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lunes, 21 de octubre de 2024

Pollo al limón

”Si la vida te da limones, haz limonada”. Bueno, en mi caso casi ha sido literal, aunque no exactamente la vida, sino un conocido el que me dio un montonazo de ellos, de cultivo ecológico, muy aromáticos y poco ácidos, Y después de repartir generosamente a la familia y ponerle limón a toda carne y pescado que entraba en el horno, más a algún marisco cocido y a la plancha, seguía teniendo limones con los que ya no sabía qué hacer. Así que me di un paseo por la red buscando inspiración.

Y la encontré. En alguna ocasión me ha servido para preparar platos nuevos y en otra, como esta receta de Kwan Homsai, para replicarla con apenas modificaciones, como sustitución de algún ingrediente que no tenía, eliminación del azúcar y ajuste de sazón y acidez.

Como imaginaréis, está riquísimo, si no no os lo traería por aquí. La salsa me recuerda muchísimo a la del primer pollo al limón que comí en un restaurante chino, allá por la prehistoria y que no ha vuelto a encontrar en ningún restaurante. Además es facilísimo de hacer y rápido, pues en lo que se macera el pollo se prepara la salsa y luego no es más que freír, regar con un poco de salsa, espolvorear con ralladura de limón (se me olvidó hacerlo para las fotos) y a la mesa.

Os he dicho que es fácil y es verdad, pero, porque algún “pero” tenía que tener, hay que controlar muy bien la temperatura del aceite, ya que si está demasiado caliente, quemará el almidón de maíz antes de que se cocine la carne, dejando residuos negros en el pollo poco agradables a la vista y de seguro malos para la salud. Ya aviso.

Sigo buscando recetas en las que emplear limones antes de que se me estropeen. Se aceptan sugerencias.

Ahora que caigo, no he hecho limonada...

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para el pollo:

260 gr. de pechuga de pollo, cortada en tiras gruesas

10 ml. de salsa de soja ligera

1 huevo tamaño L

5 gr. de ajo, prensado

1/8 tsp de jengibre en polvo

150 gr. de almidón de maíz (maizena)

aceite para freír

*Para la salsa:

10 ml. de zumo de limón

1 tsp, colmada, de ralladura de limón

1 tsp de miel

8 gr. de almidón de maíz (maizena)

1/4 tsp de salsa de soja ligera

1 pizca de cúrcuma en polvo

agua

sal

*Para servir;

ralladura de limón

ELABORACIÓN:

*De la salsa:

Disolver el almidón de maíz en 100 ml. de agua, añadir el zumo de limón, la ralladura, la miel, la salsa de soja y la cúrcuma. Llevar a ebullición a fuego bajo hasta que espese, removiendo constantemente. Rectificar de sal y ajustar el espesor añadiendo más agua, si fuera necesario. Reservar caliente.

* Del pollo:

Batir el huevo y disponer 27 gr. (la mitad, aproximadamente) en un bol. Reservar el huevo sobrante para otros usos.

Añadir al bol del huevo batido el ajo, el jengibre y la salsa de soja. Mezclar y agregar el pollo. Remover para que se impregne bien la carne y macerar en lugar fresco durante 30 minutos.

Pasado el tiempo de maceración, sacar las tiras de pechuga a un plato, escurriéndolas. Rebozar ligeramente en la maizena y freír a fuego medio-alto hasta que estén doradas y crujientes. Escurrir en papel absorbente de cocina y servir inmediatamente regadas con un poco de salsa caliente, espolvoreadas con ralladura de limón y con más salsa aparte.

A comer.

lunes, 10 de abril de 2023

Conejo de campo a la naranja con mostaza y miel

Cada vez que cocino una receta nueva, ya sea mía o ajena, voy apuntando ingredientes y procedimiento, cosa que no hago porque vaya a traerla al blog, sino por la manía que tengo de anotarlo todo, lo que a veces es una suerte porque hay platos cuyo resultado nos sorprende, para bien, con su delicioso sabor. Tal es el caso de este conejo a la naranja con mostaza y miel, ideado en el último momento, un poco a la remanguillé y sin ninguna intención de publicarlo. Pero vayamos por partes...

Ya os he contado que tengo un arcón congelador enoooorrrrme. Genial cuando tienes que congelar la matanza, la caza y los productos de la huerta, pero incomodísimo cuando tienes que bucear en el fondo buscando una cosa en concreto. Así que, muchas veces, por no rebuscar, agarro lo que está más a mano y eso es lo que cocino. Pero el otro día, buscando en el fondo del arcón un paquete de magro para hacer cochinita pibil, aparecieron tres conejos de campo que no sabía que tenía y hubo cambio de menú en el último momento (por eso y porque no encontré la carne, lo confieso). No estaba muy inspirada y pensé hacerlo en salsa espesa de cebolla, que es como lo suelo cocinar cuando no tengo ganas de estrujarme la mollera. Pero cuando me puse a ello me dije “anda maja, inspírate un poco y mira a ver qué tienes en el frigo”. Había estado sacándole las cebolletas a unas cebollas, que ya están todas nacidas y colocando unas naranjas en el frutero, miré las unas y las otras y pensé que quedaría rico con ambas pero me pareció que el conejo iba a quedar un poco “cojo” y me acordé de una mostaza con miel con la que ya he cocinado alguna que otra cosa y que le da a las carnes un sabor tremendo. Es una mostaza tipo inglesa muy fuerte con un toque de miel muy ajustado que compré en una de esas promociones de productos que a veces tienen en el súper y que luego no vuelven a repetir, lo que dicho sea de paso me fastidia sobremanera porque no puedes volver a comprar el producto en cuestión. Cebolletas, naranjas y mostaza dulce, podía funcionar.

Como os digo, fui apuntándolo todo pero no con la intención de publicarlo. Ahora bien, fue probar la salsa para rectificarla de sal y cambiar de idea. Aquéllo estaba buenísimo, tenía que enseñároslo sí o sí. Era la hora de comer y aún no entraba suficiente luz por la ventana, pero el conejo lo íbamos a comer tres y era tan pequeño que después de comerlo no me iba a quedar nada para las fotos, así que ahí me veis a mí a toda prisa montando el tenderete de cualquier manera, haciendo las fotografías sin ningún esmero, lo reconozco y diciéndole al personal que fuera poniendo la mesa en lo que volvía a calentar la carne.

Nos ha encantado. La naranja contrarresta perfectamente la acidez de la mostaza y la pimienta equilibra el dulzor de la miel. Apenas la puse sal, pues la de la mostaza y la de la pastilla de caldo le aportan casi toda la que le hace falta al guiso. Sobró una tajada que al día siguiente estaba aún más rica aunque también más salada, algo a tener en cuenta si se va a cocinar con antelación.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 conejo de campo pequeño (700 gr. aprox.)

125 gr. de cebolleta, incluyendo toda la parte verde aprovechable

2 dientes de ajo grandes

125 ml. de zumo de naranja natural

20 gr. de mostaza con miel

1 pastilla (10 gr.) de caldo concentrado de verduras

1/8 tsp de pimienta negra molida

100 ml. de agua

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

Lavar el conejo y secar con papel de cocina. Trocear y reservar.

Pelar la cebolleta y picarla groseramente, incluyendo todo el tallo verde que sea aprovechable. Reservar.

Pelar los dientes de ajo, eliminar el germen, si lo tuvieren y laminar. Reservar.

Diluir la mostaza en un poco del zumo de naranja. Reservar.

Llevar la olla rápida WMF al fuego provista de un buen fondo de aceite de oliva virgen extra y calentar a fuego medio-alto. Cuando el aceite alcance temperatura, rehogar las tajadas de conejo hasta que cambien de color. Añadir entonces la cebolleta y los ajos y continuar rehogando hasta que la cebolleta se ponga blanda, removiendo para evitar que se agarre en exceso.

Apartar la olla del fuego para que pierda un poco de temperatura, agregar la mostaza diluida, la pimienta negra molida, la pastilla de caldo desmenuzada, el resto del zumo de naranja y el agua. Remover y devolver al fuego. Llevar a ebullición, destapada y colocar la tapadera cuando rompa el hervor. Cerrarla y cocer 18 minutos contados desde que suba la válvula por completo. Apagar el fuego, retirar la olla y dejar que pierda toda la presión antes de abrirla.

Reducir ligeramente la salsa, rectificar de sal y servir.

A comer.

sábado, 5 de febrero de 2022

Pain d'épices au miel (pan de especias con miel). Receta de Francia

Pan de especias o pain d'épices y no, por favor, pan de jengibre, que es la traducción del inglés del gingerbread, adaptación británica del pain d'épices francés, origen de este delicioso bizcocho, que saltando el charco aumentó considerablemente su porcentaje de jengibre y de ahí el cambio de nombre, supongo, lo que explica que se encuentren muchas recetas en español bajo la denominación de “pan de jengibre” en las que el jengibre, precisamente, no es una de las especias principales, pero con la que se denomina, de forma genérica, a casi cualquier bizcocho especiado.

El pan de especias parece ser que fue introducido en Francia por un monje armenio allá por el siglo X y de ahí se extendió por el norte y centro de Europa. Claro, que otras fuentes dicen que el pan de especias, tal y como se conoce hoy, tiene su origen en China y fue traído a Europa por los cruzados. Vamos, que éstos se iban a hacer la guerra santa y de paso les pedían sus recetas a los lugareños... No quiero entrar en controversias sobre el origen de este pan ni polemizar si su cuna europea es Francia u otro país, que también he encontrado distintas versiones sobre ésto. Me voy a ceñir a la que parece ser la versión más generalmente aceptada, al pain d'épices francés.

Aceptada sí, pero receta única, no. Existen en el vecino país tres tradiciones de pan de especias, el pan de especias de Alsacia, el de Reims y el de Dijon. El primero tiene su propio museo en la localidad alsaciana de Gertwiller y en Dijon existe una fábrica fundada en 1796 de la que vi hace un par de años un reportaje en la televisión, en el que se mostraba su preciosa tienda, un espacio museístico muy interesante y la fabricación del pan, que era una gozada ver cómo manejaban la masa. ¿Diferencias entre las tres tradiciones? En general, la utilización de harinas de trigo o centeno o una mezcla de ambas y el uso o no de huevos, grasa o masa madre. No he encontrado referencias fiables de las diferencias entre dichas tradiciones, si no más bien, informaciones comúnmente aceptadas, así que no voy a entrar más en ello. Lo que sí me ha quedado claro es que hay tantos panes de especias como cocineros, igualito que ensaladillas rusas, pongamos por caso, que raro es que haya dos recetas iguales.

Así que he adaptado esta receta y ha salido un pan de especias espectacular, una auténtica delicia que voló antes de que pudiera probarlo con una receta salada. Porque en Francia también se usa en recetas saladas, algo que me da mucha curiosidad, la verdad y que probaré en otra ocasión, cuando hornee otro pan de especias, porque tengo montones de recetas archivadas que ya os aviso irán apareciendo por aquí.

Antes de dejaros con la receta: al tener un alto contenido en miel, se forma como una especie de costra caramelizada (lo que le da una textura muy ligeramente pegajosa), por lo que aconsejo forrar el molde con papel sulfurizado y embadurnar bien éste con mantequilla. La receta original habla de miel caliente y leche tibia, yo he preferido medir la temperatura de ambos ingredientes para asegurarme de no cocer los huevos. También aconseja dejarlo reposar 24 horas para que se desarrollen los sabores y yo, muy obediente, así lo hice, pero cuesta porque tiene un olorcillo...

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

250 gr. de harina de trigo de todo uso

16 gr. de impulsor químico (tipo Royal)

100 gr. de azúcar blanquilla

5 gr. de mezcla de especias para pan de especias

250 gr. de miel de brezo

2 huevos tamaño L, a temperatura ambiente

100 gr. de leche desnatada

mantequilla para el molde

*Y además:

un molde de 27 cm. de largo por 9 cm. de ancho (medidas de la base) por 8 cm. de alto o de 1'700 ml. de capacidad

papel sulfurizado

termómetro de cocina

ELABORACIÓN:

Precalentar el horno a 170º C con calor arriba y abajo.

Enmantequillar el molde, forrar base y costados con papel sulfurizado y enmantequillar el papel. Dejar a un lado.

Mezclar en un bol con la ayuda de una cuchara la harina de trigo, el azúcar, el impulsor químico y las especias. Reservar.

Calentar la miel hasta que alcance los 65º C, midiendo la temperatura con un termómetro de cocina. Verter caliente en el bol de la harina y mezclar someramente con la cuchara. Añadir los huevos enteros, de uno en uno, no añadiendo el segundo hasta que el primero se vea integrado.

Calentar la leche a 45º C, midiendo la temperatura con el termómetro. Agregar al bol y mezclar hasta obtener una masa suave y homogénea.

Verter la mezcla en el molde preparado, dar unos golpecitos suaves sobre la encimera para que suban las burbujas de aire e introducir en el horno, con la rejilla colocada a media altura.

Hornear 45 minutos a 160ºC con calor sólo por abajo. Finalizado el tiempo, comprobar la cocción pinchando el centro del pan con una brocheta: debe salir seca. Si no fuera así, prolongar el horneado en intervalos de cinco minutos, comprobando cada vez el punto de cocción.

Sacar el molde del horno y colocar encima de una rejilla. Desmoldar cuando esté completamente frío, eliminar el papel de horno y dejar que repose 24 horas antes de consumir.

Disfrutar con un café, un té, un vaso de leche o a palo seco.

A comer.

sábado, 20 de noviembre de 2021

Pan de molde con semillas de lino y de amapola, en panificadora Lidl

Desempolvad la panificadora, aquélla por la que casi llegasteis a las manos en el súper, id a la despensa y buscad esas semillas que comprasteis para hacer aquélla receta (¿cúal era...?), comprobad que no están rancias o apolilladas (uf, importantísimo), mirad la fecha de caducidad de la levadura seca y disponeos a hacer este riquísimo pan, suave y con un puntito dulce, que lo mismo queda rico con queso viejo de oveja (menudo peligro), que con un buen jamón cocido o con jamón de pavo y tomate aderezado con aceite de oliva, sal rosa y pimienta negra. O aunque sólo sea por el placer de aspirar el olor a pan que impregna la cocina cuando se está horneando, que como diría mi abuela materna, eso también alimenta.

Dejad que se enfríe completamente para probarlo, no hagáis como yo que la impaciencia me hizo cortarlo antes de tiempo y es que ahora los panes tardan una eternidad en enfriarse y si nunca me distinguí por mi paciencia, con los años menos. También está muy bueno ligeramente templado, pero si la miga aún no ha perdido toda la humedad, se nota. Queda con una corteza en los lados y en la base muy crujiente, que es una lástima que haya que sacrificar al meterlo en una bolsa para alargar su frescura, aunque si sois tres o cuatro en casa, yo no lo metería en la bolsa ya que os va a durar poquito, aviso.

Es un pan que gana mucho al asentarse. Está mucho más rico el segundo día que el primero y no digamos el tercero. Personalmente me tengo que prohibir acercarme al pan, porque estos panes con semillas me gustan tanto que me los como a palo seco, me saben más ricos que un pastel y mira que soy golosa.

Os dejo, que me voy a dar un paseíto aprovechando los suaves rayos de sol de esta otoñal tarde de sábado, antes de que, según dicen, cambie radicalmente el tiempo y no saque la naricilla a la calle más de lo estrictamente necesario.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

400 gr. de leche desnatada a temperatura ambiente

30 gr. de miel

6 gr. de sal

60 gr. de mantequilla troceada, a temperatura ambiente

600 gr. de harina panificable (10-11% de proteína)

40 gr. de leche en polvo, desnatada

5'5 gr. de levadura de panadería seca activa

50 gr. de semillas de lino dorado

20 gr. de semillas de amapola

harina para espolvorear, tamizada

ELABORACIÓN:

Disponer en un bol la harina y la leche en polvo, mezclar con una cuchara y dejar a un lado.

Poner en un cuenco las semillas de lino y las de amapola y mezclar uniformemente. Reservar.

Sacar la cubeta de la panificadora e introducir los ingredientes por este orden: leche, miel, sal, mantequilla, mezcla de harina y leche en polvo y levadura seca.

Colocar la cubeta en el interior de la panificadora. Cerrar la tapa y conectar el aparato. Seleccionar el programa 2 (esponjoso), peso 1'250 kgr. y tueste medio.

Cuando la máquina emita los tonos de aviso para incorporar ingredientes adicionales a la mitad del segundo amasado, sin sacar la cubeta incorporar la mezcla de semillas, cerrar la panificadora y dejar que continúe con el programa.

Cuando la panificadora emita los tonos de aviso en la segunda fermentación, pulsar la tecla de parada, sacar la cubeta y con las manos húmedas quitar las palas amasadoras e introducir éstas inmediatamente en un bol con agua que las cubra para facilitar su posterior limpieza. Acomodar la masa procurando eliminar las posibles bolsas de aire que se hayan podido formar al sacar las palas, alisar someramente la superficie y espolvorear con un poco de harina. Colocar nuevamente la cubeta en la panificadora, dejar que la máquina se conecte sola nuevamente y continúe con el programa.

Una vez finalizado el programa, desconectar la panificadora, abrir la tapadera, desanclar la cubeta, desmoldar el pan y dejar enfriar por completo sobre una rejilla lejos de corrientes de aire.

Una vez frío, introducirlo en una bolsa de plástico para que se conserve tierno por más tiempo.

A comer.

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Huevos picantitos

¡Qué pereza, madre mía, volver de vacaciones! En realidad volver no, sino reincorporarse a la vida laboral, que en mi caso, este año, ha sido justito al día siguiente de regresar de vacaciones y no lo vuelvo a hacer ni muerta, aunque bueno, si estoy muerta ni vacaciones ni regreso ni ná, que si he estirado la pata como que ya me la refanfinfla todo y hablando de estirarse, que mira que la playa no me gusta “naá”, pero este año como que he estado tan a gusto tumbada en la arena, viendo pasar los minutos perezosamente y con la mente en encefalograma plano, que no me lo puedo creer, según son soy yo, así que he llegado a la conclusión de que me estoy haciendo mayor (¡ilusa, si ya lo eres hace rato!) y que cosas que antes no me gustaban, ahora empiezo a cogerles el gustillo. En cierto modo estos cambios resultan interesantes, pues descubres que sigues evolucionando a pesar de la edad. Si a este paso al final hasta bailo y todo, aunque ahora que lo pienso, eso es del todo imposible pues entre otras cosas no tengo oído musical ni sentido del ritmo y como suele decirse, “tengo una oreja enfrente de la otra”, jajaja...

Y como estoy en “modo pereza”, una receta facilona, sin complicación ninguna, de esas perfectas para quien no sabe o no quiere cocinar o no tiene mucho tiempo o para hacer con niños, que les encanta eso de revolver y ver como sale el churrillo de relleno por la manga pastelera, además si les llamáis a la cocina cuando los huevos ya están cocidos y pelados, es una receta muy rápida cuyo resultado pueden ver enseguida y casi comerlo con la misma inmediatez, pues según la edad del niño, dile tú que tiene que esperar a que se hornee y enfríe el bizcocho o magdalenas que te ha estado ayudando a preparar durante media tarde. Y es que la percepción del tiempo de los peques no tiene nada que ver con la de los adultos o ¿no recordáis cuando el verano era largo y la vuelta al cole quedaba lejísimos y ahora las vacaciones se pasan en un suspiro y antes de darnos cuenta ya hemos vuelto al trabajo?.

El relleno de los huevos pica ligeramente, así que hay margen para hacerlos más picantes añadiendo más salsa sriracha. El pepino no sólo sirve de adorno, sino que su frescura equilibra el calor del relleno. ¿Que no os gusta el pepino? Pues lechuga picada en juliana fina también le iría bien. Con el primero o con la segunda, animaos a hacerlos, están ricos, son diferentes y no tienen complicación ninguna.

Receta adaptada de ésta.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

6 huevos tamaño L, a temperatura ambiente

2 tbs de mayonesa

2 tsp de salsa sriracha

1 tsp de salsa de mostaza a la antigua

3/4 tsp de salsa Worcestershire

1/2 tsp de miel

12 rodajas finas de pepino, pelado o sin pelar, al gusto

* Y además (optativo):

un procesador de alimentos pequeño o el accesorio con cuchillas de la batidora de brazo

ELABORACIÓN:

Poner una olla al fuego con suficiente agua para cubrir los huevos y llevar a ebullición. Cuando rompa el hervor, añadir un puñado de sal gruesa e introducir los huevos con cuidado para que no se rompan. Cocerlos 15 minutos contados desde que el agua vuelva a hervir.

Una vez finalizado el tiempo de cocción, sacar los huevos a un bol con agua muy fría, incluso con hielo, para detener la cocción y facilitar después la eliminación de la cáscara. Dejar enfriar completamente.

Una vez fríos, pelar los huevos. Pasarlos por un chorro de agua para eliminar posibles restos de cáscara, secar con papel de cocina y cortar a lo largo, Disponer claras y yemas por separado.

Disponer en el accesorio con cuchillas de la batidora de brazo o procesador de alimentos, las yemas cocidas, la mayonesa, la sriracha, la mostaza a la antigua, la Worcestershire y la miel y triturar hasta conseguir una pasta fina y homogénea. También se puede hacer a mano en un cuenco con la ayuda de un tenedor. Introducir la pasta en una manga pastelera con o sin boquilla o en una bolsa de plástico apto para alimentos con una de las esquinas inferiores cortada.

Introducir las claras cocidas en un recipiente provisto de tapadera y llevar al frigórifico, así como el relleno, durante 30 minutos.

Colocar las rodajas de pepino en la fuente de servicio y dejar a un lado.

Sacar las claras y el relleno de la nevera. Rellenar las claras e ir colocando medio huevo encima de cada rodaja de pepino, hasta acabar con las doce mitades.

Servir inmediatamente.

A comer.

martes, 10 de agosto de 2021

Bizcocho con semillas de amapola y glaseado de licor de limón

Aprovechando que estamos teniendo un verano bastaste inestable en lo que a temperatura se refiere (lo de “inestable” es lenguaje políticamente correcto y eso porque por escrito queda muy fea la retahíla de sapos y culebras que salen por mi boquita cada vez que se menciona el tema del clima) y el sábado hizo francamente frío, decidí encender el horno y hacer, por fin, un bizcocho con semillas de amapola, que no sé el tiempo que llevo queriéndolo hacer, pero es que me faltan días para tantas recetas que se acumulan en la carpeta de “pendientes”. Bueno, días no, vidas, que este blog, como muchos, empezó con la pretensión de tener ordenadas en un mismo lugar las recetas que pululaban por ahí escritas en cualquier sitio y de cualquier manera y que andando el tiempo, se ha convertido en algo de un tamaño inmanejable, no el blog, sino las recetas pululantes, que en vez de disminuir, aumentan y “crecen” por los rincones como si fueran setas. ¿Qué me consuela? Pues que, a pesar de no haber conseguido mi objetivo inicial, he descubierto muchísimas recetas muy interesantes, he desarrollado mucho mi creatividad culinaria (ya antes creaba recetas, pero ahora es un no parar), he conocido virtualmente a gente que me alegra los días con sus comentarios, a la que considero mi amiga y a la que, con la estampida del verano, echo mucho de menos (salvo l@s fieles que continúan al pie del cañón) y porqué no decirlo, porque sé que a vosotr@s os pasa lo mismo. Ya se sabe, mal de muchos... Pero siempre con cariño, ¿eh?.

En fin, que me disperso. Que como hacía frío y estaban aquí mis sobrinas, a las que hacía un año y medio que no veía (ya sabemos todos porqué) y había que entretenerlas de alguna manera pues dada la situación actual lo de bajar a la plaza a jugar con los niños del pueblo estaba completamente descartado, aproveché para hacer el bizcocho. Así, mientras les explicaba el proceso como si fuera la maestra de la escuela y se turnaban para batir los huevos, pasamos la tarde en un suspiro, bueno, hasta que metimos el bizcocho en el horno y empezaron a preguntar “¿cuándo lo podemos comer?” y explícale tú a un niño que tiene que esperar varias horas para comerse una golosina. ¡Já! Los niños no entienden de relojes, así que, como ya se estaban poniendo pesadas, las mandé con sus padres y con su abuela, que habían pasado una tarde muy tranquila sin niñas y ya les tocaba un poco. Y conste que no me quejo, que se portaron muy bien y no dieron guerra (su madre no se lo creía cuando se lo contaba), pero de alguna manera tenía que conseguir que se olvidaran del bizcocho, pues ninguna de las dos es mucho de dulces (chuches aparte) y aunque querían probarlo porque habían colaborado en su elaboración, dudo mucho que les gustara la textura.

Afortunadamente y como cabía esperar, al día siguiente ya ni se acordaban del bizcocho, así que pude hacer el glaseado con licor, que de otra manera no hubiera podido ser posible si lo iban a comer ellas.

Finalmente, no hice ninguna de las recetas que tenía guardadas de bizcocho con semillas de amapola, sino que seguí la receta de mi bizcocho cuatro cuartos ligeramente adaptada. En esta ocasión, como la miel y las semillas hacen que la masa sea más densa y pesada, añadí impulsor químico para ayudarla a subir en el horno y asegurar un bizcocho esponjoso. Ha quedado muy rico, con ese ligero e interesante crujiente que aportan las semillas de amapola y el suave aroma a licor del glaseado, este último todo un “peligroso” descubrimiento por lo adictivo y tremendamente bueno que está.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

* Para el bizcocho:

4 huevos talla L a temperatura ambiente

el peso de los huevos, sin cáscara, de harina

3/4 partes del peso de los huevos, sin cáscara, de azúcar

1/4 parte del peso de los huevos, sin cáscara, de miel de mil flores

el peso de los huevos, sin cáscara, de margarina vegetal

30 gr. de semillas de amapola

1 tsp de ralladura de piel de limón

1 tsp de impulsor químico

* Para el glaseado:

200 gr. de azúcar glas (azúcar impalpable)

50 ml. de licor de orujo con limón (tipo limoncello)

semillas de amapola, para decorar (optativo)

* Y además:

unas varillas eléctricas

papel sulfurizado

un molde de plum cake de 21 cm. de largo por 11 cm. de ancho (medidas de la base) y 7 cm. de alto o un molde de 1'650 litros, mínimo, de capacidad

ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos, temperaturas, fuentes de calor y posición de la bandeja en el horno que se indican, son los que funcionan en mi horno. Como no hay dos hornos iguales (ni siquiera siendo de la misma marca y modelo), cada cual deberá adaptar la forma de cocción a su horno, aunque probablemente las correcciones habrán de ser mínimas.

* Del bizcocho:

Humedecer el molde con agua y forrar el interior con papel sulfurizado. Humedecer también éste, una vez colocado, para que resulte más fácil acomodarlo al molde. Reservar.

Precalentar el horno a 200º C, con calor arriba y abajo.

Poner un cuenco amplio en la báscula de cocina, destarar, cascar los huevos en el cuenco y pesar.

Pesar el mismo peso de margarina. Ponerla en un cazo y calentar a fuego muy bajo para que se licue. Retirar del fuego cuando aún quede algo de margarina semi sólida (terminará de derretirse con el calor residual), añadir las semillas de amapola y la ralladura de limón, remover y dejar enfriar a temperatura ambiente. Reservar.

Pesar el mismo peso de harina y tamizar junto con el impulsor químico. Reservar.

Pesar una cuarta parte del peso de los huevos, de miel. Si estuviera sólida, templar a fuego muy bajo para que se licue y dejar enfriar. Reservar.

Pesar tres cuartas partes del peso de los huevos, de azúcar y añadirlo a los huevos.

Batir la mezcla de huevos y azúcar con las varillas a velocidad alta hasta que blanquee, duplique su volumen y alcance el punto de cinta (*) .

Agregar en hilo y de una sola vez, la mezcla de margarina, semillas y ralladura e integrar someramente con una espátula, con movimientos suaves y envolventes, de abajo hacia arriba, para que la mezcla de huevos no pierda volumen.

Proceder del mismo modo con la miel.

Incorporar la mezcla de harina y levadura en dos o tres veces e integrarla de la misma manera.

Verter la masa en el molde, bajar la temperatura del horno a 180º C y poner el calor sólo por abajo, colocar la rejilla en la segunda posición empezando por abajo e introducir el molde en el horno.

Hornear 40 minutos. Comprobar el punto de cocción pinchando el centro del bizcocho con una brocheta: debe salir seca. Si no fuera así, prologar la cocción otros cinco minutos y volver a comprobarla antes de finalizar el horneado.

Sacar el molde del horno y colocar en una rejilla. Desmoldar el bizcocho pasados diez minutos y ponerlo en la rejilla. Dejar que se enfríe completamente,

* Del glaseado:

Una vez el bizcocho esté bien frío, preparar el glaseado.

Poner en un cuenco el azúcar glas, añadir el licor y batir con un tenedor hasta conseguir una mezcla perfectamente integrada y fluida. Seguidamente, colocar la rejilla junto con el bizcocho sobre un plato y verter el glaseado por toda la superficie del bizcocho. Espolvorear por encima con semillas de amapola (si se usan), dejar que el glaseado se seque por completo y servir.

A comer.

(*) A SABER:

El punto de cinta es aquél que alcanza el batido cuando al levantar las varillas y caer la mezcla, ésta cae d forma fluida, lisa y continua, formando un dibujo que tarda en desaparecer unos segundos. También recibe el nombre de punto de letra.

miércoles, 30 de junio de 2021

Pollo con cardamomo

Receta sencilla y sabrosa de la que me llamó la atención la fritura del pollo sin aceite añadido. El caso es que esa manera de cocinar el pollo ya la había leído en no recuerdo ahora qué libro de cocina, pero la había olvidado hasta que leí esta receta, que he modificado ligeramente para adaptarla a lo que tenía en la despensa y es que me dio el antojo de hacerla el fin de semana y no iba a coger el coche y desplazarme doce kilómetros para comprar lo que me faltaba. No creo que por eso haya empeorado la receta, pues quedó muy rica, vamos, para repetirla, pues facilona lo es un rato y no queda nada grasienta, que la mayoría de los guisos de pollo al final siempre los desengraso, poco o mucho, porque ver el pollo nadando en grasa me supera, aunque lo malo de eso es que también tiro parte del rico aceite de oliva con el que guiso. Y es que, por mucha grasa que le quites al pollo antes de cocinarlo, salvo que estés usando pechugas, siempre suelta grasa, supongo que como resultado de la alimentación que les dan a los animales.

Animaos a prepararla, que os va a gustar, os lo digo yo.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

900 gr. de cuartos traseros de pollo (unos 3-4, según tamaño)

1/4 tsp de cardamomo molido

250 ml. de zumo de manzana sin azúcares añadidos

50 ml. de zumo de limón

2 tsp de maizena (almidón de maíz)

1 tbs de salsa de soja

1 tsp de miel de brezo

ELABORACIÓN:

Lavar el pollo y secarlo con papel de cocina. Eliminar el exceso de grasa, separar los muslos de los contramuslos, conservando la piel y disponerlos, con la piel hacia abajo, en una cazuela amplia formando una sola capa.

Colocar la cazuela en el fogón y calentar a fuego medio. El pollo desprenderá la grasa y se freirá con ella sin necesidad de añadir aceite. También se pegará a la cazuela, en ese caso, no intentar despegarlo, lo hará solo cuando la piel esté frita. Dar la vuelta en ese momento y dorar por el otro lado.

Una vez dorada la carne, separar un poco de zumo de manzana y disolver en éste la maizena. Añadir el resto del zumo de manzana y el de limón a la cazuela del pollo, agregar también el cardamomo, la miel, la salsa de soja y la maizena desleída. Remover, tapar y cocer a fuego bajo 20-25 minutos, dando la vuelta a las piezas de carne una sola vez. Si tuviera mucha salsa, cocer a fuego fuerte y destapado los últimos minutos hasta que reduzca y espese ligeramente. Servir caliente.

A comer.

domingo, 11 de abril de 2021

Solomillo de cerdo con jengibre y cinco especias chinas

¡Uf, lo que me ha costado editar esta entrada! El ordenador se me puso borde y no había manera de que me abriera el archivo. Por más que le daba, ni caso, oiga, como si no fuera con él. Suspendí y le dí, nada, reinicié y le dí, nada, apagué, encendí y le dí, nada, blasfemé mucho (a ver si lo asustaba), nada y me dije “mañana será otro día” porque ayer anduve tarde y me puse ya por la noche a las mil y quinientas y la verdad que estaba cansada y no me apetecía seguir peleándome con la tecnología. Me fastidiaba porque era día de publicar, pero ya no daba más de mí. Así que lo dejé para hoy.

Me hubiera gustado publicar la receta esta mañana, pero después de desayunarme con un paseíto rapidísimo por mis blogs favoritos, me puse a hacer las muchas tareas que tenía que hacer. Conseguí encontrar un huequito casi al final de la mañana, pero el ordenador seguía en el mismo plan que el sábado y después de despotricar un rato (lo confieso, soy muy mal hablada) lo dejé para otro rato.

Y el otro rato por fin llegó y sin necesidad de intentarlo siete mil veces, el portátil decidió portarse bien y abrir el archivo a la primera. Albricias, qué felicidad, por fin puedo darle a la tecla, aunque sigo sin saber qué le pasaba al ordenador (si alguien lo sabe, por favor, que me lo explique, porque no es la primera vez que me ocurre y me repatea no saber porqué).

En fin, que aquí estoy, cumpliendo con mi cita bloguera. Y como ya os he dado la lata un rato con mis cuitas, paso a la receta.

Las cinco especias chinas es una mezcla muy popular en la cocina china. Aúna los cinco sabores, a saber, dulce, ácido, amargo, umami y salado. Se compone comunmente y en diversas proporciones de canela, anís estrellado, jengibre, clavo e hinojo, como la que he usado yo, siendo también muy habitual la mezcla que sustituye el jengibre por pimienta de Sichuan. Si queréis saber más, os recomiendo que leáis este artículo de Mercado Flotante, interesante web de la que también he adaptado la receta y que es una lástima que últimamente apenas se actualice.

No os voy a engañar. El solomillo queda buenísimo, sorprendentemente jugoso a pesar de que su color haga pensar lo contrario (supongo que es por el marinado previo), pero su sabor es fuerte, debido principalmente a la salsa de soja que no a la presencia de las especias y eso que cuando abrí el bote y me dio en la nariz el olor del anís estrellado no las tuve todas conmigo y más cuando pasaban las horas y aquéllo no perdía ni pizca de aroma y es que es una especia que no me gusta casi nada, pero quería probar la receta y me arriesgué, total si no me gustaba con no volver a hacerlo, asunto arreglado. Pues que conste que la pienso repetir, pues una vez cocinado, en la salsa quedan integrados todos los sabores, sin que ninguno destaque sobre los demás, salvo el característico de la soja, aunque queda arropado con la profundidad de matices del resto de condimentos. No sé explicarlo de otra manera, creo que hay que probarla para entenderlo.

La receta original acompaña el solomillo muy acertadamente con arroz y digo acertadamente porque éste ayuda a suavizar el sabor fuerte de las salsas. Yo no lo hice porque sé lo que pasa con el arroz cuando lo pongo de guarnición, que sólo lo como yo y opté por unas patatas con limón y orégano que con el sabor fresco del limón limpian el paladar de la intensidad de la salsa del asado.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 solomillo de cerdo (400 gr., aprox.)

30 ml. de AOVE

* Para la marinada:

60 ml. de salsa de soja

30 ml. de vino blanco dulce

1 tbs de miel

15 gr, de jengibre fresco, pelado (peso sin piel)

1 diente de ajo grande, pelado y sin germen

1/2 tbs de mezcla de cinco especias chinas

* Y además:

una prensa de ajos

ELABORACIÓN:

* De la marinada:

Poner en un bol la miel y el vino dulce. Remover hasta la que la miel se disuelva y añadir después la salsa de soja y la mezcla de cinco especias chinas.

Trocear el jengibre pelado y prensarlo con la prensa de ajos sobre el bol de la miel para que caiga en éste el zumo de jengibre. Apretar bien para sacar todo el jugo posible.

Quitar y desechar las fibras de jengibre de la prensa y sin lavarla, introducir el ajo troceado y prensarlo sobre el bol de la miel. Remover su contenido.

* Del solomillo:

Disponer en un recipiente el solomillo entero y limpio de grasas e impurezas y verter por encima la marinada. Embadurnarlo bien, darle la vuela y repetir el proceso. Tapar el recipiente y llevar al frigorífico hasta el día siguiente, dando la vuelta varias veces a la carne para que se impregne bien de la marinada.

Al día siguiente, sacar el solomillo de la nevera al menos una hora antes de cocinarlo para que se atempere.

Precalentar el horno a 200º C con calor arriba y abajo.

Pincelar con el aceite de oliva virgen extra una bandeja de hornear adecuada al tamaño del solomillo. Escurrir éste de la marinada, reservándola y colocarlo en la bandeja, pincelarlo generosamente con el aceite, darle la vuelta y volver a pincelarlo. Verter alrededor el aceite sobrante e introducir la bandeja en el horno a media altura. Hornear 5 minutos a 200º C, con calor arriba y abajo, dar la vuelta a la carne y hornear otros cinco minutos.

Bajar la temperatura del horno a 180º C, dar la vuelta al solomillo, remover la marinada y pincelar con ésta la carne. Hornear 10 minutos, pincelando el solomillo 4-5 veces. Darle la vuelta, volver a pincelar y hornear otros diez minutos, pincelando la carne otras 4-5 veces.

Sacar la bandeja del horno, recoger todos los jugos y mezclarlos con la marinada sobrante. Reservar caliente la carne y poner al fuego la salsa. Reducir a fuego fuerte hasta que espese ligeramente.

Cortar el solomillo en medallones, salsear y servir acompañado de unas patatas con limón y orégano, si se desea.

A comer.

jueves, 25 de marzo de 2021

Pollo en salsa agridulce de cítricos

Ya os he comentado que cocino de un día para otro y que a diario no coincido con mi pareja a la hora de comer, siendo él quien primero come, así que suele ser el primero en probar los platos nuevos, salvo lo que yo pruebo cuando los cocino, por lo que, cuando llego a casa y antes de ponerme a comer le pregunto cómo está, qué tal le ha ido la mañana y qué tal ha comido, ya me da su opinión sobre la novedad de turno. Pero en esta ocasión, mi curiosidad era tanta que probé el pollo aquélla misma mañana aunque estaba frío y cuando al medio día, después de preguntarle por su estado y su jornada laboral, le espeté sin esperar su opinión sobre la comida “no me dirás que el pollo no está riquísimo” no le quedó más remedio que reconocer que así era y no porque se sintiera “coaccionado”. Y la verdad que está muy bueno, si no, no os enseñaba la receta.

Le he puesto una pimienta de cayena fresca que es mucho menos picante que si fuera seca, además le quité las semillas que son más picantes que el resto, por lo que el pollo en realidad pica muy poco. No dudéis en añadir más cayena si os gusta picante, aunque tal vez eso “mate” el sabor fresco de la salsa.

No le he puesto sal, para mi gusto la que aporta la salsa de soja es suficiente. En cualquier caso, probad el guiso y si os parece, rectificad de sal.

La receta está bastante adaptada de ésta y si os gustan el pollo y los sabores cítricos y agridulces, ya estáis tardando en hacerla.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

* Para el pollo:

3-4 cuartos traseros de pollo, 785 gr. de carne, peso en limpio

40 ml. de salsa de soja

120 ml. de zumo natural de naranja, sin filtrar

50 ml. de zumo natural de limón, sin filtrar

35 gr. de miel de brezo o mil flores

1/4 tsp de jengibre en polvo

1 diente de ajo, pelado y sin germen

1 pimienta de cayena fresca o seca, sin semillas y picada

aceite

150 ml. de caldo de pollo

1/2 tsp de maizena

* Para el caldo de pollo:

los huesos del pollo

verduras variadas (cebolla, pimiento, zanahoria, puerro...) o nada

agua

ELABORACIÓN:

Lavar y secar los cuartos traseros de pollo. Eliminar piel y grasas y deshuesar. Cortar la carne en dados tamaño bocado y disponer en un recipiente. Reservar los huesos para el caldo.

Mezclar en un bol la miel y el zumo de limón hasta que la miel se disuelva. Añadir el zumo de naranja, la salsa de soja, el ajo prensado con el prensa ajos, la cayena picada y el jengibre en polvo. Mezclar y verter sobre el pollo. Remover para que la carne se impregne bien, tapar y macerar durante dos horas, removiendo el pollo un par de veces.

Mientras el pollo macera, preparar el caldo.

Disponer en la olla rápida los huesos del pollo, algunas verduras al gusto (o nada) y cubrir con agua. Llevar ebullición, tapar y cocer 15 minutos desde que suba la válvula por completo.

Apagar el fuego, retirar la olla y esperar a que pierda toda la presión antes de abrirla. Quitar y desechar los huesos y colar el caldo, reservando las verduras de cocción si se desea aprovecharlas para preparar una crema con el caldo sobrante. Disponer el caldo en el vaso de la batidora de brazo u otro recipiente alto y estrecho y dejar enfriar. Una vez frío, retirar con una cuchara la capa superior de grasa e impurezas. Reservar.

Escurrir el pollo del líquido de maceración, reservando éste.

Poner un fondo de aceite en una sartén amplia y calentar. Cuando el aceite esté bien caliente, dorar el pollo a fuego fuerte por tandas, sacándolo a una cazuela.

Dejar que la sartén pierda un poco de temperatura y añadir el líquido de maceración. Devolver al fuego y desglasar los jugos. Verter sobre el pollo, añadir 150 ml. de caldo y cocer a fuego fuerte destapado durante 10 minutos, añadiendo más caldo si fuera necesario.

Para espesar ligeramente la salsa, disolver la maizena en un poco de caldo frío, añadir a la cazuela y dejar que hierva un par de minutos.

Dejar reposar cinco minutos antes de servir.

A comer.

domingo, 15 de noviembre de 2020

Ensalada crujiente de coliflor, manzana, avellanas y granada

Crujiente por al coliflor, la manzana y las avellanas. Fresca por la granada y el perejil. Ligeramente dulzona por la miel, la pimienta de Jamaica y la canela y aromática por las especias. La receta está adaptada del libro “Jerusalén” de Yotam Ottolengui y Sami Tamimi y es una buena alternativa para variar un poco las ensaladas en invierno, cuando los tomates están carísimos y no saben a nada, te cobran un riñón por un mini pepino y la cebolla es tan picante que ríete tú de las guindillas.

No había comido nunca la coliflor asada y me he enamorado de ella. Qué cosa más rica, por favor. Además, la coliflor, que cocida es tremendamente sosa, asada no, tanto que no le he puesto nada de sal a la ensalada, aunque bien es cierto que en general utilizo poca sal, pero es que creo que así cocinada no la necesita. La he tostado poco, pero para otra ocasión la tostaré mucho más, ya que las partes muy tostadas (ojo, no quemadas) están riquísimas.

Le he puesto la mitad del aliño de aceite, vinagre y miel, pero es que no me gustan las ensaladas demasiado aderezadas, aunque reconozco que para cualquier otra persona esa cantidad es muy insuficiente. Lo mismo pasa con las especias, por eso indico que se aliñe con la mitad del aderezo y de las especies y luego se ajusten al gusto personal. Y cuidadito con pasarse con la canela, porque se apoderará del resto de sabores, ocultándolos.

Una ensalada diferente y muy original, de ese tipo de platos que no preparas en casa pero sí pides en un restaurante. Merece la pena hacerla, es de esas cosas que hay que probar al menos una vez y a mí desde luego me ha gustado lo suficiente como para repetirla.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

300 gr. de coliflor

40 gr. de manzana granny smith

15 gr. de avellanas sin cáscara y con piel, crudas

45 gr. de granos de granada

1 rama grande de perejil tierno

8 semillas pequeñas de pimienta de Jamaica, molidas

el mismo volumen de canela molida que de pimienta de Jamaica molida

1 punta de cuchillo romo de pimienta negra molida, generosa

25 ml. de AOVE

1 y 1/2 tsp de vinagre de Jerez (D.O.P.)

1 tsp de miel

ELABORACIÓN:

Precalentar el horno a 220º C y cubrir una bandeja de hornear con papel de aluminio.

Eliminar las hojas exteriores de la coliflor, lavarla y secarla con papel de cocina. Dividir en ramitos de tamaño parecido y disponerlos en un cuenco. Añadir 15 ml. de aceite de oliva virgen extra y embadurnar con las manos los cogollos de coliflor. Colocarlos extendidos en la bandeja preparada, introducirla en el horno colocándola en la segunda posición empezando por arriba y hornear 20 minutos. Dar la vuelta a los ramitos de coliflor y hornear 10 minutos más, bajando la bandeja una posición si se estuviera tostando en exceso.

Transcurrido el tiempo de horneado, pinchar con una brocheta el tallo de uno de los cogollos: debe entrar con cierta dificultad. Si la coliflor aún estuviera muy dura, continuar horneando hasta que esté cocinada, teniendo en cuenta que ha de quedar crujiente en el interior. Sacar la bandeja del horno y dejar enfriar la coliflor.

Poner el termostato del horno a 170º C y hornear las avellanas durante 17 minutos, volteándolas un par de veces. Las avellanas estarán listas cuando empiecen a desprender olor a tostado. Sacar las avellanas del horno y si se desea, frotarlas todavía calientes con un paño de cocina para que se desprenda la piel. Dejar que se enfríen y picar groseramente.

Abrir la granada y soltar los granos, eliminando todo resto de la piel interior.

Lavar la manzana, descorazonarla y sin pelar, cortar en gajos a lo largo y éstos en cuñas delgadas a lo ancho. Disponerla en un bol, añadir 1 tsp de vinagre e impregnar todos los trozos para evitar que se ennegrezcan. Escurrir y reservar el vinagre sobrante.

Lavar y secar el perejil. Separar las hojas del tallo y desechar éste.

Machacar en el mortero las semillas de pimienta de Jamaica hasta reducirlas a polvo. Medir su volumen y ponerlas en un bol. Añadir el mismo volumen de canela molida y la pimienta negra y mezclar.

En el bol que contiene el vinagre sobrante reservado, añadir la 1/2 tsp de vinagre restante y la miel. Remover hasta integrar, agregar 10 ml. de aceite de oliva virgen extra y emulsionar.

Disponer en el plato de presentación la coliflor, la manzana, los granos de granada, las hojas de perejil y las avellanas, Añadir la mitad del aderezo de aceite y la mitad de las especias, remover y probar el conjunto, agregando más aderezo y/o especias, al gusto.

Servir a temperatura ambiente.

A comer.

domingo, 1 de noviembre de 2020

Pan de cacao a la taza, en panificadora Lidl

Tengo un mueble bajo en la despensa dedicado única y exclusivamente a ingredientes para repostería, léase, chocolates, mermeladas, levaduras, frutos secos, preparados para natillas y flanes, azúcares varios, gelatinas y otros ingredientes del mismo estilo. Está el pobre hasta los topes y cada vez que necesito algo que está al fondo, me tengo que arrodillar y sacar bastante de lo de delante para llegar a lo que quiero y luego procurar colocarlo en el mismo orden que estaba pues las cosas casi encajan como si fueran un puzzle y en cuanto algo no está en su sitio, ya no hay forma de acomodar nada. A veces, por no buscar un ingrediente, cambio la receta que tenía en mente (seguro que ésto le suena a alguien).

El inconveniente de tenerlo todo tan saturado sumado a la pereza ocasional de revolver, conlleva que en alguna ocasión se me haya quedado olvidado al fondo del armario algún ingrediente. Bueno, olvidado no, pues sé todo lo que tengo, pero sí relegado al día que tenga ganas de sacar media balda para llegar al ingrediente en cuestión. El caso es que hace algunas semanas decidí que ya era hora de sacar el paquete de cacao en polvo a la taza que tenía en un rincón del mueble, pues temía que si no estaba caducado, cerca le andaba. Y así era, por lo que me tuve que poner a pensar en qué utilizar los 68 gr. que tenía el paquete y recordé que llevaba un tiempo queriendo hacer un pan con cacao. ¿Funcionaría con ese tipo de cacao? Seguro que estaría más rico con cacao desgrasado en polvo, pero el que tenía que usar era el otro. Bueno, me dije, los componentes son cacao, maizena y azúcar, no puede quedar mal y no me equivoqué. Resultó un pan altísimo, esponjoso, blandito y con un suave sabor a cacao. Peeerooo...., al darle la vuelta a la cubeta, se me espachurró ligeramente por arriba, tan blandito es. Así que lo repetí dejándolo enfriar como indico en la receta, de tal manera que la superficie se secó un poco evitando que se estropeara al desmoldarlo. Es el pan que veis en las fotos, suave, tierno y tan rico, que personalmente no le he puesto ni mermeladas ni mantequillas para comerlo.

Como este pan surgió por la necesidad de aprovechar un cacao a punto de caducar, es mi propuesta de noviembre para el proyecto 1+/-100, desperdicio 0

que Marisa promueve todos los meses desde su blog Thermofan y en con el que nos anima a evitar el despilfarro de alimentos y a fomentar la reutilización. Pinchad en el icono de la barra lateral si queréis ver los recopilatorios mensuales del proyecto.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

400 ml. de leche desnatada templada

120 gr. de margarina vegetal a temperatura ambiente

60 gr. de miel

5 gr. de sal fina

35 gr. de leche en polvo desnatada

68 gr. de preparado de cacao en polvo a la taza

330 gr. de harina de trigo de todo uso

330 gr. de harina de trigo de fuerza

12 gr. de levadura fresca de panadero

ELABORACIÓN:

Sacar la cubeta de la panificadora e introducir, por este orden: el leche templada, la margarina cortada en cubitos, la miel y la sal.

Mezclar en un bol la leche en polvo, el cacao a la taza en polvo y las harinas. Tamizar y añadir a la cubeta. Por último, incorporar la levadura desmenuzada.

Colocar la cubeta en el interior de la panificadora. Cerrar la tapa y conectar el aparato.

Seleccionar el programa 4 (dulce), peso 1.250 gr. y tueste bajo.

Cuando la máquina emita los tonos de aviso en la segunda fermentación, sacar la cubeta y con las manos húmedas quitar las palas amasadoras e introducir éstas inmediatamente en un bol con agua que las cubra para facilitar su posterior limpieza.

Con las manos húmedas, acomodar la masa para evitar las burbujas de aire que se puedan haber introducido en la misma al quitar las palas. Colocar nuevamente la cubeta en la panificadora y dejar que la máquina continúe con el programa.

Una vez finalizado el programa, desconectar la panificadora, abrir la tapadera y sin sacar la cubeta de la máquina, dejar reposar el pan cinco minutos. Pasado ese tiempo, desanclar la cubeta, colocarla ligeramente oblicua por encima de los anclajes y sin sacarla de la panificadora, dejar otros diez minutos dentro de la máquina. Sacar la cubeta y sin desmoldar el pan, colocarla encima de una rejilla durante otros veinte minutos. Finalmente, desmoldar y dejar enfriar por completo sobre la rejilla lejos de corrientes de aire. De esta forma, al enfriarse despacio, se arrugará menos la superficie del pan, endureciéndose ligeramente la corteza, lo suficiente para que al darle la vuelta no se aplaste y pierda su bonita panza.

Una vez frío, introducirlo en una bolsa de plástico para que se conserve tierno por más tiempo.

A comer.

viernes, 2 de octubre de 2020

Crema quemada de melón


¿Que te sale un melón pepino? No lo tires, que le podemos buscar solución. Si no es muy malo, un jamón serrano decente lo mejorará sustancialmente, por ejemplo. Si es nefasto, haz mermelada, está buenísima (no la tengo en el blog, a ver si la subo). Y si no te apetece liarte con la mermelada, puedes hacer la crema que propongo hoy. Que no es nada del otro mundo, no es más que una crema pastelera de melón, pero queda rica. Y es que en general, aunque los melones que nos ha dado la huerta este año han sido muy buenos, siempre sale alguno soso y como me da pena tirarlo, suelo reconvertirlo.

Lo de la crema quemada en este caso ha sido literal. Estaba yo torpe con el manejo del soplete, eso unido al cansancio que tenía encima y el estrés y las prisas porque se me iba la luz, hicieron que quemara (y bastante) un par de raciones. Tan zote estaba que puse las galletas y luego quemé con el soplete; resultado: galleta achicharrada y crema “tostada” de más. Y es que algunos días es mejor no meterse en la cocina. Si yo os contara algunos de mis días “gloriosos”, seguro que pensabais “esta mujer es un peligro”.

He utilizado una miel de brezo muy oscura que le ha dado a la crema un color “raro”. Además, como andaba con prisa (¿ya os lo había dicho, no?) se me tostó un poquito el melón cuando lo rehogué con la mantequilla y me cogió algo de color. Pero eso no afecta al resultado final, conste.

Como he aprovechado un melón que más parecía una patata, la receta va al proyecto de Marisa 1+/-100 desperdicio 0



al que mensualmente se aportan ideas encaminadas a reducir al máximo el desperdicio y a fomentar el reciclaje.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.


INGREDIENTES:


* Para un litro de mezcla, aprox.

925 gr. de pulpa de melón (peso sin piel, tripas ni pepitas)

40 gr. de mantequilla

130 gr. de miel de brezo o mil flores

4 huevos tamaño L

45 gr. de maizena u otro almidón de maíz

azúcar para espolvorear


* Y además:

un soplete de cocina (optativo)

unas galletitas (para decorar)



ELABORACIÓN:

Derretir la mantequilla en una sartén grande y honda y agregar el melón en trozos no muy grandes. Tapar y cocinar a fuego medio hasta que el melón esté blandito, cuidando que no tome color.

Apartar del fuego, colar la pulpa hasta conseguir 150 ml. del agua que habrá soldado y triturar el resto de agua y pulpa con la batidora. Reservar por separado el agua y el puré de melón hasta que el agua alcance la temperatura ambiente.

Disolver la maizena en el agua del melón ya enfriada y reservar.

Añadir al puré de melón la miel y los huevos y batir con la batidora de brazo. Disponerlo en un cazo amplio y llevar al fuego. Cocinar a fuego medio removiendo con unas varillas y agregar la mezcla de maizena cuando el contenido del cazo esté templado. Llevar a ebullición sin dejar de remover, cocer dos minutos y apartar del fuego. Seguir removiendo unos cinco minutos para que pierda un poco de temperatura y distribuir en los recipientes elegidos. Tapar a piel con film de cocina y dejar enfriar por completo. Seguirá espesando al enfriar.

Espolvorear con azúcar al gusto, quemar con el soplete de cocina o bien gratinar bajo el grill del horno, decorar con las galletas y servir enseguida.

A comer.




sábado, 25 de julio de 2020

Myma (pollo con higaditos). Receta de Grecia


He buscado referencias de este plato en la red y la verdad que no he encontrado nada salvo la misma receta que hoy traigo ligerísimamente adaptada del libro "Un viaje por la cocina mediterránea". Ni siquiera he encontrado una traducción aceptable de la palabra myma, salvo que se refiere a una antigua receta griega elaborada con cualquier tipo de carne (incluso pescado), sus despojos y su sangre y condimentada con especias, vinagre, aceite y miel.

Esta versión moderna se inspira en el clásico griego "El banquete de los eruditos" de Ateneo de Náucratis, obra literaria que gira en torno a las conversaciones que un grupo de personajes tienen sobre literatura helenística, filología, lujo, música, sexualidad, comida y chismes varios, escrita en Roma a principios del siglo III d.C. En dicha obra, en la que al parecer se habla de todo lo divino y lo humano (como en cualquier reunión de hoy en día, vamos, que mucho no hemos cambiado y si no que alguien confiese que nunca ha arreglado el mundo en una larga sobremesa de Navidad), se habla de la conducta en la mesa y de recetas de la época, entre ellas de este plato, que aunque no se describe su elaboración sí sus ingredientes, que son reinterpretados en esta receta, eliminando la sangre y los despojos salvo el hígado, basándose en los conocimientos de las costumbres alimentarias antiguas griegas.

El resultado es un plato sorprendente. Muy rico y diferente a otras cosas que he probado. Al cocinarse tapado los primeros cuarenta y cinco minutos, las cebollas sudan proporcionando una gran cantidad de líquido que hace que los ingredientes, más que asarse, se cuezan, dando como resultado una carne tierna y jugosa y un hígado que sorprendentemente no está como una piedra después de un cocinado tan prolongado. El sabor es muy ligeramente dulce, con un fondo muy aromático en el que no destaca ninguna de las especias y con personalidad. No me esperaba ese sabor, sinceramente y nos ha gustado mucho. Estuve por no ponerle el queso, pues no acababa de convencerme, pero me alegro de haberlo puesto ya que le da un toque diferente y saladillo al bocado en el que se toma. Una receta para repetirla, sin duda. Y además se conserva muy bien de un día para otro.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.



INGREDIENTES:


1 kgr. de filetes de cuartos traseros de pollo (peso sin piel ni huesos)

5 hígados de pollo

2 cebollas rojas medianas (300 gr. aprox.) con piel y sin raíces

300 gr. de cebolla tierna (peso en limpio)

1/2 tsp. de semillas negras de amapola

1 tsp. de semillas de cilantro

1 tsp. de semillas de alcaravea

tsp. de pimienta negra molida

2 tsp. de sal

50 gr. de pasas sultanas sin pepitas

70 ml. de miel de brezo

70 ml. de vinagre de vino tinto

70 ml. de AOVE más extra para saltear los hígados

200 gr. de queso feta (D.O.P.)


* Y además:

una fuente honda de borosilicato con tapadera apta para horno con un mínimo de 3 litros de capacidad o una bandeja grande y profunda apta para horno

papel de aluminio



ELABORACIÓN:

NOTA: Los tiempos, temperaturas, fuentes de calor y posición de la bandeja en el horno que se indican, son los que funcionan en mi horno. Como no hay dos hornos iguales (ni siquiera siendo de la misma marca y modelo), cada cual deberá adaptar la forma de cocción a su horno, aunque probablemente las correcciones habrán de ser mínimas.

Eliminar las raíces de las cebollas rojas y lavarlas sin quitar la piel. Envolver en papel de aluminio y hornear en horno precalentado a 180º C con calor arriba y abajo con la bandeja a media altura. Según lo tiernas o duras que sean, tardarán entre 30 minutos y una hora en asarse. Dejar que pierdan temperatura dentro del envoltorio.

Limpiar los filetes de pollo de posible restos de grasa y cortar los contramuslos en seis trozos y los muslos en cuatro, según tamaño, procurado que los trozos sean más o menos iguales. Reservar.

Lavar los hígados de pollo, retirar las impurezas y cortar en cinco o seis trozos. Calentar una sartén a fuego fuerte con un hilo de aceite de oliva virgen extra y saltear los hígados justo hasta que cambien de color. Sacar a un plato y reservar.

Pelar la cebolla tierna y cortarla en medias lunas. Reservar.

Machacar ligeramente en el mortero las semillas de cilantro y mezclar con las de amapola, las de alcaravea, la sal y la pimienta negra molida. Reservar.

Cortar el queso feta en dados de un centímetro y medio de lado, aproximadamente y reservar.

Cuando la temperatura de las cebollas rojas permita manipularlas, desechar el papel de aluminio y la piel y capa exterior más duras y cortarlas en plumas. Reservar.

Precalentar el horno a 200º C con calor arriba y abajo.

En la fuente elegida para hornear, introducir el vinagre de vino tinto, la miel y los 70 ml. de aceite de oliva virgen extra. Remover hasta disolver la miel y añadir los dados de pollo, los hígados, las cebollas rojas y la tierna, las pasas y la mezcla de especias y sal. Revolver bien para que se distribuyan todos los ingredientes y todo quede bien impregnado y por igual de especias y líquidos.

Colocar la tapadera de la fuente si se usa una de borosilicato y en caso contrario, tapar bien con papel de aluminio, adaptando éste a los bordes de la fuente y practicando dos agujeritos para facilitar la salida de vapor. Introducir en el horno con la rejilla colocada en la segunda posición empezando por abajo si se usa una fuente de borosilicato o a media altura en caso el otro caso, bajar la temperatura a 180º C y hornear 45 minutos.

Sacar la fuente del horno, quitar la tapadera o el papel de aluminio, remover, procurando que no asome ningún trozo de hígado para evitar que se sequen en exceso y volver a introducir en el horno. En caso de utilizar la fuente de borosilicato, subir una posición la rejilla.

Continuar el horneado otros 45 minutos y añadir el queso feta. Hornear 10 minutos más, sacar del horno, dejar reposar cinco minutos y servir.

A comer.




sábado, 20 de junio de 2020

Pollo con dátiles. Receta judía


Un sabor sorprendente, distinto, dulzón y profundo en matices. No puedo hacer otra descripción. 

Es la primera vez que uso macis, que es la piel carnosa que envuelve las semillas de nuez moscada y que se consume seca, bien entera o bien en polvo y que creo que es lo que proporciona a este pollo su diferente sabor.

Y a propósito de la macis, os voy a contar lo que me pasó en una tienda de venta a granel de semillas, especias, legumbres, harinas y sales, unas de esas tiendas en las que me encanta entrar y remirarlo todo, porque a veces tienen cosas que no conoces y tal vez en ese momento no te apetece probar, pero sabes dónde las puedes comprar llegado el caso.

En la tienda en cuestión, he entrado varias veces y siempre nada más entrar, la señora pregunta qué quieres y siempre le he dicho a la dependienta que antes de comprar voy a mirar un poco para ver qué tiene y luego he comprado lo que iba a buscar y a veces alguna otra cosa más; de hecho nunca me he ido sin comprar nada, salvo cuando no había lo que buscaba. Pero la señora debe tener mala memoria y en cuanto entro por la puerta enseguida se me acerca para preguntarme qué quiero, cosa que me pone un “poquito” de los nervios. Total, que el día en cuestión la buena mujer repitió el ritual y yo ese día no estaba de corte para volver a decirle que iba a mirar primero y directamente le pedí macis, a lo que me contestó, primero, que no tenía y segundo, que qué era y cuando le dije lo que iba buscando, me volvió a decir que de eso no tenía. Y me fui.

Dos o tres semanas después, volví a buscar otra especia y ese día sí me dí una vueltecita por el local y cuál fue mi sorpresa cuando en uno de los recipientes leo “maca”, que es otro de los nombres que recibe la macis. Normalmente me hubiera ido sin más de la tienda, pero no pude evitar decirle a la dependienta “no sé si recordará que hace unas semanas vine por aquí y le pregunté si tenía macis y me dijo que no y veo que sí la tiene, pero con el nombre de maca que es como también se la conoce; ya no me hace falta porque la compré en otro sitio”. Y me fui sin hacer compra pues tampoco tenía lo que había ido a buscar, en este caso zumaque, que no encuentro por ningún lado.

Conclusiones: primera, no agobies al cliente cuando está en la tienda porque es la forma más fácil de ahuyentar a la mayoría de ellos y segundo, ENTÉRATE DE LO QUE VENDES.

La receta está adaptada de "El libro de la cocina judía" de Claudia Roen y se trata de una receta marroquí de origen sefardí. Se encuentran muchas versiones de esta receta en la red y en muchas de ellas se utiliza agua de azahar, que tiene que darle un sabor muy perfumado.

Ojo: el plato se endulza mucho con el paso de las horas, algo que hay que tener en cuenta si se va a elaborar con antelación. Y otra cosa, utilizad dátiles deshuesados, porque los míos tenía hueso, que quité antes de añadirlos y no sé si fue por eso pero se me deshicieron casi por completo.

¿Y las almendras dónde están? Pues se me olvidaron para la foto. Luego sí las puse cuando comimos el pollo y queda muy rico ese punto crujiente que le dan al plato.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.



INGREDIENTES:


2 cuartos traseros de pollo

200 gr. de cebolla

1/2 tsp. de canela en polvo

1/2 tsp. de macis en polvo

1/4 tsp, (escasa) de nuez moscada molida

1 tsp. de miel

1/4 tsp. de pimienta negra molida

85 gr. de dátiles deshuesados

35 ml. de zumo de limón

1 sobrecito (1 mgr.) de azafrán en hebra

30 gr. de almendras repeladas crudas

500 ml. de agua

aceite y sal



ELABORACIÓN:


Laminar las almendras y tostar a fuego medio-alto en una sartén sin nada de aceite. Reservar.

Lavar y secar el pollo. Eliminar el exceso de grasa y separar los muslos de los contramuslos. Salar y reservar.

Pelar y picar la cebolla en dados de unos dos centímetros de lado y reservar.

Disponer un fondo de aceite en una sartén y calentar al fuego. Cuando el aceite esté bien caliente, dorar los trozos de pollo por ambos lados. Sacarlos a una cazuela amplia donde quepan en una sola capa sin amontonarse.

Dejar que el aceite pierda un poco de temperatura y agregar la cebolla y un poco de sal. Rehogar a fuego medio hasta que esté blanda y transparente. Añadir entonces la canela, la macis y la nuez moscada. Remover y cocinar un minuto para que se tuesten ligeramente las especias. Agregar a la sartén un poco de los 500 ml. de agua para detener la cocción e incorporar la miel y la pimienta negra molida. Remover para disolver la miel y desglasar los jugos.

Verter el contenido de la sartén en la cazuela del pollo y añadir el resto del agua. Poner la cazuela al fuego, tapar y cocer a fuego suave durante 20 minutos.

Mientras, calentar en el microondas las hebras de azafrán, dentro del sobrecito de papel en el que vienen, durante 10 segundos a 800 watios de potencia. Reservar.

Pasados los 20 minutos de cocción, dar la vuelta a las tajadas de pollo, añadir a la cazuela el azafrán, el zumo de limón y los dátiles y cocinar destapado para que la salsa reduzca, otros 10 minutos o hasta que el pollo esté hecho.

Rectificar de sal, si procede, dejar reposar cinco minutos y servir espolvoreado por encima con las almendras tostadas.

A comer.