Cuando voy a hacer las
fotos de los platos que traigo por aquí, me paseo por toda la casa
buscando la mejor luz. En verano no es mucho problema porque por la
orientación que tiene resulta muy luminosa, lo malo es en invierno
que apenas entra sol por las ventanas y con mis nulos conocimientos
fotográficos resulta un suplicio hacer las fotos. En ocasiones las
hago en la terraza, pero reconozco que me da un poco de vergüenza
que me vean los vecinos (que me ven, que lo sé yo) preparando el
tenderete y haciendo fotografías, que seguro que piensan “ya está
la rarita esta haciendo fotos a la comida”, porque seguro que
desconocen que tengo un blog y creerán que tengo unas aficiones un
poco extravagantes. Por no hablar del aire, que en una de esas te
voltea el mantel sobre la comida, con el consiguiente manchurrón y
cabreo por mi parte, que ya me ha pasado varias veces. O como el día
que hice las fotos de este pollo, que se llevó por delante casi todo
el orégano con el que había espolvoreado el plato. Qué ganitas
tengo de aprender fotografía y así olvidarme de luces y aires. El
problema es que no tengo tiempo de ponerme a ello, ni una cámara
decente, porque la que utilizo es una compacta que tiene trece años
y eso en la era digital, es como si fuera de la prehistoria.
El pollo está muy rico,
con el toquecito de orégano y limón.
Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.
INGREDIENTES:
2 cuartos traseros de
pollo
25 ml. de zumo de limón
la piel de medio limón
100 gr. de cebolleta o
cebolla tierna
1 diente de ajo
200 ml. de caldo de pollo
(hecho con los huesos de los cuartos traseros)
50 ml. de vino blanco
seco
harina para sofreír el
pollo
1
tsp. de orégano seco y un poco más para espolvorear
colorante alimentario
(opcional)
aceite y sal
ELABORACIÓN:
Lavar los cuartos
traseros y deshuesar. Disponer los huesos en la olla rápida, cubrir
con 500 ml. de agua, colocar la tapadera y cerrar. Llevar a
ebullición y cocer 15 minutos contados desde que suba la válvula
del todo. Apagar el fuego y dejar que la olla pierda toda la presión
antes de abrirla. Abrir la olla, colar el caldo y reservar 200 ml.
Congelar el resto para otras preparaciones. Desechar los huesos.
Lavar un limón.
Exprimirlo hasta obtener 25 ml. de zumo y rallar la mitad de la piel,
evitando la parte blanca. Reservar zumo y ralladura.
Limpiar la cebolleta y
cortar en brunoise. Reservar.
Pelar el diente de ajo,
eliminar el germen si procede y laminar. Reservar.
Cortar la carne en dados
regulares y salar. Disponer una cucharada sopera de harina en una
bolsa de plástico no muy grande (las que se venden “para
bocadillos” tienen un tamaño muy apropiado), introducir unos
trozos de pollo, cerrar dejando una cámara de aire y sacudir para
enharinar el pollo; de este forma se evita que la carne tome excesiva
harina. Sacar los trozos enharinados a un plato, sacudiéndolos un
poquito y proceder de la misma manera con el resto del pollo.
Reservar.
Poner a calentar un fondo
de aceite en una sartén amplia. Cuando alcance temperatura, sofreír
el pollo por tandas hasta dorar ligeramente. Sacarlo a un plato y
reservar.
En la misma sartén,
añadiendo más aceite si fuera necesario, pochar la cebolleta y el
ajo con un poco de sal. Cuando esté todo pochado, incorporar los 200
ml de caldo reservados, la tsp.
de orégano, la ralladura y el zumo de limón y el vino blanco.
Cocer a fuego fuerte cinco minutos, agregar un poquito de colorante
alimentario (opcional), incorporar el pollo y cocer otros diez
minutos. Servir espolvoreado con un poco de orégano.
A comer.
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