miércoles, 21 de abril de 2021

Chutney de tomate

¡Ah!, el chutney, esa gran aportación de la cocina de La India a la gastronomía mundial. Bueno, si os gustan las comidas agridulces, claro. Como a mí me encantan las mezclas de sabores dulces, ácidos, salados y picantes, este tipo de mermeladas me vuelve loca, que si me descuido me la como a cucharadas o con unos picos untados directamente en el frasco. Y bueno, también, lo confieso, es otra forma más de aprovechar la avalancha de tomates del huerto del verano, porque eso sí, de hacerla con tomates de los de ahora a los de plena temporada, no hay color, así que guardárosla para prepararla este verano porque envasada al vacío se conserva muy bien. El que veis en las fotos lo hice el año pasado y está estupendamente, es más, el chutney mejora sustancialmente con el reposo.

Si nunca lo habéis probado, os estaréis preguntado a qué sabe. Éste sabe como una mermelada de tomate poco dulce, un poquito ácida, nada picante y moderadamente especiada. Podéis variar las especias o sus proporciones a vuestro gusto, de hecho, en la receta original no se indica la cantidad de cada una de las especias que utiliza, dejando que cada cual la acomode a su paladar.

La pregunta obligatoria, ¿con qué comer el chutney? Con queso curado es una delicia, untado en una tostada y con crema de camembert templada está para chuparse los dedos, acompaña muy bien un asado de carne de cerdo y algunas combinaciones más que ya os mostraré. Y ahora que nadie nos oye, poned unos pegotitos sobre el tomate de una pizza boloñesa, debajo de la carne. Me extrañaría mucho que no os sacaran a hombros del comedor.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 kgr. de tomates, pelados y escurridos

250 gr. de azúcar moreno

100 ml. de vinagre de manzana

1/2 tsp de jengibre molido

1/4 tsp de cúrcuma en polvo

1/2 tsp de curry en polvo

1/4 tsp escasa de anís verde en grano (matalauva)

1/3 tsp de semillas de cilantro

1/3 tsp de pimienta negra molida

1/2 tsp de sal fina

ELABORACIÓN:

Lavar los tomates, quitar el pedúnculo y practicar un corte en la base en forma de cruz.

Poner agua a calentar en una cazuela grande donde luego quepan holgadamente los tomates. Cuando hierva alegremente, introducir los tomates y tapar la cazuela, apagar el fuego y dejar los tomates dentro del agua durante un minuto y medio.

Sacar los tomates del agua, refrescalos bajo el chorro de agua fría y pelarlos tirando de la piel de la zona del corte.

Despepitarlos si se desea (yo no lo hago), partirlos groseramente en trozos más o menos pequeños, según guste el chutney con más o menos tropezones y ponerlos en un escurridor. Apretarlos y dejar que escurran.

Poner los tomates escurridos en una cazuela antiadherente. Agregar el anís verde y el cilantro previamente machacados en el mortero, el jengibre, la cúrcuma, el curry, la pimienta negra, la sal, el vinagre y el azúcar moreno. Remover y llevar a ebullición a fuego suave. Cocer, removiendo de vez en cuando, hasta que espese y adquiera la textura de una mermelada con tropezones. Seguirá espesando al enfriar.

Llenar con el chutney unos frascos pequeños limpios, de 250 ml. de capacidad, dejando un espacio libre de un centímetro y medio hasta el borde. Introducir en una olla, cubrir de agua, tapar y cocer a fuego fuerte 10 minutos desde que empiece a hervir con fuerza. Apartar del fuego, destapar y dejar templar el agua. Sacar los tarros entonces y dejar enfriar completamente. Almacenar en un lugar fresco y oscuro. Una vez abierto un frasco, conservar en el frigorífico.

El chutney se puede consumir recién hecho, pero desarrolla todo su sabor después de dos o tres meses.

A comer.

jueves, 15 de abril de 2021

Flanecitos de plátano y yogur de piña

Por cuestiones laborales, estamos haciendo jornadas maratonianas en la oficina, por lo que, cuando llego a casa, lo que menos me apetece es ponerme al ordenador, así que la entrada de hoy va a ser rapidita, como estos flanes, que se hacen en un momento y si no fuera porque hay que dejarlos reposar, serían perfectos para un antojo urgente de dulce. De dulce y de algo que sepa mucho a plátano, porque sólo son aptos para amantes de esta fruta, el sabor de la piña se nota levemente, lo justo para que aporte su punto refrescante. Están dulces, para mi gusto le quitaría un poco de azúcar (yo incluso los prefiero sin caramelo), aunque mi pareja opina que les vendría mejor un poquito más de azúcar, pero eso ya a gusto de cada cual.

Quedan llenos de agujeritos muy finos, supongo que por la cocción en microondas, pero no lo puedo asegurar porque es la primera vez que hago flanes en el micro.

La receta original, que he adaptado un poco a mi modo, indica que la mezcla repose una hora en el frigorífico. No lo aconsejo, pues a la media hora el plátano empieza a oscurecerse, perdiendo el bonito color que tiene nada más triturarla. Eso se podría evitar añadiendo zumo de limón, pero hay que tener en cuenta que el sabor del flan se vería alterado.

Con esta receta participo en la iniciativa En Buena Onda

que Elisa, de “Que no te falte un perejil” y Marisa, de “Thermofan” promueven mensualmente para animarnos a utilizar más el microondas y a la que cada día se presentan más y mejores propuestas.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

* Para 7 flanes pequeños:

160 gr. de plátano maduro (peso sin piel)

125 gr. de yogur de piña de leche entera, azucarado y con trozos de fruta

2 huevos tamaño L

60 gr. de azúcar blanquilla

30 ml. de agua

caramelo líquido

* Y además:

7 flaneras de silicona de 70 ml. de capacidad cada una

ELABORACIÓN:

Pelar el plátano, trocearlo e introducirlo en el vaso de la batidora de brazo. Añadir el yogur, los huevos y 30 gr. de azúcar. Triturar con la batidora de brazo hasta conseguir un puré fino y homogéneo. Tapar y llevar al frigorífico 30 minutos, para que la mezcla pierda el aire que haya podido coger.

Preparar un almíbar con los 30 gr. de azúcar restante y el agua. Para ello, introducir ambos ingredientes en un cazo y llevar a ebullición. Cocer cinco minutos a fuego medio y pincelar con el almíbar resultante el interior de las flaneras. Colocarlas en un plato apto para microondas, formando un círculo alrededor del borde del plato, para que todas se cuezan por igual.

Sacar el puré de plátano del frigorífico y dejar que se atempere 10 minutos. Remover con una cuchara y distribuir la mezcla entre las siete flaneras.

Introducir el plato con las flaneras en el microondas. Hornear 3 minutos a 640 watios y dejar reposar dos minutos dentro del microondas. Hornear otros dos minutos a la misma potencia y repetir el reposo de dos minutos. Comprobar el punto de cocción pinchando uno de los flanes con una brocheta, si sale un poquito húmeda y con trocitos de flan, ya están listos, pues el calor residual terminará de cuajarlos. Si aún sale muy húmeda, hornear en tandas de un minuto con otro de reposo y siempre a la misma potencia, hasta que estén cocidos. Una vez hechos, dejar 10 minutos dentro del microondas para que terminen de cuajarse.

Sacar el plato del microondas, dejar que los flanes se enfríen completamente, tapar a piel con papel film y llevar al frigorífico unas cuatro horas.

Sacar los flanes del frigorífico, desmoldar y servir a temperatura ambiente con caramelo líquido al gusto.

A comer.

domingo, 11 de abril de 2021

Solomillo de cerdo con jengibre y cinco especias chinas

¡Uf, lo que me ha costado editar esta entrada! El ordenador se me puso borde y no había manera de que me abriera el archivo. Por más que le daba, ni caso, oiga, como si no fuera con él. Suspendí y le dí, nada, reinicié y le dí, nada, apagué, encendí y le dí, nada, blasfemé mucho (a ver si lo asustaba), nada y me dije “mañana será otro día” porque ayer anduve tarde y me puse ya por la noche a las mil y quinientas y la verdad que estaba cansada y no me apetecía seguir peleándome con la tecnología. Me fastidiaba porque era día de publicar, pero ya no daba más de mí. Así que lo dejé para hoy.

Me hubiera gustado publicar la receta esta mañana, pero después de desayunarme con un paseíto rapidísimo por mis blogs favoritos, me puse a hacer las muchas tareas que tenía que hacer. Conseguí encontrar un huequito casi al final de la mañana, pero el ordenador seguía en el mismo plan que el sábado y después de despotricar un rato (lo confieso, soy muy mal hablada) lo dejé para otro rato.

Y el otro rato por fin llegó y sin necesidad de intentarlo siete mil veces, el portátil decidió portarse bien y abrir el archivo a la primera. Albricias, qué felicidad, por fin puedo darle a la tecla, aunque sigo sin saber qué le pasaba al ordenador (si alguien lo sabe, por favor, que me lo explique, porque no es la primera vez que me ocurre y me repatea no saber porqué).

En fin, que aquí estoy, cumpliendo con mi cita bloguera. Y como ya os he dado la lata un rato con mis cuitas, paso a la receta.

Las cinco especias chinas es una mezcla muy popular en la cocina china. Aúna los cinco sabores, a saber, dulce, ácido, amargo, umami y salado. Se compone comunmente y en diversas proporciones de canela, anís estrellado, jengibre, clavo e hinojo, como la que he usado yo, siendo también muy habitual la mezcla que sustituye el jengibre por pimienta de Sichuan. Si queréis saber más, os recomiendo que leáis este artículo de Mercado Flotante, interesante web de la que también he adaptado la receta y que es una lástima que últimamente apenas se actualice.

No os voy a engañar. El solomillo queda buenísimo, sorprendentemente jugoso a pesar de que su color haga pensar lo contrario (supongo que es por el marinado previo), pero su sabor es fuerte, debido principalmente a la salsa de soja que no a la presencia de las especias y eso que cuando abrí el bote y me dio en la nariz el olor del anís estrellado no las tuve todas conmigo y más cuando pasaban las horas y aquéllo no perdía ni pizca de aroma y es que es una especia que no me gusta casi nada, pero quería probar la receta y me arriesgué, total si no me gustaba con no volver a hacerlo, asunto arreglado. Pues que conste que la pienso repetir, pues una vez cocinado, en la salsa quedan integrados todos los sabores, sin que ninguno destaque sobre los demás, salvo el característico de la soja, aunque queda arropado con la profundidad de matices del resto de condimentos. No sé explicarlo de otra manera, creo que hay que probarla para entenderlo.

La receta original acompaña el solomillo muy acertadamente con arroz y digo acertadamente porque éste ayuda a suavizar el sabor fuerte de las salsas. Yo no lo hice porque sé lo que pasa con el arroz cuando lo pongo de guarnición, que sólo lo como yo y opté por unas patatas con limón y orégano que con el sabor fresco del limón limpian el paladar de la intensidad de la salsa del asado.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 solomillo de cerdo (400 gr., aprox.)

30 ml. de AOVE

* Para la marinada:

60 ml. de salsa de soja

30 ml. de vino blanco dulce

1 tbs de miel

15 gr, de jengibre fresco, pelado (peso sin piel)

1 diente de ajo grande, pelado y sin germen

1/2 tbs de mezcla de cinco especias chinas

* Y además:

una prensa de ajos

ELABORACIÓN:

* De la marinada:

Poner en un bol la miel y el vino dulce. Remover hasta la que la miel se disuelva y añadir después la salsa de soja y la mezcla de cinco especias chinas.

Trocear el jengibre pelado y prensarlo con la prensa de ajos sobre el bol de la miel para que caiga en éste el zumo de jengibre. Apretar bien para sacar todo el jugo posible.

Quitar y desechar las fibras de jengibre de la prensa y sin lavarla, introducir el ajo troceado y prensarlo sobre el bol de la miel. Remover su contenido.

* Del solomillo:

Disponer en un recipiente el solomillo entero y limpio de grasas e impurezas y verter por encima la marinada. Embadurnarlo bien, darle la vuela y repetir el proceso. Tapar el recipiente y llevar al frigorífico hasta el día siguiente, dando la vuelta varias veces a la carne para que se impregne bien de la marinada.

Al día siguiente, sacar el solomillo de la nevera al menos una hora antes de cocinarlo para que se atempere.

Precalentar el horno a 200º C con calor arriba y abajo.

Pincelar con el aceite de oliva virgen extra una bandeja de hornear adecuada al tamaño del solomillo. Escurrir éste de la marinada, reservándola y colocarlo en la bandeja, pincelarlo generosamente con el aceite, darle la vuelta y volver a pincelarlo. Verter alrededor el aceite sobrante e introducir la bandeja en el horno a media altura. Hornear 5 minutos a 200º C, con calor arriba y abajo, dar la vuelta a la carne y hornear otros cinco minutos.

Bajar la temperatura del horno a 180º C, dar la vuelta al solomillo, remover la marinada y pincelar con ésta la carne. Hornear 10 minutos, pincelando el solomillo 4-5 veces. Darle la vuelta, volver a pincelar y hornear otros diez minutos, pincelando la carne otras 4-5 veces.

Sacar la bandeja del horno, recoger todos los jugos y mezclarlos con la marinada sobrante. Reservar caliente la carne y poner al fuego la salsa. Reducir a fuego fuerte hasta que espese ligeramente.

Cortar el solomillo en medallones, salsear y servir acompañado de unas patatas con limón y orégano, si se desea.

A comer.

lunes, 5 de abril de 2021

Patatas con limón y orégano

Creo que es la primera vez que el mismo día que veo una receta, la hago. Iba a preparar una guarnición de patatas para comer, pensaba cocerlas y dorarlas posteriormente en aceite bien caliente, vamos, nada del otro mundo. Como es habitual cuando no trabajo, me dí una vuelta por mis webs favoritas en lo que desayunaba y encontré esta receta en Smitten Kitchen y... me enamoré de ella ya antes de acabar de leerla. Por favor, eso prometía estar “rebueno”, así que ese mismo mediodía las comimos, no fuera ser que la receta se me quedara traspapelada entre la inmensidad de ellas que tengo apuntadas en pendientes.

La promesa se cumplió a pesar de haber modificado un poquito la receta. Están buenísimas. Bueno, siempre que guste el limón, porque saben a limón y mucho. El orégano se aprecia poco, cuando las repita, que lo haré, le pondré más, seguramente el doble pues probablemente lo agradecen. El punto de sal para mí es perfecto y el de pimienta negra no es exagerado, lo suficiente para dar carácter a las patatas sin que estén picantes.

El tiempo de horneado es orientativo, pues dependerá mucho de la clase de patata, de si es nueva o vieja y del tamaño en que se corten los trozos. Por el mismo motivo, la cantidad de agua tampoco es fija; lo importante en este caso es que en la última parte del horneado no se queden nunca sin líquido. Al final las patatas lo absorberán casi todo y si queda algo de salsilla, no la despreciéis, pues está muy rica.

No sé cómo se conservan con el paso de las horas, no sobraron. Imagino que también dependerá de la clase de patata, si es de la que se pone zapatera o no. La mías eran de padre desconocido y no se acorchaban si las cocinaba con antelación, así que supongo que hubieran estado buenas al día siguiente.

Animaos a hacerlas. Son fáciles, sabrosas y diferentes. Y están buenísimas ¿o ya lo había dicho?

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

625 gr. de patatas (peso sin piel)

60 ml. de AOVE

1 tsp de orégano seco

1 tsp de sal fina

75 ml. de zumo de limón

la ralladura de la piel de un limón grande

1/2 tsp de pimienta negra molida

150 ml. de agua caliente

ELABORACIÓN:

Precalentar el horno a 220º C, con calor arriba y abajo.

Lavar las patatas, pelar y volver a lavar para eliminar cualquier resto de tierra. Cortarlas a lo largo en gajos gruesos, procurando que todos los trozos sean de tamaño similar. Disponer en una sola capa en una bandeja de hornear. Reservar.

Lavar y secar un limón grande. Exprimir el zumo hasta obtener 75 ml. y reservar.

Con un rallador fino tipo Microplane, rallar toda la piel del limón, evitando la parte blanca amarga. Disponer la ralladura en una taza.

Agregar a la taza el orégano seco, la pimienta negra y la sal fina. Mezclar e incorporar el aceite de oliva virgen extra. Volver a mezclar y verter el contenido de la taza sobre las patatas. Remover concienzudamente para que todos los trozos queden bien impregnados de la mezcla de aceite, mejor con las manos.

Introducir la bandeja en el horno calentado a 220º C, colocándola a media altura. Hornear 25 minutos, dar la vuelta a las patatas y hornear otros quince minutos.

Agregar a la bandeja el zumo de limón y 100 ml. de agua caliente. Asar otros veinte minutos o hasta que las patatas estén tiernas, añadiendo más agua caliente poco a poco si les faltara líquido; seguramente no hará falta todo el agua. Hay que tener en cuenta que según la clase de la patata, ésta absorberá más o menos líquido.

Sacar del horno, tapar con otra bandeja o papel de aluminio y dejar que reposen cinco minutos, durante los que seguirán absorbiendo líquido.

Servir con o sin la salsa sobrante del horneado, al gusto.

A comer.

jueves, 1 de abril de 2021

Ensalada de alubias, fruta y trucha fresca

Según van aumentando las temperaturas, hay platos que dejamos de cocinar pues ya apetecen menos. En este tiempo, algunos de los más damnificados son los que se elaboran con legumbres, por eso, una buena opción para que no desaparezcan de nuestra dieta, es prepararlos en ensalada. Si además le añadimos alguna hortaliza, fruta y en este caso, la carne de la espina de una hermosísima trucha arco iris (pesaba más de kilo y medio), no sólo tenemos una ensalada muy completa, sino que además aprovechamos la trucha al máximo recuperando una carne que normalmente queda en el cubo de la basura de la pescadería. Y es que ya sabéis que siempre le digo al pescadero que me guarde cabezas y espinas, que ya le buscaré yo uso y si no es así (cosa rara), ya las tiraré yo. Como igualmente podéis imaginar, con esta receta participo en el proyecto de Marisa, 1+/-100, desperdicio 0
iniciativa que pretende reducir al máximo el desperdicio y promover el reciclaje y la reutilización.

A la ensalada no le he puesto sal, para mí es suficiente la que tienen las alubias. Tampoco le añadí más limón ni ningún tipo de vinagre, pues los tomates, los pepinillos, la fresa y el kiwi ya le aportan acidez suficiente. Resulta una ensalada suave en sabor, con la textura mantecosa de las alubias y la crujiente de los pepinillos, de los cherrys y de la fruta y deliciosamente perfumada por la ralladura de limón. Os animo a probarla, seguro que os gusta.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

200 gr. de alubias blancas cocidas, en conserva

la carne de la espina central de una trucha arco iris fresca grande o 120 gr. de trucha arco iris fresca

140 gr. de tomates cherry

20 gr. de mini pepinillos en vinagre

75 gr. de kiwi

50 gr. de fresa

AOVE

ELABORACIÓN:

Escurrir las alubias del líquido de conservación, enjuagar bajo el grifo y dejar que escurran el agua.

Con un cuchillo muy afilado, extraer toda la carne de la espina de la trucha, previamente lavada y seca o bien cortar láminas finas de un trozo de 120 gr. de trucha. Disponer en un recipiente.

Lavar muy bien el limón y exprimirlo. Añadir el zumo, reservando un poco para aliñar la ensalada, a la trucha, remover para que se impregne bien, tapar y dejar macerar 10 minutos. Remover, tapar, dejar macerar otros diez minutos, escurrir y desechar el zumo y cortar la trucha en trozos no muy pequeños. Reservar.

Lavar los tomates y picar en dos o cuatro trozos, según tamaño. Pelar el kiwi, partir en cuatro a lo largo y laminar. Lavar la fresa, eliminar el pedúnculo y picar en cuadraditos pequeños. Poner todos los ingredientes en una ensaladera, añadir las alubias, los pepinillos enteros, la trucha picada, aceite de oliva virgen extra al gusto y si se desea, un poco de zumo de limón. Remover con delicadeza,

Rallar la piel de una mitad del limón y distribuir por encima de la ensalada.

Servir fresca.

A comer.