. Si la cosa no cambia, ni os cuento el precio que van a tener tanto la carne de cordero como los quesos de oveja de aquí a unos años. Y las de porcino y vacuno, igual. Y es que la pequeña ganadería se muere, al menos en mi zona, cada día más despoblada, donde casi ningún joven quiere ser ganadero y los mayores ya sólo piensan en jubilarse y cerrar, lo que no me extraña, pues es un trabajo esclavo al que los millones de trabas administrativas, papeleos y constantes cambios legislativos no ayudan lo más mínimo. Supongo que les pasará lo mismo a los criadores de aves de corral y de conejos, no conozco a nadie de ese sector y por supuesto, en más zonas que ésta, porque si no no habría habido las tractoradas de hace unos meses, que no sé si al final se consiguió algo significativo o sólo migajas, pues hoy en día el ritmo de vida es tan veloz que hasta las noticias pasan deprisa de una a otra, de tal forma que pocas permanecen mucho tiempo en portada, siendo rápidamente sustituidas por otras que nos hacen olvidar pronto las anteriores.

Antes de que la falta de lechazo o su alto precio se convierta en una realidad que me haga olvidar su sabor porque la pensión no me llegue para pagarlo, seguirá siendo un habitual en mi cocina, pues ya sea la receta más o menos elaborada siempre queda delicioso y para muestra, un botón, como suele decirse, o lo que es lo mismo, la receta que os muestro, hecha con lo mínimo y que está para chuparse los dedos. Así y a la sepulvedana, es como más veces cocino el cordero, pues es una carne que con poco, enamora. Dadle una oportunidad, lo merece.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 kgr. de lechazo (cordero lechal), con hueso

125 gr. de cebolla

15 gr. de dientes de ajo, pelados

2 ramas grandes de perejil fresco, sólo las hojas (5 gr., aprox.)

harina de trigo

sal fina

sal gruesa

AOVE

agua

ELABORACIÓN:

Lavar y secar el lechazo. Retirar el exceso de grasa y cortar en trozos de dos bocados, aproximadamente. Reservar.

Picar la cebolla muy pequeña y dejar a un lado.

Disponer un fondo de aceite de oliva virgen extra en una sartén amplia y llevar al fuego. Añadir la cebolla con una pizca de sal fina y pochar a fuego medio-bajo hasta que la cebolla se torne blanda y transparente. Sacar la cebolla, escurriendo todo el aceite y pasar a una cazuela.

Enharinar ligeramente los trozos de carne sacudiendo el exceso y dorar a fuego medio-alto, por tandas, en el aceite sobrante, añadiendo más si fuera necesario. A medida que el lechazo se vaya dorando, pasarlo a la cazuela donde está la cebolla.

Majar en el mortero los dientes de ajo golpeados, las hojas de perejil lavadas y una pizca de sal gruesa, hasta formar una pasta. Añadir el majado a la cazuela, así como un poco del aceite sobrante de la fritura, previamente colado, agua necesaria hasta casi cubrir la carne y sal al gusto. Tapar y cocer a fuego medio, hasta la que la carne esté tierna, unos treinta minutos. Si se desea reducir la salsa, cocer los últimos minutos a fuego alto y sin la tapadera puesta.

Rectificar de sal y servir.

A comer.

lunes, 1 de abril de 2024

Crema de calabaza con ras el hanout

Cuando publiqué mi última receta, en la que os comentaba que cerraría el blog por no poder atenderlo durante las fiestas navideñas, no imaginaba que mi ausencia iba a ser tan larga, habiendo transcurrido más de tres meses en los que he estado muy desconectada de blogs, redes e internet en general. Por un lado lo necesitaba, sentía que absorbían mi tiempo libre y mis energías y por otro, se estaban convirtiendo en una obligación de la que no disfrutaba. Como consecuencia de esta liberación, me dediqué a otras cosas, entre ellas muchas que iba postergando y que tenía que hacer ya; asimismo me dediqué a disfrutar plenamente de cada hora ganada, confieso que bastantes procrastinando pero también haciendo cosas, entre las que no se incluían, dicho sea de paso, ni recetas nuevas ni fotografías de lo que cocinaba,

Debido a todo esto que os cuento, mi ausencia, en principio, se prolongó más de lo que tenía pensado. Y cuando ya empezaba a programar mi vuelta a la cocina y al blog... me caí y me fracturé el peroné. La fractura fue pequeña, afortunadamente, pero aunque después de más de seis semanas ya puedo empezar a apoyar el pie, aún me tiene agarrada a las muletas y sin poder hacer nada, porque apoyada en una sola pierna no aguanto ni dos minutos a pesar de las muletas, haciéndoseme los días interminables, porque a estas alturas no me entretiene nada y sólo quiero volver a mis rutinas diarias.

El accidente me pilló con la carpeta de borradores casi vacía, concretamente con solo dos recetas, una de ellas esta crema que os enseño, que improvisé ante la necesidad de utilizar un trozo de calabaza que se me estaba estropeando y que no quería desperdiciar. La idea de utilizar ras el hanout en una crema me llevaba rondando un tiempo por la cabeza y pensé que combinaría muy bien con el sabor dulce de la calabaza. No me equivoqué, quedó muy buena y también picante, pues no recordé que el ras el hanout que utilicé, traído del mercado de Ceuta, era mucho más fuerte y picante que el que se puede adquirir en el lineal de cualquier supermercado y le puse pimienta negra. Así y todo estaba riquísima, pero si os animáis a hacerla, tened en cuenta la intensidad de vuestro ras el hanout y ajustad la cantidad de pimienta, si os parece.

Como he aprovechado la calabaza, es mi propuesta de este mes para el proyecto 1+/-100, desperdicio 0

que Marisa, desde su blog Thermofan, promueve para evitar el desperdicio de alimentos y fomentar el reciclaje en general.

No sé cuándo volveré a publicar, porque no tengo ni idea de cuándo podré volver a cocinar y a fotografiar, pero ya vamos hacía el tiempo bueno y no quería que esta crema quedará relegada en la carpeta de borradores hasta el otoño, cuando apetecen más que ahora los platos de cuchara calientes y también porque quería contaros el motivo de mi ausencia y agradeceros que a pesar de la inactividad del blog, no habéis dejado de visitarlo, lo que me ha dado mucha alegría,

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

400 gr. de calabaza, pelada y sin semillas

80 gr. de puerro, de la parte blanca

130 gr. de hojas verdes de puerro

300 gr. de patata, pelada

60 gr. de zanahoria, pelada

35 gr. de cebolleta, pelada y sin raíces

1/4 tsp de pimienta negra molida

1 tsp de ras el hanout

400 ml. de agua

AOVE aromatizado con ajo

sal

semillas de sésamo y pipas de girasol peladas, para servir

ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos de cocción que se indican lo son para una placa vitrocerámica de inducción. En el caso de utilizar otra fuente de calor (eléctrico, gas, halógeno), los tiempos variarán, debiendo ser adaptados. Lo mismo ocurre en caso de utilizar otra olla a presión o una cazuela convencional.

Formar dos o tres montones con las hojas verdes del puerro, previamente lavadas. Atar cada montón con hilo de cocina y reservar.

Cortar la calabaza y la patata en dados grandes, el blanco de puerro y la zanahoria en rodajas gruesas y la cebolleta en dos trozos. Reservar.

Disponer un fondo de aceite de oliva virgen extra aromatizado con ajo en la olla rápida WMF y llevar al fuego. Una vez caliente, añadir todas las hortalizas menos las hojas verdes de puerro y rehogar a fuego medio-alto durante 5 minutos, removiendo. Agregar la pimienta negra y el ras el hanout y rehogar treinta segundos. Incorporar el agua, los atados de las hojas verdes del puerro y sal al gusto y levantar el hervor.

Colocar la tapadera de la olla y cocer 10 minutos contados desde que la válvula suba completamente.

Transcurrido el tiempo, apagar el fuego, dejar la olla sobre la placa vitrocerámica y esperar a que pierda toda la presión antes de abrirla. Sacar y desechar los atados de puerro y triturar con la batidora de brazo el resto de hortalizas hasta conseguir una crema fina y homogénea. Rectificar de sal, si procede y servir espolvoreada con semillas de sésamo y pipas de girasol peladas.

A comer.