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lunes, 28 de octubre de 2024

Bizcocho de pistacho y limón

Si hay algo que me guste son los postres con frutos secos (con permiso del chocolate), de preferencia en formato bizcocho, pero que tampoco lo hago ascos a otras presentaciones que conste. Ese punto húmedo que los frutos secos aportan a las masas de los bizcochos es para mí adictivo, nunca tengo suficiente con una porción, siempre vuelvo a por una segunda, así que las corto finas para que la suma de ambas no resulte excesiva, que de calorías ya van bien cargados esta clase de bizcochos y precisamente falta no me hacen. Pero un día es un día...

Este es un bizcocho poco dulce y ligeramente húmedo, con el suave aroma de los pistachos y la frescura del limón. El contraste con el glaseado dulce y ácido a la vez es delicioso. No tenéis que agradecerme a mí esta delicia, la receta no es mía, la adapté de una que vi en internet y contrariamente a mi costumbre, no anoté el sitio, así que pido disculpas a su autor/a por el lapsus.

No os limitéis a imaginar su sabor. Hacedlo y disfrutad.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para el bizcocho:

170 gr. de harina de trigo

75 gr. de pistachos tostados sin sal (pesados sin cáscara), picados

150 gr. de azúcar blanquilla

1 tsp de impulsor químico

1/2 tsp de bicarbonato de sodio

1/4 tsp de sal rosa del Himalaya

3 huevos tamaño L a temperatura ambiente

100 ml. de aceite de girasol

200 ml. de nata con un 18% de materia grasa

15 gr. de azúcar vainillada

10 gr. de ralladura de limón

*Para el glaseado:

75 gr. de azúcar glas

15 ml. de zumo de limón, recién exprimido y filtrado

pistachos tostados sin sal ni cáscara y picados, para decorar

*Y además:

un molde de 21 cm. de largo por 11 cm. de ancho (medidas base) y 7 cm. de alto o 1,650 ml. de capacidad

margarina y harina o papel sulfurizado, para el molde

ELABORACIÓN:

Enmantequillar y enharinar el molde o bien forrar con papel sulfurizado. Dejar a un lado.

Precalentar el horno a 200º C, con calor arriba y abajo.

*Del bizcocho:

Mezclar los dos azúcares y la ralladura de limón. Frotar con los dedos para que los azúcares se impregnen de los aceites de la ralladura y reservar.

Tamizar juntos la harina, la sal, el impulsor y el bicarbonato. Añadir la mezcla de azúcar y ralladura, así como los pistachos picados y mezclar. Reservar.

Batir los huevos con un tenedor, añadir el aceite y la nata e integrar. Verter sobre la mezcla de ingredientes secos y mezclar justo hasta que éstos se vean completamente impregnados de los ingredientes húmedos, cuidando de no batir en exceso.

Volcar la mezcla en el molde preparado. Dar unos golpecitos sobre la encimera para eliminar las posibles burbujas de aire, nivelar la superficie e introducir en el horno, colocando la rejilla en la segunda posición (contada desde abajo).

Hornear a 180º C con calor sólo por abajo durante 40 minutos. Comprobar el punto de cocción pinchando el bizcocho con una brocheta, estará listo cuando salga seca.

Sacar el molde a una rejilla y desmoldar a los diez minutos. Dejar enfriar completamente sobre la rejilla antes de bañar con el glaseado.

*Del glaseado:

Mezclar en una taza el azúcar glas y el zumo de limón hasta que el glaseado quede liso. Rociar inmediatamente sobre el bizcocho y espolvorear enseguida con pistachos picados.

Dejar que el glaseado se seque y servir.

A comer.

martes, 12 de diciembre de 2023

Lechazo con ciruelas. Receta judía

Que me perdone Claudia Roden por haber reducido tanto el condimento de su receta, pero, aunque en casa nos gustan mucho los platos salados con toques dulces (sobre todo a mí), nuestros paladares no están acostumbrados a tanto azúcar en recetas de carne, ni a una presencia tan intensa de las especias. Tanto éstas como los ingredientes azucarados, nos gustan con moderación y aunque no dudo que esta receta, extraída de su libro “El libro de la cocina judía” está riquísima en su versión original, también sé que es cierto que mi adaptación es más de nuestro gusto. Y gustarnos nos ha gustado muchísimo, que de todas las recetas que he cocinado del libro en cuestión, es la que más nos ha gustado.

Este es un plato perteneciente a la tradición judía marroquí y es una auténtica delicia. La sutil combinación de especias unida al dulzor de las ciruelas, junto con los imprescindibles toques tostados y crujientes del sésamo y las almendras, dan como resultado un plato con sabores a fiesta, a celebración, muy apropiado para las fechas que se avecinan y teniendo en cuenta que mejora con el reposo, es perfecto para preparar con antelación.

He partido las ciruelas porque me gustan que se deshagan ligeramente y espesen la salsa, pero si no es de vuestro gusto, dejadlas enteras. En ese caso, añadid 50 gr. más de los que se indican en la receta.

Es una receta salada con toques dulces, así que, por mucha sal que pongáis, siempre va a tener un trasfondo dulzón. Yo no le puse más sal que la indicada, ni siquiera a las sobras y eso que el guiso se va endulzando con el trascurso de las horas, pero también ganan en profundidad los sabores de las especias, compensándose de alguna manera éstas con el azúcar de las ciruelas.

Como dicen ahora “riquísimo no, lo siguiente”.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1'250 kgr. de lechazo (he utilizado pescuezo y pierna deshuesada)

125 gr. de cebolla

75 gr. de cebolleta

3 dientes de ajo (20 gr.)

18 hebras de azafrán

1/4 tsp de pimienta negra molida

1/2 tsp de jengibre en polvo

1/8 tsp de nuez moscada molida

1/4 tsp de canela molida

100 gr. de ciruelas pasas sin hueso

10 gr. de semillas de sésamo crudo

65 gr. de almendras repeladas crudas

200 ml de agua

1/2 tsp de sal rosa del Himalaya

AOVE

ELABORACIÓN:

En una sartén seca, tostar ligeramente las semillas de sésamo. Apartar a un plato y reservar.

En la misma sartén, tostar las almendras repeladas. Apartar, dejar enfriar, picar en trozos grandes y reservar.

Eliminar las posibles impurezas de la carne. Lavar y secar con papel de cocina. Cortar en trozos de dos bocados, aproximadamente y dejar a un lado.

Cortar la cebolla en medias lunas y la cebolleta en aros. Reservar.

Pelar los ajos y quitar el germen, si lo tuvieren. Prensar con una prensa para ajos y dejar a un lado.

Cortar en dos cada ciruela pasa y reservar.

Disponer un fondo generoso de aceite de oliva virgen extra en la olla rápida WMF y calentar a fuego medio. Cuando el aceite alcance temperatura, incorporar la cebolla y la cebolleta y freír a fuego medio hasta que se ablanden. Añadir los ajos prensados y cocinar un minuto a fuego medio-bajo. Incorporar el azafrán, la pimienta, el jengibre, la nuez moscada y la canela y cocinar un minuto a fuego medio-bajo. Agregar el lechazo, subir el fuego a medio-alto y rehogar, sin dejar de remover para evitar que las especias se quemen, justo hasta que la carne cambie de color.

Regar la carne con el agua, incorporar la sal, remover, levantar el hervor, colocar la tapadera de la olla y cocer 15 minutos contados desde que la válvula suba completamente.

Transcurrido el tiempo, apartar la olla del fuego, colocar sobre una rejilla y dejar que pierda toda la presión antes de abrirla. Añadir las ciruelas pasas, llevar la olla nuevamente al fuego y cocer, destapada y a fuego medio-alto, durante 10 minutos para que la carne termine de hacerse y la salsa espese. Rectificar de sal, si procede.

Justo al momento de servir, espolvorear la carne con el sésamo y las almendras.

Mejora muchísimo con un reposo de, al menos, 24 horas. En ese caso, no rectificar de sal (si procede) hasta que se vaya a consumir y calentar a fuego medio para que no se deshagan excesivamente las ciruelas.

A comer.

lunes, 18 de septiembre de 2023

Bizcocho de arroz y almendras

Esta no es la receta que tenía pensado publicar hoy, mi intención era colgar una receta salada, pero a veces las circunstancias “obligan”... Os cuento. Sigo desde hace un tiempo esta página (que por cierto, han modificado no hace mucho y se queda un poquito colgada cargando entradas). Publican receta casi todos los días, así que entre tantas siempre se encuentra algo rico que cocinar, como el bizcocho que hoy os muestro y cuya receta original podéis consultar aquí. Me gustó desde que se publicó hace ya cuatro meses y quería haberla hecho antes pero entre unas cosas y otras, lo fui retrasando.

El caso es que ayer domingo (ésta no es una entrada programada, la estoy redactando a las 19'45 del 18/09/23, lo que significa que después de cenar me tocará terminar de pulirla, editar las fotos que aún no tengo descargadas y colgarla en el blog, todo aprisa y corriendo si quiero que salga publicada hoy) estaba buscando una receta en los archivos del blog y vi que mi último bizcocho publicado fue hace un año y me dije que tenía que ponerle remedio de inmediato, a ver si así de paso me sacudo de encima la pereza reposteril de la que os hablaba no me acuerdo cuándo, porque en el año que ha mediado entre mi anterior bizcocho publicado y éste, sólo he hecho un humilde bizcocho de yogur. ¡Con razón se me queja el costillo de que últimamente no hago nada bolloso! Un apunte, la palabra bolloso tiene el mismo “origen etimológico” que la palabra dulzanga, sólo que mientras ésta hace referencia a dulces en general, la otra lo hace a bizcochos y bollería en particular. Pues eso, que aprovechando que hoy no trabajaba, esta mañana me metí en faena y lo hice.

La receta original utiliza ralladura de limón y esencia de vainilla. Limón no tenía y vainilla no me apetecía, además tenía unas esencias aburridas en la despensa, así que hice el cambio y creo que no me he equivocado. Las esencias que he utilizado son de la marca propia de Lidl y son muy concentradas. Dan muchísimo sabor y lo más importante, natural. El resultado ha sido un bizcocho con un intenso sabor a almendra amarga, suave aroma a ron y mantequilla, dulce, con la típica humedad y jugosidad de las almendras y muy tierno y aunque a primera vista pueda parecer denso, no lo es. Queda bajito, no sé qué molde utilizaron en la receta o tal vez sea una cuestión de perspectiva, pero el suyo parece más alto. Da igual, está buenísimo. a pesar de que debido a la cantidad de grasas que lleva pensé por un momento que su rico olor me había engañado (olía tan bien que me dieron ganas de publicarlo nada más sacarlo del horno), pero afortunadamente estaba confundida, ya que es más graso en los dedos que en el paladar. De la cadera ni hablamos...

Os animo a que lo hagáis, bien siguiendo mi receta en la que realicé un par de modificaciones sin importancia o bien la original, como queráis.

No puedo deciros cuánto se conserva tierno, como os digo lo he hecho hoy y a la hora de comer aún estaba en el horno, pero está taaaannnn rico, que no le va a dar tiempo a ponerse seco...

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

Actualización: justito nada más publicar la entrada, veo que publiqué un bizcocho en junio pasado. Lo de este desastre de cabeza me lo voy a tener que hacer mirar...

INGREDIENTES:

Todos los ingredientes a temperatura ambiente

125 gr. de harina de arroz

100 gr. de almendra molida

1 tsp de impulsor químico

una pizca de sal

175 gr. de mantequilla

175 gr. de azúcar moreno

4 huevos tamaño L

2 ml. de esencia de almendra amarga Belbake

2 ml. de esencia de ron Belbake

30 ml de nata con un 18% de materia grasa

mantequilla para el molde

* Y además:

un molde rectangular de 21 cm. de largo, 11 cm. de ancho (medidas de la base) y 7 cm. de alto o 1'650 litros de capacidad

papel sulfurizado

una varillas eléctricas

una picadora eléctrica o procesador de alimentos (opcional)

ELABORACIÓN:

En una picadora eléctrica o procesador de alimentos, moler el azúcar moreno hasta que quede lo más fino posible. Eso facilitará su posterior batido con la mantequilla. Este paso es opcional. Reservar.

Untar con mantequilla el molde elegido, forrar por dentro con papel sulfurizado y embadurnar éste con más mantequilla, procurando que quede una capa fina. Dejar a un lado.

Tamizar juntas la harina de arroz, la almendra molida, la sal y el impulsor químico. Si quedaran trocitos de almendra en el tamiz, incorporar a la mezcla. Reservar.

Precalentar el horno a 200º C, con calor arriba y abajo.

Disponer la mantequilla en un cuenco, preferiblemente alto y estrecho y batir con las varillas durante 20 segundos. Agregar el azúcar y batir de 7 a 9 minutos, empezando en la velocidad más baja hasta que el azúcar se incorpore y continuando con la más alta, raspando ocasionalmente con una espátula o similar las paredes y el fondo del cuenco. La mezcla estará lista cuando su color se vuelva algo pálido, aumente de volumen y tenga un aspecto sedoso.

Cascar un huevo en una taza, batir ligeramente con un tenedor y agregar al cuenco de la mezcla de mantequilla y azúcar. Batir a velocidad media hasta integrar. Proceder igual con el resto de los huevos, siempre de uno en uno y no añadiendo el siguiente hasta que el anterior no esté perfectamente integrado. Antes de incorporar el tercer huevo, raspar el fondo y las paredes del cuenco.

Añadir la nata y las dos esencias y batir con las varillas hasta integrar.

Incorporar con una espátula o similar y en tres veces la mezcla de ingredientes secos. Resultará un mezcla densa pero fluida.

Verter la mezcla en el molde. Alisar la superficie e introducir en el horno, colocando la rejilla a media altura. Hornear a 180º C con calor sólo abajo y durante 42 minutos. Comprobar el punto de cocción pinchando el centro del bizcocho con una brocheta; estará listo cuando ésta salga seca.

Sacar el bizcocho del horno y dejar enfriar encima de una rejilla durante 10 minutos.

Desmoldar, eliminar el papel y dejar enfriar completamente el bizcocho encima de una rejilla.

A comer.

lunes, 3 de abril de 2023

Salmón en salsa de vermouth y almendras

Salmón en salsa de vermouth y almendras. ¿Qué? ¿Cómo se os ha quedado el cuerpo? Porque el nombre de la receta es muy atrayente o al menos a mí me lo parece. Y ya ni os cuento del sabor, para levitar. Lo de utilizar vermouth para la salsa ha sido una apuesta un poco arriesgada, pues con el sabor tan particular que tiene no me fiaba mucho del resultado, pero estaba harta de ver rondar por la cocina la botella casi vacía sin que a nadie le apeteciera acabarla y decidí ponerle remedio. Así que puse a pensar a mi cabecita y volvió a ocurrir, en un momento visualicé la receta casi completa y mi dicho con mi hecho, saqué el salmón del congelador y al día siguiente lo preparé. Y fue al siguiente día porque a mí las ideas me vienen de noche, cuando debiera estar durmiendo y en vez de eso estoy dando vueltas por la casa pensando que ya son las tantas, tengo que madrugar para trabajar y no tengo ni pizca de sueño. Que si viviera sola me pondría a cocinar, pero no es plan de no dejar dormir porque yo tenga insomnio, así que sólo me limito a anotar las recetas que cocino en mi cabeza.

Como os digo, la salsa está de muerte... recién hecha. Con el paso de las horas cambia mucho de sabor y no está ni la mitad de buena, algo que por supuesto no me esperaba y me sorprendió pues la mayoría de los guisos mejoran con el reposo, asentándose y fundiéndose los sabores pero en esta ocasión no es el caso. Según la preparaba y probaba para ajustar la sazón, no hacía nada más que pensar lo tremendamente rica que estaba, tanto que continuamente “probaba” la salsa porque no podía evitarlo, que me tuve que reñir y todo porque al paso que iba me comía la mitad. Y el olor que dejó en la cocina... pura delicia, nada de oler a pescado como sería lo normal. Pero al día siguiente las sobras me decepcionaron. Sí, el salmón estaba bueno pero ni comparación con el día anterior. No, definitivamente no es un plato para comer reposado, aunque si sobra no lo vamos a tirar, eh, que #aquínosetiranada, a ver si estoy aprovechando un resto de vermouth y una nata a punto de caducar (sí, lo confieso, me pasa casi siempre con la nata) y voy a desperdiciar las sobras.

Por eso mismo, porque la receta surgió por la necesidad de aprovechar el licor y la nata, es mi propuesta de este mes para el proyecto de Marisa, 1+/-100, desperdicio 0

que desde su blog Thermofan, promueve para evitar el desperdicio de alimentos y fomentar el reciclaje en general.

Antes de dejaros con esta deliciosa y nada fotogénica receta (las fotos son un horror, sorry), unos últimos apuntes: si queréis una salsa más espesa, coced el salmón destapado; si queréis el salmón rosadito, cocedlo tres minutos, por el contrario, si os gusta muy hecho, cocedlo cinco minutos.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

675 gr. de salmón fresco, sin piel ni espinas, en dados de 3-4 cm. de lado, aprox.

50 gr. de almendras crudas repeladas, sin sal

100 gr. de cebolleta, incluido un poco de la parte verde, picada muy menuda

100 ml. de vermouth rojo (he utilizado Martini)

100 ml. de agua

50 ml. de nata con un 5% de materia grasa

pimienta blanca molida

sal

AOVE

ELABORACIÓN:

Sazonar los dados de pescado con sal y pimienta blanca, al gusto.

Disponer un fondo de aceite de oliva virgen extra en una sartén lo suficientemente grande como para que quepa el salmón en una sola capa. Llevar al fuego y dorar el salmón en aceite muy caliente, por todos los lados y en un par de tandas. Sacarlo a un plato y reservar.

Freír las almendras en el aceite sobrante y a fuego medio-alto. Sacarlas a un plato a medida que vayan tomando color. No dejar que se frían demasiado pues amargarán. Cuando su temperatura lo permita, picar groseramente. Reservar.

Añadir un poco más de aceite a la sartén si fuera necesario y pochar a fuego suave la cebolleta junto con una pizca de sal hasta que estén blanda y sin que tome color. Agregar entonces el vermouth y la mitad de las almendras, reservando el resto. Llevar a ebullición a fuego medio y evaporar el alcohol durante dos minutos. Apartar del fuego y dejar templar ligeramente.

Verter el contenido de la sartén en el vaso de la batidora de brazo, así como la nata, el agua y los jugos que haya soltado el salmón. Triturar hasta conseguir una salsa fina y homogénea y devolver a la sartén. Añadir las almendras reservadas y colocar ordenadamente los trozos de salmón. Tapar y cocer a fuego medio durante cuatro minutos, sin remover ni dar la vuelta al pescado. Si pareciera que se agarra, mecer suavemente con movimientos circulares.

Dejar reposar tapado dos minutos antes de servir.

A comer.

lunes, 6 de marzo de 2023

Conejo en salsa de cacahuetes

Conejo en salsa de cacahuetes. ¿Porqué no? Estamos acostumbrados a cocinarlo con almendras o avellanas, seguramente porque estos árboles llevan más tiempo cultivándose en España que la planta del cacahuete, de ahí que las recetas tradicionales utilicen las primeras en vez de este último, ya que era muy habitual, al menos por aquí, plantar árboles para marcar las lindes de las tierras y como éstas no estaban precisamente al lado de las casas, era necesario que los árboles no necesitaran poda ni mantenimiento, es decir, que fueran rústicos, pues no era plan de ir con la burra o andando a podarlos, buen tiempo tenían entonces las gentes para perderlo en podar dos almendros aquí y un nogal allá. La razón de utilizar árboles en vez de mojones era porque aquéllos no se podían mover, que siempre ha habido “listos” (y hay) que a la que araban movían las marcas y pobre de tí si tenías la tierra perdida y no ibas por allí con frecuencia, pues no era tan raro que el vecino metiera los cultivadores en lo tuyo y te encontraras con la sorpresa de que la tierra te había encogido. Estoy hablando de algo que conozco, pues pasó con una de las tierras que heredaron los hijos de mi abuela materna, que al no ser agricultores, no las sembraron en los pocos años que las tuvieron y cuando las fuimos a enseñar a un señor que estaba interesado en comprarlas, nos encontramos con la “sorpresa” de que a la tierra de la que os hablo, el de al lado le había sacado la linde recta, que no tenía antes, metiéndola para lo suyo como un metro en la parte más estrecha. Menudo cabreo se agarró mi madre, lógicamente, cuando lo vio. Yo era la primera vez que iba a ver las tierras y no las conocía pero recuerdo perfectamente el lugar y las parcelas, una llena de maleza y la otra bien sembrada y cuidada. Os preguntaréis dónde estaba el almendro que marcaba los límites entre las tierras, pues ya no existía, con la concentración parcelaria se arrancaron muchos árboles al igual que hubo que remover muchos mojones y aunque éstos se repusieron marcando los nuevos límites, aquéllos ya no, pues en la mayoría de las tierras actualmente son un estorbo para los tractores y aperos tan grandes que se utilizan.

La razón por la que ha utilizado cacahuetes es porque me sobraron de una cena y ya llevaba la bolsa abierta rondando unos días por la cocina sin que nadie le hiciera mucho caso y antes de que empezaran a quedarse revenidos, que no estamos para tirar, decidí probar con un conejo que acababa de comprar, bueno, con medio, que era enorme y no me apetecía estar comiendo lo mismo toda la semana. Deciros que nos ha encantado, de verdad. No se distingue el sabor del cacahuete, no quiero engañaros, en realidad aportan textura, su sabor se mimetiza con el resto de ingredientes dando como resultado una salsa en la que no hemos notado la prevalencia de ningún ingrediente sobre otro pero que estaba buenísima con el conejo, cuya carne, al tener un sabor bastante neutro, admite lo que le pongas, como pasa con el pollo, que lo mismo le va bien un roto que un descosido. Hablo de animales de cría intensiva, que en nada se parecen a los salvajes o a los que se han desarrollado a su ritmo y con su tiempo, los cuales ganan en sabor pero también, todo hay que decirlo, a costa de carnes más duras y secas.

Como he aprovechado los cacahuetes de un paquete que ya tenía abierto, es mi propuesta de este mes para el proyecto 1+/-100, desperdicio 0

que Marisa, desde su blog Thermofan, promueve para evitar el desperdicio de alimentos y fomentar el reciclaje en general.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

700 gr. de conejo (aproximadamente medio conejo grande)

150 gr. de cebolla roja

2 tsp de pasta de tomate

60 gr. de cacahuetes fritos con sal, pelados

1 diente de ajo grande

150 ml. de vino blanco verdejo D.O. Rueda

1/2 tsp de albahaca seca

2 hojas de laurel

250 ml de agua

AOVE

sal

1 tallo verde de cebolleta, para servir (optativo)

ELABORACIÓN:

Lavar el conejo y secar con papel de cocina. Trocear, sazonar con sal y dejar a un lado.

Pelar la cebolla y cortarla en dados grandes. Reservar.

Pelar el diente de ajo, eliminar el germen, si lo tuviere y machacar en un mortero. Sacar a un plato y en el mismo almirez, sin necesidad de lavarlo, machacar los cacahuetes hasta conseguir una pasta en la que aún se aprecien trozos de cacahuete, más o menos grandes, al gusto. Si el mortero no fuera muy grande, hacerlo por tandas para facilitar el trabajo. Añadir un poco del vino a la pasta de cacahuetes para diluirla. Reservar.

En la cazuela donde se vaya a cocinar el conejo, disponer un fondo generoso de aceite de oliva virgen extra y calentar a fuego fuerte. Cuando alcance temperatura, dorar a fuego alto los trozos de carne, sacar a un plato y reservar.

Dejar templar ligeramente el aceite y agregar la cebolla. Freír a fuego medio y cuando empiece a tomar color, agregar la pasta de tomate, remover, dejar que fría 30 segundos y añadir el ajo machacado, la pasta de cacahuetes y vino, el resto del vino, las hojas de laurel lavadas, la albahaca y el conejo frito junto con los jugos que haya soltado. Evaporar el alcohol a fuego fuerte durante un minuto y añadir el agua y sal al gusto. Tapar y cocinar a fuego medio durante 20 minutos. Dar la vuelta a las tajadas y continuar la cocción otros 20 minutos o hasta que el conejo esté tierno. Destapar la cazuela y cocer a fuego fuerte 3 minutos para reducir la salsa. Rectificar de sal, si procede.

Servir espolvoreado con el tallo de cebolleta lavado y picado fino.

A comer.

lunes, 22 de agosto de 2022

Bizcocho de mantequilla y coco

Este verano, con el calor que ha hecho, me ha dado bastante pereza encender el horno, así que cada vez que mi pareja me decía que a ver si hacía un bizcocho, yo escurría el bulto cambiando de tema y cuando ya insistía reconocía que sólo pensar en el calor al hornear me echaba para atrás. Evidentemente se quedó con la copla y en cuando bajó la temperatura a un nivel más normal volvió a la carga y es que en casa somos muy de bizcocho; el de yogur, que es el que más horneo, ya casi se hace sólo de tanto que lo repito. Pero de bizcocho casero, que los industriales, con ese saborcillo a esencia de limón, vainilla o lo que sea, no son mucho de nuestro agrado. Al resto de bollería, galletas y otras dulzangas no le hacemos remilgos, pero a los bizcochos sí y de hecho no recuerdo la última vez que compré uno.

El caso es que a mí también me apetecía y por no repetirme, busqué en la red un bizcocho en el que pudiera utilizar algún ingrediente de los que ya tuviera en la despensa porque entre ésta y el arcón congelador, tengo comida para parar un tren y me he propuesto comprar lo menos posible e ir utilizando lo que ya tengo. Y encontré este bizcocho. Si os gusta el sabor a mantequilla, os encantará, porque es el predominante. El coco se percibe más en la textura que en el sabor, pensé que llevando leche y ralladura se notaría más, pero no, tal vez con una leche de coco con menor contenido en agua (he usado una mitad leche mitad agua y sin espesantes, que me dan un poco de asquete) sepa más a coco. Eso sí, no busquéis por ningún lado el de la leche condensada, no sabe en absoluto a ella, cosa que no esperaba porque lleva bastante pero que tampoco me ha importado porque prefiero que su sabor se note poco a que predomine por encima de los demás, que es la pega que le encuentro muchas veces a los postres que la llevan.

Bizcocho de aspecto contundente pero muy tierno que alegrará vuestros desayunos y meriendas y que no os puedo decir cuánto tiempo mantiene la ternura porque casi casi está recién sacado del horno. Pero está tan bueno que no le va a dar tiempo a ponerse duro...

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

* Todos los ingredientes a temperatura ambiente

300 gr. de harina de trigo de todo uso

10 gr. de impulsor químico

350 gr. de leche condensada desnatada casera o industrial

240 ml. de leche de coco

3 huevos talla L

150 gr. de mantequilla a punto de pomada

60 gr. de coco rallado

mantequilla y harina para el molde

azúcar glas para espolvorear

* Y además:

un molde de corona de 2.250 ml. de capacidad (mínimo)

unas varillas eléctricas (optativo)

ELABORACIÓN:

Enmantequillar y enharinar (retirando el exceso de harina poniéndolo boca abajo y dándole unos golpecitos en la base y costados) el molde elegido y dejar a un lado.

Tamizar juntos la harina y el impulsor y reservar.

Batir la leche de coco para que se mezclen uniformemente las partes sólida y líquida y mezclar en un bol, hasta homogeneizar, con la leche condensada. Reservar.

Precalentar el horno a 200º C, con calor arriba y abajo.

Disponer la mantequilla en un bol profundo y batir unos segundos con las varillas eléctricas, si se usan. Añadir los huevos de uno en uno e integrar. La mezcla parecerá cortada, es así.

Añadir a la mezcla de huevos y mantequilla la mitad de la mezcla de leches condensada y coco e integrar. Agregar la mitad de la mezcla de harina e impulsor e integrar. Incorporar el coco rallado y mezclar. Proceder de igual modo con el resto de las mezclas líquidas y sólidas.

Verter la mezcla en el molde, dar unos golpecitos para asentar la masa e introducir en el horno colocando la rejilla a media altura. Bajar la temperatura a 180º C y poner el calor sólo por abajo. Hornear 45 minutos.

Comprobar el punto de cocción pinchando con una brocheta el centro del bizcocho: debe salir seca. Si no fuera así, prolongar el horneado otros tres minutos o hasta que la brocheta salga seca.

Sacar del horno y colocar el molde sobre una rejilla. Desmoldar a los 10 minutos, colocando el bizcocho nuevamente en la rejilla hasta que se enfríe por completo.

Una vez frío, espolvorear con azúcar glas y servir.

A comer.

domingo, 12 de junio de 2022

Lechazo al chocolate

Revisando la carpeta de las fotografías para el blog encontré las de este lechazo que cociné hace ya bastantes semanas. Decidí que ya era hora de publicar la receta y me fui a buscarla a la carpeta correspondiente. ¡Horror, no estaba! Y yo tan tranquila pensando que sí y es que, cuando cocino una receta nueva, procuro pasarla enseguida al ordenador, no sólo para no perderla, que no sería la primera vez que haciendo limpieza de papeles ha ido a parar alguna receta a la basura, si no porque suelo dejar algunos apuntes sobre el sabor, textura, necesidad de rectificaciones y cosas por el estilo, pues no puedo confiar en que mi mala cabeza recuerde todas esas cosas pasado un tiempo. Afortunadamente no ha sido el caso, pues según redactaba la receta iba recordando el sabor de la carne, la textura de la salsa y casi casi el olor del guiso. Seguro que también os ha pasado en alguna ocasión al recordar algún plato que habéis cocinado o comido en algún sitio, su recuerdo es tan vívido que parece que lo acabáis de comer. No pasa siempre, muchas veces comemos cosas deliciosas y al recordarlo sí nos acordamos que nos gustó muchísimo pero no tenemos esa sensación como de haber comido ese plato un momento antes. Como ya os comento, en esta ocasión parece que acabo de rebañar el plato, así que podéis confiar en mí cuando digo que está para chuparse los dedos, una delicia de sabores delicados que os enamorará aún cuando el gusto por el cordero lechal no sea mucho. Tampoco voy a deciros que vais a pasar del odio a esta carne a un amor incondicional, que todo tiene un límite, aunque tal vez, si os animáis a probarla...

Receta muy adaptada de aquí.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

700 gr. de lechazo, con hueso, troceado (pierna, paletilla, pescuezo...)

100 gr. de cebolla cortada en medias lunas de medio centímetro de grosor

25 gr. de apio picado en brunoise

100 gr. de puerro, de la parte blanca, cortado en medias lunas de 0'5 cm. de grosor

3 dientes de ajo, pelados, sin germen y picados menudos

25 gr. de almendras crudas enteras repeladas

1/8 tsp de clavo de olor en polvo

1/4 tsp de canela en polvo

30 gr. de ciruelas pasas sin hueso, picadas groseramente

1 tsp de tahini

50 gr. de salsa de tomate

1 pastilla (10 gr.) de caldo concentrado de verduras

1 pimienta de cayena picada

10 gr. de chocolate amargo troceado (70% de cacao)

350 ml. de agua

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

Sazonar ligeramente el lechazo con sal y dorar en una sartén con un fondo de aceite de oliva virgen extra. Pasar la carne a una cazuela a medida que esté hecha.

Añadir más aceite a la sartén si fuera necesario, agregar la cebolla, el apio, el puerro, los ajos y las almendras, colocar una tapadera y rehogar a fuego bajo. Cuando las hortalizas estén blandas, incorporar el clavo, la canela y las ciruelas pasas, rehogar un minuto y añadir el tahini, la salsa de tomate, la pastilla de caldo desmenuzada y el agua. Remover para integrar todos los ingredientes, levantar el hervor y cocer dos minutos.

Espolvorear la pimienta de cayena por encima de la carne y verter el contenido de la sartén. Mecer suavemente la cazuela para mezclar los ingredientes, tapar y llevar al fuego. Hervir a fuego suave durante 15 minutos, destapar y prolongar la cocción otros 10 minutos o hasta que el lechazo esté tierno.

Bajar el fuego al mínimo y agregar el chocolate. Remover delicadamente y cocinar durante cinco minutos, sin que hierva para que el chocolate no se queme.

Rectificar de sal, si procede, dejar reposar cinco minutos y servir.

A comer.

martes, 15 de marzo de 2022

Rollitos de berenjena con ragú de pollo, pasas y almendras

Uno de los platos que preparé con el ragú de pollo en olla lenta que hice hace unas semanas fueron estos rollitos. ¡Uf, qué cosa más buena! A pesar de comerlos dos días seguidos, con ganas me quedé de preparar más, pero luego pensé que me iba mejor congelar el ragú y hacerlos más adelante, por no repetirme, más que nada. Para darle un toque distinto al ragú y como al pollo y a la berenjena les va muy bien el dulce, añadí unas uvas pasas sin pepitas y para darle un toque crujiente, que me encanta, le piqué unas almendras tostadas, en trozos más bien grandecitos, para que se notaran. No quería hacer los rollitos con bechamel porque buscaba un plato más ligero y preparé una salsa de tomate y pimiento asado a la que no pude resistir la tentación de añadir un toque picante. El acabose, oiga, que no me besé porque no me alcanzo y como a mi edad ya no tengo abuelas, pues los piropos me los echo yo sola, ea. Ya lo dije antes, que me quedaron para chuparse los dedos, riquísimos.

Como la percepción del picante es algo muy particular, no pongáis toda la salsa sriracha desde el principio, id añadiendo y ajustando a vuestro gusto. Tampoco os emocionéis y le pongáis medio bote, que si no luego los rollitos no os van a saber a nada. Como os sobrará salsa, posiblemente, os sugiero utilizarla para aderezar pasta que es lo que hice yo: brutal, palabrita.

Si no os apetece hacer mi ragú de pollo, haced vuestra receta favorita de boloñesa, añadiéndole igualmente las pasas y almendras, en el caso de que utilicéis carne picada de cerdo o mixta o sólo las almendras si la carne es sólo de ternera y ponedle la salsa picante de tomate y pimiento asado. Os garantizo largas ovaciones en la mesa...

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

* Para los rollitos (18 unidades):

2 berenjenas de unos 300 gr. cada una

360 gr. de ragú de pollo

50 gr. de uvas pasas sultanas

30 gr. de almendras repeladas tostadas

AOVE

* Para la salsa:

250 gr. de salsa de tomate espesa casera

125 gr. de pimiento rojo asado

1 diente de ajo mediano

15 gr. de salsa sriracha

AOVE

queso mozzarella rallado

ELABORACIÓN:

* De la salsa:

Pelar el diente de ajo, eliminar el germen si lo tuviere y laminar muy fino. Confitar el ajo en una sartén pequeña con suficiente aceite de oliva virgen extra para que queden todos los trozos cubiertos. Una vez confitado (debe quedar blando y sin que tome color), añadir el pimiento rojo asado picado, subir el fuego y rehogar un minuto. Añadir la salsa de tomate y la sriracha y dejar que hierva cinco minutos. Triturar con la batidora de brazo y mantener caliente.

*De los rollitos:

Cubrir con agua caliente las pasas y dejar en remojo 30 minutos. Escurrir muy bien y añadir al ragú de pollo, así como las almendras groseramente picadas. Mezclar y calentar a fuego medio para que se comuniquen los sabores. Reservar al calor.

Lavar las berenjenas, eliminar el tallo y cortar 18 láminas finas con una mandolina o un cuchillo afilado. Reservar la berenjena sobrante para otra elaboración.

Untar ligeramente con aceite de oliva virgen extra una plancha eléctrica o una carmela. Calentar al máximo y asar las láminas de berenjena 15-25 segundos por lado o hasta que estén hechas.

Disponer las láminas de berenjena asada en la mesa de trabajo, rellenar con una cucharada sopera, aproximadamente, de ragú de pollo templado y formar rollitos.

* Del montaje:

Disponer un fondo de salsa caliente en una fuente que pueda ir al horno, colocar los rollitos encima y espolvorear con un poco de queso mozzarella rallado e introducir en el horno precalentado a 200º C, hasta que el queso se funda.

Servir inmediatamente.

A comer.

sábado, 5 de marzo de 2022

Espinacas con tahini, yogur y piñones

Me encanta la cocina de Yottam Ottolenghi, bueno, al menos la de sus libros y su página web y la de las recetas que publica semanalmente en The Guardian y me encantaría probarla en su restaurante pero Londres me pilla un poquitín lejos para ir a cenar en un momento de antojo, así que me conformo con replicarlas en casa con mayor o menor fidelidad. He leído dos de sus libros, Jerusalén, del que está adaptada esta receta y Dulce, que, sinceramente y a pesar de haber dicho antes que me gusta la cocina de Otollenghi, ese libro en general no me gustó, tal vez porque buscaba el estilo de comida de Jerusalén y me encontré con recetas bastante occidentalizadas y poco sorprendentes, que sí, no dudo que estarán riquísimas, de hecho muchas elaboraciones del libro han estado o están en la carta de su restaurante y tienen mucho éxito, pero yo creía que iba a encontrar el estilo del otro libro y para nada es el caso. Aún así tengo ganas de leer Simple, ya sólo el cómo está estructurado despierta mi curiosidad: sofisticado pero fácil (S), imprescindibles en la despensa (I), menos es más (M), pereza (P), listo con antelación (L) y exprés (E). A ver si lo adquieren en la biblioteca, que mi problema de espacio me obliga a limitar mis adquisiciones, aunque a veces peque y luego me encuentre con el problema de la slow cooker, que aún estoy buscando dónde colocarla...

La receta original está hecha con acelgas, que primero cuece y luego rehoga en aceite de oliva y mantequilla. Las he cambiado por espinacas que me gustan muchísimo más y no creo que haya perdido con el cambio, porque ha quedado un plato riquísimo; también me he cargado la mantequilla, por cierto. El secreto de la receta no está en la forma de cocinar la verdura, que no puede ser más tradicional, sino en la salsa, que a pesar de su simplicidad redondea el plato de una forma que a mí me ha encantado y que casi calificaría de sorprendente, haciendo que unas simples espinacas que en principio podrían resultar aburridas, se conviertan en un plato sabroso del que te quedas con ganas de repetir. Los piñones los sustituiré la próxima vez por almendras, pues aunque le van bien a la receta, éstas me gustan mucho más.

Apenas he modificado la receta original, salvo, claro está, en el cambio de acelgas por espinacas, en la eliminación de la mantequilla y en el ajuste de cantidades a una sola ración. También he quitado la sal de la salsa, para mi gusto no era necesaria pero ya sabéis que cocino con poca sal. Os animo a que hagáis esta receta, que si utilizáis espinacas de las que vienen ya lavadas es rapidísima de cocinar. Hay que empezar por la salsa para que vaya cogiendo sabor y una cosa muy importante, todos sus ingredientes tienen que estar a temperatura ambiente y una vez hecha no refrigerarla pues se añade a las espinacas calientes cuando ya están servidas y al no calentarse, baja la temperatura general del plato. Tampoco os paséis poniendo salsa porque sino no apreciaréis el sabor de la verdura.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

*Para las espinacas (una ración):

200 gr. de espinacas baby, lavadas, secas y cortadas a lo largo en tiras de 1'5 cm.

1'5 tsp de piñones repelados

1 diente de ajo grande, pelado sin germen y cortado en láminas finas

50 ml. de vino blanco seco

AOVE

sal

pimienta blanca molida

*Para la salsa (dos-tres raciones):

2 tbs de tahini

2 tbs de yogur tipo griego bajo en grasa, a temperatura ambiente

1/2 diente de ajo grande, pelado, sin germen y prensado

1/4 tsp de zumo de limón

agua

ELABORACIÓN:

Disponer en un cuenco la tahini, el yogur, el ajo prensado y el zumo de limón y remover hasta integrar todos los ingredientes. Añadir agua hasta conseguir una salsa espesa y fluida; yo he necesitado 25 ml., pero eso dependerá de la densidad de la salsa tahini y del yogur. Sazonar con sal, si se desea (yo no le pongo). Reservar a temperatura ambiente.

Disponer un fondo de aceite de oliva virgen extra en una sartén amplia y honda. Calentar a fuego fuerte y cuando el aceite esté muy caliente, apartar del fuego, añadir los piñones y dorarlos sin parar de remover y sin que se quemen, lo que hacen con mucha rapidez. Sacar los piñones a un plato y devolver la sartén al fuego. Agregar el ajo laminado y cocinar a fuego medio. Justo cuando empiece a tomar color, añadir las espinacas cortadas y el vino blanco y sazonar con sal y pimienta blanca al gusto. Subir el fuego a alto y rehogar, removiendo, hasta que las espinacas estén hechas, aproximadamente un minuto, deben quedar crujientes.

Poner las espinacas en el plato, añadir salsa de tahini y yogur al gusto, repartir por encima los piñones y agregar un chorrito de aceite de oliva virgen extra cruda. Servir inmediatamente.

A comer.

domingo, 10 de octubre de 2021

Pollo con arándanos rojos y manzanas

Leo en la prensa local “el sector hostelero espera llegar al cien por cien de ocupación en el puente de la Hispanidad”. No es que la noticia me llame la atención, era algo de esperar que en cuanto nos dieran “permiso” iba a ser la estampida general pero eso me lleva a pensar que a pesar de mascarillas y distancia social, hemos perdido el miedo o hemos normalizado la situación o estamos más perdidos que un pulpo en un garaje ya que con tanta norma según qué sitios, ya no sabes qué hacer, ¿tengo que guardar una distancia de metro y medio con el resto de consumidores en la cola de la caja del súper en la que estoy cinco minutos y no hablo con nadie y puedo ver un partido de fútbol en el estadio rodeada de gente bien cerquita por los cuatro costados y vociferando como energúmenos, menda incluida, durante 105 minutos? ¿qué pasa, que el virus come pero no es futbolero? ¿en Castilla y León podemos instalarnos toda la panda en la barra del bar para bebernos la destilería de Dyc y en Aragón nos tenemos que sentar bien formalitos y repartidos en las mesas y acercarnos a la barra sólo para pedir? ¿es que la virulencia aumenta cuanto más al norte?. A estas alturas no voy a entrar a debatir en la multitud de incongruencias a la que conlleva veinte gestiones distintas para la misma situación, pero es que algunas cosas claman al cielo. Esperemos que ya quede poco, que me estresa un poquito tener que informarme sobre la normativa local del destino vacacional, que no estudié tanto ni en el colegio y eso que las restricciones están ahora más unificadas.

Así que, para no tener que hacer un máster previo para cuatro días de vacaciones, este puente trabajo. Vaaaleee y porque alguien tenía que quedarse en la oficina. Para que os hagáis una idea de la estampida de la que hablaba, de once personas el lunes sólo trabajamos tres y porque no podemos cerrar, que si no... ¿Y vosotr@s, también habéis hecho las maletas u os habéis quedado a levantar el país, como se decía antes?.

Si no habéis salido, os animo a que cocinéis la receta de hoy. Sabe a otoño, con las manzanas y los arándanos rojos y es rica y sencilla. La receta es de Pan y Rosas y pensaba haberla seguido más fielmente, pero entre lo que cambié porque no tenía, lo que añadí porque me apeteció y lo que no puse porque se me olvidó, se ha distanciado un poco de la receta original, aunque en esencia es la misma.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

4 cuartos traseros de pollo

50 gr. de arándanos rojos deshidratados

2 manzanas

3 pimientas de cayena frescas

1 limón pequeño

4 dientes de ajo

1 pastilla de caldo concentrado de verduras

1 tbs colmada de tomillo seco

100 ml. de brandy

sal

AOVE

* Y además:

una bandeja apta para horno, preferiblemente provista de rejilla

ELABORACIÓN:

Precalentar el horno a 200º C, con calor arriba y abajo.

Disponer la bandeja de hornear, sin la rejilla, si se usa, en la superficie de trabajo.

Introducir en un recipiente el brandy y los arándanos rojos, dejándolos en remojo 30 minutos. Pasado ese tiempo, colar los arándanos, distribuir en la bandeja de hornear y reservar el brandy .

Lavar los cuartos traseros y secar con papel de cocina. Separar los muslos de los contramuslos y reservar.

Pelar los ajos, partir a lo largo y eliminar el germen, si lo tuvieren y añadir a la bandeja de hornear.

Lavar el limón y exprimirlo hasta obtener 20 ml. Eliminar el interior blanco de la piel del limón, reservar el zumo e incorporar la piel a la bandeja de hornear .

Lavar las pimientas de cayena. Perforarlas con un palillo o si se desea que aporten más sabor, picarlas menudas. Añadir a la bandeja de hornear y colocar la rejilla, si se usa.

Poner un buen fondo de aceite de oliva virgen extra en una sartén y llevar al fuego. Sazonar ligeramente las piezas de pollo y freír en el aceite bien caliente hasta que la piel empiece a tostarse. Pasar la carne a la bandeja de hornear a medida que se vaya friendo, colocándola con la piel hacia abajo. Una vez dispuestas todas las piezas, espolvorear con la mitad del tomillo seco.

Lavar y secar las manzanas. Cortarlas en octavos y descorazonarlas, introducir en la sartén y rehogar a fuego fuerte hasta que empiecen a dorarse. Sacar a un plato y reservar.

Dejar que el aceite sobrante pierda un poco de temperatura, añadir el brandy reservado a la sartén y la pastilla de caldo desmenuzada. Llevar a ebullición para evaporar el alcohol y desglasar los jugos.

Incorporar el contenido de la sartén a la bandeja del pollo e introducirla en el horno. Hornear 15 minutos, dar la vuelta a las tajadas, espolvorear por encima el resto del tomillo y hornear 5 minutos, incorporar los gajos de manzana, colocándolos entre el pollo y continuar horneando otros 10 minutos, añadiendo agua al asado si fuera necesario.

Dejar reposar cinco minutos antes de servir.

A comer.

jueves, 5 de agosto de 2021

Pan semi integral con yogur, cacao y pasas, en panificadora Lidl

Una receta sencillita, que estamos en verano y apetece más hacer otras cosas que estar en la cocina: un pan en panificadora que no tiene complicación ninguna ni trabajo, que todo lo hace la máquina. Sólo hay que estar pendiente de adicionar las pasas y quitar las palas. Y ya está, con poco esfuerzo o mejor dicho, ninguno, tenemos un pan apenas dulce, con un sutil sabor a chocolate, denso y tierno a la vez, con cuerpo, para comerlo sólo o con mantequilla o mermelada, muy rico y con ese toque de las uvas pasas que tanto me gusta. Hablando de las pasas, mi idea era haber puesto 100 gr. pero cuando cogí el paquete que ya tenía empezado, sólo me quedaban 80 gr., así que fue lo que puse, pero estaría mejor con los cien gramos que tenía pensado poner, porque queda, para mi gusto, un poco corto de pasas. Así que si lo hacéis, ya sabéis, ponerle 100 gr. que estará mucho mejor.

He utilizado la mitad del peso de la harina, de harina de trigo integral, aprovechando que con el color que le da el preparado para chocolate a la taza, pasa desapercibida, que por aquí hay quien no es muy aficionado a los productos integrales. También el cacao disimula un poco su sabor, así que, si como a mí os ponen pegas a la utilización de esta harina, en este pan ni la notarán.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:

255 ml. de leche desnatada, a temperatura ambiente

150 gr. de yogur tipo griego con un 2% de materia grasa, a temperatura ambiente

1 tsp de sal marina fina

2 tsp de azúcar blanquilla

300 gr. de harina de trigo de todo uso

300 gr. de harina de trigo integral

80 gr. de preparado en polvo para cacao a la taza (he utilizado Lacasa)

7 gr. de levadura seca instantánea de panadería

80 gr. de uvas pasas sultanas sin pepitas

ELABORACIÓN:

Verter en un bol la leche y el yogur. Mezclar con unas varillas manuales hasta que ambos ingredientes estén perfectamente integrados y reservar.

En otro bol, tamizar juntas las harinas y el preparado para cacao a la taza, incorporando al bol el salvado de trigo que vaya quedando en el tamiz. Reservar.

Sacar la cubeta de la panificadora e introducir los ingredientes por éste orden: mezcla de leche y yogur, sal, azúcar, mezcla de harinas y cacao y levadura instantánea en polvo.

Colocar la cubeta en el interior de la panificadora. Cerrar la tapa y conectar el aparato. Seleccionar el programa 4 (dulce), peso 1 kgr. y tueste bajo.

Cuando la máquina emita los tonos de aviso para incorporar ingredientes adicionales a la mitad del segundo amasado, sin sacar la cubeta incorporar las pasas, cerrar la amasadora y dejar que continúe con el programa.

Cuando la panificadora emita los tonos de aviso en la segunda fermentación, sacar la cubeta y con las manos húmedas quitar las palas amasadoras e introducir éstas inmediatamente en un bol con agua que las cubra para facilitar su posterior limpieza.

Al sacar las palas de la masa, es probable que ésta se haya dividido en dos o tres trozos, así que, con las manos todavía húmedas, sacarla a una superficie limpia y ligeramente húmeda (es una masa bastante tenaz aunque un poco pegajosa, pero se maneja bien) volver a unirlos sin manipular demasiado (sólo hay que juntar los trozos, no amasar) evitando burbujas de aire, introducir nuevamente la masa dentro de la cubeta y acomodarla. Colocar nuevamente la cubeta en la panificadora y continuar con el programa.

Una vez finalizado el programa, desconectar la panificadora, abrir la tapadera y sin sacar la cubeta de la máquina, dejar reposar el pan cinco minutos. Pasado ese tiempo, desanclar la cubeta, colocarla ligeramente oblicua por encima de los anclajes y sin sacarla de la panificadora, dejar otros cinco minutos dentro de la máquina. Sacar la cubeta y sin desmoldar el pan, colocarla encima de una rejilla durante otros 10 minutos. Finalmente, desmoldar y dejar enfriar por completo sobre la rejilla lejos de corrientes de aire. De esta forma, al enfriarse despacio, se arrugará menos la superficie del pan, endureciéndose ligeramente la corteza, lo suficiente para que al darle la vuelta no se aplaste y pierda su bonita panza.

No dejar el pan dentro de la cubeta más tiempo del que se indica, pues el calor residual va a formar humedad que no interesa que absorba la corteza del pan.

Una vez frío, introducirlo en una bolsa de plástico para que se conserve tierno por más tiempo.

A comer.

jueves, 10 de junio de 2021

Solomillo de pavo con almendras

De sobra es sabido que las averías nunca vienen solas. ¿Que se estropea la lavadora?, pues al lavavajillas le da envidia y también se avería y claro, el secador de pelo no iba a ser menos y gracias que la tostadora anda despistada, que si no, también se apunta al carro... En esta ocasión ha sido el coche. La semana pasada lo sacaba del taller previo abono de una factura de 400 € (todavía me da un perrenque cada vez que lo pienso) y ayer en la tarde me llama A diciéndome que el otro coche lo ha dejado tirado a casi 40 km. de casa y que lo vaya a buscar. Pues esta avería va a ser más gorda, así que la factura del otro coche me va a parecer peccata minuta cuando nos pasen la de éste. El chaval del taller me va a hacer la ola cada vez que aparezca por allí, pues está esperando que le llegue una pieza para otro vehículo que nos tiene que reparar. En mi próxima vida voy a estudiar mecánica del automóvil (o reparación de pequeño electrodoméstico, fontanería o algo similar, nada de Filosofía y Letras, por ejemplo, que con eso no se hace dinero) porque como sigamos así, veo que cuando me llegue la próxima nómina, le voy a dar el sobre al mecánico sin abrirlo.

En fin, que mientras me pienso si busco en la sección de “Anuncios Clasificados” del periódico un segundo empleo o pongo un puesto en la carretera y me dedico a vender el excedente de mi huerta, aquí os dejo un rico solomillo de pavo que he versionado a mi manera de Atrapada en mi cocina, un blog del que hago muchas recetas en casa, algunas tantas veces que las pobres ya no se parecen en nada a la original. Por cierto, última vez que me pongo a hacer fotografías justo antes de comer, pues tener al comensal presionando con la frasecita “anda, deja eso y vamos a comer” (¿y digo yo, cuándo voy a hacer las fotos, cuando te lo hayas comido?) no es nada bueno para la cuestión artística, que el final tiras media docena de fotos de cualquier manera y claro, el resultado deja mucho que desear. Pero el solomillo de pavo estaba rico, de verdad.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 solomillo de pavo de unos 345 gr.

50 gr. de cebolla

50 gr. de cebolleta

2 dientes de ajo medianos

20 gr. de almendras repeladas

100 ml. de vino blanco verdejo de Rueda (D.O.)

mezcla de 5 pimientas

sal

30 ml. de AOVE

agua

ELABORACIÓN:

Precalentar el horno a 200º C, con calor arriba y abajo.

Lavar el solomillo de pavo y secar con papel de cocina. Eliminar grasas e impurezas y reservar tapado a temperatura ambiente.

Eliminar la capa exterior y raíces de la cebolla y de la cebolleta. Cortar la primera en plumas finas y la segunda en aros de 1'5-2 cm. de ancho. Reservar.

Pelar los dientes de ajo, eliminar el germen si lo tuvieren, partir a la mitad a lo largo y reservar.

Poner el aceite de oliva virgen extra en una sartén pequeña y llevar al fuego. Agregar las almendras cuando esté caliente y freír cuidando que no se quemen. Sacarlas, escurriendo el aceite y reservar.

Freír en el aceite sobrante de la sartén y a fuego medio-alto, la cebolla, la cebolleta y los ajos, hasta que la cebolla y la cebolleta empiecen a dorarse. Sacar a un plato el contenido de la sartén, escurriendo el aceite.

Formar una cama con la cebolla, la cebolleta y los ajos, en una fuente apta para horno. Poner encima las almendras fritas picadas groseramente.

Embadurnar por todos lados el solomillo de pavo con el aceite de la sartén. Sazonar generosamente con sal y la mezcla de cinco pimientas recién molida y disponer en la fuente de horno, encima de la cama preparada. Verter el verdejo alrededor de la carne e introducir la fuente en el horno, colocando la rejilla a media altura.

Hornear 20 minutos a 200º C con calor arriba y abajo, vigilando que no se quede sin líquido y añadiendo un poco de agua si fuera necesario. Dar la vuelta a la carne, añadir un poco más de agua si hiciera falta y hornear otros 15 minutos a 200º C, calor arriba y abajo.

Conectar el grill, subir la rejilla una posición y hornear otros cinco minutos para que tome un poco de color.

Sacar el horno. Dejar reposar cinco minutos y servir con las verduras, las almendras y la salsa de la fuente. Acompañar, si se desea, con un poco de ensalada.

A comer.

martes, 1 de junio de 2021

Crema fría de espárragos verdes y calabacín, en robot Monsieur Cuisine Plus (MC+)

Aunque hoy en día los espárragos verdes frescos se encuentran en el mercado todo el año, su temporada ya está finalizando, al menos en esta zona y no quería que se acabara sin traer alguna receta al blog, así que aquí estoy con esta sencillita y suave crema ideal para consumir fría o a temperatura ambiente. Para los poco amantes de los espárragos, decir que su sabor es muy sutil y seguramente en el caso de utilizar espárragos de invernadero, casi ni se apreciará, al ser más suaves. Como los espárragos se van a triturar, es una receta ideal para aprovechar los tallos más duros, reservando las puntas, mucho más tiernas, para cocinarlas al vapor, que es, en mi opinión, como más ricos están los espárragos, tanto verdes como blancos.

Para hacer esta crema, he utilizado los tallos de un montón de espárragos de distintos grosores, mayormente finos, que recogí en la huerta y que debido a que las temperaturas, sobre todo las nocturnas, no han acompañado, han tardado más días de los deseables en crecer, en perjuicio de su ternura, pues el espárrago, para que sea fino y tierno, además de otras condiciones, necesita temperaturas cálidas de día y no demasiado frías de noche. Algo que este año no ha podido ser, con lo que apenas hemos podido disfrutar de los espléndidos espárragos que se cultivan por estos lares. En fin, habrá que esperar al año que viene para disfrutarlos hasta hartarse.

También utilicé para la crema el agua de cocer las puntas de los espárragos, pero se puede sustituir perfectamente por caldo de verduras o en su defecto, agua, aunque con caldo queda más sabrosa.

Al tratarse de una receta de aprovechamiento, es mi aportación del mes de junio al proyecto de Marisa, 1+/-100, desperdicio 0

que promueve la reducción del desperdicio en la cocina y el aprovechamiento de las sobras y la reutilización y reciclaje en general.

Después de una ausencia obligada, espero volver a retomar el ritmo habitual de publicaciones. La verdad que he pasado unas semanas complicadas, con mucho estrés y sin tiempo para nada, tanto que no he podido cocinar nada para el blog y aunque lógicamente no hemos dejado de comer, también es cierto que he entrado en la cocina lo mínimo y no os voy a decir que nos hemos alimentado sólo de ensaladas y filetes, pero casi.

Lo peor del parón, es que ahora no estoy nada inspirada y reconozco que me ha costado muchísimo trabajo volver, pues de hecho hace ya una semana que podía haberlo hecho, pero he acabado tan super saturada de ordenador, que sólo me he acercado a él para trabajar y eso porque no me queda más remedio.

Bueno, ya vale de quejarse, que así no se llega a ningún sitio. A ponerse las pilas y a espabilar. Y como si fuera un grito de guerra...

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

* Todos los pesos en limpio

165 gr. de tallos pelados de espárragos verdes (reservar las puntas para otra preparación)

250 gr. de calabacín, preferiblemente verde claro

50 gr. de cebolleta, con un poco del tallo verde

50 gr. de puerro, sólo la parte blanca

320 ml. de caldo de verduras o agua

20 ml. de aceite

sal

queso Grana Padano DOP, rallado

almendras tostadas

flores de aciano comestibles (opcional)

ELABORACIÓN:

Lavar y escurrir todas las verduras.

Coger cada espárrago por ambos extremos y doblarlo, sin forzar, formando un arco y hasta que chasque: lo hará por la parte que ya empieza a ser tierna. Reservar la parte de las yemas para otra preparación. Cortar y deshechar un trocito del extremo inferior de los tallos por si tuvieran algún resto incrustado de tierra, pelarlos, si fueran duros, trocear con las manos y reservar.

Eliminar las raíces y hoja exterior, tanto de la cebolleta como del puerro. Picar groseramente ambos ingredientes y reservar.

Despuntar el calabacín, cortarlo a lo largo en cuatro trozos y laminar cada trozo. En caso de utilizar la variedad verde clara, no es necesario pelarlo. Reservar.

Introducir los espárragos en vaso del MC+, colocar la tapadera y con el orificio tapado, pulsar la tecla turbo durante tres segundos. Abrir el vaso, bajar los restos, incorporar la cebolleta y el puerro, tapar de nuevo y volver a pulsar la tecla turbo otros tres segundos.

Abrir nuevamente el vaso, bajar los restos con la espátula y añadir el aceite y un poco de sal. Colocar la tapadera y con el orificio tapado, programar 10 minutos, 120º C, tecla rehogar.

Cuando pare el MC+, incorporar al vaso el calabacín, colocar la tapadera y programar 10 minutos, 90º C, velocidad 1, marcha atrás.

Añadir 250 ml. del caldo o agua y programar otros 10 minutos, 90º C y velocidad 1.

Triturar 30 segundos, velocidad 10 y sin temperatura o hasta conseguir una crema fina y homogénea, añadiendo el resto del caldo o parte de él según la densidad deseada. Rectificar de sal, volcar la crema en un recipiente y dejar que se enfríe. Una vez fría, tapar y llevar al frigorífico hasta el momento de consumir.

Servir fresquita, espolvoreada con abundante queso Grana Padano y almendras tostadas picadas groseramente y unas flores de aciano (si se usan).

A comer.

miércoles, 20 de enero de 2021

Calamar con salsa de almendras y canela

A veces, de visita por las cocinas ajenas, ves una receta y piensas “tiene que estar rico” y sigues navegando sin tomar nota. Pero en tu subconsciente queda la susodicha receta dando vueltas y en la retina la imagen del plato, de manera que aunque no la hayas apuntado, de vez en cuando te acuerdas de su existencia y te dices “tenía que cocinar aquéllo tan rico”, pero no es el momento y sigues a otras cosas. Sin embargo, la mente a veces es como una mosca cojonera y ahí sigue, dando la matraca con la recetita o la foto en cuestión, que casi la puedes oír decir “te la pienso estar recordando hasta que la cocines, que no te creas que voy a dejar que la olvides”. ¡Y luego no me acuerdo de lo que comí ayer!. Hasta que un día te das por vencida y recurriendo a tu memoria fotográfica, buceas en la red hasta que la encuentras, aunque no siempre tienes éxito y eres incapaz de dar con ella, como os contaba en la receta del tartiflette, lo cual es muy frustrante, dicho sea de paso, pero la mayoría de las veces ahí aparece, tal y como la recordabas.

Pues precisamente éso es lo que me paso con estos calamares. Los ví hace muchísimo tiempo en el blog Las Comidas de Carmen. Me pareció una receta rica y diferente a lo que yo cocino, pero como os contaba, ni la apunté, ni descargué, ni guardé en favoritos ni nada, bueno, la fotografía del plato quedó grabada en mi cabeza, la verdad y ahí ha estado, haciéndose presente de vez en cuando recordándome que tenía que hacerla hasta que por fin, le llegó su momento y ahora lamento no haberla guisado antes, pues nos ha gustado mucho, es un plato que pienso repetir y os invito a que lo hagáis, sobre todo si os gusta la canela, porque la da un sabor diferente y muy interesante. Eso sí, no le pongáis más de la indicada pues se adueñará de todos los sabores del plato hasta anularlos.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

375 gr. de anillas de calamar

50 gr. de cebolla

50 gr. de tomate

1 diente de ajo grande

1 ramita de perejil fresco (sólo las hojas)

100 ml. de vino blanco seco

25 gr. de almendras crudas repeladas

1/8 tsp de canela molida

50 ml. de agua

AOVE

sal

ELABORACIÓN:

Pelar la cebolla y cortarla en brunoise. Pelar, despepitar el tomate y picarlo en brunoise. Pelar el ajo, quitar el germen y laminar. Lavar el perejil y picar groseramente las hojas. Reservar todos los ingredientes por separado.

Enjuagar las anillas de calamar y retirar los posibles restos de impurezas. Dejar escurrir en un colador y reservar.

Poner un fondo de aceite de oliva virgen extra en una sartén pequeña. Calentar el aceite y freír el ajo laminado y las almendras enteras a fuego medio hasta que los primeros empiecen a dorarse. Sacar ajo y almendras y disponerlos en el vaso de la batidora de brazo.

En la misma sartén y añadiendo un poco más de aceite si fuera necesario, freír la cebolla y cuando empiece a tomar color, agregar el tomate y continuar cocinando hasta que las hortalizas estén hechas. Verter el contenido de la sartén en el vaso de la batidora, añadir las hojas de perejil y el vino blanco y triturar con la batidora de brazo hasta conseguir una salsa fina y homogénea. Reservar.

Poner un hilo de aceite de oliva virgen extra en una olla y saltear brevemente las anillas de calamar a fuego fuerte. Añadir la canela y rehogar unos segundos. Bajar el fuego e incorporar la salsa de almendras. Echar el agua en el vaso de la batidora, recoger los restos de salsa y verter en la olla. Cocer a fuego suave unos treinta minutos o hasta que el calamar esté tierno, añadiendo agua si fuera necesario.

Retirar del fuego, añadir sal al gusto y servir.

A comer.

lunes, 21 de diciembre de 2020

Berenjena rellena de arroz con frutas secas

Estoy un poco saturada de mirar y remirar recetas para estos días de fiesta y eso que para dos que vamos a ser en casa no hay que preparar mucho, pero siempre me gusta, con ocasión de cualquier celebración, esmerarme un poco y preparar platos diferentes de lo que comemos a diario, intentando siempre también que sean elaboraciones que no haya preparado nunca. Como eso no se improvisa, empiezo a buscar e incluso probar el menú sobre el mes de septiembre (vamos, que al final en casa sí comemos repetido, para quien los platos son una novedad es para los invitados, pero no voy a poner un plato en la mesa del que desconozco sus resultados, que luego vienen los disgustos), pero como este año ya se veía venir la situación, no me he decidido a preparar nada hasta que no ha empezado diciembre y ahora ando a la carrera. La mesa donde “trabajo” es un poema, llena de revistas plagadas de puntos de página marcando recetas susceptibles de cocinar, papeles con direcciones web de recetas que ya han pasado una criba previa de la carpeta de “pendientes”, post-it con sugerencias e ideas para platos propios... en fin, la “fiesta” que monto todos los años sólo que concentrada en tres semanas. Mi pareja me mira y me dice “pero no te compliques, que vamos a ser sólo tú y yo”. Jeje, que no me complique, dice, como si no me conociera, además que sé que lo dice con la boca pequeña, que luego disfruta mucho con lo que cocino, pero lo dice por no darme trabajo, que sabe que luego ando agotada y tardo en recuperarme varios días (¡asco de salud!) y si por él fuera, la cena de nochebuena y la de nochevieja serían un par de huevos fritos con una montaña de patatas fritas, de hecho me lo ha propuesto, por si colaba...

En fin, que para el día de navidad no voy a complicarme en absoluto, pues me ha pedido que prepare marisco y pescado y como siempre se conforma con lo que yo decido cocinar, voy a darle gusto con el menú. Para la noche anterior ya están programados entrantes varios y chuletillas de lechazo, así compenso el trabajo que dan los entrantes con el que no dan las chuletillas, pero aún me quedan por redefinir el resto de las comidas y cenas, con lo que de momento, la mesa seguirá igual de revolucionada, lo que ya me está poniendo un poquito de los nervios, pero menos mal que ya va a ser por pocos días.

Y mientras llegan las comidas de celebración, seguimos preparando cosas sencillitas, como esta berenjena, dulzona y sutilmente especiada, que ya he cocinado dos veces en poco tiempo. Salen dos raciones cumpliditas, pues el relleno queda con copete, lo que hay que tener en cuenta a la hora de elegir el segundo plato.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.

INGREDIENTES:

1 berenjena de unos 300-350 gr.

55 gr. de arroz de grano largo

3 nueces tipo California, sin cáscara

15 gr. de arándanos rojos deshidratados

15 gr. de ciruelas pasas sin hueso

10 gr. de piña deshidratada

2 tsp de pasta de curry rojo suave

4 tsp de leche desnatada

1 tbs de aceite de sésamo

1 tbs de aceite de girasol

sal

ELABORACIÓN:

Lavar la berenjena y sin cortar el tallo (así evitaremos que después se desarme la berenjena y nos ayudará en su manipulación), cortarla a lo largo. Realizar unos cortes en la carne de cada mitad de la berenjena siguiendo un patrón romboidal y cuidando de no llegar a la piel. Cuantos más cortes se practiquen, antes se asarán.

Colocar contrapeadas las dos porciones de berenjena en un plato llano, tapar con una tapadera apta para microondas y asar en éste 5 minutos a 800 watios de potencia. Dejar reposar otros 5 minutos dentro del microondas, sacar y comprobar el punto de cocción: si la carne no se despegara de la piel, asar nuevamente a intervalos de un minuto, con reposos también de un minuto, hasta que esté hecha. Posiblemente sólo haga falta un minuto o dos más, según lo tierna que sea. Cuando la temperatura de la berenjena permita su manipulación, retirar la carne con la ayuda de una cucharilla y con mucho cuidado para no romper la piel. Reservar tapadas las barcas de berenjena. Picar la pulpa y reservar separadamente de las barcas.

Cocer el arroz en abundante agua con sal el tiempo que se indique en el envase o según el gusto personal. Una vez cocido volcarlo en un escurridor y lavar bajo el chorro de agua fría para detener la cocción. Dejar que escurra todo el agua.

Cortar a la mitad los arándanos. Cortar del mismo tamaño las nueces, las ciruelas pasas y la piña. Ponerlo todo junto en un bol, mezclar y reservar.

Disolver la pasta de curry en la leche y reservar.

Disponer los dos tipos de aceite en una sartén grande y honda y llevar al fuego. Añadir el arroz escurrido cuando los aceites estén calientes y rehogar sin dejar de remover unos dos minutos hasta que se vea rehogado todo por un igual. Incorporar la pulpa de berenjena y rehogar dos minutos más. Agregar las frutas secas, mezclar y verter el curry diluido. Remover el conjunto hasta que absorba todo el líquido, rectificar de sal si procede, retirar del fuego y dejar reposar cinco minutos.

Salar ligeramente el interior de las barcas de berenjena y repartir el relleno de arroz y frutas. Dar un golpe de calor en el microondas y servir templadas.

A comer.