Hay guisos que, de
hacerlos picantes a no, hay un abismo y es lo que le pasa a estos
mejillones, que sin la pimienta de cayena (o guindilla) resultan
demasiado insulsos. No hace falta que piquen mucho, con un poquito es
suficiente para que tengan “gracia”. Por supuesto que a quien le
guste mucho el picante y lo tolere, bien picantitos y con un buen pan
para mojar, que no se corte.
Esta receta la preparo
bastantes veces con mejillón cocido congelado ya que siempre tengo
en el congelador agua de cocerlos y tiene la ventaja de que si
quieres hacer medio kilo de mejillones, pongamos por caso, al estar
ya cocidos y limpios, medio kilo es medio kilo y no te arriesgas a
que como me pasó a mi esta vez que me salieron los mejillones pequeños
y malos y los dos kilos frescos se quedaron escasamente en
cuatrocientos gramos en limpio, que ya se que tienen mucha pérdida,
pero creo que nunca tanta. Y los compré donde siempre, pero esta
vez...
¿Sabíais que los
mejillones son buenos para el colesterol? O eso dice mi médico, así
que, si lo dice él, habrá que hacerle caso y comerlos más a
menudo, todo sea por la salud.
No se me ha olvidado la
sal. Yo no le pongo.
INGREDIENTES:
2 kgr. de mejillones frescos
80 gr. de cebolla
1 diente de ajo mediano
1 ramita de perejil
1 pimienta de cayena
1'5 tsp.
de pimentón agridulce de La Vera (IGP)
75 ml. de vino blanco
seco
200 ml. de agua de cocer
los mejillones
1 tbs. de harina
65 gr. de salsa de tomate
muy espesa
aceite
ELABORACIÓN:
Lavar bajo el grifo los
mejillones para eliminar la suciedad de las cáscaras. Disponerlos en
una olla con un dedo de agua y donde quepan ampliamente. Tapar y
llevarla a fuego alto. Voltear los mejillones para ir sacando a un
plato los de abajo a medida que se abran y cuezan. No cocerlos en
exceso ya que se endurecen además de encoger. Cuando la temperatura
permita manipularlos, separar los mejillones de las conchas y
eliminar éstas. Quitar con cuidado el biso de cada mejillón
cortándolo con unas tijeras. Eliminarlo y reservar los mejillones.
Colar el agua de cocción (mejor con un colador de tela) y reservar.
En una sartén mediana
con un fondo de aceite, pochar la cebolla previamente cortada en
brunoise junto con el ajo laminado, al que previamente le habremos
quitado la piel y el germen, el perejil lavado y picado menudo y la
pimienta de cayena, entera si no queremos que pique mucho o partida
si gusta más picante.
Una vez que la cebolla se
torne transparente, agregar la harina y rehogarla hasta que se ponga
dorada. Añadir el pimentón y rehogar. Incorporar a la sartén el
vino blanco, 200 ml. de agua de cocer los mejillones y la salsa de
tomate. Cocer a fuego suave diez minutos. No rectificar la densidad
de la salsa hasta añadir y cocer los mejillones. Pasados los diez
minutos, agregar los mejillones reservados. Cocer otros cinco
minutos. Al cocer los mejillones soltarán un poco de agua. Es ahora
cuando, si está demasiado espesa nuestro gusto, se rectifica con más
agua de cocer los mejillones, añadiéndola poco a poco para evitar
sobre cocerlos, porque eso sólo los estropeará.
Congelar el agua sobrante
para otras preparaciones.
A comer.
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