sábado, 30 de mayo de 2020

Berenjena rellena de atún, espárragos y champiñones


¿Os acordáis de la quiche de relleno de berenjenas? Pues está hecha con el relleno de esta berenjena. Bueno, de ésta no, de otra que hice que como ya comenté en su día no calculé bien el relleno y me sobró una barbaridad. Como nos gustó mucho, volví a hacerla ajustando mejor las cantidades para que no sobrara relleno. Con las que os indico, se rellena una berenjena de tamaño medio de la que salen dos raciones hermosas.

He utilizado por primera vez el microondas para asar previamente la berenjena y me ha gustado mucho el resultado, tanto de la pulpa que queda tierna y jugosa, como por el tremendo ahorro de tiempo, ya que para asar la berenjena en el horno se tarda muchísimo más, motivo por el que no las cocinaba muy a menudo, dada mi habitual falta de tiempo. A partir de ahora eso va a cambiar, pues en el microondas se hacen en un momento y admiten gran variedad de rellenos, por lo que son muy versátiles.

Utilicé los últimos espárragos de mi huerto y eran finos, por lo que necesitaron poco tiempo de cocción, cosa que hay que tener en cuenta si se utilizan de tamaño medio.

Las fotos no le hacen justicia, pero es que hay días que una no está nada inspirada y salen como salen, pero dadles una oportunidad, porque de verdad que están muy ricas. Y si al final no os convencen, siempre podéis hacer una quiche...

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.


Reedito:


Lola, de Con Sabor a Huerto y Marisa de Thermofan, me han animado a que presente esta berenjena al proyecto 1+/-100, desperdicio 0 fomentado por Marisa para evitar el desperdicio de alimentos y el reciclaje en general y la verdad que sí se adapta a él, pues utilicé parte de los últimos espárragos de mi huerta y unos champiñones en conserva que compré hace tiempo y que estaban esperando pacientemente en un rincón de la despensa a que les tocara su turno.


Las dos también me han animado a que también la presente al proyecto "En Buena Onda" que Marisa y Elisa, de Que no te falte un perejil administran juntas para animarnos a utilizar más el microondas, aparatito que en la mayoría de las casas se utiliza sólo para calentar la leche y la comida. He de deciros que gracias a ellas lo uso cada vez un poquito más.


Así que como soy muy bien mandada,  allá que se va esta receta a ambos proyectos.




Ahora sí, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.




INGREDIENTES:


1 berenjena de 330 gr., aproximadamente


100 gr. de conserva de atún en aceite (peso escurrido)


40 gr. de espárragos verdes frescos finos (peso en limpio)


40 gr. de champiñón en conserva (peso escurrido)


50 gr. de cebolleta (peso en limpio)


100 gr. de salsa de tomate espesa


una punta de cuchillo roma, de pimienta blanca molida (generosa)


1/2 tsp. de orégano seco


aceite (del de la lata de atún)


sal


30 gr. de queso emmental rallado


queso de cabra curado


ELABORACIÓN:


Lavar la berenjena y sin cortar el tallo (así evitaremos que después se desarme la berenjena y nos ayudará en su manipulación), cortarla a lo largo. Realizar unos cortes en la carne de cada mitad de la berenjena siguiendo un patrón romboidal y cuidando de no llegar a la piel. Cuantos más cortes se practiquen, antes se asarán.

Colocar contrapeadas las dos porciones de berenjena en un plato llano, tapar con una tapadera apta para microondas y asar en éste 5 minutos a 800 watios de potencia. Dejar reposar otros 5 minutos dentro del microondas, sacar y comprobar el punto de cocción: si la carne no se despegara de la piel, asar nuevamente a intervalos de un minuto, con reposos también de un minuto, hasta que esté hecha. Posiblemente sólo haga falta un minuto o dos más, según lo tierna que sea.

Cuando la temperatura de la berenjena permita su manipulación, retirar la carne con la ayuda de una cucharilla y con mucho cuidado para no romper la piel. Reservar tapadas las barcas de berenjena. Picar la pulpa y reservar separadamente de las barcas.

Lavar los espárragos. Coger cada espárrago por ambos extremos y doblarlo, sin forzar, formando un arco y hasta que chasque: lo hará por la parte que ya empieza a ser tierna. Desechar (o guardar para un caldo o crema) la parte inferior dura de los espárragos y cortar la superior tierna en trozos de 2-3 centímetros de largo.

Preparar un bol con agua muy fría y reservar.

Llenar un cazo con agua, llevar a ebullición, añadir los espárragos cortados y escaldar 1-2 minutos desde que el agua recupere el hervor, según lo tiernos que sean y el gusto personal, (deberían quedar ligeramente crujientes). Escurrir e introducir inmediatamente en el bol de agua fría para cortar la cocción. Una vez se hayan enfriado por completo, sacar a un escurridor y reservar.

Escurrir el atún de su aceite, reservando éste y los champiñones del agua de conservación. Eliminar ésta y apretar ligeramente los champiñones para que suelten más agua. Picar los champiñones con un cuchillo y desmenuzar el atún con un tenedor. Mezclar ambos ingredientes y reservar.

Limpiar y picar la cebolleta menuda y pochar a fuego medio con un poco de sal, en una sartén honda y amplia con un fondo de aceite del de conservación del atún. Cuando se torne transparente, añadir los espárragos escurridos y cocinar 3 minutos, agregar la pulpa picada de la berenjena, tapar y cocinar 5 minutos, removiendo delicadamente un par de veces. Agregar el atún, los champiñones, la pimienta blanca molida y el orégano y continuar la cocción otros cinco minutos o hasta que la farsa espese. Rectificar de sal y pimienta blanca y dejar enfriar.

Cuando la farsa esté fría, añadir el queso emmental rallado y mezclar. Rellenar las barcas de berenjena y distribuir por encima unas lascas de queso de cabra curado. Disponerlas en una fuente que pueda ir al horno e introducir en éste, en frío, colocando la rejilla en la posición intermedia. Conectar el grill y calentar-gratinar hasta que se doren ligeramente.

Sacar del horno y servir inmediatamente.

A comer.





lunes, 25 de mayo de 2020

Empanadillas horneadas de pollo, níscalos y frutos secos



Creo que no hacía empanadillas desde las empanadillas horneadas de cebolla caramelizada, champiñones y queso azul que publiqué allá por marzo del año pasado y es que he de confesar que hacer empanadillas me da un perezón tremendo. El caso es que veo las obleas y pienso “qué ricas unas empanadillas, tenía que comprar un paquete y hacerlas” y la mayoría de las veces no lo compro porque ya me ha pasado que me ha caducado en el frigorífico y eso que si está en la parte más fría del mismo, duran muchísimo más que la fecha de caducidad que indica el fabricante.

Eso de las fechas de caducidad no termino de entenderlo. A ver: vale que hay que indicar una fecha en la que el producto puede haber perdido su cualidades e incluso haberse vuelto no apto para su consumo; vale que por seguridad alimentaria los fabricantes acorten la fecha real de caducidad, seguramente por si no se ha seguido bien la cadena del frío o no ha sido manipulado el producto correctamente una vez salido de fábrica, pero, sinceramente, ¿nunca os habéis comido un yogur un mes después de haber caducado, un brik de nata con dos meses de solera o unas obleas de empanadillas fallecidas hace más de tres meses? Yo sí. Y aquí estoy, bien lustrosa (a lo mejor por eso mismo, jeje). Conste que yo soy de las que cuando abre un envase de cualquier cosa pasada de fecha, primero lo huele, luego comprueba su textura y por último y si procede lo prueba. Y antes he comprobado que el envase no presentara roturas o abolladuras en la base, laterales y tapadera o cierre, así como que no estuviera hinchado (lo que también hago en el supermercado antes de comprar cualquier cosa, ya es una manía). Vamos, una inspección más profunda que la de un inspector de sanidad. Y nunca, nadie, se ha puesto malo después de haber comido algo cocinado por mí.

Todo esto me lleva a preguntarme porqué las fechas de caducidad (no hablo de las de consumo preferente) no son reales en casi ningún producto y sólo puedo llegar a la conclusión de que son una taimada maniobra de la industria alimentaria para fomentar el consumo: está caducado, lo tiro y compro otro. Tal vez me equivoque, pero no sé...

Estas empanadillas, bastante adaptadas del nº 48 de la revista “Saber cocinar” están muy ricas. De sabor suave por el pollo, se nota la sutil presencia de los níscalos y de los frutos secos, que junto con el toque ligeramente dulce de los arándanos hacen del relleno una mezcla muy equilibrada en sabores. Como congelan bien, doblo cantidades y me paso media tarde rellenando obleas, ya que después son muy socorridas. Para congelarlas, disponerlas extendidas y sin quitar el papel en una bandeja, introducir en el congelador y una vez congeladas, guardar en una bolsa indicando el relleno y la fecha de congelación.

A la hora de consumirlas, hay varias opciones: sin descongelar, freír (sin el papel) en una sartén con abundante aceite bien caliente y por tandas pequeñas para que no baje la temperatura y se abran o bien hornear (también sin el papel) a 180º C con calor arriba y abajo durante 25-30 minutos; también se pueden hornear descongelas de la misma forma que se indica en la receta, aunque en este caso no aconsejo freírlas debido a la humedad que adquiere la masa, que hace que se rompan con mucha facilidad, pero ya al gusto de cada uno.

No las rellenéis demasiado porque reventarán, tanto en el horno como en la sartén. Eso fue lo que me pasó a mí que para que el corte quedara más bonito, las llené en exceso y casi me toca hacer otra tanda para obtener alguna empanadilla más fotogénica.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.



INGREDIENTES:


* Para 16-18 obleas pequeñas

16-18 obleas de empanadilla, pequeñas

170 gr. de longaniza fresca de pollo

75 gr. de níscalos congelados

20 gr. de arándanos rojos deshidratados

5 gr. de almendra repelada cruda

10 gr. de pistachos pelados tostados

10 gr. de piñones repelados crudos

50 gr. de cebolleta o cebolla tierna

45 gr. de paté de pato a temperatura ambiente

mezcla de 5 pimientas, molida

sal

leche desnatada



ELABORACIÓN:


Poner los arándanos en remojo con agua caliente durante 30 minutos. Quitar el agua, dejar que escurran y secar con papel de cocina. Partir a la mitad si fueran grandes y reservar.

Descongelar los níscalos y picarlos menudos. Reservar.

Tostar en una sartén sin aceite y a fuego medio los piñones repelados. Una vez tostados sacarlos a un plato y a continuación tostar los pistachos pelados. Sacarlos a un plato cuando se doren ligeramente y tostar seguidamente las almendras repeladas. Sacarlas a un plato cuando estén tostadas y picar groseramente todos los frutos secos cuando se enfríen. Reservar.

Picar la cebolleta muy menuda y ponerla a pochar en una sartén con un fondo de aceite. Añadir un poco de sal para acelerar el proceso. Una vez esté blanda y transparente, añadir los níscalos y otro poquito de sal y cocinar hasta que se evapore todo el agua de vegetación de las setas. Apartar del fuego y sazonar al gusto con la mezcla de cinco pimientas. Reservar.

Poner a calentar a fuego medio un fondo de aceite en otra satén amplia. Cuando alcance temperatura, añadir la longaniza de pollo sin la tripa, rehogar sin dejar de remover y desmenuzando a la vez la longaniza con la ayuda de dos espátulas o cucharas de madera hasta dejar trocitos de un tamaño no mayor que un garbanzo gordo. Cocinar hasta que el pollo esté hecho pero conserve un color rosado en el interior de los trozos; partir uno al medio para comprobarlo. Incorporar en ese momento la mezcla de cebolleta y níscalos y los arándanos escurridos, mezclar y cocinar otros tres minutos.

Apartar la sartén del fuego, añadir los frutos secos picados y mezclar. Por último agregar el paté y remover el conjunto para homogeneizar. Rectificar de sal, si procede y dejar enfriar la farsa.

Sacar del frigorífico las obleas de empanadilla y dejar que se templen dentro de su envase. Eso facilitará su manejo y evitarán que se oreen.

Precalentar el horno a 220º C con calor arriba y abajo.

Disponer las obleas de empanadilla en la encimera, sin quitar el papel con el que vienen. Colocar en el centro de cada oblea una cucharada de la farsa y humedecer con agua el borde de las obleas; ir cerrándolas una a una doblándolas sobre sí mismas con la ayuda del papel y con cuidado para que no se salga el relleno. Disponerlas en una bandeja de horno ya sin el papel de soporte. Cuando estén todas, pintarlas con leche con una brocha de silicona.

Introducir la bandeja en el horno en la segunda posición empezando por abajo. Hornear 12 minutos y colocar la bandeja una posición más arriba. Hornear otros 4-5 minutos, según gusten de tostadas, sacar del horno y servir.

A comer.










miércoles, 20 de mayo de 2020

Endivias a la plancha con queso azul y nueces fritas



La “culpa” de que yo coma endivias la tiene Mariam, de  Recetecum. Me explico. Siempre que veía las endivias en la tienda, me quedaba con ganas de comprarlas, pero nunca lo hacía porque no me gusta nada su sabor amargo. Así se lo comentaba a Mariam en sus endivias gratinadas, donde ella decía que gratinadas perdían ese sabor. Me decidí a probar, me gustaron y desde entonces ya las he cocinado al menos media docena de veces, casi siempre como os enseño hoy. La verdad que así cocinadas no amargan nada o casi nada, dependiendo de lo tiernas que sean, pero es un amargor que puedo soportar. Así que le tengo que estar agradecida a Mariam por dos cosas, porque ahora puedo comerlas con gusto y porque he podido añadirlas a la cortísima lista de verduras y hortalizas que puedo cocinar para los dos, porque a mi pareja, que es muy especialito para todo lo “verde”, también le han gustado y mucho.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.








INGREDIENTES:


2 endivias

60 gr. de queso azul

10 ml. de leche desnatada

3 nueces del país

sal fina

aceite

* Y además:

un molinillo de café



ELABORACIÓN:

Moler la sal fina en el molinillo de café hasta conseguir un polvo fino. Reservar.

Poner un fondo de aceite en una sartén pequeña y calentar a fuego medio.

Cascar las nueces procurando que el fruto quede en cuatro partes. Añadirlas a la sartén cuando esté caliente y freír hasta que empiecen a cambiar de color y sin dejar de remover, hay que estar muy atenta porque las nueces se queman enseguida. Sacarlas a un plato dispuesto con un papel absorbente de cocina y reservar el aceite sobrante. Inmediatamente colocar otro papel de cocina encima y presionar ligeramente para retirar el exceso de aceite. Enseguida pasar por la sal molida, sacudiendo el exceso, disponer en un plato y picar groseramente cuando se enfríen. Reservar.

Eliminar las hojas exteriores feas de las endivias, si procede. Limpiarlas con un paño húmedo y cortarlas al medio a lo largo.

Untar una plancha eléctrica o una sartén amplia con el aceite sobrante de freír las nueces y calentar a fuego medio-alto. Una vez alcance temperatura, disponer las endivias con el corte hacia arriba y cocinar a fuego medio 5 minutos, aproximadamente, según el tamaño y gusto personal; darles la vuelta, bajar un poquito el fuego y cocinar entre 5 y 7 minutos, al gusto.

Mientras, disponer el queso desmenuzado junto con la leche en un cazo pequeño y calentar a fuego bajo hasta que se deshaga el queso. Mantener caliente.

Poner las endivias en los platos de servicio, regar con la salsa de queso, espolvorear las nueces fritas por encima y servir inmediatamente.

A comer.






viernes, 15 de mayo de 2020

Coca de llanda


¡Por fin hice una coca de llanda! La de tiempo que llevaba queriendo hacerla pero el caso era que unas cosas por otras, no veía momento. Tengo bastantes recetas apuntadas de coca de llanda y no sabía por cuál decantarme, así que, siguiendo el consejo de Marisa de Thermofan , me decidí por una receta de una valenciana ya que es un dulce típico de esa Comunidad pero, ¿cuál escoger?, pues ya que ella me había dado el consejo, su receta, así que si no me gustaba, la “culpa” era suya y si me gustaba, ya sabía a quién atribuirle el mérito.

¿Y qué deciros? Seguro que muchas de vosotras ya la habéis probado e incluso cocinado, pero en mi caso era la primera vez tanto de lo uno como de lo otro y no pude resistirme a la tentación ni esperar a la sesión de fotos, aunque en mi descargo he de decir que ya había poca luz pues era última hora de una tarde llena de nubarrones negros, total que agarré un cuchillo y... qué cosa más rica, tierna y esponjosa. Si queda todavía alguien por ahí que no la haya horneado, que no tarde tanto como yo, pues no sabe lo que se está perdiendo.

He seguido la receta de Marisa salvo en lo relativo a la leche, que la he utilizado desnatada que es la que tomamos en casa. En cuanto a la almendra molida, creo que ya os he contado que tengo media docena de almendros, por lo que siempre tengo algunas almendras peladas y repeladas y las muelo con un molinillo manual al momento de utilizarlas para que así conserven todo su sabor. El caso es que sólo tenía 13 gramos de almendra repelada y sabía que si tenía que escaldar las que me faltaban y dejarlas secar hasta el día siguiente, ya que la humedad del escaldado hace que se pongan un poco correosas y resulta muy difícil molerlas, era fácil que, otra vez, quedara sin hacer. Así que se las puse sin repelar, por eso se ven esos trocitos oscuros en la coca.

Ya se me olvidaba: gracias Marisa por la receta.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.



INGREDIENTES:


* Todos los ingredientes a temperatura ambiente

3 huevos tamaño L

250 gr. de azúcar blanquilla fina

70 gr. de almendra molida (pelada o repelada, al gusto)

200 gr. de aceite de oliva suave

70 gr. de zumo de naranja natural sin filtrar

250 gr. de leche desnatada

400 gr. de harina de trigo de todo uso

3 sobres dobles de gasificante

azúcar blanquilla para espolvorear

canela molida para espolvorear


* Y además:

Un molde de 27'50 cm. x 37 cm.


ELABORACIÓN:


NOTA: Los tiempos, temperaturas, fuentes de calor y posición de la bandeja en el horno que se indican, son los que funcionan en mi horno. Como no hay dos hornos iguales (ni siquiera siendo de la misma marca y modelo), cada cual deberá adaptar la forma de cocción a su horno, aunque probablemente las correcciones habrán de ser mínimas.

Encamisar el molde con papel de hornear y reservar.

Precalentar el horno a 200º C con calor arriba y abajo.

Tamizar juntos en un bol la harina y el contenido de los seis sobres de gasificante. Reservar.

En otro bol más grande, cascar los huevos y añadir el azúcar, el aceite de oliva, el zumo de naranja y la leche. Batir con la batidora de brazo hasta integrar todos los ingredientes. Añadir la mezcla de harina y gasificante en dos o tres veces, batiendo hasta que no queden grumos. Es una mezcla muy densa, así que al final costará un poco. Cercionarse de que no queda ningún grumo de harina y agregar la almendra molida. Integrarla con una espátula. Trabajar deprisa pues el gasificante empieza a actuar en el momento que entra en contacto con ingredientes líquidos.

Verter la mezcla en el molde, repartiéndola por toda la superficie con la ayuda de la espátula.

Espolvorear abundantemente por encima con azúcar blanquilla primero y con canela después.

Bajar la temperatura del horno a 180º C, poner el calor sólo por abajo y colocar la rejilla en la tercera posición contando desde abajo. Colocar encima el molde, cerrar la puerta del horno y hornear 27 minutos.

Pinchar el centro de la coca con una brocheta para comprobar el punto de cocción, si sale seca, ya está hecha, si no, dejar otros dos minutos.

Sacar el molde, colocarlo sobre una rejilla y dejar enfriar durante diez minutos. Pasado ese tiempo, desmoldar la coca con la ayuda del papel de hornear y disponerla sobre una rejilla para que termine de enfriarse. Manipular con cuidado pues es un bizcocho muy frágil.

Degustar cuando enfríe con un café, un chocolate o a palo seco.

A comer.

domingo, 10 de mayo de 2020

Pollo en salsa de espárragos verdes y nueces con torreznitos de beicon ahumado



Si no os gustan los espárragos verdes, gracias por pasar por aquí, pero ésta no es vuestra receta. Porque el pollo sabe a espárragos y mucho. Ahora bien, si os gustan tanto como a mí, continuad leyendo y aprovechad ahora que están en temporada.

Si podéis conseguir espárrago triguero, mejor, porque tiene otro sabor más pronunciado; en ese caso, sería conveniente utilizar la mitad triguero y la mitad verde cultivado, pues con todos de los primeros tal vez quede demasiado fuerte de sabor.

Como lo más probable es que los tengáis que comprar, adquirid unos que sean finos o medianos, que salen algo más económicos y utilizar de los gordos para triturarlos es una lástima. Yo he usado de los de mi huerta, que aún no siendo trigueros, si son “asilvestrados”, pues crecen a su libre albedrío sin que nadie los cuide, por lo que su sabor está a caballo entre los cultivados y los silvestres y por supuesto son delgados, tanto que muchas veces los utilizo crudos en la ensalada o rehogados sin cocer en los revueltos. Los más gruesos los reservé para la guarnición, pero la mayoría tenían el tamaño de ese pequeñito que se ve en la foto.

Y hablando de fotos. ¡Qué guerra me han dado éstas! Porque la salsa quedó bastante verde pero en las fotografías da ese color verde-puré-de-bebé que si alguno pudiera hablar diría “yo eso, con ese color, no me lo como” y con razón, porque resulta todo menos atrayente. Pero de verdad que al natural era un verde más vivo y bonito. No sé cómo harán los fotógrafos profesionales, pero las fotos que hice con filtros sí mejoraban el color verde, pero el resto de los colores no eran naturales y no sólo me parecía un engaño, sino que además tampoco me gustaban.

No como la que le hice a la cazuela, que cuando la preparé para ponerla al fuego la vi tan bonita, verde y llena de color que no pude por menos que hacerle un par de fotos y de aquélla manera, además, porque no pensaba publicarlas, pero ya me alegro, visto el resultado posterior.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.




INGREDIENTES:


* Todos los pesos en limpio

2 cuartos traseros de pollo

300 gr. de espárragos verdes finos

50 gr. de cebolleta, incluyendo parte verde

30 gr. de apio

1 rama de romero fresco de unos 10 cm. de largo

1 rama de orégano fresco de unos 15 cm. de largo

1 ramita de perejil

25 gr. de nueces del país

50 gr. de beicon ahumado en un trozo

500 ml. de agua

harina

AOVE

sal




ELABORACIÓN:


Picar groseramente las nueces en trozos pequeños y reservar.

Lavar las ramas de romero, orégano y perejil, cortar las hojas desechando los tallos y reservar aquéllas.

Limpiar la cebolleta y el apio. Picar menudos ambos y reservar.

Lavar los espárragos. Coger cada espárrago por ambos extremos y doblarlo, sin forzar, formando un arco y hasta que chasque: lo hará por la parte que ya empieza a ser tierna. Desechar (o guardar para un caldo o crema) la parte inferior dura de los espárragos. Cortar las puntas de diez o doce espárragos dejando un trozo de tallo de quince centímetros (medido desde la punta) y reservar. Cortar los trozos sobrantes y el resto de los espárragos en trozos de 4-5 centímetros de largo y reservar.

Preparar dos boles con agua muy fría y reservar.

Llevar a ebullición 500 ml. de agua. Cuando alcance el hervor, agregar los espárragos troceados y escaldar (sin sal) durante un minuto desde que el agua recupere el hervor. Escurrir, reservando el agua de cocción e introducir inmediatamente en uno de los boles de agua fría para cortar la cocción. Cuando se hayan templado, sacar a un escurridor y reservar.

Volver a llevar al fuego el agua de cocción de los espárragos, agregar suficiente sal para que quede ligeramente salada (o al gusto) y llevar a ebullición. Cuando alcance el hervor, introducir las puntas de espárragos reservadas y escaldar durante dos o tres minutos desde que el agua vuelva a hervir, según lo tiernos que sean y el gusto personal, (deberían quedar ligeramente crujientes). Escurrir, reservando el agua de cocción e introducir inmediatamente en el otro bol de agua fría para cortar la cocción. Dejar enfriar por completo, sacar a un escurridor y reservar.

Cortar el beicon en bastoncitos y dorar muy despacio en una sartén sin aceite hasta que haya soltado toda la grasa y quede churruscado. Escurrir reservando la grasa sobrante, sacar los torreznitos a un plato y reservar.

Lavar el pollo, secar con papel de cocina, eliminar el exceso de grasa y los restos de plumas, separar los muslos de los contramuslos, enharinar ligeramente las piezas de pollo retirando el exceso de harina y reservar.

Agregar un fondo de aceite de oliva virgen extra a la sartén que contiene la grasa del beicon y calentar. Dorar a fuego fuerte el pollo enharinado y sacar las tajadas a una cazuela baja donde quepan todas en una sola capa, colocándolas con la piel hacia arriba. Dejar que el aceite pierda un poco de temperatura, añadir algo más si fuera necesario e incorporar la cebolleta y el apio.

Pochar a fuego bajo los vegetales sin que se doren; cuando estén cocinados, incorporar los espárragos troceados y rehogar dos minutos. Volcar el contenido de la sartén en la cazuela del pollo, añadir las hierbas aromáticas deshojadas y 350 ml. del agua de cocción de los espárragos.

Tapar la cazuela y cocer durante 45 minutos o hasta que el pollo esté tierno. A los diez minutos de cocción, dar la vuelta a las tajadas y continuar cocinando sin volver a voltear el pollo.

Una vez cocinado, sacar el pollo a un plato y la salsa al vaso de la batidora de brazo. Triturar la salsa con la batidora de brazo y pasarla por un chino o pasa-purés para conseguir una salsa fina. Devolver la salsa a la cazuela y cocer a fuego fuerte para reducirla; pasados 5 minutos, añadir el pollo y las nueces picadas y continuar la cocción otros 5 minutos para que el pollo recupere la temperatura.

Apartar del fuego, rectificar de sal si fuera necesario, dejar reposar cinco minutos y emplatar, disponiendo un cuarto trasero por plato, la mitad de las puntas de espárrago reservadas a un lado y la mitad de los torreznitos de beicon, a los que previamente se les habrá dado un golpe de calor en el microondas, por encima del pollo.

A comer.






martes, 5 de mayo de 2020

Verdel o caballa en escabeche, al horno



Hoy no me encuentro con ánimo para daros la lata un rato desde este rincón. Hace unas horas fallecía mi tío A. como consecuencia de esta peste del siglo XXI. Su carnet de identidad decía que tenía 70 años, pero era algo que desmentían tanto su aspecto físico como su vitalidad, energía y ganas de vivir. Estaba muy grave y no ha podido superar la enfermedad. Su fallecimiento, como todos, es muy triste y deja un vacío que irá poco a poco desapareciendo, pero lo que nunca desaparecerá será esa sensación como de abandono por no haber podido estar con él para despedirlo y sobre todo, no haber podido abrazar, besar, tocar, consolar e incluso sonreír tristemente a su familia en estos momentos en los que tanto necesitan saber que no están solos. Los entierros y funerales, no son sólo para despedir a los muertos, sino que también y mucho, para ayudar a los vivos a iniciar el duelo. Creo que hasta ahora no me había dado cuenta realmente de la huella tan honda que va a dejarnos esta enfermedad, tanto como individuos como sociedad.

Una receta muy sencilla en la que no se fríe el pescado previamente como en la mayoría de los escabeches. Ha quedado muy suave, tanto de textura como de sabor. La receta está muy adaptada de aquí.

Lo siento, hoy no doy para más.

Venga, manos limpias, cuchillo afilado y a cocinar.




INGREDIENTES:


4 caballas (verdel) de ración

200 ml. de aceite

200 ml. de vinagre de vino blanco

100 ml. de agua

1/4 tsp. de pimienta negra en grano

1/2 tsp. de semillas de cilantro

2 hojas grandes de laurel o cuatro pequeñas

1 rama de romero de unos 10 cm.

2 ramas de tomillo limonero de unos 10 cm. cada una

la piel de medio limón pequeño o la de un cuarto de limón grande

25 gr. de dientes de ajo (peso con piel)

45 gr. de cebolleta

sal



ELABORACIÓN:


NOTA: Los tiempos, temperaturas, fuentes de calor y posición de la bandeja en el horno que se indican, son los que funcionan en mi horno. Como no hay dos hornos iguales (ni siquiera siendo de la misma marca y modelo), cada cual deberá adaptar la forma de cocción a su horno, aunque probablemente las correcciones habrán de ser mínimas.

Pedir en la pescadería que limpien de tripas el pescado pero que le dejen las cabezas. Con éstas, las caballas se desarmarán menos y será más fácil manipularlas.

Precalentar el horno a 110º C, con calor arriba y abajo.

Lavar bien las caballas por dentro y por fuera y salar ligeramente. Disponerlas en una fuente apta para horno donde queden con cierta holgura, pero no demasiada.

Lavar los dientes de ajo sin pelar, eligiendo aquéllos que no tengan germen, la piel del limón sin la parte blanca, las hojas de laurel, el romero y el tomillo-limón y añadir todo a la fuente del pescado. Agregar también la pimienta negra en grano y la mitad de las semillas de cilantro enteras. Machacar groseramente en el mortero el resto del cilantro e incorporar a la fuente.

Pelar y lavar la cebolleta. Si fuera fina, cortar en rodajas gruesas y en plumas si fuera más gordita. Ponerla en la fuente del pescado junto con el aceite, el vinagre de vino blanco y el agua. El pescado debería quedar cubierto hasta la mitad. Si no fuera así, añadir más aceite, vinagre y vino, proporcionalmente, hasta completar.

Colocar encima de la fuente de las caballas una bandeja apta para el horno y que encaje con la fuente: la idea es tener un mini-horno dentro del horno. Si no fuera posible, tapar con papel de aluminio ajustándolo a los bordes de la fuente para que el pescado no pierda humedad.

Bajar la temperatura del horno a 100º C y colocar la rejilla en la tercera posición empezando por abajo. Introducir la fuente de los verdeles y hornear una hora u hora y cuarto si fueran muy grandes. A la media hora, sacar la bandeja y dar la vuelta a las caballas con mucho cuidado y cogiéndolas por los extremos, volver a colocar la bandeja-tapa o el papel de aluminio y continuar con el horneado. Una vez finalizado éste, sacar la fuente del horno y sin destapar, dejar que se enfríe hasta que alcance la temperatura ambiente. Entonces, introducir en el frigorífico, siempre tapado y esperar al menos 24 horas antes de consumir, a temperatura ambiente, aunque gana más pasadas 48 horas.

A comer.




viernes, 1 de mayo de 2020

Quiche de relleno de berenjenas



Durante casi dos años trabajé cerca de la Casa-Museo Sorolla, en Madrid. Todos los días pasaba dos veces por delante de la puerta, al ir y al volver a la oficina y casi no había día que me dijera “tienes que ver este museo”. Por entonces cerraba a medio día, así que lo más práctico para mí, viviendo lejos como vivía, era quedarme un día a comer por la zona y visitarlo por la tarde. Se me ocurrió comentarlo en la oficina y alguna de las compañeras se apuntó a mi plan, pero... las unas por las otras, lo fuimos dejando y cuando ya ¡por fin! nos decidimos a organizarlo, resultó que la Casa-Museo cerró por obras. Como lo cuento. Unos meses después, cuando dejé de trabajar en esa oficina, las obras no habían finalizado, con lo que, por el momento, la visita quedó aplazada sine die, pues ahora el trabajo lo tenía mucho más lejos de casa que antes y por supuesto, mucho más lejos del museo. Y lo que pasa en ciudades grandes como Madrid, que sí, que tienes de todo, pero como pocas veces está a mano, tienes que organizarte muy bien para disfrutar de todo lo que te ofrece y esto no es una crítica, que a mí me gustaba vivir en Madrid, pero la realidad es ésa. Total, que fue pasando el tiempo (bastante, lo confieso), me vine a vivir al pueblo y la visita quedó por hacer.

Todo esto para contaros que una tarde que no tenía ganas de hacer nada, aunque ya sabéis que en una casa siempre hay trabajo pero tenía el día perro, qué le vamos a hacer, me dispuse a curiosear por internet y al abrir la aplicación, apareció un enlace directo que rezaba “visita los museos más famosos desde casa”. Y allá que fui o mejor dijo, pinché y se abrió ante mí todo un universo de arte en forma de museos de arte contemporáneo, de historia natural, arqueología, pintura, escultura, vestido, antropología, historia... pero no sólo museos y colecciones de arte, también visitas a monumentos, palacios y castillos e incluso a ¡La Casa Blanca!, pues la página en cuestión recoge enlaces a sitios web de todo el planeta. Algunas páginas ofrecen visitas virtuales bastantes completas, otras no tanto; en cualquier caso para perderse horas y horas disfrutando del arte en muchas de sus manifestaciones. Por citar algunos ejemplos, se puede visitar el monumental Palacio de Schönbtunn en Viena (Austria), conocido como el Versalles vienés, el maravilloso Museo del Oro de Bogotá (Colombia), el curioso Museo Nacional de la Muerte de Aguascalientes (Méjico) y un poquito más cerca, el bonito Museo de Art Nouveau y Art Dèco-Casa Lis de Salamanca, éste último un museo que ya me encantó hace veinticinco años cuando lo inauguraron y que seguro que ahora que habrá aumentado sus fondos, tiene que ser una maravilla; si alguna vez vais a Salamanca, la visita a la Casa Lis es obligada. ¡Ah, y por fin se me logró visitar la Casa-Museo de Sorolla, virtualmente, pero la visité!.

Después de una entrada tan involuntariamente larga, deciros que esta quiche surgió de la necesidad de aprovechar un relleno sobrante de unas berenjenas, que el día que las hice calculé fatal y me sobró una barbaridad. Podría haber hecho unos canelones o una lasaña, pero ya hago una rellena de berenjena (que no tardando caerá por aquí) y me apetecía algo diferente. Y resultó estar riquísima. Así que ya sabéis, si alguna vez os sobra relleno de berenjena o de calabacín, reconvertidlo en una tarta salada y si es poco, en tartaletas, que son muy apañadas para poco cantidad, además de monas.

Os dejo ya con la receta, que por supuesto va a formar parte del proyecto 1+/-100, desperdicio 0


auspiciado por Marisa para fomentar el reciclaje y la reutilización.

Venga, a lavarse las manos y a cocinar.



INGREDIENTES:


* Para la masa:


75 gr. de harina de trigo con levadura (tipo bizcochona)

25 gr. de harina de trigo integral

15 ml. de aceite de una lata de atún o de AOVE

50 ml. de agua

sal


* Para el relleno:


330 gr. de relleno sobrante de unas berenjenas (de atún, espárragos y champiñones, en este caso)

3 huevos tamaño M

50 ml. de nata con un 18% de materia grasa (de la de cocinar)

una pizca de orégano seco

queso emmental rallado

sal


* Y además:


un molde redondo de 16 cm. de base y 4'5 cm. de alto



ELABORACIÓN:


NOTA: Los tiempos, temperaturas, fuentes de calor y posición de la bandeja en el horno que se indican, son los que funcionan en mi horno. Como no hay dos hornos iguales (ni siquiera siendo de la misma marca y modelo), cada cual deberá adaptar la forma de cocción a su horno, aunque probablemente las correcciones habrán de ser mínimas.


* De la masa:

En un bol amplio, poner las harinas, el aceite del atún en conserva o de oliva virgen extra y un poco de sal y mezclar con una cuchara de palo. Añadir la mitad del agua y volver a mezclar. Se formarán como unas migas. Dejar que la harina se hidrate un par de minutos y amasar la mezcla dentro del bol, incorporando el agua poco a poco hasta que apenas se pegue a las manos. Lo más probable es que no haga falta todo el agua, pero eso dependerá del grado de absorción de las harinas.

Como es poca cantidad, resulta difícil de manejar, pero con un poco de paciencia se consigue.

Hacer una bola con la masa, que aún se notará un poco húmeda, taparla con un paño limpio y dejar reposar 45 minutos. Pasado ese tiempo las harinas habrán terminado de hidratarse, aunque la masa resultará seca debido a la harina integral.


* Del relleno:

Batir los huevos como para tortilla, añadir la nata, una pizca de orégano y el relleno de berenjenas. Remover para homogeneizar y rectificar de sal, si procede. Reservar.


* Del montaje de la tarta y horneado:

Precalentar el horno a 200º C con calor arriba y abajo.

Sobre una superficie de trabajo limpia y sin enharinar, estirar la masa con el rodillo lo suficiente para cubrir el molde y lo más fina posible. Si la masa tiende a encogerse al estirarla, ir dándole reposos de cinco minutos hasta que se relaje el gluten y resulte manejable. Acomodarla en el molde procurando que no queden bolsas de aire en la base y retirar el sobrante con el rodillo si se desea o no hacerlo si se quiere darle a la quiche un aire rústico.

Si la masa ha quedado bien hecha, no hará falta enharinar ni la superficie de trabajo ni el rodillo, pues no se pegará. Tampoco será necesario encamisar el molde.

Verter en el interior del molde el relleno reservado, agregar queso rallado al gusto e introducir en el horno colocando la rejilla en la segunda posición empezando por abajo. Bajar la temperatura a 180º C y poner el calor sólo por abajo. Hornear 23 minutos. Pasado ese tiempo, subir una posición la rejilla y hornear otros 23 minutos. Comprobar que la tarta está cuajada pinchando en el centro con un aguja. Si sale seca, ya está cocinada, si no, hornear otros cinco minutos.

Sacar del horno, desmoldar pasados diez minutos y degustar templada o a temperatura ambiente.

A comer.