
¡Uf, lo que me ha costado editar esta entrada! El ordenador se me puso borde y no había manera de que me abriera el archivo. Por más que le daba, ni caso, oiga, como si no fuera con él. Suspendí y le dí, nada, reinicié y le dí, nada, apagué, encendí y le dí, nada, blasfemé mucho (a ver si lo asustaba), nada y me dije “mañana será otro día” porque ayer anduve tarde y me puse ya por la noche a las mil y quinientas y la verdad que estaba cansada y no me apetecía seguir peleándome con la tecnología. Me fastidiaba porque era día de publicar, pero ya no daba más de mí. Así que lo dejé para hoy.
Me hubiera gustado publicar la receta esta mañana, pero después de desayunarme con un paseíto rapidísimo por mis blogs favoritos, me puse a hacer las muchas tareas que tenía que hacer. Conseguí encontrar un huequito casi al final de la mañana, pero el ordenador seguía en el mismo plan que el sábado y después de despotricar un rato (lo confieso, soy muy mal hablada) lo dejé para otro rato.
Y el otro rato por fin llegó y sin necesidad de intentarlo siete mil veces, el portátil decidió portarse bien y abrir el archivo a la primera. Albricias, qué felicidad, por fin puedo darle a la tecla, aunque sigo sin saber qué le pasaba al ordenador (si alguien lo sabe, por favor, que me lo explique, porque no es la primera vez que me ocurre y me repatea no saber porqué).
En fin, que aquí estoy, cumpliendo con mi cita bloguera. Y como ya os he dado la lata un rato con mis cuitas, paso a la receta.
Las cinco especias chinas es una mezcla muy popular en la cocina china. Aúna los cinco sabores, a saber, dulce, ácido, amargo, umami y salado. Se compone comunmente y en diversas proporciones de canela, anís estrellado, jengibre, clavo e hinojo, como la que he usado yo, siendo también muy habitual la mezcla que sustituye el jengibre por pimienta de Sichuan. Si queréis saber más, os recomiendo que leáis este artículo de Mercado Flotante, interesante web de la que también he adaptado la receta y que es una lástima que últimamente apenas se actualice.
No os voy a engañar. El solomillo queda buenísimo, sorprendentemente jugoso a pesar de que su color haga pensar lo contrario (supongo que es por el marinado previo), pero su sabor es fuerte, debido principalmente a la salsa de soja que no a la presencia de las especias y eso que cuando abrí el bote y me dio en la nariz el olor del anís estrellado no las tuve todas conmigo y más cuando pasaban las horas y aquéllo no perdía ni pizca de aroma y es que es una especia que no me gusta casi nada, pero quería probar la receta y me arriesgué, total si no me gustaba con no volver a hacerlo, asunto arreglado. Pues que conste que la pienso repetir, pues una vez cocinado, en la salsa quedan integrados todos los sabores, sin que ninguno destaque sobre los demás, salvo el característico de la soja, aunque queda arropado con la profundidad de matices del resto de condimentos. No sé explicarlo de otra manera, creo que hay que probarla para entenderlo.
La receta original acompaña el solomillo muy acertadamente con arroz y digo acertadamente porque éste ayuda a suavizar el sabor fuerte de las salsas. Yo no lo hice porque sé lo que pasa con el arroz cuando lo pongo de guarnición, que sólo lo como yo y opté por unas patatas con limón y orégano que con el sabor fresco del limón limpian el paladar de la intensidad de la salsa del asado.
Venga, a lavarse las manos y a cocinar.

INGREDIENTES:
1 solomillo de cerdo (400 gr., aprox.)
30 ml. de AOVE
* Para la marinada:
60 ml. de salsa de soja
30 ml. de vino blanco dulce
1 tbs de miel
15 gr, de jengibre fresco, pelado (peso sin piel)
1 diente de ajo grande, pelado y sin germen
1/2 tbs de mezcla de cinco especias chinas
* Y además:
una prensa de ajos
ELABORACIÓN:
* De la marinada:
Poner en un bol la miel y el vino dulce. Remover hasta la que la miel se disuelva y añadir después la salsa de soja y la mezcla de cinco especias chinas.
Trocear el jengibre pelado y prensarlo con la prensa de ajos sobre el bol de la miel para que caiga en éste el zumo de jengibre. Apretar bien para sacar todo el jugo posible.
Quitar y desechar las fibras de jengibre de la prensa y sin lavarla, introducir el ajo troceado y prensarlo sobre el bol de la miel. Remover su contenido.
* Del solomillo:
Disponer en un recipiente el solomillo entero y limpio de grasas e impurezas y verter por encima la marinada. Embadurnarlo bien, darle la vuela y repetir el proceso. Tapar el recipiente y llevar al frigorífico hasta el día siguiente, dando la vuelta varias veces a la carne para que se impregne bien de la marinada.
Al día siguiente, sacar el solomillo de la nevera al menos una hora antes de cocinarlo para que se atempere.
Precalentar el horno a 200º C con calor arriba y abajo.
Pincelar con el aceite de oliva virgen extra una bandeja de hornear adecuada al tamaño del solomillo. Escurrir éste de la marinada, reservándola y colocarlo en la bandeja, pincelarlo generosamente con el aceite, darle la vuelta y volver a pincelarlo. Verter alrededor el aceite sobrante e introducir la bandeja en el horno a media altura. Hornear 5 minutos a 200º C, con calor arriba y abajo, dar la vuelta a la carne y hornear otros cinco minutos.
Bajar la temperatura del horno a 180º C, dar la vuelta al solomillo, remover la marinada y pincelar con ésta la carne. Hornear 10 minutos, pincelando el solomillo 4-5 veces. Darle la vuelta, volver a pincelar y hornear otros diez minutos, pincelando la carne otras 4-5 veces.
Sacar la bandeja del horno, recoger todos los jugos y mezclarlos con la marinada sobrante. Reservar caliente la carne y poner al fuego la salsa. Reducir a fuego fuerte hasta que espese ligeramente.
Cortar el solomillo en medallones, salsear y servir acompañado de unas patatas con limón y orégano, si se desea.
A comer.
