Sí, sin atajos. Nada de ponerle azúcar, vinagre balsámico o bicarbonato para acelerar el proceso. Solamente aceite, un poco de sal y tiempo para que la cebolla se haga con sus propios azúcares. Respecto al porqué del proceso de caramelización la cebolla, aconsejo leer la muy interesante entrada que Miriam, de El invitado de invierno tiene dedicada a este tema. Creo que no se puede explicar más y mejor.
Cebolla, aceite, sal y tiempo, mucho tiempo. El que yo indico es orientativo, ya que dependerá mucho de lo fina o gruesa que se corte la cebolla y sobre todo, de la clase, porque no tiene el mismo agua una cebolla de verano que una de invierno. Cuanto más agua tenga, más tierna será y quedará infinitamente más rica. Y también se reducirá más. Yo usé cebollas de hojas gruesas, con gran contenido en agua y por curiosidad las pesé una vez cocinadas y los 500 gr. iniciales se quedaron en ¡157 gramos!. Menos mal que luego cunde...
Venga, a lavarse las manos y a cocinar.
INGREDIENTES
500 gr. de cebolla
aceite de girasol
sal
ELABORACIÓN
Poner a calentar una
sartén amplia y honda con un buen fondo de aceite.
Pelar y cortar en juliana
la cebolla. Hacer los cortes en sentido paralelo al corazón de la
cebolla; de esta manera se deshará menos al cocinarse.
Agregar la cebolla a la
sartén cuando el aceite esté caliente. Remover bien para que se
impregne toda la cebolla con el aceite, salar ligeramente para
favorecer que la cebolla sude, tapar y dejar cocinar a fuego suave
cuarenta minutos o hasta que esté traslúcida, removiendo de vez en
cuando. Pasado ese tiempo, destapar y poner a fuego medio para que se
evapore todo el líquido que ha soltado la cebolla y empiece a
dorarse ésta cuando quede sólo aceite. Tardará en hacerse una
hora, aproximadamente, durante la que habrá que estar muy pendiente
para evitar que se queme.
Una vez hecha, escurrir
el aceite, si se desea y consumir.
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